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La migración según Éxodo 23:9 y su influencia

en la iglesia del siglo 21

ARTÍCULO CIENTÍFICO PARA OBTENER EL GRADO ACADÉMICO DE:


Licenciado en Teología

AUTOR:
Bachiller Carlos Alberto Miranda Díaz

ASESOR:

Lic. Saúl Blanco


Dr. Elder Miranda

LÍNEA DE INVESTIGACIÓN

Exégesis del Antiguo Testamento

LIMA – PERÚ
2019
I.- TÍTULO

La migración según Éxodo 23:9 y su influencia en la


iglesia del siglo 21
II.- RESUMEN
El presente artículo tiene como objetivo explicar sobre la migración que es una realidad
presente a nivel mundial, analizando desde el punto de vista bíblico según Éxodo 23:9; dando
una reflexión teológica a los prejuicios que se van mostrando en la iglesia de hoy en día. El
extranjero o migrante, en la mayoría de casos, es percibido de una manera negativa y no se
le reconoce como persona o hijo de Dios.
Palabras claves: Migración, extranjero, migrante, iglesia.
Abstract

The present article is to talk about migration that is a present reality worldwide, analyzing
from the biblical point of view according to Exodus 23: 9; giving a theological reflection to
the prejudices that are shown in the church of today. The foreigner or migrant, in most cases,
has been perceived in a negative way and is not recognized as a person or a child of God.
Keywords: Migration, foreigner, migrant, church.

III.- INTRODUCCIÓN

La migración nos muestra la multifacética cara del amor de Dios en cuanto se


manifiesta en cada persona y en cada cultura. Así pues, en los últimos años el fenómeno de
la migración se ha acrecentado por diversas razones, pero las más dolorosas para la
humanidad son aquellas que se realizan en contra de la voluntad de las personas. Aquellas
que para mantener la vida o una vida más digna tienen que abandonar todo en su tierra natal
para buscar sobrevivir dentro de una estructura, estructura que cada día los encarcela en la
pobreza, al menos para aquellos de bajo nivel económico.
El migrante muestra la expansión del reino de Dios cuando se va formando como
nuevo pueblo de Dios. Es decir, cuando el migrante acepta al otro, diferente a él, como
alguien que pueda ayudarlo a crecer en todos los ámbitos de su vida. En cuanto a eso la
Iglesia tiene que apoyar dicha concepción de la migración, en cuanto somos un pueblo único
y universal que se debe extender a todo el mundo para cumplir el proyecto de salvación de
Dios. En segundo lugar, el migrante es alguien que nos ayuda a ser prójimo y encontrar en el
otro a Dios mismo. Como pueblo de Dios, nos reconocemos en un lugar y un espacio donde
cada uno de los hijos de Dios se tiene que realizar como ser humano en todas sus facetas.
El objetivo del estudio es interpretar desde un aspecto teológico el tema de la
migración para una reflexión de la Iglesia de hoy en día, por lo cual planteo la siguiente
pregunta ¿Cómo debemos abordar el tema de la migración según Éxodo 23:9 y su influencia
en la iglesia del siglo 21? Po tanto este articulo va de acuerdo con lo estipulado en las líneas
de investigación, exégesis del Antigua Testamento, en análisis de textos del Pentateuco.
IV.- DESARROLLO DEL CONTENIDO

4.1. LA MIGRACIÓN SEGÚN ÉXODO 23:9

4.1.1. LA MIGRACIÓN EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

Desde una perspectiva bíblica y de fe podemos decir que la migración es una cuestión de
bendición.
La historia salvífica del pueblo de Israel comienza con Abrahán que sale de su tierra
para ir en busca de la tierra que Dios le promete (Gn. 12:1). El migrar del padre de la
fe, no es sólo en busca de una tierra y una descendencia numerosa, esto es
consecuencia de buscar y realizar el proyecto de Dios. La orden muy simple, sirve
para poner de relieve el tema de la tierra: abandonar la propia, para caminar hacia lo
que Dios mostrará. Salir de lo que uno tiene y quiere, abandonar el presente, para
ponerse en marcha hacia lo desconocido, el futuro. (Sicre, 2000, p. 92).
Además, debemos comprender.
Por medio de la migración se va desarrollando la fe en Dios y él mismo acompaña la
maduración de la fe del pueblo. Como sabemos Dios acompaña y se manifiesta en
diferentes ocasiones a Abrahán, en las cuales reafirma la promesa que ha hecho (Gn.
12:7; 15:1ss; 17:1; 18:1ss). Asimismo, con Moisés Dios acompaña a su pueblo que
sufre y lo guía por el desierto para llevarlo a la tierra prometida. Es evidente que Dios
intercede en la historia del ser humano. En el caso del pueblo de Israel Dios se hace
un Dios peregrino que camina hombro a hombro con cada ser humano. (Schwantes,
2003, p. 82).
Por otra parte, siguiendo los escritos hebreos.
En el Antiguo Testamento se brinda abundante doctrina y praxis sobre las
migraciones y las personas en movimiento. Por un lado, junto con los huérfanos y las
viudas, emigrantes constituyen la trilogía típica del mundo de los marginados en
Israel. Para ellos, Dios pide un trato digno y de especial respeto y atención. Por otro,
Israel, el pueblo de Dios, no solo conoce el fenómeno de primera mano, sino que se
constituye como pueblo migrante: “Mi padre era un arameo errante” (Dt. 26:5).
“Conocéis la suerte del emigrante, porque emigrantes fuisteis vosotros en Egipto”
(Ex. 23:9). El periodo fundacional de Israel tiene dos hitos fundamentales en dos
movimientos migratorios: el exilio a Egipto (Gn. 42:1-8) y el éxodo de la tierra
prometida (Ex. 33:1-3). Entre sus normas de conducta, el pueblo de Israel tiene clara
la prohibición de oprimir, explotar o vulnerar el derecho del emigrante: “No vejarás
al emigrante” (Ex. 23:9), “No lo oprimiréis” (Lev. 19:34), “No lo explotaréis” (Dt.
23:16), “No negarás el derecho del emigrante” (Dt. 24:17), “Maldito quien viole los
derechos al emigrante” (Dt. 27:19). Además de los códigos de conducta, existe una
mirada rica y actitud positiva ante los migrantes. En épocas tardías, a los extranjeros
residentes se les atribuyen algunos atributos que prácticamente los convierten en
miembros de la comunidad, incluso en lo referente al acceso de la propiedad: “Esta
es la tierra que os repartiréis las doce tribus de Israel, os repartiréis a suerte, como
propiedad hereditaria, incluyendo a los emigrantes que residen entre vosotros…” (Ez.
47:21-22). También se expresa una actitud de amor por el forastero: “Amaréis al
emigrante, porque emigrante fuisteis en Egipto” (Dt. 10:19). “Al forastero que reside
junto a vosotros, lo miraréis como a uno de vuestro pueblo y le amarás como a ti
mismo” (Lev. 19:34). En este sentido, la eficacia en el amor se traduce en el
compartir: “Cuando siegues la mies de tu campo y olvides en el suelo una gavilla, no
vuelvas a recogerla; déjasela al emigrante, al huérfano y a la viuda” (Dt. 24:17). (Ares
Mateos, 2017, pp. 9-10).
Además, el quinto libro del pentateuco, nos muestra el trato que se le debe dar al extranjero.
En el Código deuteronomista al extranjero se le asocia a los más pobres de la
sociedad, es decir, al levita, al huérfano y a la viuda; y vendrá el levita que no tiene
parte ni herencia contigo, el forastero, el huérfano y la viuda que habita en tus
ciudades y comerán y se saciarán para que el Señor, tu Dios, te bendiga en toda obra
que tu mano haga. (Dt. 14:29). Así añade una motivación al Memorial de Egipto:
poner al extranjero en la categoría de aquellos que merecen un trato especial, el levita,
el huérfano y la viuda. En la Ley de santidad del Levítico, además del Memorial de
Egipto y de la invitación divina, se llega a dar, para las relaciones con el extranjero
que vive en el país, la misma orden impartida para las relaciones con los hijos del
pueblo: Lo amarás como a ti mismo (Lev. 19:33-34). (Martínez, 2006, pp. 2-3).
El Antiguo Testamento nos da mucha información sobre el tema de la migración, además del
valor moral que debe de tener el residente con el extranjero o migrante.
4.1.2. LA PALABRA EXTRANJERO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
El término que se le da al extranjero o migrante, de acuerdo a las escrituras del Antiguo Pacto,
se define de la siguiente manera:
En el hebreo del Antiguo Testamento se distingue cuidadosamente entre el extranjero
que pertenece a otra nación, generalmente considerado enemigo; el extranjero de paso
y el extranjero residente, que no es israelita, pero cuya existencia está más o menos
asociada a la vida del pueblo. Ger, de origen foráneo, extranjero residente, que no es
autóctono, pero cuya existencia está más o menos asociada a la de las gentes del país;
Toshab, extranjero, residente de modo permanente en la tierra de adopción; Nokheri,
forastero, el que está de paso, viajero, considerado como inasimilable; Zar, extranjero,
en sentido étnico o político; en sentido negativo, peligroso, hostil; Goyim, gentiles,
no israelitas. El Ger o Toshab era considerado casi como un ciudadano, tenía sus
derechos y deberes bien definidos. Dios ordenó a los israelitas que el extranjero fuera
tratado con benevolencia (Lv. 19:33-34; Dt. 10:18-19). La Ley salvaguardaba sus
intereses, juntamente con los de la viuda y el huérfano (Ex. 22:21; 23:9; Dt. 24:19-
20), pues Dios no hace acepción de personas y ama al Ger, proporcionándole vestidos
y pan (Dt. 10:18; Lv. 19:33). Las prohibiciones impuestas a los israelitas afectaban
también al extranjero (Ex. 12:19; 20:10; Lv. 16:29; 17:10; 18:26; 20:2; 24:16). La
Ley exhortaba a Israel invitar al extranjero a las comidas solemnes de los sacrificios
(Dt. 16:11, 14). Tenía derecho a ofrecer sacrificios a Yahveh; si caía en un pecado
involuntario, se beneficiaba del perdón concedido al individuo o a la colectividad; las
ciudades de refugio le protegían contra el vengador de la sangre (Lv. 17:8; Nm. 15:14,
26, 29; 35:15). A los jueces se les manda juzgar con equidad al Ger (Dt. 27:19).
Cuando quedaba contaminado, tenía que someterse a los ritos de purificación (Lv.
17:15; Nm. 19:10). Si el Ger y los varones de su casa estaban circuncidados, podían
participar de la Pascua (Ex. 12:48-49). Pero el año de Jubileo no traía la libertad al
extranjero que había caído en la esclavitud. Podía ser vendido y llegar a ser, por
herencia, propiedad de los hijos de su dueño (Lv. 25:45-46). El producto de la tierra
durante el año sabático servía de comida al Ger (Lv. 25:6), que tenía derecho a
rebuscar en el campo (Lv. 19:10). El diezmo de la cosecha también se habían de dar
al Ger (Lv. 26:12). Si llegaba hacerse rico y su hermano judío empobrecido se
vendiera a él, el judío tenía derecho después al rescate (Lv. 25:47-48). Al Ger se le
podía prestar con interés y se le podía exigir (Dt. 23:2). (Ropero, 2013, p. 869).
La palabra Ger, es la que más destaca en el Antiguo Testamento como extranjero, en la cual,
la Ley respalda mucho al extranjero para cada situación de su vida, que también, es una
palabra atribuida al mismo israelita.
4.1.3. EL EXTRANJERO SEGÚN ÉXODO 23:9
La Biblia dice: “No hagáis daño al extranjero; ya sabéis lo que es un extranjero, pues
extranjero fuisteis en la tierra de Egipto. Éxodo 23:9” (Colunga y García Cordero, 1960, p.
530).
Una profundidad de este versículo que pertenece al segundo libro del Pentateuco, define lo
siguiente:
En la sociedad del antiguo Oriente próximo, el extranjero generalmente se encontraba
en una posición de dependencia y de un cierto grado de aislamiento cultural. Esta es
la experiencia de los grandes patriarcas del propio Israel en el Génesis, a partir del
momento en que Dios llamó a Abraham para que abandonara su propia tierra, pueblo
y familia a favor del pacto de Dios. Éxodo extiende esta identidad a la totalidad de la
comunidad de Israel durante su estancia en Egipto, en el momento de su formación
como nación, convirtiendo este concepto en algo fundamental para la auto
comprensión de Israel. En las leyes del Pentateuco, normalmente se daba por sentado
que el extranjero era un forastero no israelita que residía dentro de la comunidad.
Como tal, con muy pocas excepciones, el extranjero generalmente estaba sujeto a la
ley israelita, incluida la ley religiosa. Sin embargo, la aplicación tradicional del
estatus de extranjero a los patriarcas demuestra que no era simplemente una
indicación de su pertenencia a una etnia extranjera, sino de un estado especialmente
vulnerable que requería de una protección especial, en línea con las antiguas
tradiciones sobre la hospitalidad. Las leyes del Pentateuco relativas a los extranjeros
demuestran una clara preocupación humanitaria, que incluye las garantías de una
justicia imparcial exenta de prejuicios en razón de su estatus, el pago de un salario
justo, derechos de recogida de las sobras de la cosecha, otra provisión de alimentos
procedente del diezmo trianual, la participación en fiestas junto al huérfano y la viuda,
y la inclusión en el descanso sabático. El llamamiento a tratar al extranjero con
justicia y con una consideración especial estaba motivada por la identificación, por
parte de los israelitas, con la condición vulnerable del extranjero, que había sido una
parte formativa tan importante de su propia experiencia. La experiencia de los
israelitas viviendo como extranjeros en Egipto se utiliza posteriormente de forma
habitual en la ley como un argumento contra el maltrato de los extranjeros no
israelitas. En alusión a los extranjeros no israelitas que más tarde habitan en la tierra
de Israel, anticipando el periodo posterior al asentamiento. El libro de la alianza del
Éxodo, hace hincapié en el trato justo que se le debe dispensar al extranjero en las
disputas legales, la prohibición de la opresión y el beneficio del descanso sabático.
Esto demuestra un claro interés humanitario. El estatus de individuo protegido
también refleja el hecho de que estos grupos eran especialmente vulnerables a la
injusticia, resulta fácil aprovecharse de ellos ante la ausencia de otras personas que
naturalmente estuvieran obligadas a apoyarlas. Así que el propio Yahvé adopta el
papel de asegurar que se les haga justicia. Es posible que estos mecanismos de
protección tuvieran su origen y siguieran el modelo de las antiguas tradiciones del
antiguo Oriente Próximo en materia de hospitalidad hacia el viajero. Desde las más
antiguas tradiciones acerca de la hospitalidad, como se refleja en el Génesis, al
extranjero se le daba una consideración especial tanto por lo que respecta a la
generosa provisión para las necesidades básicas de alimento y cobijo como también
a la protección de la injusticia. Así pues, la ley israelita contenía disposiciones
especiales para los extranjeros residentes, así como para huérfanos y las viudas, a fin
de salvaguardar su condición socioeconómica, más vulnerable que el resto. Esto toma
posteriormente este interés y lo lleva a un nivel teológico profundo al identificar a
Yahvé como alguien que ama a los extranjeros dándoles alimento y vestido. De
hecho, dado que Yahvé ama a los extranjeros, los israelitas también debían amarlos,
recordando que ellos habían sido extranjeros en la tierra de Egipto. Así pues, amar a
los extranjeros se convierte en un tipo de “imitatio Dei”, dándonos cuenta de nuestra
naturaleza como seres creados a imagen de un Dios de amor. (Desmond y Baker,
2012, pp. 933-949).
4.2. LA IGLESIA DEL SIGLO 21
4.2.1. LA IGLESIA, ORIGEN Y REALIDAD
Debemos entender primero estos tres puntos sobre la Iglesia, para conocer su función con el
extranjero o migrante que también busca de Dios, y se define de esta manera:
La palabra “ecclesia” describía en la antigüedad a una asamblea popular de naturaleza
no religiosa, y a los convocados a la misma. Para las reuniones religiosas judías se
utilizaba “sinagoga”. El apóstol Pablo, que probablemente fue el que la empezó a
utilizar en sus escritos (1°y 2°Tes. 1:1s; Rom. 1:6; 1°Cor. 1:1-2), la utilizo para
referirse a los llamados por Dios por medio de sus mensajeros para reconciliarse con
Él (Rom. 8:29; 2°Cor. 5:19) y así representar la nueva creación de Dios. La Iglesia es
pues un acontecimiento, la realización de la elección previa mediante la llamada
concreta, la leva de todos aquellos a los que ha llamado Dios para formar “Su” pueblo.
Pero también es una figura estable, una institución, espacio temporal, con su
ubicación en un lugar geográfico, en una cultura con un ambiente social determinado
y con unos miembros que forman la Iglesia pero que, al mismo tiempo, forman parte
de la realidad social. De aquí surge la necesaria distinción entre: Reino de Dios,
Mundo e Iglesia, cada uno con sus características, pero en constante interrelación
dialéctica. La Iglesia, es aquella parte del mundo que, en la fuerza del Espíritu, ha
acogido al Reino de manera explícita en la persona de Jesucristo, el Hijo de Dios
encarnado. Conserva su memoria, proclama su evangelio y proclama su venida
(1°Cor. 11:23-26). La Iglesia es una realidad provisional que tiene sólo su razón de
ser mientras que la Humanidad no haya llegado a realizar su destino social en el Reino
de Dios. Para él, hay una diferencia entre la Iglesia y el Reino, la Iglesia no es un fin
en sí misma ni para la Humanidad. Pero la Iglesia cumple una función insustituible
en el momento actual de la vida social del hombre. La función de la Iglesia, sería
representar sacramentalmente la unidad final de toda la Humanidad en la justicia y la
paz. Esto sólo es posible en cuanto esta comunidad escatológica de los que creen esté
unida a su Señor como su Cuerpo. (García Pérez, 2008, pp. 1-2).
4.2.2. LA IGLESIA FRENTE A LA INMIGRACIÓN Y EL PREJUICIO
Es un desafío de la Iglesia de hoy en día, y que en algunos casos no lo está llevando de una
manera correcta el tema la migración, quizás por la misma presión de la sociedad, por eso:
No estamos de acuerdo con aquellos que quieren que la Iglesia evangélica tomo una
posición política acerca de la inmigración ilegal. Aquellos que se oponen a la
inmigración ilegal corren el riesgo de ver a los inmigrantes ilegales como enemigos
en lugar de verlos como un campo misionero (Mateo 9:36). Por otro lado, los que
abogan por el aumento de los derechos de los inmigrantes deben tener cuidado de no
promover actitudes de insubordinación o desprecio hacia el gobierno (1Timoteo 2:1-
4; Romanos 13:1-7). En ambos casos, la misión de la Iglesia se difumina cuando los
problemas políticos ensombrecen la predicación bíblica y el ministerio centrado en el
evangelio. Los evangélicos deben tener especial cuidado de recordar que primero
somos ciudadanos del cielo antes que ciudadanos de la tierra (Juan 18:36, Filipenses
3:20; Hebreos 11:9-10). El cristianismo bíblico no se define por las agendas políticas,
sino más bien por la verdad del evangelio. Denunciamos cualquier perspectiva que se
oponga a la inmigración (legal o ilegal) por motivos racistas o prejuiciosos. Como
cristianos, afirmamos que todas las personas son creadas a la imagen de Dios (Génesis
1:27), y que no hay barreras étnicas o económicas para la plena comunión en la
Iglesia, ya que todos los redimidos son iguales en Jesucristo (Romanos 3:22; Gálatas
3:28; Efesios 2:11-22). Reconocemos que todos somos extranjeros y peregrinos en
este mundo, y anhelamos el día en que los hombres y las mujeres de toda raza y de
toda lengua se unirán en adoración alrededor del trono de Cristo (Apocalipsis 5:9-
14). (MacArthur, 2016, pp. 173-174).
4.2.3. LA IGLESIA CAMINANDO CON EL MIGRANTE
La Iglesia del siglo 21 debe ser consciente con el migrante, porque debemos entender que
todos aquellos que conformamos la Iglesias o cuerpo de Cristo también hemos sido
extranjeros, por eso:
La Iglesia tiene que ser punto de encuentro de las diversas culturas que llegan a un
lugar ajeno. La Iglesia debe ser el lugar sin fronteras donde todos se sientan parte de
una sola familia, donde todos sean hermanos que se preocupen uno por los otros. Si
nosotros que nos decimos cristianos y que profesamos cada domingo o en la eucaristía
que creemos en Cristo, el cual quiso y anuncio un mensaje universal para toda la
humanidad, comunicamos un mensaje de amor. Ahora nos toca a nosotros ser esa voz
en el desierto que anuncie la venida de Cristo encarnado en el migrante. En la Iglesia
identificamos que en el migrante se da la continuidad del Reino de Dios. Es decir, la
Iglesia realiza el acompañamiento en la vida de fe tanto de los migrantes como de las
personas que ya están establecidas en el lugar de llegada. Esto es enriquecido con
toda la experiencia que la embarga en cuanto a los acontecimientos salvíficos de Dios
en la tierra. La Iglesia debe motivar para que se dé un ambiente de acogida,
hospitalidad, así como la fraternidad, esto es, la Iglesia tiene que ayudar con acciones
concretas y novedosas para la interacción de las diversas culturas en la Iglesia local.
Donde cada cultura tenga su espacio, pero al mismo tiempo puedan compartir la gran
riqueza de su fe con las demás culturas. El ambiente fraterno tiene que crecer cada
día para que los mismos grupos asuman un compromiso de buscar no sólo su
salvación sino la de los demás. Sembrar en las conciencias de los ciudadanos la
posibilidad de encontrar en el migrante la revelación de Dios, es ya un gran avance
para la creación de una sociedad universal. La Iglesia tiene que fomentar la
sensibilidad necesaria para que los creyentes que en el movimiento migratorio y
específicamente en el inmigrante Dios está hablando en nuestra actualidad. Por si esto
fuera poco también Jesús anuncia a un Dios que extiende su misericordia a los
confines de la tierra. Es el camino que hace madurar y clarifica el proyecto de
salvación de parte de Dios para con su pueblo Israel. La migración es eso en nuestro
tiempo, continuidad de dicha salvación revelada ahora en Cristo quien camina con
nosotros, El Verbo que camina con su pueblo itinerante, renovando la promesa que
Dios ya ha hecho desde antiguo. La Nueva Alianza la experimenta la comunidad
cristiana primitiva, en la cual todos se sienten hermanos y comparten como tales. Este
es el mensaje de los migrantes es mostrar y seguir encarnando la nueva alianza
prefigurando un pueblo nuevo en el cual ya no hay diferencia, sino que seremos uno
en Cristo. (Morán Patiño, 2013, pp. 89-91).
V.- CONCLUSIÓN
Este estudio muestra que la migración, el migrante, siempre ha sido parte de la
experiencia humana, así como Abraham, Moisés y el mismo pueblo de Israel en sus
comienzos de la historia fueron extranjeros, y que las leyes del Antiguo Testamento ayudaron
mucho a los vulnerables, viuda, huérfanos y al mismo extranjero, en la protección, en el
cuidado, en la hospitalidad, en el trato, en las cuestiones legales, en lo laboral, en lo religioso,
etc. Esto como una reflexión misma para el pueblo de Israel de donde Dios los saco y como
Dios los consideraba en su vida pasada “porque extranjero fuiste”, además del gran amor que
Dios tiene sobre el extranjero o migrante.
La Iglesia no está ajena al tema de la migración, ni al migrante, ya que en la actualidad
en muchas Iglesias congregan hermanos de otras nacionalidades, y quizás con diferentes tipos
de problemas como cualquiera de nosotros, pero lo que en ellos más resalta es lo económico
o un lugar donde vivir y lo más importante del respaldo espiritual. Quizás hemos pasado por
alto el tema la migración, y enfocados solamente con la gente de nuestro alrededor, puede
que la presión social nos haya motivado a pensar mal del extranjero y no ver como Iglesia, a
los que acoge y no discrimina, que ayuda y protege, que restaura y edifica.
Por tanto, la Iglesia debe abordar el tema de la migración y el migrante, como parte
de su entorno, donde todos los de afuera son convocados para formar parte de un mismo
cuerpo, donde no hay judío ni griego como expresan las Escrituras, y que todos somos un
mismo pueblo especial, nación santa adquirida por Dios. Ya que el mundo solo expresa
rechazo, odio y prejuicio. La Iglesia es lo contrario; porque para el extranjero la Iglesia es su
esperanza y consuelo, su lugar de restauración espiritual, y sus ganas de seguir la visión que
Dios puso en todos aquellos que llamo de afuera, siendo también extranjeros.
VI.- REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Colunga, A. y García Cordero, M. (1960). Biblia comentada: Pentateuco. Madrid, España.
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Universidad Javeriana
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Schwantes, M. (2003). Historia de los orígenes de Israel: aprender de pueblos en marcha y
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Sicre, J.L. (2000). Introducción al Antiguo Testamento. Navarra, España. Verbo Divino

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