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TEXTO 4 Convenio de Vergara

Artículo 1° El capitán general don Baldomero Espartero recomendará con interés al gobierno el cumplimiento de su oferta de
comprometerse formalmente a proponer a las Cortes la concesión o modificación de los fueros.
Art. 2° Serán reconocidos los empleos, grados y condecoraciones de los generales, jefes, oficiales y demás individuos
dependientes del ejército del teniente general don Rafael Maroto, quien presentará las relaciones con expresión de las armas a que
pertenecen, quedando en libertad de continuar sirviendo, defendiendo la Constitución de 1837, el trono de Isabel II y la regencia de
su augusta madre, o bien de retirarse a sus casas los que no quieran seguir con las armas en la mano.
Art. 6°. Los artículos precedentes comprenden a todos los empleados del Ejército haciéndose extensivo a los empleados civiles
que se presenten a los doce días de ratificación de este convenio.
Art. 8°. Se pondrán a disposición del capitán general D. Baldomero Espartero los parques de artillería, maestranzas, depósitos de
armas, de vestuarios y de víveres que estén bajo la dominación y arbitrio del teniente general D. Rafael Maroto.
Art. 9°. Los prisioneros pertenecientes a los cuerpos de las Provincias de Vizcaya y Guipúzcoa, y los de los cuerpos de la División
Castellana que se conformen en un todo con los artículos del presente convenio quedarán en libertad disfrutando de las ventajas
que en el mismo se expresan para los demás. Los que no se convinieren sufrirán la suerte de prisioneros.

LAFUENTE: Historia General de España, tomo VI, pp. 314-315. Reproducido en A. FERNÁNDEZ y otros, Documentos de Historia
Contemporánea de España, Madrid, Actas, 1996, pp. 148-149

Tipo de texto y autores.


Es un Convenio, acuerdo firmado al terminar la primera guerra carlista por Baldomero Espartero y Rafael Maroto. Firmado el 29
de agosto de 1839.

Baldomero Espartero (1793-1879) fue uno de los militares más influyentes en el reinado de Isabel II. Su carrera militar comenzó
en la Guerra de la Independencia y en las campañas contra las colonias americanas que luchaban por su emancipación. No
obstante fue en la Primera Guerra Carlista donde obtuvo los importantes éxitos militares que le permitieron iniciar su vida política.
Líder del partido progresista, se enfrentó al favoritismo de María Cristina hacia los moderados exigiendo su abdicación como
regente y consiguiendo su propio nombramiento para es-te cargo (1840-43). Gobernó autoritariamente rodeado de un grupo de
militares a quienes se les denominaba “los ayacuchos”, por la creencia de que Espartero había participado en la batalla de
Ayacucho (1824), en Perú. Su autoritarismo le hizo perder el apoyo de los progresistas y su aislamiento facilitó su abandono de la
regencia en 1843. Su carrera política, sin embargo, no había acabado pues volvió a ocupar la presidencia del gobierno durante el
Bienio Progresista (1854-56) desde donde impulsó un importante plan de reformas económicas al tiempo que restauraba los
principios del progresismo. Rafael Maroto (1783-1847) militar de carrera, participó en la Guerra de la Independencia y en las
campañas americanas contra los independentistas. Cuando comenzó la Guerra Carlista, renunció a su puesto en el ejército para
ponerse a las órdenes del pretendiente Don Carlos y defender la causa del carlismo. A medida que avanzaba la guerra y ante la
mayor debilidad del bando carlista, se mostró partidario de encontrar un acuerdo con el ejército liberal, con Espartero en concreto,
que permitiera encontrar una solución pactada al conflicto

Ideas Fundamentales del texto


El Convenio de Vergara recoge en sus artículos las condiciones de rendición del ejército carlista, capitaneado por Rafael Maroto,
ante los liberales, capitaneados por Espartero:
1- La primera condición, avalada por el propio Espartero, fue el mantenimiento de los fueros para Navarra y el País Vasco
(Art.1).
2- -Se ofrece también una solución profesional para los componentes del ejército carlista: ingreso en el ejército nacional con
reconocimiento de graduación para todos los oficiales, con la condición de fidelidad a la constitución vigente, 1837, y al
trono de Isabel II (Art.2).
3- Se establece que los carlistas entreguen el armamento y demás material logístico al ejército de Espartero (Art.8). Por
otra parte, se acuerda que los carlistas hechos prisioneros queden libres siempre que consientan en las condiciones
anteriores (Art. 9).

Comentario de texto

Fernando VII murió el 29 de septiembre de 1833, dos días después, su hermano Carlos María Isidro, a través del Manifiesto de
Abrantes, reclamaba el trono desde Portugal. Muchas ciudades españolas le siguieron. Otras siguieron fieles a la reina regente y
a la causa de su hija Isabel. La guerra que se desató fue algo más que una guerra dinástica por la sucesión al trono.
Representa la resistencia a los cambios de una parte de España o la lucha entre el Antiguo y Nuevo Régimen. Por ello el
carlismo va a resurgir con fuerza en determinados momentos de la historia de España. De 1846 a 1849 se van a producir las
segundas guerras carlistas o de 1872 a 1876 las terceras guerras carlistas. Incluso en la guerra civil del 36 los carlistas apoyaron
activamente a los sublevados. Muchos historiadores hacen énfasis en que muchos carlistas después se integrarían en el
nacionalismo vasco y que el terrorismo de ETA y su entorno comparte con los carlistas ese enfrentamiento con los nuevos tiempos.

En el bando carlista se encuadraron los absolutistas más intransigentes, es decir, partidarios del Antiguo Régimen.
Ideológicamente eran partidarios del absolutismo, de la importancia de la religión y la Iglesia, y de la defensa de los fueros
que se identificaban con el Antiguo Régimen, esta defensa foral arrastrará a todas las provincias vascas y navarras a la causa
carlista. Desde el punto de vista social en el carlismo militaban altos funcionarios ultraconservadores, parte de la nobleza, parte del
ejército, la mayoría del bajo clero, una parte muy importante del campesinado y de los trabajadores artesanos que empezaban a
sufrir la competencia de la industria.

Las zonas de mayor implantación carlista fueron: Álava, Guipuzcoa, Vizcaya, Navarra, el Maestrazgo, el Pirineo catalán…
En el exterior no contaron con el apoyo de ningún país, pero sí con las simpatías de los imperios absolutistas europeos.
En el bando isabelino (o cristino) la reina viuda María Cristina no tuvo más remedio que buscar apoyos en los absolutistas
moderados y en los liberales, estos sectores veían que apoyar a la reina era la única opción para reformar el país. La reina
regente contó siempre con el apoyo de parte de la nobleza, casi todo el alto clero, casi todos los generales, la alta
burguesía, las clases medias urbanas, los obreros industriales y una parte del campesinado del sur peninsular.
Contaron los isabelinos con el apoyo de países como Portugal, Inglaterra y Francia.

En cuanto al desarrollo bélico la guerra se inicia en otoño de 1833. En un primer momento destacan los triunfos carlistas,
esto se debe a su gran movilidad y al conocimiento del terreno. Su suerte se trunca en 1835 cuando el general carlista
Zumalacárregui muere en el cerco de Bilbao, la única gran ciudad que estuvo a punto de caer en sus manos, ya que su dominio
se basaba, sobre todo, en el medio rural. En 1837 se produce la famosa expedición real de Carlos V (Carlos María Isidro), a
punto estuvo de tomar Madrid que se encontraba desguarnecido en ese momento. A partir de ese momento pasaron a la
defensiva y el agotamiento llevó al general Maroto a negociar con Espartero, el jefe isabelino, las conversaciones de paz
desembocaron en la firma del Convenio de Vergara en agosto de 1839, los carlistas se rendían pero conservaban sus grados
militares en el ejército de Isabel II, además, los liberales se comprometía a mantener los fueros. El país quedaba devastado tras
seis años de guerra.
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VALORACIÓN
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El Convenio de Vergara significó el fin de la Primera Guerra carlista para una de las dos zonas geográficas en donde desarrollaba,
Navarra y el País Vasco. Las guerrillas carlistas continuaron resistiendo en Cataluña y el Maestrazgo, hasta su derrota en 1840.
Las consecuencias más importantes de la guerra carlista fueron varias. En lo político la monarquía, ávida de apoyos, se inclinó de
manera definitiva hacia el liberalismo. En ese mismo campo, los militares cobrarían un gran protagonismo en la vida política y
protagonizarían frecuentes pronunciamientos. Por último, los gastos de la guerra forzaron la desamortización de las tierras de la
Iglesia Algunas de las condiciones pactadas en el Convenio de Vergara trajeron como consecuencia el exceso de oficialía en el
ejército español, lo que se ha denominado macrocefalia militar, así como el prestigio de sus generales entre la sociedad que
tendieron al intervencionismo en política. Espartero, Narváez y O’Donnell fueron destacados militares en las contiendas contra el
carlismo e iniciaron después carreras políticas caracterizadas todas ellas por el autoritarismo o por el pronunciamiento militar como
método
El régimen foral del País Vasco y Navarra, que el Convenio de Vergara respetaba parcialmente, fue definitivamente anulado en
1876 tras la derrota carlista en la tercera y última guerra aunque se acordó para estos territorios un especial régimen fiscal
denominado “concierto económico”. Durante el franquismo este especial régimen también fue anulado en Guipúzcoa y Vizcaya
aunque se mantuvo en Álava y Navarra. Cataluña, Valencia y Aragón continuaron asimiladas a la administración igualitaria de las
provincias españolas.

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