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Esc. Prep.

‘‘Celestino
Sánchez Cervantes’’

‘‘ANTOLOGIA
DE LEYENDAS
POTOSINAS’’
Tercer Parcial
Integrantes:
Piña Hernández Sherlyn Arleth
Ramírez Ramírez Joselyn
Rodríguez Muñoz Juan Manuel
Tovar Mata Irely Johana
Sánchez Lorenzana José Raúl
INDICE

 La Llorona
 El callejón de las manitas
 Juan del Jarro
 La Maltos
 La Dama de Negros
 La Copetes
 El Callejón del Muerto
 La Calle de los Espantos
 El Gallo Maldonado
 La Casa Macabra
 La Planchada
 La Loca Zulley
CONTENIDO

Esta antología se realizó con el fin


de darse a conocer las leyendas
potosinas más a fondo, al igual que
despertar la curiosidad del lector y
así mismo se sienta atraído por la
cultura.

Además de brindar conocimiento


también tendrás entretenimiento
por medio de la lectura. Algunas de
estas manejan lo paranormal lo cual
indaga a investigar un poco más de
lo sucedido.
La Llorona
San Luis Potosí
Allá en los remotos tiempos de principios del siglo
XVIII los ríos eran caudalosos y permanentes, como el río
de Santiago y el río Españita. Cuando se rebosaban los
ríos, la ciudad se inundaba y las calles se hacían
intransitables.

Por aquellos tiempos llegó a San Luis Potosí una bella


mujer proveniente del Real de Charcas, a quien sus
padres habían querido educar en la mejor escuela del
lugar. Dada su singular belleza y su bien formada
educación, pronto fue cortejada por muchos hombres, y
tiempo después se casó con el hijo de un próspero minero,
naciendo dos bellos gemelitos del matrimonio. Ella los
cuidó con esmero hasta la edad de un año, cuando se
enteró de que su esposo tenía una amante. Enloquecida
por la rabia, decidió que tenía que deshacerse de sus
bebés.

Un día en que el calor era sofocante se fue a bañar al Río


Santiago, llevando consigo a los dos niños y, una vez
dentro del agua, los soltó. Sin embargo, inmediatamente
se arrepintió y quiso salvarlos, pero no le fue posible y ella
misma estuvo a punto de ahogarse. Gritaba pidiendo que
salvaran a sus hijos pero sólo pudieron salvarla a ella y
pasó el resto de sus años buscando en el río Santiago,
culpándose de haberlos ahogado.

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Muchos años después, por calles estrechas de la ciudad,
apareció una mujer de vestido y manto blanco; al caminar
dejaba una estela que emanaba reflejos luminosos.
Deambulaba generalmente después de las doce de la
noche y siempre que esta mujer paseaba por las calles
hacia el río Santiago, en las orillas de la ciudad, se oía el
prolongado y lastimero grito de ¡Aaaayyyyyyy mis hijos…!

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El callejón de las manitas
Cuenta la leyenda que… “Era el año de 1780 cuando
llegó a la ciudad de San Luis Potosí un sacerdote que
atraído por el benigno clima y por la hospitalidad de
la gente decidió quedarse a vivir allí. Para el clérigo
resultó fácil encontrar trabajo como profesor en uno
de los mejores colegios de aquel entonces.

Un día después de regresar de uno de sus viajes de


peregrinaje por los pueblos vecinos fue cruelmente
asesinado por los dos mozos que lo acompañaban.
Al regresar a su casa el sacerdote fatigado por
la jornada decidió irse a descansar temprano
mientras los mozos se encargaban de los caballos y
las mulas.

Según la versión de los mozos, ellos terminaron sus


labores y salieron para sus casas pero como ya era
muy tarde decidieron regresar y al llegar de nuevo a
casa del sacerdote se encontraron con el terrible
escenario del padre asesinado y todo ensangrentado.

Luego de intensos interrogatorios por parte de las


autoridades a los dos incriminados, estos confesaron
su crimen e indicaron el lugar donde habían ocultado
el dinero que habían robado al sacerdote y el arma
con el que lo habían asesinado.

Pero ellos aseguraban que no había sido el robo


el móvil del crimen, sino vengarse por el mal trato que
les daba el sacerdote. Aun así, fueron sentenciados
a muerte y una vez ejecutados se les cortaran las
manos a los cuerpos para que fueran exhibidas como
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escarmiento para el resto de la población.
Las manos de los criminales se colgaron
del muro exterior de la sombría casa
del callejón solitario y triste donde vivía el sacerdote
asesinado. Desde entonces se le llamó el Callejón
de las Manitas. Cuando la gente tenía que pasar por
este callejón empezaba a rezar y no cesaba de
hacerlo hasta que salía de él.

Aun después de retirar las manos del callejón con


cierta frecuencia de manera sobrenatural estas
volvían a aparecer y a pesar de que con el paso del
tiempo todo el entorno fue trasformado, se dice que
en ocasiones se pueden ver las manitos flotando en
el aire y un sacerdote que desaparece pasando la
calle donde quedaba el Callejón de las Manitas”

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Juan del Jarro- Leyenda Potosina
Juan del Jarro, su nombre verdadero: Juan de Dios Azíos.
Era un pordiosero que se paseaba por las calles de San
Luís Potosí alrededor de 1826. Era una persona
pordiosera que odiaba el baño, las riquezas y el mes de
julio. Se le llamaba del Jarro, porque siempre cargaba un
jarro de terracota, un sombrero y una estera. Se dice que
habitaba en un horno abandonado. Pedía limosnas afuera
de los templos para quitarse el hambre. Juan del Jarro no
era un pordiosero cualquiera, él repartía sus limosnas a la
gente pobre, necesitada y los ancianos. Solía tener un
refran en la punta de la lengua, según la ocasión. Era una
persona muy lista y a la vez muy loca. Juan era una
persona muy querida. Su fama tomó un tinte sobrenatural,
pues se decía que era adivino. Se decía que podía ver
cuándo y cómo moriría la gente, se sabía el calendario,
entre otras cosas. Tenía muy buena memoria.
Un día, una señorita de casa decente pasó junto a él, y
creyendo que sólo era un charlatán, le preguntó: -"Dime,
adivinador, ¿cómo se llamará el que ha de ser mi
esposo?"- y Juan del Jarro le respondió:- "Te casarás,
pero no con el padre del niño que llevas en el vientre"-.
Poco tiempo desúés, ésta señorita dejó la ciudad porque
la familia descubrió que Juan tenía razón. La leyenda
creció, se decía que Juan podía saber el futuro porque lo
escuchaba en su jarro de terracota.
Juan del Jarro dejó este mundo el 8 de noviembre de 1859,
teniendo 66 años. El día de su funeral, gente de todas las
clases le rendía homenaje, le cantaban y le oraban para
que descansara en paz. Se dice que en la cuarta mañana
después de su sepulcro, se vieron salir del panteón varios
escarabajos negros que rodeaban una bola de arcilla en el
desierto.
Actualmente, se le rinde mucho respeto, con la creencia
de que es milagroso. Cada dos de noviembre, hay gente
que va a su tumba y le dejan estampillas de él mismo,
crucifijos, monedas de plata y un jarro con agua, con tal de
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que les conceda un deseo o les cumpla un milagro. En el
centro histórico de San Luis Potosí, se pueden apreciar
varias estatuas de éste hombre, recordándo aquella
famosa leyenda, la de Juan del Jarro.

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LA MALTOS

San Luis cuenta con una gran cantidad de leyendas, las


cuales cobran vida año con año durante el mes de octubre,
antes de las celebraciones del Día de Muertos. Una de las
más populares es la conocida como Leyenda de La
Maltos. Se dice que durante la época colonial, en San Luis
Potosí existió una bruja conocida como La Maltos quien
era muy poderosa y tenía un gran dominio de la magia
negra. Debido a que contaba con una importante influencia
entre los integrantes de la Santa Inquisición, utilizaba su
poder para decidir sobre la vida de los habitantes del
pueblo, causándoles temor y respeto a todos por igual. A
pesar de que en la ciudad había toque de queda, se cuenta
que La Maltos gozaba de total impunidad y podía pasear
a altas horas de la noche por las calles empedradas de la
ciudad, en un carro tirado por dos enormes caballos
negros, mientras pronunciaba sus hechizos. Solía residir
en un edificio que se encontraba en el terreno que
actualmente ocupan los Arcos Ipiña,el cual era utilizado
por la Inquisición para realizar sus horribles oficios. La
Maltos utilizaba el espacio para realizar poderosos
conjuros a manera de castigos y torturas, que solían
terminar con la muerte de los infortunados prisioneros. Un
día, la mujer cobró la vida de dos personas de gran
influencia política y económica, lo que provocó que
perdiera la protección que le brindaban las autoridades y
ordenaron su aprehensión. Fue frente a la hoy llamada
Plaza de los Fundadores donde los pobladores
escucharon la condena a muerte contra La Maltos, luego
de ser acusada de asesinato y brujería. La señalada no se
defendió, pero pidió que antes de ser ejecutada se le
permitiera hacer un dibujo en su morada, para dejarlo
como recuerdo de su memoria.

Al ser aceptada su petición, se escoltó a La Maltos hasta


su habitación, donde comenzó a dibujar una carreta con
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dos caballos negros, iguales a los que utilizaba por la
noche cuando recorría la ciudad; luego, se dibujó a sí
misma conduciendo la infernal carroza.

Ante la sorpresa y terror de los testigos, La Maltos


comenzó a recitar unas palabras mágicas mientras el
dibujo comenzaba a cobrar vida y ella se adentraba en la
obra, conduciendo el carruaje y marchándose para,
¿nunca volver?

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LA DAMA DE NEGRO
Si escuchas al niño jugando o ves la pelota no pasa nada,
solo recuerda no mirar a los ojos a la dama del velo negro.

Arthur Kipps es un hombre que en su juventud tuvo que visitar


una casa abandonada en busca de algunos documentos para
la herencia de un cliente, y que vivió una experiencia que lo
dejó aterrado. Cree que al contarlo podrá superarlo por lo que
contrata a un director de teatro para que lo oriente de como
hacerlo. A medida que va ensayando en el teatro vacío, los
relatos se van materializando hasta tener a la dama de negro
frente a él.Esto es “La dama de negro” que este año cumple
25 años ininterrumpidos en cartelera, atemorizando al público
al que le gusta el teatro de terror.Antonio Calvo es el
productor de la misma y nos cuenta que el secreto viene de
un libreto adaptado de una novela de terror:En un medio en
el cual casi todo lo que enseñes se podría ver chafa, lo más
real es lo que muestras. Lo que tienes en tu imaginación y
cabeza es más potente para generar miedos.

En ese canal de imaginación en vez de enseñarte una carreta


te dicen; esa caja es una carreta. Te van contando la historia
y te meten en el carril de empezarte a imaginar todo”

La obra se ve casi en obscuridad total lo que permite


escuchar todos los sonidos detalladamente y en algunos
casos, ver a un niño entre las butacas:

El perrito se oye por todo el teatro corriendo, tenemos un


sistema de bocinas que da una sensación de 3D espacial. Y
oyes por todos lados, te da la sensación que estás ahí. Los
sonidos están hechos desde 1994 con la librería de George
Lucas.

Los hice cuando todavía no existía el mundo digital y se


grababa en carretes, apenas empezaban a sacar un casete:
digital audio tape. Hicimos los sonidos con samplers digitales
como una especie de partitura musical, donde en un teclado
de música estaban puestos los cascos del caballo, entonces

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cuando llegaba tenía un ritmo y otro para correr.Don German
Robles era un sabio y decía como debían ser las cosas”

“La dama de negro” ha sido presentada en distintos teatros,


siempre en obscuridad total. Antonio Calvo nos platica como
le hacen los actores para ubicarse:

Todas las funciones incluso cuando vamos de gira a lugares


como Guadalajara o San Luis Potosí que ya conocemos,
llegamos una hora antes a hacer todos los recorridos en el
escenario, para sabérselo en la obscuridad de memoria.
Porque ya no es la vista la que sabe donde esta el escalón
sino el cuerpo. Y los actores más que ver, porque no hay
forma de hacerlo en la obscuridad total, sino que el cuerpo
sabe dónde están las cosas”Es actuada por Alejandro
Tomassi, Juan Carlos Colombo, Rafael Perrin, Ernesto
Dalessio, Benjamín Rivero, Fabian Pazzo, Guadalupe
Carcaño y Ricardo Morell. Se presenta en el Teatro Ofelia
(Av. Thiers 287 en Anzures) de viernes a domingo

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La copetes

Todo comienza en san luis potosi


ARLINDA era una mujer con pasado
triste purs su madre murio y su padre la
mando matar pues esta era sirvienta y el
un rico y podia traerle problemas mucho
tiempo despues la copetes conoceria a
su padre ( por cierto el apodo fue por sus
peinados) se arrepintio y le dio una casa
la cual en un inicio seria un hotel pero
paso a ser un prostibulo despues de
tener sexo la copetes matava a sus
clientes para despues robarlos y
enterrarlos en el jardin un dia dos
hombres charlando en una cantina
deciden investigar uno se aria el
ocupado y el otro lo haría hasta que el
que tendría sexo fingió dormirse y la
copete lo amarro para matarlo pero el
otro que es militar salió del armario y la
detuvo y el otro se zafó entre los dos la
sometieron y la amarraron en el jardín y
la obligaron a confesar le robaron dinero
y se fueron le dijeron a la policia pero al

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llegar fue muy tarde ya que la copetes
murio de frio y hambre.

El Callejón del Muerto

Corría el año de 1600 y a la capital de la


Nueva España continuaban llegando
mercaderes, aventureros y no pocos felones,
gentes de rompe y razga que venían al Nuevo
Mundo con el fin de enriquecerse como lo
habían hecho los conquistadores. Uno de
esos hombres que llegaba a la capital de la
Nueva España con el fin de dedicarse al
comercio, fue don Tristán de Alzúcer que
tenía un negocio de víveres y géneros en las
Islas Filipinas, pero ya por falta de buen
negocio o por querer abrirle buen camino en
la capital a su hijo del mismo nombre, arribó
cierto día de aquél año a la ciudad.
Después de recorrer algunos barrios de la
antigua Tenochtitlán don Tristán de Alzúcer
se fue a radicar en una casa de medianía allá
por el rumbo de Tlaltelolco y allí mismo instaló
su comercio que atendía con la ayuda de su
hijo, un recio mocetón de buen talante y
alegre carácter.

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Tenía este don Tristán de Alzúcer a un buen
amigo y consejero, en la persona de su
ilustrísima, el Arzobispo don Fray García de
Santa María Mendoza, quien solía visitarlo en
su comercio para conversar de las cosas de
Las Filipinas y la tierra hispana, pues eran
nacidos en el mismo pueblo. Allí platicaban al
sabor de un buen vino y de los relatos que de
las islas del Pacífico contaba el comerciante.
Todo iba viento en popa en el comercio que el
tal don Tristán decidió ampliar y darle
variedad, para lo cual envió a su joven hijo a
la Villa Rica de la Vera Cruz y a las costas
malsanas de la región de más al Sureste.
Quiso la mala suerte que enfermara Tristán
chico y llegara a tal grado su enfermedad que
se temió por su vida. Así lo dijeron los
mensajeros que informaron a don Tristán que
era imposible trasladar al enfermo en el
estado en que se hallaba y que sería cosa de
medicinas adecuadas y de un milagro, para
que el joven enfermo de salvara.
Henchido de dolor por la enfermedad de su
hijo y temiendo que muriese, don Tristán de
Alzúcer se arrodilló ante la imagen de la
Virgen y prometió ir caminando hasta el
santuario del cerrito si su hijo se aliviaba y
podía regresar a su lado.
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Semanas más tarde el muchacho entraba a la
casa de su padre, pálido, convalesciente,
pero vivo y su padre feliz lo estrechó entre sus
brazos.
Vinieron tiempos de bonanza, el comercio
caminaba con la atención esmerada de padre
e hijo y con esto, don Tristán se olvidó de su
promesa, aunque de cuando en cuando,
sobre todo por las noches en que contaba y
recontaba sus ganancias, una especie de
remordimiento le invadía el alma al recordar la
promesa hecha a la Virgen.
Al fin un día envolvió cuidadosamente un par
de botellas de buen vino y se fue a visitar a su
amigo y consejero el Arzobispo García de
Santa María Mendoza, para hablarle de sus
remordimientos, de la falta de cumplimeinto a
la promesa hecha a la Virgen de lo que sería
conveniente hacer, ya que de todos modos le
había dado las gracias a la Virgen rezando por
el alivio de su v&aacutestago.
-Bastará con eso, -dijo el prelado-, si habéis
rezado a la Virgen dándole las gracias, pienso
que no hay necesidad de cumplir lo
prometido.
Don Tristán de Alzúcer salió de la casa
arzobispal muy complacido, volvió a su casa,
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al trabajo y al olvido de aquella promesa de la
cual lo había relevado el Arzobispo.
Más he aquí que un día, apenas amanecida
la mañana, el Arzobispo Fray García de
Santana María Mendoza iba por la calle de La
Misericordia, cuando se topó a su viejo amigo
don Tristán de Alzúcer, que p&aacutelido,
ojeroso, cadavérico y con una túnica blanca
que lo envolvía, caminaba rezando con una
vela encendida en la mano derecha, mientras
su enflaquecida siniestra descansaba sobre
su pecho.
El Arzobispo le reconoció enseguida, y
aunque estaba más p&aacutelido y delgado
que la última vez que se habían visto, se
acercó para preguntarle.
– A dónde váis a estas horas, amigo Tristán
Alzúcer?
– A cumplir con la promesa de ir a darle
gracias a la Virgen-, respondió con voz
cascada, hueca y tenebrosa, el comerciante
llegado de las Filipinas.
No dijo más y el prelado lo miró extrañado de
pagar la manda, aun cuando él lo había
relevado de tal obligación .

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Esa noche el Arzobispo decidió ir a visitar a
su amigo, para pedirle que le explicara el
motivo por el cual había decidido ir a pagar la
manda hasta el santuario de la Virgen en el
lejano cerrito y lo encontró tendido, muerto,
acostado entre cuatro cirios, mientras su
joven hijo Tristán lloraba ante el cadáver con
gran pena.
Con mucho asombro el prelado vio que el
sudario con que habían envuelto al muerto,
era idéntico al que le viera vestir esa mañana
y que la vela que sostenían sus agarrotados
dedos, también era la misma.
-Mi padre murió al amanecer -dijo el hijo entre
lloros y gemidos dolorosos-, pero antes dijo
que debía pagar no sé qué promesa a la
Virgen.
Esto acabó de comprobar al Arzobispo, que
don Tristan Alzúcer estaba muerto ya cuando
dijo haberlo encontrado por la calle de la
Misericordia.
En el ánimo del prelado se prendió la duda, la
culpa de que aquella alma hubiese vuelto al
mundo para pagar una promesa que él le
había dicho que no era necesario cumplir.
Pasaron los años…

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Tristán el hijo de aquel muerto llegado de las
Filipinas se casó y se marchó de la Nueva
España hacia la Nueva Galicia. Pero el alma
de su padre continuó hasta terminado el siglo,
deambulando con una vela encendida,
cubierto con el sudario amarillento y
carcomido.
Desde aquél entonces, el vulgo llamó a la
calleja de esta historia, El Callejón del Muerto,
es la misma que andando el tiempo fuera
bautizada como calle República Dominicana.

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LA CALLE DE LOS ESPANTOS

1. 1.  La calle de los espantos (esta algo larga.. be


patient) Para la anhelante de Doña María de Ayala,
tomar estado y meterse por la fragosa vía de la
amargura, fue todo uno. El casorio, para ella, fue todo
alreves de lo que esperaba, y espero mucho. Durante
años fue amontonando con inacabable paciencia y terca
laboriosidad, ilusiones y mas ilusiones; primero, como
adolescente ensoñadora, enseguida, como vehemente
moza casadera y, por fin, como hembra madura finitima
a la desesperanza. Tardaron mucho en cuajar las
ilusiones, tanto que, cuando ya veía como segura, llena
de pabido asombro e ineludible asombro, el quedarse a
vestir santos, apareció,
2. 2.  asomandose a la claraboya de su expectante
corazon, el recio y curtido milite Don Abel Correa,
capitan segundo de milicias. Cargada de mil ansias, y
por si era el ultimo, no se detuvo a considerar la de Ayala
las bondades o maldades del futuro consorte. A la
embestida inicial, respondio con una provocativa y feble
resistencia, para rendirse luego, con armas y bagajes.
Las ardorosas palabras de su amador los fornidos
juramentos, las copiosas muestras de ternura, si
endoblaron sus brios para llegar a donde ansiaba llegar,
el altar, del que bajo convertida en mujer legitima de su
hombre, ahí mismo. Y fue cuando el amor cogió por una
vereda insospechada.
3. 3.  El corazón aquel, todo arrobos y ternuras antes,
resulto aposentamiento de un alma pavorosa y
rebufante, a la que carcomian los celos. La que
esperaba ser reyna de una mansion llena de atuendos,
paro en reclusa. Ni a la ventana permitia el milite que se
asomara la mujer. Y, ademas de reclusa, en esclava. El
tálamo, solo lo ocupaba en ratos, por que su colchon
ordinario era el vivo suelo. Por cualquier nonadilla, la
tundía a puntapiés; de caricias, unicamente probo la
doliente Doña Maria, continuos atronadores y feroces
mamporros. El alacranado milite aislo a la mujer de todo

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y de todos. Ni a la iglesia, siquiera en cuaresma la
dejaba ir; menos al
4.  mercado. Bastimentos, ropa, enseres, todo le
acarreaba el esposo y carcelero. Y, para quitarle de
cuajo la ocurrencia de una evasion, con descomunal
candado el Correa estuchaba la puesta de su hogar.
Con tamaño calvario, a la de Ayala se le seco el vientre,
y no dio hijos. Hasta de ese legitimo y natural consuelo
se vio desposeida. Pero, como las cosas de esta vida
no tienen permanencia y como es bien sabido que no
hay mal que cien años dure ni enfermo que los aguante,
todo se trastoco en la sufrida mujer. El amor de una
principio, se le huyo del corazon y se avecindo en el,
entonces, un extraño y sutil odio llevado con mucha
manderecha; dio de través a los lamentos y deseco sus
ojos; de ahi
5. 5.  para adelante, ni una lagrima, ni una queja, una
actuosa sumision y mansedumbre. En su corazon
ayermado, empezó a urdir la venganza. Aprovechando
que el marido, muy de mañana, con los luceros se iba al
cuartel - que entonces era el de la estacada - se dio a
vagar por las azoteas, en busca de una casa vacía por
donde ganar las calles. Fue cosa de días y días. Aun
que siempre lo mismo, todas con gente, no callo en
desanimo, el que persevera alcanza, asienta - y asienta
muy bien - un dicho. Habiendo dado con lo que
precisaba, lo
6. 6.  casa habitacion, en la hombrosa calle de la
Colmeca o del Testerazo, como también la nominaron -
hoy 2 de abril - vivía una mujer maleficiosa, llena de
habilidades indecibles, que ejercia el arte cisorio, una de
esas que se dedica a la nigromancia, a la sorteria y a las
cerradas artes divinatorias, y que predecia futuros,
cortaba males, desleia a ojos, y enderezaba entuertos
con sus astrologias, sus geomancias y sus cábalas. Se
hizo diligente discípula de esta y se inicio en el
tenebroso arte de la brujería. En menos de nada,
compelida por las dinámicas ansias bindicativas,
aprendio a manejar polvos nefiticos, pociones, toda
clase de mezclas, pestilentes brebajes, elixires
conformativos, muñecos de trapo, sortilegios, ensalmos,
afrodisiacos, narcoticos y simpaticos, triacas,

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7. 7.  amuletos, talismanes, conjuros, emplastos,
mensures, y todos los menesteres y ritos útiles
necesarios para el cabal ejercicio de la diabólica magia
negra. Adoctrinada por su preceptora, Doña Maria
alcanzo a llegar hasta lo mas intrinseco de la brujeria.
Aprendio, lo primero, y de cuerito a cuerito, el libro
infernal de Jonas Sufurino, que es como la cartina de la
geomancia; el libro de San Cipriano, o el tesoro del
hechicero, un voluminoso manual, indispensable en la
libreria de cualquier brujo que se respete; los admirables
secretos de Alberto el Grande, y otros libracos de este
jaez. Aprendio tambien, la rigurosa jerarquia y trato con
los espiritus infernales que
8. 8.  amuletos, talismanes, conjuros, emplastos,
menjurges, y todos los menesteres y ritos útiles
necesarios para el cabal ejercicio de la diabolica magia
negra. Adoctrinada por su preceptora, Doña Maria
alcanzo a llegar hasta lo mas intrinseco de la brujeria.
Aprendio, lo primero, y de cuerito a cuerito, el libro
infernal de Jonas Sufurino, que es como la cartina de la
geomancia; el libro de San Cipriano, o el tesoro del
hechicero, un voluminoso manual, indispensable en la
libreria de cualquier brujo que se respete; los admirables
secretos de Alberto el Grande, y otros libracos de este
jaez. Aprendio tambien, la rigurosa jerarquia y trato con
los espiritus infernales que
9. 9.  todo nigromante debe tener a su disposicion
mediante el pacto: Lucifer, emperador; Belcebú,
principe; Astorotch, Gran Duque; y los espiritus
superiores subordinados a estos y todas las funciones
de c/u de los entes del averno, y todas las mañas de
estos seres de la nigromancia. Con esta larga cauda de
conocimientos niogromanticos, Doña Maria, enderezo
todas sus terribles baterias en contra de su mal
humorado conyuge para deslavarle los impetus y
satisfacer su ansia ardiente maciza y tras añeja de
vindicta. Ni que decir que volco en el, ya en efigie, ya en
persona, todas sus habilidades. Los indomitos brios, y
el fosforico temperamento, lo insufrible, se fue
enmolleciendo poco a poco hasta quedar nada. Dejo de
ser el de antes. Ya no volvio a masticar oscuras

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10. 10.  palabras a somormujo o a grito abierto. Olvido el
candado, francas dejo todas las puertas, no volvio a
ponerle las manos encima a su mujer, ni a gritarle cosas,
paro todo en miel, conmedimientos sin fin y
amabilidades exquisitas. Y Doña Maria volvio al sol. de
triguito de dolores que parecia recobro las chapas y
embarnecio muy saludadora y parlera, se dio a conocer
a las vecinas, y con sus buenos modos les robo la
voluntad. Muy bien quista por sus amables procederes,
entraba y salia de todas las casas de vecindario, no
dejando detras de si mas que muy honrosos
comentarios. Atesoraba simpatias. Era como el gorron
sobre el cua lgiraba la vida entera de la pava
11. 11.  comunidad del callejon de Zarzosa, apellidado asi
desde muy antiguo. El marido mientras tanto por las
satanicas hechicerias de su mujer, proseguia
adentrandose en una indefinida insanidad, cual si se le
stuviera zafando la razon. Ya no tenia nada de aquella
preterita impetuosidad y dureza. Todo mansedumbre,no
hacia mas que escagularse en el patio de la casa a
chupar sol. De pronto, el callejon de Zarzosa, tan lleno
de quietud, tan vacio de estrepitos, tan colmado de
amisisimos afectos, se inundo de sobresaltos y temores.
En las noches, y mas en las noches umbrosas de
menguante, o en las argentadas de plenilunio se cernian
sobre toda la calleja emanaciones
12. 12.  comunidad del callejon de Zarzosa, apellidado asi
desde muy antiguo. El marido mientras tanto por las
satanicas hechicerias de su mujer, proseguia
adentrandose en una indefinida insanidad, cual si se le
stuviera zafando la razon. Ya no tenia nada de aquella
preterita impetuosidad y dureza. Todo mansedumbre,no
hacia mas que escagularse en el patio de la casa a
chupar sol. De pronto, el callejon de Zarzosa, tan lleno
de quietud, tan vacio de estrepitos, tan colmado de
amisisimos afectos, se inundo de sobresaltos y temores.
En las noches, y mas en las noches umbrosas de
menguante, o en las argentadas de plenilunio se cernian
sobre toda la calleja emanaciones
13. 13.  pestiferas, insoportables, ruidos de resquebrajar
los timpanos, de cadenas, de tambores, de fogonazos,
roncos unos chillones otros, ayes despavoridos de
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arrugar el corazon, y clangores de partir el alma; humos
negros, morados rojos; sombras en vuelo; carreras por
las azoteas como de todo un tropel desbocado
arrastrando cadenas; retumbares so tierra , de
tambalearse las casas. Los vecinos, converito el silente
y recoleta callejon en saturnal o aquelarre del averno, se
vieron forzados a poner las cosas en oidos de la
utoridad. El alcalde mando al jefe de los serenos a
observar los extraños acontecimientos. Y en la misma
noche al apretar la oscuridad, una bolas
14. 14.  igneas, como de una vara de diametro, empezaron
a rodar por las azoteas. Salian pegando brinquitos de la
casa del capitan Correa, y despues de rondar por los
demas pretiles, volvian a ella; las arreaban unos silvos
fortisimos revueltos con palabras malsonantes de la
peor calidad. De cuando en ves, aparecian pestiferas
tulfaradas e informes lenguas de humo que borraban las
bolas, se quedaban remeciendose en los aires, al par
que unos gritos destemplados que no parecian salidos
de ningun pecho humano, atronaban los aires. A estos
se sumaron el llanto de los niños, las exclamaciones de
las mujeres y los denuestos de los hombres, todos se
apiñaron en el medio del callejon y de los labios
espantados barbotaban oraciones a las benditas animas
ya
15. 15.  todos lo santos. Cuando se hubo desvanecido
aquello les fue volviendo el alma a los cuerpos. Todos
se sintieron entonces cargados de osadia, y como
vieren que de la casa del capitan Correa salian las
causas de espanto y de alli no se asomo nadie,
decidieron violarla. Con recias aldabas llamaron muchas
veces a la puerta; la zarandearon con impaciencia,
sacudieron las ventanas. Ninguna señal, ninguna
respuesta. Ya no les cupo la duda, juntaron mas y mas
enojo, se lleno el callejon de curiosos dispuestos al
asalto, como no les abrieron se derramaron por las casa
vecinas para ganar las azoteas y meterse a las de los
Correa. Un enjambre de valientes metiches
16. 16.  comandados por el sereno, se apretaron al
abordaje, y cuando buscaban el modo de bajar al patio,
un deslumbrante fogonazo los lleno de luz, quitandoles
la facultad de ver; una sombra negra con una larga

22
estela de chispazos salto hacia los aires y una carcajada
violenta larguisima cerro el tranquilizo. A los valientes
violadores se les fue todo ejercicio de la voz, del
movimiento, del repiro, los volvio a recoger el miedo.
Algunos se fueron de aguas, y los mas quedaron
agarrotados. El puntillo de la honra los vio en si, les
aflojo la lengua y el cuerpo, les despercudio el seso, y
como eran muchos, pronto enderezaron sus animos
para dar cabal fin al abordaje.
17. 17.  Con sogas y escaleras alcanzaron el patio, donde
se arracimaron todos para reparar miedos. Un
espantoso silencio emanaba de las piezas con las
puertas destrancadas y oscuras, oscurisimas. La
recorrieron sin encontrar persona alguna, y fue en la
ultima, en la del corral, donde a la mortecina luz de las
lamparas de cebo, encontraron la oficina de la correa,
bien abastada en cuanto a menester para el ejercicio de
la magia negra; y en el suelo, sobre una cruz de tierra
con las extremidades fuertemente amarradas con cuero
crudo a sendas estacas, al infeliz consorte, con el
cuerpo transido por largas y afiladas espinas, vomitando
liquidos mal olientes y espumosos y los desorbitados
ojos clavados en inalcanzables lejanias. Como no
encontraron a la mujer, los maliciosos
18. 18.  concluyeron que, cuando ellos estaban para bajar
el patio, la bruja huyo montada en una escoba y por eso
el fogonazo. Con tamañas muestras de criminalidad a la
mano, las autoridades entraron de lleno en el asunto. Al
capitan lo condujeron al hospital, por esa noche cerraron
y sellaron la casa; y , al llegar la claridad, cuando de
nuevo con notario que diera fe y testigos, entraron a la
desolada mansion, encontraron a la bruja tirada en la
puerta del taller, inhundada de sudores y carente de
sentido. Bajo fuertes custodias, la llevaron a Las
Recogidas, donde, en el mas seguro calabozo, la
cargaron de grillos y cadenas.
19. 19.  Largos meses corrieron mientras se le
sustanciaba la causa a la bruja, esta se refugio en un
consistente mutismo que no rompió ni la aplicación del
potro y el garrote. Al adementado milite, no hubo como
sacarlo de su insania, unos parientes radicados en el
nuevo reino de León, lo recogieron y no se supo mas de

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el. La nigromantica mujer al poco tiempo, se convirtio en
una vieja carcamal, espantable y repelente, que solo
sabia derramar miedos entre las reclusas. Jamás dijo
palabra. Sello su boca para siempre. Y solo se abrió
para que le huyera el alma, el Callejón Zarzosa, se
vacio. Ni los perros osaban transitar por el, durante
mucho tiempo, mientras siguieron los ruidos y las
diabólicas apariciones que cesaron del todo al morir la
mal famada y
20. 20.  malaventurada Doña María de Ayala. Y, Por eso,
las gentes del viejo San Luis, apellidaron a esa parva y
recóndita rúa: "La Calle de los Espantos"  Gabriela
Yoselin Salazar Tello

EL GALLO MALDONADO

Corrían los años de la segunda década del actual


siglo, época en la que se fundó el Instituto Científico
y Literario de San Luis Potosí, convertido ahora en la
Universidad Autónoma.

Luis Maldonado cursaba los primeros años en la


Facultad de Letras; además de ser considerado como
un estudiante de porvenir brillante, incursionaba en
tareas periodísticas, escribía con galanura poemas a
la mujer, que varias veces declamó en público.
Estaba en la plenitud de su vida estudiantil, rodeado
de simpatías, amigos y amantes de la Literatura.

Luis Maldonado, que provenía de una familia de clase


media, se enamoró perdidamente de una jóven
llamada Eugenia, que pertenecía a una rica familia
potosina. Surgió entre ambos un romance de
auténtica pasión y devoción mutua; todo indicaba que
24
la felicidad los acompañaría siempre. El joven
estudiante cifraba en Eugenia sus más grandes
ilusiones, pues con frecuencia decía: "Ahora
comprendo lo que es un anticipo del Cielo en este
mundo". Para Luis ella lo llenaba todo, era su más
fecunda fuente de inspiración. La vida de ambos
transcurría tranquila y amorosa.

Sin embargo, por razones desconocidas, Eugenia le


abandonó. Nadie supo el motivo, pero Eugenia se
casó con otro y se fue de viaje de luna de miel por
países lejanos. Nadie sabe el motivo de ese
abandono, el caso es que Eugenia salió de su tierra
para no regresar jamás.

Sintió Luis Maldonado que todo había terminado para


él, se dedicó a la bebida tratando por ese medio de
apartarse de su realidad; así comenzó a desdecirse
de sí mismo, a no importarle su apariencia, su
aspecto, descuidando su persona. Su vida transcurría
de cantina en cantina, deambulando por las estrechas
y en ese entonces semi oscuras calles de la ciudad;
su físico empezó a debilitarse y, lo que es peor, su
mente comenzó a flaquear.

La sencilla familia Maldonado se preocupó mucho por


él, pero poco a poco fue acostumbrándose a verlo en
las condiciones lamentables en que se encontraba.
Ya no era posible hacer reaccionar al otrora buen
estudiante y activo periodista, pues Luis Maldonado
se convirtió en un auténtico vagabundo.

Tiempo después cayó enfermo, y como era natural,


se acogió al abrigo de los suyos, se refugió en su

25
hogar donde, desde luego, tuvo el apoyo de sus
familiares.

Un atardecer de intenso frío invernal, se oyó la voz


desgarradora de una de sus hermanas:

-¡Luis ha muerto!

Acudió el resto de la familia y lo encontró inerte; llenos


de tristeza lo velaron y al día siguiente, acompañados
de un reducido grupo de amigos, lo llevaron al
panteón. No pudieron sepultarlo porque había
oscurecido; dejaron el ataúd en un sitio llamado "El
Descanso", para enterrarlo al día siguiente. La familia
de Luis regresó a su casa y todos fueron a dormir.
Cuando el alba despuntaba se escucharon fuertes
llamadas en el portón de la casa. ¿Quién a esas horas
se atrevía a tocar con tanta insistencia? Por fin
alguien desde dentro preguntó con voz temerosa
quién llamaba.

- Soy yo, Luis, ábranme que tengo frío.

- ¿Está usted loco? ¡Largo de aquí con esas bromas!

- Ábranme, soy Luis -repitió.

El Gallo Maldonado había vuelto del panteón. Sus


familiares no salían del asombro causado ante el raro
acontecimiento de volver a ver a Luis en persona.

Un gran cambio se operó en la personalidad de aquel


hombre, que se vio tan cerca de la sepultura. A partir
de entonces las apariencias ya no le importaban, ni
su indumentaria ni sus antiguas amistades. La ropa
26
que usaba era estrafalaria: tocado por un viejo
carrete, con la parte superior desprendida, por donde
salía un mechón de pelo, como cresta de gallo,
haciendo honor al apodo que tuvo desde sus tiempos
cuando era estudiante; llevaba un saco enorme, un
pantalón de brincacharcos y zapatos sin puntera. Mas
a pesar de su vestimenta, no motivaba burla, sino al
contrario, se le veía con afecto, con ternura, y porqué
no decirlo, con respeto; tal vez porque a pesar de todo
sufría un mal de amor y poseía un hálito de
sublimidad. Era un sujeto sin prejuicios, se le veía
siempre contento; se convirtió en un auténtico vago,
más decente y fino en sus actitudes, un poetastro
callejero que gustaba de acercarse a las parejas de
enamorados e improvisarles un verso:

Qué bello amor y que fecundo;

es como la vida misma

que en el mundo

une a las almas con estrecho lazo;

como un diamante de fulgente prisma,

para vivir feliz y sin acaso.

Así vivió el Gallo Maldonado por muchos años,


convirtiéndose en una figura típica de la ciudad.
Cierta ocasión un extranjero le preguntó sobre
Chantecler, a lo que al punto contestó era un gallo
perteneciente a una leyenda francesa, la cual narró
con gala de detalles. El extranjero comentó: "Se vé
que es culto, lástima que sea tan borracho". Si el
27
extranjero hubiese conocido su pasado, hubiese
dicho: "Qué lástima que está tan loco".

De pronto la gente dejó de ver al Gallo por las calles.


Se dijo que esta vez sí había muerto para siempre...
¿Para siempre? En las noches de luna llena se
rumora que un vagabundo gusta de acercarse a las
parejas e improvisarles versos... amantes:

cuando vayan a San Luis Potosí, instálense en la


banca de un bello jardín en una noche de luna llena,
porque cuando el amor es verdadero, aparece la
figura malicienta y vaga del cantor de los
enamorados: El Gallo Maldonado.

28
LA CASA MACABRA

En la ciudad mexicana de San Luis Potosí, justo en


plano Centro Histórico, se halla ubicada la sucursal
del Banco Nacional de México, un edificio de estilo
contemporáneo en el que abundan las experiencias
escalofriantes. No son pocos los empleados de este
lugar tan peculiar, que han afirmado que se escuchan
ruidos extraños y ocurren todo tipo de cosas
misteriosas.

A veces, ellos podían oír claramente golpes como si


alguien estuviera teniendo una riña. Otras,
escuchaban como si alguien vaciara monedas en
algún sitio. Y así, los sucesos se repetían sobre todo
de noche, cuando el silencio era absoluto y quedaban
pocas personas en el banco.

29
La Planchada
San Luis Potosí
El antiguo Hospital se encontraba entre los barrios
de El Montecillo y de San Sebastián, cerca del costado
sur del Templo de San José.

Cuentan que entró a formar parte del personal una


enfermera llamada Eulalia, de buena presencia, quien
desde el principio dio muestras de profesionalismo y
diligencia; por lo tanto, se ganó la simpatía y el aprecio
del personal médico y administrativo.

Eulalia repartía su tiempo entre su trabajo en el hospital


y en atender a su familia, que consistía en su madre y
dos hermanos menores. Llevaba una vida tranquila,
sosegada y, al mismo tiempo, activa; nada perturbaba
el horizonte de esta eficaz mujer.

Años después se inauguraba un flamante hospital con


el nombre de Hospital Central Dr. Morones Prieto, y a
este hospital pasó la mayor parte del personal del
antiguo Hospital Civil; entre el que se encontraba
Eulalia. A este mismo lugar llegó a hacer sus prácticas
profesionales un doctor de nombre Joaquín, quien al
poco tiempo de conocer a Eulalia la hizo su novia.
Duraron un tiempo así y, como todo marchaba bien,
Joaquín le propuso matrimonio a la inocente enfermera,
ella aceptando. Sólo como condición el joven doctor le
30
pidió que lo esperara seis meses porque tenía que
tomar un curso de medicina en Monterrey.

Pasó el tiempo y, cuando estaba por cumplirse el lapso,


Eulalia, con la ilusión de que pronto se casaría compró
el vestido de novia, Al mismo tiempo, en el hospital hubo
un baile y cuando le preguntaron a Eulalia si asistiría,
ella dijo que no porque no estaba su novio Joaquín. Uno
de los doctores le dijo que estaba equivocada, porque
Joaquín se había marchado a Monterrey a casarse.

Tal noticia derrumbó a Eulalia, cambiándola por


completo. Trataba de mala gana a los pacientes, no les
daba sus medicinas y se dice que muchos murieron por
sus negligencias. Transcurrió el tiempo y la enfermera,
tras una penosa enfermedad. Murió en el mismo
hospital donde trabajaba.

Se cuenta que desde entonces en este hospital se


aparece una enfermera pulcramente vestida de blanco
y que, de vez en cuando, atiende pacientes.

Una mañana, entró una de las nuevas enfermeras al


cuarto de un paciente y lo saludó:

-¿Cómo está? ¿Cómo pasó la noche?


-Bien, gracias a Dios y gracias también a la enfermera
que pasó en la noche a inyectarme.

La enfermera muy extrañada le preguntó quién lo había


inyectado, a lo que el paciente le contestó:
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-Una enfermera vestida de largo, con su ropa bien
almidonada.

Aun cuando la nueva enfermera sabía que no podía ser,


nada dijo al paciente.

A la hora de comer, le comentó esto a una de las


enfermeras que más tiempo llevaban trabajando en el
hospital, quien le contó la historia de la enfermera
Eulalia.

-Seguramente es “La Planchada”; le decimos así


porque siempre anda muy almidonada, con la bata bien
planchada, jamás se le arruga, ni se le ensucia.
También se aparece en los pasillos y se introduce en los
cuartos de los pacientes, varias de las enfermeras y de
los doctores la hemos visto.

Hoy en día, en el Hospital Central ya se han


acostumbrado a ver deambular por los pasillos, o saber
que ha entrado en los cuartos de algunos pacientes, a
una enfermera con su vestido largo blanco, impecable y
almidonado. Incluso, nadie duda que alguna vez haya
asistido como ayudante en las operaciones que los
nuevos médicos practican en el quirófano, pues fue
precisamente en la sala de operaciones en donde
Eulalia empezó su trabajo de enfermería.

NOTA: Se dice que la Planchada es una leyenda del


Distrito Federal, pero esto es mentira ya que los

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primeros registros vienen de San Luis Potosí, por lo que
se sospecha de un plagio mal adaptado.

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La Loca Zulley, una leyenda de
corazones rotos

En San Luis Potosí, una de las leyendas más tristes que


circulan por las bocas de sus habitantes es la de La Loca
Zulley. Una historia donde el misterio y las preguntas sin
respuesta se unieron para llevarse la cordura de una mujer.

Claudia Zulley era de buena y acomodada familia, aunque


incompleta, pues su padre y hermano mayor murieron
cuando era niña. Acompañada por su madre y hermana
menor, Claudia fue una joven muy alegre a la que se le podía
ver riendo en muchas ocasiones. Le gustaba usar vestidos
elegantes y sombreros que resaltaban su innegable belleza.

Siendo joven aún, Claudia conoció a su primer amor y el


único que tendría, Rodolfo. Comenzaron su noviazgo y lo
siguieron durante varios años, siempre con el amor
inquebrantable por delante, hasta que finalmente decidieron
fijar una fecha para la boda.

Cuando Rodolfo le propuso matrimonio a Claudia, lo hizo con


un anillo de oro blanco engarzado con una acerina negra que
había pertenecido a su abuela. Rodolfo entregó el anillo
pidiendo que lo amara por siempre sin importar lo que
sucediera. Claudia aceptó más que gustosa a su petición.

La boda se realizaría en el Templo de San Miguelito. Rodolfo


nunca llegó, a pesar de la insistente esperanza de Claudia
de que lo haría y la desposaría como se habían prometido.

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Los rumores sobre la muerte de Rodolfo comenzaron a
rondar entre los pobladores, otros decían que simplemente
había huido del compromiso. La realidad es que nadie sabía
ni supo qué sucedió con el hombre que juró amor a Claudia
para luego dejarla plantada en el altar
.
Claudia cumplió su promesa, los días pasaron y ella esperó
y esperó a su amado Rodolfo, asegurándole a la gente que
éste volvería y serían felices para siempre. Poco a poco la
realidad abandonó la mente de Claudia, dejándola
estancada en una eterna espera por su amado.

Solía ponerse su vestido de novia y salir al jardín de San


Miguelito o a la Plaza de Armas a esperar la llegada
inesperada de Rodolfo, a quien muchas veces vio reflejado
en el rostro de algún otro hombre. Cuando esto sucedía, la
emoción no se hacía esperar y las palabras de júbilo salían
una tras otra de la boca de Claudia, pensando que por fin
podría casarse con el amor de su vida.

Así, sumida en una terrible tristeza o persiguiendo hombres


confundidos, seguiría la vida de quien entonces llamaban La
Loca Zulley.

Cuando Claudia murió, ya fuera de tristeza o causas


naturales, fue enterrada en el panteón del Tecuán, detrás del
Templo de San Miguelito, permaneciendo allí hasta que
ambos fueran sustituidos por la escuela Manuel José Othón.

En los restos del panteón fue encontrado el anillo que Rodolfo


le entregara a Claudia el día de su compromiso y ofrecido

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luego a la Virgen de la Soledad que ahora lo porta en su
mano izquierda.

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