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A la deriva (Fragmento) de Horacio Quiroga El hombre pisó algo blancuzco, y en seguida sintió la mordedura en el pie.

Saltó
adelante, y al volverse con un juramento vio una yaracacusú que, arrollada sobre sí
El hombre pisó algo blancuzco, y en seguida sintió la mordedura en el pie. Saltó misma, esperaba otro ataque.
adelante, y al volverse con un juramento vio una yaracacusú que, arrollada sobre sí El hombre echó una veloz ojeada a su pie, donde dos gotitas de sangre
misma, esperaba otro ataque. engrosaban dificultosamente, y sacó el machete de la cintura. La víbora vio la
El hombre echó una veloz ojeada a su pie, donde dos gotitas de sangre amenaza, y hundió más la cabeza en el centro mismo de su espiral; pero el machete
engrosaban dificultosamente, y sacó el machete de la cintura. La víbora vio la cayó de lomo, dislocándole las vértebras.
amenaza, y hundió más la cabeza en el centro mismo de su espiral; pero el machete El hombre se bajó hasta la mordedura, quitó las gotitas de sangre, y durante un
cayó de lomo, dislocándole las vértebras. instante contempló. Un dolor agudo nacía de los dos puntitos violetas, y comenzaba
El hombre se bajó hasta la mordedura, quitó las gotitas de sangre, y durante un a invadir todo el pie. Apresuradamente se ligó el tobillo con su pañuelo y siguió por
instante contempló. Un dolor agudo nacía de los dos puntitos violetas, y comenzaba la picada hacia su rancho.
a invadir todo el pie. Apresuradamente se ligó el tobillo con su pañuelo y siguió por El dolor en el pie aumentaba, con sensación de tirante abultamiento, y de pronto
la picada hacia su rancho. el hombre sintió dos o tres fulgurantes puntadas que, como relámpagos, habían
El dolor en el pie aumentaba, con sensación de tirante abultamiento, y de pronto irradiado desde la herida hasta la mitad de la pantorrilla. Movía la pierna con
el hombre sintió dos o tres fulgurantes puntadas que, como relámpagos, habían dificultad; una metálica sequedad de garganta, seguida de sed quemante, le
irradiado desde la herida hasta la mitad de la pantorrilla. Movía la pierna con arrancó un nuevo juramento.
dificultad; una metálica sequedad de garganta, seguida de sed quemante, le (…)Los dolores fulgurantes se sucedían en continuos relampagueos y llegaban
arrancó un nuevo juramento. ahora a la ingle. La atroz sequedad de garganta que el aliento parecía caldear más,
(…)Los dolores fulgurantes se sucedían en continuos relampagueos y llegaban aumentaba a la par. Cuando pretendió incorporarse, un fulminante vómito lo
ahora a la ingle. La atroz sequedad de garganta que el aliento parecía caldear más, mantuvo medio minuto con la frente apoyada en la rueda de palo.
aumentaba a la par. Cuando pretendió incorporarse, un fulminante vómito lo Pero el hombre no quería morir, y descendiendo hasta la costa subió a su canoa.
mantuvo medio minuto con la frente apoyada en la rueda de palo. Se sentó en la popa y comenzó a palear hasta el centro del Paraná. Allí la corriente
Pero el hombre no quería morir, y descendiendo hasta la costa subió a su canoa. del río, que en las inmediaciones del Iguazú corre seis millas, lo llevaría antes de
Se sentó en la popa y comenzó a palear hasta el centro del Paraná. Allí la corriente cinco horas a Tacurú-Pucú.
del río, que en las inmediaciones del Iguazú corre seis millas, lo llevaría antes de (…) Allá abajo, sobre el río de oro, la canoa derivaba velozmente, girando a ratos
cinco horas a Tacurú-Pucú. sobre sí misma ante el borbollón de un remolino. El hombre que iba en ella se sentía
(…) Allá abajo, sobre el río de oro, la canoa derivaba velozmente, girando a ratos cada vez mejor, y pensaba entretanto en el tiempo justo que había pasado sin ver
sobre sí misma ante el borbollón de un remolino. El hombre que iba en ella se sentía a su ex patrón Dougald. ¿Tres años? Tal vez no, no tanto. ¿Dos años y nueve
cada vez mejor, y pensaba entretanto en el tiempo justo que había pasado sin ver meses? Acaso. ¿Ocho meses y medio? Eso sí, seguramente.
a su ex patrón Dougald. ¿Tres años? Tal vez no, no tanto. ¿Dos años y nueve De pronto sintió que estaba helado hasta el pecho.
meses? Acaso. ¿Ocho meses y medio? Eso sí, seguramente. ¿Qué sería? Y la respiración…
De pronto sintió que estaba helado hasta el pecho. Al recibidor de maderas de mister Dougald, Lorenzo Cubilla, lo había conocido
¿Qué sería? Y la respiración… en Puerto Esperanza un viernes santo… ¿Viernes? Sí, o jueves…
Al recibidor de maderas de mister Dougald, Lorenzo Cubilla, lo había conocido El hombre estiró lentamente los dedos de la mano.
en Puerto Esperanza un viernes santo… ¿Viernes? Sí, o jueves… -Un jueves…
El hombre estiró lentamente los dedos de la mano. Y cesó de respirar.
-Un jueves…
Y cesó de respirar.

A la deriva (Fragmento) de Horacio Quiroga

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