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ENSAYO: EL HISTORICISMO

El historicismo alemán surge en las dos últimas décadas del siglo pasado y se desarrolla
en el período que transcurre hasta el comienzo de la segunda guerra mundial. La primera
manifestación del movimiento historicista alemán - según Pietro Rossi – se da en 1833
con la Introducción a las Ciencias del Espíritu de Dilthey (Einleitung in die
Geisteswissenschaften) y su última gran expresión (un reexamen retrospectivo de los
orígenes del historicismo y testimonio de su crisis final), será la aparición, en 1936, de El
historicismo y su génesis (Die Entstehung des Historismus) de Meinecke. Según
Meinecke el término historicismo, que fue "...empleado por primera vez en su sentido
justo en el libro de K. Werner sobre Vico, 1879, al hablar de historicismo filosófico
de Vico." (Friedrich Meinecke. El historicismo y su génesis; México, F.C.E.,1943,p. 11; en
Eugenio Imáz, Op.cit., p.13), alude a la sustitución de una consideración generalizada de
las fuerzas humanas históricas, por una consideración individualizadora. Esto no significa
- agrega - que el historicismo excluya la búsqueda de regularidad y tipos universales de la
vida humana, sino que necesita emplearlos y fundirlos en su sentido de lo individual.

Entre los representantes más notables de este movimiento filosófico en Alemania


merecen que se citen, además de Max Weber, a Wilhelm Dilthey, Georg Simmel, Oswald
Spengler, Ernst Troeltsch y Friedrich Meinecke. También pueden añadirse los nombres de
Wilhelm Windelband y Henrich Rickert, quienes se vinculan a la filosofía de los valores en
el seno del neocriticismo y cuya obra influirá sobre los estudiosos de las ciencias
humanas y sociales, como es el caso de Simmel y Weber. Ambos, al igual que Dilthey,
compartirán el intento kantiano de fundar en la conciencia el conocimiento histórico,
aunque diferirán profundamente en su concepción acerca de la naturaleza de tal
conocimiento. Aun reconociendo que los métodos de las ciencias naturales no eran
aplicables, sin más, a las ciencias sociales o culturales, los neokantianos se propusieron
encontrar para estos estudios, categorías igualmente racionales y reformular el concepto
de causación, de modo que resultara aplicable a las ciencias humanas. Pensaban que el
contenido irracional de estas ciencias podía abordarse con métodos racionales, y estaban
convencidos de la posibilidad de un conocimiento objetivo también en este ámbito.

Mientras que el primer tercio del siglo XIX estuvo marcado por el esfuerzo de los
historiadores alemanes por plantear la historia como ciencia y definir el nuevo paradigma
del historicismo, en la segunda mitad del siglo la proyección de la escuela histórica
alcanzó su apogeo, como puede apreciarse particularmente, en la manera que una serie
de disciplinas afines otorgaron preferencia a la aproximación histórica. Así se explica, por
ejemplo, el esplendor de la Kulturgeschichte (que va de la historia del arte a la sociología
de la cultura), representada fundamentalmente por W.H. Riehi y J. Burckhardt.

Sin embargo, paralelamente a esta evolución -y con frecuencia en estrecha relación con
ella-, los últimos años del siglo XIX verán multiplicarse los signos de una crisis del
historicismo optimista, que había conquistado a las generaciones precedentes y cuyo
registro reflexivo era la filosofía crítica de la historia. Partiendo de la constatación de que
la mayoría de los historiadores de su tiempo habían abandonado los fundamentos
filosóficos (idealismo) o religiosos (luteranismo) que daban coherencia a la visión de la
historia de un Ranke o de un Humboldt, algunos filósofos, como Wilhelm Dilthey (1833-
1911), Heinrich Rickert (1863-1936) o Ernest Troeltsch (1865-1923), pusieron de
manifiesto las aporías teóricas del historicismo (crítica de la concepción según la cual el
historiador podía leer directamente la verdad objetiva del pasado, observación de los
componentes irracionales de la naturaleza humana, crítica del axioma según el cual
existiría una unidad de la historia humana). A pesar de su fidelidad a la tradición
hermenéutica y su búsqueda de apoyo en Kant, no llegaron a elaborar verdaderamente
una teoría del conocimiento histórico sustentado en bases renovadas y científicamente
sólidas. "Sin embargo, la lección del historicismo no se ha perdido; por el contrario,
ha ofrecido una serie de categorías interpretativas de importancia decisiva que han
permitido determinar las dimensiones históricas del mundo humano, mientras que
sus perspectivas metodológicas han abierto el camino al análisis de las ciencias
histórico-sociales y de sus procedimientos."

ACTUALIDAD DEL PENSAMIENTO

Se ha afirmado que "el que no conoce la historia está condenado a repetirla", y esto es lo que
pretende el historicismo, conocer los procesos históricos de las cosas y de los seres para
entendernos mejor y así poder hablar de qué es lo que conoce.

Cuando hablamos de historicismo hablamos de experiencia, de hechos concretos, no de aspectos


teóricos o de hipótesis; el historicismo es siempre conclusión, fruto de vivencias.

En nuestros días, donde hay tanta posibilidad de escudriñar e investigar el pasado no es mucho lo
que esto cuenta para los acontecimientos presentes, porque el hombre actual está buscando más
el futuro, lo novedoso, lo que no se ha encontrado y no se conoce, en cierta medida "esnobismo"
latente, por tanto, mirar el pasado puede sonar a estancamiento o anquilosamiento.

La historia es importante para ubicar las ciencias y contextualizarlas, pero llegar hasta ahí no es
importante como se sugiere para encontrar la verdad, se tiene la mentalidad que lo pasado debe
ser superado y lo que tiene para superar no es necesario retomarlo.

En esta época de cambio de milenio, la historia adquiere un papel protagónico, se reciben los
acontecimientos del siglo y del milenio, pero a manera de crónica, el hombre de hoy tiene una
memoria histórica muy deficiente; los grandes protagonistas para la humanidad son los personajes
de moda. Los hechos que conmovieron al mundo, que generaron verdaderas revoluciones
científicas y filosóficas, que originaron procesos sociales de cambio no son importantes, y en ellos
el hombre de hoy podría encontrar verdaderos motivos de conocimiento e impulsos de
descubrimientos de tipo psicológico, filosófico y de otras ramas.

Sin ser el historicismo la panacea de la filosofía tendría muchas ventajas para nuestros días si
fuera más valorado y tenido en cuenta. Es urgente conocer la historia, las raíces y así abrirnos
espacio por las posibilidades, por los horizontes que permiten al hombre encontrar su plenitud.

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