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BRUCE ACKERMAN, La justicia social en el Estado liberal, trad.

Carlos
Rosenkrantz, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1993.

Carlos Rosenkrantz, “Introducción a la edición en castellano”.

“El liberalismo no es una única posición. Es una tradición, una familia de teorías
políticas que difieren entre sí” (p. 11). Hay ideas paradigmáticas liberales defendidas
por todos los que se llaman así: limitación del gobierno (en el sentido de que el Estado
no debe promover una concepción del bien), los derechos como barrera a la
interferencia estatal, el universalismo y la neutralidad valorativa.
En Ackerman se reflejan estos ideales. Para él el derecho fundamental no es
sustancial sino procedimental: el derecho a participar en un diálogo político. Ackerman
rechaza remitir el liberalismo a contractualismo y utilitarismo.
Para Rosenkrantz hay tesis problemáticas. Diferencia entre liberales igualitarios,
que creen en la igualdad de resultados, y los liberales libertarios, que creen en la de
oportunidades. Ackerman cree que el mercado es un justo distribuidor de recursos. Sería
intermedio entre igualitario y libertario. Defiende una igualdad donde se neutralicen los
talentos y a partir de un mínimo autoriza a usarlos libremente.
Ackerman rechaza la existencia de principios morales válidos externos a la
praxis social del diálogo. En cuanto a su antropología, lo que caracteriza la ciudadanía
moral para Ackerman es la competencia dialógica para participar en la discusión sobre
la distribución del poder. Es problemático el que identifique al ciudadano moral con el
que efectivamente puede participar. También es problemático su intento de fundamentar
el Estado liberal de forma neutral. Ni caben fundamentaciones sin implicaciones
valorativas, ni permite defender las bases de una sociedad liberal eficazmente, ni el
liberalismo surge sin condiciones previas y determinado tipo de ciudadano. El
neutralismo de Ackerman se opone a inculcar virtudes a los ciudadanos, por ello
entiende la educación como enseñar diferentes clases de vida elegibles, y ello para
maximizar la libertad de elección.

Primera parte: UN MUNDO NUEVO (pp. 33-138)

1. EL ESTADO LIBERAL (35-63)

1. La lucha por el poder


Comienza con antropología pesimista: “en tanto y en cuanto estemos vivos no
podemos evitar la lucha por el poder” (p. 35). La clave es que la demanda supera la
oferta en este mundo.

2. Cultura y derechos
Enuncia su primer principio (el de racionalidad): hay que legitimar el propio
poder ante quien lo cuestione, y no suprimirlo. Es un mito creer que cabe una
legitimación natural de los derechos ajena a la lucha por el poder. EL principio de
racionalidad que obliga a dialogar y legitimar también exige acabar con el mito del
contrato social, ya que el principio de racionalidad no asume ningún momento
privilegiado como fundamento del poder, sino que apunta a una práctica social
continua: el diálogo engendrado por la pregunta por la legitimidad. Y enuncia su
propuesta: “en lugar de conectar el liberalismo con ideas d ederechos naturales o
contratos imaginarios, debemos aprender a pensar al liberalismo como una forma de
hablar acerca del poder, una forma de cultura política” (p. 39).

1
El principio de racionalidad también exige la coherencia en las razones por las
que se intentan justificar las demandas de poder, de lo contrario el diálogo no es
inteligible. Lo que distingue al liberal es la clase de razones.

3. Una conversación limitada acerca del poder


No vale cualquier razón. Es preciso fundamentar límites conversacionales, y
éstos deben ser el principio organizador del pensamiento liberal (p. 43).

4. Neutralidad y convergencia
El principio de limitación reclama el principio de neutralidad: no son buenas
razones legitimantes las que implican que quien tiene el poder afirme su superioridad
ante los demás. La neutralidad que reclama Ackerman no exige situarse al margen de la
civilización moderna (p. 45).

5. ¿Es coherente el liberalismo?


Ante las críticas de que el liberalismo es impotente para encarar el tema de la
lucha por el poder, Ackerman responde que propondrá un ejemplo de teoría liberal que
permite regular los conflictos por el poder dando razones neutrales inteligibles, aunque
no se esté de acuerdo con ellas (pp. 46ss.).

6. Liberalismo e igual respeto

7. Terminando la conversación
Ackerman señala que no basta con describir la forma en que puede n darse
razones neutrales para legitimar el poder, sino que es preciso describir las clases de
estructuras de poder que son legitimables con un diálogo libre. Con ello el liberal puede
distinguir con claridad las igualdades que aprecia de las que detesta, que es la clave de
su problemática relación con la cuestión del poder. Para ello es preciso superar la
tendencia liberal a fijarse sólo en el Estado, y negar a todo poder, incluidos los privados,
la inmunidad frente a la necesidad de legitimarse y frente a la frase “yo soy al menos tan
bueno como Vd. para tener ese poder” (p. 52).

8. Tecnologías de la justicia
Se propone examinar todas las posibles estructuras de poder ante las exigencias
del diálogo neutral. Y llama “Estados liberales” a las estructuras de poder que, de entre
las posibles, satisfacen un diálogo de justificación neutral. Considera viable vislumbrar
la silueta de una estructura de poder gobernada por ideales liberales (pp. 53s.).
Sostiene que, asumiendo una situación donde hubiese una perfecta tecnología de
la justicia es posible especificar la forma en que la teoría liberal puede regular la lucha
por el poder. Con ello remite las dificultades del liberalismo al terreno de los problemas
efectivos para implementar el ideal de diálogo neutral bajo condiciones de imperfecta
tecnología de la justicia (p. 55). Pero ello no bastará, sino que es preciso analizar el
costo real que supondría para un Estado liberal implementar una estructura de poder
más liberal, así como juzgar que solución es más liberal, puesto que sólo cabe
aproximarse al ideal liberal, no alcanzarlo (pp. 56s.).

9. Una presentación general del argumento


En la primera parte descompone el problema del poder en sus elementos
irreductibles: los recursos disponibles (maná), la ciudadanía que interroga por la
legitimidad y las razones para poseer recursos, la perfecta tecnología de justicia

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(Comandante). En el capítulo 2 caracteriza los diálogos prohibidos por los principios de
racionalidad y neutralidad. En el capítulo 3 caracteriza al ciudadano participante en el
diálogo.
En la parte segunda incorpora los debates pasados sobre el poder a la teoría
dialógica del Estado liberal, incluyendo las cuestiones que las generaciones futuras
pueden plantearnos. Sostiene que defenderá la compatibilidad entre la legitimidad de la
diversidad y la ilegitimidad de la dominación genética. En el capítulo 5 defiende que
también la educación debe estar guiada por las condiciones de diálogo que imponemos a
las demás relaciones legítimas de poder. En el capítulo 6 distingue el libre intercambio
del capitalismo del laissez faire, acercándolo al ideal de flexibilidad transaccional. En el
capítulo 7 muestra el vínculo entre la obligación de conservar recursos para
generaciones futuras y de respetar el derecho de cada individuo futuro a una porción
igual de riqueza inicial. Según Ackerman, una comunidad política puede organizar la
lucha por el poder de forma coherente con un discurso neutral si garantiza que ningún
ciudadano domine genéticamente a otro, que todos reciban una educación liberal,
empiecen la vida adulta bajo condiciones de igualdad material, puedan intercambiar
libremente sus posesiones iniciales en una red transaccional flexible y cumplan con la
tutela liberal dejando a la generación siguiente una estructura de poder liberal. En una
sociedad así los ciudadanos gozan de la igualdad no-dominada requerida por la
legitimidad liberal dialógica (p. 61).
En la tercera parte va del ideal a la realidad, abandonando la perfecta tecnología
de la justicia. Pretende mostrar el poder de la teoría liberal para clarificar el continuo
debate en el que la polis intenta legitimar sus decisiones políticas. El capítulo 8 analiza
los efectos de que la justicia sea un bien escaso y los casos en que la legitimidad liberal
exige satisfacer las pretensiones de las víctimas de la justicia. El capítulo 9 reivindica la
regla de la mayoría y analiza las ventajas y límites de las soluciones liberales
tradicionales para asegurar el diálogo liberal frente al autoritarismo. El objetivo es
mostrar que el compromiso con el diálogo neutral legitima como específico el Eestado
de bienestar liberal-democrático. “El liberalismo moderno tiene su propia coherencia
interna cuando es entendido como el continuo esfuerzo para obtener una estructura de
poder en la que todos los miembros de la comunidad política puedan sumarse a una
forma particular de diálogo entre ellos” (p. 63).
En la cuarta parte examina las afirmaciones filosóficas sobre las que descansa la
cultura liberal.

2. LA RIQUEZA (pp. 65-102)

10. Un mundo nuevo


La cuestión: “¿Podemos generar una cultura política capaz de regular la lucha
por el poder de una forma coherente con los principios liberales?” (p. 67). La afirmación
central del liberalismo es que podemos resolver los problemas del poder hablando
dentro de reglas que niegan el derecho a creerse Dos (p. 68).

11. Racionalidad
Para satisfacer el criterio de racionalidad las reglas de distribución de bienes
deben ser formalmente armoniosas, completas, y acompañadas de una razón, y una
afirmación puede contar como una razón si cumple los criterios formales de coherencia
y no contradecir la idea de que el poder puede ser ejercido ilegítimamente (test de la
concebibilidad) (pp. 69-72). Junto a ello, las razones no deben ofender los límites
sustanciales impuestos en nombre de la neutralidad.

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12. Neutralidad
El principio de neutralidad incluye la prohibición de la selectividad (ninguna
concepción del bien es intrínsecamente mejor a las demás) y la prohibición de hacer
afirmaciones de superioridad incondicional (pp. 77ss.).

13. La búsqueda de la felicidad


El discurso político liberal no puede admitir el criterio utilitarista porque ni es
posible comparar utilidades ni el bien se reduce a satisfacción subjetiva (pp. 81ss.).
La forma neutral de construir un patrón común de utilidad es el criterio de la
igual realización: se distribuyen los bienes para permitir a todos llegar a igual distancia
de los objetivos personales. El criterio de igual realización es incompleto. Cabe
proponer el criterio de igual probabilidad de realización. Pero ninguna regla que iguale
la realización satisface una justificación neutral, completa y exhaustiva.

14. La tesis de la igualdad inicial


El partidario de la igual realización es víctima de la misma dificultad que afecta
al utilitarista: un Estado liberal no puede imponer un patrón común para medir los
valores. Pero es posible una discusión sobre el poder que sea neutral: la que sostiene que
todos somos tan buenos como los demás, y quien se oponga deberá ofrecer una razón
neutral. Ahora bien, los participantes en el diálogo no parten de las mismas condiciones.

15. Presuposiciones conversacionales


La neutralidad legitima tanto el egoísmo como el autosacrificio.
La neutralidad no caracteriza a las consecuencias de una regla de distribución,
sino a la conversación a través de la cual la regla se legitima. Los igualitaristas no
pueden defender su regla neutralmente, pues la frustración no es una razón para
demandar más bienes.
Termina reconociendo el carácter abstracto de su modelo, pero promete ir
complicándolo.

16. Singularidad
Reconoce que una regla igualitaria puede frustrar a algunos, pero el criterio de la
igualdad no es lo que se siente, sino lo que se dice para dar sentido a la propia vida. La
discusión neutral no termina con el sufrimiento pero proporciona un medio para
autoafirmarse sin cuestionar a los demás.
La afirmación liberal de la igualdad inicial es neutral. Considera que el
contractualismo no es neutral y que debe sustituirse por el concepto de diálogo liberal.

3. CIUDADANÍA

17. La cuestión de la ciudadanía


El principio de neutralidad sólo protege a los ciudadanos. Es preciso explicitar
un criterio de ciudadanía.

18. Condiciones necesarias para la ciudadanía: participación en el diálogo


Competencia dialógica o comunicativa. La constitución de una democracia
liberal debe garantizar los derechos básicos de los ciudadanos, mientras que el destino
de los no-ciudadanos depende de la política de mayorías. “Un Estado liberal no es nada
más que una colección de individuos que pueden participar en un diálogo en el que

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todos los aspectos de su posición de poder deben justificarse de cierta manera, para
participar en tal diálogo justificatorio los actores deben ser inteligibles respecto de los
demás” (p. 106). Ello explica el vínculo entre la teoría política liberal y una teoría de la
traducción. Si alguien no es capaz de legitimarse neutralmente no tiene cabida en un
Estado liberal. La ciudadanía es un concepto de teoría política, no de biología. Una
comunidad liberal es un grupo que reconoce las autodescripciones que cada uno hace
como agente moral autónomo. “Los derechos del mono hablador son más seguros que
los del hombre vegetal” (p. 114).

19. Condiciones necesarias para la ciudadanía: requisitos de conducta


No basta con que exista diálogo neutral, sino que éste debe informar las
relaciones de poder reales. El criterio es que un individuo se reconcilie con la limitación
de poder que pueda reivindicar mediante el diálogo liberal. El principio de neutralidad
exige las alternativas menos restrictivas para forzar conductas coherentes; en un Estado
liberal las restricciones son periódicamente cuestionadas con el objetivo de determinar
si no pueden reducirse sin riesgo de agresión ilegítima (p. 121).

20. De condiciones necesarias a condiciones suficientes


Idealmente, todo individuo que satisface las condiciones dialógicas y
conductuales tiene derecho incondicionado a exigir ser reconocido como ciudadano de
un Estado liberal. Pero este ideal de ciudadanía universal puede restringirse con
consideraciones menos abstractas (p. 123).
Los requisitos dialógicos y conductuales no sólo son condiciones necesarias,
sino suficientes de la ciudadanía, dada la centralidad que ésta posee en la teoría liberal,
ya que no es un derecho más sino que se enraíza en ideas fundamentales de comunidad
política y es la base del resto de derechos. “El Estado liberal no es un club privado; es
un diálogo público por el cual cada persona puede ganar el reconocimiento social de su
condición como un ser libre y racional. No puedo justificar mi poder de excluirlo a
usted sin destruir mi propia pretensión de pertenencia a un Estado liberal ideal” (p. 127).
Relacionado con esto, afirma: “La única razón para restringir la inmigración es
la protección del mismísimo proceso de conversación liberal. ¿Nuestras prácticas
inmigratorias pueden ser racionalizadas de esta manera?” (p. 130).
Llegados a una edad, en un Estado liberal se presupone que cualquier ser
humano puede satisfacer los criterios dialógicos y conductuales. Una vez allí, las
restricciones deben basarse en hechos incontrovertibles. Lo que liga a los ciudadanos
para formar un Estado liberal es la interpelación mutua acerca de la legitimidad de los
criterios para distribuir el poder (p. 131).

21. El ciudadano como comandante


Junto a los derechos civiles, los ciudadanos poseen derechos políticos a
compartir el ejercicio del gobierno.

22. La ciudadanía en la teoría liberal


Frente a lo que implica el mito contractualista, para la teoría liberal los
ciudadanos adquieren autoconciencia en el proceso social. “EN un Estado liberal, el
individuo no ‘precede’ a la sociedad ni la sociedad ‘precede’ al individuo. Los
ciudadanos crean una sociedad de individuos hablándose los unos a los otros acerca de
su condición social” (p. 134). Un Estado liberal no es sino una estructura de poder
regulada por un diálogo neutral.

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En cuanto a los utilitaristas, sólo valoran instrumentalmente el diálogo neutral
(en función de la felicidad subjetiva), mientras que para el liberal es el fundamento de
los derechos y no tiene relevancia si aumenta la felicidad subjetiva del mayor número o
no.

Segunda parte: LA JUSTICIA A LO LARGO DEL TIEMPO (pp. 139-264)

4. DERECHOS DE NACIMIENTO
Un análisis realista del tratamiento liberal de la cuestión del poder exige tener en
cuenta el poder paterno para con los niños y el de una generaciones sobre otras.
Ackerman propone tener en cuenta la concepción, socialización, dotación de bienes y
muerte y transmisión de cada ciudadano. Una teoría liberal exhaustiva debe tener en
cuenta el debate sobre la legitimidad en cada una de estas etapas.
“Una comunidad política liberal no puede aceptar la idea de que en todas las
circunstancias hay un derecho ‘natural’ a tener tantos niños como uno quiera” (p. 147).
“El liberalismo afirma un ideal de igualdad no dominada, donde seres humanos
muy diferentes tienen el mismo derecho a usar los recursos materiales para llevar
adelante los ideales que les parecen mejor” (p. 155).
Ackerman cree demasiado en la neutralidad: afirma que cualquier derecho se
obtiene en tanto que nada neutral pueda ser dicho para justificar su restricción (p.
161n.).

29. Defectos de nacimiento


“Una justicia aproximativa es mejor que una justicia flagrante” (p. 167).

30. Manipulación genética en la teoría liberal


“Para el liberal, sin embargo [frente al utilitarista], el sentido de la frustración,
no importa cuán real, nunca puede establecer la injusticia a menos que pueda traducirse
en una conversación que se adecua a los principios Neutrales. Sólo cuando el proceso de
nacimiento ‘natural’ no está a la altura del test dialógico los desventajados pueden
afirmar sus derechos” (p. 169)
Ackerman defiende la diversidad no dominada.

5. EDUCACIÓN LIBERAL

31. Más allá de la horticultura


Frente al autoritario, “un sistema de educación liberal ofrece a los niños una
imagen de las diferentes vidas que pueden llevar adelante, de modo tal que, cuando
estén cerca de la madurez tengan el material cultural disponible para construir sus vidas
siguiendo el desarrollo de su propia concepción del bien” (p. 173). Ackerman sostiene
que en la educación primaria el niño carece de las habilidades para participar en el
diálogo liberal, y sólo los adultos pueden plantear el tema de la legitimidad de la
autoridad sobre ellos. Durante la educación secundaria el niño puede introducir
preguntas sobre legitimidad, y ello transforma la clase de coerción justificable en una
educación liberal (p. 174).

32. Educación primaria: el lugar de la familia


No existe un único modelo de educación orientada a formar ciudadanos
liberales.

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Lo que legitima la autoridad paterna ante los niños es el hecho de que constituye
un medio menos restrictivo que el derecho penal para convertirlo en un adulto sobre el
que no haya que aplicar medidas más restrictivas (p. 182).

35. Educación secundaria: el principio liberal


“El fin de la educación liberal es dar al niño los materiales que a él le parezcan
útiles para su propia autodefinición” (p. 188).

36. El rol de la escuela en la teoría liberal


“El diálogo liberal (...) busca controlar el ejercicio del poder en todas sus
formas, insistiendo en que, en tanto sea posible, los usos del poder deben ser
justificados de una forma coherente con los derechos dialógicos de aquellos que no
tienen poder” (pp. 194s.).
“La tarea no es llevar adelante una búsqueda vana del sistema educacional libre
de coerción, sino considerar las formas en que puedan ser justificados los aspectos de la
socialización que sean inevitablemente coercitivos” (p. 197).

37. El lugar de la educación en la teoría liberal


“El liberal ve la educación como una relación coercitiva sujeta a especial abuso
si no es manejada con mucha sensibilidad” (p. 201).

6. EL LIBRE INTERCAMBIO

39. Flexibilidad transaccional


Ackerman se plantea qué forma de propiedad representará mejor el compromiso
con el ideal de igualdad no dominada. Su propuesta es el ideal liberal de flexibilidad
transaccional perfecta, que permite defender neutralmente cualquier forma de propiedad
y regla de distribución iniciales porque éstas son irrelevantes (pp. 207s.). El ideal de
flexibilidad transaccional permite a cada ciudadano reformular sus derechos de
propiedad iniciales según estime oportuno.

42. Una teoría general de títulos iniciales


Ackerman describe una estructura de poder legitimable a través del diálogo
neutral y que otorga a cada ciudadano un mecanismo transaccional para proteger sus
bienes y vivir su vida como estime oportuno. El diálogo liberal permite tan sólo que
cada individuo consiga reconocimiento público como responsable de su propia
concepción del bien (pp. 216ss.).
“En lugar de negar el elemento trágico de la vida humana, la teoría liberal lo
convierte en central para una interpretación de la justicia social. En tanto la escasez
relativa sea un hecho de nuestra existencia social, no puede haber una esperanza de una
solución política que no termine en frustración y descreimiento” (p. 220). Un liberal
puede participar en aliviar tragedias personales y frustraciones, pero no construye la
teoría de la justicia sobre esa base. En un mundo que no existe una estructura de poder
liberal ideal sino que está marcado por la dominación ilegítima, no tiene sentido
defender como Nozick el carácter absoluto de la libertad individual. El problema
político que Ackerman encara es más complejo: defender los principios del libre cambio
dando pasos efectivos para remediar la injusticia de los atributos genéticos, materiales y
educacionales (p. 221).

43. La crítica liberal de la propiedad individualista

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Analiza los problemas del régimen de propiedad privada en un mundo lleno de
rigideces transaccionales. El laissez faire da ventajas que no son justificables
neutralmente.

44. La crítica liberal del colectivismo


45. Soluciones liberales
Frente al laissez faire ingenuo y el colectivismo, alude al federalismo y otras
estrategias para generar estructuras de poder que permitan lo más posible compatibilizar
intereses privados y una ciudadanía común. Pero el liberalismo de las estructuras de
decisión siempre será limitado.

46. Consentimiento y utilidad en la teoría transaccional


Frente a Nozick y Rawls, que diferencian entre transacciones entre particulares y
entre instituciones, Ackerman sostiene que el diálogo liberal gobierna todas las
dimensiones de la lucha por el poder a todos los niveles.

7. LA TUTELA
La posibilidad de heredar a la generación posterior bienes que impliquen
desigualdad plantea un serio problema a una teoría liberal cuyo ideal es la igualdad no
dominada.
Un criterio para orientarse en qué bienes deben ser protegidos es la historia, es
decir, la preponderancia de una estructura de valor en el pasado.
“El liberal rechaza la idea de que la comunidad política pueda legítimamente
realizar un bien colectivo y llamarlo felicidad” (p. 264).

Tercera parte: DEL IDEAL A LA REALIDAD (pp. 265-364)

8. EXPLOTACIÓN

53. El arte de gobernar


Analiza la forma en que una polis comprometida con el diálogo neutral tratará de
hacer justicia en un mundo imperfecto. El líder liberal no puede aspirar al ideal, sino
preparar un presupuesto estructural indicando el costo en recursos que la polis debería
aceptar para mejorar la desigualdad dominada. No sólo debe evaluar la ganancia en
valor liberal, sino justificar los derechos que deben ser primados y cuáles sacrificados.
Ackerman diferencia entre decisiones prohibidas para un Estado liberal-
democrático (requieren revisión judicial en EEUU) y otras discutibles (solucionables
mediante la regla de la mayoría).

54. Igual sacrificio


El gobernante liberal debe partir del principio de que cada ciudadano debe
soportar una parte igualitaria de los costos, y desde aquí examinar quién está
sacrificando más derechos, puesto que todos no son garantizables.

55. Explotación y acción afirmativa


Es preciso evaluar cómo se ubican los ciudaanos en todos los dominios de poder,
y ver qué desventajas totales poseen frente a otros y en múltiples ámbitos. La razón es
que el mundo es complejo y no cabe reducirlo a dos únicas clases, explotadores-
explotados. Hay diferentes clases de ventajas y desventajas, y todos podemos ser

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explotadores en algún sentido. Un gobierno liberal cuestionará agresivamente la
necesidad de cualquier forma de explotación.
Ello requiere aludir a la idea de compensación. Un gobernante liberal no puede
contentarse con políticas de compensación negativa (esto es, mostrar que los
desfavorecidos reciben al menos lo mismo que los no desfavorecidos), sino que debe
actuar afirmativamente a favor de los que sufren dominación irremediable (paralíticos,
por ejemplo).. La compensación negativa es insuficiente para satisfacer el principio de
sacrificio equivalente, y los desfavorecidos tienen derecho a insistir en que los demás
deben hacer sacrificios mayores de sus derechos (en dominios no genéticos) para lograr
equivalencia (pp. 283ss.). Todo dependerá de un diálogo público neutral donde se
evalúen las acciones concretas. Todo es debatible pero el gobernante debe tomar una
decisión, pues es peor aceptar una política de compensación negativa, ya que ésta es
demostrablemente inadecuada para terminar con la explotación (p. 285).

El arte de gobernar implica un proceso de deliberación en tres fases:


-defender la igualdad de sacrificio y combatir toda estructura de explotación,
-analizar las diferentes violaciones del principio de igual sacrificio
-ello no obstante permite múltiples presupuestos, y es preciso evaluar cuál
promete la realización más adecuada de valores liberales. Ello exige atender al
contexto.

56. La explotación y la dimensión total del presupuesto


Examina si es posible desde el criterio de eliminar la explotación condenar un
determinado presupuesto como ilegítimo prima facie. Su tesis es que a pesar de lo
discutible y complejo del gobierno cotidiano, es fácil condenar un presupuesto que
apoye una estructura de poder explotadora, ya que las violaciones evidentes del
requerimiento de igual sacrificio no son una cuestión más de Estado, sino ilegítimas
prima facie (p. 292).
“El gobernante que más probablemente elegirá un presupuesto intrínsecamente
explotador es precisamente el portavoz del laissez faire” (p. 289). Más allá de sus
diferencias, las propuestas de Estado mínimo tienen por esencia impedir que el Estado
cuestione la distribución del poder en la sociedad (propiedad privada pero también
distribución de demás oportunidades). El partidario del laissez faire requiere un Estado
gendarme que garantice los derechos personales santificados. EN un Estado liberal la
única forma de ganar poder es a través de un diálogo neutral.
El criterio de la explotación sólo excluye ciertas opciones, pero no ofrece una
única solución al gobernante liberal. Deberá comparar la ganancia en valores liberales
con la restricción (mediante fiscalidad) en poder de gasto autorreferente. Ello requiere
cálculos detallados y es un derecho de los ciudadanos no gastar su tiempo en participar.
Ackerman sostiene que la ayuda a países extranjeros no deben ser tales que
cuestionen la integridad de la política liberal nacional. En un mundo donde el
crecimiento de la población ha superado los recursos, la apuesta debe ser conservar la
propia libertad aunque ello implique no ser neutrales ante los requerimientos de ayuda
de otros países (pp. 293s.).

57. La apelación a la ventaja general


El gobernante liberal puede violar en alguna ocasión el criterio de igual
sacrificio apelando a la ventaja general, o sea, instrumentalmente: porque se aumente la
producción de un recurso, o los derechos de los desventajados, etc. Pero siempre será
objeto de debate y revisión (pp. 296ss.).

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58. Capitalismo, socialismo y liberalismo
El gobernante liberal debe elegir el presupuesto que más satisfaga el ideal liberal
de igualdad no dominada, defendiéndolo en el diálogo neutral. La teoría del gendarme
de los partidarios del laissez faire falla porque los poderosos deben justificar
neutralmente su posición antes de reclamar garantizarla; el laissez faire impide remediar
la dominación ilegítima generada por él mismo.
Frente a los extremos del socialismo y del laissez faire, el gobernante liberal
controla las pretensiones de los poderosos, destruye las estructuras de explotación antes
de que se consoliden, permite que la gente afirme su propia concepción del bien . “En
lugar de glorificar la burocracia estatal o el mercado privado, la tarea es usar cada
estructura para controlar las formas de dominación no liberales promovidas por la otra.
(...) la cuestión última no es capitalismo contra socialismo, skino liberalismo contra
elitismo” (p. 301).

59. Bases filosóficas para el activismo liberal


Defiende la superioridad del criterio liberal de igual sacrificio frente al criterio
utilitarista de explotación marginal, que tolera ciertas explotaciones. También defiende
su superioridad frente a la teoría del velo de la ignorancia de Rawls, que pretende librar
al liberalismo del laissez faire sin caer en la tiranía. El liberalismo asegura a los
contratantes que, no obstante lo desprovistos de poder que estén, sus demandas nunca
serán desoídas. El objetivo principal del gobernante no tiene que ser maximizar el poder
de los que están peor, pues ello impone insaciables exigencias y un indecidible debate
sobre si se ha logrado maximizar hasta lograr igualdad, sino eliminar la explotación (p.
307).

9. DEMOCRACIA LIBERAL
Se plantea qué regla de decisión debe usarse para que los estadistas liberales
salgan del desacuerdo en cuanto a la mejor forma de procurar el ideal liberal de
igualdad no dominada. Ackerman distingue el desacuerdo del peligro de tiranía.

61. El problema del desacuerdo


Sostiene que cabe una defensa neutral de la regla de la mayoría como una
solución entre varias legítimas frente al desacuerdo, pero presuponiendo un mundo libre
de la tiranía. También la emparenta con el método de la lotería. La superioridad de ésta
se revela al plantearse qué sucede si los participantes rechazan adoptar la regla de la
mayoría (pp. 327ss.).

62. Desobediencia civil y los límites de la regla de la mayoría


“No es el acto de votar, sino el diálogo lo que legitima el uso del poder en un
Estado liberal. Cuando un resultado no se puede justificar a través de un diálogo
Neutral, un procedimiento de votación liberal no puede permanecer indiferente frente a
su adopción” (p. 336). La regla de la mayoría sólo vale para opciones de legitimidad
liberal equivalentes. La base de la polis liberal es el esfuerzo de todos para basar sus
relaciones de poder sobre una cultura política que todos puedan reconocer como
limitada por la neutralidad. Sostiene que la desobediencia civil es legítima e implica
asumir el castigo, mientras que la rebelión carece de sentido en un Estado liberal porque
implica renunciar al diálogo (pp. 340s.).

63. Tiranía

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Analiza tres estrategias para contener la posibilidad de que el gobierno devenga
tiránico. Controlar el ingreso al proceso político, dividir y dispersar el poder, crear una
carta de derechos fundamentales. Las tres tienen virtudes y debilidades, y absolutizar
una es peligroso. No es posible una solución institucional final a la tensión entre la
esperanza de racionalizar la lucha por el poder y la realidad efectiva (p. 352).

64. Fundamentos alternativos de la democracia liberal


Ackerman se plantea como compatibilizar la democracia con el liberalismo.
El utilitarismo lo logra remitiendo ambos al criterio de máxima utilidad. Pero
frente al utilitarismo, la democracia liberal no está comprometida con la felicidad
colectiva, que puede implicar conculcar la igualdad no dominada, sino con el diálogo
neutral. Es un medio para resolver desacuerdos sin imponer la propia idea de felicidad.
El contractualismo tiene problemas para defender la regla de la mayoría y a la
vez salvar los derechos individuales (pp. 354ss.).

Cuarta parte: PRIMEROS PRINCIPIOS (pp. 365-418)

10. CONTRATO, UTILIDAD Y NEUTRALIDAD


Critica a las dos tradiciones liberales, utilitarismo y contractualismo, porque
remiten la solución de la lucha por el poder a un ser hipotético (un observador ideal y un
participante potencial, respectivamente), exigiendo que nos suprimamos como seres
sociales cuyas identidades y objetivos son definidos a través de la interacción con seres
concretos. Sostiene que ambas tradiciones no se han desprendido de su pasado
teocrático. El contractualismo tiene un compromiso de forma mítica con determinados
derechos individuales que considera fundamentales (pp. 367ss.).
El contractualismo clásico condiciona los resultados al describir el marco. Rawls
salva la dificultad con el velo de ignorancia, pero el participante requiere ser dotado a
priori de preferencias que guíen sus juicios. Y frente a los utilitaristas, el liberal siempre
defenderá los derechos del cuestionador a una respuesta. El utilitarismo no toma en
serio el individualismo.
El contractualismo absolutiza al individuo y el utilitarismo el interés general.
Frente a ellos, propone construir una relación verdaderamente liberal entre el individuo
y la comunidad, donde los dos polos se afirmen. EL diálogo neutral permite superar la
dicotomía maniquea: es la interpelación mutua lo que genera la idea de individualidad
(pero olvida el regreso al infinito y el problema dialéctico). “La sustancia de los
derechos individuales está construida a través del diálogo social; el triunfo del
individualismo es un triunfo social” (p. 387). Los ciudadanos carecen de lazos fraternos.
“En un Estado liberal, todas las formas de dependencia social están subordinadas a un
proceso dialógico de conversación Neutral” (p. 388).

11. DIÁLOGO
“Existe un paralelismo perfecto (...) entre el papel de la conversación política
dentro del Estado liberal y el papel de la conversación filosófica en defensa del Estado
liberal” (p. 399). Se trata de conversaciones que rechazan creerse poseedor de la verdad.
“El liberalismo no depende de la verdad de ningún sistema metafísico o
epistemológico. Por el contrario, la última justificación del liberalismo debe ser
encontrada en su ubicación estratégica en una red de conversación que converge desde
todas las direcciones” (p. 401). Basta con comprender que nuestra relación con el
mundo es una entre las posibles y que es razonable regular la lucha por el poder
mediante un diálogo neutral. No hay un significado moral en el universo al margen de

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nosotros mismos luchando por sobrevivir. Somos nosotros los que creamos sentido, el
primero de los cuales es que somos capaces de crearlo. “Estas son las cuatro avenidas
principales al Estado liberal: realismo acerca de lo corrosivo del poder; reconocimiento
de la duda como un paso necesario del conocimiento moral; respeto por la autonomía de
las personas, y escepticismo relativo a la realidad de significado trascendente” (p. 409).
Los diletantes estatalistas y especulativos no reconocen lo que implicaría un
triunfo suyo sobre el liberalismo.
“El primer principio de la práctica política liberal es tener cuidado con el gran
simplificador, con el revolucionario imperioso y con el revolucionario egoísta y frío. EL
ideal liberal es un orden social en el cual gente libre actúa dentro de una estructura de
poder justa.” (p. 416).
“Ninguna forma de política práctica puede pretender ofrecer la solución final a
la tensión liberal entre la libertad individual y la justicia social. (...) Los avances reales
en el mundo real sólo vendrán de aquellos que reconocen la necesidad práctica de la
tensión entre los elementos del ideal liberal, pero que no pierden la visión de conjunto
en el fragor de la batalla” (p. 417).
“Nadie puede esperar, en público o en privado, encontrar una solución al
conflicto entre la auto-satisfacción y la justicia social” (p. 418). La tarea es convertr al
tensión en fuente de creatividad

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