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“Estudios de 1 Pedro”

Ps Alex Donnelly

“EL ALIMENTO ESPIRITUAL”

TEXTO 1 Pedro 2:1-3

Introducción

La fe cristiana no es simplemente una creencia; tiene un elemento experimental. Es decir, hay


algo que se debe sentir, se debe probar. En el Sal 34:8, David exhorta: “Gustad, y ved que es
bueno Jehová”. Es una invitación, un desafío a probar, para confirmar personalmente que Dios es
bueno.

Pedro toma esta exhortación, y la aplica al creyente, afirmando que el creyente es una persona
que ha hecho eso – ha ‘probado’, y ha comprobado, que efectivamente Dios es bueno (1 Ped 2:3).
Debemos observar que aunque la RV traduce este verso como si Pedro estuviera expresando una
duda (“si es que habéis gustado la benignidad del Señor”), en realidad lo que está haciendo es
expresar una afirmación: ‘Habiendo gustado la benignidad del Señor, deben desear la lecha
espiritual…’.

En otras palabras, lo que Pedro está diciendo es que el hecho de haber experimentado la bondad
del Señor, genera la responsabilidad de crecer en el conocimiento de esa bondad, y para hacerlo,
el creyente debe alimentarse bien espiritualmente.

El vínculo entre estos versos, y los versos anteriores, es “la palabra del Señor” (1 Ped 1:25). La
Palabra de Dios fue anunciada por los predicadores cristianos. Fruto de esa predicación, las
personas a quienes Pedro escribe fueron convertidas (1 Ped 1:23). Ahora, la responsabilidad de
esos creyentes (como de todo creyente) era crecer en su vida espiritual; y para ello, era importante
mantener una buena alimentación espiritual. La pregunta es: ¿qué se requiere para mantener una
buena alimentación espiritual? ‘Bueno’, responde Pedro, ‘hay dos cosas que hay que hacer:

i. Hay que desechar el pecado (v.1).


ii. Hay que desear “la leche espiritual no adulterada” (v.2)’.

Es interesante notar que en Sant 1:21, Santiago exhorta a sus lectores en forma muy parecida.

1. HAY QUE DESECHAR EL PECADO (v.1)

Pedro empieza con lo negativo: “Desechando, pues, toda malicia…”. Lo hace, por dos razones:

i. Él sabe que el pecado mata el apetito espiritual del creyente, y no le permite


alimentarse de la Palabra de Dios. Como muchas veces se comenta: o la Palabra de
Dios alejará al creyente del pecado, o el pecado alejará al creyente de la Palabra de

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Dios. Por lo tanto, si el creyente ha de alimentarse bien de la Palabra, forzosamente
tendrá que tomar la decisión de abandonar el pecado.

ii. La marca del verdadero creyente es una sensibilidad al pecado, producto de la


convicción del Espíritu Santo. No tiene sentido que Pedro trate de animar a estas
personas a leer la Biblia, si no son verdaderos creyentes. Por eso, habiendo hablado
del nuevo nacimiento (1 Ped 1:23), y como preludio de la exhortación que va a dar en
el v.2, Pedro anima a los creyentes a evidenciar la realidad de su nuevo nacimiento,
alejándose del pecado.

Al analizar estas palabras, lo primero que debemos notar es la manera en que Pedro enfatiza la
responsabilidad del creyente en el tema de la santificación – todo verdadero hijo de Dios debe
desechar el pecado. El verbo que Pedro usa aquí, en griego (‘apotithemi’), significa literalmente,
‘poner a un lado’. Implica la decisión de dejar de hacer aquellas cosas que desagradan a Dios; de
colocarlas a un lado, y alejarse de ellas. Al usar este verbo, lo que Pedro está diciendo es que la
santificación es la responsabilidad del creyente. No podemos esperar que Dios nos aleje del
pecado; nosotros tenemos que hacerlo.

El verdadero creyente es alguien a quien Dios ha justificado. La justificación es la acción divina,


por medio de la cual Dios, en Su gracia, aleja al creyente de la culpabilidad y del castigo del
pecado. Él lo hace, sobre la base de la obra redentora de Cristo, en la cruz. Sin embargo, la tarea
de la santificación; es decir, la tarea de alejarnos del pecado, y vivir una vida de santidad, que
agrada a Dios, es la responsabilidad del creyente. Claro, Dios lo ayuda en ello (Fil 2:12-13); pero
al fin y al cabo, es el creyente quien lo debe hacer.

¿Cómo lo hace? Bueno, entre otras cosas, tiene que poner a un lado todo pecado, y aprender a
vivir en obediencia a la Palabra de Dios. Los pecados que Pedro señala en este verso son
generales, y cubren una variedad de acciones y actitudes que desagradan a Dios (ver Col 3:8).

- “malicia” (‘kakia’). El término en griego significa ‘maldad’. Indica la actitud y el


comportamiento que busca hacer mal a otros; a dañarlos en alguna manera. La vieja
naturaleza produce este ‘fruto’, porque es una de las características fundamentales de
Satanás. Tal como Dios es bueno, Satanás es malo, y él procura producir esta
característica en todo pecador (Rom 1:29, “malignidades”). Pablo da testimonio de ello
(Tito 3:3).

Lamentablemente, a veces esta característica permanece en algunos creyentes, y afecta el


compañerismo cristiano en la iglesia. Este era uno de los problemas en la iglesia en
Corinto, y Pablo tuvo que hablar de ello (ver 1 Cor 5:8).

- “engaño” (‘dolos’). La palabra en el idioma original parece derivarse de un verbo que


significa, ‘atrapar, usando una carnada’. Ver Sant 1:14 (“seducido”), y comparar 2 Ped
2:18. Satanás es el gran ‘engañador’ (ver Hch 13:10). Esta fue la actitud de los judíos,
cuando quisieron eliminar al Señor (ver Mat 26:4; Marcos 14:1).

A veces, rasgos de esta actitud puede quedar en la vida de un creyente, y el hijo de Dios
debe ser sensible a ello, reconocerlo en su corazón, y eliminarlo de allí (ver 1 Ped 3:10).

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- “hipocresía” (‘hupocrisis’). Ya hemos comentado sobre esta palabra en el estudio de 1
Pedro 1:22. Esta es una de las manifestaciones del engaño – pretendemos ser alguien que
no somos; pretendemos amar, cuando en realidad encubrimos una actitud muy hostil
hacia otras personas. Cristo busca personas en quienes no hay engaño ni hipocresía (ver
Juan 1:47).

- “envidias” (‘fthonos’). Esta palabra también señala una actitud negativa hacia otra
persona. Es un deseo fuerte que la otra persona no tenga algo, sino que yo mismo la
tenga, y nadie más. Los fariseos y demás líderes judíos tuvieron envidia de la
popularidad de Cristo. Por eso lo mataron. Ver Mat 27:18.

A veces, como creyentes, manifestamos esta actitud…

- “detracciones” (‘katalalia’). El término en griego significa, literalmente, ‘hablar mal


de’. La RVA traduce, “maledicencias”. La palabra apunta a una actitud de crítica o de
chismes, cuando andamos hablando mal de todos los demás. A veces lo hacemos, para
cubrir una fuerte inseguridad personal; pero a veces se debe simplemente a la maldad en
nuestros corazones.

Este comportamiento, como los anteriores, daña tremendamente la vida de una iglesia
(ver 2 Cor 12:20). Como hijos de Dios, tenemos la responsabilidad, no solo de no
cometer estas cosas, sino también de animar a otros a no cometerlas.

Antes de dejar este tema, hay dos cosas que debemos notar:

i. El verbo, “Desechando…”, da a entender que las personas a quienes Pedro escribe


esta carta estaban acostumbradas a hacer estas cosas; era parte de su vida diaria.
Pedro les exhorta diciendo, ‘Ahora que son hijos de Dios tienen que dejar de hacer
estas cosas que antes caracterizaban sus vidas’.

ii. Pedro enfatiza la necesidad de dejar todo pecado. Dice, “Desechando, pues, toda
malicia, todo engaño…y todas las detracciones”. No es asunto solo dejar algunas
cosas. Para desarrollar una vida espiritual sana y saludable, el creyente debe dejar
todo pecado. ¡Este es un tremendo desafío!

Habiendo visto la parte negativa de la exhortación de Pedro, pasemos ahora a lo positivo. Para
alimentarse bien, y crecer sanamente:

2. HAY QUE DESEAR LA PALABRA DE DIOS (v.2-3)

Luego de la resurrección, el Señor habló con Pedro, y lo restauró al ministerio, reiterando Su


llamado. Al hacerlo, puso hincapié sobre su ministerio como apóstol: ‘alimenta mis corderos’
(Juan 21:15-17). En estos versos, vemos a Pedro cumpliendo este llamado. Como buen ‘pastor’,

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Pedro exhorta a los creyentes a preocuparse por su alimento espiritual. Y claro, esta misma
epístola es parte de esa ‘leche’ espiritual que Pedro anima a los creyentes a ‘beber’.

Para entender todo lo que Pedro dice aquí hay ciertas preguntas que debemos hacer al texto:

¿Qué es lo que creyentes deben hacer? Deben desear la Palabra de Dios


¿Cómo deben hacerlo? Deben desearlo como bebés recién nacidos.
¿Qué es lo que deben desear? Deben desear “la leche espiritual no adulterada”
¿Para qué deben desear esto? Para crecer para la salvación.
¿Por qué deben desear esto? Porque han probado la bondad de Dios (v.3).

Ampliemos estos puntos.

a. El Creyente Debe Desear la Palabra de Dios

El verbo en griego (‘epipotheo’) indica un deseo intenso (ver Rom 1:11; 2 Cor 5:2; 9:14; Fil 1:8;
etc.). Así debe ser la actitud del creyente hacia la Palabra de Dios. Ver Sal 19:10; 119:72, 127.
Debe desearla, amarla, y valorarla tremendamente.

Si un creyente encuentra que no tiene mucho apetito espiritual, ¿qué puede hacer? Varias cosas
vienen a la mente:

i. Debe meditar sobre su necesidad de alimento espiritual. Si no se alimenta


espiritualmente, será débil, propenso a ‘enfermarse’ o a decaer espiritualmente.

ii. Debe pensar en qué maravilloso es el evangelio y la Palabra de Dios. Qué privilegio
es tenerla en nuestro propio idioma, y poder leerla libremente.

iii. Debe considerar el tremendo valor de la Palabra de Dios. Las promesas que alientan;
las instrucciones que orientan; las exhortaciones que dirigen; etc.

Al hacer estas cosas, el Espíritu Santo se encargará de despertar esa ‘sed’ espiritual por la Palabra
de Dios, que llevará al creyente a desear leer y meditar sobre la Biblia.

b. El Creyente Debe Desear la Palabra Como un Bebé Desea Leche

Una de las características sobresalientes de un bebé, es su apetito. Necesita tomar lecha varias
veces al día, y cuando lo hace, ¡lo hace con desesperación! Cualquiera que haya visto a un bebé
mamando, puede dar testimonio de ello. En el bebe, esto es natural; debe ser natural también en
el creyente. Todo hijo de Dios debe desear intensamente la Palabra de Dios. Debe sentir su
necesidad de ella, y debe alimentarse constantemente de ella. Cada día debe tomar la Palabra de
Dios, y hacer de ella su alimento espiritual.

Esto nos enseña que debemos leer la Biblia, no tanto como un libro de historias interesantes para
entretenernos; tampoco solo como un libro de teología para analizar doctrinas profundas;
tampoco como un manual para la vida de la Iglesia. Debemos leer la Biblia como un bebé toma
leche – para alimentar su alma, nutrir su espíritu, y fortalecer su vida espiritual.

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c. El Creyente Debe Desear Leche Espiritual no Adulterada

Un grave peligro para el bebé es tomar leche adulterada. Si el bebé está mamando, esto no es un
problema. El problema es cuando toma leche artificial. Un problema puede ser que el polvo que
se usa preparar la leche no es lo mejor. Si no es de buena calidad, o si se mezcla con algo como
el polvo de la tiza, éste puede causar mucho daño al bebé. Otro problema es el agua que se usa
para diluir el polvo. Si es agua contaminada, no hervida, llena de microbios, etc., puede matar al
bebé.

La Palabra de Dios, en sí, es saludable; el problema es que a veces ciertos predicadores o libros
‘adulteran’ la Palabra de Dios, con ideas humanas (por ejemplo, la doctrina de la prosperidad, el
pensamiento positivista, el cuestionamiento de los milagros, el rechazo de ciertas doctrinas, como
la creación, la deidad de Cristo, etc.).

Pedro indica que el creyente tiene la responsabilidad de asegurarse que se está alimentando con
leche espiritual de buena calidad. Claro, es una responsabilidad compartida con el pastor de la
iglesia, y con los líderes del mundo evangélico (cristiano).

d. El Creyente Debe Desear esto Para Crecer

Como hemos afirmado, no debemos leer la Biblia solo para aprender ciertas cosas, o estudiar las
historias, o desarrollar metodologías, etc. El propósito de este alimento espiritual es el
crecimiento espiritual. Si no produce esto, hay un grave problema.

La Palabra de Dios nos ayudará a crecer en varias maneras:

i. Nos hará crecer en nuestra fe.


ii. Nos hará crecer en nuestra fuerza y vigor espiritual.
iii. Nos hará crecer en nuestro servicio a Dios.
iv. Nos hará crecer en amor.
v. Nos hará crecer en santidad de vida.
vi. Nos hará crecer en semejanza a Cristo.

Conclusión

¿Estamos haciendo estas cosas? ¿Estamos dejando el pecado? ¿Estamos deseando la Palabra de
Dios? Nuestra iglesia lo necesita, y también el mundo.

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