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Una familia unida, una institución que le brinde apoyo, profesores que le den
afecto y un Estado que promueva la salud mental sirven como factores
protectores para el joven.
Es por eso, que tanto la familia como el Estado deben trabajar para forjar
jóvenes psíquica y emocionalmente equilibrados.
Las personas dedicadas a mantener y atender a miembros de la familia con
enfermedades de carácter mental o psicológico permanente, tienen más
síntomas neuro-sensoriales, musculo-esqueléticos, inmunológicos,
respiratorios y gastrointestinales que los no cuidadores.
Esta es una realidad que muchas personas viven durante el transcurso de sus
vidas. Y es que cada vez es más común encontrar en los lazos familiares,
personas con algún tipo de situación (enfermedad, trastorno o déficit) que
afecta su salud mental, un niño con “TDAH”, un abuelo con “Alzheimer”, una tía
con “Trastorno Bipolar” o algún tipo de “Depresión”, y muchas otras
condiciones mentales asociadas al consumo de drogas o alcohol, etc.