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PETER BURKE
ROGER CHARTIER
Para concluir este capitulo Chartier dice que la new cultural history ya no se define
por la unidad de su enfoque. Sino que se define por el espacio de intercambios y de debates
construido entre historiadores que tienen como identidad común el repudio a reducir los
fenómenos históricos a sólo una de sus dimensiones y que se han alejado tanto de las ilusiones
del giro lingüístico como herencias apremiantes que postulaban el poder absoluto de lo social.
MIGUEL ÁNGEL REYES ABURTO
DIAGNÓSTICOS DEL PRESENTE
connotaciones: cuando se hace historia del pasado, el historiador no pudo percibir y por ello
lo que hace es reconstruir a partir de datos de quienes percibieron o testimoniaron. Cuando
se hace historia del presente hay que preguntarse hasta dónde es separable en la percepción
de ocurrencias sociales el acto de percibir y el acto de interpretar.
Si la percepción que capta el historiador oral está filtrada por la memoria, lo que este
historiador va a utilizar es la memoria que le brinda el testigo pero no su percepción, lo que
la memoria recoge es una percepción valorada. El historiador es participante si no fue parte
de los mismos acontecimientos aunque pudo serlo o que estuvo en el mismo proceso que
concatena y vincula esos acontecimientos. Los acontecimientos que recupera la historia oral
del asilo diplomático son traumáticos para el participante y para el historiador; la distorsión
que produce el trauma en la memoria del testigo, la ruptura del olvido que genera la estrategia
de recordación del historiador, la sobreposición de la memoria traumatizada del historiador
sobre la evocación del testigo.
Muchas de las disyuntivas señaladas que se presentan al historiador tienen que ver
con los dos papeles de historiador y participante que buscan predominar en la pulseada. Los
documentos no dicen todo, eso es lo que sabemos, pero como historiadores sólo lo que deja
indicios documentados es posible de ser historiados. Esto depende de la mirada del
historiador, la evidencia de tensiones entre un papel y otro forma una red en la que se
sostienen historia, fuentes orales y el relato personal.
MIGUEL ÁNGEL REYES ABURTO
DIAGNÓSTICOS DEL PRESENTE
En este apartado Hartog menciona que a lo largo de un siglo, que fue claramente el
de las nacionalidades, la historia nacional y la escritura, en nombre del futuro tuvieron de
hecho una vinculación parcial. En el caso de Francia, se trataba de un futuro ya advenido,
pero malogrado, difuminado o perdido. Ya había pasado 1789 pero sus promesas están
todavía por venir. Para escribir la historia de los ciudadanos, de los sujetos, del pueblo en una
palabra, que esta todavía enterrada en el polvo de las crónicas de la época, hace falta, de
hecho ponerse a leer los documentos originales y muy rápido, se necesitará acudir a los
archivos.
En este mismo orden de ideas para 1864, La ciudad antigua era ya una historia de las
instituciones políticas, pero de las antiguas, es decir el estudio de las revoluciones sucesivas
que condujeron hasta la formación de la ciudad. Por tanto, para comprender la ciudad, debe
partirse del examen en los orígenes, de dónde resulta que las primeras instituciones humanas
tuvieron, de hecho fundamentalmente peligroso: la primitiva creencia según la muerte no era
el fin de todo estaba en la raíz del primer vínculo social.
El autor de igual manera destaca que durante más de medio siglo, lo nacional no fue
ya el motor de la búsqueda: ni la escala correcta ni la profundidad adecuada. Tampoco la
escala cronológica sensata. Había causado demasiados daños y sus capacidades
cognoscitivas parecían agotadas. Fueron por lo contrarío, motivo de formas renovadas de
historia-ciencia, que tuvieron por horizonte el materialismo histórico, el cuantitativo, el serial
y como instrumento las fichas mecanizadas. Ahora bien, al rededor de 1980, que los modelos
científicos, naturalmente grandes consumidores de futuro y sólidamente atados al concepto
de progreso, lograron rendimientos decrecientes. Se inició un tiempo de detención, momento
de descanso en el que la mirada hacia atrás se volvió legitima: para abarcar el camino
recorrido, para tratar de comprender en dónde se estaba hoy en día y por qué. Pasar de lo
perspectivo a lo retrospectivo era una forma de tomar distancia: los individuos se
preocuparon por las genealogías y las empresas por sus archivos. El régimen moderno de
historicidad perdía su evidencia.
Hartog concluye este apartado diciendo que la aproximación historiográfica, por su
marcada preocupación por circunscribir los presupuestos, por cuestionarse sobre las
herramientas y las categorías movilizadas, aporta una contribución a este. Los lugares de
memoria explotaron al nuevo tratamiento de lo nacional máximo esta perspectiva, ya hemos
insistido en ello, hasta incluir a lo largo de su publicación la historiografía de propio
recorrido, conduciendo a un ensanchamiento de la noción de lugar. Con esos modos de
aprehensión de lo nacional como problema se rompe, en todo caso, con todas las historias-
memorias nacionales escritas desde el punto de vista del porvenir.
El momento de los lugares de memoria
Si los lugares nos sirvieron de entrada en los debates entre historia y memoria, así
como de proyector para esclarecer las relaciones entre la historia nacional y el régimen
moderno de historicidad, también son reveladores. Si pertenecen, por supuesto, al momento
en que se utilizan para configurar, la manera misma en la que procedieron nos ensena algo
más sobre nuestro presente. La permanente preocupación historiográfica ya señalada que los
atraviesa, es un testimonio en segundo grado de esta tendencia del presente a historiarse a si
mismo. Los lugares son también por tanto los lugares de este momento, o los lugares para
este momento.
MIGUEL ÁNGEL REYES ABURTO
DIAGNÓSTICOS DEL PRESENTE