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Carlos
Rosenkrantz, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1993.
“El liberalismo no es una única posición. Es una tradición, una familia de teorías
políticas que difieren entre sí” (p. 11). Hay ideas paradigmáticas liberales defendidas
por todos los que se llaman así: limitación del gobierno (en el sentido de que el Estado
no debe promover una concepción del bien), los derechos como barrera a la
interferencia estatal, el universalismo y la neutralidad valorativa.
En Ackerman se reflejan estos ideales. Para él el derecho fundamental no es
sustancial sino procedimental: el derecho a participar en un diálogo político. Ackerman
rechaza remitir el liberalismo a contractualismo y utilitarismo.
Para Rosenkrantz hay tesis problemáticas. Diferencia entre liberales igualitarios,
que creen en la igualdad de resultados, y los liberales libertarios, que creen en la de
oportunidades. Ackerman cree que el mercado es un justo distribuidor de recursos. Sería
intermedio entre igualitario y libertario. Defiende una igualdad donde se neutralicen los
talentos y a partir de un mínimo autoriza a usarlos libremente.
Ackerman rechaza la existencia de principios morales válidos externos a la
praxis social del diálogo. En cuanto a su antropología, lo que caracteriza la ciudadanía
moral para Ackerman es la competencia dialógica para participar en la discusión sobre
la distribución del poder. Es problemático el que identifique al ciudadano moral con el
que efectivamente puede participar. También es problemático su intento de fundamentar
el Estado liberal de forma neutral. Ni caben fundamentaciones sin implicaciones
valorativas, ni permite defender las bases de una sociedad liberal eficazmente, ni el
liberalismo surge sin condiciones previas y determinado tipo de ciudadano. El
neutralismo de Ackerman se opone a inculcar virtudes a los ciudadanos, por ello
entiende la educación como enseñar diferentes clases de vida elegibles, y ello para
maximizar la libertad de elección.
2. Cultura y derechos
Enuncia su primer principio (el de racionalidad): hay que legitimar el propio
poder ante quien lo cuestione, y no suprimirlo. Es un mito creer que cabe una
legitimación natural de los derechos ajena a la lucha por el poder. EL principio de
racionalidad que obliga a dialogar y legitimar también exige acabar con el mito del
contrato social, ya que el principio de racionalidad no asume ningún momento
privilegiado como fundamento del poder, sino que apunta a una práctica social
continua: el diálogo engendrado por la pregunta por la legitimidad. Y enuncia su
propuesta: “en lugar de conectar el liberalismo con ideas d ederechos naturales o
contratos imaginarios, debemos aprender a pensar al liberalismo como una forma de
hablar acerca del poder, una forma de cultura política” (p. 39).
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El principio de racionalidad también exige la coherencia en las razones por las
que se intentan justificar las demandas de poder, de lo contrario el diálogo no es
inteligible. Lo que distingue al liberal es la clase de razones.
4. Neutralidad y convergencia
El principio de limitación reclama el principio de neutralidad: no son buenas
razones legitimantes las que implican que quien tiene el poder afirme su superioridad
ante los demás. La neutralidad que reclama Ackerman no exige situarse al margen de la
civilización moderna (p. 45).
7. Terminando la conversación
Ackerman señala que no basta con describir la forma en que puede n darse
razones neutrales para legitimar el poder, sino que es preciso describir las clases de
estructuras de poder que son legitimables con un diálogo libre. Con ello el liberal puede
distinguir con claridad las igualdades que aprecia de las que detesta, que es la clave de
su problemática relación con la cuestión del poder. Para ello es preciso superar la
tendencia liberal a fijarse sólo en el Estado, y negar a todo poder, incluidos los privados,
la inmunidad frente a la necesidad de legitimarse y frente a la frase “yo soy al menos tan
bueno como Vd. para tener ese poder” (p. 52).
8. Tecnologías de la justicia
Se propone examinar todas las posibles estructuras de poder ante las exigencias
del diálogo neutral. Y llama “Estados liberales” a las estructuras de poder que, de entre
las posibles, satisfacen un diálogo de justificación neutral. Considera viable vislumbrar
la silueta de una estructura de poder gobernada por ideales liberales (pp. 53s.).
Sostiene que, asumiendo una situación donde hubiese una perfecta tecnología de
la justicia es posible especificar la forma en que la teoría liberal puede regular la lucha
por el poder. Con ello remite las dificultades del liberalismo al terreno de los problemas
efectivos para implementar el ideal de diálogo neutral bajo condiciones de imperfecta
tecnología de la justicia (p. 55). Pero ello no bastará, sino que es preciso analizar el
costo real que supondría para un Estado liberal implementar una estructura de poder
más liberal, así como juzgar que solución es más liberal, puesto que sólo cabe
aproximarse al ideal liberal, no alcanzarlo (pp. 56s.).
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(Comandante). En el capítulo 2 caracteriza los diálogos prohibidos por los principios de
racionalidad y neutralidad. En el capítulo 3 caracteriza al ciudadano participante en el
diálogo.
En la parte segunda incorpora los debates pasados sobre el poder a la teoría
dialógica del Estado liberal, incluyendo las cuestiones que las generaciones futuras
pueden plantearnos. Sostiene que defenderá la compatibilidad entre la legitimidad de la
diversidad y la ilegitimidad de la dominación genética. En el capítulo 5 defiende que
también la educación debe estar guiada por las condiciones de diálogo que imponemos a
las demás relaciones legítimas de poder. En el capítulo 6 distingue el libre intercambio
del capitalismo del laissez faire, acercándolo al ideal de flexibilidad transaccional. En el
capítulo 7 muestra el vínculo entre la obligación de conservar recursos para
generaciones futuras y de respetar el derecho de cada individuo futuro a una porción
igual de riqueza inicial. Según Ackerman, una comunidad política puede organizar la
lucha por el poder de forma coherente con un discurso neutral si garantiza que ningún
ciudadano domine genéticamente a otro, que todos reciban una educación liberal,
empiecen la vida adulta bajo condiciones de igualdad material, puedan intercambiar
libremente sus posesiones iniciales en una red transaccional flexible y cumplan con la
tutela liberal dejando a la generación siguiente una estructura de poder liberal. En una
sociedad así los ciudadanos gozan de la igualdad no-dominada requerida por la
legitimidad liberal dialógica (p. 61).
En la tercera parte va del ideal a la realidad, abandonando la perfecta tecnología
de la justicia. Pretende mostrar el poder de la teoría liberal para clarificar el continuo
debate en el que la polis intenta legitimar sus decisiones políticas. El capítulo 8 analiza
los efectos de que la justicia sea un bien escaso y los casos en que la legitimidad liberal
exige satisfacer las pretensiones de las víctimas de la justicia. El capítulo 9 reivindica la
regla de la mayoría y analiza las ventajas y límites de las soluciones liberales
tradicionales para asegurar el diálogo liberal frente al autoritarismo. El objetivo es
mostrar que el compromiso con el diálogo neutral legitima como específico el Eestado
de bienestar liberal-democrático. “El liberalismo moderno tiene su propia coherencia
interna cuando es entendido como el continuo esfuerzo para obtener una estructura de
poder en la que todos los miembros de la comunidad política puedan sumarse a una
forma particular de diálogo entre ellos” (p. 63).
En la cuarta parte examina las afirmaciones filosóficas sobre las que descansa la
cultura liberal.
11. Racionalidad
Para satisfacer el criterio de racionalidad las reglas de distribución de bienes
deben ser formalmente armoniosas, completas, y acompañadas de una razón, y una
afirmación puede contar como una razón si cumple los criterios formales de coherencia
y no contradecir la idea de que el poder puede ser ejercido ilegítimamente (test de la
concebibilidad) (pp. 69-72). Junto a ello, las razones no deben ofender los límites
sustanciales impuestos en nombre de la neutralidad.
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12. Neutralidad
El principio de neutralidad incluye la prohibición de la selectividad (ninguna
concepción del bien es intrínsecamente mejor a las demás) y la prohibición de hacer
afirmaciones de superioridad incondicional (pp. 77ss.).
16. Singularidad
Reconoce que una regla igualitaria puede frustrar a algunos, pero el criterio de la
igualdad no es lo que se siente, sino lo que se dice para dar sentido a la propia vida. La
discusión neutral no termina con el sufrimiento pero proporciona un medio para
autoafirmarse sin cuestionar a los demás.
La afirmación liberal de la igualdad inicial es neutral. Considera que el
contractualismo no es neutral y que debe sustituirse por el concepto de diálogo liberal.
3. CIUDADANÍA
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todos los aspectos de su posición de poder deben justificarse de cierta manera, para
participar en tal diálogo justificatorio los actores deben ser inteligibles respecto de los
demás” (p. 106). Ello explica el vínculo entre la teoría política liberal y una teoría de la
traducción. Si alguien no es capaz de legitimarse neutralmente no tiene cabida en un
Estado liberal. La ciudadanía es un concepto de teoría política, no de biología. Una
comunidad liberal es un grupo que reconoce las autodescripciones que cada uno hace
como agente moral autónomo. “Los derechos del mono hablador son más seguros que
los del hombre vegetal” (p. 114).
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En cuanto a los utilitaristas, sólo valoran instrumentalmente el diálogo neutral
(en función de la felicidad subjetiva), mientras que para el liberal es el fundamento de
los derechos y no tiene relevancia si aumenta la felicidad subjetiva del mayor número o
no.
4. DERECHOS DE NACIMIENTO
Un análisis realista del tratamiento liberal de la cuestión del poder exige tener en
cuenta el poder paterno para con los niños y el de una generaciones sobre otras.
Ackerman propone tener en cuenta la concepción, socialización, dotación de bienes y
muerte y transmisión de cada ciudadano. Una teoría liberal exhaustiva debe tener en
cuenta el debate sobre la legitimidad en cada una de estas etapas.
“Una comunidad política liberal no puede aceptar la idea de que en todas las
circunstancias hay un derecho ‘natural’ a tener tantos niños como uno quiera” (p. 147).
“El liberalismo afirma un ideal de igualdad no dominada, donde seres humanos
muy diferentes tienen el mismo derecho a usar los recursos materiales para llevar
adelante los ideales que les parecen mejor” (p. 155).
Ackerman cree demasiado en la neutralidad: afirma que cualquier derecho se
obtiene en tanto que nada neutral pueda ser dicho para justificar su restricción (p.
161n.).
5. EDUCACIÓN LIBERAL
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Lo que legitima la autoridad paterna ante los niños es el hecho de que constituye
un medio menos restrictivo que el derecho penal para convertirlo en un adulto sobre el
que no haya que aplicar medidas más restrictivas (p. 182).
6. EL LIBRE INTERCAMBIO
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Analiza los problemas del régimen de propiedad privada en un mundo lleno de
rigideces transaccionales. El laissez faire da ventajas que no son justificables
neutralmente.
7. LA TUTELA
La posibilidad de heredar a la generación posterior bienes que impliquen
desigualdad plantea un serio problema a una teoría liberal cuyo ideal es la igualdad no
dominada.
Un criterio para orientarse en qué bienes deben ser protegidos es la historia, es
decir, la preponderancia de una estructura de valor en el pasado.
“El liberal rechaza la idea de que la comunidad política pueda legítimamente
realizar un bien colectivo y llamarlo felicidad” (p. 264).
8. EXPLOTACIÓN
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explotadores en algún sentido. Un gobierno liberal cuestionará agresivamente la
necesidad de cualquier forma de explotación.
Ello requiere aludir a la idea de compensación. Un gobernante liberal no puede
contentarse con políticas de compensación negativa (esto es, mostrar que los
desfavorecidos reciben al menos lo mismo que los no desfavorecidos), sino que debe
actuar afirmativamente a favor de los que sufren dominación irremediable (paralíticos,
por ejemplo).. La compensación negativa es insuficiente para satisfacer el principio de
sacrificio equivalente, y los desfavorecidos tienen derecho a insistir en que los demás
deben hacer sacrificios mayores de sus derechos (en dominios no genéticos) para lograr
equivalencia (pp. 283ss.). Todo dependerá de un diálogo público neutral donde se
evalúen las acciones concretas. Todo es debatible pero el gobernante debe tomar una
decisión, pues es peor aceptar una política de compensación negativa, ya que ésta es
demostrablemente inadecuada para terminar con la explotación (p. 285).
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58. Capitalismo, socialismo y liberalismo
El gobernante liberal debe elegir el presupuesto que más satisfaga el ideal liberal
de igualdad no dominada, defendiéndolo en el diálogo neutral. La teoría del gendarme
de los partidarios del laissez faire falla porque los poderosos deben justificar
neutralmente su posición antes de reclamar garantizarla; el laissez faire impide remediar
la dominación ilegítima generada por él mismo.
Frente a los extremos del socialismo y del laissez faire, el gobernante liberal
controla las pretensiones de los poderosos, destruye las estructuras de explotación antes
de que se consoliden, permite que la gente afirme su propia concepción del bien . “En
lugar de glorificar la burocracia estatal o el mercado privado, la tarea es usar cada
estructura para controlar las formas de dominación no liberales promovidas por la otra.
(...) la cuestión última no es capitalismo contra socialismo, skino liberalismo contra
elitismo” (p. 301).
9. DEMOCRACIA LIBERAL
Se plantea qué regla de decisión debe usarse para que los estadistas liberales
salgan del desacuerdo en cuanto a la mejor forma de procurar el ideal liberal de
igualdad no dominada. Ackerman distingue el desacuerdo del peligro de tiranía.
63. Tiranía
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Analiza tres estrategias para contener la posibilidad de que el gobierno devenga
tiránico. Controlar el ingreso al proceso político, dividir y dispersar el poder, crear una
carta de derechos fundamentales. Las tres tienen virtudes y debilidades, y absolutizar
una es peligroso. No es posible una solución institucional final a la tensión entre la
esperanza de racionalizar la lucha por el poder y la realidad efectiva (p. 352).
11. DIÁLOGO
“Existe un paralelismo perfecto (...) entre el papel de la conversación política
dentro del Estado liberal y el papel de la conversación filosófica en defensa del Estado
liberal” (p. 399). Se trata de conversaciones que rechazan creerse poseedor de la verdad.
“El liberalismo no depende de la verdad de ningún sistema metafísico o
epistemológico. Por el contrario, la última justificación del liberalismo debe ser
encontrada en su ubicación estratégica en una red de conversación que converge desde
todas las direcciones” (p. 401). Basta con comprender que nuestra relación con el
mundo es una entre las posibles y que es razonable regular la lucha por el poder
mediante un diálogo neutral. No hay un significado moral en el universo al margen de
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nosotros mismos luchando por sobrevivir. Somos nosotros los que creamos sentido, el
primero de los cuales es que somos capaces de crearlo. “Estas son las cuatro avenidas
principales al Estado liberal: realismo acerca de lo corrosivo del poder; reconocimiento
de la duda como un paso necesario del conocimiento moral; respeto por la autonomía de
las personas, y escepticismo relativo a la realidad de significado trascendente” (p. 409).
Los diletantes estatalistas y especulativos no reconocen lo que implicaría un
triunfo suyo sobre el liberalismo.
“El primer principio de la práctica política liberal es tener cuidado con el gran
simplificador, con el revolucionario imperioso y con el revolucionario egoísta y frío. EL
ideal liberal es un orden social en el cual gente libre actúa dentro de una estructura de
poder justa.” (p. 416).
“Ninguna forma de política práctica puede pretender ofrecer la solución final a
la tensión liberal entre la libertad individual y la justicia social. (...) Los avances reales
en el mundo real sólo vendrán de aquellos que reconocen la necesidad práctica de la
tensión entre los elementos del ideal liberal, pero que no pierden la visión de conjunto
en el fragor de la batalla” (p. 417).
“Nadie puede esperar, en público o en privado, encontrar una solución al
conflicto entre la auto-satisfacción y la justicia social” (p. 418). La tarea es convertr al
tensión en fuente de creatividad
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