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Universidad de Antioquia

Maestría en investigación psicoanalítica (VII cohorte) / Seminario conceptos II: La pulsión


Docente: Humberto Acosta Mesa
Relatoría del texto: Introducción del narcisismo / Autor: Sigmund Freud (1914)
Por: Sebastián Patiño Villegas

Es el estudio de las parafrenias lo que lleva a Freud a formalizar, en 1914, el texto titulado
Introducción del narcisismo, trabajo prínceps y de fundamento que deja huellas fecundas y de enormes alcances.
Reviste de gran interés subrayar el artículo empleado en el título: es Introducción del narcisismo, y no al
narcisismo. Dicho detalle nos permite discernir que el esfuerzo de Freud apunta a situar el lugar del
narcisismo como concepto en la teoría psicoanalítica. Una lectura atenta nos permite aclarar que con dicho
término Freud no referirá ninguna actitud psicológica a la manera de Narciso -—el efebo castigado por
Apolo —, ni a una perversión sexual, ni al amor a sí mismo recortado sobre el fondo del egoísmo, sino a
un concepto que abona el concepto de identificación, de lo ominoso y que revela esa condición de ajenidad
del yo.

Según mi lectura, Freud nos propone operaciones que instituyen la organización libidinal,
operaciones sincrónicas entre la unificación de la representación de la superficie del cuerpo y los flujos
libidinales; en este sentido, el yo y el narcisismo demarcan una operación instituyente, pero de ningún
modo se trata de un desarrollo producido por etapas sucesivas siguiendo algún modelo secuencial. El texto
está completamente elaborado en el contexto del primer dualismo pulsional que opone las pulsiones del
yo o de autoconservación con las pulsiones sexuales. Sin embargo, la hipótesis del narcisismo es antagónica
frente a este dualismo pulsional, pues muestra que el yo puede ser, y de hecho es, objeto de la libido. Al
respecto, Freud da una deslumbrante puntada al comienzo mismo del texto, al destacar al narcisismo como
el tratamiento del “cuerpo como un objeto sexual”,1 situando así la posición de exterioridad del cuerpo
llamado propio y la importancia del objeto en la marca del cuerpo humano, un cuerpo marcado para
siempre por lo otro, lo ajeno.

La leyenda de Ovidio tomará entonces el valor de concepto psicoanalítico, y el narcisismo, definido


como “el complemento libidinoso del egoísmo inherente a la pulsión de autoconservación” (Freud, 1914,
p. 73), será concebido como un fenómeno que ocupa un lugar esencial en la teoría de la libido, ya no como
algo propio del campo de la perversión, sino como un elemento estructural. Ahora bien, si el narcisismo
es el complemento libidinoso de la pulsión de autoconservación o del yo, creo que es necesario entender

1 Sigmund Freud, O. C. XIV. Introducción del narcisismo, Amorrortu, buenos Aires, [1914] 1979, p. 71
en qué consiste este complemento. Aquí ya nos encontramos en el centro de las dificultades del tema. Su
salida la ubico en el hallazgo de un concepto intermedio: el de autoerotismo. Sólo el concepto de
autoerotismo puede ligar el narcisismo (concepción pulsional/libidinal) con la pulsión de
autoconservación o del yo. Ese es el sentido de la interrogante que se plantea Freud: “¿Qué relación guarda
el narcisismo, de que ahora tratamos, con el autoerotismo, que hemos descripto como un estado temprano
de la libido?”2. No caben dudas: aquí el autoerotismo es definido como un temprano estado de la libido,
en una línea que reafirma en parte lo dicho en Tres ensayos para una teoría sexual, donde se presenta como
una forma primaria de la sexualidad,3 que surge apuntalándose en la satisfacción de una necesidad biológica
y los cuidados que vienen del otro. Adviértase, además, que en cuanto se lo marca como sexual, es
considerado como pulsión parcial ligada a la excitación de una zona erógena.

La fase precoz autoerótica, que allí define, se caracteriza porque el objeto se encuentra en el propio
cuerpo como zona erógena y, además, por sus pulsiones parciales singulares, que aspiran a conseguir
placer, cada una por su cuenta. Entonces, lo que caracteriza al autoerotismo es el objeto, una zona erógena
del cuerpo y la falta de referencia a una imagen unificada del mismo. Considero necesario aclarar que en
la organización libidinal narcisista que nos muestra Freud no hay, en modo alguno, como a veces se ha
pretendido, una propuesta de pulsión total; esta expresión es, en sí misma, una equivocación, ya que la
pulsión se define siempre por su parcialidad. En todo caso, en el narcisismo se ha de poner en juego una
ligazón particular de las zonas erógenas, ligazón que da como resultado sin excepción un yo escindido.

Quisiera detenerme, llegado a este punto, en dos citas del texto freudiano que suscitaron en mí
particular atención, y esto porque parecen finuras de menor relevancia, pero que tras y otra lectura no
dejaron de parecerme sutilezas de gran relevancia, por cuanto son afirmaciones que a mi juicio condensan
las hipótesis de Freud fundamentales que darán pie a todo el desarrollo subsecuente en torno al concepto
de narcisismo. La primera es la siguiente: “Es un supuesto necesario que no esté presente desde el
comienzo en el individuo una unidad comparable al yo; el yo tiene que ser desarrollado. Ahora bien, las
pulsiones autoeróticas son iniciales, primordiales; por tanto, algo tiene que agregarse al autoerotismo, una
nueva acción psíquica, para que el narcisismo se constituya”4 [cursivas mías]. ¿Qué quiere decir esto de que

2 Ibid., p. 74. 8

3“Lo esencial no es la génesis, sino la relación con el objeto”, agregado en 1920 (O. C. VII. Tres ensayos de teoría
sexual, Amorrortu, buenos Aires, [1905] 1978, p. 164). en la misma obra, en la p. 165, se lee: “Al comienzo, claro
está, la satisfacción de la zona erógena se asoció con la satisfacción de la necesidad de alimentarse. El quehacer
sexual se apuntala (anlehnen) […] en la conservación de la vida” (agregado en 1915).

4 Sigmund Freud, O. C. XIV. Introducción del narcisismo, Amorrortu, buenos Aires, [1914] 1979, p. 74
tiene que ser desarrollado? ¿Si se trata de un trabajo, ha de ser realizad por quién? Además, ¿en qué consiste
dicha acción psíquica? Encuentro un elemento esclarecedor en la segunda cita: “La libido sustraída del
mundo exterior fue conducida al yo, y así surgió una conducta que podemos llamar narcisismo […]”. Se
alude aquí a una acción psíquica que trabaja “sustrayendo libido de objetos”, y que, desde mi perspectiva,
se fundamenta en la noción de identificación. Es decir que, y esta es la idea a la que mi llevado a releer
estas dos citas, aun cuando Freud no lo plantee en estos términos, para 1914 ya se fraguaba la idea de la
constitución del narcicismo por la identificación, y la edificación de esta última sobre un sedimento
narcisista.

La aproximación a la introducción del narcisismo me plantea ciertos interrogantes: ¿Cómo podría


ser el yo, antes de consolidarse, el depositario de pulsiones de autoconservación, si es que el yo no puede
tomarse como referente primero? A partir de la estructuración del yo como reservorio de libido, Freud
distingue dos posibilidades para las investiduras de esa libido: el propio yo, o el otro. Resulta claro que esta
diferenciación solo puede tener sentido en su aspecto y destino secundario, porque el reservorio mismo,
es decir, el yo, necesita del otro para existir. Esto me hace pensar que, al depender del otro, la libido
narcisista es, en su origen, objetal. Cuestión que no logro resolver en su totalidad con la teoría pulsional
que se encuentra expresa en este texto, y que a mi parecer me dirige necesariamente a revisar en la obra
freudiana las referencias a las pulsiones de vida.

En la referencia que realiza Freud a la sublimación hallo otro pasaje oscuro a mi entendimiento.
Freud dice: “la sublimación es un proceso que atañe a la libido de objeto y consiste en que la pulsión se
lanza a otra meta, distante de la satisfacción sexual; el acento recae entonces en la desviación respecto de
lo sexual”. Me pregunto: ¿acaso puede la libido de objeto desembarazarse de la cuota de satisfacción
pulsional? ¿Son entonces sexuales o asexuales las pulsiones de autoconservación frente a las dos clases de
libido que aquí Freud diferencia, la libido narcisista y la libido objetal? Interrogantes que, en mi
consideración, podrían ser pensados realizando una lectura atenta de la teoría pulsional que vendrá a
desarrollar Freud en más allá del principio del placer.

Aquí aparece otro enigma para mí, pues acto seguido al planteamiento de la sublimación Freud
hace referencia a una “instancia psíquica particular cuyo cometido fuese velar por el aseguramiento de la
satisfacción narcisista proveniente del ideal del yo, y con ese propósito observase de manera continua al
yo actual midiéndolo con el ideal”5. Y esto porque, si para medir es preciso un sistema, un patrón, una

55
Sigmund Freud, O. C. XIV. Introducción del narcisismo, Amorrortu, buenos Aires, [1914] 1979, p. 92
legislación que establezca la distancia entre el yo actual y el ideal del yo, lo que no logro dilucidar es el hilo
conductor que de aquí surge para entender las diferencias y relaciones entre el ideal del yo y el superyó,
aun cuando sea esta última una noción no mencionada, ya que no se puede pasar de uno al otro como si
fueran sinónimos. Considero, en este sentido, que es menester recurrir a formulaciones teóricas posteriores
(y aquí me refiero explícitamente a textos como la Conferencia 26, Duelo y melancolía, Lo ominoso, Psicología de
las masas, El Yo y el Ello, El presidente W. Wilson y La descomposición de la personalidad psíquica), a partir de los
cuales me sea posible una relectura del texto de 1914.

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