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El contenido de este ensayo se centra en la discusión de los efectos del “nuevo modelo de economía
global inclusiva” - liderado principalmente por China- a partir de una revisión de la literatura y
contraponiendo las distintas baterías argumentales a fin de poder aproximarnos a una conclusión
respecto al futuro del actual escenario global. A modo introductorio, hay autores que afirman que
entender el comercio y la economía global a partir de las directrices del Fondo Monetario Internacional
(FMI), el Banco Mundial (BM) o la Organización Mundial del Comercio, entre otras, cada vez será
menos explicativo porque las empresas y los particulares dependerán menos de estas organizaciones e
irán dejando de ser útiles pasando a un segundo plano por detrás de la propia iniciativa de las empresas
y particulares (Friedman., T., 2006). Esta perspectiva va muy en consonancia con el pragmatismo
funcional de China, que se contrapone al institucionalismo basado en reglas, por ende, mantienen
aquellas normas y reglas existentes que le interesan (por ejemplo, entrar en 2001 a la OMC) y revisan
o no se adhieren a las normas que no les interesan (Chheang., V., 2018). En efecto, la discusión sobre
aspectos normativos entre China y otros actores internacionales en el marco de relaciones bilaterales,
se han ido evitando (Rocha Pino, M.D.J, 2015).
Algunos analistas hablan del nuevo “Consenso de Pekín”, que se está situando frente al “Consenso de
Washington” (Dupuy, H. A., & Margueliche, J. C., 2018). En este aspecto, la visón de China difiere
del modelo de globalización neoliberal en tanto que refleja un liberalismo en el que el estado tiene un
peso importante en la economía y las asociaciones son inclusivas sin tener en cuenta la ideología o los
asuntos internos del país. De hecho, desde que China empezó su proceso de modernización a finales
de los 70’s, a tenor de su política exterior, el gobierno chino ha tejido mecanismos diplomáticos como
son las asociaciones estratégicas y así contribuir al desarrollo interno de su país (Mahbubani, K.,
2009). Es decir, que el impacto de China a nivel internacional debe entenderse desde la función que
representa este impacto para su desarrollo e intereses internos. Así lo reflejaban las declaraciones del
Ministro de Relaciones Exteriores Qian Qichen en 1990: “La política exterior es la extensión de las
políticas domésticas de China […]. La primera tarea de China en la esfera diplomática es crear un
ambiente internacional estable, pacífico y favorable para salvaguardar sus intereses nacionales y la
seguridad estatal”. Por lo tanto, la política exterior china tiene dos objetivos básicos: liderar un orden
internacional estable propicio para su propio desarrollo interno y contar con mecanismos que
garanticen la cooperación económica y tecnológica de China con Occidente (Dupuy, H. A., &
Margueliche, J. C., 2018). Es decir, tanto la apertura de China al exterior como su retorno a la economía
de mercado, han propiciado un escenario de relaciones y asociaciones estratégicas entre China con
otras potencias, organizaciones internacionales y países en vías de desarrollo. En efecto, estas
relaciones que han ido evolucionando del bilateralismo de las asociaciones estratégicas al
multilateralismo de la creación del grupo ASEAN (1997), de la Organización de Cooperación de
Shangai (2001), la creación del BRI (2013) o la adhesión a la OMC (2001), son fundamentales para
entender el desarrollo e intereses domésticos de China.
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socioeconómicas a largo plazo (Dupuy, H. A., & Margueliche, J. C. 2018). Sin embargo, si bien parece
que el modelo de China es más inclusivo, las asimetrías de poder entre China y los países en vías de
desarrollo siguen siendo evidentes y también contribuyen a la continuidad de las desigualdades. En
definitiva, los proyectos y estrategias de China no tienen nada que ver con las que seguía la hegemonía
norteamericana durante la Guerra Fría ni en la etapa Posguerra Fría (Mahbubani, K., 2009).
Idealmente, la nueva ruta de la seda abre el camino a un potencial nuevo orden económico global
basado en la cooperación pacífica y el beneficio mutuo según el modelo que incluye el gobierno chino
en su narrativa. De hecho, Kishore Mahbubani, ex diplomático singapurense, afirma que gracias a la
visión pragmática del gobierno chino en el desarrollo de asociaciones estratégicas (Rocha Pino,
M.D.J., 2015), China es capaz de ofrecer un liderazgo alternativo tanto para EE.UU como para la UE
y tiene capacidad para considerarse una gran potencia global y, además, pide a Occidente que participe
de este cambio de paradigma y acepte la realidad de una Asia cada vez más fuerte con dos potencias
muy capaces de liderar el nuevo orden global: China y la India.
Así entonces, el modelo económico global es potencialmente capaz de otorgar nuevas oportunidades
tanto para los países en vías de desarrollo como para la comunidad internacional en su conjunto en
tanto que el BRI consiste en crear corredores económicos e infraestructuras de conectividad entre
regiones de Occidente, Asia y África, lo cual contribuye al aplanamiento del mundo en que la
transferencia de capitales y competencia entre países es cada vez más horizontal (Friedman., T., 2006).
Estas iniciativas se han instrumentalizado, por ejemplo, a partir del Banco Asiático de Inversiones en
Infraestructuras (BAII). La cuestión es que China está en disputa por el liderazgo global y esto se
plasma constantemente en sus estrategias, por ejemplo, cambiar la divida de dólar a yuanes para los
intercambios monetarios entre BAII, configurar otro sistema de créditos financieros para países en vías
de desarrollo y, por tanto, abrir un nuevo mercado de deuda global.
Por una parte, los motivos estrictamente económicos del BRI se basan en brindar oportunidades a las
empresas privadas chinas para acceder al mercado a nivel nacional e internacional y para abrir un
mercado capaz de absorber su oferta en producción industrial. Por otra parte, los propósitos de ámbito
político son ejercer influencia y autoridad internacional mejorando su papel de liderazgo global
respecto a la implementación de su visión del mundo (Chheang, V., 2018). Asimismo, el presidente
chino, Xi Jinping, una vez anunció que impulsaría activamente la inciativa BIR incluyendo sus bene-
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ficios inclusivos, afirmó que “el pueblo chino está listo para trazar un futuro más próspero y pacífico
para la humanidad, con personas de otros países”. Es decir, gracias a los benficios económicos,
culturales y sociales que representó la milenaria ruta de la seda siglos atrás, el gobierno chino ha creado
una narrativa simbólica que se desprende de estos acontecimientos pasados para transmitir la idea de
que hoy en día la ruta de la seda puede aportar los mismos beneficios incentivando el desarrollo
sostenible, reduciendo la pobreza y aliviando tensiones antecedentes entre estados. Por ejemplo, China
ha avanzado en el reconocimiento de Taiwán como estado soberano y Corea del Sur y Japón han
establecido relaciones comerciales dejando atrás las antiguas controversias.
En consonancia con lo anterior, hay investigaciones que han abordado la cuestión de cómo podrían
moderarse las amenazas geopolíticas clásicas (China-Taiwán, por ejemplo) y cómo se podría influir
en ellas mediante la cooperación (Friedman., T., 2006). T. Friedman da un ejemplo que bautiza como
la teoría Dell: “La teoría Dell estipula que entre los países que forman parte de una gran cadena
global de suministro, como la de Dell, nunca habrá́ guerra, siempre y cuando formen parte de la
misma cadena global de suministro”. El autor pone de ejemplo que Taiwán se ha convertido el tercer
productor del mundo de hardware para tecnologías de la información por lo cual una agresión militar
de China contra Taiwán supondría dejar sin parte del suministro mundial de este producto. Esto no
significa que otros factores como la acción del gobierno, un efecto disuasorio de arsenal nuclear, o
bien tensiones de carácter étnico-nacional, no puedan ser motivo suficiente de conflicto bélico. Pero,
T. Friedman concluye que al menos los estados tendrán que medir más sus acciones. He aquí donde
encontramos que el BRI está funcionando en este aspecto, es decir, esta mejorando las relaciones entre
los estados y superando tensiones del pasado gracias a la creación de mecanismos multilaterales como
el BRI, o la Cooperación Lancang-Mekong (LMC) e incluso el gran aumento de participación en la
Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), en la cual China ya es el mayor socio
comercial y el tercer inversor extranjero de la AESAN: en 1990 el volumen comercial entre China y
la ASEAN fue de 7,9 mil dólares y en 2016 representa más de 9,2 mil millones de dólares (Chheang,
V. 2018).
Ahora bien, qué efectos ha generado el éxito de China como potencia mundial y su entrada en el libre
comercio. ¿Tiene consecuencias positivas o negativas? En primer lugar, podemos una gran diferencia
en la evolución económica de los países asiáticos en vías de desarrollo entre los países de África y
Lationamérica. Por una parte, los países de la zona subsahariana y latinoamericanos han heredado las
consecuencias del modelo económico neoliberal. Por otra parte, los países de la región asiática han
querido trazar el mismo camino de Pekín y, en este sentido, el gobierno chino les ha dispuesto a su
alcance los incentivos económicos y proyectos de infraestructuras necesarios para que desarrollen
suficiente capacidad industrial que sea capaz de absorber la oferta de producción industrial china. Esto
es, el beneficio mutuo del que discutíamos anteriormente. En efecto, a medida que las industrias chinas
se sofistican, dejan espacio para que otros países puedan llenar ese vació con industrias menos
desarrolladas (Liu, W., & Dunford, M., 2016). En las mismas coordenadas, parte del éxito de China
se debe a la transnacionalización del capital, a su vez, gracias a las mejoras en transporte y conectividad
en el que el BRI ha jugado un papel de liderazgo en las regiones de Asia y pretende hacer lo mismo
hasta llegar a Occidente y África.
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Uno de los resultados de mejorar la conectividad a nivel mundial ha sido la deslocalización de muchas
fábricas occidentales a países asiáticos donde la mano de obra es barata y además hay incentivos
fiscales. Pero, lo realmente productivo del aplanamiento del mundo en tanto que las distancias para
hacer negocios entre países a muchos kilómetros de distancia cada vez son más cortas, es que tanto
China como la India, ahora mismo, disponen de un alto capital humano cualificado además de la mano
de obra barata. Por consiguiente, la competencia económica a nivel global crece cuantitativa y
cualitativamente en actores potenciales para competir con las demás potencias, pero también para
cooperar entre potencias y/o países en vías de desarrollo (Friedman, T., 2006). Ciertamente, el
desarrollo de Asia se basa en una estrategia económica que implica la importación de manufacturas
modernas, seguidas de una posterior producción nacional y finalizadas con una exportación y
reimportación. El modelo también cuenta con roles funcionales de investigación, diseño, fabricación
y distribución que puede pasar de una industria a otra. Pero todo esto solo se puede llevar a cabo con
una previa dotación de infraestructuras y esta experiencia es la que China tiene tan adquirida y está
llevando a la práctica (Liu, W., & Dunford, M. 2016). A modo de ejemplo, China está financiando
gasoductos que finalizarán con el monopsonio de Rusia frente a Uzbekistán y Kazajastán, así como la
construcción de los seis corredores económicos mencionados anteriormente (Pérez, Á. P. 2017). En
síntesis, las naciones africanas que han heredado los proyectos y estrategias del modelo neoliberal
siguen patrones de pobreza y desigualdad extrema, en cambio, los países de la región asiática están
presentando cuotas de crecimiento económico y, lo que es más, la desigualdad entre la población china
ha disminuido notablemente. Por estos motivos hablamos de una economía global inclusiva, porque
incluye el desarrollo de los países que forman parte de este proyecto y es capaz de reducir las
desigualdades económicas (Liu, W., & Dunford, M. 2016). Dicho de otro modo, los efectos que ha
tenido la entrada de China en el libre mercado han sido más positivos para los países que han recibido
en mayor medida sus incentivos e inversiones económicas que no para las regiones africanas o
latinoamericanas que dependen más de los potencias occidentales que representan la visión neoliberal
del orden económico mundial (Liu, W., & Dunford, M. 2016). Esto no significa pasar por alto los
intereses geopolíticos y nacionales de China, es decir: adquirir tecnología avanzada y métodos de
gestión eficaces para asegurar energía y materias primas, así como, aumentar la capacidad industrial
de países en vías de desarrollo para crear nuevos mercados capaces de absorber la oferta de producción
de la economía china.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
- Liu, W., & Dunford, M. (2016). Inclusive globalization: Unpacking China's belt and
Lima.
- Francisco, M. G. (2018). Las nuevas rutas de la seda en Asia Central y sus efectos en
(nueva) globalización para revertir la idea del no mundo: El caso de la nueva ruta de la