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Novena a los

Santos Ángeles
2 de Octubre

Meditación

Los ángeles nos acompañan en adoración. Son ministros del Señor, infinitamente
bueno. Es voluntad de Dios que nos ayuden a adorarle.
Los ángeles presiden las reuniones del culto cristiano, como se ve por las
oraciones de la Iglesia. La liturgia es una participación de la que celebran los
ángeles en el Cielo. Unámonos a ellos con reverencia para alabar a Dios. Su
ministerio consiste en inspirarnos con fe y amor a que realicemos dignamente
nuestra adoración. Nos preparamos internamente para recibir los Sacramentos,
pues la Iglesia los invoca en nuestra ayuda.
Los ángeles nos ayudan contra el mal. Ellos nos ayudan en la lucha contra el
diablo. El Nuevo Testamento nos pide que tengamos fe en Dios, fe en Cristo, y
que usemos las armas de Dios. Dios envió sus ángeles para darnos la ayuda que
necesitamos contra el mal. Este es su misterio en la obra de nuestra salvación,
continuando la batalla una vez comenzada contra Lucifer y sus ángeles rebeldes.
Nos inspiran pensamientos contra las insinuaciones diabólicas y nos invitan a que
acudamos a Dios en oración. Solo en el Cielo conoceremos lo mucho que
realmente nos han ayudado en la lucha contra el diablo.
Los ángeles anhelan nuestra salvación. Con los ángeles participamos de la vida
divina, y somos como ellos criaturas de Dios en Cristo Jesús. Por eso, ellos
anhelan nuestra salvación; que juntos con ellos glorifiquemos a Dios y disfrutemos
viendo su gloria.
Con gozo los ángeles aceptan las misiones que Dios los encomienda para nuestra
santificación. Vencedores de los demonios, los ángeles nos protegen contra los
enemigos del alma. Haríamos bien pidiéndoles que nos asistan para rechazar las
tentaciones del Malo.
Los ángeles, además, presentan nuestras oraciones ante Dios acompañando con
sus plegarias nuestras peticiones. Nos conviene, pues, encomendarnos a ellos
especialmente en los momentos difíciles y sobre todo en la hora de la muerte,
para que nos defiendan de los ataques del enemigo y lleven nuestras almas al
Cielo.
Tenemos Ángel de la Guarda. Hay algunos ángeles con misión de cuidar de las
almas en particular. Se les llaman Ángeles de la Guarda. Es doctrina tradicional de
los primeros escritores de la Iglesia, basada en textos de la Sagrada Escritura y
fundada sobre razones sólidas. Lo prueba el hecho de haber establecido la fiesta
en honor de los Ángeles de la Guarda.
El Creador no abandona las criaturas a que dio existencia; les proporciona cuanto
necesiten para lograr su perfección natural. Cristo murió por todos y para todos
mereció los medios de salvación. La asistencia de los ángeles es parte del plan de
Dios para salvar a todas las gentes.
Los ángeles también oran por nosotros. En las vidas de los santos observamos
que se comunican frecuentemente con los ángeles. Comunicación fundada en la
sencilla fe de que espíritus invisibles a quienes el amor induce a orar por las
personas en particular y por las comunidades ante el torno de Dios.
Los ángeles ayudan ante todo en el campo espiritual y sobrenatural. Esto lleva
consigo su solicitud por las necesidades corporales en la medida en que éstas se
relacionan con la salvación y santificación.
Debemos amar y venerar al propio Ángel de la Guarda, porque él nos mantiene en
comunicación con el Cielo. Ha sido siempre y continúa siendo nuestro devoto
amigo, dispuesto en todo momento a ayudarnos en nuestro camino del Cielo.
Honrando a nuestro Ángel de la Guarda, honramos a Dios al mismo tiempo, pues
lo representan en la tierra. Es gran honor tener por amigo a criatura tan bella y leal
a Dios.

La Palabra de Dios

He aquí que yo voy a enviar un ángel delante de ti, para que te guarde en el
camino y te conduzca al lugar que te tengo preparado.

Pórtate bien en su presencia y escucha su voz; no le seas rebelde, que no


perdonará vuestras transgresiones, pues en él está mi Nombre. Ex 23, 20-21

Que Él dará orden sobre ti a sus ángeles de guardarte en todos tus caminos.

Te llevarán ellos en sus manos, para que en piedra no tropiece tu pie; Sal 91, 11-
12

«Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus


ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los
cielos. Mt 18, 10

Oraciones

Oración propia de la novena


Padre Celestial, Creador de cielo y tierra, te alabo y te
doy gracias porque, además de crear el mundo
visible, has creado los cielos y los innumerables
espíritus. Los creaste con todo esplendor, dotados de
poder y de entendimiento, y dándoles en abundancia
las riquezas de tu gracia.
Te alabo y te doy gracias por haber derramado estas
bendiciones sobre los ángeles buenos, en especial
sobre mi Ángel de la Guarda, y por haberles premiado
con la gloria eterna cuando pasaron el tiempo de
prueba. Ahora rodean tu trono para siempre jubilosos:
Santo, santo, santo, ¡Señor Dios de los ejércitos! El
cielo y la tierra están llenos de tu gloria. ¡Hosanna en
las alturas!
Hijo eterno de Dios, te rindo honor como al Rey de los ángeles. Tú mismo te has
dignado nombrarte y actuar como ellos viviendo entre nosotros, como Ángel y
Mensajero de Dios. Fuiste el compañero fiel y el constante guía del pueblo
escogido. Por tu encarnación viniste a ser el embajador de nuestro Padre celestial
y el Mensajero del gran decreto de la Redención.
Para tu mayor gloria, amable Rey de los ángeles, deseo alabar y honrar a tus
servidores, los santos ángeles, en especial a mi Ángel de la Guarda. En unión de
los santos ángeles te adoro y reverencio como mi Salvador y mi Dios.
Espíritu Santo, divino Artista, Dedo de la mano de Dios, con tu poder y amor
creaste los ejercito de los ángeles para adorar y servir a Dios. Lo cumplen con
fidelidad constante y pronta obediencia. Con amor ferviente y santo celo ejecutan
tus órdenes. Divino Espíritu, Tú nos creaste también a semejanza tuya y nos
convertiste en templos vivos de nuestras almas.
Te doy gracias por habernos dado tus santos ángeles, que nos ayudan, protegen y
guían para que perseveremos en tu gracia durante el viaje de la vida y lleguemos
salvos a nuestro hogar del Cielo. Ayúdame a escuchar atentamente sus órdenes
para cumplir perfectamente tu santa voluntad y hallar al mismo tiempo felicidad en
esta vida y en la venidera.
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, en honor de los santos ángeles te
pido que, si es tu voluntad, me concedas esta gracia particular (mencione el favor
que desea)

Oración a los ángeles

Ángeles y Arcángeles, Tronos y Dominaciones, Principados y Poderes. Virtudes


de los Cielos, Querubines y Serafines alaben al Señor por siempre.
Alaben al Señor todos sus ejércitos, siervos que cumplen su voluntad.
Santo Ángel que confortaste a Jesucristo, nuestro Señor, ven y confórtanos a
nosotros también. ¡Ven no tardes!

Oración a nuestro Ángel de la Guarda


Querido Ángel de la Guarda, por la misericordia de Dios
me has sido dado para que seas fiel compañero de mi
destierro en este mundo. Te honro y amo como amigo
devoto a quien Dios ha encomendado el cuidado de mi
alma inmortal. Te doy gracias de todo corazón por tu amor
y constante cuidado de mí.
Queridísimo amigo-Ángel, te pido me guardes y protejas a
mí, pobre pecador. Guíame por el camino de la vida.
Amonéstame contra cualquier ocasión de pecado, llena mi
alma de saludables pensamientos y decidido ánimo de
practicar la virtud. Intercede para que yo participe de tu
ardiente celo en el servicio de Dios y con devoción ame
su divina voluntad.
Perdóname querido ángel por haber menospreciado con tanta frecuencia tus
consejos y no haber hecho caso de tus consejos y no haber hecho de tus
inspiraciones. Procuraré en lo futuro obedecerte con decisión y fidelidad. Tú sabes
lo que vale mi alma a los ojos de Dios. No me permitas olvidar que fue redimida
por la preciosa Sangre de nuestro Señor Jesucristo. Que ninguna mancha de
pecado desfigure la belleza de mi alma, ningún mal pensamiento o acción me
prive de la dignidad de hijo de Dios. No permitas que sirva de escándalo, ni sea
ocasión de pecado para otros destruyendo así la obra que Cristo ha realizado en
sus almas con su dolorosísima Pasión y Muerte.
Querido Ángel Guardián, haz que yo disfrute de tu protección en este peligroso
comino de la vida hasta alcanzar mi eterno hogar en el Cielo donde, en unión
contigo y los demás Ángeles y Santos, alabe para siempre la misericordia que
Dios tiene conmigo. Amén.

Oración final

¡Oh Dios! Por tu providencia te has complacido en mandar tus santos


ángeles para que nos protejan, nos defiendan siempre, nos custodien y
disfrutemos de su compañía.
¡Señor! Te suplicamos visites nuestro hogar y alejes todas las
asechanzas del enemigo. Que tus santos ángeles habiten nuestra casa y nos
custodien en paz. Tu bendición siempre nos acompañe.
¡Todopoderoso y eterno Dios! En tu amable providencia has designado a todos
desde el día de su nacimiento un ángel particular para que sea Guardián de su
cuerpo y alma. Concédeme amar y honrar al mío de tal modo que, protegido por
sus gracias, y con su ayuda, merezca contemplarte en su compañía y la de todos
los ejércitos celestiales, la gloria de tu rostro en el Reino celestial. Tú que vives y
reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael
Celebramos el 29 de septiembre la fiesta de los tres Arcángeles que la sagrada
Escritura menciona por su propio nombre: Miguel, Gabriel y Rafael. Pero, ¿qué es
un ángel?

Celebramos la fiesta de los tres Arcángeles que la sagrada Escritura menciona por
su propio nombre: Miguel, Gabriel y Rafael. Pero, ¿qué es un ángel? La sagrada
Escritura y la tradición de la Iglesia nos hacen descubrir dos aspectos.

Por una parte, el ángel es una criatura que está en la presencia de Dios, orientada
con todo su ser hacia Dios. Los tres nombres de los Arcángeles acaban con la
palabra "El", que significa "Dios". Dios está inscrito en sus nombres, en su
naturaleza. Su verdadera naturaleza es estar en él y para él.

Precisamente así se explica también el segundo aspecto que caracteriza a los


ángeles: son mensajeros de Dios. Llevan a Dios a los hombres, abren el cielo y así
abren la tierra. Precisamente porque están en la presencia de Dios, pueden estar
también muy cerca del hombre. En efecto, Dios es más íntimo a cada uno de
nosotros de lo que somos nosotros mismos.

Como un ángel para los demás

Los ángeles hablan al hombre de lo que constituye su verdadero ser, de lo que en


su vida con mucha frecuencia está encubierto y sepultado. Lo invitan a volver a
entrar en sí mismo, tocándolo de parte de Dios. En este sentido, también nosotros,
los seres humanos, deberíamos convertirnos continuamente en ángeles los unos
para los otros, ángeles que nos apartan de los caminos equivocados y nos orientan
siempre de nuevo hacia Dios.

Cuando la Iglesia antigua llama a los obispos ángeles de su Iglesia, quiere decir
precisamente que los obispos mismos deben ser hombres de Dios, deben vivir
orientados hacia Dios. Multum orat pro populo, "Ora mucho por el pueblo", dice el
Breviario de la Iglesia a propósito de los obispos santos. El obispo debe ser un
orante, uno que intercede por los hombres ante Dios. Cuanto más lo hace, tanto
más comprende también a las personas que le han sido encomendadas y puede
convertirse para ellas en un ángel, un mensajero de Dios, que les ayuda a encontrar
su verdadera naturaleza, a encontrarse a sí mismas, y a vivir la idea que Dios tiene
de ellas.
San Miguel: hacer espacio a Dios en el mundo
Todo esto resulta aún más claro si contemplamos las figuras de los tres Arcángeles
cuya fiesta celebra hoy la Iglesia. Ante todo, san Miguel. En la sagrada Escritura lo
encontramos sobre todo en el libro de Daniel, en la carta del apóstol san Judas
Tadeo y en el Apocalipsis. En esos textos se ponen de manifiesto dos funciones de
este Arcángel. Defiende la causa de la unicidad de Dios contra la presunción del
dragón, de la "serpiente antigua", como dice san Juan. La serpiente intenta
continuamente hacer creer a los hombres que Dios debe desaparecer, para que
ellos puedan llegar a ser grandes; que Dios obstaculiza nuestra libertad y que por
eso debemos desembarazarnos de él.

Pero el dragón no sólo acusa a Dios. El Apocalipsis lo llama también "el acusador
de nuestros hermanos, el que los acusa día y noche delante de nuestro Dios" (Ap
12, 10). Quien aparta a Dios, no hace grande al hombre, sino que le quita su
dignidad. Entonces el hombre se transforma en un producto defectuoso de la
evolución. Quien acusa a Dios, acusa también al hombre. La fe en Dios defiende al
hombre en todas sus debilidades e insuficiencias: el esplendor de Dios brilla en cada
persona.

El cristiano tiene por misión hacer espacio a Dios en el mundo contra las negaciones
y defender así la grandeza del hombre. Y ¿qué cosa más grande se podría decir y
pensar sobre el hombre que el hecho de que Dios mismo se ha hecho hombre?

La otra función del arcángel Miguel, según la Escritura, es la de protector del pueblo
de Dios (cf.Dn 10, 21; 12, 1). Queridos amigos, sed de verdad "ángeles custodios"
de las Iglesias que se os encomendarán. Ayudad al pueblo de Dios, al que debéis
preceder en su peregrinación, a encontrar la alegría en la fe y a aprender el
discernimiento de espíritus: a acoger el bien y rechazar el mal, a seguir siendo y a
ser cada vez más, en virtud de la esperanza de la fe, personas que aman en
comunión con el Dios-Amor.

San Gabriel: Dios que llama


Al Arcángel Gabriel lo encontramos sobre todo en el magnífico relato del anuncio
de la encarnación de Dios a María, como nos lo refiere san Lucas (cf. Lc 1, 26-38).
Gabriel es el mensajero de la encarnación de Dios. Llama a la puerta de María y, a
través de él, Dios mismo pide a María su "sí" a la propuesta de convertirse en la
Madre del Redentor: de dar su carne humana al Verbo eterno de Dios, al Hijo de
Dios.
En repetidas ocasiones el Señor llama a las puertas del corazón humano. En el
Apocalipsis dice al "ángel" de la Iglesia de Laodicea y, a través de él, a los hombres
de todos los tiempos: "Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me
abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo" (Ap 3, 20). El Señor
está a la puerta, a la puerta del mundo y a la puerta de cada corazón. Llama para
que le permitamos entrar: la encarnación de Dios, su hacerse carne, debe continuar
hasta el final de los tiempos.

Todos deben estar reunidos en Cristo en un solo cuerpo: esto nos lo dicen los
grandes himnos sobre Cristo en la carta a los Efesios y en la carta a los Colosenses.
Cristo llama. También hoy necesita personas que, por decirlo así, le ponen a
disposición su carne, le proporcionan la materia del mundo y de su vida,
contribuyendo así a la unificación entre Dios y el mundo, a la reconciliación del
universo.

Queridos amigos, vosotros tenéis la misión de llamar en nombre de Cristo a los


corazones de los hombres. Entrando vosotros mismos en unión con Cristo, podréis
también asumir la función de Gabriel: llevar la llamada de Cristo a los hombres.

San Rafael: recobrar la vista


San Rafael se nos presenta, sobre todo en el libro de Tobías, como el ángel a quien
está encomendada la misión de velar y curar. Cuando Jesús envía a sus discípulos
en misión, además de la tarea de anunciar el Evangelio, les encomienda siempre
también la de curar. El buen samaritano, al recoger y curar a la persona herida que
yacía a la vera del camino, se convierte sin palabras en un testigo del amor de Dios.
Este hombre herido, necesitado de curación, somos todos nosotros. Anunciar el
Evangelio significa ya de por sí curar, porque el hombre necesita sobre todo la
verdad y el amor.

El libro de Tobías refiere dos tareas emblemáticas de curación que realiza el


Arcángel Rafael. Cura la comunión perturbada entre el hombre y la mujer. Cura su
amor. Expulsa los demonios que, siempre de nuevo, desgarran y destruyen su
amor. Purifica el clima entre los dos y les da la capacidad de acogerse mutuamente
para siempre. El relato de Tobías presenta esta curación con imágenes legendarias.

En el Nuevo Testamento, el orden del matrimonio, establecido en la creación y


amenazado de muchas maneras por el pecado, es curado por el hecho de que
Cristo lo acoge en su amor redentor. Cristo hace del matrimonio un sacramento: su
amor, al subir por nosotros a la cruz, es la fuerza sanadora que, en todas las
confusiones, capacita para la reconciliación, purifica el clima y cura las heridas.
Al sacerdote está confiada la misión de llevar a los hombres continuamente al
encuentro de la fuerza reconciliadora del amor de Cristo. Debe ser el "ángel"
sanador que les ayude a fundamentar su amor en el sacramento y a vivirlo con
empeño siempre renovado a partir de él.

En segundo lugar, el libro de Tobías habla de la curación de la ceguera. Todos


sabemos que hoy nos amenaza seriamente la ceguera con respecto a Dios. Hoy es
muy grande el peligro de que, ante todo lo que sabemos sobre las cosas materiales
y lo que con ellas podemos hacer, nos hagamos ciegos con respecto a la luz de
Dios.

Curar esta ceguera mediante el mensaje de la fe y el testimonio del amor es el


servicio de Rafael, encomendado cada día al sacerdote y de modo especial al
obispo. Así, nos viene espontáneamente también el pensamiento del sacramento
de la Reconciliación, del sacramento de la Penitencia, que, en el sentido más
profundo de la palabra, es un sacramento de curación. En efecto, la verdadera
herida del alma, el motivo de todas nuestras demás heridas, es el pecado. Y sólo
podemos ser curados, sólo podemos ser redimidos, si existe un perdón en virtud del
poder de Dios, en virtud del poder del amor de Cristo.

"Permaneced en mi amor", nos dice hoy el Señor en el evangelio (Jn 15, 9).
Permaneced en la amistad con él, llena del amor que él os regala de nuevo en este
momento. Entonces vuestra vida dará fruto, un fruto que permanece (cf. Jn 15, 16).

Benedicto XVI, fragmentos de una homilía pronunciada en Ciudad del Vaticano, 29


de septiembre de 2007.
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El Rosario de San Miguel o Corona Angélica


Es poco conocido el denominado “Rosario de San Miguel o Corona Angélica”, a
pesar de que ya en fecha 8 de agosto de 1851, fuese favorecido por el Papa Pío
IX con algunas indulgencias.

Promesas del Santo Arcángel

En una aparición a la ilustre sierva de Dios, Antonia d´Astonaco en Portugal. Pidió


el Arcángel San Miguel que se compusieran en su honor nueve salutaciones,
correspondientes a los nueve coros de los Ángeles, las cuales consistieran cada
una en la recitación de un Padrenuestro y tres Avemarías.

Prometió el glorioso Arcángel que quien le honrase de esta manera antes de la


Sagrada Comunión, sería acompañado a la Sagrada Mesa por un ángel de cada
uno de los nueve coros. Y quienes rezasen todos los días estas nueve
salutaciones, les prometió además su asistencia y la de los santos ángeles
durante su vida y que después de la muerte los libraría del Purgatorio a ellos y a
sus allegados.

Modo de rezar

Por la señal de la santa cruz

En el nombre del padre del hijo y del espíritu santo.

amen

Por la intercesión de San Miguel y del celestial coro de los Serafines, el Señor nos
haga dignos del fuego de una perfecta caridad. (Padrenuestro y tres Avemarías).
Por la intercesión de San Miguel y del celestial coro de los Querubines, el Señor
nos conceda la gracia de caminar por la senda de la perfección cristiana.
(Padrenuestro y tres Avemarías).

Por la intercesión de San Miguel y del celestial coro de los Tronos, el Señor nos
conceda el espíritu de una verdadera humildad. (Padrenuestro y tres Avemarías).

Por la intercesión de San Miguel Arcángel y del celestial coro de las


Dominaciones, el Señor nos otorgue la gracia de podernos dominar en nuestros
sentidos. (Padrenuestro y tres Avemarías).

Por la intercesión de San Miguel y del celestial coro de las Potestades, el Señor
nos guarde de los engaños y tentaciones del demonio. (Padrenuestro y tres
Avemarías).

Por la intercesión de San Miguel y el celestial coro de las Virtudes, el Señor nos
conceda el no ser vencidos en el peligroso combate de las tentaciones.
(Padrenuestro y tres Avemarías).

Por la intercesión de San Miguel y del celestial coro de los Principados, el Señor
nos otorgue el espíritu de una verdadera y sincera obediencia. (Padrenuestro y
tres Avemarías).

Por la intercesión de San Miguel y el celestial coro de los Arcángeles, el Señor


nos conceda el don de la perseverancia en la fe y en las buenas obras.
(Padrenuestro y tres Avemarías).

Por la intercesión de San Miguel y del celestial coro de los Ángeles, el Señor nos
conceda que estos espíritus bienaventurados nos guarden siempre, y
principalmente en la hora de nuestra muerte. (Padrenuestro y tres Avemarías).

Antífona

Gloriosísimo San Miguel Arcángel, el primero entre todos los Ángeles, defensor de
las almas, vencedor del demonio, que estás junto a la gloria de Dios y después de
nuestro Señor Jesucristo eres admirable protector nuestro, dotado de
sobrehumana excelencia y fortaleza. Dígnate alcanzarnos de Dios el vernos libres
de todos los males y ayúdanos a ser fieles cada día en el servicio del Creador.

V/ Ruega por nosotros, oh Bienaventurado San Miguel, Príncipe de la Iglesia de


Cristo.

R/ Para que seamos dignos de las divinas promesas.

Oración

Omnipotente y Eterno Dios, que por un prodigio de tu bondad y misericordia


elegiste para príncipe de tu Iglesia al gloriosísimo Arcángel San Miguel en pro de
la salvación de las almas, te rogamos nos hagas dignos de vernos libres, por su
benéfica protección, de todos nuestros enemigos, de modo que ninguno de ellos
pueda molestarnos en la hora de nuestra muerte, sino que nos sea concedido que
el mismo Arcángel nos conduzca a la presencia de tu excelsa y divina Majestad.
Por los méritos de Jesucristo nuestro Señor. Amén.

(Padrenuestro, Avemaría y Gloria a los Ángeles custodios de las personas a las


que hayamos ofendido o escandalizado).

Oración a San Rafael

 Oh poderoso Príncipe de la gloria San Rafael, llamado medicina de Dios,


salud de los enfermos, luz de los ciegos, guía de caminantes, protector de
la limosna, del ayuno y de la oración: por aquella caridad con que
acompañaste al joven Tobías, te pido, oh glorioso protector mío, me libres
de todos los males y peligros, y me acompañes en la peregrinación de esta
vida mortal, para llegar felizmente a puerto de salvación en la eterna.

 (Padrenuestro)
Oración a San Gabriel

 Oh glorioso Arcángel San Gabriel, llamado fortaleza de Dios, príncipe


excelentísimo entre los espíritus angélicos, embajador del Altísimo, que
mereciste ser escogido para anunciar a la Santísima Virgen la Encarnación
de divino Verbo en sus purísimas entrañas: yo te suplico tengas a bien
rogar a Dios por mí, miserable pecador, para que conociendo y adorando
este inefable misterio, logre gozar el fruto de la divina redención en la gloria
celestial. Amén.

 (Padrenuestro)

Oración a San Miguel Arcángel


 San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha. Sé nuestro amparo contra la
perversidad y acechanzas del demonio. Que Dios manifieste sobre él su
poder, es nuestra humilde súplica. Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial,
con el poder que Dios te ha conferido, arroja al infierno a Satanás, y a los
demás espíritus malignos que vagan por el mundo para la perdición de las
almas. Amén.

 Oración a San Miguel Arcángel creada por el Papa León XIII

Oración a San Miguel Árcangel (II)


Oh gloriosísimo Arcángel San Miguel, Príncipe y caudillo de los ejércitos
celestiales, guarda de la Iglesia y defensor de las almas, terror y espanto de los
infernales espíritus: humildemente de rogamos que nos ampare tu favor, tu
fortaleza nos defienda y tu virtud nos esfuerce en todos los días de nuestra vida y
especialmente en el trance terrible de la muerte, para que defendidos por tu poder
del infernal dragón y de todas sus asechanzas, cuando salgamos de este mundo
seamos presentados por ti libres de toda culpa ante la Divina Majestad.

V/ Oh glorioso Príncipe San Miguel, acuérdate de rogar por nosotros al Hijo de


Dios, ahora y siempre.

R/ Para que seamos dignos de sus promesas.

(Padrenuestro)

Corona Angélica del Arcángel San Miguel


De acuerdo con una piadosa tradición el arcángel san Miguel declaró a una
persona devota que le sería grato se pusieran en uso las siguientes oraciones en
honor suyo. La propagación y difusión de esta devoción se debe a una religiosa
carmelita del monasterio de Vetralla, diócesis de Viterbo (Italia), muerta con fama
de santidad en 1751. El 8 de agosto de 1851 Pío IX concedió indulgencias a la
práctica de este piadoso ejercicio.

A ser posible, delante de una imagen del santo Arcángel, hacer un acto de
verdadera contrición y rezar a continuación devotamente las siguientes
salutaciones:

V. Oh Dios, ven en mi ayuda.


R. Apresúrate, Señor a socorrerme. Gloria al Padre...

SALUTACIÓN I

Un Padrenuestro y tres Avemarías al primer coro angélico.


Por intercesión del glorioso arcángel san Miguel y del celeste coro de Serafines,
suplicamos al Señor nos haga dignos de una llama de perfecta caridad. Amén.

SALUTACIÓN II
Un Padrenuestro y tres Avemarías al segundo coro angélico.
Por intercesión del glorioso arcángel san Miguel y del coro celeste de Querubines,
quiera el Señor concedernos la gracia de abandonar el camino del pecado, y de
correr por el de la perfección cristiana. Amén.

SALUTACIÓN III
Un Padrenuestro y tres Avemarías al tercer coro angélico.
Por intercesión del glorioso arcángel san Miguel y del sagrado coro de los Tronos,
infunda el Señor en nuestros corazones un espíritu de verdadera y sincera
humildad. Amén.

SALUTACIÓN IV
Un Padrenuestro y tres Avemarías al cuarto coro angélico.
Por intercesión del glorioso arcángel san Miguel y del coro celeste de las
Dominaciones, quiera el Señor concedernos la gracia de poder dominar nuestros
sentidos y corregir las pasiones depravadas. Amén.

SALUTACIÓN V
Un Padrenuestro y tres Avemarías al quinto coro angélico.
Por intercesión del glorioso arcángel san Miguel y del celeste coro de las
Potestades, dígnese el Señor librar nuestras almas de las asechanzas y
tentaciones del demonio. Amén.

SALUTACIÓN VI
Un Padrenuestro y tres Avemarías al sexto coro angélico.
Por intercesión del glorioso arcángel san Miguel y del coro de las admirables
Virtudes celestiales, no permita el Señor que caigamos en las tentaciones, sino
que nos libre de todo mal. Amén.

SALUTACIÓN VII
Un Padrenuestro y tres Avemarías al séptimo coro angélico.
Por intercesión del glorioso arcángel san Miguel y del coro celeste de los
Principados, dígnese Dios llenar nuestras almas del espíritu de verdadera y
sincera obediencia. Amén.

SALUTACIÓN VIII
Un Padrenuestro y tres Avemarías al octavo coro angélico.
Por intercesión del glorioso arcángel san Miguel y del coro celeste de los
Arcángeles, quiera el Señor concedernos el don de la perseverancia en la fe y en
las obras buenas, para que podamos conseguir la gloria del paraíso. Amén.

SALUTACIÓN IX
Un Padrenuestro y tres Avemarías al noveno coro angélico.
Por intercesión del glorioso arcángel san Miguel y del coro celeste de todos los
Ángeles, dígnese el Señor concedernos que nos guarden en la presente vida
mortal, y después nos conduzcan a la gloria eterna de los cielos. Amén.

A continuación, se rezan cuatro Padrenuestros:

el primero a San Miguel,

el segundo a san Gabriel,

el tercero a san Rafael, y

el cuarto a nuestro Ángel Custodio.


Se concluye este ejercicio con la siguiente antífona y oración final:

Antífona. Gloriosísimo príncipe san Miguel arcángel, cabeza y jefe de los ejércitos
celestiales, depositario de las almas, vencedor de los espíritus rebeldes,
doméstico en la real morada de Dios, nuestra guía admirable después de
Jesucristo, y de excelencia y virtud sobrehumanas, dignaos librar de todo mal a
todos los que acudimos a Vos con confianza, y haced por medio de vuestra
protección incomparable que adelantemos cada día en servir fielmente a nuestro
Dios.

V. Ruega por nosotros, oh gloriosísimo San Miguel arcángel, príncipe de la Iglesia


de Jesucristo.
R. Para que seamos dignos de alcanzar sus promesas.

Oración

Omnipotente y sempiterno Dios, que con un prodigio de bondad y misericordia


para la salvación de todos los hombres elegiste por príncipe de tu Iglesia al
gloriosísimo san Miguel arcángel; te suplicamos no hagas dignos de que con su
benéfica protección nos libre de todos nuestros enemigos, para que ninguno de
ellos nos moleste en la hora de nuestra muerte, sino que seamos conducidos por
él a la presencia de tu divina Majestad. Por los méritos de Nuestros Señor
Jesucristo. Amén.

Gozos a San Miguel

Pues sois quien las almas pesa


de Dios en el tribunal
libradnos del eterno mal
a quien devoto os confiesa
I

La angélica perfección
siempre fue tan elevada
que nació halla entronizada
dando a Dios adoración
pues sois de tan noble empresa
san Miguel el principal

(Librad del eterno)

II

2º Primer ministro de Dios


sois con excelencia tanta
que al Cielo y a la tierra espanta
lo mucho que podéis vos
pues dicha tal interesa
¿Quién tiene abogado tal?

(Librad del eterno)

III

3º Sois militar sin igual


del escuadrón más sagrado
Gobernador y privado
de la corte celestial
pues vuestro amparo no cesa
contra la guerra fatal

(Librad del eterno)

IV

Cuanto determina el cielo


vos lo ejecutáis también
y siendo por nuestro bien
se adelanta vuestro celo
y pues la Gloria en

(Librad del eterno)

Dios os dio en sus jerarquías


el imperio universal
y vara de General
en todas sus monarquías
y pues tanto empleo expresa
que es tanto vuestro caudal

(Librad del eterno)

De aquel que esta aprisionado


en sus culpas y pasiones
rompes Miguel las prisiones
si os tiene por abogado
y así suelto de la presa
de su enemigo mortal

(Librad del Eterno)

VI

Vos al que os llama lleváis


por este mar inconstante
Dándole guía bastante
al puerto donde habitáis
y pues la inmortal pavesa
aspira a luz inmortal

(Librad del eterno)

VII

Para claro testimonio


de que el infierno se aterra
cuando hace san Miguel guerra
cae a sus pies el demonio
sus plantas rabioso besa
aquel dragón infernal

(Librad del Eterno)

Pues sois quien las almas pesa


de Dios en el tribunal
librad del eterno mal
a quien devoto os confiesa.
Las oraciones de León XIII a San Miguel Arcángel por la Iglesia

A partir del siglo XIX, se empezaron a rezar unas oraciones especiales luego de la
Misa Se trata de súplicas añadidas en tiempos de tribulación, oraciones por las
grandes intenciones de la Iglesia, en las que debe participar también el pueblo, y
que por eso se rezan con los fieles en su propia lengua. El mismo León XIII, en
1886 introdujo la invocación del Arcángel San Miguel*. No se trata de una nueva
oración, sino de una invocación aislada, con carácter de exorcismo, rarísima en la
liturgia romana.
(Jungmann, Josef, El Sacrificio de la Misa, BAC página 1026)

Las palabras del principio de la invocación se encuentran en el verso aleluyático


de las misas del arcángel San Miguel, el 8 de mayo y el 29 de septiembre - contra
una leyenda(1) que se iba formando acerca del origen de esta invocación, se
dirige Bers (Die Gebete nach hl. Messe: "Theol. -prakt. Quartalschrift", 87[1934]
161-163 - Con todo, recuerdo que don Francisco Brehm, consejero eclesiástico de
la editorial litúrgica Fr. Pustetd (Ratisbona), recién vuelto de un viaje de Roma, nos
contó, hacia el año 1928, que en una sesión para la Sagrada Congregación de
Ritos en que se trataba de derogar estas oraciones, y a la que él asistió, cuando
ya todos estaban de acuerdo para suprimirlas, un anciano cardenal, cuyo nombre
no recuerdo, se levantó para contar que el mismo León XIII le había dicho que
la invocación de San Miguel la había añadido contra la amenaza de la
francmasonería, movido a ello por una revelación sobrenatural.-(N del T)

"La ordenación de las preces finales por León XIII fue publicada por primera vez
en el Monitore eccesiastico (1885-87) p. 150 s; cf I. Piazzoni, De precibus post
Missam imperatis: "Eph. Liturg.", 69 (1955) 54-60. Aquí también hay pormenores
sobre la invocación de San Miguel Arcángel (58 n.9) - Como es sabido Pío XI, y
luego Pío XII señalaron como intención de estas preces rogar por Rusia (Act. Ap.
Sedis, 22 [1930] 301; 44 [1952] 308.
Oración a San Miguel Aréngel del papa León XII

San Miguel Arcángel, defiéndenos en el combate contra las maldades e insidias


del demonio. Se nuestra ayuda, te rogamos suplicantes. ¡Que el Señor nos lo
conceda! Y tú, príncipe de las milicias celestiales, con el poder que te viene de
Dios arroja en el infierno a Satanás y a los otros espíritus malignos que ambulan
por el mundo para la perdición de las almas.

Oración a San Miguel


(León XIII, 18 de mayo de 1890; Acta Apostolicae Sedis, p. 743)

¡Oh glorioso príncipe de las milicias celestes, ¡san Miguel arcángel, defiéndenos
en el combate y en la terrible lucha que debemos sostener contra los principados y
las potencias, contra los príncipes de este mundo de tinieblas, contra los espíritus
malignos! Ven en auxilio de los hombres que Dios ha creado inmortales, que
formó a su imagen y semejanza y que rescató a gran precio de la tiranía del
demonio. Combate en este día, con el ejército de los santos ángeles, los combates
del Señor como en otro tiempo combatiste contra Lucifer, el jefe de los orgullosos,
y contra los ángeles apóstatas que fueron impotentes de resistirte y para quien no
hubo nunca jamás lugar en el cielo. Si ese monstruo, esa antigua serpiente que se
llama demonio y Satán, él que seduce al mundo entero, fue precipitado con sus
ángeles al fondo del abismo.

Pero he aquí que ese antiguo enemigo, este primer homicida ha levantado
ferozmente la cabeza. Disfrazado como ángel de luz y seguido de toda la turba y
seguido de espíritu malignos, recorre el mundo entero para apoderarse de él y
desterrar el Nombre de Dios y de su Cristo, para hundir, matar y entregar a la
perdición eterna a las almas destinadas a la eterna corona de gloria. Sobre
hombres de espíritu perverso y de corazón corrupto, este dragón malvado
derrama también, como un torrente de fango impuro el veneno de su malicia
infernal, es decir el espíritu de mentira, de impiedad, de blasfemia y el soplo
envenado de la impudicia, de los vicios y de todas las abominaciones. Enemigos
llenos de astucia han colmado de oprobios y amarguras a la Iglesia, esposa del
Cordero inmaculado, y sobre sus bienes más sagrados han puesto sus manos
criminales. Aun en este lugar sagrado, donde fue establecida la Sede de Pedro y
la cátedra de la Verdad que debe iluminar al mundo, han elevado el abominable
trono de su impiedad con el designio inicuo de herir al Pastor y dispersar al
rebaño.

Te suplicamos, pues, Oh príncipe invencible, contra los ataques de esos espíritus


réprobos, auxilia al pueblo de Dios y dale la victoria. Este pueblo te venera como
su protector y su patrono, y la Iglesia se gloría de tenerte como defensor contra los
malignos poderes del infierno. A ti te confió Dios el cuidado de conducir a las
almas a la beatitud celeste. ¡Ah! Ruega pues al Dios de la paz que ponga bajo
nuestros pies a Satanás vencido y de tal manera abatido que no pueda nunca más
mantener a los hombres en la esclavitud, ni causar perjuicio a la Iglesia. Presenta
nuestras oraciones ante la mirada del Todopoderoso, para que las misericordias
del Señor nos alcancen cuanto antes. Somete al dragón, la antigua serpiente que
es diablo y Satán, encadénalo y precipítalo en el abismo, para que no pueda
seducir a los pueblos. Amén

- He aquí la Cruz del Señor, huyan potencias enemigas.


Venció el León de Judá, el retoño de David
-Que tus misericordias, Oh Señor se realicen sobre nosotros.
Como hemos esperado de ti.
-Señor, escucha mi oración
Y que mis gritos se eleven hasta ti.

Oh Dios Padre Nuestro Señor Jesucristo, invocamos tu Santo Nombre, e


imploramos insistentemente tu clemencia para que por la intercesión de María
inmaculada siempre Virgen, nuestra Madre, y del glorioso san Miguel arcángel, te
dignes auxiliarnos contra Satán y todos los otros espíritus inmundos que recorren
la tierra para dañar al género humano y perder las almas. Amén

1 Insertamos aquí el texto de la referida leyenda que circula libremente en


Internet: La oración a San Miguel del Papa León XIII: En octubre 13, 1884, el
Papa León XIII, experimento una visión horrible. Después de celebrar la
Eucaristía, estaba consultando sobre ciertos temas con sus cardenales en la
capilla privada del Vaticano cuando de pronto se detuvo al pie del altar y quedo
sumido en una realidad que solo él veía. Su rostro tenía expresión de horror y de
impacto. Se fue palideciendo. Algo muy duro había visto. De repente, se incorporó,
levanto su mano como saludando y se fue a su estudio privado. Lo siguieron y le
preguntaron: ¿Que le sucede su Santidad? ¿Se siente mal?

El respondió: "¡Oh, que imágenes tan terribles se me han permitido ver y


escuchar!", y se encerró en su oficina.

¿Qué vio León XIII? "Vi demonios y oí sus crujidos, sus blasfemias, sus burlas.
Oí la espeluznante voz de Satanás desafiando a Dios, diciendo que él podía
destruir la Iglesia y llevar todo el mundo al infierno si se le daba suficiente tiempo y
poder. Satanás pidió permiso a Dios de tener 100 años para poder influenciar al
mundo como nunca antes había podido hacerlo." También León XIII pudo
comprender que, si el demonio no lograba cumplir su propósito en el tiempo
permitido, sufriría una derrota humillante. Vio a San Miguel Arcángel aparecer y
lanzar a Satanás con sus legiones en el abismo del infierno.

Después de media hora, llamo al Secretario para la Congregación de Ritos. Le


entrego una hoja de papel y le ordeno que la enviara a todos los obispos del
mundo indicando que bajo mandato tenía que ser recitada después de cada misa,
la oración que ahí él había escrito.

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