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Introducción.

Los Derechos Humanos en la actualidad han adquirido una cierta importancia a tal punto que
ante cualquier hecho esta en boca de una persona, sin embargo no los tenemos bien
entendidos como sociedad, en el presente trabajo desglosaremos mas acerca de estos y la
manera en que se fueron estructurando con forme pasaba el tiempo.

Los derechos humanos constituyen un repertorio de libertades y derechos inherentes a cada


uno de los seres humanos sobre la base de su igualdad y dignidad personal y social. Este
conjunto de libertades y derechos apunta a garantizar y satisfacer condiciones indispensables
para el desarrollo de una vida digna, “sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma,
religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición
económica, nacimiento o cualquier otra condición” , y constituyen la base ética del sistema
democrático que va más allá de la legislación internacional y nacional.
Actividad 1. Derecho Internacional de los Derechos Humanos: normativa, jurisprudencia y
doctrina de los Sistemas Universal e Interamericano.

Unidad 1. Derecho a la Vida.

Es importante iniciar este resumen con remover algunas de las creencias que tenemos, la
principal es que el derecho a la vida no es un derecho absoluto; cuando se refiere a la
privación de la vida esta tiene condiciones que la rigen y determinan, si aplica o no; se
considera como arbitraria la privación de la vida, cuando no se tienen los suficientes
fundamentos para retener a la persona, por tal motivo se requiere implícitamente la existencia
de una forma de investigación oficial efectiva. Ya que la CIDH ha calificado como arbitraria la
negación del derecho a la vida tanto en casos de aplicación de pena de muerte como en casos
de ejecuciones extrajudiciales.

Cuando las circunstancias permiten concluir que la finalidad del uso de la fuerza pudo haber
sido legítima, la proporcionalidad de la fuerza empleada constituye un tema clave. Los
instrumentos relativos al uso de la fuerza por la policía y otros cuerpos de seguridad incluyen
tres instrumentos no convencionales, a saber: el Código de conducta para funcionarios
encargados de hacer cumplir la ley, los Principios básicos sobre el empleo de la fuerza y de las
armas de fuego por funcionarios encargados de hacer cumplir la ley y los Principios sobre la
eficaz prevención e investigación de ejecuciones extralegales, arbitrarias o sumarias. Una de
las principales reglas que se tienen, puesta en el articulo tercero del Código de conducta “Los
funcionarios encargados de hacer cumplir la ley podrán usar la fuerza sólo cuando sea
estrictamente necesario y en la medida que lo requiera el desempeño de sus tareas”. El uso de
la fuerza por parte de los cuerpos de seguridad estatales debe estar definido por la
excepcionalidad, y debe ser planeado y limitado proporcionalmente por las autoridades.

Los Principios básicos sobre el empleo de la fuerza y de las armas de fuego reconocen cinco
circunstancias en las cuales el recurrir a armas de fuego puede eventualmente ser necesario.
Dichas circunstancias son la defensa propia, defensa de la vida o integridad de otra persona o
personas, la prevención de ciertos delitos graves, la prevención de la fuga de una persona
peligrosa y la represión de manifestaciones violentas. Cuando el uso de armas de fuego se
considera necesario utilizarlas se veden de tomar en cuenta las siguientes premisas:

a) Ejercerán moderación y actuarán en proporción a la gravedad del delito y al objetivo


legítimo que se persiga;
b) Reducirán al mínimo los daños y lesiones y respetarán y protegerán la vida humana;
c) Procederán de modo que se presten lo antes posible asistencia y servicios médicos a las
personas heridas o afectadas;
La citada jurisprudencia de la Corte Interamericana ha establecido criterios muy claros sobre la
creación de un marco normativo que regule el uso de la fuerza, la capacitación y
entrenamiento a los agentes estatales en el uso de la fuerza y el control adecuado y
verificación de la legalidad del uso de la fuerza, se deberá disuadir cualquier amenaza del
derecho ala vida, pautas para poder utilizar la fuerza letal y las armas de fuego; y se deberá
respetar las normas y los reglamentos sobre el empleo de estas.

Los Principios Básicos sobre el Empleo de la Fuerza y las Armas de Fuego contienen las
dos disposiciones siguientes que reafirman, tratándose de las personas privadas de libertad,
los principios generales enunciados arriba:
 Los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, en sus relaciones con las personas
bajo custodia o detenidas, no emplearán la fuerza, salvo cuando sea estrictamente
necesario para mantener la seguridad y el orden en los establecimientos o cuando
corra peligro la integridad física de las personas.
 Los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, en sus relaciones con las personas
bajo custodia o detenidas, no emplearán armas de fuego, salvo en defensa propia o en
defensa de terceros cuando haya peligro inminente de muerte o lesiones graves, o
cuando sea estrictamente necesario para impedir la fuga de una persona sometida a
custodia o detención que presente el peligro a que se refiere el principio 9.

La jurisprudencia universal e interamericana también reconoce la responsabilidad del Estado


por omisión en razón de la desprotección de los presos e inatención a sus necesidades
básicas.; también se viola el derecho ala vida cuando se le niega la atención médica a un reo
dentro de su celda. Al igual de aquellos reos que no tienen la condición mental para cuidarse,
ya sea con trastornos psicológicos o psicofísicos.

El derecho a no ser arbitrariamente privado de la vida se aplica también durante hostilidades.


Si bien no existe ningún mecanismo internacional de carácter jurisdiccional o cuasi-
jurisdiccional con competencia para controlar el respeto al Derecho Internacional Humanitario.
El Artículo 3 Común esta destinado a asegurar un trato humanitario a toda persona que no
participa activamente en la guerra, y se aplica tanto a la población civil como a combatientes
que “hayan depuesto las armas (o que) hayan quedado fuera de combate por enfermedad,
herida, detención o cualquier otra causa”. Prohíbe también “las condenas dictadas y las
ejecuciones sin previo juicio ante un tribunal legítimamente constituido con garantías
judiciales reconocidas como indispensables por los pueblos civilizados”. El protocolo II prohíbe
los ataques durante conflictos armados no internacionales contra bienes indispensables para
la supervivencia de la población civil. El artículo 4 de la Convención Americana establece que
toda persona tiene derecho a que se respete su vida y que nadie puede ser privado de la vida
arbitrariamente. Asimismo cabe señalar que el maltrato intencional y, aun más, la ejecución
extrajudicial de civiles bajo el control de una de las partes en cualquier tipo de conflicto
armado, se encuentra absolutamente prohibida en cualquier circunstancia a la luz de las
consideraciones fundamentales de humanidad reflejadas en el artículo 3 común de los
Convenios de Ginebra.

Cualquiera de los actos mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir,


total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, se considera como
Genocidio, como tal:
A. Matanza de miembros del grupo;
B. Lesiones graves a la integridad física o mental de los miembros del grupo;
C. Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear
su destrucción física, total o parcial;
D. Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo;
E. Traslado por fuerza de niños del grupo a otro.

Se considera desaparición forzada la privación de la libertad a una o más personas, cualquiera


que fuere su forma, cometida por agentes del Estado o por personas o grupos de personas que
actúen con la autorización, el apoyo o la aquiescencia del Estado, seguida de la falta de
información o de la negativa a reconocer dicha privación de libertad o de informar sobre el
paradero de la persona, con lo cual se impide el ejercicio de los recursos legales y de las
garantías procesales pertinentes. La desaparición forzada es una violación muy compleja y
acumulativa de derechos humanos y del derecho humanitario que entraña violaciones del
derecho a la libertad y la seguridad de la persona, el derecho al reconocimiento de la
personalidad jurídica, y el derecho a no ser sometido a trato inhumano y degradante y, como
mínimo, una grave amenaza al derecho a la vida.

El Derecho Internacional de los Derechos Humanos tiende a la progresiva eliminación de la


Pena de Muerte. El Comité de Derechos Humanos ha elaborado una jurisprudencia
particularmente importante sobre la cuestión del derecho a la vida y su efecto de reducir toda
aplicación de la pena capital. En las disposiciones detalladas del artículo 6 incluyeron una serie
de restricciones a la aplicación de este castigo supremo. En el ámbito regional, los países que
ya habían suprimido la pena de muerte en sus legislaciones estimaban imprescindible incluir
en la Convención Americana una norma que la prohibiera categóricamente, mientras que los
países cuya legislación establecía la pena de muerte se veían imposibilitados a aceptar una
norma internacional que los obligara a renunciar a la imposición de esa pena.

La Convención Americana dispone en el segundo párrafo del artículo 4 que la pena capital
“sólo podrá imponerse en cumplimiento de una sentencia ejecutoriada de un tribunal
competente y de conformidad con una ley que establezca tal pena, dictada con anterioridad a
la comisión del delito”. La Convención Americana limitan la eventual aplicación de la pena de
muerte a “los más graves delitos”, debe interpretarse de forma restrictiva en el sentido de que
la pena de muerte debe constituir una medida sumamente excepcional”.

La aplicación de la pena de muerte contra mujeres en estado de gravidez o contra menores de


18 años en el momento de la comisión del delito está prohibida por el art. 6.5 del PIDCP y por
el artículo 4.5 de la Convención Americana. la pena de muerte a delitos cometidos por perso-
nas menores de 18 años de edad es reafirmada en el inciso a) del artículo 37 de la Convención
de los Derechos del Niño. “No serán condenados a muerte los menores de 18 años de edad en
el momento de cometer el delito, ni se ejecutará la sentencia de muerte en el caso de mujeres
embarazadas o quienes hayan dado la luz recientemente”.

De los términos expresos del artículo 6 se desprende también que la pena de muerte
solamente puede imponerse de conformidad con el derecho vigente en el momento en que se
haya cometido el delito y que no sea contrario al Pacto. El derecho a apelar es particularmente
importante en los casos de pena de muerte. La denegación de asistencia letrada a una persona
indigente por un tribunal que revise una condena a muerte constituye una violación, ya que en
esos casos la denegación de asistencia jurídica para apelar impide de hecho una revisión
efectiva del fallo condenatorio y de la pena por un tribunal superior. Artículo 6 del PIDCP
señala que “toda persona condenada a muerte tendrá derecho a solicitar el indulto o la
conmutación de la pena. La amnistía, el indulto o la conmutación de la pena capital podrán ser
concedidos en todos los casos”.

Unidad 2.Integridad personal y trato humano.

El artículo 2 de la Convención Americana de 1985 estipula que “A los efectos de la presente


Convención se entenderá por tortura todo acto realizado intencionalmente por el cual se
inflijan a una persona penas o sufrimientos físicos o mentales, con fines de investigación
criminal, como medio intimidatorio, como castigo personal, como medida preventiva, como
pena o con cualquier otro fin. Se entenderá también como tortura la aplicación sobre una
persona de métodos tendientes a anular la personalidad de la víctima o a disminuir su
capacidad física o mental, aunque no causen dolor físico o angustia psíquica”. Se reconocía
como tortura las prácticas infames como asfixia, colgadura, la aplicación de descargas
eléctricas al cuerpo de la víctima, tales como golpes y patadas, fueron generalmente
calificados de trato cruel o inhumano, a menos que hubieran dejado secuelas permanentes.

La Observación General No. 32 del Comité de Derechos Humanos señala que: Infligir malos
tratos a una persona contra la que pesan acusaciones penales y obligarla a hacer o a firmar,
bajo coacción, una confesión de culpabilidad constituye una violación del artículo 7 del Pacto,
que prohíbe la tortura y el trato inhumano, cruel y degradante, y del apartado g) del párrafo 3
del artículo 14, que prohíbe obligar a una persona a declarar contra sí misma o a confesarse
culpable.
La Corte Interamericana que pueden calificarse como torturas físicas y psíquicas aquellos actos
que han sido “preparados y realizados deliberadamente contra la víctima para suprimir su
resistencia psíquica y forzarla a auto inculparse o a confesar determinadas conductas delictivas
o para someterla a modalidades de castigos adicionales a la privación de la libertad en sí
misma”.

El Comité de Derechos Humanos en su Observación General No. 20 señala: “La prohibición


enunciada en el artículo 7 se refiere no solamente a los actos que causan a la víctima dolor
físico, sino también a los que causan sufrimiento moral”. El concepto de tortura psicológica o
moral ha sido bastante desarrollado por la Corte Interamericana y por la CIDH.; s ele conoce
como el aislamiento prolongado y la incomunicación coactiva a los que se ve sometida la
víctima representan, por sí mismos, formas de tratamiento cruel e inhumano, lesivas de la
libertad psíquica y moral de la persona y del derecho de todo detenido al respeto debido a la
dignidad inherente al ser humano, lo que constituye, por su lado, la violación de las
disposiciones del artículo 5 de la Convención que reconocen el derecho a la integridad
personal. La jurisprudencia del Comité de Derechos Humanos ha reconocido también que el
impacto psicológico de ciertas violaciones graves de los derechos humanos en los familiares
directos de la víctima puede constituir una violación del artículo 7.

El Comité declaró que “cuando un Estado aplica la pena de muerte, dicha pena no sólo deberá
esta limitada estrictamente según lo dispuesto en el artículo 6, sino que deberá ser ejecutada
de manera que cause los menores sufrimientos físicos o morales posibles”. Al igual que
mantenerlo en incertidumbre en cuanto al resultado de su apelación, genera un efecto
negativo psicológicamente hablando. El Comité de Derechos Humanos ha señalado en varias
oportunidades que la ejecución pública de un preso condenado a la pena de muerte es
incompatible con la dignidad humana, y violatoria del PIDCP.

El Comité de Derechos Humanos manifiesta que quizás no sea necesario establecer


distinciones muy precisas entre las diversas formas prohibidas de tratos o penas. Estas
distinciones dependen de la naturaleza, la finalidad y la severidad del trato particular que se
dé. A juicio del Comité, la prohibición debe abarcar el castigo corporal, inclusive los castigos
físicos excesivos impuestos como medida pedagógica o disciplinaria. Además, el artículo
protege no sólo a las personas presas o detenidas, sino también a los alumnos de los
establecimientos de enseñanza y a los pacientes de instituciones médicas. La Comisión de los
derechos de los niños considera todo castigo corporal como una grave violación de la dignidad
del niño.

La Corte Interamericana refiere al carácter degradante de un trato, como criterio para


considerarlo violatorio del derecho a la integridad y dignidad humanas: “El carácter
degradante se expresa en un sentimiento de miedo, ansia e inferioridad con el fin de humillar,
degradar y de romper la resistencia física y moral de la víctima”.

La Corte Interamericana ha advertido que “si bien pudiera entenderse que cuando se priva de
la vida a una persona también se lesiona su integridad personal, no es este el sentido del
citado precepto de la Convención Americana [artículo 5], que se refiere, en esencia, a que
nadie debe ser sometido a torturas, ni a tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, y a
que toda persona privada de libertad debe ser tratada con el respeto debido a la dignidad
inherente al ser humano”.

El derecho de las personas privadas de libertad a ser tratadas humanamente y con debido
respeto a la dignidad inherente al ser humano; el Comité de Derechos Humanos resalta que el
derecho a un trato digno y humano no se limita a los presos, sino que se extiende a toda
persona privada de libertad “en virtud de las leyes y la autoridad del Estado”.

Unidad 3. Esclavitud, servidumbre, trato o tráfico de personas y trabajo forzado.

La esclavitud, como se ha señalado, está prohibida expresamente por la Declaración Universal


de Derechos Humanos, el PIDCP y la Convención Americana, “La esclavitud es el estado o
condición de un individuo sobre el cual se ejercitan los atributos del derecho de propiedad o
algunos de ellos”. La Corte Internacional de Justicia, reconoció la prohibición de la esclavitud
como parte del Derecho Internacional general o consuetudinario vinculante para todos los
miembros de la comunidad internacional.

El Estatuto de la Corte Penal Internacional reconoce que por “esclavitud” se entenderá el


ejercicio de los atributos del derecho de propiedad sobre una persona, o de algunos de ellos,
incluido el ejercicio de esos atributos en el tráfico de personas, en particular mujeres y niños.

La Convención Suplementaria sobre la abolición de la esclavitud, la trata de esclavos y las


Instituciones y prácticas análogas a la esclavitud, adoptada en 1956 con el propósito de
ampliar el alcance de la Convención de 1926 sobre la Esclavitud, prohíbe, entre otras cosas,
ciertas prácticas que afectan a las mujeres, a los niños y a los adolescentes.

La Convención de 1926 reconoce dos tipos de servidumbre que serian:

 La servidumbre por deudas, o sea, el estado o la condición que resulta del hecho de
que un deudor se haya comprometido a prestar sus servicios personales, o los de
alguien sobre quien ejerce autoridad, como garantía de una deuda, si los servicios
prestados, equitativamente valorados, no se aplican al pago de la deuda, o si no se
limita su duración ni se define la naturaleza de dichos servicios;
 La servidumbre de la gleba, o sea, la condición de la persona que está obligada por la
ley, por la costumbre o por un acuerdo a vivir y a trabajar sobre una tierra que
pertenece a otra persona y a prestar a ésta, mediante remuneración o gratuitamente,
determinados servicios, sin libertad para cambiar su condición.

La Declaración Universal de Derechos Humanos y el PIDCP prohíben, como se señaló, la trata


de esclavos; el artículo 6 de la Convención Americana prohíbe la trata de esclavos y de mujeres
“en todas sus formas”. El Estado deberá adoptar enérgicas medidas para luchar contra esta
práctica, que constituye una violación de varios derechos enunciados en el Pacto, como el del
artículo 3 y el del artículo 8 de no ser sometido a servidumbre o esclavitud.

De acuerdo con el PIDCP y la Convención Americana, la obligación básica del Estado con
respecto al tráfico de personas es prohibirlo. Según el párrafo 5 del artículo 9 del Protocolo, es
deber de los Estados promover la adopción de medidas legislativas, de orden social, educativo
y cultural con el propósito de disminuir la demanda que propicie cualquier forma de
explotación conducente a la trata de personas, especialmente la de mujeres y niños.
La expresión ‘trabajo forzoso u obligatorio’ designa todo trabajo o servicio exigido a un
individuo bajo la amenaza de una pena cualquiera y para el cual dicho individuo no se ofrece
voluntariamente. Las principales formas de trabajo forzoso serian:

1. la participación obligatoria en proyectos de obras públicas.


2. el trabajo forzoso en la agricultura (sistemas de contratación coercitiva).
3. los trabajadores domésticos en situaciones de trabajo forzoso.
4. el trabajo forzoso impuesto por los militares.
5. algunos aspectos de trabajo en los establecimientos penitenciarios y de la
rehabilitación por medio de trabajo.
La Comisión de Expertos de la OIT ha indicado que la prohibición de trabajo forzoso se
extiende también al “suministro de materiales o provisiones de cualquier tipo,” e incluso la
solicitud de dinero en circunstancias no reglamentadas por la ley, al menos en los países en los
cuales “en la práctica, las solicitudes de dinero o servicios por parte de los militares suelen ser
intercambiables”. Los pequeños trabajos comunales, es decir, los trabajos realizados por los
miembros de una comunidad en beneficio directo de la misma, trabajos que, por consiguiente,
pueden considerarse como obligaciones cívicas normales que incumben a los miembros de la
comunidad, a condición de que la misma población o sus representantes directos tengan el
derecho de pronunciarse sobre la necesidad de esos trabajos. El concepto de fuerza mayor
supone un acontecimiento súbito e imprevisto que exige la adopción inmediata de medidas
para combatirlo”, y que “la duración y la importancia del servicio obligatorio, así como la
finalidad para la que se recurre al mismo, han de limitarse estrictamente a lo que requieren las
exigencias de la situación”. No todo trabajo infantil está prohibido por la normativa
internacional, y no todo trabajo infantil prohibido por la normativa internacional, Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC) consagra la obligación
del Estado de proteger a los niños y adolescentes contra “la explotación económica y social”, y
de prohibir su “empleo en trabajos nocivos para su moral y salud, o en los cuales peligre su
vida o se corra el riesgo de perjudicar su desarrollo norma”.

Unidad 4. Derecho a la libertad y seguridad personal.

La jurisprudencia del Comité de Derechos Humanos, sobre la privación arbitraria o ilegal de


libertad, versa esencialmente sobre el criterio de arbitrariedad y sobre la privación de libertad
a distintas categorías de personas, entre ellas testigos, migrantes ilegales y personas que
sufren enfermedades mentales. La jurisprudencia consta de tres ejes que son la finalidad de la
medida, la necesidad de la medida y las salvaguardias utilizadas para evitar que la medida se
extienda más allá de las circunstancias que la justifican. El Comité de Derechos Humanos
también adoptó una decisión sobre la privación de libertad con el fin de impedir una infracción
de la ley sin orden judicial.

En circunstancias excepcionales, el derecho internacional humanitario contempla la


internación de civiles como medida de protección. Ésta sólo puede realizarse de acuerdo con
disposiciones específicas, y puede autorizarse cuando lo requieren preocupaciones de
seguridad; cuando medidas menos restrictivas no podrían cumplir el objetivo buscado, y
cuando la acción sea tomada en cumplimiento de los fundamentos y procedimientos
establecidos en una ley preexistente. El artículo 78 del Cuarto Convenio de Ginebra establece
en su parte pertinente:

Si la Potencia ocupante estimase necesario, por razones imperiosas de seguridad, tomar


medidas de seguridad respecto a las personas protegidas, podrá imponerles, a lo más, una
residencia forzosa o proceder a su internamiento. Refiriéndose a la Convención de los
Derechos del Niño, a las Reglas Mínimas para la Administración de Justicia de Menores, a las
Directrices de las Naciones Unidas para la Prevención de la Delincuencia Juvenil y a las Reglas
de las Naciones Unidas para la Protección de los Menores privados de Libertad, la CIDH
advierte que “más allá de sancionar a los menores por su supuesta vagancia, el Estado tiene un
deber de prevención y rehabilitación y está en la obligación de proporcionarles medios
adecuados para que puedan desarrollarse a plenitud”.126 Si bien en el caso concreto, la situación
denunciada se caracterizaba por la detención de menores en cárceles e instituciones penales, el
análisis de la CIDH parece aplicable también en la internación de niños y adolescentes en
instituciones propias para personas de su edad.

El Comité de Derechos Humanos manifestó al respecto: que el párrafo 2 del artículo 9 del
Pacto establece que toda persona detenida será suficientemente informada de las razones de
su detención como para que pueda tomar medidas inmediatas a fin de obtener su puesta en
libertad si considera que los motivos aducidos no son válidos o carecen de fundamento. El
Comité opina que no basta con informar simplemente [al individuo] que ha sido detenido, al
amparo de [la ley de seguridad nacional] sin notificarle en qué se basa la acusación. El Comité
de Derechos Humanos “reconoce el grado de sufrimiento que conlleva estar indefinidamente
sin contacto alguno con el exterior y recomienda que los Estados Partes dispongan que no se
podrá mantener a un detenido en situación de incomunicación”. el derecho a ser informado de
los cargos en su contra es aplicable únicamente a partir del momento en que se ha
determinado la acusación.
El Comentario General del Comité de Derechos Humanos sobre la libertad personal subraya
que el derecho a impugnar la legalidad de una privación de libertad se extiende a toda
privación de libertad, incluso a la detención administrativa por motivos de seguridad nacional y
a otras formas de reclusión por motivos ajenos al Derecho Penal. el Comité de Derechos
Humanos interpreta que el derecho reconocido por el párrafo 4 del artículo 9 consiste en el
derecho a impugnar la legalidad y razonabilidad de una privación de libertad, y no tan sólo su
legalidad, como sugeriría una lectura literal de su texto.

Existe una abundante jurisprudencia, tanto en el ámbito universal como en el interamericano,


que reconoce un amplísimo derecho de las víctimas de cualquier violación de los derechos
humanos a recibir una indemnización del Estado responsable de la violación. Quizás por este
motivo la jurisprudencia sobre el párrafo 6 del artículo 14 del PIDCP es escasa.

El sistema universal ha desarrollado en los últimos años una jurisprudencia que considera
ciertos hechos como violatorios de la seguridad personal. La jurisprudencia del Comité de
Derechos Humanos sobre amenazas violatorias del derecho a la seguridad ha sido confirmada
y ampliada en otras decisiones. El Comité ha analizado como presuntas violaciones de la
seguridad personal, y no de la integridad personal, casos de personas heridas por autoridades
en circunstancias que no sugieren la intención de torturarlas.

Unidad 5. El principio de la legalidad y debido proceso legal.

Los requisitos aplicables a todo proceso se refieren principalmente a las características del
tribunal y no al procedimiento como tal. El tribunal debe ser competente, independiente e
imparcial. El derecho a ser oído ‘dentro de un plazo razonable’ está plasmado en el primer
párrafo del artículo 8 de la Convención, aplicable en todo proceso legal, y en el artículo 14.3
del PIDCP relativo a los procesos penales. El Comité de Derechos Humanos en su Observación
General No. 32 sobre el derecho a un juicio imparcial y a la igualdad ante los tribunales y
cortes de justicia, explica el alcance de la expresión “determinación de sus derechos y
obligaciones de carácter civil”, se basa en la naturaleza del derecho de que se trata, más que
en la condición jurídica de una de las partes o en el foro que señalan los distintos
ordenamientos jurídicos nacionales para la determinación de derechos específicos; no se
consideran derechos u obligaciones de carácter civil cuando las personas son sometidas a
medidas adoptadas en su contra en cuanto personas subordinadas a un nivel alto de control
administrativo, como en el caso de las medidas disciplinarias que no equivalen a sanciones
penales tomadas contra un funcionario público, un miembro de las fuerzas armadas o un
preso.

La Convención se refiere al derecho de toda persona a ser oída por un ‘juez o tribunal
competente’ para la ‘determinación de sus derechos’, esta expresión se refiere a cualquier
autoridad pública, sea administrativa, legislativa o judicial, que a través de sus resoluciones
determine derechos y obligaciones de las personas. Por la razón mencionada, esta Corte
considera que cualquier órgano del Estado que ejerza funciones de carácter materialmente
jurisdiccional, tiene la obligación de adoptar resoluciones apegadas a las garantías del debido
proceso legal en los términos del artículo 8 de la Convención Americana.

La Declaración Universal de Derechos Humanos, en su artículo 10, consagra el derecho de toda


persona a “ser oída públicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial”.
Este derecho está descrito en la parte medular del artículo 14 del PIDCP y 8 de la Convención
Americana, como el derecho de la persona “a ser oída con las debidas garantías”; este
trasciende la suma de las garantías específicas, el cual requiere que el proceso en su totalidad
sea, como indica con más claridad la versión español de la Declaración Universal, justo y
equitativo. La jurisprudencia del Comité de Derechos Humanos indica que el derecho a ser
oído con justicia comprende el derecho de la persona sin recursos a asistencia letrada de oficio
para efectos de la presentación de un recurso de inconstitucionalidad en contra de una
sentencia.

El artículo 8 de la Convención Americana establece los requisitos que deben observarse en las
diversas etapas procesales para que pueda hablarse de verdaderas y propias garantías
judiciales; Este artículo comprende distintos derechos y garantías que provienen de un valor o
bien jurídico común y que considerados en su conjunto conforman un derecho único no
definido específicamente pero cuyo inequívoco propósito es en definitiva asegurar el derecho
de toda persona a un proceso justo.

El derecho a una audiencia pública y con las debidas garantías ante un tribunal competente,
independiente e imparcial, establecido por la ley, está garantizado en la segunda oración del
párrafo 1 del artículo 14 cuando se trata de sustanciar una acusación de carácter penal
formulada contra una persona o de determinar sus derechos u obligaciones de carácter civil; El
requisito de la competencia, independencia e imparcialidad de un tribunal en el sentido del
párrafo 1 del artículo 14 es un derecho absoluto que no puede ser objeto de excepción alguna.
La noción de ‘tribunal’, en la segunda oración del párrafo 1 del artículo 14, se refiere a un
órgano, cualquiera sea su denominación, creado por ley, independiente de los poderes
ejecutivo y legislativo, o que goza en casos específicos de independencia judicial al decidir
cuestiones jurídicas en actuaciones de carácter judicial. Los jueces resolverán los asuntos que
conozcan sin restricción alguna y sin influencias, alicientes, presiones, amenazas o
intromisiones indebidas, sean directas o indirectas, de cualesquiera sectores o por cualquier
motivo. El requisito de imparcialidad tiene dos aspectos. En primer lugar, los jueces no deben
permitir que su fallo esté influenciado por sesgos o prejuicios personales, ni tener ideas
preconcebidas en cuanto al asunto sometido a su estudio, ni actuar de manera que
indebidamente promueva los intereses de una de las partes en detrimento de los de la otra. En
segundo lugar, el tribunal también debe parecer imparcial a un observador razonable. El
principio de la publicidad del proceso está consagrado tanto en la Declaración Universal de los
Derechos Humanos y el PIDCP, como en la Declaración y la Convención Americanas. Los dos
primeros instrumentos reconocen este principio como aplicable a todo proceso judicial,
mientras que los instrumentos regionales lo limitan a procesos penales.

Unidad 6. El derecho a un recurso efectivo.

La Declaración Universal ni la Americana, ni el Pacto Internacional ni la Convención


Americana, reconocen expresamente el derecho a un recurso en cuanto derecho de la
víctima de un delito. Este vacío ha sido suplido con los Principios fundamentales de
justicia para las víctimas de delitos y del abuso de poder, adoptados por la Asamblea
General de las Naciones Unidas en 1985. Los Estados conforme al derecho internacional
deben asegurar que en su derecho interno las víctimas cuenten con recursos suficientes,
eficaces y rápidos que le permitan un acceso igual y efectivo a la justicia; una reparación
adecuada, efectiva y rápida del daño sufrido y acceso a la información pertinente sobre
las violaciones y los mecanismos de reparación; por ende los Estados deben:
I. Dar a conocer, por conducto de mecanismos públicos y privados, información
sobre todos los recursos disponibles contra las violaciones manifiestas de las
normas internacionales de derechos humanos y las violaciones graves del
derecho internacional humanitario;
II. Adoptar medidas para minimizar los inconvenientes a las víctimas y sus
representantes, proteger su intimidad contra injerencias ilegítimas según
proceda y protegerlas de actos de intimidación y represalia, así como a sus
familiares y testigos, antes, durante y después del procedimiento judicial,
administrativo o de otro tipo que afecte a los intereses de las víctimas;
III. Facilitar asistencia apropiada a las víctimas que tratan de acceder a la justicia;
IV. Utilizar todos los medios jurídicos, diplomáticos y consulares apropiados para
que las víctimas puedan ejercer su derecho a interponer recursos por
violaciones manifiestas de las normas internacionales de derechos humanos o
por violaciones graves del derecho internacional humanitario.
El Comité observa, además, que en determinadas circunstancias el derecho a hacer valer un
recurso efectivo puede exigir que los Estados Parte adopten y apliquen medidas provisionales
para evitar la repetición de las violaciones y reparar cuanto antes cualquier daño que esas
violaciones puedan haber causado.

Unidad 7. El derecho a la intimidad, hora y reputación y personalidad jurídica.

La Observación General sobre el artículo 17 del PIDCP se limita a afirmar que los Estados
partes tienen la obligación de adoptar legislación que garantice estos derechos y recursos
eficaces para hacer valer dichas normas.

La CIDH se pronunció sobre algunas actuaciones estatales que pueden implicar la violación del
derecho a la honra y dignidad. Así por ejemplo, mencionó que para que estas personas puedan
realizar su trabajo con libertad, es indispensable que el Estado les garantice la protección de
estos derechos, y que para tal fin se requiere que ciertas situaciones específicas resulten
intolerables, tales como los actos de hostigamiento e intimidación, agresiones, seguimientos,
intervención de correspondencia y de comunicaciones, así como las actividades de inteligencia
ilegales.

De igual forma, la CIDH aclaró que si bien toda institución que actúa en asuntos públicos puede
estar sujeta al escrutinio público, cuando dichas críticas provengan de autoridades, éstas
deben hacerse de manera especialmente responsable, pues sólo así se puede garantizar
efectivamente la labor de protección de los defensores de derechos humanos: “los
funcionarios públicos deben abstenerse de hacer declaraciones que estigmaticen a las
defensoras y defensores o que sugieran que las organizaciones de derechos humanos actúan
de manera indebida o ilegal, sólo por el hecho de realizar sus labores de promoción o
protección de derechos humanos”.
Toda persona afectada por informaciones inexactas o agraviantes emitidas en su perjuicio a
través de medios de difusión legalmente reglamentada y que se dirijan al público en general,
tiene derecho a efectuar por el mismo órgano de difusión su rectificación o respuesta en las
condiciones que establezca la ley. El tercer párrafo del artículo agrega que las personas
responsables de los medios de comunicación no estarán protegidas por inmunidades ni
gozarán de fuero especial.

El derecho de rectificación debe considerarse una forma concreta del derecho a un recurso
eficaz, cuyo propósito es reparar violaciones del derecho a la honra y reputación.

El Comité de Derechos Humanos ha reconocido como corolarios del derecho a la vida privada
la obligación de los Estados de controlar la recopilación y almacenaje de información
personales en bancos de datos, así como el derecho del individuo a obtener acceso a
información sobre sí mismo que obre en archivos y bancos de datos públicos y privados.

La Declaración sobre la Libertad de Expresión aprobada por la Comisión en el 2000, cuyo


Principio 3 reza así: “Toda persona tiene el derecho a acceder a la información sobre sí misma
o sus bienes en forma expedita y no onerosa, ya esté contenida en bases de datos, registros
públicos o privados y, en el caso de que fuere necesario, actualizarla, rectificarla y/o
enmendarla”.

El derecho que enuncia el artículo 16 en el sentido de que todo ser humano tiene derecho en
todas partes al reconocimiento de su personalidad jurídica es particularmente pertinente en el
caso de la mujer, que suele verlo vulnerado en razón de su sexo o su estado civil. Este derecho
supone que no se puede restringir en razón del estado civil o por otra causa discriminatoria la
capacidad de la mujer para ejercer el derecho de propiedad, concertar un contrato o ejercer
otros derechos civiles. Supone también que la mujer no puede ser tratada como un objeto que
se entrega a su familia junto con la propiedad del marido difunto.

Unidad 8. Derecho a la nacionalidad, residencia y libertad de cirulo y asilo.

El derecho a la nacionalidad tiene tres elementos esenciales, el derecho a adquirir una


nacionalidad, el derecho a no ser privado arbitrariamente de su nacionalidad y el derecho a
cambiar su nacionalidad. Este derecho está consagrado por las dos Declaraciones de 1948, así
como por el PIDCP y la Convención Americana. Aunque los Estados tienen la prerrogativa de
establecer las leyes que rigen la adquisición, renuncia o pérdida de la nacionalidad, deben
hacerlo en el marco de la legislación internacional sobre derechos humanos. En los casos en
que se introduzcan enmiendas constitucionales o cambios en la legislación nacional relativa a
la concesión de la ciudadanía, los Estados no deben revocar la ciudadanía con efecto
retroactivo.

El derecho comparado tradicionalmente reconoce cuatro maneras de adquirir una


nacionalidad. El niño generalmente adquiere la nacionalidad del país en cuyo territorio nace o
la nacionalidad de sus padres o de uno de ellos. Un adulto puede adquirir una nacionalidad por
matrimonio o por naturalización. La adquisición de una nueva nacionalidad por un adulto
puede también beneficiar a sus dependientes. La ausencia de referencia a la obligación del
Estado con respecto a la adquisición de la nacionalidad en las Declaraciones y en el PIDCP
debilita mucho el reconocimiento de este derecho, dejando a los Estados una discreción muy
amplia en cuanto a las modalidades de su incorporación al derecho interno.

Los Estados tienen la obligación de no adoptar prácticas o legislación, respecto al


otorgamiento de la nacionalidad, cuya aplicación favorezca el incremento del número de
personas apátridas, condición que es derivada de la falta de nacionalidad, cuando un individuo
no califica bajo las leyes de un Estado para recibirla, como consecuencia de su privación
arbitraria, o bien por el otorgamiento de una nacionalidad que no es efectiva en la práctica.

El derecho de la persona a no ser privada de su nacionalidad no es un derecho absoluto, según


la normativa internacional. Tanto la Declaración Universal de Derechos Humanos y la
Declaración Americana como la Convención Americana, imponen la misma condición a la
privación de nacionalidad, a saber, que no puede llevarse a cabo en forma arbitraria. Otros
instrumentos de derechos humanos establecen restricciones de otro tipo. La Convención sobre
la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer establece “que ni el
matrimonio con un extranjero ni el cambio de nacionalidad del marido durante el matrimonio
cambian automáticamente la nacionalidad de la esposa, la conviertan en apátrida o la obligan
a adoptar la nacionalidad del cónyuge”.

Toda persona tiene derecho a la nacionalidad que legalmente le corresponda y el de


cambiarla, si así lo desea, por la de cualquier otro país que esté dispuesto a otorgársela.

La Declaración Universal de Derechos Humanos prohíbe el ‘destierro arbitrario’ y reconoce el


derecho de toda persona a ‘regresar a su país’ así como el derecho a “elegir su residencia en el
territorio de un Estado”.
La Comisión, el derecho a vivir en la patria emana del carácter social del individuo, que sólo en
sociedad puede desarrollarse, y de la constatación de que dicho carácter se ha expresado
históricamente en el desarrollo de las naciones, como comunidades naturales, y en su cons-
titución jurídica como Estados (…). Si hay un derecho que, en principio, es absoluto, es el
derecho a vivir en la patria, de tal modo incorporado al ser humano que la doctrina lo llama
‘atributo de la personalidad’.

La Convención sobre los derechos de los trabajadores migratorios reconoce el derecho de los
trabajadores documentados a escoger libremente su residencia en el país en el cual trabajan,
sujeto a condiciones similares a las mencionadas en el artículo 12.3 del PIDCP. este derecho se
aplica a todo el territorio de un Estado, incluso tratándose de Estados federativos, y recalca
que el artículo 12 no permite prohibir “la entrada y permanencia de una persona a una parte
especifica del territorio”. el Comité de Derechos Humanos comenta que el derecho “a entrar
en su propio país”, plasmado en el párrafo cuarto del artículo 12 del PIDCP, comprende el
derecho a permanecer en su país, o sea, el derecho a establecer residencia en éste.
Conclusión.

Los Derechos Humanos son la resultante de la Búsqueda de equidad entre los Hombres del
Mundo. Su promoción nos ha llevado a vernos de forma igual pero lamentablemente siguen
habiendo formas de acción que no permiten el libre desenvolvimiento de la persona.

Pero no solamente es esto, sino también es una forma de vida, que se traduce en la libertad de
opinión, de acción, entre otros logrando una pacífica interacción de las personas dentro de una
Sociedad.

Los Derechos Humanos son importantes en el sentido de igualdad de oportunidades y de


desarrollo, pero también implica que nosotros como hombres sepamos valorar ello y
promover la diversidad pero de manera pacífica, con verdadera justicia y un gran valor.

Los derechos humanos, como podemos ver, sencillamente no pueden no conocerse o ser
pasados por alto como si fuese cualquier cosa, podemos apreciar en ambos tipos
de régimen como influyen en la cultura y en la sociedad en general.

Podemos ver como en dictadura los derechos humanos son totalmente pisoteados por los
líderes totalitaristas que los manejan, no existe la libertad de expresión y en la mayoría de los
casos de dictadura en manifestaciones o protestas no se respeta ni el primer derecho humano
y el mas importante que es el derecho a la vida.
La ignorancia es nuestro peor enemigo, permitiremos siempre que nos pisotee cualquier
Estado que imponga su sistema sobre nosotros si somos ignorantes, si no conocemos los
derechos humanos no sabemos verdaderamente que poder tiene aquel que nos gobierna, hoy
en día por lo menos se disfrazo un gobierno dictatorial de uno democrático, se han maltratado
los derechos humanos en manifestaciones (con estudiantes asesinados incluso) y los presos
políticos son abundantes, algunos dirán lo contrario, pero yo siempre he tenido claro que no
hay peor ciego que el que no quiere ver. Lo mismo va para aquellos que no quieren conocer y
ven todo por encima del hombro, prefieren quedarse en su caverna, desconocer sobre un
tema no molesta sino mas bien los deja dentro de su zona de confort, y eso también abre paso
a que se impongan gobiernos autoritarios. así como hay derecho a la vida también existen los
deberes y el deber ser es conocer para que no puedan imponerte dogmas o sistemas corruptos
que hacen un mal mucho mas grande de lo que creemos.
Bibliografía.

Donnell, D. O. (2012). Derecho Internacional de los Derechos Humanos: normativa,


jurisprudencia y doctrina de los Sistemas Universal e Interamericano. Cd. de Mexico:
Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal.

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