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Creo que definitivamente quedan muy pocas personas que piensen que es justo
que siga conviviendo la infinita riqueza con la más miserable pobreza. A pesar de
que en algunas circunstancias nos podemos ver forzados a pensar que el logro
material de una persona obedece a su exclusivo esfuerzo y que gran parte de la
miseria de nuestros pueblos reside en la desidia de los pobres, creo que estos
argumentos se caen por su propio peso cuando analizamos la rampante
desigualdad de oportunidades que impera en las naciones más atrasadas del
planeta. Ese creciente dualismo social y económico podría ser la mecha de las
más encontradas luchas de este siglo XXI, pero también podría ser acicate para
una reflexión profunda sobre las nuevas sociedades que pretendemos construir.
Entiendo que el desarrollo es un problema multidimensional (especialmente con
relación a la variable cultural del desarrollo), pero todavía sigo creyendo
firmemente en el sistema liberal como la mejor arma contra el atraso de nuestros
pueblos y en la profundización del sistema democrático. Claro está, que debo
reconocer que en ciertas circunstancias es inaplicable el liberalismo en nuestras
naciones. Es necesario resaltar que las bondades del sistema liberal están
profundamente relacionadas con la dicotomía "libertad - igualdad". A pesar de que
la Revolución Francesa adoptó estos ideales como principios básicos en la
declaración de los derechos del hombre, la aplicación de éstos en su concepción
ortodoxa provoca una fuerte contradicción. Y es que los hombres no han sido
creados iguales, es decir, podrán nacer con la misma constitución física y se podrá
pregonar la igualdad ante la ley, pero si estos mismos hombres tienen la libertar de
disponer de sus talentos como mejor lo crean conveniente, entonces a la vuelta de
unos años podríamos tener por un lado a un Premio Novel en química y por el otro
a un obrero de una línea de producción industrial (sin que esto implique alguna
connotación peyorativa del trabajo del obrero). Ahora bien, más que un problema
económico, tenemos un problema ético. ¿Deben estos dos hombres ser pagados
iguales? ¿Deben contar con las mismas comodidades materiales? Y si la sociedad
les retribuye igual, ¿cómo incentivamos el talento y premiamos el esfuerzo? Eso
jamás lo va a resolver la economía por mucho que busquemos entre modelos y
teoremas. Debo señalar que hasta ahora no he mencionado nada en relación a sí
estos dos hombres tuvieron o no igualdad de oportunidades. Pero supongamos
por un momento que el Estado garantizó a ambos hombres las mismas
oportunidades educativas, logró utópicamente dotarlos de familias igual de
cariñosas y cuidadosas, les ofreció la misma atención médica y los alimentó de
forma similar. El dilema se sigue manteniendo, porque nada garantiza que alguno
de los dos no tenga una capacidad mental inferior o simplemente siendo
aventajado no decida convertirse en un vividor (o vago) del sistema de igualdad de
oportunidades.
A mi no me cabe duda que a todo individuo debe garantizársele la libertad plena
de desarrollar sus talentos y capacidades. Por otra parte, podríamos disminuir la
desigualdad artificial creada por el mismo hombre si el Estado garantiza un
mínimo de condiciones para que todos desarrollemos nuestros potenciales
independientemente de nuestro nivel de ingresos, condición social, racial, de
género e incluso de aptitud física (personas con minusvalías físicas).
Sin embargo, nosotros mismos hemos sido culpables de que nuestra nación se
esté cayendo a pedazos en este momento. Por un lado, una gran parte de
nuestros líderes políticos (incluyendo los de la mal llamada V República) han sido
incompetentes para conducir al pueblo hacia un futuro mejor. Han perdido la
oportunidad histórica de convertir a Venezuela en una potencia regional. También
debe recordarse que esos políticos provienen del mismo medio que el resto de los
venezolanos, y los hemos llevado con nuestros votos hasta donde están gracias a
un sistema democrático que parece ser una de las pocas cosas buenas que nos
quedan todavía.
Hemos caído en un círculo vicioso del cual necesitamos salir lo más pronto posible
para iniciar la reconstrucción de la República. La ignorancia crasa en la que está
inmersa una gran cantidad de venezolanos es un medio propicio para que los
politiqueros con ansias de poder se hagan de las suyas y sigan manteniendo a
"Juan Bimba" en la misma situación. Las esperanzas están cifradas en los nuevos
líderes políticos, tanto a nivel nacional como regional, que tienen en sus manos la
tarea de restaurar la confianza de la población en la democracia y sus
instituciones.
Muchas veces se han señalado a los partidos políticos como los causantes de
todas las descomposiciones de nuestra sociedad. No obstante, los partidos
políticos son una parte fundamental de toda democracia representativa, ya que
son los medios que permiten canalizar las inquietudes y las necesidades de las
masas. Por otra parte, los partidos políticos están presentes en todas las
democracias desarrolladas que han tenido éxito en los ámbitos económico, social
y político. De ahí parte una reflexión necesaria: el problema fundamental no reside
en los partidos per se, sino en la concepción que tenemos de ellos. Hemos
convertido a las organizaciones políticas en grandes máquinas de favores
personales y familiares, que van desde un puesto en un ministerio hasta el
otorgamiento de contratos públicos en dudosas condiciones.
¿Dónde Estamos?
Este mismo reporte tiene una interesante sección sobre el crecimiento económico
en la década 1990-1999 de cada país analizado. Para 1999, el tamaño de la
economía venezolana era de US$ 102.222 millones y el de la colombiana US$
86.605 millones, lo cual se traduce en una brecha de US$ 15.617 millones. Sin
embargo, en ese lapso de 10 años, la economía colombiana creció US$ 19.797
millones (29,63%) y la venezolana sólo US$ 10.855 (11,88%). De continuar estos
ritmos de crecimientos en ambos países, dentro de 10 años, la economía
venezolana será sólo US$ 2.099 millones mayor que la de su vecino.
Las causas del subdesarrollo son múltiples, pero es oportuno mencionar las
condiciones culturales y climatológicas que, a pesar de no determinar el desarrollo
de un país, pueden condicionarlo en gran medida. Nuestra herencia cultural
recibida con la conquista española difiere enormemente de aquella recibida por los
Estados Unidos y Canadá a través de la colonización anglosajona. La ética
protestante influyó enormemente en la conformación económica y social de los
países de América del Norte. Al respecto, el sociólogo Max Weber escribió un libro
titulado "la ética protestante y el espíritu del capitalismo", donde señala que el
desarrollo económico de Inglaterra, Alemania y Estados Unidos durante la
Revolución Industrial recibió una notable impronta del pensamiento religioso
calvinista y luterano.
Sin embargo, el Estado tiene otro papel importante en una sociedad libre y
democrática, y no es otro que permitir que todos los ciudadanos,
independientemente de su nivel de ingreso, condición social, racial o física,
cuenten con un nivel mínimo de provisión de servicios públicos y privados. En
primer lugar, debe garantizarse el acceso a la educación, salud y justicia.
Igualmente, todo ciudadano debería disponer de una renta mínima vital que le
provea de una adecuada alimentación, techo y vestido, por ser necesidades
humanas fundamentales.
No objeto que el sistema capitalista nos incentive a competir para lograr niveles
superiores de bienestar, pero no es ético que lo hagamos en desigualdad de
condiciones. Todos debemos tener acceso a un nivel básico de recursos que nos
permita competir de acuerdo a nuestras capacidades. Cuando construyamos un
país que no discrimine por niveles de ingreso o condición social sino que incentive
el desarrollo humano y el talento, tendremos una sociedad más justa y más
próspera.