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NO ES AMOR

aportes al debate sobre la economía del cuidado

antología y prólogo a cargo


de carolina brandariz

candelaria botto, berenice timpanaro , lucas spinosa


alejandro barrios , tania rodriguez,
victoria flores beltrán, nahuel berguier, nicolás trotta
© Indómita Luz Editorial, 2019

No es amor: aportes al debate sobre la economía del cuidado / Candelaria Botto...


[et al.] ; compilado por Carolina Brandariz ; coordinación general de Diego Ardiles;
editado por Carolina Calpanchay ; editor literario Diego Ardiles ; prólogo de
Carolina Brandariz. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Indómita Luz
Editorial, 2019.
130 p. ; 21 x 14 cm.

ISBN 978-987-46659-9-7

1. Economía Política. 2. Economía Social. I. Botto, Candelaria. II. Brandariz,


Carolina, comp. III. Ardiles, Diego, coord. IV. Calpanchay, Carolina, ed. V. Ardiles,
Diego, ed. Lit.
CDD 330.01

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723

Diseño de interior y portada: Carolina Calpanchay


Imagen de portada: Mural de Ailén Possamay

Se permite la reproducción parcial o total del texto siempre y cuando sea con
fines educativos, de divulgación o difusión y siempre que esa actividad no lleve
intereses vinculados al lucro económico, quedando los derechos para este uso en
manos de los autores y la editorial. La infracción a estos derechos constituirá un
delito contra la propiedad intelectual.

Edición impresa en Argentina por Semilla Creativa (CABA) en Abril 2019.

Indómita Luz Editorial

indómitaluzeditorial@gmail.com
Ventas: indomitaluzventas@gmail.com
índice

09 prólogo

19 los números de la desigualdad


por Candelaria Botto

31 puentes entre la economía popular y la economía feminista.


experiencias de organización popular para la redistribución de
las tareas del cuidado en el conurbano bonaerense
por Berenice Timpanaro y Lucas Spinosa

47 la economía, el trabajo, el valor, y el cuidado


por Alejandro Barrios

75 brecha de género dentro y fuera de casa. los cuidados en la


agenda sindical
por Tania Rodriguez

83 el futuro del trabajo


por Victoria Flores Beltrán y Nahuel Berguier

99 ¿cómo enfrentamos la desigualdad?


por Nicolás Trotta
los números de la desigualdad
Por Candelaria Botto 1

1 Licenciada en Economía por la Universidad de Buenos Aires (UBA), integrante de


Economía Femini(s)ta y docente superior.
aportes al debate sobre la economía del cuidado

La desigualdad existente entre varones y mujeres es un hecho, y las


estadísticas oficiales de todos los países así lo demuestran. A pesar
de haber conseguido el derecho al voto, incluso siendo mayoría en las
universidades y de participar en el mercado laboral las mujeres no
logran, de hecho, la igualdad. En estas pocas páginas cuantificamos
esta diferencia entre los géneros y traemos algunas explicaciones
desde la economía feminista con la intención de aportar herramientas
al análisis de la realidad nacional pero también líneas de acción para
poder construir, finalmente, una sociedad realmente igualitaria.

Es necesario, antes de comenzar, explicitar que el análisis reducido


únicamente a varones y mujeres se debe a una limitación estadística.
En nuestro país, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC)
releva la información de forma binaria (varón/mujer) por lo que no
tenemos datos sobre las desigualdades específicas que sufren las
personas dada su identidad de género.

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no es amor

la desigualdad existe y se puede cuantificar

Las mujeres constituyen el 70% de las personas pobres del mundo


y nuestro país no es la excepción. Según los datos relevados por la
Encuesta Permanente de Hogares del INDEC 1 más de 7 de cada 10
personas del grupo poblacional con menores ingresos son mujeres y la
relación se invierte para el grupo poblacional de mayores ingresos. La
pobreza en Argentina, y en el mundo, tiene cara de mujer.

69,2 %

64,6 %
61,6 %
59,6 % 60,1 %
58,4 %
55,9 % 56,2 %
53,5 % 53,1 %

46,5 % 46,9 %
44,1 % 43,8 %
41,6 %
40,4 % 39,9 %
38,4 %
35,4 %

30,8 %

Sexo

Mujeres

Valores

12 34 5 67 8 9 10
decil de ingreso total

Población perceptora de ingresos. Composición según sexo de los deciles de ingresos totales individuales.
Total de aglomerados urbanos. 3er trimestre 2018.

Consecuentemente, cuando analizamos las variables del mercado


laboral vemos que las mujeres tienen mayores tasas de desempleo,
superando por casi 3 puntos porcentuales la tasa de desocupación
masculina. También debe preocuparnos la mayor tasa de subocupación

1 Los datos son los elaborados en el informe de Natsumi Shokida “La desigualdad
de género se puede medir” que se encuentra en economiafeminita.com
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aportes al debate sobre la economía del cuidado

horaria que presentan las asalariadas, es decir, aquellas que trabajan


menos que una jornada completa. Esta situación trae aparejada tanto
menores ingresos como mayores niveles de informalidad laboral (no
registro). Mención especial requieren las mujeres menores de 29 años
que alcanzan una tasa de desempleo de 21,5%, lo que indica que más
de 1 de cada 5 busca activamente trabajo y no lo consigue, superando
doblemente el promedio general del país.

tasa desocupación t asa subocupación

10,5 % 7,8 % 14,4 % 9,8 %

Sexo

Mujeres

Valores

Población de 14 años y más. Tasas de Desocupación y de Subocupación por sexo. Total de aglomerados urbanos.
3er trimestre 2018.

Lo que estos números ref lejan es la difícil inserción de las mujeres en


el mercado laboral. En el mismo sentido, no debe sorprendernos que las
asalariadas presenten niveles más altos de no registro (37,1%) siendo
que más de 1 de cada 3 no cuenta con ningún tipo de seguridad laboral,
ni aportes jubilatorios u obra social.

A su vez, quienes logren atravesar las adversidades y conseguir final-


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no es amor

mente un trabajo remunerado cobrarán menos que sus compañeros


varones. Si hacemos el promedio de ingresos femeninos contra el
promedio de ingresos masculinos la brecha es del 26,2%, es decir, que
las mujeres ganan un cuarto menos. Sin embargo, la desigualdad no es
la misma para todas. Aquellas asalariadas que no cuentan con ningún
tipo de estabilidad laboral (no registradas) perciben ingresos 34,7%
menores que el de los trabajadores que están en las mismas condiciones.

la desigualdad existe y se puede explicar

Para entender porqué se produce esta diferencia entre los ingresos


femeninos y masculinos es necesario desarrollar algunos conceptos
que introduce la economía feminista. En primer lugar, existe aún, y
a pesar del artículo 14 bis de nuestra Constitución Nacional, distinta
remuneración por la misma tarea. Por lo tanto, hay personas que
trabajan de lo mismo, a igual cantidad de horas pero ganan distinto
según su género 2. No hay mucho más que decir de esta discriminación
evidentemente sexista.

Si bien la otra parte de la brecha salarial se puede explicar por variables


como tipo de trabajo o cantidad de horas, esto no deja de ser una desigualdad
de género. Por ejemplo, es esperable que el presidente de una compañía
gane más que su secretaria, la pregunta es por qué sistemáticamente
los presidentes de empresas son varones y las secretarias son mujeres.

Para explicar este fenómeno debemos desarrollar el concepto de techo


de cristal. Si ordenamos los distintos trabajos en una imaginaria pirá-
mide ocupacional según los ingresos que perciben, veremos que las
mujeres faltan en la cima. De esta forma, se denomina techo de cristal a

2 Según la OIT (2015) el 54% de la brecha salarial total es “no explicada”.


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aportes al debate sobre la economía del cuidado

una superficie superior invisible, pero resistente, en la carrera laboral


de las mujeres que les impide seguir avanzando. Si bien no existen
leyes ni códigos visibles que impongan a las mujeres semejante limi-
tación, hay rasgos implícitos que dificultan el acceso femenino a estos
cargos. El techo de cristal es la metáfora que usamos para sintetizar todas
estas barreras que impiden que las mujeres lleguen a los puestos jerár-
quicos dentro de una organización. Vale aclarar que este fenómeno se
evidencia tanto en el sector privado como en el público.

Alguna persona distraída podría decir que esto sucede porque las
mujeres no están calificadas para estos puestos, pero en Argentina las
trabajadoras tienen en promedio un mayor nivel profesional que los
varones y, sin embargo, son la minoría en los puestos jerárquicos. En
este punto frases como “será muy emocional para dirigir un equipo” o
“no podrá liderar el proyecto” son formas de reproducir la desigualdad
entre los géneros, prejuzgando las acciones de las mujeres a partir de
los estereotipos de género tradicionales.

NIVEL EDUCATIVO % DE MUJERES % DE VARONES

Sin instrucción 2,7 4,5

Primaria 24,1 35,9

Secundaria 42,9 42,2

Superior 30,3 17,3

Ocupadas/os. Mujeres y Varones según nivel educativo (Porcentaje por columnas). Total de aglomerados
urbanos. 3er trimestre 2018.

Esta situación, que se evidencia en todo el globo, es grave no sólo


porque afecta en términos de ingresos a las trabajadoras, sino que
también impide a las mujeres estar en los espacios donde se toman
las decisiones, evidenciando la falta de oportunidades reales en este
sentido. Sin embargo, este fenómeno atañe a aquellas trabajadoras que
han llegado a profesionalizarse y toparse con estos techos, que no son
el grueso de las asalariadas.
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no es amor

La situación se vuelve más urgente cuando vamos a las bases de esa


imaginaria pirámide profesional. Las mujeres faltan en la cima como
sobran en las bases. Para explicar este fenómeno se utiliza el concepto
de pisos pegajosos, en referencia a las fuerzas que mantienen a gran parte
de las trabajadoras atrapadas en los escalones más bajos de la pirámide
económica. Esta situación se debe principalmente a la sobrecarga de
trabajo doméstico y de cuidados, pero también a lo que llamaremos
paredes de cristal.

Así como hay barreras invisibles para acceder a los puestos jerár-
quicos hay paredes que nos relegan a ciertos sectores económicos. Lo
que encontramos en el análisis del mercado laboral es que, aunque no
nos guste, hay una reproducción de los estereotipos tradicionales de
género que dan por resultado en la práctica trabajos “de mujeres” y “de
hombres”. Esto se verifica en el predominio femenino en los sectores
que tradicionalmente feminizados, como enfermería, docencia y
empleo doméstico, y un predominio masculino en los sectores tradicio-
nalmente masculinizados como construcción, industria y transporte.

Esta realidad es problemática no sólo por la reproducción de este-


reotipos de género anacrónicos sino que conllevan ingresos diferen-
ciados, lo que evidencia una valoración social desigual entre las tareas
tradicionalmente feminizadas y las masculinizadas. En este sentido,
los ingresos promedio de los trabajos “de mujeres” son más bajos que
los ingresos promedio de los trabajos “de varones”. Para dar un ejemplo
concreto, una persona sin calificación profesional cuando es varón
probablemente se dedique al rubro de construcción, mientras que si
es mujer seguramente termine en el sector de empleo doméstico, que
tiene uno de los sueldos más bajos de toda la economía.

La desigual valoración se reproduce incluso en los distintos sectores.


Por ejemplo, si una mujer consigue un puesto jerárquico probable-
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aportes al debate sobre la economía del cuidado

mente sea en un área que tenga alguna identificación con los sectores
feminizados (RRHH, Servicios Administrativos), asociados a remune-
raciones menores que aquellos sectores tradicionalmente masculini-
zados (Finanzas, Presupuesto). Por lo tanto, las paredes de cristal afectan
al conjunto de las trabajadoras y tiene que ver, por un lado, con lo que la
sociedad espera de las mujeres y de los varones y por otro, con la remu-
neración que se le asigna a las distintas tareas incidiendo directamente
en la feminización de la pobreza.

Una de las principales fuentes de desigualdad tiene que ver con el


trabajo doméstico no remunerado. Si bien a partir de mediados del
siglo XX hay una fuerte incorporación de la mujer al mercado laboral,
esta incorporación al ámbito público no la exonera de sus responsabili-
dades reproductivas, configurándose una doble (y hasta triple) jornada
laboral. Bajo el ideario de “mamá luchona”, se sumó a la larga lista de
quehaceres el conseguir un trabajo remunerado, sin descuidar el hogar.

En nuestro país, las mujeres hacemos el 75% del trabajo doméstico


no pago. Si bien cuando aumenta la cantidad de horas trabajadas en
el mercado laboral disminuye la brecha entre varones y mujeres, igual-
mente en todos los casos, aún trabajando la misma cantidad de horas,
las mujeres dedican más tiempo del día a las tareas domésticas. Incluso
una mujer ocupada full time dedica más tiempo al trabajo doméstico
que un hombre desempleado.

Dependerá de los ingresos que obtengan las trabajadoras en el


mercado laboral pago si podrán o no tercerizar las tareas domésticas.
Sin embargo, en términos de género no hay cambios en la ecuación.
Por un lado, las mujeres que pueden costearlo tercerizan las tareas del
hogar, pero la realización y seguimiento del mismo permanece bajo
su responsabilidad. Esta continuidad lleva el nombre de carga mental
ya que, aunque no dedica sus horas a este trabajo, sí dedica tiempo a
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la planificación, contratación y control del mismo, reproduciendo la
imposición social de que ese labor es su responsabilidad.

Por otro lado, en el 98,8% de los casos este trabajo recae en otra mujer,
de bajos ingresos, poca calificación y muchas veces migrante. Por lo
tanto, manteniendo una perspectiva de género no hay mejoras. No sólo
eso sino, ¿en qué condiciones es que se reglamenta este trabajo?

la desigualdad existe y no es igual para todas

Tan solo una de cada cuatro trabajadoras domésticas está regis-


trada, pero la precarización va más allá de su condición en materia
de seguridad social. Las empleadas de este sector tienen de los sueldo
promedio más bajos de la economía. Ganan poco más de $100 por
hora y ese valor lo percibe solo el pequeño grupo de empleadas regu-
larizadas, mientras que en el ámbito informal se reduce fuertemente.
De esta forma, el empleo doméstico se configura como un sector sin
expectativas de crecimiento profesional, atravesado por innumerables
maltratos, abusos y una delimitación poco precisa de sus tareas.

La poca precisión en la lista de tareas a cumplir se debe a que se las


contrata justamente para ocuparse del universo del trabajo reproduc-
tivo: limpieza y cocina, compras y planificaciones, cuidados de infantes,
personas con necesidades especiales y mayores. A veces, también deben
cuidar y pasear a las mascotas, e incluso hacer trámites. Dado que estas
tareas se realizan mayoritariamente dentro del hogar, están expuestas
a abusos y acosos sexuales, muchas veces naturalizados como si fueran
parte de las condiciones que deben soportar. Como si fuera poco, todo
esto deben hacerlo “con dedicación y cariño”, porque aunque se trate de
una empleada ocupa un rol casi como integrante de la familia.
aportes al debate sobre la economía del cuidado

El servicio doméstico, que absorbe casi 1 de cada 5 mujeres trabaja-


doras en la Argentina, necesita de una decidida intervención guberna-
mental en pos de mejorar las precarias condiciones de trabajo y los bajos
ingresos, que afectan a una gran parte del conjunto de asalariadas.
Las políticas públicas, en un mundo donde las tareas de reproducción
recaen sistemáticamente en las mujeres, son condición necesaria en la
búsqueda de una sociedad igualitaria. Es por ello que se exige el acceso
a guarderías públicas de calidad y en los lugares de trabajo, tanto para
madres como para padres, la ampliación de las licencias maternales y
paternales y mayor cobertura de cuidados de personas mayores y disca-
pacitadas. Pero también es necesario destacar la necesidad de repartir
equitativamente los tiempos de trabajo reproductivo, desnaturalizando
estas tareas como “de mujeres” y en este punto el reclamo por Educa-
ción Sexual Integral en las escuelas para desmontar estereotipos de
otra época es urgente.

La sociabilización tanto de la responsabilidad como de la ejecución


del trabajo reproductivo es un requisito necesario para la emancipación
de las mujeres en pos de alcanzar una real igualdad de oportunidades,
y a su vez garantiza este aspecto de la reproducción a toda la pobla-
ción, sin dejarlo a la suerte del mercado, es decir, dependiente del nivel
de ingresos de sus ciudadanos y ciudadanas. Además de garantizar el
derecho al cuidado, se generaría una profesionalización de este trabajo,
lo cual, implementado con una perspectiva feminista, ayudaría a cerrar
las brechas de género en su realización.

la desigualdad existe y se puede parar

Parece obvio pero es necesario evidenciarlo, no hay producción sin


reproducción y en este sentido es que se hicieron los tres paros inter-
nacionales de mujeres, el último en más de 70 países, bajo una única
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no es amor

consigna: Si nosotras paramos se para el mundo. Sin nuestro trabajo repro-


ductivo no se pone en funcionamiento el aparato productivo. No hay
comida hecha ni para hacer, nadie hizo las compras, los niños y niñas
no llegan a la escuela, las personas dependientes no reciben su medi-
cación ni cuidado especial, no hay ropa limpia y un sinfín de procesos
que no pueden comenzar porque no tenemos las actividades de soporte
realizadas, la mise en place.

Las desigualdades sociales existentes (en este caso, de género) no


son consecuencia de motivos biológicos ni naturales, sino de ideas
y prejuicios sociales entretejidos en la construcción del género. Son
consecuencia de aprendizajes sociales, con lo cual existe la posibilidad
de transformar los mismos reconociendo que esta desigualdad se
encuentra en todas las instituciones y espacios, por lo que es menester
mantener una perspectiva de género para erradicar esta desigualdad
estructural.

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