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Así se lucha hoy contra la adicción ‘on line’

Los tratamientos para este trastorno implican desconexión, control de abstinencia y hospitalización.
Hace dos años, Pamela se empezó a preocupar por su hijo Sergio, en ese entonces de 12 años. La primera alerta fue cuando la
llamaron del colegio a su trabajo para decirle que él se había escapado para jugar Pokémon GO.

Poco antes, ella y su marido le habían dado por primera vez a su hijo un teléfono inteligente. La idea era poder comunicarse con él
y que pudiera entrar al grupo de WhatsApp del curso. Pamela cuenta que, desde niño, a Sergio le gustaba jugar PlayStation y
pasaba horas en YouTube. Pero nunca pasó algo como esto. “El argumento era que hoy todos los niños están pegados al teléfono
y siempre están peleando para jugar”, dice Pamela, cuyo nombre y el de su hijo fueron cambiados para este reportaje, a pedido de
ella. Pero las alertas fueron aumentando. Un día alguien tocó el timbre de su casa a las ocho de la mañana. Era su hijo. Sin entender
nada, ella le preguntó alterada dónde había estado, pensando en que le podía haber pasado algo. “Después de un rato de conversar
–cuenta–, me confesó que había salido a las 6 de la mañana a buscar pokemones por las calles”.
Cuando Sergio no salía a la calle a jugar, estaba frente al computador jugando Steam, una plataforma y comunidad ‘on line’ con
varias opciones de videojuegos. Pamela se dio cuenta de que en las noches él esperaba que ellos se durmieran para poder jugar
libremente. “En el día no se interesaba en el colegio, estaba siempre con el teléfono”, dice.
Sergio le empezó a pedir la tarjeta de crédito. Le decía que era para comprar un poder especial para sus pokemones o un personaje
muy buscado y exclusivo. Pero, al poco tiempo, Pamela descubrió que su hijo había tomado la tarjeta sin su permiso y gastado
más de 200 dólares. A pesar de las conversaciones y castigos –en los que le requisaba su celular–, Sergio volvía a usar la tarjeta a
escondidas. “Pensé que, tal vez, borrando el código de verificación de mi tarjeta me adelantaba a él y le impedía hacer cualquier
compra. Pero se lo había aprendido de memoria”.
Finalmente, desesperada, bloqueó el plástico para las compras internacionales. A esas alturas, el psiquiatra que veía a su hijo le
había confirmado el diagnóstico: adicción a los videojuegos.

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Síndrome de abstinencia
Hace un tiempo, el psiquiatra Alejandro Maturana, de la Clínica Psiquiátrica del Hospital de la Universidad de Chile,
atendió un caso de un adicto a videojuegos que terminó hospitalizado. Recuerda que era un adolescente que empezó a
jugar en su computador League of Legends, más conocido como LOL, un videojuego de batallas en línea donde los
participantes pueden hablar y organizarse en clanes. “Jugaba apenas llegaba del colegio. Empezó a tener malas notas
y sus jornadas de juego se fueron alargando hasta pasar la noche entera jugando –dice Maturana–. Al día siguiente
no rendía y solía quedarse dormido. Fue perdiendo el apetito”.
Según el especialista, sus padres decidieron consultar con él cuando se dieron cuenta de que ya no tenían control sobre
su hijo, que por culpa del juego había dejado de ir al colegio y ellos no lograban motivarlo para no desertar. Decidieron
hospitalizarlo por tener una conducta adictiva imposible de tratar ambulatoriamente. Internado, siguió un tratamiento de
'shock': la desconexión total del computador y el teléfono. “Tiene que ser así, pero en un ambiente protegido, donde se
contengan todas las conductas de abstinencia. Porque eso va a aparecer. Este joven sentía ansiedad, angustia,
emociones negativas como rabia, pero lo más importante era la ansiedad, con palpitaciones y sudoración”, dice
Maturana.
El psiquiatra de la Red Salud UC Christus Juan José Trebilcock explica que las adicciones tecnológicas agrupan varios
fenómenos. Desde las redes sociales, el uso mismo de internet, el celular, la pornografía en línea y también los juegos
en línea. Dice que, en general, los procesos adictivos más frecuentes se dan por juegos ‘on line’ masivos, como LOL
o Fortnite, en los que los usuarios escogen un avatar y tienen ciertas características o cumplen roles donde van creando
una vida virtual. En palabras del doctor Trebilcock, estas conductas adictivas a la tecnología corresponderían a las
adicciones conductuales; es decir, sin sustancias, y aún están siendo investigadas. “Para ser rigurosos, los únicos
trastornos de este tipo reconocidos por los manuales de diagnóstico psiquiátrico son la ludopatía y el trastorno por uso
de videojuegos y juegos en línea”, y asegura que en los últimos años han aumentado las consultas por conductas adictivas
a las nuevas tecnologías.
El psiquiatra Atahualpa Granda, jefe del servicio de estabilización de trastornos adictivos del Instituto Psiquiátrico J.
Horowitz y presidente de la Sociedad Chilena de Salud Mental, dice que hoy, a pesar de que la mayor parte de las
personas están casi constantemente pegadas a sus teléfonos, solo se identifica una conducta adictiva cuando hay
consecuencias y complicaciones en la vida del paciente, como la pérdida del control sobre el juego. “La adicción
conductual tiene los mismos síntomas que la adicción a la cocaína, por ejemplo. Desarrolla tolerancia en el paciente,
luego viene el síndrome de abstinencia y la búsqueda compulsiva del celular o cualquier medio para conectarse a un
juego o plataforma social”, dice Granda. Y explica que uno de cada cuatro nuevos adictos que llegan hoy a los centros
de tratamiento de adicciones es por una conducta adictiva relacionada con internet.
Maturana explica que esto suele verse en adolescentes y niños socialmente inhibidos, sin mucha actividad deportiva ni
amistades. “Obviamente, esa actividad ‘on line’ se les facilita y empiezan a gastar mucho tiempo en eso”, dice Maturana.
La adicción conductual tiene los mismos síntomas que la adicción a la cocaína. Desarrolla tolerancia en el paciente, y
luego viene el síndrome de abstinencia.
Trastornos de base
Andrés (su nombre se cambió para este reportaje) tenía 25 años cuando llegó a la consulta del psicólogo Pablo Curivil,
que es parte del equipo de la Unidad de Adicciones de la Clínica Las Condes de Chile. Llegó porque empezó a tomar
conciencia de que estaba pasando muchas horas en redes sociales, como WhatsApp, Instagram o Facebook. Al día podía
estar hasta nueve horas conectado, y la situación estaba afectando su desempeño como estudiante de
Derecho: había reprobado tres ramos y, además, estaba en causal de eliminación.

Conversando con el psicólogo, apareció el motivo de su extrema conexión. Después de haber tenido ocho relaciones de
pareja que no duraron más de tres meses, Andrés había comenzado a establecer solo relaciones ‘on line’. Cuando llegaba
el momento de conocerse, se las ingeniaba para inventar alguna excusa.

“Él fue generando una conducta de abstinencia frente a los momentos en que no estaba en las redes sociales: sentía
angustia, ansiedad y se le oprimía el pecho, sentía agitación. Después fue generando tolerancia, en el sentido de ir
buscando cada vez estar más horas conectado, para poder estar vinculado y satisfacer esa ansia de ser validado. La idea
de reunirse en persona lo angustiaba por sus experiencias anteriores”, dice Curivil. En la Clínica Las Condes, explica el
psicólogo, hace casi cinco años realizan tratamientos para adictos a las nuevas tecnologías. En la mayoría de los casos
hay algún diagnóstico de base: trastorno de ansiedad, rasgos de impulsividad, depresión, adicción previa o, en
paralelo, trastornos alimentarios.

En el caso de Andrés, él no tenía control de sus impulsos y sufría crisis de pánico. Lo mismo Sergio, el adicto a Pokémon
GO: él está diagnosticado con déficit de atención, impulsividad y epilepsia. Y el joven hospitalizado por su adicción a
LOL tenía un cuadro ansioso en la línea anímica depresiva.
Por eso, explica Curivil, para el tratamiento de Andrés primero hicieron una terapia para sus crisis de pánico y para
aprender a manejar la ansiedad. “Si eliminan radicalmente las redes, puedes generar crisis de abstinencia
importantes, angustia, desajustes a nivel conductual y el paciente puede ponerse agresivo. Es mejor que el
tratamiento sea progresivo”, dice Curivil.
Luego de un período de terapia y fármacos, programaron cuatro meses de abstinencia para Andrés. Con el apoyo del
psicólogo, un psiquiatra y un terapeuta ocupacional, el estudiante de Derecho estuvo ese tiempo sin redes sociales, sin
internet y solo con la opción de llamada en el celular para estar ubicable. En ese momento se le incentivó a que comenzara
a reunirse con mujeres en persona. El tratamiento duró cerca de un año y medio.
Cristian Jara, psiquiatra del Centro de Adolescencia de la Clínica Alemana, dice que hoy la red social que está
generando la necesidad de estar conectado permanentemente es Instagram, especialmente entre adolescentes y
veinteañeros. Los niños están sumergidos en otra red social, llamada Tik Tok, una plataforma de selfis y videos.
Explica que en algunos casos ha sido necesario eliminar las cuentas de los pacientes, pero no ha sido fácil. “La
abstinencia de Instagram les provoca la sensación de no saber qué está pasando con ellos –explica Jara–. Tiene que ver
con la identidad y la necesidad de que el resto vea dónde están. Algunos piensan que sin Instagram ya no son la misma
persona que antes, o les preocupa que el resto crea que se murió, que ya no existe. La identidad virtual es superpotente”.

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