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3. EL FASCISMO ITALIANO.
3.1. LA ITALIA PREFASCISTA.
Sin ideas ni programas, con una línea de actuación en el exterior
que fomentaba las amenazas violentas y otra en el interior que
propiciaba las desigualdades, el fascismo se hizo con el poder en
Italia. Esto fue posible por la gravísima situación de descontento
social que se vivía en la postguerra dentro del país. El aumento de los
precios por encima de los incrementos salariales produjo un descenso
del nivel de vida, y con él un clima enrarecido en el que se sucedían
huelgas violentas y ocupaciones de fábricas por Comités de
trabajadores. Al mismo tiempo, el mundo rural se convulsionaba con
las ocupaciones de tierras y el aumento del paro y los campesinos se
organizaban reclamando trabajo y salario digno.
El triunfo parcial de estas reclamaciones de los trabajadores va
en detrimento de las clases medias, que con la disminución de sus
ingresos temen ser absorbidos por el proletariado, situación de la que
culpan a los socialistas. Por otra parte, Italia se debate entre la
inestabilidad ministerial y el descrédito del parlamentarismo. Además,
el nacionalismo reaccionario se extiende por la nación, al no haberse
cumplido en los Tratados de paz los acuerdos fijados en la
Conferencia de Londres, por la que Italia decidió su participación en el
conflicto bélico. El no haber recibido los territorios irredentos lleva a
hablar de una "victoria mutilada" y, sin que el gobierno de Nitti
pudiera evitarlo, D'Annunzio, con sus "arditis", ocupó por la fuerza
Fiume en 1919. De hecho, la eficacia de los gobiernos liberales que
rigen Italia entre 1919 y 1922 es muy dudosa, mostrándose incapaces
de solucionar los problemas de un país desangrado tras la Gran
Guerra –con un balance cercano a los setecientos mil muertos y más
de un millón de heridos-, a pesar de los intentos acometidos por los
TEMA 48.- Fascismo y neofascismo. Caracteres y circunstancias históricas en que se desarrollan.
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centristas del Partido Popular Italiano o las propuestas de la oposición
representada por el Partido Socialista, fragmentado por una grave
crisis interna de la que nacería el Partido Comunista de Italia, un
elemento más de distorsión, dado el temor cada vez más
generalizado entre determinados sectores sociales ante el riesgo de
una posible revolución marxista. Este ambiente de crisis y
preocupación será el caldo de cultivo ideal para el nacimiento y
posterior toma del poder del PFI, el Partido Fascista Italiano.
3.2. LA TOMA DEL PODER.
El fascismo italiano encontró su líder en Benito Mussolini (1883-
1945), un maestro que en su juventud dirigió la publicación oficial del
Partido Socialista -"Avanti"-, al que pertenecía, y que abandonó tras
su oposición a la postura de esta fuerza política de negarse a la
intervención en la Guerra. Así fundó un nuevo medio de
comunicación, "Il Popolo d'Italia", desde el que siguió defendiendo la
entrada de Italia en un conflicto al que él no acudiría por no ser
declarado útil para el servicio militar. Concluida la guerra, creó el
movimiento fascista, cuyo embrión, en marzo de 1919, son los Fascios
italianos de combate, integrados por unos trescientos hombres entre
los que predominaban excombatientes inadaptados, y cuyo principio
ideológico inicial es el denominado “productivismo”
A pesar de las acciones violentas de estos grupos, la labor que
realizan cuando las huelgas amenazan el funcionamiento de los
principales servicios y la paz social les ganan la simpatía de
numerosos sectores de la sociedad, actitud corroborada tras el
discurso de Mussolini en septiembre de 1922, en el que defiende la
renovación del país sin poner en peligro la estabilidad de la Corona, y
todo ello a pesar de que desde el año anterior los fascistas habían
manifestado a las claras su verdadera cara, desatando una violenta
oleada contra las organizaciones izquierdistas. Ante la pasividad del
monarca y de los gobernantes, el 24.X.1922 se pone en camino desde
Nápoles la "Marcha sobre Roma", preparada por los fascistas e
integrada mayoritariamente por los llamados “camisas negras”. Ante
la ambigüedad del ejército y las reticencias gubernamentales a la
proclamación del estado de excepción, Víctor Manuel III propone a
Mussolini cinco días después la formación de un gobierno, encargo
que acepta, pero imprimiéndole un talante moderado, pues va a
integrar en él no sólo a fascistas, sino también a representantes de
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las principales formaciones políticas no marxistas; posteriormente, se
elegirán unas Cámaras de gran debilidad, que en noviembre otorgan
al Duce plenos poderes. De este modo comienza la fascistización de
Italia; disuelto el Parlamento en 1924, Mussolini convoca unas
elecciones de proceso poco limpio, tras los que logra 275 de los 374
escaños en disputa, a pesar de que este número de diputados no
respondía a la realidad de los votos recibidos por el PFI. Las protestas
de la oposición ante el evidente fraude cometido por el Partido
Nacional Fascista, que como tal se había fundado en 1921, van a ser
replicadas con la instigación desde el poder del asesinato del
parlamentario y líder socialista Matteoti, en un ejemplo más del
control que Mussolini ejercía sobre todo el aparato estatal.
3.3. LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO CORPORATIVO.
En 1926 Italia era ya un Estado plenamente totalitario, en el que
el papel del monarca y de las instituciones parlamentarias era sólo
decorativo, pues quien detentaba el poder era el Duce, que por ley de
25-XII-1925 era Jefe del Gobierno, Primer Ministro y Secretario de
Estado; nombraba a los ministros, con el asesoramiento del Gran
Consejo Fascista, al tiempo que el titular de la cartera de Interior
designaba en las provincias a prefectos y subprefectos y el Gobierno
al podestá de los municipios.
La política económica será intervencionista, encaminada más al
prestigio del régimen que al bienestar de los ciudadanos; se
proclamaron distintas "batallas" económicas: la de la Lira, que
fortaleció la moneda, aunque ello supuso la pérdida de competitividad
de las exportaciones italianas; o la del Trigo, una campaña de
intenciones autárquicas que pretendía el incremento de su
producción. También se roturaron nuevas tierras y se extendieron los
regadíos -valle del Po, Marismas Pontinas-, proyectándose un amplio
programa de obras públicas -carreteras, pantanos-, de las que
muchas quedaron inconclusas.
La crisis del 29 se notó con fuerza, produciendo un
empobrecimiento del país, lo que motivó la intensificación de las
medidas autárquicas y la creación de organismos para el desarrollo
industrial, como el I.R.I. (Instituto de Reconstrucción Industrial). En
cuanto a la política exterior, su marcado expansionismo se plasmó en
la guerra de Etiopía, que acarreó a Italia fuertes sanciones impuestas
por la Sociedad de Naciones, y que contribuyeron también al
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incremento del autoabastecimiento. Maniobra de propaganda
internacional fue la firma de los Acuerdos de Letrán con la Santa Sede
en 1929, por los que se reconocía al Estado Vaticano y se ponía punto
final al contencioso mantenido desde los años de la unificación.
Las medidas sociales pretendieron la renovación de la estructura
de la sociedad, limitándose la emigración y fomentándose la
natalidad. Se procuró un encuadramiento de la población en
organizaciones laborales y políticas. Así, se crearon 22 Corporaciones
de Obreros y Patronos, de las que surgirían los Delegados del Consejo
Nacional de Corporaciones; se prohibieron las huelgas, regulando la
Carta del Trabajo de 1927 los convenios colectivos. También el Partido
Nacional Fascista integró a la juventud en distintas organizaciones (de
4 a 14 años, la Opera Nacional Balilla; a partir de los 14, los Jóvenes
Italianos o los Grupos Universitarios Fascistas). La cultura fue
controlada desde el Instituto Fascista de la Cultura; asimismo se
obligaba a los profesores a prestar juramento de fidelidad, en tanto
que la publicidad y los medios de comunicación fomentaban la
propaganda gubernamental.
Curiosamente, el Fascismo no dejó una huella profunda en la
sociedad italiana; el acceso a puestos relevantes de las clases medias
no redujo la posición privilegiada de la antigua clase dirigente; para
los trabajadores, aunque hasta 1930 aumentó su nivel de vida, no
llegó ni a la transformación del sistema capitalista ni se cumplieron
las expectativas de cambio social. En cuanto a la actitud de los
intelectuales, se produjo una evidente división entre los que
apoyaban al nuevo régimen y los que debieron adoptar el camino del
exilio. Paulatinamente, el gobierno de Mussolini iría estrechando lazos
con el nacionalsocialismo alemán, proceso culminado en 1936 con la
constitución del Eje Roma-Berlín, que iría radicalizando su actitud
beligerante hasta culminar en la IIGM, en la que la derrota significaría,
entre otras circunstancias, el asesinato del propio Mussolini y de su
amante Clara Petacci en 1945 y, con ello, el final del régimen fascista
italiano.
4. EL NAZISMO ALEMÁN.
4.1. EL ASCENSO DEL NAZISMO.
Podemos coincidir con los historiadores que consideran causa
del ascenso del nazismo una serie de factores, entre los que se
incluyen la radicalización de la derecha alemana, los efectos de la
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depresión económica de los años 30, la crisis del sistema
parlamentario tras la muerte de Stresseman y la propia preparación
que de su toma del poder hicieron los nazis, a través de una eficaz
táctica propagandística. La gran depresión castigó de lleno al país,
produciendo entre otros efectos el auge del nazismo, al que se
sumaron descontentos de todos los sectores sociales, pero
especialmente las clases medias, a la vez que la alta burguesía veía
en él una garantía de freno a la expansión del comunismo. La desidia
de los partidos burgueses y las divisiones de la izquierda favorecieron
la consolidación de estos nazis, que ya provocaban con sus SA
disturbios callejeros, al tiempo que aumentaban las reivindicaciones
de sus líderes, encabezados por Hitler, que denunciaban sobre todo la
incapacidad gubernamental para dar respuesta a la crisis económica.
Los intentos del canciller Bruning para evitar el ascenso de los
nazis fracasaron, como igual sucedió con la intentona de integrarlos
en la acción de gobierno, realizada con la mediación de Papen ante
un Hitler que, tras el espectacular avance electoral de 1932,
presentaba exigencias tan elevadas como el ostentar la propia
Cancillería. El presidente Hindenburg acabó viéndose obligado a
solicitar a Hitler que presidiera un gobierno de coalición en I-1933. Al
mes siguiente, el incendio del Parlamento fue achacado por los nazis
a los comunistas, fuertemente represaliados, a la vez que Hitler
convocaba nuevas elecciones. En ellas lograría la mayoría absoluta,
prescindiendo de cualquier coalición y logrando de la Cámara la
potestad de gobernar por decreto durante cuatro años.
4.2. HITLER EN EL PODER.
Adolfo Hitler nació en Braunau en 1889; hijo de un aduanero,
cursó estudios en Linz y Viena, estableciéndose en Munich en 1913.
Tras participar en la Guerra Mundial, ingresó en un pequeño partido,
el DAP (Partido Obrero Alemán), que lideraba Drexler. Pronto lo
transformó, añadiéndole las siglas NS (Nacional Socialista) y rigiendo
sus destinos desde 1921. Su participación en el "putsch de la
Cervecería" (Munich, 1923) le llevó a prisión, donde redactó el "Mein
Kampf". Al salir de la cárcel, reconstruye el Partido, y comienza la
búsqueda legal del poder, concurriendo a los comicios de 1928, 1930
y 1932; en estos últimos, con más de 13 millones de votos, el NSDAP
se convertía en la primera fuerza política de Alemania.