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ISSN: 2014-4660
Cita recomendada:
Delgado-Ordóñez, Bibiana. 2018. “«Bailar hasta con la escoba». Mundos de
sentido en la escena salsera bogotana de los años ochenta”. Cuadernos de
Etnomusicología. Nº12. <URL> (Fecha de consulta dd/mm/aa)
Resumen
En la década de 1970 estalló en Nueva York el boom de la salsa, que alcanzó
rápidamente las costas colombianas y las ciudades de interior. La alegría del
género es la referencia primaria de sus oyentes, que al poseer esta música la
han integrado en su identidad – o a su auto-relato – y la han incorporado a la
percepción de sí mismos (Frith, 1987). La noción “la salsa es alegría” se ha
convertido en un hábito interpretativo, es decir, un significado estabilizado que
en tanto código es una: “institución social por medio de la cual los fenómenos
adquieren sentido en el seno de una comunidad” (López Cano, 2013, 43). No
obstante, la corporeidad del salsero, eje de producción de significados en la
experiencia musical subjetiva, abierta al entorno social y natural e informada
por él (Pelinski, 2005), es articuladora de complejos mundos de sentido.
Mundos que además se dinamizan en la narración de sus protagonistas
(Ricoeur, 1985) cuyas experiencias están situadas espacio-temporalmente e
inmersas en una “socialidad viva” (Husserl [1913] 1982).
1El presente texto es una sección revisada de la tesis doctoral Salsa y Década de los Ochenta.
Apropiación, Subjetividad e Identidad en los Participantes de la Escena Salsera de Bogotá,
(Delgado-Ordóñez, 2017) presentada en la Universidad de Valladolid en junio de 2017.
Abstract
In the 1970s, the salsa boom exploded in New York, rapidly reaching both
Colombian coasts and the interior cities. The joy in the genre is the primary
reference for its listeners, who by possessing this music have integrated it into
their identity – or life-story – and incorporated it as a part of their perception of
themselves (Frith, 1987). The notion "salsa is joy" has become an interpretative
habit, that is, an established definition which, as a code, is: "a social institution
through which phenomena acquire meaning within a community" (López-Cano
2013, 43). However, the corporeality of salsa dancer or listener, as an axis for
production of meaning within the subjective musical experience, which is both
open to its social and natural environment and informed by it (Pelinski, 2005),
acts as a unifier of complex sense-worlds: worlds made even more dynamic by
the narrative of their protagonists (Ricoeur, 1985), whose experiences are
spatiotemporally located and immersed in a "living sociality" (Husserl, 1913).
This article is based on an urban ethnography that refers to the Old Guard
dance scene of the nineteen-eighties in Bogota, and offers thoughts on how
within that scene –and the subsequent chronological, local and social spaces
that arose from it– people have managed to shape a non-fictional reality that
makes it possible to: create an identity or identities for the "self" (Hall, 1996);
provide and give significance to the roles of distinct social positions; and set the
stages on which battles are fought to construct meaning (Vila, 1996). The
central approach that came out of this is that salsa makes multiple realities
possible and establishes sense-worlds through the aesthetic experience of the
music and the phenomena of meaning produced around it.
2 “Rumba”, en este caso, es el nombre que se le da en Colombia, además de otros países del
Caribe, a las fiestas donde prevalece el baile de música salsa o tropical colombiana. La rumba
se desarrolla convencionalmente en discotecas, bares o salsotecas y quienes la practican
suelen denominarse rumberos.
3 La novela fue publicada en el año de 1977, el mismo día en que se suicidó el joven autor
caleño a sus 25 años de edad. En Colombia Que Viva la música se convirtió en un ícono de
juventudes y proporcionó una ola de identificaciones desde el relato del autor a través de su
protagonista. Ella retrata la rumba juvenil en la gran ciudad circundada de los deseos y
esperanzas de sus jóvenes en medio del caos, del descontrol, el consumo de drogas y la
descomposición social.
Ante el espejo separé este pelo mío en dos grandes guedejas y abrí los ojos hasta que
no se me vieron párpados y la frente se me llenó de brillantez y de hoyuelos los pómulos.
También me dicen: "qué ojos", y yo los cierro un segundo, discreta. Si ya los tengo
hundidos es porque en esa época lo deseaba: sí, tenerlos como Mariángela, una pelada
que ahora está muerta. Quería yo tener ese filo que tenía ella cuando miraba de medio
costado, en las noches en que bailaba sola y nadie que se le acercara, quién con esa
furia que se le iba metiendo hasta que ya no era ella la que seguía la música: yo la llegué
a ver totalmente desgonzada, con los ojos idos, pero con una fuerza en el vientre que la
sacudía. Era la furia que tenía adentro la que respondía al ritmo. (Caicedo, 1977: 13)
Nosotros pensábamos a veces lo mismo. Si la música vale la pena, también vale la pena
ir a donde ésta resuena. Y nada nos lo impide. Tomamos la buseta que da mil vueltas y
soportamos el trancón de turno hasta llegar allá. Nos emborrachamos, bailamos y
salimos con una sonrisa de oreja a oreja para volver al día siguiente. Repetimos el viaje
y ya somos clientes asiduos. Estamos enfermos de rumba, trasnocho, música y licor,
pero no nos queremos curar.
Las tabernas tienen ese atractivo. Nos envuelven, nos atrapan y no nos sueltan. Tienen
muchas historias que contar para dejarnos ir libremente. Y además nosotros hacemos
parte de esas historias, como hacen también parte la esquina, la calle, el barrio, la
ciudad y la música, toda la música que conforma nuestra memoria y que se desliza por
los rincones de una taberna. Este libro está pensado en tiempo de taberna, en tiempo de
noche y de rumba. (Arteaga, 1990: 19).
Cuando se crea el Goce Pagano (GP) el público empieza a cambiar. El GP6 rompe con
un esquema. Porque eran todos los intelectuales izquierdosos, que lo que querían era
otra vaina, que no querían luces, ni espejos, ni nada, solamente velas en la mesa y una
música, así fuera con mal sonido, pero la música nuestra, a oír las noches y a gozarnos
esa vaina y sin pretensiones de ser bailarín, o si quiero bailar sola, bailo sola y nadie me
dice nada, ni me friega la vida, ¡me respetan! Empezaron a ir mujeres solas, grandes
industriales, grandes intelectuales, y todo el mundo se empezó a reunir allí. Unos se
iban al GP, otros al Quiebracanto, y después cuando nace el Café del Libro: allí, el
público empieza a cambiar. Es la cultura, compartir cultura en torno a la música. […]
Sitios hechos a “lo universitario”, a “lo intelectual”, entonces todo el tiempo iba uno
viendo público universitario. De hecho el GP de la quinta, terminó siendo un enclave de
universitarios (Carreño, 2014, comunicación personal).7
5 Por ejemplo, el coleccionismo, que generó otro tipo de espacio con una práctica de escucha
determinada. En los encuentros de coleccionistas prima el saber histórico, de tal forma que se
fundan competiciones que instituyen una política del conocimiento.
6 En términos de Arteaga, «El carácter cultural del Goce lo convirtió en una especie de
Pagano y de los muchos otros locales que han sido dirigidos por César «Pagano» Villegas.
Sobre su aporte a la melomanía salsera bogotana, la revista Semana resalta lo siguiente: “No
hay lugar en la casa de César Pagano que esté destinado a otra cosa que a la música. Desde
muy joven se dedicó a coleccionar discos de Los Gaiteros de San Jacinto, Lucho Bermúdez y
la Sonora Matancera, entre otro centenar de artistas. Con su enorme colección alimentó hasta
el año pasado su templo de la salsa, Salomé Pagana, donde redefinió la rumba bogotana. […]”
(Sección Cultura, 2015).
10 Es interesante anotar que, para muchos jóvenes, algunos todavía escolares de últimos años,
la salsa fue un encuentro fortuito, ya que decidieron salir a conocer la ciudad y sin pensarlo lo
que encontraron en el centro o sur, fue precisamente, la salsa. Wilson cuenta lo siguiente: “En
una salida del colegio, a los 13-14 años, nos llevaron a la Plaza de Toros, pero yo me volé con
unos amigos y fuimos a ver el centro [centro-oriente] de la ciudad. Ver esa cantidad de bares
nos sorprendió muchísimo, y teníamos mucha curiosidad de ver la ciudad en la noche. A los
16, ya decidí ir a estos sitios con algunos amigos. Después, los lugares que frecuentaba
siempre tenían un corte más intelectual” (Córdoba, 2014).
está situada y solo es posible con la participación del otro. En este sentido, la
descripción del evento es fenomenológica y se comprueba que:
[…] A partir de esta experiencia los salseros de Bogotá construyeron su particular mapa
rumbero por medio de recorridos exploratorios al principio, el descubrimiento de nuevos
lugares y luego con un saber incorporado al cuerpo, a través de trashumancias urbanas
más especializadas que consolidaron la pasión por este género. En esa cartografía
sensible se fueron identificando los ritmos más gozosos, los mejores bailarines, el mejor
sonido, los mejores programadores, los lugares a los que iban las mujeres más bellas,
los más “pesados” y los más elegantes de la rumba. Esta cartografía fue crucial,
además, para crear zonas personales de despeje musical, como en el caso de muchos
viejaguarderos o melómanos, o para saber dónde encontrar a los mejores coleccionistas
de acetatos (Gómez S. y Jaramillo M. 2013: 88).
11 Las matinés barriales, cocacolas bailables y agüelulos (nombre que se les daba en Cali),
eran diversos tipos de fiesta popular, donde se llevaba a cabo la rumba. Normalmente, se
tomaba un espacio de la calle o las discotecas disponían de un horario en el día, y los
muchachos acudían a bailar y socializar en las tardes de sábados y domingos.
12 Gómez y Jaramillo hacen alusión a las mezclas e hibridaciones poblacionales que habitaban
esa escena, y advierten sobre la siguiente diferencia: “[…] las prácticas festivas se convierten
en catalizadoras de las afirmaciones propias y diferentes, y de sus intercambios culturales. De
esta manera, se constituyen sensibilidades en dos tipos de escenarios: la fiesta popular
asociada con las verbenas y bazares, y la fiesta juvenil conectada a las cocacolas y matinés.
Por lo tanto, el barrio es el territorio de mediación entre la cultura campesina y la cultura
citadina, y el escenario donde surge, se asienta y se confronta lo popular ampliado, lo que
viene del mundo rural y lo existente del mundo urbano” (2013: 38).
Yo pienso que fue la atmósfera del barrio latino que el desarrollo fue en barrios como el
Santafé,13 porque además era un barrio popular, un barrio latino. Es el mismo barrio
donde camina Pedro Navaja, con basura con las calles rotas y las paredes
desconchadas, algunos postes sin luz y perros, habitantes de la calle, o sea, es un barrio
latino. Entonces, pues obviamente los arriendos eran baratos y era en el centro. Muchos
de los músicos vivían allí. Yo no vivía allí pero trabajaba mucho tiempo allí, ensayaba allí
todo el tiempo. Los domingos estaba metido allí en ese barrio, en la carrera 17 con 23,
más o menos. Entonces, llegaban todos los músicos que vivían en el sector.
Intercambiábamos ideas, charlas conocimientos, patrones, nos enseñábamos
mutuamente (Ramírez, 2014).
13El barrio Santafé forma parte del centro tradicional de la ciudad. Es un sector histórico que en
1948 sufrió los estragos del bogotazo. Contiene sitios de valor histórico y cultural para los
capitalinos y estaba en el circuito de rumba de los años ochenta. Con la problemática usual de
los territorios de inmigrantes y las zonas de tolerancia, hoy presenta graves conflictos de
prostitución, drogas, violencia callejera y los que comporta su alto movimiento comercial.
14
El texto citado por Cámara de Landa es: Manuel, Peter: Popular Musics of the Non·Western
Wold. An Introductory Survey, New York/Oxford: Oxford University Press, 1988.
15 Panchito Riset fue el nombre artístico de Francisco Riset Rincón (La Habana 1911 - Nueva
York 1988), una de las voces más importantes del bolero, aunque en sus comienzos interpretó
también guarachas, cha cha chás y otros géneros cubanos. En 1981 perdió sus piernas debido
a la diabetes.
17 Santa Marta es una ciudad de la Costa Atlántica colombiana, localizada hacia el noreste de
Cartagena y Barranquilla.
18 Francisco Raúl Gutiérrez Grillo (La Habana 1908 – Londres 1984), apodado “Machito”, fue un
legendario músico cubano cuyo trabajo fue muy importante en la creación del jazz afrocubano.
Su hermana, Graciela Grillo-Pérez (La Habana 1915 – Nueva York 2010) fue cantante en su
orquesta y una de las principales difusoras de la música cubana en Estados Unidos.
19 En este punto hubo una conexión interesante con la música de protesta latinoamericana ya
Bibliografía
Attali, Jacques. 1977. Ruidos. Ensayo sobre la economía política de la música. Madrid:
Siglo XXI Editores.
siglo. Son vehementes declaraciones al estilo de Coriún Aharonián que definen el espacio
latinoamericano como: “todo el continente americano sometido, al sur de la frontera sur de los
Estados Unidos” (1994: 189).
Butler, Judith. 1993. Cuerpos que importan: sobre los límites materiales y discursivos
del «sexo». 1a. Buenos Aires: Paidós SAICF.
Caicedo, Andrés. 1977. Que viva la música. Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura.
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2015.
Straw, Will. 1991. "Systems of Articulation Logics of Change: Communities and Scenes
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Vila, Pablo. 1996. "Identidades narrativas y música. Una primera propuesta para
entender sus relaciones". Trans. Revista Transcultural de Música 2
http://www.sibetrans.com/trans/a288/identidades-narrativas-y-musica-una-primera-
propuesta-para-entender-sus-relaciones