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TEMA 48.- FASCISMO Y NEOFASCISMO: CARACTERES Y


CIRCUNSTANCIAS HISTÓRICAS EN QUE SE DESARROLLAN.
1. LA CRISIS DEL ESTADO LIBERAL TRAS LA IGM.
2. LA RESPUESTA TOTALITARIA A LA CRISIS DEL SISTEMA LIBERAL.
2.1. LOS TOTALITARISMOS: GÉNESIS Y CARACTERÍSTICAS
DEFINITORIAS.
2.1.1. ANTECEDENTES.
2.1.2. DOCTRINA POLÍTICA.
2.1.3. DOCTRINA ECONÓMICA.
2.1.4. DOCTRINA SOCIAL.
2.1.5. MÉTODOS FASCISTAS DE GOBIERNO.
2.2. CAUSAS DEL ASCENSO DE LOS FASCISMOS.
2.2.1. LA CRISIS ECONÓMICA.
2.2.2. LAS PECULIARIDADES SOCIALES.
3. EL FASCISMO ITALIANO.
3.1. LA ITALIA PREFASCISTA.
3.2. LA TOMA DEL PODER.
3.3. LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO CORPORATIVO.
4. EL NAZISMO ALEMÁN.
4.1. EL ASCENSO DEL NAZISMO.
4.2. HITLER EN EL PODER.
4.3. POLÍTICA SOCIAL DEL NAZISMO.
5. OTRAS EXPERIENCIAS TOTALITARIAS.
6. EL NEOFASCISMO.
7. BIBLIOGRAFÍA.
1. LA CRISIS DEL ESTADO LIBERAL TRAS LA IGM.
Después de la 1ª Guerra Mundial, las democracias liberales
entran en un período de crisis, acompañada de problemas
económicos y políticos. Unos las consideran culpables de no haber
evitado la guerra; otros critican sus medidas económicas para paliar
la crisis, muy perjudiciales especialmente para las clases medias,
muchos de cuyos miembros apoyarán las nuevas ideologías
totalitarias. Estas y otras cuestiones ponen en peligro el modo de vida
occidental anterior a la contienda y obligan a transformaciones
ideológicas; aun así, los países de tradición liberal más consolidada
mantendrán sus instituciones –lo que no empece la aparición de
corrientes fascistas-, mientras que otros como la Alemania posterior a

TEMA 48.- Fascismo y neofascismo. Caracteres y circunstancias históricas en que se desarrollan.


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la República de Weimar, Italia o la URSS verán imponerse regímenes
dictatoriales.
La crisis del sistema liberal se relaciona con la situación mundial
tras la Guerra, en la que surgen factores como las nuevas
nacionalidades, la decadencia europea o el ascenso de las potencias
extraeuropeas, todo lo cual hace precisa una reforma de las viejas
democracias liberales del siglo XIX. Los conflictos interiores y
exteriores derivados del problema de las nacionalidades producen
inestabilidad en el sistema democrático liberal, herido también por la
gravísima situación económica y en Alemania por el sentimiento
revanchista y de humillación tras la paz de Versalles, que acabará por
desembocar, tras un breve paréntesis democrático, en el ascenso del
nazismo al poder. Por otra parte, la comparecencia de nuevas
potencias no europeas en al ámbito internacional obliga también,
para mantener las relaciones exteriores, a una transformación de los
principios liberales e imperialistas hasta entonces en vigor en
Occidente. Desde el punto de vista político, los postulados del
liberalismo clásico (equilibrio de poderes, pluralismo político,
libertades individuales, inhibición estatal en asuntos económicos y
sociales) van a modificarse tras la Guerra, transformándose por
causas como:
- Los nuevos sectores sociales. Las ampliaciones del sufragio
y la aparición de los partidos de masas socialistas y comunistas
alteran el mapa político de las naciones occidentales, en las que se
ofrecen alternativas diferentes a las de los tradicionales formaciones
conservadoras y liberales; así, algunas de estas nuevas opciones,
como los laboristas en Inglaterra, acceden al poder mediante las
elecciones, propiciando la atención de algunas reivindicaciones
proletarias, a las que tampoco podían dar de lado los partidos
burgueses si querían el voto de la clase obrera. Al mismo tiempo, las
organizaciones de trabajadores participaban de las ideas
democráticas y aceptaban distintos postulados liberales.
- Desconfianza en el sistema pluripartidista. El bipartidismo
tradicional del siglo XIX, establecido tras las revoluciones burguesas
en los países occidentales, permitía la presencia de gobiernos fuertes
y estables; ahora, la implantación del pluripartidismo lleva a la
existencia de minorías gubernamentales, con dificultades para ejercer
sus funciones, precisando a veces del concurso de coaliciones con
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partidos de distinta ideología, lo que originaba cierta inestabilidad
política.
- Agitaciones sociales. Producidas tras la Guerra, llevaron a
algunos gobiernos a la restricción de determinadas libertades
individuales (liberalismo autoritario).
- Cambios económicos producidos en la Guerra. Las
necesidades económicas del conflicto obligaron a la intervención del
Estado en materia económica, actitud que va a proseguir tras la
Guerra, dejando en entredicho la economía liberal; además las
competencias en economía que se atribuyeron los Gobiernos se
extendieron también a asuntos sociales.
- Crisis de las instituciones representativas. El desorden en
el funcionamiento de las instituciones lleva a la ruptura del equilibrio
de poderes, por el predominio del ejecutivo sobre el legislativo o
viceversa. Así, en unas ocasiones los gobiernos actúan a través de
decretos-ley, marginando las competencias de las Cámaras, mientras
que en otros casos el poder legislativo impide la acción de los
gobiernos que no cuentan con el respaldo mayoritario parlamentario.
Ante la situación de crisis, ya hemos señalado como países de
honda tradición democrática, como Francia o Gran Bretaña, ofrecen
respuestas democráticas, aunque esto no evita la aparición de
formaciones de talante fascista, como los “Camelots du Roi” o “Action
Française” en la primera, o un Partido Fascista británico, que en
determinados momentos logró un escaño parlamentario para su líder
Oswald Mosley. También Alemania ofreció en un principio una
respuesta similar tras la Gran Guerra, aunque precisamente los
mecanismos democráticos de la República de Weimar posibilitaron el
ascenso político del Nazismo. Esta República se proclamó en 1918,
bajo la presidencia de Ebert, líder del Partido Social Demócrata; sin
embargo, los deseos de los espartaquistas, dirigidas por Liebknecht y
Rosa Luxemburgo, de implantar un Estado similar al soviético llevaron
al país a una situación crítica, recurriendo el gobierno a la acción del
ejército, que represalió a los disidentes, ejecutándose a su principales
dirigentes. En enero de 1919 el Partido Social Demócrata vence, sin
mayoría absoluta, en las elecciones parlamentarias, de las que nace
la Cámara que elaborará el texto constitucional, en el que se definía
al Estado como una República, se establecían importantes poderes
para el gobierno central, combinando parlamentarismo y
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presidencialismo, y se reconocían a los distintos territorios alemanes.
Entre 1919 y 1923 se acomete la reconstrucción del orden social y
económico tras la Guerra, reconociéndose los derechos de las
minorías étnicas y soportando intentos golpistas como el liderado por
Hitler en Munich en 1923; aunque desde 1922 la crisis económica
atacó con dureza a las clases medias, el sistema democrático superó
la prueba, consolidándose desde 1924, en el que se produce un
importante restablecimiento monetario y económico, gracias a la
ayuda de sus antiguos rivales en la Gran Guerra (reducción de las
reparaciones, concesión de créditos); en los años del espíritu de
Locarno el país es dirigido por gobiernos liberal-conservadores –
destaca en esta etapa la figura de Stressemann-, que logran el
progreso económico, el desarrollo de la industria, el descenso del paro
y un clima de estabilidad interna al que ayuda la distensión
internacional. Sin embargo, políticamente se impondrá poco a poco
una línea conservadora, evidente con la elección presidencial de
Hindenburg a la muerte de Ebert, y que en cierta medida manifestaba
el fracaso del liberalismo, mantenido en unas bases tan inestables
que, tras la propagación de los efectos de la crisis del 29, se
derrumbaría a manos del nazismo.
2. LA RESPUESTA TOTALITARIA A LA CRISIS DEL SISTEMA
LIBERAL.
2.1. LOS TOTALITARISMOS: GÉNESIS Y CARACTERÍSTICAS
DEFINITORIAS.
Los fascismos son aquellos movimientos ultranacionalistas,
antiliberales, antidemocráticos y antimarxistas, desarrollados
especialmente en la Europa de entreguerras. Todos se basan en
características doctrinales muy definidas (totalitarismo, partido único,
ultranacionalismo, culto al líder, diferencias sociales y raciales,
militarismo) y tienen un caldo de cultivo muy favorable en
circunstancias propias de aquella época, como la crisis económica, la
de los Estados liberales y el desclasamiento social de muchos
excombatientes de la Guerra Mundial. Aunque los casos más
representativos son los de Italia y Alemania, el fascismo estuvo
presente en otras dictaduras de la época (Austria, Polonia, Rumanía,
Portugal, la España primorriverista), surgiendo también grupos
paramilitares de talante fascista en democracias tan sólidas como la
francesa o la británica.
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2.1.1. ANTECEDENTES.
Aunque al principio se manifiestan como movimientos
coyunturales carentes de antecedentes específicos, con la
consolidación de los Estados totalitarios afloran distintas
concepciones político-sociales, presentes en escritos anteriores, como
los del irracionalismo del XIX, ejemplificado en Schopenhauer y
Nietzsche e incorporado por Sorel en sus "Reflexiones sobre la
violencia". También pueden apreciarse posibles precedentes
intelectuales en la exaltación de la violencia de Schmitt, o en la
pesimista obra de Spengler ("La decadencia de Occidente"). Por otro
lado, debemos señalar que el fascismo italiano, aunque acabaría
influyendo en el alemán, carece de una ideología reflejada en una
doctrina elaborada, al contrario que el nacionalsocialismo germano,
que cuenta con el programa del Partido Obrero Alemán y, sobre todo,
con el "Mein Kampf" ("Mi lucha"), obra en la que Hitler reflejó su
pensamiento, escrita en prisión en 1923.
2.1.2. DOCTRINA POLÍTICA.
a) Supremacía absoluta del Estado sobre todo lo demás, lo
que hace algo secundario de las desigualdades sociales, pues todos
los esfuerzos deben concentrarse en el engrandecimiento de la
nación; además, el Estado debe emprender las acciones políticas,
sociales y económicas que lleven a la exaltación del Imperio en Italia,
o a la consecución predominante de la "raza superior" en Alemania.
b) Régimen dictatorial, con clara crítica al liberalismo y
evidente predominio del poder ejecutivo sobre el legislativo y el
judicial.
c) Plasmación del poder en la persona de un líder, como el
Duce en Italia o el Führer en Alemania, que actúa de forma personal y
sin control de la sociedad, limitando en mucho la capacidad de las
instituciones parlamentarias, si es que permite su subsistencia.
d) Nacionalismo exacerbado, traducido en una política
expansionista que pretende hacer olvidar problemas internos y lograr
el respeto, por el temor, en el exterior, a la vez que se convierten en
obsesión las reivindicaciones territoriales.
2.1.3. DOCTRINA ECONÓMICA.
a) Anticapitalismo inicial, lo que, sumado al antimarxismo,
lleva a la propuesta de un nuevo orden socioeconómico; pronto los
intereses políticos aconsejarán una rectificación, defendiéndose la
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propiedad privada y eliminando por la fuerza a los que se mantienen
en las posturas originales (v.gr., matanza de las SA en Alemania),
aunque nunca dejará de propugnarse el intervencionismo en materia
económica a la vez que, a través de la propaganda, los fascistas se
presentarán siempre ante el proletariado como anticapitalistas y
defensores de los intereses de los trabajadores.
b) Autarquía, con medidas proteccionistas que favorecen el
desarrollo de la producción nacional, al tiempo que se fomenta la
disminución del consumo para dirigir los excedentes de capital a la
industria bélica.
c) Expansionismo imperialista, que busca nuevos mercados,
materias primas y fuentes energéticas; esto conduce a un círculo
vicioso: la economía necesita de la expansión militarista, y ésta exige
un mayor esfuerzo económico.
d) Obsesión por las grandes obras públicas, que, además
de exaltar las grandezas del régimen, permiten la disminución del
paro.
2.1.4. DOCTRINA SOCIAL
a) Existencia de una élite, minoría que debe dirigir a las
masas y que ha de estar representada por la raza predominante, que
extenderá a la nación su actitud vital: defensa de la comunidad,
consecución de los destinos imperiales de la patria,...
b) Existencia de unas víctimas expiatorias, a las que se las
acusa de ser la causa de los problemas de la sociedad y de
entorpecer las aspiraciones del pueblo dominante (extranjeros,
masones, gitanos, homosexuales, comunistas y, sobre todo, judíos). El
antisemitismo germano se basa en la idea de que la mezcla de sangre
es motivo de la desaparición de las viejas culturas.
c) Apoyo de la alta burguesía, que se sumó a la pequeña en
la que en un principio encontraron sus bases los fascismos, ante el
miedo originado por el giro a la izquierda que significaba la expansión
del comunismo. Paulatinamente otros estratos sociales fueron
dominados por los partidos totalitarios: ejército, burocracia, Iglesia, ...
d) Institucionalización del papel social de la mujer,
considerada responsable de la fuerza racial, pero a la que se asignaba
una ciudadanía de segunda clase por su incapacidad para las armas,
limitándose su actuación al hogar y a los deberes religiosos.

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e) Encuadramiento de la juventud, agrupada en
organizaciones que garantizaran la supervivencia del régimen,
concibiendo la educación como adoctrinamiento.
2.1.5. MÉTODOS FASCISTAS DE GOBIERNO.
Los principales instrumentos de la actividad política son:
a) Partido Unico, jerarquizado y bajo el mando del líder; el PNF
(Partido Nacional Fascista) en Italia y el NSDAP (Partido Nacional
Socialista Obrero Alemán) en Alemania cuentan además con grupos
paramilitares (Fascios de Combatientes los primeros, las SA o Tropas
de Asalto los segundos).
b) Propaganda, monopolizada por el Estado e incidente en la
violencia.
c) Movilizaciones y control de masas, como medios de
exaltación del régimen.
d) Utilización de la violencia por el Gobierno, con lo que se
elimina cualquier oposición; la violencia es el vehículo empleado para
derrotar a un mal en el que se incluye toda idea opuesta al régimen.
e) Burocracia dócil y adicta, encargada de ejecutar en el
Partido y en el Estado las decisiones del Jefe.
2.2. CAUSAS DEL ASCENSO DE LOS FASCISMOS.
2.2.1. LA CRISIS ECONÓMICA.
Las dificultades económicas de postguerra favorecen el auge de
los fascismos, aunque bien es verdad que éste se produce realmente
con el momento de conclusión de la crisis, y que también puede
constatarse que en naciones distintas a Italia o Alemania, que
sufrieron la misma situación crítica, el aumento de los fascismos no
es tan espectacular, lo que avala la importancia de otros factores.
2.2.2. LAS PECULIARIDADES SOCIALES.
Italia y Alemania eran países en los que se manifestaban
claramente las deficiencias de los sistemas liberales en aquellos
momentos, y en los que era muy importante el sentimiento
nacionalista. La crisis afectó en especial a sus burguesías que, a
diferencia de otras, no hallaron solución a sus problemas en los
dominios coloniales. Además, los sectores más conservadores de la
sociedad repudiaban las libertades democráticas y veían en los
fascismos la defensa de la tradición nacional. También el proletariado,
entre el que se extiende el paro, aceptó los postulados sociales de los
fascismos; por otra parte, la alta burguesía, ante el miedo a la
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revolución soviética y su posible extensión, vio en los movimientos
totalitarios una solución ante los avances de la izquierda. De todo lo
expuesto, se observa con nitidez que los fascismos acabaron por
encontrar amplio respaldo en los más diversos sectores sociales.
Además, en el caso de Alemania, la derrota en la Primera Guerra
Mundial y el sentimiento revanchista despertado tras la Paz de
Versalles serán también causas determinantes del ascenso del
nazismo.

3. EL FASCISMO ITALIANO.
3.1. LA ITALIA PREFASCISTA.
Sin ideas ni programas, con una línea de actuación en el exterior
que fomentaba las amenazas violentas y otra en el interior que
propiciaba las desigualdades, el fascismo se hizo con el poder en
Italia. Esto fue posible por la gravísima situación de descontento
social que se vivía en la postguerra dentro del país. El aumento de los
precios por encima de los incrementos salariales produjo un descenso
del nivel de vida, y con él un clima enrarecido en el que se sucedían
huelgas violentas y ocupaciones de fábricas por Comités de
trabajadores. Al mismo tiempo, el mundo rural se convulsionaba con
las ocupaciones de tierras y el aumento del paro y los campesinos se
organizaban reclamando trabajo y salario digno.
El triunfo parcial de estas reclamaciones de los trabajadores va
en detrimento de las clases medias, que con la disminución de sus
ingresos temen ser absorbidos por el proletariado, situación de la que
culpan a los socialistas. Por otra parte, Italia se debate entre la
inestabilidad ministerial y el descrédito del parlamentarismo. Además,
el nacionalismo reaccionario se extiende por la nación, al no haberse
cumplido en los Tratados de paz los acuerdos fijados en la
Conferencia de Londres, por la que Italia decidió su participación en el
conflicto bélico. El no haber recibido los territorios irredentos lleva a
hablar de una "victoria mutilada" y, sin que el gobierno de Nitti
pudiera evitarlo, D'Annunzio, con sus "arditis", ocupó por la fuerza
Fiume en 1919. De hecho, la eficacia de los gobiernos liberales que
rigen Italia entre 1919 y 1922 es muy dudosa, mostrándose incapaces
de solucionar los problemas de un país desangrado tras la Gran
Guerra –con un balance cercano a los setecientos mil muertos y más
de un millón de heridos-, a pesar de los intentos acometidos por los
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centristas del Partido Popular Italiano o las propuestas de la oposición
representada por el Partido Socialista, fragmentado por una grave
crisis interna de la que nacería el Partido Comunista de Italia, un
elemento más de distorsión, dado el temor cada vez más
generalizado entre determinados sectores sociales ante el riesgo de
una posible revolución marxista. Este ambiente de crisis y
preocupación será el caldo de cultivo ideal para el nacimiento y
posterior toma del poder del PFI, el Partido Fascista Italiano.
3.2. LA TOMA DEL PODER.
El fascismo italiano encontró su líder en Benito Mussolini (1883-
1945), un maestro que en su juventud dirigió la publicación oficial del
Partido Socialista -"Avanti"-, al que pertenecía, y que abandonó tras
su oposición a la postura de esta fuerza política de negarse a la
intervención en la Guerra. Así fundó un nuevo medio de
comunicación, "Il Popolo d'Italia", desde el que siguió defendiendo la
entrada de Italia en un conflicto al que él no acudiría por no ser
declarado útil para el servicio militar. Concluida la guerra, creó el
movimiento fascista, cuyo embrión, en marzo de 1919, son los Fascios
italianos de combate, integrados por unos trescientos hombres entre
los que predominaban excombatientes inadaptados, y cuyo principio
ideológico inicial es el denominado “productivismo”
A pesar de las acciones violentas de estos grupos, la labor que
realizan cuando las huelgas amenazan el funcionamiento de los
principales servicios y la paz social les ganan la simpatía de
numerosos sectores de la sociedad, actitud corroborada tras el
discurso de Mussolini en septiembre de 1922, en el que defiende la
renovación del país sin poner en peligro la estabilidad de la Corona, y
todo ello a pesar de que desde el año anterior los fascistas habían
manifestado a las claras su verdadera cara, desatando una violenta
oleada contra las organizaciones izquierdistas. Ante la pasividad del
monarca y de los gobernantes, el 24.X.1922 se pone en camino desde
Nápoles la "Marcha sobre Roma", preparada por los fascistas e
integrada mayoritariamente por los llamados “camisas negras”. Ante
la ambigüedad del ejército y las reticencias gubernamentales a la
proclamación del estado de excepción, Víctor Manuel III propone a
Mussolini cinco días después la formación de un gobierno, encargo
que acepta, pero imprimiéndole un talante moderado, pues va a
integrar en él no sólo a fascistas, sino también a representantes de
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las principales formaciones políticas no marxistas; posteriormente, se
elegirán unas Cámaras de gran debilidad, que en noviembre otorgan
al Duce plenos poderes. De este modo comienza la fascistización de
Italia; disuelto el Parlamento en 1924, Mussolini convoca unas
elecciones de proceso poco limpio, tras los que logra 275 de los 374
escaños en disputa, a pesar de que este número de diputados no
respondía a la realidad de los votos recibidos por el PFI. Las protestas
de la oposición ante el evidente fraude cometido por el Partido
Nacional Fascista, que como tal se había fundado en 1921, van a ser
replicadas con la instigación desde el poder del asesinato del
parlamentario y líder socialista Matteoti, en un ejemplo más del
control que Mussolini ejercía sobre todo el aparato estatal.
3.3. LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO CORPORATIVO.
En 1926 Italia era ya un Estado plenamente totalitario, en el que
el papel del monarca y de las instituciones parlamentarias era sólo
decorativo, pues quien detentaba el poder era el Duce, que por ley de
25-XII-1925 era Jefe del Gobierno, Primer Ministro y Secretario de
Estado; nombraba a los ministros, con el asesoramiento del Gran
Consejo Fascista, al tiempo que el titular de la cartera de Interior
designaba en las provincias a prefectos y subprefectos y el Gobierno
al podestá de los municipios.
La política económica será intervencionista, encaminada más al
prestigio del régimen que al bienestar de los ciudadanos; se
proclamaron distintas "batallas" económicas: la de la Lira, que
fortaleció la moneda, aunque ello supuso la pérdida de competitividad
de las exportaciones italianas; o la del Trigo, una campaña de
intenciones autárquicas que pretendía el incremento de su
producción. También se roturaron nuevas tierras y se extendieron los
regadíos -valle del Po, Marismas Pontinas-, proyectándose un amplio
programa de obras públicas -carreteras, pantanos-, de las que
muchas quedaron inconclusas.
La crisis del 29 se notó con fuerza, produciendo un
empobrecimiento del país, lo que motivó la intensificación de las
medidas autárquicas y la creación de organismos para el desarrollo
industrial, como el I.R.I. (Instituto de Reconstrucción Industrial). En
cuanto a la política exterior, su marcado expansionismo se plasmó en
la guerra de Etiopía, que acarreó a Italia fuertes sanciones impuestas
por la Sociedad de Naciones, y que contribuyeron también al
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incremento del autoabastecimiento. Maniobra de propaganda
internacional fue la firma de los Acuerdos de Letrán con la Santa Sede
en 1929, por los que se reconocía al Estado Vaticano y se ponía punto
final al contencioso mantenido desde los años de la unificación.
Las medidas sociales pretendieron la renovación de la estructura
de la sociedad, limitándose la emigración y fomentándose la
natalidad. Se procuró un encuadramiento de la población en
organizaciones laborales y políticas. Así, se crearon 22 Corporaciones
de Obreros y Patronos, de las que surgirían los Delegados del Consejo
Nacional de Corporaciones; se prohibieron las huelgas, regulando la
Carta del Trabajo de 1927 los convenios colectivos. También el Partido
Nacional Fascista integró a la juventud en distintas organizaciones (de
4 a 14 años, la Opera Nacional Balilla; a partir de los 14, los Jóvenes
Italianos o los Grupos Universitarios Fascistas). La cultura fue
controlada desde el Instituto Fascista de la Cultura; asimismo se
obligaba a los profesores a prestar juramento de fidelidad, en tanto
que la publicidad y los medios de comunicación fomentaban la
propaganda gubernamental.
Curiosamente, el Fascismo no dejó una huella profunda en la
sociedad italiana; el acceso a puestos relevantes de las clases medias
no redujo la posición privilegiada de la antigua clase dirigente; para
los trabajadores, aunque hasta 1930 aumentó su nivel de vida, no
llegó ni a la transformación del sistema capitalista ni se cumplieron
las expectativas de cambio social. En cuanto a la actitud de los
intelectuales, se produjo una evidente división entre los que
apoyaban al nuevo régimen y los que debieron adoptar el camino del
exilio. Paulatinamente, el gobierno de Mussolini iría estrechando lazos
con el nacionalsocialismo alemán, proceso culminado en 1936 con la
constitución del Eje Roma-Berlín, que iría radicalizando su actitud
beligerante hasta culminar en la IIGM, en la que la derrota significaría,
entre otras circunstancias, el asesinato del propio Mussolini y de su
amante Clara Petacci en 1945 y, con ello, el final del régimen fascista
italiano.
4. EL NAZISMO ALEMÁN.
4.1. EL ASCENSO DEL NAZISMO.
Podemos coincidir con los historiadores que consideran causa
del ascenso del nazismo una serie de factores, entre los que se
incluyen la radicalización de la derecha alemana, los efectos de la
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depresión económica de los años 30, la crisis del sistema
parlamentario tras la muerte de Stresseman y la propia preparación
que de su toma del poder hicieron los nazis, a través de una eficaz
táctica propagandística. La gran depresión castigó de lleno al país,
produciendo entre otros efectos el auge del nazismo, al que se
sumaron descontentos de todos los sectores sociales, pero
especialmente las clases medias, a la vez que la alta burguesía veía
en él una garantía de freno a la expansión del comunismo. La desidia
de los partidos burgueses y las divisiones de la izquierda favorecieron
la consolidación de estos nazis, que ya provocaban con sus SA
disturbios callejeros, al tiempo que aumentaban las reivindicaciones
de sus líderes, encabezados por Hitler, que denunciaban sobre todo la
incapacidad gubernamental para dar respuesta a la crisis económica.
Los intentos del canciller Bruning para evitar el ascenso de los
nazis fracasaron, como igual sucedió con la intentona de integrarlos
en la acción de gobierno, realizada con la mediación de Papen ante
un Hitler que, tras el espectacular avance electoral de 1932,
presentaba exigencias tan elevadas como el ostentar la propia
Cancillería. El presidente Hindenburg acabó viéndose obligado a
solicitar a Hitler que presidiera un gobierno de coalición en I-1933. Al
mes siguiente, el incendio del Parlamento fue achacado por los nazis
a los comunistas, fuertemente represaliados, a la vez que Hitler
convocaba nuevas elecciones. En ellas lograría la mayoría absoluta,
prescindiendo de cualquier coalición y logrando de la Cámara la
potestad de gobernar por decreto durante cuatro años.
4.2. HITLER EN EL PODER.
Adolfo Hitler nació en Braunau en 1889; hijo de un aduanero,
cursó estudios en Linz y Viena, estableciéndose en Munich en 1913.
Tras participar en la Guerra Mundial, ingresó en un pequeño partido,
el DAP (Partido Obrero Alemán), que lideraba Drexler. Pronto lo
transformó, añadiéndole las siglas NS (Nacional Socialista) y rigiendo
sus destinos desde 1921. Su participación en el "putsch de la
Cervecería" (Munich, 1923) le llevó a prisión, donde redactó el "Mein
Kampf". Al salir de la cárcel, reconstruye el Partido, y comienza la
búsqueda legal del poder, concurriendo a los comicios de 1928, 1930
y 1932; en estos últimos, con más de 13 millones de votos, el NSDAP
se convertía en la primera fuerza política de Alemania.

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Pronto hizo de la República de Weimar un régimen totalitario.
Asumió el poder y controló la policía (a través de la Gestapo,
constituida el 30-XI-1933), la Justicia y la administración. Destruyó la
oposición, tanto de otros partidos, como dentro del mismo nazismo
("noche de los cuchillos largos", contra las SA de Roehm) e hizo del
Reich un Estado unitario, disolviendo los órganos de poder de los
Landers y estableciendo como único al Partido Nazi, a la vez que en
marzo de 1933 se aprobaba la Ley de Plenos Poderes. La propaganda,
la actuación de la Gestapo y el control de la prensa favorecieron su
poder ilimitado, que no podía frenar una oposición encarcelada o
exiliada; las únicas voces discordantes surgieron de la Iglesia que,
aunque firmó el Concordato de 1933, se atrevió a publicar cuatro
años después la encíclica "Mit brennender Sorge", contra las
violaciones de los derechos humanos. La política exterior fue
claramente expansionista, centrada en la consecución del espacio
vital, y sería el germen de la Segunda Guerra Mundial ante las
continuas reclamaciones sobre regiones como los Sudetes, Austria,
Alsacia, Lorena, etc... Este expansionismo está en consonancia con
uno de los principios del conocido slogan del NSDAP: “Em Volk, em
Reich, em Führer”, en el que el “volk”, entendido como el pueblo
germano, exponente máximo de la raza aria, suponía la unificación
territorial de todas las tierras en las que residieran alemanes.
Económicamente, la Alemania de Hitler experimentó un notable
desarrollo, superando en pocos años los índices de producción previos
a la gran depresión. Razones de este crecimiento son:
a) desarrollo de planes cuatrienales que estructuran el
crecimiento económico;
b) integración de los obreros en el orden nacionalsocialista,
asegurando, a través de distintas organizaciones, el control del
proletariado y evitando las huelgas;
c) absorción de mucha mano de obra por el Ejército, la policía, la
burocracia y el Partido;
d) política exterior agresiva, que propicia el aumento de la
siderurgia pesada, la industria química y la de armamento, para
garantizar independencia económica en caso de guerra;
e) construcción de obras públicas;
f) control de cambios, regulación de precios y uso de los efectos
MEFO, ideados por Schacht, que son letras de cambio, garantizadas
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por el Banco de Alemania, que se utilizan como elemento de pago
para los intercambios en el interior del país;
g) desarrollo de la agricultura, de clara intencionalidad
autárquica;
h) mantenimiento del consumo en niveles muy restringidos;
i) intercambios con el exterior mediante acuerdos preferenciales
y tratados de trueques, que permitan la no salida de divisas.
Con estas medidas, se redujo a un millón en 1936 los seis
millones de parados de tres años atrás, lo que puede justificar, a
pesar del sacrificio que supuso, el auge del nazismo, en el que
podemos significar el cambio en sus postulados económicos iniciales
anticapitalistas y antimarxistas, que pasarían a una defensa del
capitalismo y de la propiedad privada, aunque el Estado mantuvo
siempre bajo una estricta reglamentación su vigilancia sobre la
economía. Por esto no debe extrañar el incremento de los beneficios
de los grandes comerciantes e industriales, que no dudaron en apoyar
al régimen (Frente de Hazburg, integrado por grandes propietarios
industriales como Thyssen o Hugenberg).
4.3. POLÍTICA SOCIAL DEL NAZISMO.
En ella se plasma la doctrina nazi de la jerarquía racial; los arios
dominaron a las restantes colectividades, especialmente a los judíos,
que fueron víctima de persecuciones y sometidos a las mayores
vejaciones, hasta decretar su exterminio en los campos de
concentración; esta actitud deriva tanto del concepto de superioridad
de lo ario sobre lo semita, como de la consideración del “capitalismo
judío” como causa de los males padecidos por el país antes de la
toma del poder por los nazis, visión que, en realidad, era simplemente
un remedio, junto a los postulados ultranacionalistas, para rellenar el
vacío ideológico que presentaba el propio nazismo. Esta política
racista alienta el propósito de incrementar la población aria,
pretendiendo la reducción de las tasas de mortalidad y el incremento
de la natalidad, aunque esto último no dio demasiados resultados. Se
procuró asimismo limitar el éxodo rural, para lo que se adoptaron
medidas como el mantenimiento de la propiedad, la colonización
interior, la concentración parcelaria y la modernización de las
explotaciones, aunque no fueron suficientes para frenar el atractivo
que suponía el desarrollo industrial. Precisamente los obreros de este
sector se beneficiaron de legislaciones sociales que mejoraron sus
TEMA 48.- Fascismo y neofascismo. Caracteres y circunstancias históricas en que se desarrollan.
Antonio M. Capdevila Gómez
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condiciones laborales y su nivel de vida, planificándose incluso su
ocio y sus vacaciones, si bien todo esto estuvo acompañado de la
desaparición de la libertad sindical y de la imposición de una férrea
disciplina en los sistemas de producción. De cara a este control se
creó en 1934 el Frente de Trabajo Alemán. A pesar de lo expuesto, los
salarios no aumentaron significativamente, al tiempo que podemos
distinguir unos sectores desfavorecidos -funcionarios, empleados y
pequeños artesanos- a los que no favorecía la política económica del
régimen, pues el estímulo del rearme fue en detrimento de las
manufacturas y los productos de consumo.
5. OTRAS EXPERIENCIAS TOTALITARIAS.
Como antes significamos, la ideología totalitaria se extendió más
allá de los casos germano e italiano. Dejando de lado, por motivos de
la obligada sintetización, los ejemplos extraeuropeos, en el Viejo
Continente se vivió este proceso en no pocos Estados, todos
afectados por el peligro bolchevique o la crisis económica, situaciones
ante las que adoptaron respuestas fascistas. Entre ellos, resulta muy
significativo el caso de los países de Centroeuropa, con economías
inmersas en una difícil coyuntura, todos los cuales, con la única
excepción de Checoslovaquia, conocieron regímenes autoritarios; en
ellos, las lógicas reivindicaciones del campesinado y el escaso
proletariado que malvivía en la miseria fraguan en distintas huelgas
que, aunque reprimidas con presteza, estimulan un notable temor
entre las clases más acomodadas y los propios gobiernos, que
optarán por un acusado conservadurismo, lo que propicia la
consolidación de fuerzas políticas de talante fascista, más o menos
influidas por el modelo italiano o por el alemán, caso éste que fue
acompañado de importantes oleadas antisemitas. Reducida a una
pequeña República tras el Tratado de Saint Germain, pronto
aparecieron en el interior de Austria grupos paramilitares que se
ganaron las simpatías de excombatientes desclasados y de sectores
perjudicados por la crisis inflacionista y dolidos por la reciente
derrota. Así cobran gran fuerza desde 1927 las denominadas
“Unidades de Defensa del Interior”, antiparlamentaristas y opuestas
al marxismo, germen del futuro Partido Nazi. Ya en II-1934, y con
ayuda alemana, éste se enfrenta al gobierno demócrata cristiano,
cayendo asesinado el hasta entonces canciller, Engelbert Dollfuss;
cuatro años después el país quedaría directamente bajo dominio
TEMA 48.- Fascismo y neofascismo. Caracteres y circunstancias históricas en que se desarrollan.
Antonio M. Capdevila Gómez
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germano, al ser obligado a dimitir el 11-III-1938 el canciller austriaco
Schuschnigg a favor del nazi Seyss-Inquart. Al día siguiente, Austria
era ocupada por los alemanes, iniciándose así el “Anschluss”,
posteriormente ratificado por la población de ambos países. Un
proceso similar se vivió en la otra parte del antiguo Imperio Dual, la
nueva Hungría surgida del tratado de Trianón; tras la efímera
intentona comunista de hacerse con el poder bajo la dirección de Béla
Kun, el almirante Horthy aseguraría como Regente la gobernabilidad
de un reino sin monarca entre 1920 y 1944. Amenazada por la
“Pequeña Entente” –alianza entre Checoslovaquia, Yugoslavia y
Rumanía-, Budapest se aproximaría ya a Italia desde 1927,
afianzando asimismo sus lazos con la Alemania hitleriana desde 1936,
ya que esperaba de estas naciones su ayuda para la revisión de las
cláusulas establecidas por los acuerdos de paz de 1919. En cuanto a
la consolidación de los movimientos próximos al nacionalsocialismo,
proliferaron a lo largo de la década de los 20, hasta aproximarse al
centenar en 1930, tendencia continuada entre 1932 y 1936, años en
los que ocupa el cargo de primer ministro Gyula Gömbös; de todos
modos, Horthy consiguió evitar la ocupación alemana de Hungría
hasta 1944, año en el que, a la vez que se inician las deportaciones
de judíos, las SS de Skorzeny le deportan a Alemania –conseguirá
acabar refugiándose en Portugal, donde muere en 1957-, tomando el
poder en Viena el partido “de las Cruces y las Flechas”, del
prohitleriano Szálasi.
En cuanto a Polonia, ya en mayo de 1926 el golpe de estado
que lleva al poder al mariscal Josef Pilsudski propicia la instauración
de un régimen autoritario, aún más endurecido con la depresión
económica mundial; la situación no se suaviza tras la muerte de
Pilsudski en 1935, al establecerse la denominada “dictadura de los
coroneles”, que pronto se aproximó decididamente al gobierno de
Berlín. Rumanía, por su parte, soportó el poder personalista del rey
Carol II entre 1930 y 1940; muy graves fueron las acciones
emprendidas en el país por la “Legión del arcángel Miguel”, de Ion
Codreanu, un grupo reaccionario y antisemita, que se convertiría
posteriormente en la “Guardia de Hierro”, cuyos desmanes motivaron
su ilegalización y la ejecución de su líder en 1938; recreada tras la
ocupación alemana en octubre de 1940, apenas cuatro meses
después era disuelta de nuevo por sus actividades delictivas. También
TEMA 48.- Fascismo y neofascismo. Caracteres y circunstancias históricas en que se desarrollan.
Antonio M. Capdevila Gómez
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se estableció un régimen personalista en Bulgaria, bajo el reinado de
Boris III.
En cuanto a otros países europeos, destacaremos, a modo de
ejemplo, tres casos relevantes. En Portugal, se produce en 1926 el
golpe de estado del general Gómez da Costa, que derroca el régimen
parlamentario, aunque pronto sería despojado del poder por el
general Óscar Carmona, quien asumió la presidencia de la República,
nombrando ministro de Finanzas en 1928 a Antonio de Oliveira
Salazar, hombre fuerte del nuevo gobierno, que encabezaría desde
1932, y que mandaría redactar la Constitución que entró en vigor en
1933, origen de un Estado corporativo similar en muchos de sus
aspectos al fascismo italiano. Éste también influiría en muchos de los
principales elementos de la dictadura establecida en España desde
IX-1923 por el Capitán General de Cataluña Miguel Primo de Rivera –
relaciones laborales, obras públicas, régimen de partido único, en
este caso la Unión Patriótica-, especialmente cuando desde 1925 el
antiguo Capitán General de Cataluña “desmilitariza” parcialmente su
concepción del poder. De todos modos, los primeros núcleos fascistas,
contrarios a la izquierda y defensores de la recuperación de la
grandeza del pasado, para lo que proponen reformas sociales y
económicas, sindicatos mixtos y la ilegalización de los partidos de
izquierda, nacen con la fundación en 1931 por Onésimo Redondo y
Ramiro Ledesma de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista, y con
la creación por José Antonio Primo de Rivera en X-1933 de Falange
Española, que acabaría fundiéndose con la organización anterior.
Ilegalizados tras la victoria electoral del Frente Popular en 1936, los
falangistas serían posteriormente, tras la etapa de la guerra civil, uno
de los fundamentos del Franquismo, aunque ya bajo la denominación
de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, nombre que
responde a las consecuencias del Decreto de Unificación con los
Requetés dictado por el Generalísimo; los disidentes de la Falange
opuestos a esta medida, liderados por Manuel Hedilla, serían
represaliados por el gobierno de Franco. Finalmente, citaremos el caso
de Francia, donde el mantenimiento del sistema democrático no
impidió el auge de formaciones fascistas, como las anteriormente
citadas “Action Française” o los “Camelots du roi”, aunque la
formación más destacada fue la “Croix de Feu”, integrada
mayoritariamente por excombatientes, y que alcanzó su mejor
TEMA 48.- Fascismo y neofascismo. Caracteres y circunstancias históricas en que se desarrollan.
Antonio M. Capdevila Gómez
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momento hacia 1935, contando con cerca de setecientos mil
miembros, aunque nunca llegaron al punto de violencia de otros
grupos similares.
6. EL NEOFASCISMO.
Aunque la derrota de las potencias del Eje en la Segunda Guerra
Mundial pareció apagar el fuego de los movimientos totalitarios –
casos como el salazarismo lusitano o el franquismo hispano
supusieron sistemas de notable peculiaridad-, sus rescoldos se
mantuvieron aletargados, reavivándose, con más ruido que nueces,
en las últimas décadas del siglo XX, a través de los denominados
grupos neofascistas, que, bajo una parafernalia que suele recordar el
nazismo germano, se reducen, salvo contadas excepciones, a
corrientes xenófobas o marginales, lo que no es óbice para cierto
resurgir de la extrema derecha en las democracias liberales
occidentales en los últimos años, si bien descalabros como el del
National Front británico en las últimas elecciones generales en
Inglaterra o la sensible pérdida de apoyo electoral del partido dirigido
por Le Pen en los comicios municipales franceses del 2001 parecen
significar una ralentización de este proceso, que cuenta como
baluartes en la actualidad a alguna formación ultranacionalista
italiana y el acceso de G. Haider, presidente de la región de Carintia,
al cargo de primer ministro en Austria en el 2000. Aun así, y volviendo
al caso galo, no podemos dejar en el tintero los buenos resultados
logrados por los ultranacionalistas franceses en la primera ronda de
las elecciones presidenciales de 2002. De todos modos, las noticias
aparecidas en la prensa desde la caída del muro de Berlín, con
episodios de violencia gratuitos en no pocos países o los graves casos
de limpieza étnica en los conflictos balcánicos, parecen indicar el
retorno al fascismo de cierta parte de la juventud europea, en
ocasiones bajo prismas tan baladíes como el fanatismo deportivo, la
marginalidad musical o la añoranza de tiempos pasados que viven
determinados grupos sociales en el Este europeo. Por otra parte, no
faltan estudiosos que consideran a estos movimientos de
desconfianza y rechazo hacia las instituciones y la vida política como
una circunstancia nueva, ajena totalmente a los movimientos
totalitarios emergentes en la Europa de entreguerras.
En realidad, parecen evidentes las diferencias entre aquéllos y
los nuevos partidos de la extrema derecha europea, aunque pueda
TEMA 48.- Fascismo y neofascismo. Caracteres y circunstancias históricas en que se desarrollan.
Antonio M. Capdevila Gómez
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hallarse un paralelismo entre la consideración de lo judío en la
Alemania nazi y los componentes xenófobos de las ideologías de las
formaciones políticas actuales, mezclados sin embargo con una
estética novedosa, como es la “skin head”. Sin embargo, estos
partidos han optado por una imagen mucho más civilizada, ayuna de
militarismo y falta del culto al líder o de la mística de la juventud
propios de los antiguos fascismos. El profesor Antonio Elorza los
interpreta, calificándolos como “Populismos Reaccionarios”, como
reflejo de una cultura del malestar presente en la sociedad actual,
como consecuencia de un descontento social que origina la apuesta
por supuestos ideológicos incluso irracionales. Su ideología xenófoba
deriva del incremento del racismo en la Europa de los últimos años
del Novecientos, actitud especialmente extendida en los sectores
juveniles más desarraigados de los grandes núcleos urbanos, aunque
no escapan a ella jóvenes de estratos sociales más elevados; a esta
idea se suma, como motor básico de sus postulados, el rechazo a los
sistemas democráticos, representados por unas instituciones
estatales que no dan respuesta a sus demandas. Esta mentalidad es
compartida por una curiosa amalgama de grupúsculos, especialmente
en Europa y Estados Unidos, alejados en muchas ocasiones de la
actuación política y sin más nexo común que los comportamientos
violentos; en nuestro país el más difundido es el de los “cabezas
rapadas”, con origen en Cataluña y el País Vasco, y pronto extendidos
a otras Comunidades, especialmente a la de Madrid. A diferencia de
otros correligionarios europeos, los skin heads españoles proceden en
buena medida de las clases media y alta, relacionándose
singularmente con actitudes “ultras” bajo el camuflaje del apoyo a
distintos clubs deportivos, especialmente futbolísticos. Uno de los
factores más homogeneizadores de los skins europeos, además de la
estética paramilitar son determinadas preferencias musicales, que
incluso sirven como pretexto para el enfrentamiento directo con otros
grupos “desclasados” del Viejo Continente, las distintas “tribus
urbanas”, que, sin embargo, difícilmente pueden encuadrarse en el
seno del fenómeno neofascista.
De todos modos, cualesquiera que sean sus manifestaciones,
parece claro la pretensión de los grupos neofascistas de infundir
terror a la sociedad en general –como prueba de su rebeldía social- y,
de modo particular, a colectivos como homosexuales, inmigrantes o
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Antonio M. Capdevila Gómez
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indigentes. Sin embargo, todo lo expuesto gira más en el terreno de
las actitudes que en el de la actuación política, canalizada a través de
una serie de partidos o asociaciones, en no pocos casos concurrentes,
generalmente con muy escaso éxito, a las distintas consultas
electorales; por eso, y a modo de breve catálogo, cerramos esta
visión del Neofascismo con una relación somera de estas formaciones
en la Europa actual. Ya señalamos que dentro de un panorama poco
boyante, sus mejores resultados en las urnas los han obtenido en los
últimos años en Austria, Francia e Italia. En Austria destaca la
importancia actual del “Partido Liberal” (FPOE), que desde su feudo
de Carintia ha elevado a las más altas responsabilidades de la política
nacional a su líder, G. Haider; a pesar de ser un partido de orientación
neonazi y pangermanista, pertenece a la Internacional Liberal;
destaca asimismo otra formación ultraderechista, el NPD (“Partido
Democrático Nacional”); en Francia, el ascenso del “Frente
Nacional” de Jean Marie Le Pen, con más de cien mil militantes –
muchos de ellos en las regiones de Provenza y los Alpes Costa Azul- y
un número mucho más alto de votantes, ha dejado en un segundo
plano a otras asociaciones neofascistas, como “Tercera Vía”, el
“Partido Nacionalista Francés y Europeo” o los “Fascios Nacionalistas
Europeos”; en Italia sobresalen el “Movimiento Social Italiano”, de
talante fascista, anticomunista y xenófobo, y el curioso conglomerado
de la “Liga Italiana”, liderada por U. Bossi e integrada por militantes
de ideologías muy diferentes, pero todos coincidentes en su rechazo
al modelo democrático del país transalpino. Con todavía menos fuerza
hallamos en Gran Bretaña al “National Front”, muy parecido al
“Frente Nacional” francés, pero con un apoyo popular y electoral
mucho menor, y al “Partido Nacional Británico”, grupo marginal
marcadamente nazista.
En el resto del continente, el peso de los partidos neofascistas es
aún mucho menos significativo. Así, en Bélgica hallamos otro “Frente
Nacional” y al “Bloque Flamenco”, ultraderechistas xenófobos que
aspiran a la reunificación con sus vecinos holandeses; en la misma
Holanda encontramos al reducido “Frente de Acción
Nacionalsocialista” y a dos formaciones que rivalizan entre sí, los muy
racistas “Demócratas de Centro” (CD) y al “Partido de Centro 86”. En
cuanto a Escandinavia, las fuerzas más notables son la “Liga Nacional
Danesa” en Dinamarca, junto a otro grupo de denominación muy
TEMA 48.- Fascismo y neofascismo. Caracteres y circunstancias históricas en que se desarrollan.
Antonio M. Capdevila Gómez
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significativa que ha concurrido a algunas consultas electorales en los
90, la “Lista ciudadana Alto a la Inmigración”, mientras que en
Suecia trabaja la populista “Nueva Democracia”, constituida a
comienzos de la última década del siglo XX. En la propia Alemania,
muy cuidadosa en el control de los brotes del nazismo –la defensa
concreta de esta ideología está tipificada en la legislación penal-, no
faltan formaciones de extrema derecha, como la DVU (“Unión del
Pueblo Alemán”) o el NPD (“Partido Nacional Democrático”), a las que
se suman grupúsculos de acción callejera, como “Deustche
Alternative”. Por último, una mirada al ámbito mediterráneo nos
muestra en Grecia a la “Sociedad Política Nacional”, en Portugal al
residual “Movimiento de Acción Nacional” y en España, al margen de
la alicaída “Fuerza Nueva”, que a la postre sólo fue un rescoldo del
Franquismo que posteriormente adoptaría, bajo el liderazgo de Blas
Piñar, el nombre de “Frente Nacional”, a “Falange Española”, de
orientación fascista, “Nación Joven” –asociación cultural de tendencia
ultranacionalista- y a los pronazis de CEDADE (“Círculo Español de
Amigos de Europa”), que cuenta con una ramificación en tierras
lusitanas.
La relación hasta aquí recogida no invita a pensar en una rápida
desaparición del Neofascismo en el milenio recién comenzado; de
cualquier modo, aunque no parezcan estar en condiciones de
alcanzar el poder político, no cabe duda que la presencia de esta
extrema derecha es un factor de perturbación de la paz y el equilibrio
sociales y un peligro potencial para la vida democrática de los países
europeos.
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TEMA 48.- Fascismo y neofascismo. Caracteres y circunstancias históricas en que se desarrollan.


Antonio M. Capdevila Gómez
1
RESUMEN TEMA 48.- FASCISMO Y NEOFASCISMO: CARACTERÍSTICAS Y
CIRCUNSTANCIAS HISTÓRICAS EN QUE SE DESARROLLAN.
La crisis del Estado liberal tras la IGM
Después de la 1ª Guerra Mundial, las democracias liberales entran en un
período de crisis, acompañada de problemas económicos y políticos que ponen
en peligro su modo de vida y obligan a transformaciones ideológicas; aun así, los
países de tradición liberal más consolidada mantendrán sus instituciones,
mientras que otros como Alemania, Italia o la URSS verán imponerse regímenes
dictatoriales. La crisis del sistema liberal se relaciona con la situación mundial
tras la Guerra, en la que surgen factores como las nuevas nacionalidades, la
decadencia europea, el ascenso de las potencias extraeuropeas, la humillación de
los vencidos o la recesión económica, todo lo cual hace precisa una reforma de
las viejas democracias liberales del siglo XIX. Desde el punto de vista político, los
postulados del liberalismo clásico van a modificarse transformándose por causas
como los nuevos sectores sociales, la desconfianza en el sistema pluripartidista,
las agitaciones sociales, los cambios económicos producidos por la guerra y la
crisis de las instituciones representativas.
Ante la situación de crisis, ya hemos señalado como países de honda
tradición liberal, como Francia o Gran Bretaña, ofrecen respuestas democráticas,
aunque esto no evita la aparición de formaciones de talante fascista; también
Alemania apostó en un principio por una respuesta similar tras la Gran Guerra
(establecimiento de la República de Weimar), aunque precisamente los
mecanismos democráticos de ésta posibilitaron el ascenso político del Nazismo.
Respuesta totalitaria a la crisis del sistema liberal
Los fascismos son movimientos ultranacionalistas, antiliberales,
antidemocráticos y antimarxistas, desarrollados especialmente en la Europa de
entreguerras. Todos se basan en características doctrinales muy definidas
(totalitarismo, partido único, ultranacionalismo, culto al líder, diferencias sociales
y raciales, militarismo) y tienen un caldo de cultivo muy favorable en
circunstancias propias de aquella época. Aunque los casos más representativos
son los de Italia y Alemania, el fascismo estuvo presente en otras dictaduras de
aquellos años (Austria, Polonia, Rumanía, Portugal, la España primorriverista),
surgiendo también grupos de talante fascista en democracias tan sólidas como la
francesa o la británica. Carentes de verdaderos antecedentes aunque puedan
buscarse raíces en pensadores como Shopenhauer o Spengler, podemos
esquematizar la doctrina totalitaria de la siguiente manera:
Doctrina política: a) Supremacía absoluta del Estado; b) Régimen
dictatorial, con evidente predominio del poder ejecutivo; c) Plasmación del poder
en la persona de un líder, como el Duce en Italia o el Führer en Alemania; d)
Nacionalismo exacerbado, traducido en políticas expansionistas y
reivindicaciones territoriales obsesivas.
Doctrina económica: a) Antimarxismo y anticapitalismo inicial, muy
matizado posteriormente, aunque siempre se propugnará el intervencionismo, a
la vez que la propaganda presenta a los fascistas como defensores de los
trabajadores; b) Autarquía; c) Expansionismo imperialista, que busca nuevos
mercados, materias primas y fuentes energéticas; d) Obsesión por las grandes
obras públicas, que, además de exaltar las grandezas del régimen, permiten la
disminución del paro.
Doctrina social: a) Existencia de una élite dirigente; b) Persecución de unas
víctimas expiatorias, sobre todo judíos, a las que se las acusa de ser la causa de
los problemas de la sociedad y de entorpecer las aspiraciones del pueblo
TEMA 48.- Fascismo y neofascismo. Caracteres y circunstancias históricas en que se desarrollan.
Antonio M. Capdevila Gómez
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dominante; c) Apoyo de la alta burguesía, que se sumó a la pequeña en la que en
un principio encontraron sus bases los fascismos, y dominio de los totalitaristas
sobre instituciones como ejército, burocracia e Iglesia. d) Institucionalización del
papel social de la mujer, a la que se asigna una "ciudadanía de segunda clase"; e)
Encuadramiento doctrinal de la juventud.
En cuanto a los métodos fascistas de gobierno, los instrumentos principales
de la actividad política serán: a) Partido Unico, jerarquizado y bajo el mando del
líder; el PNF (Partido Nacional Fascista) en Italia y el NSDAP (Partido Nacional
Socialista Obrero Alemán) en Alemania cuentan además con grupos paramilitares
(Fascios de Combatientes los primeros, las SA o Tropas de Asalto los segundos);
b) Propaganda; c) Movilizaciones y control de masas, como medios de exaltación
del régimen; d) Utilización de la violencia por el Gobierno; e) Burocracia dócil y
adicta, encargada de ejecutar en el Partido y en el Estado las decisiones del Jefe.
Por último, como causas principales del ascenso al poder de los
movimientos totalitarios podemos destacar la situación de crisis económica y las
peculiaridades sociales de la postguerra: desclasamiento, paro, miedo a la
expansión del comunismo, sentimiento nacionalista en los países derrotados en la
Gran Guerra, etc.
El Fascismo italiano
Sin ideas ni programas, con una línea de actuación en el exterior que
fomentaba las amenazas violentas y otra en el interior que propiciaba las
desigualdades, el fascismo se hizo con el poder en Italia, gracias sobre todo a la
situación de descontento social del país, evidenciada en el fuerte incremento de
los precios, el consiguiente descenso del nivel de vida y las convulsiones en el
mundo rural. A todo esto debemos sumar el triunfo parcial de las reclamaciones
laborales en detrimento de las clases medias, la inestabilidad ministerial, el
descrédito del parlamentarismo y el irredentismo surgido de los acuerdos de
Versalles y plasmado en la ocupación de Fiume por D'Annunzio ya en 1919. Este
ambiente de crisis y preocupación será el caldo de cultivo ideal para el
nacimiento y posterior toma del poder del PFI, el Partido Fascista Italiano.
El fascismo italiano encontró su líder en Benito Mussolini (1883-1945), un
maestro que abandonó el Partido Socialista y que, concluida la guerra, creó el
movimiento fascista, cuyo embrión, en marzo de 1919, son los Fascios italianos
de combate, integrados por unos trescientos hombres entre los que
predominaban excombatientes inadaptados. En IX-1922 Mussolini pronuncia el
famoso discurso en el que defiende la renovación del país sin poner en peligro la
estabilidad de la Corona, y todo ello a pesar de que desde el año anterior los
fascistas habían manifestado a las claras su verdadera cara, desatando una
violenta oleada contra las organizaciones izquierdistas. Ante la pasividad general,
se desarrolla el 24.X.1922 la "Marcha sobre Roma", tras la que Víctor Manuel III
propone a Mussolini cinco días después la formación de gobierno. Posteriormente,
se elegirán unas Cámaras de gran debilidad, que en noviembre otorgan al Duce
plenos poderes. De este modo comienza la fascistización de Italia; disuelto el
Parlamento en 1924, Mussolini convoca unas elecciones de proceso poco limpio,
tras las que logra 275 de los 374 escaños en disputa, a pesar de que este número
de diputados no respondía a la realidad de los votos recibidos por el PFI (se había
fundado como tal en 1921), desatándose una oleada de protestas acalladas con
el asesinato del líder socialista Matteoti.
En 1926 Italia era ya un Estado plenamente totalitario, donde el verdadero
poder lo detentaba el Duce, que por ley de 25-XII-1925 era Jefe del Gobierno,
Primer Ministro y Secretario de Estado. Impulsará una política económica
TEMA 48.- Fascismo y neofascismo. Caracteres y circunstancias históricas en que se desarrollan.
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intervencionista, encaminada más al prestigio del régimen que al bienestar de los
ciudadanos y caracterizada por la proclamación de distintas "batallas"
económicas de clara intención autárquica. También se roturaron nuevas tierras y
se extendieron los regadíos -valle del Po, Marismas Pontinas-, proyectándose un
amplio programa de obras públicas de las que muchas quedaron inconclusas. La
crisis del 29 se notó con fuerza, motivando la intensificación de la autarquía y la
creación de organismos para el desarrollo industrial, como el I.R.I. (Instituto de
Reconstrucción Industrial). En cuanto a la política exterior, el expansionismo se
plasmó en la guerra de Etiopía, mientras que las relaciones con la Santa Sede se
normalizaron tras los Acuerdos de Letrán de 1929. Las medidas sociales
pretendieron la renovación de la estructura de la sociedad, limitándose la
emigración y fomentándose la natalidad; por otra parte, se procuró el
encuadramiento de la población en organizaciones laborales y políticas, como las
Corporaciones de Obreros y Patronos o las secciones juveniles del PFI. Cultura,
enseñanza, publicidad y medios de comunicación también fueron plenamente
controlados por el Estado.
Como balance, el Fascismo no dejó gran huella en Italia, ni por la reducción
de la antigua clase dirigente ni por una mejora significativa de las condiciones de
vida de la población que supusieran un verdadero cambio social; el
estrechamiento de lazos con la Alemania de Hitler se tradujo en la formación del
Eje Roma-Berlín en 1936 y la participación en la IIGM, en la que la derrota
costaría la vida al propio Mussolini en 1945 y la caída del régimen fascista
italiano.
El nazismo alemán
Explican el ascenso del nazismo factores como la radicalización de la
derecha alemana, los efectos de la depresión económica de los años 30, la crisis
del sistema parlamentario tras la muerte de Stresseman y la propia preparación
que de su toma del poder hicieron los nazis, a través de una eficaz táctica
propagandística. A pesar de distintos intentos para evitar el auge del nazismo, los
espectaculares resultados electorales del partido de Hitler en 1932 le valieron,
por iniciativa del presidente Hindenburg, el encargo de formar un gobierno de
coalición en I-1933, previo a una nueva convocatoria electoral en la que los nazis
se harían con el poder.
Adolfo Hitler (Braunau, 1889) transformó tras la IGM el DAP en NSDAP,
rigiendo sus destinos desde 1921. Tras cumplir la condena derivada de su
participación en el "putsch" de Munich de 1923, comienza la búsqueda legal del
poder, con éxito creciente culminado en los comicios de 1932 con más de 13
millones de votos. Ya en el poder, Hitler hizo de la República de Weimar un
régimen totalitario, con pleno control y destrucción de la oposición, tanto externa
como interna (eliminación de las SA); centralizó el Estado y estableció como
partido único el NSDAP. Con apenas voces discrepantes, que sólo vinieron de
parte de la Iglesia germana, el control del interior fue paso previo al
expansionismo exterior en búsqueda del denominado "espacio vital", exponente
de los anhelos de la raza aria y origen de continuas reclamaciones y sucesivas
invasiones que preludiaron la IIGM. En la década de los 30 se asiste en Alemania
a un crecimiento económico, motivado, entre otras causas, por el desarrollo de
planes cuatrienales; la integración de los obreros en el orden nacionalsocialista;
la absorción de mucha mano de obra por el Estado; una política exterior agresiva,
que propicia el aumento de la siderurgia pesada, la industria química y la de
armamento; la construcción de obras públicas; el control de cambios, regulación
de precios y uso de los efectos MEFO; el desarrollo de una agricultura autárquica
TEMA 48.- Fascismo y neofascismo. Caracteres y circunstancias históricas en que se desarrollan.
Antonio M. Capdevila Gómez
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o el mantenimiento del consumo en niveles muy restringidos. Estas medidas
permitieron una reducción drástica del paro y la consolidación de los beneficios
de grandes comerciales e industriales, que no dudaron en su apoyo al régimen
nazi.
En cuanto a la política social, plasma la doctrina hitleriana de la jerarquía
social: dominio ario sobre las restantes colectividades, en lo que se inserta el
antisemitismo, ultranacionalismo, fomento de la natalidad, legislación favorable a
los obreros industriales (Frente del Trabajo), etc., aunque de cara a los niveles de
vida el estímulo del rearme fue en perjuicio de las manufacturas y productos de
consumo.
Otras experiencias totalitarias
El totalitarismo se extendió en la etapa de entreguerras por numerosos
países; limitándonos a Europa, es muy notable en Centroeuropa, con la única
excepción de Checoslovaquia. Así en Austria cobrará gran fuerza tras el asesinato
del canciller Dollfus, confirmándose en marzo de 1938 con la toma del poder por
el nazi Seyss-Inquart, quien permitirá el comienzo del "Anschluss" germano; en
Hungría el almirante Horthy impondrá un modelo de gobierno dictatorial entre
1920 y 1944, acercándose decididamente hacia los países del Eje; Polonia, por su
parte, conocerá el autoritarismo del mariscal Pilsudski de 1926 a 1935,
continuado por la llamada "dictadura de los coroneles"; los monarcas de Rumanía
-Carol II- y de Bulgaria -Boris III- impondrán asimismo regímenes personalistas. En
otros lugares del Viejo Continente también se producen procesos de
fascistización; así, tras una serie de pasos iniciados por el general Gómez da
Costa en 1926, en Portugal desde 1932 se consolida el gobierno autoritario de
Oliveira Salazar, en Francia cobran especial fuerza organizaciones como la "Croix
de Feu", o España conoce la dictadura primorriverista -1923/1930- y, tras ésta, la
aparición de organizaciones como las JONS o Falange Española, muy significativas
en el Franquismo posterior.
El Neofascismo
Los rescoldos del totalitarismo se reavivan con más ruido que nueces en las
últimas décadas del siglo XX a través de los denominados grupos neofascistas,
que, bajo una parafernalia que suele recordar el nazismo germano, se reducen,
salvo contadas excepciones, a corrientes xenófobas o marginales, lo que no es
óbice para cierto resurgir de la extrema derecha en las democracias liberales
occidentales, como prueban ejemplos como el de G. Haider en Austria o los
buenos resultados electorales de Le Pen en los últimos comicios presidenciales
franceses. De todos modos, las noticias aparecidas en la prensa desde la caída
del muro de Berlín, con episodios de violencia gratuitos en no pocos países o los
graves casos de limpieza étnica en los conflictos balcánicos, parecen indicar el
retorno al fascismo de cierta parte de la juventud europea, en ocasiones bajo
prismas tan baladíes como el fanatismo deportivo, la marginalidad musical o la
añoranza de tiempos pasados que viven determinados grupos sociales en el Este
europeo; en líneas generales se observan grandes diferencias entre los
totalitarismos estudiados en el tema y los movimientos "paralelos" actuales, que,
salvo estéticas como la "skin head", han optado por una imagen mucho más
civilizada, ayuna de militarismo y falta del culto al líder o de la mística de la
juventud propios de los antiguos fascismos. El profesor Elorza los interpreta como
“Populismos Reaccionarios”, reflejo de una cultura del malestar presente en la
sociedad actual; su ideología xenófoba deriva del incremento del racismo en la
Europa de los últimos años del Novecientos, actitud especialmente extendida en
los sectores juveniles más desarraigados de los grandes núcleos urbanos, idea a
TEMA 48.- Fascismo y neofascismo. Caracteres y circunstancias históricas en que se desarrollan.
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la que se suma el rechazo a los sistemas democráticos representados por las
instituciones estatales. Esta mentalidad es compartida por una amalgama de
grupúsculos, especialmente en Europa y Estados Unidos, alejados en muchas
ocasiones de la actuación política y sin más nexo común que los
comportamientos violentos; en nuestro país el más difundido es el de los
“cabezas rapadas”, que, a diferencia de otros correligionarios europeos, proceden
en buena medida de las clases media y alta, relacionándose singularmente con
actitudes “ultras” bajo el camuflaje del apoyo a distintos clubs deportivos;
factores homogeneizadores de los skins europeos son la estética paramilitar y
determinadas preferencias musicales, que incluso sirven para el enfrentamiento
con otras “tribus urbanas”, difícilmente encuadrables en el seno del fenómeno
neofascista. Estas manifestaciones giran más en torno a las actitudes que a la
actuación política, canalizada a través de partidos o asociaciones concurrentes,
generalmente con muy escaso éxito, a las distintas consultas electorales; por
eso, y a modo de breve catálogo, cerramos esta visión del Neofascismo con una
relación somera de estas formaciones en la Europa actual. Ya señalamos que
dentro de un panorama poco boyante, sus mejores resultados en las urnas los
han obtenido en los últimos años en Austria, Francia e Italia. En Austria destaca
la importancia actual del “Partido Liberal” (FPOE), que desde su feudo de Carintia
ha elevado a las más altas responsabilidades de la política nacional a su líder, G.
Haider; a pesar de ser un partido de orientación neonazi y pangermanista,
pertenece a la Internacional Liberal; en Francia, el ascenso del “Frente Nacional”
de Jean Marie Le Pen, con más de cien mil militantes –muchos de ellos en las
regiones de Provenza y los Alpes Costa Azul- y un número mucho más alto de
votantes, ha dejado en un segundo plano a otras asociaciones neofascistas, como
“Tercera Vía”; en Italia sobresalen el “Movimiento Social Italiano”, de talante
fascista, anticomunista y xenófobo, y el curioso conglomerado de la “Liga
Italiana”, liderada por U. Bossi e integrada por militantes de ideologías muy
diferentes; menor fuerza tiene en Gran Bretaña el “National Front”, de escaso
apoyo electoral. A modo de somero catálogo, podemos citar en el resto del
continente a un conjunto de formaciones aún menos significativas, como los
belgas del "Frente Nacional" o el "Bloque Flamenco", los holandeses del “Frente
de Acción Nacionalsocialista”, la “Liga Nacional” en Dinamarca, la populista
“Nueva Democracia” sueca, la germana "Unión del Pueblo Alemán”, los griegos
de la “Sociedad Política Nacional”, el residual “Movimiento de Acción Nacional” en
Portugal o, en España, la alicaída “Fuerza Nueva”, “Falange Española”, de
orientación fascista, “Nación Joven”, y a los pronazis de CEDADE.
Bibliografía: Como obras generales recomendamos el uso de AMBROSIUS, G., y
HUBBARD, W.H., Historia social y económica de Europa en el siglo XX, Alianza,
Madrid, 1992; BRIGGS, A., y CLAVIN, P., Historia Contemporánea de Europa, 1789-
1989, Crítica, Madrid, 1997; o TUSELL, J., y otros, Historia del Mundo
Contemporáneo, Universitas, Madrid, 1995. Monografías interesantes son: BOSWORTH,
H., Mussolini, Península, 2003; BOURDERON, R., Fascismo. Ideología y Práctica.
Narcea, Madrid, 1982; FELICE, R., Teorías del Fascismo, Península, Barcelona, 1987;
JACKSON, G., Civilización y barbarie, Planeta, Barcelona, 1997; o las ya clásicas
TASCA, A., El Nacimiento del Fascismo, Ariel, Barcelona, 1969; y THORTON, M.J., El
nazismo (1918-1945), Orbis, Barcelona, 1987.

TEMA 48.- Fascismo y neofascismo. Caracteres y circunstancias históricas en que se desarrollan.


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