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Jacques Lacan.
El Estado de Bienestar
Este pedido desde la ignorancia- siempre habrá algo naif, en el recién llegado-
se formula a partir de la pregunta de un ser en falta, a partir de un corte agudo
en su existencia.
Ese ser se presenta con algo que llamamos el síntoma como patológico, algo
muy propio, donde esa persona se relata caída de la norma, social o subjetiva.
La norma en términos del bien para otros y para sí mismo. Ese ignorar lo que se
supone podría saber es entonces, una falta de significación.
El síntoma, como caída del ser fuera de la semántica del sentido común, del
equilibrio cotidiano de una vida, pide hablar. El psicoanálisis y la psicoterapia,
tienen este campo en común, ambos operan con la palabra. Reconocen,
también, la existencia de una realidad psíquica, esto es, algo que no es la
realidad material, externa, sino un sentimiento subjetivo, particular a cada uno,
que tiñe las cosas según cada quien. En ese límite se dibuja un conflicto ya que
la realidad psíquica no es otra cosa que la diferencia entre su placer particular y
la realidad como universal, para todos.
La psicoterapia sabe sobre esta operación, detecta esta sed por el lecho del
sentido y manipula con ella. El psicoanálisis también lo sabe. Ambas tienen el
mismo punto de partida, pero diferente concepción de los fines, la finalidad
última, que decimos es no hay un sentido último y que eso enferma. La brújula
orientadora es saber cómo vivir con un sin-sentido. El analista va a reglar ese
desarreglo con la exigencia “diga todo, incluso lo que no parece tener valor, eso
quiere decir algo”.
Lo verdadero y lo falso
En 1958 Jaques Lacan viaja por primera vez a Barcelona, invitado por Ramón
Sarró, llamó a esa conferencia “El psicoanálisis verdadero y el falso”. Parte del
hecho que la acción analítica está situada en un hacer con la verdad del
inconsciente. Los paradigmas verdadero-falso son referidos a que la verdad no
es posible decirla toda, pero sí es posible su manifestación lógica en los
enunciados de lo verdadero- lo falso. La verdad queda situada en ese momento
en la enseñanza de Lacan, como la experiencia del inconsciente que se
vehiculiza como verdad homogénea a lo que encierra el síntoma. Su aparición
es posible, al captar el inconsciente a partir del síntoma.
2) Identificación:
3) Realidad:
Opone así, la sugestión, por un lado, propia de esta dinámica del yo que busca
una identificación en la realidad del otro (a—a’) de la transferencia; siendo la
transferencia lo que se pasa del Inconsciente como Otro al Sujeto (S-A) en una
doble intersubjetividad. Pero que no es entre dos sujetos, no hay transferencia
en términos de una relación entre personas. Un amor dirigido al saber, al saber
del inconsciente (A) como verdad. El asunto es que hay algo del carácter de la
verdad inconsciente que horroriza.
Opone también al sujeto del conocimiento, -ese yo que percibe la realidad, ojo
del mundo real-, un sujeto de la palabra que está, en otros términos, puesto entre
lo imaginario y lo simbólico. Y el síntoma pasa a ser, en la medida que se puede
descifrar, la brújula del tratamiento.
Del lado del universal está la norma que dice “para todos habrá el principio de
placer”, es decir, que cualquier máxima universal propondría que todos
funcionáramos en la felicidad del Bien público. Dice Lacan: es el holgazán el que
está en el principio de placer, el puro placer de la norma, no necesita trabajar,
está en una homeostasis. Mientras que en lo particular se genera una diferencia.
Alguien que ha venido por un particular sufrimiento, y luego dice “yo soy esto”
puede ostentar su síntoma como imaginario signo de goce. Aunque ha habido
una diferencia ha dicho “yo en esto soy diferente al resto, he salido de la norma,
he tenido un síntoma” pero, ese particular, por una psicoterapia, se puede
transformar en una identificación, en el yo asimilado a la regla personal que
llamamos fantasma. Estamos en una época donde hay justamente una
dignificación de los particulares, es decir, hay un pedido de respetar las
diferencias y de un gozar permisivo para cada uno dentro del todos.
El saber del analista, si lo hubiera, sería el deseo de una máxima diferencia con
el Ideal, con el ideal de esa época y de cada singularidad. Algo que no va a hacia
el placer ni el goce solamente, sino que pueda desplazarse como la
transformación de un destino.
(*) Escrito a partir de una intervención en las Jornadas anuales de Residentes de Psicología y
Psiquiatría de la Pcia. de Bs. As., La Plata, diciembre del 2002.-
Bibliografía:
- Germán García: La experiencia del pase. En D’escolar. Ed Atuel .Bs. As. , 2000.