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Decir que somos morada del Espíritu Santo es decir que Dios toma la
residencia permanente en el cuerpo de un creyente en Cristo Jesús. En el
Antiguo Testamento, el Espíritu venía y se apartaba de los santos,
empoderándolos para el servicio, pero no necesariamente permaneciendo
con ellos. Jesús reveló a Sus discípulos la nueva función que el Espíritu de
verdad jugaría en sus vidas:
Jua 14:15-16 Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al
Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para
siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque
no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con
vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.
El apóstol Pablo escribió, “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del
Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no
sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues,
a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1
Cor 6:19, 20).