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Pontificia Universidad Javeriana

Sujeto y Sociedad
Valentina Sarria Santiago Villarraga
Antonio Bárcenas Maria Paula Ramírez
Noviembre de 2019
Análisis de la relación entre el cristianismo y la conducta de sus creyentes en cuanto a la
religiosidad, la función social y el juicio moral.

En lo que podría entenderse como un orden de sentido histórico, y de cierta forma, evolutivo, no
es desacertado plantear que la raíz de la religión, interpretándose en un significado amplio, que
puede tener cabida en la definición de la misma sin la necesidad de ahondar en la distinción entre
un tipo de ella u otro, o entre un tipo de cultura y otra, está en la naturaleza del ser humano.

La religión tiene implicaciones culturales y sociales, pero su raigambre no está ni en lo uno ni en


lo otro. ¿A qué se debe eso?, a grandes rasgos, se podría responder diciendo que la búsqueda
natural del sentido, por parte de los seres humanos, es lo que los conlleva a “crear nuestra propia
creencia” de algo que explique, en un sentido apenas “satisfactorio”, el sentido y la razón de
estar o incluso, de ser, en el mundo (o en la vida, precisando en la ambigüedad conceptual que
esta puede tener).

Podría entonces, decirse que la fe religiosa representa un tipo de intento de llegar a satisfacer, de
una forma más o menos consistente y convincente, la intención de dar sentido a los deseos
humanos más propios de sí mismo, que son precisamente los relacionados a los elementos
mencionados anteriormente; lograr “ver” y “entender” el sentido o la razón de estar o de ser en el
mundo.

De cierto modo, la religión, como sistema de creencias, ha llevado al ser humano creyente a
alcanzar un bienestar y un desarrollo positivo, pues “brinda pautas de comportamiento, maneras
de entender el mundo, a los demás y a nosotros mismos, de este modo nos ofrece un propósito al
proyecto vital” (Oñate, Mesurado, Rodriguez, Moreno, 2018, p.57).

En relación a ese concepto, en la materia de la religión cristiana, hay que precisar que en ella, el
dogma consiste en una “verdad revelada por Dios” que, además de ser promulgada y enseñada
por los actores terrenales de sí, como la Iglesia o los pastores y sacerdotes, es una forma de
comportamiento y de conducta. Así mismo, es un elemento de fe y creencia a los que sus
creyentes deben ser devotos y fieles, pues es a través de estos que nutren el sentido de su
existencia.

Este texto pretende profundizar y analizar, en un campo psicológico, la influencia de la religión


cristiana en diferentes elementos o patrones de la conducta en sus creyentes, haciendo una
especial concentración en tres conceptos fundamentales que, en un orden determinado, forman
parte de ella, y de la manera en la que se desarrolla la cotidianidad o forma de vida de los
mismos: la religiosidad, la función social y el juicio moral.
1. ¿De qué manera la religiosidad configura “el sentido de vida” de un cristiano?

Para empezar a darle forma al centro de este texto, es acertado hacer referencia al concepto de
religiosidad planteado por el neurólogo y psiquiatra, conocido como “padre del análisis
existencial”, Viktor Frankl, y su texto, “La presencia ignorada de Dios”.

En este, el autor describe a la religiosidad explicando que “sólo es auténtica allí donde es
existencial, es decir, allí donde el hombre no es de algún modo impulsado a ello, sino que él
mismo se decide por ella” y que “la verdadera religiosidad, puesto que es existencial, ha de llegar
también a un punto en que brote espontáneamente”. A raíz de ello, surge la cuestión de la manera
en que la religiosidad configura “el sentido de vida” de un cristiano.

Independientemente del tipo de cristianismo que estemos revisando, la mayoría de estas


derivaciones (catolicismo, protestantismo, ortodoxismo, etc), coinciden en los ámbitos más
generales de la religión cristiana, es decir, como lo que se presenta con respecto al sentido de la
vida.

En primera instancia, esta religiosidad suele atribuirse como un recurso para que la vida en un
individuo o colectivo tome valor o sentido, al tener un propósito que cumplir, el ser humano
puede encaminarse a una vida llena de esperanza si cumple las reglas (diez mandamientos) y las
normas doctrinales debidas que se exclaman en el libro sagrado, (la Biblia), las primeras
expuestas en la Torah o el pentateuco del antiguo testamento, las segundas en las cartas paulinas
y de los apóstoles según las enseñanzas de Cristo en el denominado nuevo testamento.

El asunto no toma en pertinencia la existencia de Dios o algún ente divino, sino la influencia
conductual que se obtiene a partir de estas creencias en el panorama cristiano, y desde el punto
de vista religioso, en palabras de Mafla (2013): “[...] la religión sería una especie de orientación
de cada hombre y de cada mujer hacia su fundamento”(p.6).

El cristiano por principio cree en una vida significativa, ascética, prospera si se encuentra bajo el
dominio de Dios, esto que de algún modo podría proporcionar una especie de alivio existencial
que aseguraría una vivencia más sana y optimista.

Para algunos autores del siglo XX como Jung (1875-1961), “incluso la religión tiene más valor
que el arte, y que no puede ser reemplazada sino por sí misma, es la que nos otorga autenticidad
(como se cita en Storr, 1999)”, que para él está asociada a la resiliencia (hablando en terminos
psicologicos).

En contradicción, Freud afirmaba que la ausencia de la religión en nuestras vidas abre el camino
a la autenticidad, otra premisa sobre la manera de ver el sentido de la vida en los cristianos.

Asimismo, la religión podría verse no como un ente regulador del comportamiento, sino una
institución que condiciona al individuo a la idolatría de Dios, e incluso llegar a incitar el temor
en sus seguidores.
Por Nietzsche también se obtiene esta conclusión particular, solo que lo lleva más lejos
afirmando que “el ideal cristiano de santo Dios significaba que el pecador estaba convencido de
su propia y absoluta inutilidad en la cara de este ideal (como se cita en Morrison, 2018), a raíz de
la culpa, el apego, el miedo al castigo que se genera de un posible fanatismo religioso, el
cristiano presuntamente podría perder su mismidad, razones que han llevado a que se especule
que “la propia religión fuera una neurosis obsesiva universal (Lewis y Lowenthal, 2018)”.

Existe un lado beneficioso para la vista cristiana a la vida que une todos los sentimientos
humanos y las esperanzas que se obtienen de estos, no obstante también nos dirigimos a un
costado tenebroso que sujeta al creyente a no ser sino cumplir con lo que se ordena.

2. ¿Cómo se le otorga el rol de “función social” a la religión cristiana?

Cuando se hace referencia a una función, se habla de un fin determinado o un destino concreto y
específico dentro de un proceso o sistema de referencia. Es por esto, que si el proceso o sistema
está configurado por estructuras sociales de cierto grupo de individuos, se trataría de una
“función social” (Mafla, 2013, p.432).

Ahora bien, la religión cristiana puede ser entendida como una función, debido a que esta brinda
a los creyentes lo que Caponi considera como “el fin congénito, íntimo y determinante del ser
humano: instituir y resguardar su vida, su autonomía, su dignidad y el sentido de su existencia,
por encima de las contingencias, perturbaciones y dolores que le pueda generar el entorno natural
y social” (Caponi, 2010).

Esta función podría considerarse como el fin determinado del proceso y el sistema que explica,
hace posible y da un sentido a la vida humana. Dicho esto, la función se sitúa dentro de una
estructura social y está presente dentro de un conjunto de individuos con ciertas características
compartidas. Por ende, esta se convierte en una función social.

El sistema o proceso que garantiza la funcionalidad social de la religión es visto por el ser
humano como un factor desconocido y todopoderoso, un “Dios” al que se es devoto y quien está
encargado de orientar la vida de quienes en él creen. Es así como se crea una relación y una
unión entre el ser humano y esta divinidad, que termina convirtiéndose en un fundamental, pues
según Viktor Frankl, “se sabe que los seres humanos podemos crear nuestros propios
fundamentales” (Frankl, 1999), que permiten aferrar a los individuos a la vida con sentido. Es
por esto que la religión consiste en la orientación de cada sujeto hacia su propio fundamento.

Por otro lado, para que la religión pueda tener el rol de ser una función social, se debe poner al
ser humano como centro del paradigma; el individuo es el protagonista. Debe ser este mismo el
punto de partida de toda religión, pues según afirma Fromm, esta no es posible sin el ser mortal y
esperanzado con deseos de inmortalidad, y con “la necesidad de tener una orientación, y un
objeto de devoción” que dirija su vida (como se cita en Malfa, 2013).

Cuando se posiciona al ser humano como centro de toda religión, y como este no se encuentra
aislado, sino que interactúa con otros que piensan de igual manera, se debe buscar una
“causalidad común del comportamiento religioso” (Malfa, 2013, p.435). Se debe pensar en la
existencia de un denominador común que lleve a los individuos a obrar de forma religiosa en
función de un propio fundamental, de lo que Malfa denomina un objeto-centro, hacia el cual se
orienten las acciones intencionales de estos y que permita la configuración de una orientación en
la vida.

Mafla (2013) afirma que “aquí no se trata de indicar si es bueno o malo, pertinente o
inapropiado; se trata de exponer la manera real como los seres humanos se conectan y dan
sentido a su vida en razón de un objeto-centro fundamental”, por esto, obrar religiosamente
quiere decir que se sigue un patrón de vida con sentido basado en un fundamental propiamente
elegido.

A pesar de que los individuos mantengan una autonomía, si se piensa en la religión y su


funcionalidad social, se debe tener en cuenta que el ser humano creyente posee una acción
comunicativa e intencional con la que se llega al intercambio de puntos de vista, creencias,
sentimientos y experiencias, que llevan a la creación y al desarrollo de estructuras sociales o
agrupaciones determinadas (Malfa, 2013). Es por esto que es posible que se den factores o
fundamentales comunes, dándole a la funcionalidad un carácter social.

3. ¿En qué sentido se ve influenciada la determinación del juicio moral en relación a la


religión cristiana?

Se debe aclarar que para el cristianismo la maldad es intrínseca al ser humano en tanto que el
hombre en su orgullo y libre albedrío decide desobedecer a Dios. Algunos versos de la biblia
postulan el pecado original: “Tengo que admitir que soy malo de nacimiento, y que desde antes
de nacer ya era un pecador.” (Salmo 51:5 TLA).

Un sujeto se constituye a sí mismo sujeto en tanto que se hace de una “experiencia moral”, que
va a ser lo que va a determinar su forma de pensar y actuar al reconocer su “yo moral”. Según
esto la experiencia moral entonces, se configura a partir de las tecnologías del yo, las cuales son
la correlación entre los campos del saber, las formas de subjetividad y tipos de normatividad, lo
cual propone Foucault (como cita Marta Palacios 2004).

Por otro lado un factor imprescindible para determinación del juicio moral serán las emociones,
dichas juegan un papel importante, puesto que las emociones son “concomitantes cognitivas” y
su elementalidad se llevará a cabo en razón de que pueden llevar epistemológicamente al
conocimiento de la moral, el cual es el objetivo de dichas emociones y que por lo tanto son
formas de pensamiento como dice Maxwell. (citado por Wynn 2005).

Además de esto el cristianismo supone afecciones religiosas, las cuales se diferencian de las
pasiones puesto que existe toda una dimensión emocional y porque en primer lugar dichas
emociones deben ser abrazadas porque son una parte de lo que significa vivir teniendo en cuenta
que somos criaturas hechas por Dios, la primera afección cristiana que consiste en el amor a Dios
va dictar un estándar moral el cual va a permitir un discernimiento de estas.

En segundo lugar, a partir de lo anterior también se va a crear toda una psicología moral que trae
además cierto honor, por aceptar esta voluntad intelectualmente moral, pero así mismo como
otorga un valor moral intelectual, también obstaculiza y complejiza la reflexión respecto a los
afectos o emociones religiosas. Este estándar toma sus bases en los atributos de Dios, el más
importante de ellos, la santidad, lo siguiente será amar a Dios por su santidad y
consecuentemente, actuar conforme a este amor, cumpliendo las leyes establecidas por Dios ya
que este atributo contiene un carácter negativo para la humanidad al existir el pecado original, lo
que sugiere que nada impuro puede estar en presencia de la santidad de Dios pues al instante será
consumido por el fuego purificador, lo que a su vez también dicta que Dios es justo y coherente a
su santidad y no puede permitir que ninguna con criatura con pecado esté en presencia de él sin
ningún castigo a cambio según Edwards (como cita Elizabeth Cochran 2004). En cuanto a esto se
puede ver que el sujeto subjetivizado a la moral cristiana obtiene su pensamiento y conducto en
la medida que el amor y el miedo operen sobre este.

Cabe también destacar que este sentido moral también va actuar bajo un sistema de recompensa
en el que el sujeto que cumpla con dichas normas y requisitos de creencia “heredará el reino de
los cielos”, convirtiéndolo así como dice Nietzsche, en un individuo con una realidad mal
lograda pues convierte y somete todas sus pasiones e instintos, desvirtuando las virtudes
humanas y sublevando las virtudes y normas divinas por querer pertenecer a una realidad
imaginaria de un mundo más allá, ya que ese es el mundo verdadero y entonces la moral dictada
será la “esencia del mundo”, la del más acá. (Nietzsche 1985)

Todo lo anterior en cuanto a la moral individual, pero existe también la moralidad colectiva o
social, a la que el cristianismo también desea afectar por lo que se declara así mismo como “la
verdadera moral universal” siendo esta la moral obrante dentro de la comunidad cristiana, pero
así mismo al ser “la moral de Dios”, afecta todos los sujetos que no se identifican con dicha
doctrina religiosa. (Swan 2007). Por ejemplo, dicha moralidad regía la constitución de Estados
Unidos y a día de hoy el juramento en el estrado de un juicio se practica imponiendo la mano en
la Biblia suponiendo que la autoridad máxima es Dios y que este libro es su mandato y ley,
declarando de esta manera que el sujeto declarante se encuentra no solo bajo la ley de los
hombres sino también bajo la la ley divina, la cual predomina sobre la de los hombres. (Eberle
2002)

La religión cristiana tiene una influencia altamente notoria en la sociedad y se basa en la


experiencia de emociones y en la experiencia misma de Dios, de sujetos que se “subjetivizan” a
sí mismos y que encuentran en esta doctrina una afinidad, la cual es en la actualidad un tema de
gran discusión, polémica, controversia y rechazo por todos los elementos que se encuentran en
esta, especialmente en las normas y leyes bíblico religiosas que refieren a la sexualidad y al rol
de la mujer en la sociedad.

Para plasmar y aterrizar la idea general a un campo más cotidiano, consideramos oportuno hacer
referencia a dos ejemplos que podrían darle algo más de claridad. El primero es de una situación
que se presentó en la serie “Los Simpsons” y el segundo es de el largometraje “El club de la
pelea”.

El primero es del capítulo titulado, “El niño que hay en Bart” (capítulo 07 de la quinta
temporada). En él, en medio de otras cosas, se presenta una situación con los hijos de Ned
Flanders, Rod (el mayor) y Todd (el menor), todos arraigados creyentes cristianos, mientras
saltaban en un trampolín un tanto peligroso que Homero había conseguido y puesto en su patio
trasero. Cuando ambos empiezan a saltar en él, Rod dice, “en cada salto que damos, nos
acercamos más a Dios”, seguido de unas risas compartidas con su hermano, quien dice
“atrápame Dios, atrápame”. En un momento dado, ambos niños se chocan entre sí, caen
estrepitosamente al suelo, cosa que produce que se lastimen fuertemente, y que Rod, diga,
cuestionándose, “¿qué hicimos para hacer que Dios se enojara?”, a lo que Todd le responde
“fuiste tú”.

Ese ejemplo es una muestra de la manera en la que los “fieles” creyentes y devotos a la religión
cristiana, pueden llegar a deponer su razonamiento y argumentación sobre las cosas que hacen o
que les pasan, hasta el punto de entregarse completamente a su Dios, independientemente de que
se trate de algo “bueno” o algo “malo”. Es decir, su forma de creer y de pensar simplemente
genera que el concepto que tienen su “Dios” sea absoluta y completamente dominante en cuanto
a su concepción e interpretación de su vida.

El otro ejemplo es de la escena en la que el personaje principal de la película, el narrador, es


cuestionado y maltratado por su alter ego, Tyler Durden, en la cocina de su casa mientras le
hacía una quemadura con un químico especial. En ella, Tyler le hace “pensar” y “reflexionar”
sobre su vida, su sentido y fundamentación sobre ella, sus decisiones y su juicio, haciendo
especial énfasis en Dios, a través del dolor y de una serie de frases para acompañarlo en lo que se
podría llamar como una suerte de trance.

Tyler le dice que no intente controlar y manejar el dolor, los sentimientos y las sensaciones que
estaba haciéndole sentir como “las demás personas”, sino que por el contrario, se concentrara en
el acto, pues se “estaba perdiendo el momento más importante de su vida”.

Cuando el narrador “reacciona” y se centra en lo que está pasando en vez de tratar de escapar a
lo que él denomina “su cueva” (que podría entenderse como un “lugar feliz”), Tyler le dice que
sus padres “eran modelos de Dios”, y le cuestiona que “si ellos pagaron, ¿qué puede decirse
sobre Dios?”, a lo que él responde que no sabe.

Luego, le dice que considere la posibilidad de que él no le agrada a Dios, que nunca lo ha
querido, que en toda posibilidad lo odia y que eso no es lo peor que puede suceder (esta es una
clara referencia al sentido que la fundamentación cristiana le imprime a su dogma, el cariño de
Dios, el sentido que eso le da a la configuración de la vida a través de su concepción,
interpretación, y la forma en la que eso constituye la conducta de quienes “crean realmente”).

Después, cuando el narrador le responde con sorpresa, diciéndole “ah, ¿no?”, Tyler empieza a
concluir el mensaje, al expresar que no necesitan a Dios, y que que la damnación y redención se
pueden ir “al diablo”, y que ellos son los hijos indeseados de Dios.

Seguidamente, le revela la solución para calmar su dolor, pero antes de dársela, termina por
aseverar que primero debe “rendirse, saber a no temer” y “saber que un día morirá”, a lo que él
le responde que no sabe lo que se siente, en referencia al dolor de la quemadura. En respuesta a
eso, Tyler, con una sonrisa sarcástica y provocadora, le muestra su mano, donde tiene una
cicatriz del mismo tipo de quemadura.

Finalmente, le dice que “hasta que pierden todo es que están dispuestos a hacer lo que sea”,
riega vinagre sobre su herida y le transmite sus felicidades, ya que “está un paso más cerca a
tocar fondo”.

La escena en su totalidad es una alegoría a la fundamentación del sentido y la interpretación de la


religión, en este caso basada en el temor a la muerte y en el régimen de conducta y
comportamiento que establece su moralidad y su religiosidad.

Por ejemplo, de acuerdo a Hernández-Pacheco, en su texto, “FRIEDRICH NIETZSCHE-


Estudio sobre vida y trascendencia,”, Nietzsche trata esto con su concepto de trascendencia, en
cuanto a la dialéctica entre la vida y la muerte, sobre todo en el campo de la fe y la religión como
fundamentación de lo mismo.

Dice que Nietzsche expone que ​la idea de la trascendencia es una idea sumamente poderosa,
principalmente porque “ayuda a vivir”, y de alguna manera, a “soportar el temor a la muerte” y a
“hacer frente al sufrimiento y la desesperación”. Además, deja claro que Nietzsche no pretende
que el centro de la vida gire alrededor del pensamiento de la muerte, pues busca evitar lo
“reactivo” de esa idea, que puede traducirse en lo inmovilizante de sus consecuencias.

A modo de conclusión, se puede decir que el tipo, la forma y la dirección de la conducta de las
personas afines a, o creyentes de la religión cristiana, está fuertemente influenciada por
diferentes elementos propios de la misma en relación al vínculo que se tiene entre sujeto y
creencia, dogma y sentido. Pasando por los conceptos desarrollados y revisados, se pudo dar
cuenta de que todos ellos, en su campo de configuración y fundamentación, compuesto por la
interpretación y la acción de cada sujeto, tienen un influjo y un poder enorme sobre la conducta
de los creyentes de la religión.

Puntos clave que evidencian eso, son, por ejemplo, lo dicho por Mafla en relación al sentido de
la religión, y de cómo esta puede ser considerada como una suerte de orientación que cada sujeto
busca darle a su propio fundamento y también lo que expresó en la funcionalidad de la misma, al
decir que la manera real de entenderla es ver como los seres humanos se conectan y dan sentido a
su vida en razón de un objeto-centro fundamental.
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