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‘‘Celestino
Sánchez Cervantes’’
‘‘ANTOLOGIA
DE LEYENDAS
POTOSINAS’’
Tercer Parcial
Integrantes:
Piña Hernández Sherlyn Arleth
Ramírez Ramírez Joselyn
Rodríguez Muñoz Juan Manuel
Tovar Mata Irely Johana
Sánchez Lorenzana José Raúl
INDICE
La Llorona
El callejón de las manitas
Juan del Jarro
La Maltos
La Dama de Negros
La Copetes
El Callejón del Muerto
La Calle de los Espantos
El Gallo Maldonado
La Casa Macabra
La Planchada
La Loca Zulley
CONTENIDO
1
Muchos años después, por calles estrechas de la ciudad,
apareció una mujer de vestido y manto blanco; al caminar
dejaba una estela que emanaba reflejos luminosos.
Deambulaba generalmente después de las doce de la
noche y siempre que esta mujer paseaba por las calles
hacia el río Santiago, en las orillas de la ciudad, se oía el
prolongado y lastimero grito de ¡Aaaayyyyyyy mis hijos…!
2
El callejón de las manitas
Cuenta la leyenda que… “Era el año de 1780 cuando
llegó a la ciudad de San Luis Potosí un sacerdote que
atraído por el benigno clima y por la hospitalidad de
la gente decidió quedarse a vivir allí. Para el clérigo
resultó fácil encontrar trabajo como profesor en uno
de los mejores colegios de aquel entonces.
4
Juan del Jarro- Leyenda Potosina
Juan del Jarro, su nombre verdadero: Juan de Dios Azíos.
Era un pordiosero que se paseaba por las calles de San
Luís Potosí alrededor de 1826. Era una persona
pordiosera que odiaba el baño, las riquezas y el mes de
julio. Se le llamaba del Jarro, porque siempre cargaba un
jarro de terracota, un sombrero y una estera. Se dice que
habitaba en un horno abandonado. Pedía limosnas afuera
de los templos para quitarse el hambre. Juan del Jarro no
era un pordiosero cualquiera, él repartía sus limosnas a la
gente pobre, necesitada y los ancianos. Solía tener un
refran en la punta de la lengua, según la ocasión. Era una
persona muy lista y a la vez muy loca. Juan era una
persona muy querida. Su fama tomó un tinte sobrenatural,
pues se decía que era adivino. Se decía que podía ver
cuándo y cómo moriría la gente, se sabía el calendario,
entre otras cosas. Tenía muy buena memoria.
Un día, una señorita de casa decente pasó junto a él, y
creyendo que sólo era un charlatán, le preguntó: -"Dime,
adivinador, ¿cómo se llamará el que ha de ser mi
esposo?"- y Juan del Jarro le respondió:- "Te casarás,
pero no con el padre del niño que llevas en el vientre"-.
Poco tiempo desúés, ésta señorita dejó la ciudad porque
la familia descubrió que Juan tenía razón. La leyenda
creció, se decía que Juan podía saber el futuro porque lo
escuchaba en su jarro de terracota.
Juan del Jarro dejó este mundo el 8 de noviembre de 1859,
teniendo 66 años. El día de su funeral, gente de todas las
clases le rendía homenaje, le cantaban y le oraban para
que descansara en paz. Se dice que en la cuarta mañana
después de su sepulcro, se vieron salir del panteón varios
escarabajos negros que rodeaban una bola de arcilla en el
desierto.
Actualmente, se le rinde mucho respeto, con la creencia
de que es milagroso. Cada dos de noviembre, hay gente
que va a su tumba y le dejan estampillas de él mismo,
crucifijos, monedas de plata y un jarro con agua, con tal de
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que les conceda un deseo o les cumpla un milagro. En el
centro histórico de San Luis Potosí, se pueden apreciar
varias estatuas de éste hombre, recordándo aquella
famosa leyenda, la de Juan del Jarro.
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LA MALTOS
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LA DAMA DE NEGRO
Si escuchas al niño jugando o ves la pelota no pasa nada,
solo recuerda no mirar a los ojos a la dama del velo negro.
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cuando llegaba tenía un ritmo y otro para correr.Don German
Robles era un sabio y decía como debían ser las cosas”
10
La copetes
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llegar fue muy tarde ya que la copetes
murio de frio y hambre.
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Tenía este don Tristán de Alzúcer a un buen
amigo y consejero, en la persona de su
ilustrísima, el Arzobispo don Fray García de
Santa María Mendoza, quien solía visitarlo en
su comercio para conversar de las cosas de
Las Filipinas y la tierra hispana, pues eran
nacidos en el mismo pueblo. Allí platicaban al
sabor de un buen vino y de los relatos que de
las islas del Pacífico contaba el comerciante.
Todo iba viento en popa en el comercio que el
tal don Tristán decidió ampliar y darle
variedad, para lo cual envió a su joven hijo a
la Villa Rica de la Vera Cruz y a las costas
malsanas de la región de más al Sureste.
Quiso la mala suerte que enfermara Tristán
chico y llegara a tal grado su enfermedad que
se temió por su vida. Así lo dijeron los
mensajeros que informaron a don Tristán que
era imposible trasladar al enfermo en el
estado en que se hallaba y que sería cosa de
medicinas adecuadas y de un milagro, para
que el joven enfermo de salvara.
Henchido de dolor por la enfermedad de su
hijo y temiendo que muriese, don Tristán de
Alzúcer se arrodilló ante la imagen de la
Virgen y prometió ir caminando hasta el
santuario del cerrito si su hijo se aliviaba y
podía regresar a su lado.
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Semanas más tarde el muchacho entraba a la
casa de su padre, pálido, convalesciente,
pero vivo y su padre feliz lo estrechó entre sus
brazos.
Vinieron tiempos de bonanza, el comercio
caminaba con la atención esmerada de padre
e hijo y con esto, don Tristán se olvidó de su
promesa, aunque de cuando en cuando,
sobre todo por las noches en que contaba y
recontaba sus ganancias, una especie de
remordimiento le invadía el alma al recordar la
promesa hecha a la Virgen.
Al fin un día envolvió cuidadosamente un par
de botellas de buen vino y se fue a visitar a su
amigo y consejero el Arzobispo García de
Santa María Mendoza, para hablarle de sus
remordimientos, de la falta de cumplimeinto a
la promesa hecha a la Virgen de lo que sería
conveniente hacer, ya que de todos modos le
había dado las gracias a la Virgen rezando por
el alivio de su vástago.
-Bastará con eso, -dijo el prelado-, si habéis
rezado a la Virgen dándole las gracias, pienso
que no hay necesidad de cumplir lo
prometido.
Don Tristán de Alzúcer salió de la casa
arzobispal muy complacido, volvió a su casa,
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al trabajo y al olvido de aquella promesa de la
cual lo había relevado el Arzobispo.
Más he aquí que un día, apenas amanecida
la mañana, el Arzobispo Fray García de
Santana María Mendoza iba por la calle de La
Misericordia, cuando se topó a su viejo amigo
don Tristán de Alzúcer, que pálido,
ojeroso, cadavérico y con una túnica blanca
que lo envolvía, caminaba rezando con una
vela encendida en la mano derecha, mientras
su enflaquecida siniestra descansaba sobre
su pecho.
El Arzobispo le reconoció enseguida, y
aunque estaba más pálido y delgado
que la última vez que se habían visto, se
acercó para preguntarle.
– A dónde váis a estas horas, amigo Tristán
Alzúcer?
– A cumplir con la promesa de ir a darle
gracias a la Virgen-, respondió con voz
cascada, hueca y tenebrosa, el comerciante
llegado de las Filipinas.
No dijo más y el prelado lo miró extrañado de
pagar la manda, aun cuando él lo había
relevado de tal obligación .
15
Esa noche el Arzobispo decidió ir a visitar a
su amigo, para pedirle que le explicara el
motivo por el cual había decidido ir a pagar la
manda hasta el santuario de la Virgen en el
lejano cerrito y lo encontró tendido, muerto,
acostado entre cuatro cirios, mientras su
joven hijo Tristán lloraba ante el cadáver con
gran pena.
Con mucho asombro el prelado vio que el
sudario con que habían envuelto al muerto,
era idéntico al que le viera vestir esa mañana
y que la vela que sostenían sus agarrotados
dedos, también era la misma.
-Mi padre murió al amanecer -dijo el hijo entre
lloros y gemidos dolorosos-, pero antes dijo
que debía pagar no sé qué promesa a la
Virgen.
Esto acabó de comprobar al Arzobispo, que
don Tristan Alzúcer estaba muerto ya cuando
dijo haberlo encontrado por la calle de la
Misericordia.
En el ánimo del prelado se prendió la duda, la
culpa de que aquella alma hubiese vuelto al
mundo para pagar una promesa que él le
había dicho que no era necesario cumplir.
Pasaron los años…
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Tristán el hijo de aquel muerto llegado de las
Filipinas se casó y se marchó de la Nueva
España hacia la Nueva Galicia. Pero el alma
de su padre continuó hasta terminado el siglo,
deambulando con una vela encendida,
cubierto con el sudario amarillento y
carcomido.
Desde aquél entonces, el vulgo llamó a la
calleja de esta historia, El Callejón del Muerto,
es la misma que andando el tiempo fuera
bautizada como calle República Dominicana.
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LA CALLE DE LOS ESPANTOS
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y de todos. Ni a la iglesia, siquiera en cuaresma la
dejaba ir; menos al
4. mercado. Bastimentos, ropa, enseres, todo le
acarreaba el esposo y carcelero. Y, para quitarle de
cuajo la ocurrencia de una evasion, con descomunal
candado el Correa estuchaba la puesta de su hogar.
Con tamaño calvario, a la de Ayala se le seco el vientre,
y no dio hijos. Hasta de ese legitimo y natural consuelo
se vio desposeida. Pero, como las cosas de esta vida
no tienen permanencia y como es bien sabido que no
hay mal que cien años dure ni enfermo que los aguante,
todo se trastoco en la sufrida mujer. El amor de una
principio, se le huyo del corazon y se avecindo en el,
entonces, un extraño y sutil odio llevado con mucha
manderecha; dio de través a los lamentos y deseco sus
ojos; de ahi
5. 5. para adelante, ni una lagrima, ni una queja, una
actuosa sumision y mansedumbre. En su corazon
ayermado, empezó a urdir la venganza. Aprovechando
que el marido, muy de mañana, con los luceros se iba al
cuartel - que entonces era el de la estacada - se dio a
vagar por las azoteas, en busca de una casa vacía por
donde ganar las calles. Fue cosa de días y días. Aun
que siempre lo mismo, todas con gente, no callo en
desanimo, el que persevera alcanza, asienta - y asienta
muy bien - un dicho. Habiendo dado con lo que
precisaba, lo
6. 6. casa habitacion, en la hombrosa calle de la
Colmeca o del Testerazo, como también la nominaron -
hoy 2 de abril - vivía una mujer maleficiosa, llena de
habilidades indecibles, que ejercia el arte cisorio, una de
esas que se dedica a la nigromancia, a la sorteria y a las
cerradas artes divinatorias, y que predecia futuros,
cortaba males, desleia a ojos, y enderezaba entuertos
con sus astrologias, sus geomancias y sus cábalas. Se
hizo diligente discípula de esta y se inicio en el
tenebroso arte de la brujería. En menos de nada,
compelida por las dinámicas ansias bindicativas,
aprendio a manejar polvos nefiticos, pociones, toda
clase de mezclas, pestilentes brebajes, elixires
conformativos, muñecos de trapo, sortilegios, ensalmos,
afrodisiacos, narcoticos y simpaticos, triacas,
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7. 7. amuletos, talismanes, conjuros, emplastos,
mensures, y todos los menesteres y ritos útiles
necesarios para el cabal ejercicio de la diabólica magia
negra. Adoctrinada por su preceptora, Doña Maria
alcanzo a llegar hasta lo mas intrinseco de la brujeria.
Aprendio, lo primero, y de cuerito a cuerito, el libro
infernal de Jonas Sufurino, que es como la cartina de la
geomancia; el libro de San Cipriano, o el tesoro del
hechicero, un voluminoso manual, indispensable en la
libreria de cualquier brujo que se respete; los admirables
secretos de Alberto el Grande, y otros libracos de este
jaez. Aprendio tambien, la rigurosa jerarquia y trato con
los espiritus infernales que
8. 8. amuletos, talismanes, conjuros, emplastos,
menjurges, y todos los menesteres y ritos útiles
necesarios para el cabal ejercicio de la diabolica magia
negra. Adoctrinada por su preceptora, Doña Maria
alcanzo a llegar hasta lo mas intrinseco de la brujeria.
Aprendio, lo primero, y de cuerito a cuerito, el libro
infernal de Jonas Sufurino, que es como la cartina de la
geomancia; el libro de San Cipriano, o el tesoro del
hechicero, un voluminoso manual, indispensable en la
libreria de cualquier brujo que se respete; los admirables
secretos de Alberto el Grande, y otros libracos de este
jaez. Aprendio tambien, la rigurosa jerarquia y trato con
los espiritus infernales que
9. 9. todo nigromante debe tener a su disposicion
mediante el pacto: Lucifer, emperador; Belcebú,
principe; Astorotch, Gran Duque; y los espiritus
superiores subordinados a estos y todas las funciones
de c/u de los entes del averno, y todas las mañas de
estos seres de la nigromancia. Con esta larga cauda de
conocimientos niogromanticos, Doña Maria, enderezo
todas sus terribles baterias en contra de su mal
humorado conyuge para deslavarle los impetus y
satisfacer su ansia ardiente maciza y tras añeja de
vindicta. Ni que decir que volco en el, ya en efigie, ya en
persona, todas sus habilidades. Los indomitos brios, y
el fosforico temperamento, lo insufrible, se fue
enmolleciendo poco a poco hasta quedar nada. Dejo de
ser el de antes. Ya no volvio a masticar oscuras
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10. 10. palabras a somormujo o a grito abierto. Olvido el
candado, francas dejo todas las puertas, no volvio a
ponerle las manos encima a su mujer, ni a gritarle cosas,
paro todo en miel, conmedimientos sin fin y
amabilidades exquisitas. Y Doña Maria volvio al sol. de
triguito de dolores que parecia recobro las chapas y
embarnecio muy saludadora y parlera, se dio a conocer
a las vecinas, y con sus buenos modos les robo la
voluntad. Muy bien quista por sus amables procederes,
entraba y salia de todas las casas de vecindario, no
dejando detras de si mas que muy honrosos
comentarios. Atesoraba simpatias. Era como el gorron
sobre el cua lgiraba la vida entera de la pava
11. 11. comunidad del callejon de Zarzosa, apellidado asi
desde muy antiguo. El marido mientras tanto por las
satanicas hechicerias de su mujer, proseguia
adentrandose en una indefinida insanidad, cual si se le
stuviera zafando la razon. Ya no tenia nada de aquella
preterita impetuosidad y dureza. Todo mansedumbre,no
hacia mas que escagularse en el patio de la casa a
chupar sol. De pronto, el callejon de Zarzosa, tan lleno
de quietud, tan vacio de estrepitos, tan colmado de
amisisimos afectos, se inundo de sobresaltos y temores.
En las noches, y mas en las noches umbrosas de
menguante, o en las argentadas de plenilunio se cernian
sobre toda la calleja emanaciones
12. 12. comunidad del callejon de Zarzosa, apellidado asi
desde muy antiguo. El marido mientras tanto por las
satanicas hechicerias de su mujer, proseguia
adentrandose en una indefinida insanidad, cual si se le
stuviera zafando la razon. Ya no tenia nada de aquella
preterita impetuosidad y dureza. Todo mansedumbre,no
hacia mas que escagularse en el patio de la casa a
chupar sol. De pronto, el callejon de Zarzosa, tan lleno
de quietud, tan vacio de estrepitos, tan colmado de
amisisimos afectos, se inundo de sobresaltos y temores.
En las noches, y mas en las noches umbrosas de
menguante, o en las argentadas de plenilunio se cernian
sobre toda la calleja emanaciones
13. 13. pestiferas, insoportables, ruidos de resquebrajar
los timpanos, de cadenas, de tambores, de fogonazos,
roncos unos chillones otros, ayes despavoridos de
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arrugar el corazon, y clangores de partir el alma; humos
negros, morados rojos; sombras en vuelo; carreras por
las azoteas como de todo un tropel desbocado
arrastrando cadenas; retumbares so tierra , de
tambalearse las casas. Los vecinos, converito el silente
y recoleta callejon en saturnal o aquelarre del averno, se
vieron forzados a poner las cosas en oidos de la
utoridad. El alcalde mando al jefe de los serenos a
observar los extraños acontecimientos. Y en la misma
noche al apretar la oscuridad, una bolas
14. 14. igneas, como de una vara de diametro, empezaron
a rodar por las azoteas. Salian pegando brinquitos de la
casa del capitan Correa, y despues de rondar por los
demas pretiles, volvian a ella; las arreaban unos silvos
fortisimos revueltos con palabras malsonantes de la
peor calidad. De cuando en ves, aparecian pestiferas
tulfaradas e informes lenguas de humo que borraban las
bolas, se quedaban remeciendose en los aires, al par
que unos gritos destemplados que no parecian salidos
de ningun pecho humano, atronaban los aires. A estos
se sumaron el llanto de los niños, las exclamaciones de
las mujeres y los denuestos de los hombres, todos se
apiñaron en el medio del callejon y de los labios
espantados barbotaban oraciones a las benditas animas
ya
15. 15. todos lo santos. Cuando se hubo desvanecido
aquello les fue volviendo el alma a los cuerpos. Todos
se sintieron entonces cargados de osadia, y como
vieren que de la casa del capitan Correa salian las
causas de espanto y de alli no se asomo nadie,
decidieron violarla. Con recias aldabas llamaron muchas
veces a la puerta; la zarandearon con impaciencia,
sacudieron las ventanas. Ninguna señal, ninguna
respuesta. Ya no les cupo la duda, juntaron mas y mas
enojo, se lleno el callejon de curiosos dispuestos al
asalto, como no les abrieron se derramaron por las casa
vecinas para ganar las azoteas y meterse a las de los
Correa. Un enjambre de valientes metiches
16. 16. comandados por el sereno, se apretaron al
abordaje, y cuando buscaban el modo de bajar al patio,
un deslumbrante fogonazo los lleno de luz, quitandoles
la facultad de ver; una sombra negra con una larga
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estela de chispazos salto hacia los aires y una carcajada
violenta larguisima cerro el tranquilizo. A los valientes
violadores se les fue todo ejercicio de la voz, del
movimiento, del repiro, los volvio a recoger el miedo.
Algunos se fueron de aguas, y los mas quedaron
agarrotados. El puntillo de la honra los vio en si, les
aflojo la lengua y el cuerpo, les despercudio el seso, y
como eran muchos, pronto enderezaron sus animos
para dar cabal fin al abordaje.
17. 17. Con sogas y escaleras alcanzaron el patio, donde
se arracimaron todos para reparar miedos. Un
espantoso silencio emanaba de las piezas con las
puertas destrancadas y oscuras, oscurisimas. La
recorrieron sin encontrar persona alguna, y fue en la
ultima, en la del corral, donde a la mortecina luz de las
lamparas de cebo, encontraron la oficina de la correa,
bien abastada en cuanto a menester para el ejercicio de
la magia negra; y en el suelo, sobre una cruz de tierra
con las extremidades fuertemente amarradas con cuero
crudo a sendas estacas, al infeliz consorte, con el
cuerpo transido por largas y afiladas espinas, vomitando
liquidos mal olientes y espumosos y los desorbitados
ojos clavados en inalcanzables lejanias. Como no
encontraron a la mujer, los maliciosos
18. 18. concluyeron que, cuando ellos estaban para bajar
el patio, la bruja huyo montada en una escoba y por eso
el fogonazo. Con tamañas muestras de criminalidad a la
mano, las autoridades entraron de lleno en el asunto. Al
capitan lo condujeron al hospital, por esa noche cerraron
y sellaron la casa; y , al llegar la claridad, cuando de
nuevo con notario que diera fe y testigos, entraron a la
desolada mansion, encontraron a la bruja tirada en la
puerta del taller, inhundada de sudores y carente de
sentido. Bajo fuertes custodias, la llevaron a Las
Recogidas, donde, en el mas seguro calabozo, la
cargaron de grillos y cadenas.
19. 19. Largos meses corrieron mientras se le
sustanciaba la causa a la bruja, esta se refugio en un
consistente mutismo que no rompió ni la aplicación del
potro y el garrote. Al adementado milite, no hubo como
sacarlo de su insania, unos parientes radicados en el
nuevo reino de León, lo recogieron y no se supo mas de
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el. La nigromantica mujer al poco tiempo, se convirtio en
una vieja carcamal, espantable y repelente, que solo
sabia derramar miedos entre las reclusas. Jamás dijo
palabra. Sello su boca para siempre. Y solo se abrió
para que le huyera el alma, el Callejón Zarzosa, se
vacio. Ni los perros osaban transitar por el, durante
mucho tiempo, mientras siguieron los ruidos y las
diabólicas apariciones que cesaron del todo al morir la
mal famada y
20. 20. malaventurada Doña María de Ayala. Y, Por eso,
las gentes del viejo San Luis, apellidaron a esa parva y
recóndita rúa: "La Calle de los Espantos" Gabriela
Yoselin Salazar Tello
EL GALLO MALDONADO
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hogar donde, desde luego, tuvo el apoyo de sus
familiares.
-¡Luis ha muerto!
que en el mundo
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LA CASA MACABRA
29
La Planchada
San Luis Potosí
El antiguo Hospital se encontraba entre los barrios
de El Montecillo y de San Sebastián, cerca del costado
sur del Templo de San José.
32
primeros registros vienen de San Luis Potosí, por lo que
se sospecha de un plagio mal adaptado.
33
La Loca Zulley, una leyenda de
corazones rotos
34
Los rumores sobre la muerte de Rodolfo comenzaron a
rondar entre los pobladores, otros decían que simplemente
había huido del compromiso. La realidad es que nadie sabía
ni supo qué sucedió con el hombre que juró amor a Claudia
para luego dejarla plantada en el altar
.
Claudia cumplió su promesa, los días pasaron y ella esperó
y esperó a su amado Rodolfo, asegurándole a la gente que
éste volvería y serían felices para siempre. Poco a poco la
realidad abandonó la mente de Claudia, dejándola
estancada en una eterna espera por su amado.
35
luego a la Virgen de la Soledad que ahora lo porta en su
mano izquierda.
36