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La tragedia griega, y en especial los dramas del tragediógrafo Sófocles, llaman la

atención debido a los elementos que tienen mayor preponderancia en su obra, “el dolor del
héroe y su sufrimiento, la presencia del destino, el poder de los dioses, el papel del
conocimiento humano, el carácter de los protagonistas” (Guzmán Guerra, 2005, p.86). Estos
aspectos que se centran especialmente en el sentir del ser humano, es una característica muy
propia del género de la tragedia, y es que estos temas lo que conlleva es explicar al espectador
la gran fragilidad de los héroes representados, por ende la fragilidad humana, ejemplificados
en los protagonistas de su respectivas obras, como son Áyax, Edipo y Deyanira.

Áyax
El gran héroe homérico, el segundo en fuerza detrás de Aquiles, Áyax, hijo de Telamón,
quien probó su valentía y destreza en el campo de batalla en Troya, ayudando a los aqueos a
conseguir la victoria, es el protagonista de la obra de Sófocles, del mismo nombre. Tras haber
perdido la disputa con Odiseo, por las armas de Aquiles, Áyax se llena de ira y decide asesinar
y vengar su derrota aniquilando a los caudillos aqueos, pero termina asesinando a un ganado,
aquí empieza la obra de Sófocles, un Áyax contento porque pudo satisfacer su venganza. Áyax
es un personaje que se nos muestra ya en la Ilíada como cólerico, fuerte, salvaje, es detrás de
Aquiles, el más fuerte de los griegos, y por esta razón él cree que merecía las armas del Pélida,
tras haber perdido no solo las armas, sino también el reconocimiento de sus logros, ve
manchado así su ἀρετή, procura llevar un plan de venganza ante los principales jefes de la
expedición. La ira, la sed de venganza, el reconocimiento por su valor o virtudes, son temas
que frecuentemente abundan en el humano, y en Áyax no son la excepción, siente que le han
faltado, que han manchado su honor (algo que es fundamental en el ἀρετή homérico) y todo
eso arrastra un sabor a amargura, a un exceso de la misma que arroja en el ser humano las viles
ganas de cobrar venganza, pero como veremos, no siempre la venganza llega a buen término.
Tras enterarse Áyax de la locura que fue expuesto por la diosa Atenea, ya que esta le
reprocha el ser imprudente y caer en impiedad “los dioses aman a los prudentes y aborrecen a
los malvados” (vv 131-133, p.133) este cae, como sería normal, en una humillación, y esto lo
lleva a sufrir problemas físicos y mentales, como relata Tecmesa su sufrimiento: “ese hombre
a tan infausta suerte, sin comer, sin beber” (vv 324-325, p.140). Es algo que lo afecta tanto
emocionalmente como físicamente. La impiedad, o no honrar a los dioses es asunto importante
en Sófocles, y así lo deja ver en esta obra, Áyax se quiere igualar a los dioses, él se vale por sí
mismo, no quiere contar con su ayuda, y cuando Tecmesa le recrimina que no la abandone en
lo que trama, Áyax afirma “¿No comprendes que yo no estoy obligado por gratitud a contentar
en nada a los dioses?” (vv 589-591, p.150). Posee un carácter monolítico, no intenta cambiar
su forma de ser ante lo sucedido, es más le afirma a Tecmesa, que sería necia si quiere cambiar
ahora su carácter. Este tema, es una constante en las tragedias, la lucha humana ante los
designios de los dioses, pues a pesar de todo los hombres deben respetarlos, sin tratar de ver
más allá, y es algo de lo que peca Áyax, su orgullo no es discutible, y él lo mantiene, tanto que
lo llevará hasta último término.
La humillación a la que fue expuesto el protagonista lo lleva a suicidarse, y esto
representa el punto de inflexión en la obra, pues es una obra propuesta en díptico, por un lado
la primera parte en la caída de Áyax y la segunda el debate sobre su entierro y su
“rehabilitación” como héroe. Lo más importante para Áyax es su honor, y ante tal humillación
prefiere darse muerte, pues él como héroe no puede llevar una vida deshonrada “o vivir
noblemente o noblemente perecer, esa es la regla para quien tiene sangre noble” (Romilly,
2011, p.87). El dolor del protagonista también acarrea dolor a Tecmesa, quién se lamenta y
pide la muerte de ella, si la de él quiere, y es consciente que esa situación fue ocasionada por
los dioses, pero que el destino hay que aceptarlo, aunque sea el mayor mal para los hombres.1
La fragilidad humana en Áyax se puede ver primeramente ante la necesidad de
venganza, ante la ira de no haber adquirido algo que a su parecer merecía, responde con esa
salvaje acto. La venganza, la ira son emociones a los que los seres humanos estamos expuestos,
a los que no saberlos controlar nos llevan a una locura similar a la de Áyax, nos llevan hasta
límites que son preferibles no sobrepasar. La humillación, es un punto importante para la
decisión que toma Áyax, lo lleva a abalanzarse sobre la espada. Todos podemos ser humillados,
y es cada persona quien tiene que saber sobrellevar tal situación, a Áyax lo llevó hasta la
muerte, pero por honrar su ἀρετή. Y quizás la mayor fragilidad y su moraleja es la piedad, ante
enemigos o amigos, Odiseo lo reconoce, ordena que se le dé sepultura, pues son leyes de los
dioses darla, indiferentemente si es amigo o no. Áyax no es piadoso, sin embargo antes de darse
muerte, clama a los dioses: Zeus, Hermes, Erinias, Sol para que su cuerpo y alma descansen,
al final hay un tipo de reivindicación o aceptación en su destino.

Las Traquinias

En esta obra, la protagonista es la esposa de Heracles, Deyanira, quien no sabe nada de


su esposo desde hace quince meses que partió a Ecalia, donde sale victorioso. Deyanira es un

1
vv 485-487, p.146
personaje que a través de todo el drama se retrata como afectuosa, gentil, femenina, con cierta
ternura, una esposa entregada y preocupada por su esposo, pero este tiempo en el que no sabe
nada de Heracles, ella se entrega a la ansiedad, de saber de su esposo, y de saber del destino de
ambos, por eso es importante la reflexión que ofrece la misma Deyanira en el prólogo “no se
puede conocer completamente el destino de los mortales, ni si fue feliz o desgraciado para uno,
hasta que muera” (vv 2-4, p.193), y es algo que Deyanira teme y acrecienta día con día, la
preocupación por él, además se pueden oír ecos de lo que será el fatídico final para los dos. Al
llegar el Mensajero y relatar la victoria de Heracles, aparece Yole, una joven, hija de Éurito,
de la que Heracles, que hace sentir a Deyanira “marchita” pues esta mujer ofrece algo que con
los años ha perdido Deyanira, juventud y belleza, pero la recibe sin odio y la acoge en su casa,
aun conociendo de los planes de Heracles con ella. Ante esto Deyanira procura hacer todo lo
posible para recuperar el amor de Heracles, pues siente celos ante la joven Yole y su juventud,
por lo que recuerda lo que le dijo el centauro Neso, que su sangre ataría a Heracles en amor
con ella para siempre, por lo que planea enviarle un regalo por la victoria, y así lo hace, le envía
un manto con la sangre de Neso.
Sin ánimos de actuar con maldad, o de tramar alguna trampa, la ignorancia le pasa
factura a Deyanira, no sabe que esa sangre lo que le hará a Heracles es matarlo, no lo realiza
con ese afán, lo único que quería era poder atraerlo de nuevo, a enamorarlo, sin embargo se da
cuenta tarde de lo sucedido “¡Cómo temo haberme sobrepasado en todo lo que acabo de hacer!”
(vv 663-664, p.217). Comete hybris al tratar de atraerlo mediante magia, y es lo que al final
desata el problema, pero ella como humana lo hace por ignorancia, no sabía que eso pasaría,
sin embargo estaba ya dicho para ambos, pues el oráculo le dijo a Heracles, que un muerto le
daría muerte. Nada puede la voluntad del hombre, en la obras sofócleas, ante el destino, este
destino que disponen las divinidades, de ahí la explicación del dolor, que es cruel en muchos
casos, pero es algo que no está en el entendimiento del ser humano.
Es de la misma manera que en Áyax, que al descubrir la verdad, Deyanira decide
quitarse la vida, pues apunta que le dará mala reputación, le debe lealtad a su esposo “si
Heracles sufre desgracia, con el mismo golpe moriré yo también con él, pues no es soportable
que viva con mala reputación quien estima no haber nacido con malos sentimientos” (vv 720-
723, p.219). Es Deyanira el retrato más humano, pues todos esos sentimientos que ella expresa,
son propios del ser humano. Por una parte la entrega total a su esposo, una mujer tierna,
femenina, atenta, ansiosa por saber de su esposo, son sentimientos que cualquier persona
expresa cuando se entrega al amor, y esta entrega lleva a unos celos ante la joven Yole, y
comienza su angustia que la lleva a tratar de reapuntar su matrimonio, un tema muy conocido
en la sociedad, ante una pérdida de interés, se busca de muchas maneras volver a reanimar lo
que se siente, esta es la mayor fragilidad que ofrece el amor en el ser humano. La segunda parte
es la ignorancia de Deyanira, ella sin querer trama su propia ruina y la de Heracles, la que
llevará a ambos a la muerte. Mas ella es en cierto sentido inocente, su voluntad no era esa, y su
voluntad no puede en nada contra los designios de los dioses. Sufre el engaño del centauro
Neso, ella confía en sus palabras. El trato que le da su hijo también es factor para llegar al final
funesto, pues su hijo la rechaza, y la prefiere muerta o que fuera madre de otro, asunto que
lleva a tal desesperación a la protagonista.
La fragilidad humana es representada en Deyanira por los celos, el querer conocer a
fondo sobre Yole, el querer recuperar su lugar como esposa a toda costa, se quebranta ante la
ansiedad y el miedo y su ignorancia la lleva a cometer la muerte del gran héroe Heracles, sin
ella tener esa voluntad, sufriendo el engaño por parte del centauro Neso, la soledad que sufre
ante el rechazo de su hijo, pero su convicción de morir con grandeza, ante tal plan divino, pues
al final como sentencia Hilo “nada hay en esto que no sea Zeus” (vv 1277-1278, p.238).

Edipo Rey
La obra sin duda más famosa y estudiada de todas las tragedias que han llegado hasta
nuestros días es la de Edipo Rey. Edipo hijo de Layo y de Yocasta, es rey en Tebas, está casado
con su madre y mató a su padre, pero él no lo sabe. Sobre Tebas se posa una peste, la cual la
única manera de apaciguarla lo dictó el oráculo “Con el destierro o liberando un antiguo
asesinato con otro, puesto que esta sangre es la que está sacudiendo la ciudad”. Este oráculo es
lo que hace que Edipo, un personaje que desde el principio está anuente al pueblo, que es un
hombre ingenioso, inteligente, fue él quien venció a la Esfinge, decide dar con el asesino de
Layo, y así acabar con la peste. El texto es bien logrado mediante la ironía, todos saben quien
es el asesino, hasta los mismos espectadores, pero el único que no lo descifra es Edipo, él no
lo ve, hasta teme que ese mismo asesino trame algo contra él “el que fuera el asesino de aquel
tal vez también de mí podría querer vengarse con violencia semejante” (vv 138-140, p.316).
Es un doble sentido del lenguaje empleado por todos, Edipo no comprende que todos lo señalan
o temen decirle la verdad, el Corifeo así lo advierte “Yo ni lo maté ni puedo señalar a quien lo
hizo” (vv 277-278, p.321) y él mismo Edipo con completa inocencia, pero con honestidad
quiere encontrar el asesino “por todo yo, como si mi padre fuera, lo defenderé” (vv 264-265,
p.321) todos saben que sí es el padre, pero Edipo no.
Cuando hay ciertos misterios sobre su procedencia es cuando Edipo más desea llegar a
conocer la verdad: ¿quién es? ¿de dónde es? su hybris lo lleva a el deseo de conocer más allá
de lo debido, al poseer un carácter inquebrantable, él quiere conocerlo todo, algo que para un
humano no es posible. Yocasta sufre ante las constantes indagaciones de Edipo y se lo advierte
muchas veces “Si en algo te preocupa tu vida, no lo investigues” (vv 1059-1060, p.351) y le
sentencia “¡Que nunca llegues a saber quién eres!” (vv 1068-1069, p.352) ella sabiendo la
verdad, prefiere ocultársela y seguir viviendo en la ignorancia de Edipo.
Es en el momento del descubrimiento en el que cae Edipo en cuenta de toda la verdad,
que no era lo que parecía, cae en la dicotomía, dejó de ser el esposo, ahora es el hijo, dejó de
ser el padre de sus hijos, ahora son sus hermanos, dejó de ser el rey feliz, ahora es el villano
desdichado, un juego entre lo que parece y lo que es. Es ante este descubrimiento “en el que
los protagonistas se ven obligados a ver las cosas tal como son” (Bowra, 2013, p.185). Edipo
se da cuenta que su destino estaba trazado desde un inicio, por más que trató evitar el oráculo
que él mismo sabía, no lo consiguió, pues como en las otras obras, “sobre este trasfondo de
ignorancia Sófocles coloca a la humanidad en sus relaciones con los dioses” (Bowra, 2013,
p.186). Ese descubrimiento de su identidad personal lo lleva a automutilarse, se arranca los
ojos, los que de por sí, no le sirvieron para ver la realidad, pero es algo que hace Edipo
asumiendo su destino e “inocente” responsabilidad, coopera ante su castigo, pues al
descubrirse, lleva a consecuencias no solo para él, sino que Yocasta decide suicidarse ante la
verdad que se le iba a revelar.
La fragilidad humana en Edipo Rey está marcada en un deseo de conocer más allá de
lo que un humano puede, todo tiene un límite, una mesura, algo que Edipo no piensa, él quiere
investigar hasta el final, sin saber que esa búsqueda incesante llegará con consecuencias, que
así lo quisieron los dioses. El destino está dado “pero luchar contra el destino es el mandato de
la existencia humana” (Lesky, 1973, p.140) de esta forma es como todos estos héroes luchan y
aprenden con dolor su destino. Edipo al conocer la verdad se mutila, pero ese dolor se
recompensa con cierta nobleza, él en realidad no tiene la culpa, como afirma Guzmán (2005)
“sufren por el solo hecho de ser humanos; el héroe se enfrenta a su destino, ya preestablecido,
y se ve en la compulsión de tener que actuar” (p.95). El dolor es propio del ser humano, es
inherente, Edipo sufre al conocer la verdad, está expuesto a este sufrimiento, pero decide actuar
y se responsabiliza de su destino, y es lo que lo mantiene como un personaje con carácter
monolítico, ante asuntos de los que él era ignorante o no entiende el por qué los dioses actúan
así con él, de igual manera toma su responsabilidad.

En conclusión Sófocles toma la fragilidad del ser humano para reflejar así la realidad
de la vida, de las pasiones, “los hombres, que obran de acuerdo con su naturaleza humana, son
frenados y corregidos, para bien o para mal, por poderes trascendentes para ellos” (Bowra,
2013, 190). Estas pasiones llegan a desatar consecuencias mortales en la mayoría de sus finales.
El ser humano sufre, ya sea por humillación a su honor en el caso de Áyax, la ignorancia y el
engaño de Deyanira, o la contínua búsqueda del conocer y de saberlo todo por parte de Edipo,
los lleva a todos a finales trágicos, el descubrimiento de ellos mismos, los hacen actuar,
cambiando así su fortuna, pero eso sí aceptando los designios, muchas veces inentendibles de
los dioses, que actúan en otro plano y que conocer sus planes es imposible, pero que a pesar de
lo trágico, siempre el ser humano y estos protagonistas se redimen, mantienen un carácter fuerte
y responsable con sus actos.

Bibliografía:
- Bowra, C., & Ruiź -Domènec, J. (2013). Introducción a la literatura griega. Madrid:
Gredos.
- Guzmán Guerra, A. (2005). Introducción al teatro griego. Madrid: Alianza Editorial.
- Lesky, A. (1973). La tragedia griega. Barcelona: Editorial Labor
- Romilly, J., & Terré, J. (2011). La Tragedia griega. Madrid: Gredos.
- Sófocles, Alamillo, A., & Lasso de la Vega, J. (1981). Tragedias. Madrid: Gredos.

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