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Título original: Spain and its World 1500-1700• Selected Essays

Primera edición: 1990


Primera reimpresión: 1991

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ISBN: 84-206-9607-2
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Impreso en Lavel. Los Llanos, nave 6. Humanes (Madrid)
Printed in Spain
Biblioteca Central
Univ. Vera ClrliZa n?
Capítulo 1
ESPAÑA Y SU IMPERIO
EN LOS SIGLOS XVI Y XVII

Conocemos a uno de los grandes imperios de la historia mundial


con el nombre de «el imperio español», pero no era este el nom-
bre por el que lo conocían los propios españoles 1 . En los siglos xvi
y xvII sólo había un imperio verdadero en el mundo occidental
—el Sacro Imperio Romano—, aunque otras monarquías occiden-
tales comenzaban a apropiarse del título de imperio para sus
propósitos. Al quedar asegurado con Carlos I de España el título
de Sacro Emperador Romano como Carlos V en 1519, no había,
en aquel momento, posibilidad de que los españoles aceptaran
formalmente la existencia de dos imperios distintos, el Sacro Ro-
mano y el español; e incluso después de que el título imperial
pasara en 1556 al hermano de Carlos, Fernando, en lugar de a su
hijo, Felipe II, «el imperio» continuó denotando para los españo-
les el Sacro Imperio Romano, las tierras alemanas. Su monarca

Puesto que este ensayo fue concebido como una exposición general más que
como exposición de nuevas investigaciones, daré pocas referencias. Los lectores
interesados pueden encontrar un tratamiento más detallado de los temas aquí
tratados en algunos de los libros clásicos sobre la España de los Habsburgo y la
América española. Especialmente recomendables son los de John Lynch, Spain
under the Habsburgs, 2 vols. (2.* ed., Oxford, 1981) [hay trad. cast.: España bajo los
Austrias, Barcelona, 1987 5]; J. H. Parry, The Spanish Seaborne Empire (Londres,
1963) [hay trad. cast.: El imperio español de Ultramar, Madrid, 1970]; Charles Gib-
Imperial
son, Spain in America (Nueva York, 1966); véase también J. H. Elliott,
y The
Spain (Londres, 1963) [hay trad. cast.: La España imperial, Barcelona, 1987 5],
Old World and the New, 1492-1650 (Cambridge, 1970) [hay trad. cast.: El Viejo Mun-
do y el Nuevo, 1492-1650, Madrid, Alianza Edit., 19842].
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no era un emperador sino un rey, que gobernaba sobre un aglo- confines señalados por las columnas de Hércules hacia un mundo
merado de territorios conocidos como la monarquía española y más amplio, los españoles eran conscientes de realizar algo que
que constaba de la propia España, las posesiones del rey en Italia incluso sobrepasaba las proezas de los romanos. Estaban en vías
y el norte de Europa y de sus territorios americanos, conocidos de construir un imperio universal verdaderamente universal, en
por los españoles como las Indias. el sentido de ser un imperio global. Este progreso global puede
Pero esto no quiere decir que los españoles carecieran de la ser simplemente trazado mediante una serie de fechas: en la dé-
capacidad de pensar en términos imperiales sobre los extensos cada de 1490 y los primeros años de la de 1500, la conquista del
dominios de su rey. Ya en 1520 Hernán Cortés escribió, en su Caribe; en la década de 1520, la conquista de México; en la dé-
segunda carta a Carlos V desde México, que «... se puede intitular cada de 1530, la conquista de Perú; en la de 1560, las Filipinas,
de nuevo emperador de ella, y con título y no menos mérito que y en 1580, la anexión de Portugal y la consiguiente anexión del
el de Alemaña...» 2 Casi desde el comienzo del descubrimiento,
. Africa portuguesa, el Lejano Oriente y Brasil. Desde ese momento
conquista y colonización del continente americano existía la idea en el imperio del rey de España no se ponía, efectivamente, el sol.
en algunos sectores de que el rey de España estaba en proceso de Sobrepasó, por tanto, en extensión y en número de habitantes,
conseguir un imperio. Felipe II fue más tarde instado a intitular- al mayor imperio de la historia de Europa, el romano. Es éste un
se «Emperador de las Indias», un título que en ocasiones se le factor de gran importancia para la comprensión de la mentalidad
aplicó a él y a sus sucesores; y «el imperio de Indias» fue una española —o, más exactamente, castellana— de los siglos xvi
frase que adquirió una cierta circulación durante el siglo xvii. y XVII. El imperio romano se convirtió en modelo y punto de re-
Pero se tendía a situar a las Indias en un contexto más amplio y ferencia para los castellanos del siglo xvii que se veían a sí mis-
nebuloso, un imperialismo de concepción al mismo tiempo ideo- mos como los herederos y sucesores de los romanos, conquistan-
lógica y geográfica. do un imperio aún más extenso, gobernándolo con justicia e im-
El círculo de humanistas que rodeaban a Carlos V abrazaron poniendo leyes que eran obedecidas en los más lejanos confines
el tema imperial con entusiasmo y le imaginaban en camino de de la tierra. Era un potente mito y tenía importantes consecuen-
conseguir un imperio universal, en el que, en palabras del evan- cias psicológicas para aquellos que creían en él. Los castellanos
gelio de San Juan tal como las empleó Ariosto en el Orlando fu- del siglo XVI se veían a sí mismos como un pueblo elegido y por
rioso, «hubiera un solo pastor y un solo rebaño» 3 . Aquí, dispues- tanto superior, que tenía encomendada una misión divina enca-
to para ser utilizado, se encuentra el tema de la misión providen- minada a la consecución como fin del imperio universal. La mi-
cial, la unión de toda la humanidad bajo el gobierno de un solo sión era considerada superior a la realizada por los romanos,
legislador, anunciando el retorno de la armonía universal. porque se situaba dentro del contexto de la cristiandad católica.
Junto con este vago universalismo mesiánico había una sen- El mayor deber y la mayor responsabilidad de Castilla era el
sación más específica de expansión geográfica, más acorde con la defender y extender la fe, conduciendo a una forma de vida civi-
gran época europea de los descubrimientos. Los límites tradicio- lizada y cristiana (ambas cosas eran consideradas sinónimas) a
nales de Europa eran las columnas de Hércules, «más allá», como todas aquellas gentes ignorantes que, por misteriosas razones, no
escribió Dante, «no se puede ir». «Más allá» (piu oltre, traducido habían oído hasta entonces el mensaje del Evangelio.
al latín como Plus Ultra) se convirtió, escrito sobre una cinta que Parece que todo imperio necesita su ideología, que los cons-
rodeaba las columnas gemelas, en la divisa imperial de Carlos V. tructores de imperios necesitan justificarse a sí mismos el gobier-
Plus Ultra, que significaba, en primer lugar, la expansión sin lí- no que ejercen sobre pueblos dependientes mediante la idea de
mites de los dominios y el poder de Carlos V, llegó a adoptar el una misión superior. La corona española y la clase dirigente es-
significado más concreto de la idea de la exploración y la con- pañola encontraron este sentido justificador de su misión en sus
quista del nuevo mundo 4 . En esta ruptura mental y física de los obligaciones hacia la fe. Al margen del resultado de esta o cual-
quier otra misión imperial para los conquistados, el impacto so-
2 Hernán Cortés, Letters from México, trad. y ed. por A. R. Pagden (New Haven
bre los conquistadores no parece que haya sido, por lo general,
y Londres, 1968), pág. 48.
3 Véase Frances A. Yates, Astrea (Londres, 1975), pág. 26. emperor Charles V», Journal of the Warburg and Courtauld Institutes, 34 (1971),
° Véase Earl Rosenthal, «Plus ultra, non plus ultra, and the columnar device of págs. 204-228.
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muy saludable. Los forjadores de imperios, considerándose enco- los intentos de cristianizar estas poblaciones y someterlas a las
mendados con una misión providencial, son siempre propensos a formas de gobierno europeas. Sabemos también algo sobre los
la arrogancia. Este fue uno de los principales cargos levantados cambios ecológicos, técnicos, sociales y económicos que llevó el do-
contra los castellanos, y fueron ellos esencialmente los que con- minio español a los habitantes de las Indias. Estos son temas im-
quistaron y gobernaron el imperio español de ultramar. El efecto portantes y fascinantes que han recibido una considerable atención.
psicológico de sus éxitos se delata en su actitud hacia los súbditos Lo que ha recibido mucha menos atención —y esto es igualmente
no castellanos del rey, tanto en la misma España como en otras válido para la historia de otros imperios, como el británico— es la
partes de Europa. Un comentario, por ejemplo, escrito en una forma en la que las posesiones de ultramar afectan a la madre patria.
carta dirigida a Felipe II por el gobernador de Milán en 1570, ¿Qué significaron para la España de los Habsburgo sus gran-
dice: «Porque estos ytalianos aunque no son indios se les a de des posesiones de ultramar, su heroica conquista y su esfuerzo
tratar como a tales de manera que ellos entienden que los enten- colonizador, su intento de gobernar y defender estas lejanas po-
demos y nunca piensan que nos an de entender.» 5 Este es el sesiones? La consecución y conservación del imperio de ultramar
típico comentario del miembro de una raza dominante y no es representa, necesariamente, una inversión nacional inmensa de
sorprendente encontrar a un catalán escribiendo en la década de personas, energías y recursos. Las inversiones producen benefi-
1550, que los castellanos «volen set tan absoluts, i tenen les coses cios, al menos en teoría, pero también implican gastos. No se ha
própies en tan, i les estranyes en tan poc que sembla que són ells realizado ningún intento serio de evaluar los gastos y los benefi-
sois vinguts del cel i que la resta deis homes és lo que es eixit de cios del imperio para la España de los Habsburgo y, de hecho,
la terra» 6 Si consideramos, por tanto, las implicaciones del im-
. no es una empresa factible. Hay, además, consecuencias intangi-
perio no tanto para las gentes de ese imperio como para los im- bles como el desarrollo entre los castellanos de un nacionalismo
perialistas mismos, parece importante no ignorar uno de los fac- mesiánico, que es obviamente imposible de evaluar en términos
tores más intangibles pero de mayores y más profundas implica- de costes y beneficios. Se podría contabilizar como un beneficio
ciones del imperio: el psicológico. Es en este contexto del sentido el que la determinación moral de Cortés y de sus compañeros
consciente de la misión imperial, y de las funciones y deberes del estaba fortalecida, sin lugar a dudas, por la identificación de su
imperio, donde quiero examinar algunas de las consecuencias que causa con la de Dios, Carlos V y Castilla. Pero igualmente se po-
para la Castilla de los siglos xvi y xvii tuvo la conquista y la dría contabilizar como un coste el que esta confianza en su causa
posesión de un imperio global, y especialmente de un imperio en fuera considerada por los demás como arrogancia, que los caste-
América. llanos se granjeran el odio del resto de los europeos y que sus
Estos castellanos, siguiendo conscientemente los pasos de los bárbaras hazañas en el Nuevo Mundo añadieran una nueva di-
romanos, primero tenían que conquistar, después colonizar y por mensión a esa visión de España y los españoles que se conoce
último organizar, gobernar y explotar sus conquistas. Se ha rea- como la Leyenda Negra. Hacia el final del siglo xvi, España fue
lizado un gran trabajo de investigación sobre el impacto de las condenada en el banquillo europeo por sus atrocidades contra
actividades imperiales sobre los pueblos subyugados de América. pueblos inocentes. El efecto de este consenso europeo sobre la
Se nos ha hablado del devastador impacto demográfico de su innata barbarie y crueldad de los españoles, sirvió para fortalecer
presencia: la decadencia de la población indígena de México de la resolución de los numerosos enemigos de España de preservar
25 millones a 2,5 millones entre 1520 y 1600 como resultado de al continente de su sangrienta dominación.
la guerra, la subyugación, los trabajos forzados y el contacto con Por tanto hay, y siempre habrá, estrictas limitaciones a cual-
las enfermedades europeas. Disponemos de buenos trabajos sobre quier intento de sopesar las ganancias y las pérdidas originadas
por el «imperio de Indias» a la España metropolitana. No obs-
5 Citado en H. G. Koenigsberger,
tante, algo se puede hacer para mostrar áreas de estudio fecundas
The Government of Sicily under Philip II of
Spain (Londres, 1951; edición corregida en The Practice of Empire para una investigación sobre las formas en las que la inversión
(Ithaca, N.Y.,
1969) [hay trad. cast.: La práctica del imperio, Madrid, Alianza Edit., 1988], pág. 48. en el imperio influyeron sobre la historia de la propia potencia
6 Christófol Despuig, citado en J. H. Elliott,
The revolt of the Catalans (Cambríd- imperial.
ge, 1963; reimpr., 1984) [hay trad. cast.: La rebelión de los catalanes, Madrid, 19863], Si nos interrogamos sobre lo que supuso la adquisición del
pág. 13.
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imperio americano para la España del siglo xvi, supuso, en pri- naria estabilidad política de la España de Felipe II. «Es un hecho
mer lugar, exportación de personas. Es difícil decir con precisión probado», escribió La Popeliniére en 1582, «que si los españoles
a cuántas personas afectó, pero las estimaciones más recientes no hubieran enviado a las Indias descubiertas por Colón a todos
apuntan a que alrededor de 240.000 hombres y mujeres emigra- los pillos del reino... éstos habrían revolucionado el país.» s En
ron de España al Nuevo Mundo durante el transcurso del siglo otras palabras, la exportación de gentuza y desesperados es la
xvi y quizá unas 450.000 personas durante el XVII. Una emigra- mejor manera de evitar una guerra civil.
ción de unas 700.000 personas durante dos siglos arroja una me- ¿Pero se trataba verdaderamente de gentuza? Los emigrantes
dia ligeramente por debajo de los 4.000 viajeros al año, frente a emigran porque piensan que estarán mejor en ultramar que en
una tasa de emigración estimada para las islas Británicas en el casa. Esto significa que los grupos desfavorecidos son particular-
siglo xvll de 7.000 al año. Si la población total de la península mente propensos a emigrar si pueden. Uno de los grupos más
ibérica estaba alrededor de los 7 u 8 millones, esto implica una desfavorecidos en la España del siglo xvi era el de los conversos,
tasa anual de emigración del 0,5 al 0,7 por cada 1.000 españoles, aquellos que por su ascendencia judía, eran penalizados por las
que de por sí no parece una cifra muy elevada. Pero es confusa leyes de pureza de sangre y excluidos de cargos y posiciones im-
en el sentido de que la emigración no estaba distribuida homo- portantes en la sociedad castellana. Podría ser una hipótesis plau-
géneamente por la totalidad de la península y algunas partes de sible la de que entre los emigrantes se incluyera una significativa
España producían muchos más emigrantes que otras. Esto es es- proporción de españoles de sangre judía, muchos de los cuales
pecialmente válido para las zonas del sur de Andalucía y Extre- poseían probablemente un talento muy superior al de la media.
madura, donde la tasa de emigración se encontraba alrededor del ¿Es, por ejemplo, una coincidencia que los siete hermanos de
14,4 por 1.000. Para darnos cuenta de lo que significa esta cifra Santa Teresa, que ahora sabemos era de ascendencia judía, emi-
y del tipo de impacto demográfico que supone, hace falta mucha graran todos a las Indias? No obstante, hay que recordar que la
más información sobre las características y el nivel social de es- emigración de estas personas no significaba necesariamente una
tos emigrantes. Hacia finales del siglo XVI, por ejemplo, alrededor pérdida irrecuperable para la madre patria. Al menos uno de los
de un tercio de los emigrantes españoles eran mujeres. Si se hu- hermanos de Santa Teresa volvió a su casa en Avila, una vez
biera mantenido este porcentaje de emigración femenina, la pér- hecha su fortuna en América 9 .

dida de población potencial para la península ibérica habría sido En general, no obstante, incluso aquellos emigrantes que pre-
considerable 7 . tendían permanecer en las Indias sólo lo suficiente como para
En las circunstancias de la Europa del siglo xvi, donde una enriquecerse eran propensos a terminar sus vidas al otro lado del
población en expansión presionaba de forma cada vez mayor so- Atlántico. El atractivo de las Indias era muy poderoso y aquellos
bre unos recursos alimenticios limitados, esta pérdida de pobla- que habían emigrado con éxito escribían a sus parientes animán-
ción o de población potencial pudo haber sido beneficiosa. Amé- doles a reunirse con ellos. «No repare en nada, que Dios nos ayu-
rica representaba un seguro para el exceso de población de la dará, y esta tierra tan buena es como la nuestra, pues que Dios
península ibérica, y los contemporáneos pensaban que esto tenía nos ha dado aquí más que allá, y podemos pasar mejor.» 10 Pa-
unas importantes consecuencias políticas y sociales para España. rece correcto pensar que los emigrantes provenían de los grupos
Durante el período de las guerras religiosas en Francia, algunos más capaces y dinámicos de la sociedad castellana y andaluza, y
franceses creían que la falta de colonias donde depositar los ex- si bien algunos eran unos inadaptados en la patria y su partida
cedentes de población era una de las causas de los problemas hacia América constituía, por tanto, una fuente de desahogo para
internos de su país y comparaban su situación con la extraordi- las autoridades, también privaba a España de personas poseedo-

7 Las cifras y argumentos de estas líneas están tomados de dos importantes 8 Henri de la Popeliniére, Les trois Mondes (París, 1852), introducción.
ensayos: Woodrow Borah, «The mixing of populations», y Magnus Mórner, «Spa- 9 Valentín de Pedro, América en las letras españolas del siglo de oro (Buenos
nish migration to the New World prior to 1800•, en Fredi Chiapelli, ed., Firts Aires, 1954), págs. 262-268.
Images of America, 2 vols. (Berkeley y Los Angeles, 1976), 2, págs. 707-722, y 2, i° Citado en Elliott, Old World and the New, pag. 76. Una antología fascinante
págs. 737-782. El principal trabajo estadístico sobre emigración ha sido realizado de cartas de emigrantes puede verse en James Lockhart y Enrique Otte, eds., Let-
por Peter Boyd-Bowman, cuyas publicaciones son citadas en estos ensayos. ters and People of the Spanish Indies (Cambridge, 1976).
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ras de cierto talento, de iniciativa empresarial, que difícilmente entre el clero y los miembros de las órdenes religiosas, un debate
podía permitirse perder. También podría argumentarse que, en al que los nombres de Las Casas y Sepúlveda estarán siempre
las circunstancias de la España del siglo xvi, incluso la exporta- asociados. El resultado efectivo de estos cincuenta años de debate
ción de misioneros tenía sus desventajas. Hacia 1559 había 802 fue que los indios no eran esclavos y por tanto no debían ser
miembros de órdenes religiosas en México 1 , y fácilmente se pue- tratados como tales; que, faltándoles el cristianismo y lá verda-
de suponer que algunos de los miembros más capacitados e inte- dera civilización, debían ser instruidos en la fe y en las costum-
ligentes fueran enviados a alguna de las misiones de ultramar. bres de los cristianos; que esto requería una estrecha supervisión
Pero también había trabajo misionero por hacer en casa, entre la temporal y espiritual, que colocaba a los indios en un estatus
población morisca de Andalucía y Valencia; el fracaso de la igle- especial, aunque subordinado, por el que debían recibir la pro-
sia española del siglo XVI al abordar el tema de la efectiva cris- tección de la corona, y que era correcto que realizaran ciertos
tianización de los moriscos, puede haber sido el precio pagado servicios a cambio de esta protección.
por dedicar sus mejores hombres y energías a la tarea de cristia- Un primer objetivo del gobierno imperial fue, por tanto, la
nizar a los indios de América. protección de los indios y esto significaba especialmente prote-
Para crear su imperio americano, España tenía que exportar gerlos de su explotación por los colonos. Consecuentemente, uno
gente para convertir a los indios al cristianismo, fundar ciudades de los grandes problemas a los que se tuvo que enfrentar la co-
y colonizar la tierra. Pero estos nuevos territorios, una vez con- rona española, fue el de cómo prevenir las rebeliones y movimien-
quistados y colonizados, también habían de ser gobernados. Por tos separatistas de las comunidades de colonos y fue un problema
su naturaleza, la adquisición de un imperio supone un enorme que solucionó con éxito. Aparte de la lucha entre la corona y los
reto para las autoridades de la metrópoli. Estudiando la historia seguidores de Pizarro como consecuencia de la conquista de Perú
de la España de los Habsburgo es muy fácil olvidar los problemas y la fracasada conspiración de Martín Cortés en México en 1566,
sin precedentes y el heroico esfuerzo que implica dotar de gobier- no hubo, por parte de la comunidad de colonos en el Nuevo Mun-
no efectivo un imperio global. Hasta ese momento ninguna so- do, desafíos abiertos de importancia a la corona en los alrededor
ciedad europea se había enfrentado a una tarea administrativa de tres siglos de gobierno español, hasta que fue derribado por
de tal magnitud y complejidad. En primer lugar, los españoles los movimientos independentistas de principios del siglo xIx. Con-
tenían que resolver un problema para el cual tenían pocos pre- siderando que una carta y su respuesta podían llegar a tardar dos
cedentes que les sirvieran de guía, el de la determinación del años de viaje desde Madrid hasta Lima y a la inversa, esto puede
estatus jurídico de la numerosa población indígena que ahora era considerarse un verdadero éxito. La corona española logró supe-
súbdita de la corona de Castilla. ¿Debía tratarse a los indios, por rar los problemas sin precedentes de tiempo y espacio, hasta el
ejemplo, como esclavos o eran hombres libres? Y, si eran hom- punto de impedir que las fuerzas centrífugas inherentes a un im-
bres libres, ¿qué tributos y servicios se les podía demandar en perio mundial triunfaran sobre las fuerzas de control que ema-
cuanto vasallos de la corona? No eran problemas fáciles de resol- naban de Madrid.
ver. Para los europeos estos indios eran una clase nueva de per- ¿Cómo consiguió la corona este grado de control? El reto mis-
sonas y había una gran incertidumbre y confusión sobre sus orí- mo del imperio —tener que gobernar unos territorios tan distan-
genes y capacidades. ¿Eran hombres, en toda la extensión de la tes— actuó como importante estímulo para el desarrollo en la
palabra, o subhombres, cuya capacidad inferior exigía que se les España de los Habsburgo de una fuerte estructura burocrática y
colocara bajo algún tipo de tutela? Este era el tipo de problemá- de una clase administrativa. En términos de organización buro-
tica con la que los españoles se encontraron confrontados tan crática bien desarrollada y dirigida profesionalmente, la España
pronto como llegaron a las Antillas y se fue haciendo más com- de Felipe II era el estado más avanzado en la Europa del siglo xvi.
plejo cuando se enfrentaron cara a cara con las gentes de los En realidad no se podía permitir que fuera de otra manera, pues-
imperios sedentarios de los aztecas y de los incas. El problema to que en ausencia de una burocracia vasta y formalizada no
dio lugar a un apasionado debate durante la primera mitad del habría conservado su imperio unido. Todos conocemos los defec-
siglo xvi en los círculos gubernamentales, en las universidades y tos de esta burocracia —incómoda, corrupta y espantosamente
lenta—, y podemos recordar el desesperado comentario de un
" Robert Ricard, La «conquéte spirituelle• du Mexique (Paris, 1933), pág. 35. virrey esperando pacientemente sus instrucciones, que si la muer-
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te viniera de Madrid todos viviríamos hasta edad bien avazanda. ante el rey por consejos compuestos por portavoces de aquellos
Pero quizá más significativo que estos defectos es que España territorios. Este era el sistema conciliar desarrollado por la mo-
triunfó en la construcción de una burocracia global, que funcionó narquía española durante la primera mitad del siglo XVI: un sis-
con un grado mayor o menor de eficiencia y que permitió man- tema de consejos reunidos en la corte que reciben información
tener unidos los numerosos y dispares territorios del rey. de —y mandan órdenes a— los virreyes en la periferia. A esto se
El reto del imperio produjo, por tanto, una respuesta burocrá- añadía un sistema judicial que actuaba como control de los vi-
tica, en la forma de gobierno mediante papel, de una escala hasta rreyes, por medio del cual cada uno de los territorios tenía su
entonces desconocida en Europa. Apenas hemos comenzado a su- tribunal de jueces, conocido como la audiencia, la cual era res-
poner la cantidad total de papel utilizado para el gobierno de la ponsable de la administración de justicia y podía, cuando fuera
monarquía española en los siglos xvI y xvn. Por ejemplo, cuando necesario, limitar y controlar los poderes administrativos del vi-
un virrey o cualquier funcionario importante abandonaba su car- rrey. Por ejemplo, el gobierno de Nueva España dependía en pri-
go, se realizaba una investigación formal, conocida como residen- mer lugar, en España, del Consejo de Indias, instalado en la corte
cia o visita, sobre el tiempo de su ejercicio del cargo, con decla- y que aconsejaba al rey en las cuestiones fundamentales relacio-
raciones juradas de aquellos en situación de aportar testimonios. nadas con los asuntos mexicanos. Sus recomendaciones, siempre
En 1590 comenzó una de estas visitas al finalizar el período de que fuesen aprobadas por el rey, eran transmitidas entonces a
gobierno del conde de Villar como virrey del Perú. Hacia 1603 el México, donde el virrey podía o no ponerlas en práctica; las ac-
juez que dirigía esta visita había utilizado 49.555 hojas de papel tividades de éste eran vigiladas por la audiencia que residía en
y aún no había concluido. El propio virrey hacía tiempo que ha- Ciudad de México, la cual le aconsejaba, le advertía o se oponía
bía muerto 12 . ¡Qué diferente era este mundo del de setenta u a él de acuerdo con las circunstancias y las personas implicadas.
ochenta años antes, cuando el emperador Carlos V, según se cuen- Este sistema, que funcionaba razonablemente bien, dio lugar
ta, pidió pluma y tintero y ninguna de las dos cosas pudo encon- a la proliferación inevitable de papel y funcionarios. El gobierno
trarse en el palacio! 13 Aunque la administración real en los pri- necesitaba secretarios para redactar los reglamentos, escribanos
meros años del reinado de Carlos V no era en realidad tan infor- para transcribirlos y una multitud de oficiales menores para ase-
mal como esta historia pudiera sugerir, la avalancha de papel de gurar su cumplimiento, junto con ministros de otro nivel para
finales del siglo xvi (por no mencionar la plétora de plumas y los asegurarse de que los primeros habían cumplido con su cometi-
ríos de tinta) sugiere que, durante los primeros años de Carlos y do. Todo esto requería una inmensa burocracia que había que
los últimos de Felipe, se había producido una revolución en el reclutar y preparar, lo que trajo como consecuencia una expan-
ejercicio del gobierno. sión del sistema educativo español. Al comienzo del siglo xvI ha-
La esencia de esta revolución fue la creación de una estructu- bía once universidades en España. Cien años después había trein-
ra administrativa, diseñada para conectar el centro de la monar- ta y tres. Este crecimiento se explica en gran medida por la cre-
quía hispánica con la periferia. El método utilizado fue construir ciente necesidad de ministros y oficiales que tenía el estado para
y ampliar sobre un sistema ya existente en la España de Isabel dirigir las altas instancias de la burocracia y especialmente de
y Fernando, fuertemente deudor de las prácticas de gobierno del ministros formados en derecho. Se estima que bajo el reinado de
imperio catalanoaragonés de la alta edad media. De acuerdo con Felipe II Castilla sostenía una población universitaria anual de
este sistema, el rey estaba representado en los territorios lejanos 20.000 a 25.000 estudiantes, lo que representaba alrededor de un
por un virrey, mientras que los territorios estaban representados 5,43 por 100 de su población masculina de dieciocho años, una
cifra que parece bastante elevada comparada con los parámetros
europeos de la época 14 Aquellos estudiantes que se dedicaban al
.

12 Véase Lewis Hanke, ■ El visitador licenciado Alonso Fernández de Bonilla y derecho y aprobaban el curso se convertían en letrados, licencia-
el virrey del Perú, el conde de Villar», Memoria del II Congreso Venezolano de His- dos en derecho que formaban el contingente de reclutamiento de
toria (Caracas, 1975), 2, págs. 13-127.
13 La historia la cuenta el conde de Gondomar en una carta del 28 de marzo
de 1619, Correspondencia oficial de don Diego Sarmiento de Acuña, conde de Gon- " Véase Richard L. Kagan, Students and Society in Early Modern Spain (Balti-
domar. (Documentos inéditos para la historia de España, Madrid, 1936-55,10 vols.), more, 1974) [hay trad. cast.: Universidad y sociedad en la España moderna, Madrid,
2, pág. 143. 1981], esp. págs. 199-200.
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la burocracia. Puesto que la oferta comenzaba a rebasar la de- de sus carreras administrativas. Por consiguiente, nos encontra-
manda hacia finales del siglo, muchos de estos licenciados pudie- mos, como cabría esperar, con que los consejos estaban compues-
ron encontrarse sin trabajo. Pero los mejores de ellos —o, por ser tos de viejos funcionarios conscientes de su estatus, apegados a
más exacto, los que tenían mejores contactos— podían, con un la tradición y de inclinaciones legalistas, básicamente interesa-
poco de suerte, asegurarse un puesto en el peldaño más bajo del dos en disfrutar confortablemente del prestigio y de las ricas ga-
escalafón burocrático e ir escalándolo paso a paso durante el res- nancias de un alto cargo que les había costado tanto tiempo y
to de sus vidas. trabajo asegurarse. No era un colectivo dinámico, pero sí tenaz.
Fueron estos letrados al servicio del gobierno, los que real- Mantenía la existencia del imperio, pero lo mantenía estático.
mente mantuvieron unida la monarquía española. Toda su carre- A lo largo de sus carreras estos hombres se dirigían al rey,
ra estaba dedicada al servicio de la corona y podían ser trasla- tanto para recibir sus órdenes como por su promoción particular.
dados a cualquier parte del mundo si el rey así lo ordenaba. Uno Tenían un acentuado sentido de la autoridad real de la que ha-
de estos ministros fue Antonio Morga, nacido en Sevilla en 1559, bían sido representantes y defensores oficiales, ya fuera en las
e hijo de un banquero ". Fue enviado a la Universidad de Sala- Filipinas, Ecuador o Nueva España. Este sentido de la autoridad
manca, donde se graduó en derecho canónico y más tarde en real, reforzado por el conocimiento de primera mano de la vasta
civil. En 1580 entró al servicio del gobierno como abogado. Trece extensión de los dominios del rey de España, creó un tipo de
años más tarde, a la edad de treinta y cinco años, fue designado mentalidad que merece ser tenida en cuenta en cualquier historia
(se trataba de un hombre con buenos contactos) para un cargo de la España de los Habsburgo. Era difícil escaparse a la sensa-
judicial en Filipinas en el curso del cual ascendió a juez decano ción de autoridad aplastante y universal del rey, y si bien esta
de la audiencia. En 1603, a la edad de cuarenta y cinco años, fue sensación ayudaba a agrupar a los burócratas del imperio, unidos
trasladado a la audiencia de México. Allí tuvo suficiente éxito en una especie de fraternidad de leales adherentes a la corona,
como para asegurarse la promoción diez años más tarde a presi- también pudo haber dado lugar a que el gobierno de Madrid
dente de la audiencia de Quito, Ecuador. Esta podía haber sido exagerara los recursos del poder a las órdenes del rey. Para estos
su última parada antes de pasar a un cargo en lo más alto de la hombres Madrid era el centro del universo, la capital burocrática
jerarquía burocrática, una plaza en el Consejo de Indias, en Es- del imperio universal. Un juez que volvía de Lima para servir en
paña. Morga lo solicitó en 1623, pero desafortunadamente para el Consejo de Indias o un virrey que regresaba —un grande de
él su afición a las mujeres y al juego durante aquellos años le Castilla como el marqués de Montesclaros, que sirvió como virrey
habían perdido. Su conducta dio lugar a graves escándalos, lo en Nueva España y Perú y fue nombrado a continuación miem-
suficientemente graves como para que se promoviera una inves- bro del Consejo de Estado de Felipe IV— veían el mundo desde
tigación oficial sobre sus actividades. Fue sentenciado a ser rele- una perspectiva particular, que no era la del resto de los hom-
vado de su cargo, pero antes de que pudiera conocer estas noti- bres. Desde Madrid parecía que se podía gobernar el mundo en-
cias murió en Quito, a la edad de setenta y seis años, después de tero. Pero, desgraciadamente, esto no siempre era cierto.
una presidencia no muy distinguida de veintiún años. La adquisición del imperio, por tanto, implicaba la creación
Suponiendo que Morga hubiera cumplido su ambición de al- de una vasta estructura burocrática cuyo punto central era Ma-
canzar una plaza en el Consejo de Indias, éste se habría visto drid. La creación misma de Madrid fue, en realidad, una respues-
reforzado por un hombre de enorme experiencia práctica en los ta a los problemas del imperio. A principios del siglo xvi España
problemas de la administración de ultramar. Sin embargo habría no tenía una ciudad que fuera la capital y la corte se movía por
tenido más de sesenta y cinco años en el momento de recibir su la península siguiendo al rey. Madrid era poco más que una aldea
nombramiento de Madrid y parece improbable que hubiera sido superpoblada, con unos 5.000 habitantes. Pero desde 1561, cuan-
un consejero innovador o dinámico. En general, el gobierno del do Felipe II estableció allí su corte, comienza a crecer de una
imperio español era una gerontocracia, porque los ministros ne- manera verdaderamente rápida, hasta alcanzar los más de
cesitaban demasiado tiempo para pasar por los distintos niveles 100.000 habitantes en la década de 1620. El. crecimiento de Ma-
drid de la noche a la mañana como capital de un imperio mun-
15 La carrera de Morga es descrita en John Ledd y Phelan, The Kingdom of dial, fue enormemente significativo para la historia futura de Es-
Quito in the Seventeenth Centuty (Madison, Wis., 1967). paña. Se trataba de una villa situada en el centro de las áridas
40 / El mundo americano España y su imperio en los siglos xvi y xvii / 41

mesetas de Castilla: una ciudad artificial de cortesanos y buró- refinado en 1571— cuando los envíos comenzaron a ser verdade-
cratas, que derivaba su febril prosperidad de los beneficios del ramente grandes, produciendo el Perú dos tercios de la plata y
imperio que fluían a él desde todas las partes del mundo; un Nueva España el tercio restante.
elemento distorsionador en la vida económica de la meseta cas- España y Europa necesitaban esta plata. El rey de España la
tellana en su papel como centro destacado de consumo de bienes necesitaba para hacer frente a sus gastos (especialmente a aque-
de lujo traídos de otras partes de Europa y pagados con la plata llos gastos contraídos en la guerra) y la comunidad mercantil
de las Indias. europea la necesitaba para dar liquidez a sus transacciones y
Si consideramos el crecimiento insano de Madrid como una para proporcionar medios de pago para los artículos de lujo de
consecuencia directa de las demandas burocráticas creadas por la India y de Oriente. Por lo tanto, la organización de las minas
el aumento del imperio, podemos considerar, igualmente, el cre- de plata y el comercio de plata se convirtieron en una de las
cimiento extraordinario de Sevilla como una consecuencia direc- principales preocupaciones de la corona española y todo el siste-
ta de las demandas económicas del imperio. De la misma manera ma español —y en cierta medida el sistema internacional euro-
que Madrid era la capital burocrática de la monarquía universal peo— pasó a depender en gran medida del flujo regular de me-
de España, Sevilla era su capital comercial. La Sevilla de prin- tales preciosos de América a Europa. Pero la plata tenía que ser
cipios del siglo xvn era una de las mayores ciudades del mundo pagada con algo, aparte del quinto del producto de las minas,
occidental, una ciudad de unos 150.000 habitantes, frente a 70.000 que pertenecía a la corona por derecho. El pago venía de la ex-
cien años antes. Gracias a su posición monopolística. como único portación a América de mercancías europeas y españolas para
puerto ibérico para el comercio con las Indias, se convirtió en el satisfacer las necesidades de la creciente comunidad colona, que
centro del llamado sistema español atlántico. Su extraordinaria suspiraba por objetos de lujo y artículos de consumo que no po-
prosperidad y la de su entorno interior en el sur de Andalucía, dían obtener en las tierras recién colonizadas. Desde el principio,
estaba directamente relacionada con la prosperidad de ese siste- por tanto, el comercio de Sevilla con América era bidireccional,
ma mercantil en el siglo xvi. Cuando el sistema comenzó a co- pensado por una parte para satisfacer las demandas de un mer-
lapsarse en la segunda década del siglo xvii, la prosperidad de cado americano en crecimiento y por otra para satisfacer la in-
Sevilla comenzó a desmoronarse. saciable demanda de metales preciosos de Europa.
Este sistema era tan crucial para la economía europea y para El punto de envío en el extremo europeo de la red trasatlán-
la española en el siglo xvi que su funcionamiento efectivo cons- tica era Sevilla y su puerto de Sanlúcar disfrutaba del monopolio
tituye un asunto a considerar. Las Indias eran apreciadas, desa- del comercio americano. Mediante el sistema de flotas, que fue
rrolladas y explotadas en primer lugar como una fuente de mer- regularizado finalmente en la década de 1560, dos flotas zarpa-
cancías altamente valoradas y poco disponibles en Europa: per- ban de Sanlúcar cada año, ambas en convoy con protección ar-
las, obtenidas de las aguas que rodean las costas de Venezuela, mada. La primera de éstas, la flota, partía en mayo, con destino
tintes, esmeraldas y, lo más importante de todo, oro y plata. En- a Vera Cruz, en Nueva España. La segunda, los galeones, partía
tre 1500 y 1650 llegaron oficialmente a Europa desde América en agosto y tomaba un rumbo poco más hacia el sur, dirigiéndose
algo así como 181 toneladas de oro y 16.000 toneladas de plata, a Nombre de Dios (Portobello) en el istmo de Panamá; y, a con-
lo que significa que además debieron llegar grandes cantidades tinuación, después de descargar la mercancía para los colonos
por contrabando. Al principio llegaba más oro que plata, pero la —vino, aceite, cereales, espadas, libros, vestidos y objetos de
proporción empezó a cambiar a raíz de los grandes descubrimien- lujo— solía retirarse al abrigado puerto de Cartagena para pasar
tos de plata en la década de 1540: las minas de Potosí en Perú, allí el invierno. El viaje de ida duraba cinco o seis semanas y el
en 1545, y las minas mexicanas de Zacatecas en 1546. Pero llevó tamaño de las flotas variaba mucho, pero la media estaba en
tiempo, y la introducción de nuevos procesos de refinado por me- unos sesenta o setenta barcos. Una vez desembarcados los carga-
dio de una amalgama de azogue, el conseguir una producción mentos, las dos flotas solían invernar en las Indias. El problema
regular y a gran escala de estas minas. Los envíos de plata a más difícil era organizar el calendario del viaje de vuelta a Se-
España eran ya considerables en las décadas de 1550 y 1560, pero villa. La norma era que las dos flotas se encontraran en la Ha-
fue sólo a partir de la de 1570 —después del descubrimiento de bana y que comenzaran el regreso con sus preciosos cargamentos
minas de azogue en Perú y la introducción del nuevo sistema de a principios del verano, antes de la llegada de la temporada de
42 / El mundo americano España y su imperio en los siglos x1.1 y xvii / 43

los huracanes. Para hacer esto, la flota mexicana tenía que aban- los explotara y un suministro regular de azogue para refinar el
donar Vera Cruz en febrero, cargada con plata, cochinilla y otros metal. Se necesitaban lluvias en el momento exacto en Bolivia,
productos de México y hacer un viaje de tres o cuatro semanas reatas de llamas y mulas en abundancia y grandes flotas cuyas
con los alisios hasta la Habana. La flota del istmo, los galeones, travesías tenían que ser cuidadosamente organizadas de acuerdo
tenía un cometido mucho más difícil, puesto que tenía que reco- con los vientos y las estaciones. Por tanto, cuando hablamos del
ger, mientras se dirigían a la Habana, la plata que venía de las imperio español, no debemos pensar únicamente en territorios
minas peruanas. Por tanto su viaje tenía que estar sincronizado grandes y dispersos, ni en una compleja estructura burocrática,
con el transporte de plata entre las minas de Potosí y Panamá 16 . sino también en un intrincado mecanismo económico que reque-
Esto dependía, en última instancia, de las lluvias en Bolivia. Si ría la regulación más cuidadosa.
las lluvias venían tarde, no había caudal suficiente para que los ¿Qué significó la existencia de este mecanismo para la econo-
molinos prepararan la mena y no se podía convertir la plata en mía y para la sociedad española del siglo xvI? Obviamente el oro
lingotes. Desde el punto de vista del viaje de vuelta de las flotas, y la plata de las Indias significaron una riqueza inesperada para
la plata peruana debía estar en Panamá en marzo con vistas a España, aunque se podría aducir que mucha de esta riqueza ines-
llegar a la Habana antes del comienzo de la estación de los hu- perada fue derrochada sin beneficio. Las mercancías afluían a
racanes. Pero la lluvia se retrasaba tanto normalmente en el al- Sevilla en grandes y cada vez mayores cantidades, y las que no
tiplano boliviano, que la plata tan sólo llegaba a Panamá en mayo. salían del país nada más llegar para pagar deudas a banqueros
Una vez que caía la lluvia y se acuñaba la plata, una gran reata extranjeros se convertían en la ganancia de una variada cantidad
de llamas la bajaba desde las montañas en un viaje que duraba de individuos. Las familias aristocráticas en situación difícil po-
quince días desde Potosí hasta Arica. En el puerto de Arica la dían soñar con recuperar sus fortunas gracias a los ingresos ob-
plata era cargada en barcos y viajaba durante ocho días hasta tenidos en las Indias; de aquí la competencia entre los grandes
Callao, el puerto de Lima. Allí era transportada a tres o cuatro de Castilla por los virreinatos americanos, puesto que un virrey
navíos especiales y viajaba veinte días hasta alcanzar Panamá. Al de Nueva España o Perú podía, razonablemente, esperar llenar
llegar a Panamá era descargada de los barcos y colocada a lomos sus arcas durante el ejercicio normal de su cargo. Además el im-
de mulas que empleaban cuatro días en cruzar el istmo, hasta perio de ultramar constituía un medio de proporcionar consuelo
Nombre de Dios, donde los galeones estaban esperando para car- externo para, al menos, una parte de la alta aristocracia caste-
gar la plata. Entonces navegaban hasta la Habana y se reunían llana. Los oficiales del gobierno, los clérigos y los familiares de
con la flota mexicana; con suerte, ambas flotas estaban de vuelta los que habían hecho fortuna en América y decidían enviar dine-
en Sevilla hacia finales del verano o principios de otoño. ro a sus familiares en la patria, podían tener sus ahorros en plata
Este era, en resumen, el mecanismo del comercio de Sevilla, y utilizarlos como quisieran: liquidar deudas, adquirir propieda-
caro e incómodo, pero absolutamente eficaz, que, con tan sólo des, enviar un sobrino favorito a la Universidad de Salamanca,
dos o tres excepciones, aseguró las idas y venidas de las flotas a o construir una capilla familiar en la iglesia del pueblo. Los mer-
lo largo del Atlántico durante doscientos años. De por sí esto caderes de Sevilla, que eran los receptores de grandes cantidades
constituye una extraordinaria proeza de organización, sobre todo de plata, la utilizaban para sus propias transacciones y especial-
si consideramos lo dependiente que era de la cuidadosa sincro- mente para adquirir mercancías para la siguiente flota de Indias.
nización de todo el recorrido a lo largo de la ruta. Para ello se Parece que la mitad de la plata que llegó en las flotas de 1568 y
necesitaban, en primer lugar, yacimientos de plata razonablemen- 1569 fue utilizada para equipar y fletar las dos flotas siguien-
te accesibles, un suministro regular de mano de obra india que tes 17. Esto significa que el sistema se retroalimentaba. Se nece-
sitaba algo así como la mitad de lo enviado desde las Indias para
mandar de vuelta mercancías a éstas y alimentar el sistema con
16 Para una buena descripción de este proceso, véase Carmen Báncora Cañero,
vistas a futuros envíos. Además toda esta actividad generaba em-
«Las remesas de metales preciosos desde Callao a España en la primera mitad del
siglo xvil,» Revista de Indias, núm. 75 (1959), págs. 35-88. El comercio de Sevilla pleo y nuevas técnicas en los astilleros de Sevilla; estimulaba a
ha sido exhaustivamente estudiado por Huguette y Pierre Chaunu, Séville et l'At-
lantique, 1504-1650, 8 vols., (París, 1955-59), punto de arranque de todos los traba- 17 José Gentil da Silva, En Espagne. Développement économique, subsistance,
jos posteriores. dé.clin (París, 1965, pág. 65.)
44 / El mundo americano España y su imperio en los siglos xvi y xvn / 45

los artesanos a fabricar productos para el comercio de Indias y a Comunes en 1624: «no son sus extensos territorios los que les
los agricultores andaluces a producir más harina, vino o aceite hacen tan poderosos [...], porq(ie es bien sabido que España es
para los envíos a América. Si Castilla experimentó una cierta débil en hombres y carece de riquezas naturales [...]. No señor,
prosperidad económica a principios y a mediados del siglo xvi, son sus minas en las Indias Occidentales las que suministran com-
la explicación reside, en parte, en la apertura del nuevo mercado bustible con el que alimentar su enorme y ambicioso deseo de
americano y en las nuevas demandas que creó. monarquía universal.» 19 Rudyard estaba, probablemente, en lo
Al flujo de la plata a la economía española y, a continuación, cierto, puesto que la posesión de las Indias hacía posible el pen-
a la europea, se la ha responsabilizado de la «revolución de los sar en la idea de una monarquía universal y alentaba a los go-
precios» en el siglo XVI. Este debate se generó, parcialmente, a bernantes españoles a asumir que ese grandioso proyecto podía
partir de la tesis expuesta de Earl J. Hamilton en American trea- ser realizado. Pero hablando en términos de cifras reales, la con-
sure and the price revolution in Spain (1934), que intentaba ilus- tribución de América a las arcas del rey no era tan impresionante
trar estadísticamente la existencia de una profunda conexión en- como harían pensar las observaciones de Rudyard. Es verdad que,
tre el incremento de los precios en la España del siglo xvi y las en la segunda mitad del reinado de Carlos V, el emperador fue
cantidades de plata que llegaban a Sevilla. No obstante, parece dependiendo cada vez más del dinero de España, destino de la
que había otras muchas razones además de las puramente mo- plata americana, y cada vez menos de sus fuentes tradicionales
netarias para explicar el incremento de los precios en el siglo xvi, de ingresos, Italia y los Países Bajos. Pero, incluso en una fecha
aunque la plata americana tuviera su responsabilidad a la hora tan tardía como 1554, la contribución americana significaba tan
de empujar la subida de los precios y, lo que es más, a mante- sólo un 11 pór 100 de los ingresos totales de la corona.
nerlos generalmente altos. La tesis de Hamilton parece decir que Las cosas cambiaron bastante con Felipe II, pero incluso cuan-
toda la plata que llegaba a Sevilla entraba en la economía espa- do la plata de las Indias fluía a Sevilla en enormes cantidades,
ñola y esto evidentemente no era así. Grandes cantidades eran apenas alcanzaba el 25 por 100 del total de los ingresos de Felipe.
enviadas de nuevo al exterior, para un propósito u otro, inmedia- Pero no basta hablar simplemente en términos de contribución
tamente después de su registro. Es muy difícil hablar de cifras proporcional. La plata era una mercancía muy deseada interna-
precisas, pero es probable que a finales del siglo xvi de los 10 cionalmente; y fue debido a que el rey de España tenía a su dis-
millones de ducados que se consignaban al año de América, al posición grandes y regulares suministros de plata por lo que los
menos 6 millones abandonaban España 18 . grandes banqueros internacionales del siglo xvi, los Fugger y los
Hay varias explicaciones sobre por qué la plata salía casi an- genoveses, estaban dispuestos a servir como banqueros reales y
tes de entrar en el país. Una cantidad se empleaba en el pago de realizar las operaciones de préstamo necesarias para cubrir sus
mercancías europeas en lugar de españolas, que a continuación necesidades entre la llegada de un flete y el siguiente. El impe-
eran enviadas a las Indias. Pero la mayor parte era enviada al rialismo de Carlos V y después el de Felipe II, fue financiado me-
extranjero, mayormente a través de banqueros, para mantener diante préstamos y ninguno de estos dos monarcas habría reci-
los diversos ejércitos europeos a sueldo de España y para sostener bido préstamos durante tanto tiempo, o 'en esa inmensa propor-
la costosa política exterior de la corona española. Una de las im- ción, si no hubieran sido capaces de atraer a la comunidad finan-
plicaciones más importantes del imperio de ultramar para la Es- ciera internacional con el señuelo de la plata del Nuevo Mundo.
paña del siglo xvi era que servía para proporcionar a la corona Resulta evidente, por tanto, que la posesión de América ayudó
los recursos necesarios para embarcarse en aventuras militares a sostener la primera gran aventura imperial europea del siglo xvi,
que estaban más allá del alcance de sus rivales europeos. la de Carlos V, aunque no la pusiera originariamente en marcha.
Los europeos de los siglos XVI y XVII veían América, no sin Pero el imperio de Carlos era y continuó siendo obstinadamente
razón, como la verdadera fuente del poder de la monarquía es- europeo; fue tan sólo durante la segunda mitad del siglo cuando
pañola. Como dijo sir Benjamin Rudyard en la Cámara de los la organización política de Europa se ajustó a las nuevas reali-
dades económicas y el imperialismo de los Habsburgo se recons-
tituyó, en la época de Felipe II, alrededor del Atlántico español.
18 F. Ruiz Martín, Lettres marchandes échangées entre Florence et Medina del
Campo (París, 1965), pág. xlix. 19
Citado en Elliott, Old World and the New, págs. 90-91.
46 / El mundo americano
España y su imperio en los siglos xvi y XVII / 47
Madrid, Sevilla, Lisboa, Génova —ya no Augsburgo o Amberes—
eran los centros efectivos de este nuevo sistema imperial, y fue zaron a menguar. Esto, por varias razones, es especialmente vá-
debido a que tenía acceso a los recursos de estos centros por lo lido en el caso de los envíos a la corona, que cayeron de 2 millo-
que Felipe II pudo intentar, con algún éxito, controlar y hacer nes de ducados al año, al principio del reinado de Felipe III en
retroceder durante medio siglo a las fuerzas de la herejía y el 1598, a alrededor de 1 millón en 1615 y 1616 y a tan sólo 800.000
desorden que amenazaban con engullir el mundo jerárquico y en 1620, antes de elevarse de nuevo hasta alrededor de 1,5 mi-
llones al año en la década siguiente ".
ordenado que era el único que entendía. El esfuerzo fue inmenso,
como testimonian los tres millones de ducados al año (el equiva- Por tanto, los beneficios tangibles de América para España
lente a los ingresos anuales procedentes de las Indias) necesarios iban disminuyendo, y lo hacían en un momento en que los costes
para sostener el famoso ejército de Flandes, en su desesperado del imperio crecían abruptamente. Los ataques ingleses a las po-
esfuerzo por aplastar la revuelta en los Países Bajos. No es de sesiones americanas de España durante el reinado de Isabel for-
extrañar que al final el propio esfuerzo comenzara a quebrar el zaron a la corona a embarcarse en un costoso programa de for-
sistema. Antes o después tenía que llegar el límite en el que el tificaciones en las Indias. En el reinado de Felipe III, el dinero
coste del imperio comenzara a pesar más que sus beneficios, rea- tenía que ser arañado año tras año para costear la guerra contra
les o presuntos. No es fácil señalar con precisión este momento los indios araucanos en Chile y el problema de la defensa naval
y quizá sea un error intentarlo. Pero entre las décadas de 1590 y en el Atlántico y en el Pacífico aumentó considerablemente a me-
1620 parece haber un cambio significativo en la relación de la dida que crecíá la amenaza de Holanda. Este problema de la
América española y la metrópolis, un cambio que comenzó a des- defensa imperial comenzó a eclipsar todos los demás durante los
pertar dudas sobre el valor que para España pudiera tener el últimos años de Felipe III, debido al enorme peso que suponía
imperio. para los contribuyentes castellanos y para la economía de Casti-
Estaba, por ejemplo, el problema de la emigración. En el si- lla. La situación obligó a los ministros a reconsiderar la distri-
glo xvi las Indias podían representar una salida para el exceso de bución general de los impuestos en la monarquía y a replantear
población que Castilla no podía emplear ni alimentar. Pero Cas- las diversas formas de defender un imperio constituido por terri-
tilla fue asolada por una plaga devastadora en 1599-1600 y co- torios dispersos y alejados. La solución aportada en la década de
menzó a ser considerada como un país despoblado. El rápido 1620 por el conde-duque de Olivares y que consistía en el ambi-
crecimiento de los salarios en Castilla durante el reinado de Fe- cioso proyecto de una Unión de Armas —una alianza de los re-
lipe III, sugiere que Castilla ya no podía permitirse la pérdida de cursos de la monarquía para la defensa militar y naval— produjo
hombres sanos. Fue en ese momento cuando la profundización de una violencia tan intensa sobre la frágil estructura constitucional
la miseria de Castilla dio lugar a un incremento masivo de la de la monarquía, que a punto estuvo de llevarla al colapso total
en la década de 1640.
emigración ilegal y el consiguiente goteo de personas hacia las
Indias se convirtió en causa de profunda preocupación. Esta conciencia creciente del peso del imperio se agudizaba
Por la misma época, se extendió la idea de que Castilla ya no por la profunda miseria de Castilla. La Castilla de Felipe III y
disfrutaba de los beneficios del imperio, algo que hasta entonces Felipe IV entró en un período de introspección colectiva, acom-
se daba por supuesto. Durante el siglo xvI tanto la corona espa- pañada de desesperados intentos por identificar y analizar las
ñola como la economía castellana se habían vuelto peligrosamen- causas del malestar. Parecía una paradoja extraordinaria que Cas-
te dependientes del comercio de Sevilla y de la llegada regular tilla, la cabeza de un gran imperio, pudiera ser azotada por la
de plata de las Indias. En los momentos de crisis habían recurri- pobreza, que pudiera haber sido tan rica y que ahora fuera tan
do al Nuevo Mundo y no se habían visto defraudados. Pero ahora, pobre. González de Cellorigo, al estudiar en 1600 los problemas
a comienzos del siglo xvn, las circunstancias habían cambiado. de Castilla, los conecta, al menos algunos, con el efecto psicoló-
El mercado americano comenzó a agotarse, al menos en lo con- gico del descubrimiento de las Indias 21 . En su opinión, el efecto
cerniente a las mercancías españolas. Los colonos ya no deman- del aparente flujo ilimitado de plata americana a Sevilla sirvió
daban los productos tradicionales españoles en la misma canti-
dad que antes; el mismo comercio de Sevilla comenzó a experi- " Elliott, The Revolt of the Catalans, pág. 189.
21Memorial de la política necesaria y útil restauración a la república de España
mentar dificultades después de 1610; y los envíos de plata comen- (Valladolid, 1600), pág. 15v.
48 / El mundo americano España y su imperio en los siglos xvI y mal / 49

para crear una falsa sensación de riqueza, como si ésta estuviera evidente. Cuando el coste empezó a aparecer y llegó la hora de
constituida por el oro y la plata, mientras que la verdadera ri- pagar la factura, resultó muy difícil, para una, clase dirigente
queza radicaba en las inversiones productivas y en el desarrollo acostumbrada a pensar en términos imperiales, cambiar su polí-
de la industria, la agricultura y el comercio. Si esto era así, el tica y sus costumbres. La posesión del imperio había creado ex-
descubrimiento de América podría considerarse perjudicial para pectativas y objetivos difíciles de echar por la borda y a media-
España, ya que desvió la atención del país de las fuentes verda- dos del siglo xvii los compromisos de Madrid habían superado
deras de la prosperidad y lo deslumbró con el milagro de las tan abrumadoramente su capacidad de hacerse cargo de ellos,
falsas riquezas. Los castellanos, a resultas de esto, abandonaron que la eliminación de expectativas se convirtió en algo esencial
el trabajo por los sueños. El erudito flamenco Justo Lipsio escri- para la superviviencia de la monarquía. De hecho, el imperio se
bió en 1603 a un amigo español: «Vencido por vosotros, os ha había convertido en una carga psicológica que hacía práctica-
vencido, a su vez, el Nuevo Mundo y ha agotado o debilitado mente imposible pensar en términos realistas sobre la cambiante
vuestro antiguo vigor.» 22 situación internacional. La triste historia de la España de media-
Una vez que el imperio de ultramar comenzó a ser percibido dos y finales del siglo xvii es la historia de un pueblo y una clase
como una carga onerosa en lugar de como un beneficio, como una dirigente que fracasaron en el intento de borrar a tiempo sus
fuente de infortunio en lugar de prosperidad, se produjo un re- ilusiones imperiales.
chazo. El mismo conde-duque de Olivares dijo en una reunión El destino de España, y el de otras potencias imperiales que
del Consejo de Estado en 1631: «Las grandes conquistas (aunque siguieron sus pasos, nos sugiere una reflexión final sobre si las
sea venciéndolas y conquistándolas y adquiriendo aquellos domi- adversas consecuencias psicológicas del imperio para los impe-
nios para nosotros mismos) han puesto esta monarquía a tan mi- rialistas, a largo plazo, no pesan más que todos aquellos benefi-
serable estado, que se puede decir con gran fundamento que fue- cios tangibles que se supone proporciona. Al contemplar el curso
ra más poderosa si hubiera menos aquel nuevo mundo.» 23 Es de la historia de España desde los tiempos de Carlos V y al re-
esta una afirmación asombrosa, viniendo del principal ministro cordar las extraordinarias hazañas de este pueblo excepcional-
de la corona. En ella se expresan las tesis antiimperialistas de las mente ingenioso, todavía podemos oír el eco burlón de aquellas
esferas gubernamentales más altas de la monarquía, el rechazo, palabras de Justo Lipsio: «Vencido por vosotros, os ha vencido,
tal parece, de cien años de historia española. Aunque esto cons- a su vez, el Nuevo Mundo.»
tituya el comentario desesperado de un ministro agotado y no
deba ser tomado seriamente en cuenta, parece indicar, al menos,
un llamativo cambio de estado de ánimo desde los felices tiempos
de Carlos V. A comienzos del siglo xvi los castellanos se conside-
raban gentes favorecidas divinamente con el regalo (o con el de-
pósito) de un imperio global. Ahora, un siglo después, habían
perdido su confianza. El regalo del imperio había resultado ser
un cáliz envenenado que había minado su energía y agravado sus
enfermedades. Este cambio de actitud parece corresponderse con
un cambio en la situación objetiva. Las cargas del imperio se
habían incrementado y sus beneficios inmediatos habían dismi-
nuido. El problema surgió al ajustarse a esta cambiante situación.
La América del siglo xvi permitió que Castilla se situara como
potencia dominante del mundo, pero a un coste económico, ad-
ministrativo y psicológico que sólo poco a poco se fue haciendo

22 Alejandro Ramírez, Epistolario de Justo Lipsio y los españoles (Madrid, 1966),


pág. 374.
23 AGS, Estado, leg. 2332, consulta, 7 septiembre 1631.
El mundo mental de Hernán Cortés / 51

Capítulo 2 dan la figura de Cortés desde puntos de vista muy diferentes,


todos muestran lo mucho que se puede aprender aún sobre él
EL MUNDO MENTAL DE HERNAN CORTES mediante el estudio de sus escritos. Igualmente, hay mucho por
descubrir antes de que podamos tener una imagen completa de
Cortés no sólo como líder militar, sino también como colonizador
y empresario y como político astuto y excepcional, con un nota-
ble talento para reutilizar viejas ideas en las situaciones sin pre-
cedente en las que se encontró en México.
Estos trabajos también han subrayado la necesidad de situar
a Cortés firmemente en el contexto de la sociedad en la que nació,
la sociedad tardomedieval y de comienzos del Renacimiento en
España, puesto que en él se reflejan tempranamente los ideales
y aspiraciones de esa sociedad y comparte el modelo de su desa-
rrollo. Entre 1485, el año de su nacimiento, y 1547, el de su muer-
te, España pasó a través de un ciclo completo de experiencias que
están curiosamente reflejadas en la carrera personal de Cortés.
Nació en la época en la que Isabel y Fernando triunfaban al im-
poner la justicia y la autoridad real a una sociedad amenazada
Se han dedicado tantos libros y artículos a la vida y a la carrera de desintegración bajo la presión de conflictivas ambiciones in-
de Hernán Cortés, que parecería presuntuoso querer añadir algo dividuales. Ellos restauraron la comunidad del reino permitiendo
más a esta lista. Sin embargo, aún no tenemos una buena bio- que se imbuyera de la confianza y resolución necesarias para
grafía y tan sólo recientemente sus escritos —sus «cartas de re- completar la reconquista de su propio territorio ocupado por los
lación» a Carlos V, su correspondencia general y sus directivas moros, y se embarcara en una carrera de expansión por ultramar
militares y administrativas— han sido objeto del profundo estu- hacia Africa, Italia y las Antillas. La Castilla de los Reyes Cató-
dio crítico que merecen. En particular, el doctor Richard Konetz- licos era un país que, aunque profundamente ligado a las tradi-
ke ha llamado la atención sobre los aspectos constructivos de la ciones y valores medievales, se encontraba agitado por los ideales
carrera de Cortés como fundador de una sociedad colonial. Por de los humanistas italianos; y agitado, al mismo tiempo, por aque-
su parte un historiador austriaco, el doctor Viktor Frankl, ha ana- llas aspiraciones de renovación espiritual y regeneración que a
lizado con agudeza la idea de imperio de Cortés y su deuda para finales de la edad media estaban sacudiendo a toda Europa. Esta
con las tradiciones y formas de pensamiento medievales españo- era la sociedad de la que venía Cortés y que le marcaría hasta el
las. Otras aportaciones importantes han sido realizadas por me- final de sus días.
xicanos: el doctor Manuel Alcalá, quien ha establecido un amplio Cortés abandonó España hacia las Indias en 1504, el año de
paralelismo entre César y Cortés, aunque sin aportar ninguna la muerte de Isabel, y no volvió hasta 1528, cuando su nieto,
prueba directa de la influencia del primero en el último, y la Carlos V, estaba firmemente instalado en el trono de España. En
señorita Eulalia Guzmán, cuya intención al publicar una edición el período intermedio la sociedad cuidadosamente articulada
comentada de las dos primeras cartas de relación es presentar al construida por los Reyes Católicos estuvo sujeta a graves tensio-
conquistador de México como un consumado mentiroso y un nes, que culminaron con la revuelta de los Comuneros entre 1519
monstruo depravado'. Aunque estos cuatro historiadores abor- y 1521, precisamente los años en los cuales Cortés realizó su pro-

R. Konetzke, «Hernán Cortés como poblador de la Nueva España», Estudios César y Cortés (México, 1950); Eulalia Guzmán, Relaciones de Hernán Cortés a Car-
Cortesianos (Madrid, 1948), págs. 341-381; V. Frankl, «Hernán Cortés y la tradición los V sobre la invasión de Anáhuac (México, 1958). Los escritos de Cortés han sido
de las Siete Partidas», Revista de Historia de América, núm. 53 (1962), págs. 9-74, recogidos en un volumen por Mario Hernández Sánchez-Barba, Hernán Cortés. Car-
e «Imperio particular e imperio universal en las cartas de relación de Hernán tas y documentos (México, 1963). Todas las citas de este artículo están tomadas de
Cortés», Cuadernos Hispanoamericanos, núm. 165 (1963), págs. 443-482; M. Alcalá, este volumen, citado como Cartas.
52 / El mundo americano El mundo mental de Hernán Cortés / 53

pia revuelta contra la autoridad legalmente constituida, para ini- le proporcionaron un conocimiento del latín y le familiarizaron
ciar la conquista de México para su señor imperial 2 La España . profundamente con los métodos y las técnicas del derecho caste-
a la que regresa triunfante en 1528 era una España erasmista, un llano 4 Una historia cuenta que, cuando niño, era acólito en la
.

país que se estaba reajustando traumáticamente a su nuevo papel iglesia de Santa María de Medellín y que allí aprendió los salmos,
histórico bajo el liderazgo de hombres inflamados por ambiciosas pero las escasas alusiones a la Biblia que aparecen en sus escritos
ideas de imperio universal y por los ideales erasmistas de refor- están tomadas casi por entero del Nuevo Testamento y su única
ma. Pero ya entonces las ambiciones universales de Carlos y sus cita directa de los Evangelios (en latín) la presenta con tal flori-
consejeros estaban oscurecidas por la amenaza de la herejía y tura que nos induce a ser escépticos sobre si sería capaz de citar
cuando Cortés vuelve a su patria por última vez, en 1540, la Es- algo más: «... y aun acuérdome de una autoridad evangélica que
paña humanista de su primera visita está profundamente teñida dice: Omne regnum in se ipsum divisum desolivatur»
por los sombríos matices de la Contrarreforma. Si sus conocimientos de la Biblia, aunque efectivamente ex-
La vida de Cortés abarca, por tanto, un período extraordina- plotados cuando la ocasión lo requería, solían ser esquemáticos,
riamente rico y variado de la historia de España, en el cual una estaba, por el contrario, y como es natural, muy versado en el
sociedad medieval reorganizada y rearticulada, cada vez más ex- tipo de literatura que se espera resultase familiar a un hidalgo
puesta a las influencias intelectuales exteriores, se vuelca hacia el castellano de finales del siglo xv. Es decir, en concreto, con los
exterior en busca de un imperio de ultramar y se encuentra a sí códigos legales de Castilla y específicamente con el famoso códi-
misma inserta en una misión imperial y religiosa única. Cortés, go de Alfonso X, las Siete Partidas, recopilado entre 1256 y 1263,
al abarcar la transmisión de la edad media a la Contrarreforma, e impreso por primera vez en Sevilla en 1491. El doctor Frankl
parece reflejarla en su propio desarrollo mental. Su correspon- ha mostrado de forma convincente en qué medida conocía Cortés
dencia, cuando se lee a la luz de las preocupaciones políticas e las Siete Partidas y su extraordinaria habilidad al utilizarlas para
intelectuales de la España de entonces, da la impresión de haber justificar y legalizar su difícil posición personal después de rom-
sido escrita por un hombre dotado con una mente especialmente per con el gobernador de Cuba, Diego Velázquez, y poner en mar-
sensible, alerta para detectar el más sutil cambio de opinión en cha sin autorización la conquista de México 6 . Una vez aceptado
un mundo que se encuentra a miles de kilómetros de distancia. el conocimiento por Cortés de las Partidas, se pueden iluminar
Esta gran sensibilidad, sin embargo, hace extremadamente di- grandes parcelas de su pensamiento. Las Partidas, con sus refe-
fícil trazar el curso del desarrollo intelectual de Cortés y el pro- rencias a Aristóteles y a la antigüedad, con sus nítidas definicio-
blema se complica aún más por la ausencia casi total de testimo- nes de conceptos tales como «fama», «traición» y «tiranía» cons-
nios externos sobre sus intereses y conocimientos. Tan sólo se tituyen, en cierta medida, una enciclopedia de derecho y teología,
sabe que, como hijo de hidalgos de Extremadura, fue enviado a un código de conducta legal y militar, capaz de proporcionar al
la edad de catorce años a Salamanca donde permaneció dos años. hidalgo castellano un entramado de ideas admirablemente cohe-
No hay acuerdo sobre la forma en la que ocupó sus años en Sa- rente.
lamanca, pero parece probable que se iniciara en el estudio de la Las otras compañías literarias del caballero castellano, ade-
gramática latina con la intención de estudiar derecho, pero can- más de las Partidas, eran historias, crónicas y romances de caba-
sado de sus estudios volvió a su casa en Medellín, para irritación llería. La familiaridad de los conquistadores con los romances
de sus padres, que deseaban que estudiara la rentable carrera está claramente atestiguada por el relato de Bernal Díaz de la
jurídica 3 Pero no hay duda de que sus dos años en Salamanca,
. conquista de México; el propio Cortés reconoce rápidamente una
más otros dos largos años de aprendizaje y experiencia que pasó alusión cuando, al desembarcar en San Juan de Ulúa, Puertoca-
a continuación como notario en Sevilla y después en la Española,

4 Véase Alcalá, César y Cortés, págs. 134-138, para los ejemplos de citas en latín
2 Véase M. Giménez Fernández, Hernán Cortés y su revolución comunera en la de Cortés y sobre la influencia de las construcciones latinas en su estilo.
Nueva España (Sevilla, 1948), que intenta trazar un paralelismo entre la rebelión Cartas, pág. 47.
de Cortés y la de los comuneros. 6 «Cortés y la tradición de las Siete Partidas», op. cit. Las Partidas constituyen
3 Véase Salvador de Madariaga, Hernán Cortés (Londres, 1942) [ed. cast.: Ma- los volúmenes 2 a 4 de Los Códigos españoles concordados y anotados (Madrid,
drid, 19865], págs. 22-24. 1848-51).
54 / El mundo americano El mundo mental de Hernán Cortés / 55

rrero recita cuatro líneas de un romance de Montesinos, una alu- como cabría esperar, es aristotélico y tomista, pero la frase, al
sión que, como se ha demostrado, expresa de manera gráfica el parecer, era de uso corriente en la época y la pronuncia la mis-
plan de venganza de Cortés contra su mortal enemigo, el gober- mísima Celestina («ninguna cosa ay criada al mundo super-
nador de Cuba 7 . Está igualmente bien testificada por Bernal Díaz flua») 13 .
la tendencia de los conquistadores a comparar sus hazañas con Parece, en general, que Cortés poseía un oído extraordinaria-
las de los romanos, como por ejemplo en la arenga de Cortés a mente sensible para las frases ingeniosas y suficiente talento como
sus tropas durante la campaña de Tlaxcala: «Y a lo que, señores, para utilizarlas de forma sorprendente. Esto hacía que transmi-
decís que jamás capitán romano de los muy nombrados han aco- tiera al mismo tiempo la sensación de originalidad y erudición,
metido tan grandes hechos como nosotros, dicen verdad, y ahora lo que no siempre estaba justificado. Era capaz, por ejemplo, de
y adelante, mediante Dios, dirán en las historias que de esto ha- escribir a un potentado oriental comenzando con un pensamiento
rán memoria mucho más que de los antepasados.» 8 Aquí ya está dé regusto aristotélico: «Universal condición es de todos los hom-
presente ese sentimiento de superioridad sobre las conquistas de bres desear saber.» Esta frase era, con toda probabilidad, una
la antigüedad que distingue las últimas etapas del Renacimiento expresión de uso común en la época y aparece de la siguiente
y que quedaría expresado en la dedicatoria de un libro a Cortés: manera en las Siete Partidas «porque los ornes naturalmente cob-
«La mucha prudencia, humanidad y liberalidad con que tratava dician oir e saber e ver cosas nuevas» ". Su utilización de tales
los negocios de guerra, en los quales tuvo tan nuevos ardides que frases y en particular la insistencia constante en sus cartas de
no se puede decir que en alguna vuestra señoría ymitó a los anti- relación sobre la importancia de «inquerir y saber» o de «saber
guos.» 9 el secreto de las cosas», ha sido utilizada con frecuencia para
Si Cortés llegó a leer algún autor clásico no está claro. Se ha ilustrar la actitud típica del Renacimiento hacia el conocimiento.
sugerido, por lo que insiste en la referencia a la «necesidad» en No está en duda la intensa sed de conocimiento de Cortés, pero
la cuarta carta de relación, que habría leído a Livio y que, por no deja de ser significativo que ambas expresiones aparezcan en
tanto, estaba familiarizado con esa idea de necesidad tan impor- las instrucciones que le fueron entregadas por Diego Velázquez
tante en Maquiavelo I°. Pero no parece esencial el haber leído a cuando éste le encomendó el mando de la expedición de Méxi-
Livio para escribir el peculiar aforismo utilizado por Cortés: «no co 15 . Es típico de Cortés el que se hubiera fijado en estas pala-
hay cosa que más los ingenios avive que la necesidad». Casi las bras y las hubiera repetido incansablemente en sus cartas al em-
mismas palabras son utilizadas por un personaje de la famosa perador, con el propósito de mostrar su profundo respeto por la
novela de la época, La Celestina, publicada por primera vez en carta de instrucciones que por lo demás estaba desafiando activa-
1499, cuando dice que que no hay mejor «despertadora y abiva- mente.
dora de ingenios» que «la necesidad y pobreza; la hambre» ". Tan sólo en una ocasión hay algo que nos sugiere de forma
Corremos el peligro, al buscar el origen de sus ideas, de atri- plausible una familiaridad directa con un autor clásico. Cuando
buir a Cortés una genealogía intelectual compleja. El recitaba de se celebra una residencia en contra suya en 1529, un testigo de-
corrido frases sorprendentes como «porque no haya cosa super- clara haberle oído decir con frecuencia que «si las leyes se avían
flua en toda la tierra» —una frase que podría ser, y de hecho ha de quebrantar para reynar se han de quebrantar» y que acostum-
sido, conectada con la fórmula aristotélica: Natura nihil facit frus- braba a repetir «o César o nihil». El comentario sobre la desobe-
tra 12 . La utiliza de manera muy hábil para justificar la sujeción diencia a la ley proviene originalmente de Eurípides y es citado
forzosa de los indios chichimeca al gobierno de Carlos V, pero ¿de tanto por Cicerón como por Suetonio en su vida de César. No
dónde la tomó originalmente? El molde de este pensamiento, tendría nada de sorprendente que en algún momento de su vida
Cortés hubiera leído lo que Suetonio escribió sobre César; pero
7 Frankl, op. cit., págs. 29-31. esto no deja de ser una posibilidad y el hecho de que el cronista
8 Historia verdadera, 1 (México, 1944), pág. 260.
9 Obras que Francisco Cervantes de Mazar a hecho, glosado, y traducido
(Alcalá
13 Celestina, pág. 141, y véase F. Castro Guisasola, Observaciones sobre las fuen-
de Henares, 1546). «Diálogo de la dignidad del hombre», fol. 4.
tes literarias de «La Celestina» (Madrid, 1924), pág. 33.
I° Frankl, «Imperio particular», págs. 32-33. 14 Cartas, pág. 478; Siete Partidas, Partida I, tít. 1, ley xix.
" La Celestina, ed. M. Criado del Val y G. D. Trotter (Madrid, 1958), pág. 165.
15 Cedulario cortesiano (México, 1949), pág. 14.
12 Frankl, «Imperio», pág. 19.
56 / El mundo americano El mundo mental de Hernán Cortés / 57

Gonzalo Fernández de Oviedo, instalado en Santo Domingo, uti- anticipo de la gran carrera del conquistador de México 18 Poseía .

lice la misma cita cuando describe el desafío de Cortés a Veláz- el mismo estilo de liderazgo militar, el mismo estilo de arengar
quez, sugiere que era de uso corriente entre los españoles del a las tropas, e incluso los mismos presagios. Los seguidores de
siglo XVI 16 . Monroy le dijeron que se retirara cuando su caballo murió mon-
Estos ejemplos nos muestran algo de la extrema dificultad tado por él, pero no prestó atención a sus advertencias, porque,
que implica el definir con un cierto grado de precisión las fuentes en palabras de su biógrafo, «estaba ya aparejada la hora de su
del pensamiento de Cortés. La dificultad, sin embargo, no puede mala fortuna». También Cortés rehusó regresar cuando murieron
sorprender ya que Cortés, aunque era un hombre enormemente cinco de sus caballos mientras abandonaba de noche el campa-
inteligente y con una capacidad instintiva para la creación lite- mento en Cempoala: «Todavía seguí mi camino considerando que
raria, no puede decirse que fuera culto o leído; además durante Dios es sobre natura.» Donde Monroy se encaminó al desastre,
su vida activa sus lecturas fueron en gran medida, probablemen- Cortés no sufrió daño. Su hora de infortunio estaba todavía le-
te, de carácter profesional, constituidas básicamente por los có- jos ' 9 .
digos legales castellanos y por aquellos documentos notariales u Su crianza en Extremadura, su relación con una figura legen-
oficiales que aprendió a glosar e interpretar de manera autodi- daria de la vida extremeña, su típica educación de hidalgo por
dacta con consumada habilidad. Puesto que era muy sensible a medio de las crónicas, los romances y el código de las Siete Par-
la influencia del ambiente y aficionado a repetir ideas y expre- tidas, todos estos hechos son importantes influencias formativas
siones que le llamaran la atención, sólo nos es posible enumerar en la carrera de Cortés. A esto hay que añadir su estancia en
de modo muy general las influencias formativas importantes en Salamanca y su época de aprendizaje como notario, que le pro-
su vida. En concreto, todavía se conoce lamentablemente poco porcionaron el conocimiento del latín, una considerable educa-
sobre la situación de su Extremadura natal durante los años de ción jurídica y una gran habilidad para elaborar e interpretar
su infancia 17 y, seguramente, podría probarse, por medio de una documentos. Están, por último, los quince años que pasó en la
investigación más profunda, que muchas de las ordenanzas mili- Española y Cuba como notario, secretario del gobernador, oficial
tarés y administrativas que sirven para ejemplificar hoy día municipal y encomendero, años que le proporcionaron experien-
su genio organizador están directamente inspiradas en modelos cia administrativa y política, y que le familiarizaron directamen-
derivados de Extremadura y de la guerra en Granada. La figura te con la situación americana y con los problemas de una socie-
dominante en Extremadura al final del siglo xv, don Alonso de dad colonial. Todos estos hechos coadyuvaron a proporcionar el
Monroy, maestre de Alcántara, fue probablemente primo de Cor- bagaje intelectual de Cortés al embarcar en 1519 para conquistar
tés y el padre de éste había luchado a su lado en las feroces México.
guerras civiles. Aunque Monroy sobrevivió en el exilio hasta 1511, Al abandonar Cuba con dirección a México, Cortés estaba pro-
pasó a la leyenda mucho antes de su muerte y gran parte de fundamente convencido de la influencia de la Fortuna en el des-
aquélla, tal como la refiere un biógrafo de la época, parece un tino de los hombres. En su Crónica de la Nueva España Cervantes
de Salazar habla de cómo Cortés, cuando todavía era notario
público en la pequeña ciudad de Azúa, cerca de Santo Domingo,
16 «Sumario de la residencia tomada a don Fernando Cortés», Archivo mexica- soñó una noche que su pobreza desaparecía de repente y que
no, 1 (México, 1852), pág. 64; Fernández de Oviedo, Historia general... de las Indias, aparecía vestido con buenos trajes y servido por innumerables
BAE (Biblioteca de Autores Españoles), vol. 118 (Madrid, 1959), pág. 149. La cita
criados que se dirigían a él con sonoros títulos honoríficos. «Y
original dice: «Si violandum est ius, regnandi gratia violandum est» (C. Suetoni
Tranquilli, Divos lulius, ed. H. E. Butler y M. Cary, Oxford, 1962, pág. 14). Que
aunque él», continúa Cervantes de Salazar,
Cortés conocía al menos una gran cantidad de relatos de la historia clásica lo
demuestra su oportuna alusión a la disputa entre Mario y Sila sobre el cautivo
Yugurta cuando sus propios capitanes estaban discutiendo sobre el cautivo Cuauh-
témoc (Bernal Díaz, Historia verdadera, 2, pág. 299). 18 Alonso Maldonado, Hechos del maestre de Alcántara don Alonso de Monroy,
17 La Extremadura de finales del siglo xv, patria de tantos conquistadores, ne- ed. A. Rodríguez Moñino (Madrid, 1935). Para las relaciones familiares de Cortés,
cesita serias investigaciones. Existe un artículo pionero de Mario Góngora, «Régi- véase F. Gómez de Orozco, «¿Cuál era el linaje paterno de Cortés?», Revista de
men señorial y rural en la Extremadura de la Orden de Santiago», Jahrbuch für Indias, 9 (1948), págs. 297-306.
Geschichte von Staat... Latein-Amerikas, 2 (1965), págs. 1-29. 19 Maldonado, pág. 106; Cartas, pág. 43.
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como sabio y buen cristiano sabía que a los sueños no se avía de dar del epistolario de Cortés la divina Providencia siempre está cerca
crédito, todavía se alegró, porque el sueño avía sido conforme a sus pen- para guiar y gobernar. Nada, recuerda éste al emperador, es im-
samientos; los quales, con gran cordura encubría por no parescer loco, posible para Dios 25 Las batallas se ganan en situaciones de des-
.
por el baxo estado en que se veya... Dicen que luego después del sueño
tomando papel y tinta, debuxó una rueda de arcaduzes: a los llenos puso ventaja desesperada, mediante la ayuda divina 26 y en numerosas
una letra, y a los que se vaciavan otra, y a los vazios otra, y a los que ocasiones aparece «misteriosamente» Dios para ayudar a Cortés
subían otra, fixando un clavo en los altos... Hecho esto dixo a ciertos y a sus hombres 27 . Pero hay además, en la mentalidad de Cortés,
amigos suyos con un contento nuevo y no visto: que avía de comer con
trompetas o morir ahorcado y que ya yva conosciendo su ventura y lo una relación muy especial entre Dios y Carlos V. «Mas cómo
que las estrellas le prometían. 2° Dios», escribe en su segunda carta, «haya tenido siempre Cuidado
de encaminar las reales cosas de vuestra sacra majestad desde su
La imagen de la rueda de la fortuna era bien conocida por los niñez» 28 Este favor divino reservado al emperador es de gran
.

españoles de finales del siglo xv y comienzos del xvi, y la «adver- importancia para Cortés puesto que, como su fiel servidor, con-
sa fortuna vuelve de presto su rueda» en numerosas ocasiones a fiaba compartir las bendiciones que la Providencia manifestaba
lo largo de la historia de la conquista de México de Bernal Díaz 21 . a su señor. Consiguientemente, «la real ventura de vuestra alte-
La rueda de Cortés, no obstante, se convierte en noria —la tradi- za» es uno de los temas recurrentes en las cartas de Cortés hasta
cional rueda con arcaduces para sacar agua, que puede encon- el punto de ver sus propias victorias como ganadas «con la ayuda
trarse en Extremadura y en otras regiones españolas—. Si era ésta, de Dios y de la real ventura» 29 .

en aquel tiempo, una imagen corriente de la rueda de la fortuna Aunque Cortés veía en el favor divino y real un talismán para
no está claro, aunque la propia Celestina, en la novela de Rojas, el éxito, también sabía que el hombre que aspira a dominar la
la describe de esta manera: «Mundo es, passe, ande su rueda, Fortuna debe poseer naturalmente las cualidades de la astucia y
rodee sus arcaduces, unos llenos, otroz vazios. Ley es de fortuna el ingenio. Son precisamente estas las cualidades que en Maquia-
que ninguna cosa en un ser mucho tiempo permanesce: su orden velo constituyen la virtú. La idea era familiar a los españoles del
es mudanzas.» 22 Pero la característica más importante de la rue- Renacimiento y nada puede ser más maquiavélico que la obser-
da de Cortés es que puede ser detenida —extremo éste que su- vación de uno de los personajes de la Celestina: «conoscer el tiem-
brayará más adelante cuando elija como divisa en Coyoacán, des- po y usar el hombre de la oportunidad haze los hombres próspe-
pués de la caída de México, la fortuna con la figura plateada de ros» 30 Cortés, como las figuras del inframundo de la Celestina,
.

un hombre que agarra un martillo en una mano y un clavo en la anhelaba la riqueza porque le permitiría romper las barreras de
otra. El lema dice: «Clavaré guando me vea do no aya más que la jerarquía social y acceder a los placeres de que gozaban los
posea» 23 . nobles y los ricos. Y las herramientas que eligió para satisfacer
La creencia en que la rueda de la fortuna puede ser detenida su ambición fueron las mismas que las empleadas por ellos. Tam-
en su movimiento clavándola sugiere una actitud hacia la Fortu- bién él tenía que reconocer el momento y aprovechar la ocasión,
na no muy distinta de la de Maquiavelo. En último término, la y para esto no sólo bastaba tener cualidades innatas, sino que era
Fortuna puede ser dirigida por el hombre; pero esta tarea nece- igualmente necesario el conocimiento que proporciona la expe-
sita de la ayuda divina, puesto que, al igual que en la Florencia riencia. En la correspondencia de Cortés hay una constante insis-
de Maquiavelo 24 y hasta donde resultaba posible, la Fortuna
, tencia en la importancia de la experiencia, un tipo de conocimien-
había sido integrada dentro de un universo cristiano. A lo largo to individual y personal de las cosas y los hombres, que un nú-
mero cada vez mayor de españoles del siglo xvi comenzaba a con-
siderar superior al proporcionado por la autoridad tradicional 31 .

20 Volumen 1 (Madrid, 1914), págs. 120-121.


21 Historia verdadera, 2, pág. 67. Para la idea de la Fortuna, véanse H. R. Patch, 25 Cartas, pág. 44.
The Goddess Fortune in Medieval Literature (Harvard, 1927); José Antonio Maravall, 26
Cartas, págs. 18 y 41.
El mundo social de la Celestina (Madrid, 1964), cap. 7; Florence Street, «The alle- 27 Cartas, pág. 97.
gory of Fortune... in... Juan de Mena», Hispanic Review, 23 (1955), págs. 1-11. 25 Cartas, pág. 52.
22 Celestina, pág. 175. 29 Cartas, pág. 104. Cf. Frankl, «Cortés y la tradición», pág. 18.
23 « Res idencia , 1, pág. 64. 3° Celestina, pág. 39.
24 Félix Gilbert, Machiavelli and Guicciardini (Princeton, 1965), pág. 41. 31 Véase J. A. Maravall, Los factores de la idea del progreso en el Renacimiento
60 / El mundo americano El mundo mental de Hernán Cortés / 61

No falta este ingenio en la manera en la que concibió Cortés de decisión de Montezuma, surgieran sólo después de la conquis-
la conquista de México, que fue tanto una operación política como ta, y que la identificación de Cortés con Quetzacóatl (que no apa-
militar, dirigida al mismo tiempo contra el emperador azteca y rece nunca mencionada en los escritos de Cortés) se hubiera rea-
contra el gobernador de Cuba. El cronista contemporáneo Fer- lizado por primera vez en la década de 1540 por los franciscanos
nández de Oviedo refiere en un pasaje la capacidad de Cortés «de Motolinía y Sahagún 36 .
novelar e traer a su propósito confabulaciones de mañoso e sagaz Pero oculta por esta leyenda yace otra, de tema parecido pero
e diestro capitán» 32 Los trabajos recientes sobre Cortés, parti-
.
mucho menos concreta en sus detalles, de la que Cortés podría
cularmente los del doctor Frankl y la señorita Guzmán, han ser- ser en gran medida responsable. Cortés relata dos discursos de
vido para confirmar su extraordinaria habilidad para inventar Montezuma 37 ambos de contenido y tono tan inverosímil como
,

historias e idear planes. La primera carta de relación, como ha para sugerir que están basados más en la fantasía que en la rea-
mostrado el doctor Frankl 33 , es una brillante ficción que recons- lidad. Los dos discursos van expresados en tonos que eran total-
truye el curso de los acontecimientos que le llevaron a desafiar mente extraños para un azteca, pero que resultaban familiares a
al gobernador de Cuba y a fundar Vera Cruz, una reconstrucción cualquier cristiano español. Ambos combinan sutilmente los te-
profundamente deudora de ideas políticas y jurídicas tomadas de mas de la llegada del mesías y el retorno del señor natural a sus
las Siete Partidas. El gobernador, Velázquez, aparece retratado vasallos, al objeto de preparar el gran clímax de la renuncia de
con los tonos más sombríos, como un hombre consumido por el Montezuma a su herencia imperial en favor de Carlos V. «Demos
interés personal y la codicia, mientras que el propio Cortés se gracias a nuestros dioses», dice Montezuma, «porque en nuestros
retrata como fiel servidor de la corona y firme defensor del bien tiempos vino lo que tanto aquéllos esperaban.» La señorita Guz-
común 34 . mán ha señalado con perspicacia que en todo el pasaje resuenan
Pero es en su relato del enfrentamiento con Montezuma donde los acordes del Nunc Dimittis 38 . Pero las analogías con el Nuevo
el poder de imaginación e invención de Cortés se manifiesta en Testamento no terminan ahí. Montezuma finaliza su primer dis-
grado sumo. Aunque todo el episodio está envuelto en un profun- curso de bienvenida con el dramático gesto de despojarse de sus
do misterio, lo que, al menos, parece evidente es que la narración vestidos para mostrar su cuerpo a Cortés, diciendo: «A mí véisme
que hace Cortés de lo ocurrido entre los dos hombres no debe aquí que soy de carne y hueso como vos y como cada uno, y que
tomarse, como se ha hecho durante mucho tiempo, de forma li- soy mortal y palpable.» ¿No suena esto como las palabras de
teral. Probablemente, la relación entre Cortés y Montezuma está Jesús a sus discípulos («Un espíritu no tiene carne y huesos como
envuelta ahora por una leyenda con dos niveles diferenciables. El habéis visto que yo tengo») y a Pablo y Bernabé en Lystra («Tam-
nivel superior, que sirve de base a las interpretaciones modernas, bién somos hombres con las mismas pasiones que tú»)?
de la conquista de México 35 , sostiene que Cortés fue el beneficia- Es difícil evitar la sensación de que Cortés está utilizando
rio inconsciente de una tradición azteca que decía que el rey-sa- toda su capacidad imaginativa con el propósito de pintar un cua-
cerdote Quetzalcóatl volvería por el Este para reclamar lo suyo. dro solemne, para el emperador Carlos V, de una escena que qui-
Al parecer, sin embargo, no se ha encontrado ninguna evidencia zá nunca ocurrió. Si la escena ya tenía una vaga escenografía
que pruebe la existencia antes de la conquista, de una tradición bíblica, resultaría aún más impresionante, especialmente ahora
sobre Quetzalcóatl dirigiendo a sus seguidores a la tierra de Aná- cuando a los antepasados de Montezuma se les empezaba a atri-
huac. Es probable que las historias sobre el retorno por el Este, buir un lejano origen cristiano; y, lo que no deja de resultar iró-
al igual que aquellas sobre los presagios que paralizaron el poder nico, Cortés presenta su relato de Tenochtitlán con palabras que
ya de por sí poseen tonos bíblicos: «Bien sé que [estas cosas]
serán de tanta admiración que no se podrán creer, porque los que
español (Madrid, 1963), págs. 109-131. Cf. la florentina «experientia , que rerum est acá con nuestros ojos las vemos, no las podemos con el entendi-
magistra» (Gilbert, Machiavelli, pág. 39).
32 Fernández de Oviedo, op. cit., BAE, 120, pág. 42.
33 «Cortés y la tradición». 36 Eulalia Guzmán, Relaciones, pág. 223; Henry R. Wagner, The Rise of Fernan-
34 Cartas, págs. 26-27; padre Mariano Cuevas, Cartas y otros documentos de do Cortés (Berkeley, 1944), págs. 187-198.
Hernán Cortés (Sevilla, 1915), pág. 5. 37 Cartas, págs. 59-60 y 68-69; Guzmán, págs. 221-230, 276-281.
35 Por ejemplo, Madariaga, Hernán Cortés. 313 Guzmán, pág. 279.
62 / El mundo americano El mundo mental de Hernán Cortés / 63

miento comprender.» " Pero si Cortés extrae de la Biblia lo que repetición de la experiencia de las Antillas y escribió, como el
necesita para su escenografía general y de los códigos legales cas- gran constructor renacentista que era, que la conservación de los
tellanos las ideas de soberanía y vasallaje que pone en boca de indios era «el cimiento sobre que se ha de edificar esta obra» 44 .

Montezuma, aún falta por dilucidar un tercer elemento de la his- Pero, tras sus planes para la creación de una sociedad ordenada
toria, el mito del gobernante que vuelve desde el Este. Se ha de españoles e indios, se encuentra una concepción que había
apuntado que Cortés escuchó a los indios de las Antillas una his- tomado de los frailes. Fue en agosto de 1523 cuando llegaron a
toria parecida 40, pero parece igualmente probable que la hubiera México los tres primeros misioneros franciscanos (los tres flamen-
escuchado en su marcha hacia México y que la hubiera reservado cos), para ser seguidos en 1524 por los famosos «doce apóstoles»
para utilizarla en el futuro. De acuerdo con Bernal Díaz, dos ca- capitaneados por fray Martín de Valencia. En las cartas de rela-
ciques de Tlaxcala contaron a Cortés la profecía de que vendría ción cuarta y quinta, fechadas en octubre de 1524 y septiembre
un hombre de la región donde nace el sol y que dominaría la de 1526, hay signos claros de la influencia de los franciscanos en
tierra 41 . Si así fuera, la profecía debía referirse no a Quetzal- el pensamiento de Cortés. Los franciscano, la mayoría de los cua-
cóatl, sino a Huitzilopochtli, el dios de la guerra, que aparece les parece que fueron menos influidos por Erasmo que por las
citado tanto en los escritos de Cortés como en los de Bernal Díaz tradiciones apocalípticas italianas y por el pensamiento de Sayo-
bajo el nombre de «Ochilobos». En una carta escrita por don narola 45 , llegaron con el ardiente deseo de establecer, en un Mé-
Antonio de Mendoza, primer virrey de Nueva España, dirigida a xico todavía sin corromper por los vicios europeos, una réplica
su hermano, se afirma específicamente que los aztecas dieron la de la iglesia de los apóstoles. Cortés, en la primera de sus cartas,
bienvenida a Cortés pensando que era «Ochilobos», y no Quet- llama la atención sobre la importancia de informar al Papa de
zalcóatl 42 Fernández de Oviedo, comentando la carta, no da cré-
. sus descubrimientos, para que se tomen las medidas para la con-
dito ni a la historia de Ochilobos viniendo del Noroeste, ni de versión de los nativos ". Pero ahora, en su cuarta carta, acom-
Cortés siendo confundido con él; pero esto no descarta la posibi- paña sus demandas de asistencia en el trabajo de conversión con
lidad de que Cortés utilizara alguna leyenda local, que posterior- un ataque a la mundanidad de la Iglesia y a la pompa y avaricia
mente embelleció para poder aprovecharla con su habilidad acos- de las dignidades eclesiásticas. Esta diatriba, tan típica de las
tumbrada. protestas europeas de la época contra la riqueza y la corrupción
Cualquiera que sea el origen exacto del mito del regreso del de la Iglesia, está claramente inspirada por los frailes, para los
gobernante, todo el episodio de Montezuma, tal como le fue con- que solicitó derechos exclusivos en la conversión de México. Tam-
tado a Carlos V, da testimonio de la notable fertilidad inventiva bién son los franciscanos los que inspiran la profecía de la quinta
de Cortés. Esta habilidad creadora, la capacidad de construir a carta: en México «se levantará una nueva iglesia, donde más que
gran escala partiendo a menudo de los fundamentos más ende- en todas las del mundo Dios Nuestro Señor será servido y honra-
bles, es quizá la más sobresaliente de las características de Cor- do» 47 .
tés. Le ayudó a sobrellevar los delicados problemas derivados del Los franciscanos proporcionaron a Cortés una visión más am-
desafío a Velázquez, y a llevar a cabo la conquista de México, plia, no sólo de la nueva iglesia y de la nueva sociedad que habría
inspirándole, además, la forma de abordar los trabajos de recons- de construirse en México, sino de su propio papel en el orden
trucción cuando cayó el imperio azteca. providencial. Ya había tenido el cuidado, en su primera carta, de
Sus planes para esa Nueva España que sería establecida sobre insistir en que Dios había dispuesto el descubrimiento de México
las ruinas del viejo México estaban profundamente influidos por con el propósito de que la reina Juana y Carlos V obtuvieran una
sus experiencias en las Antillas, donde había visto la destrucción
de toda la población indígena 43 Debía evitarse a toda costa una
.

44 Cartas, pág. 397 (Memorial de servicios, 1528).


39
Cartas, pág. 71. Cf. Mateo, 13:14 («Con el oído escucharéis y no entenderéis; 45 J. A. Maravall, «La utopía político-religiosa de los franciscanos en Nueva
y mirando miraréis y no veréis.). España», Estudios Americanos, 1 (1949), págs. 199-227. Sobre Cortés y los francis-
«o Guzmán, págs. 223-225. canos, véase Fidel de Lejana, «Franciscanismo de Cortés y cortesianismo de los
41 Historia verdadera, 1, pág. 228. franciscanos», Missionalia Hispánica, 5 (1948), págs. 43-136.
42 Fernández de Oviedo, Historia general, BAE, 120, págs. 245-247. 44 Cartas, pág. 25.
43 Cartas, pág. 231 (Ordenanzas de buen gobierno, 1524). 47 Cartas, págs. 238-239 y 318.
64 / El mundo americano El mundo mental de Hernán Cortés / 65

gracia especial mediante la conversión de sus habitantes paga- fraseología que utiliza es la de un hombre que ha pasado a través
nos 48 De esto se seguía que él mismo, como conquistador de
.
de una profunda prueba religiosa que le ha hecho sentir al mismo
México, disfrutaba de un lugar especial en el plan divino. La ac- tiempo su propia indignidad y el poder infinito de Dios. Ha de-
titud de los franciscanos le reafirmaba en esta creencia, puesto saparecido la confianza que, siete años antes, le había hecho ca-
que para ellos aparecía, inevitablemente, como el agente elegido paz de continuar en Cempoala a pesar del infortunio de los ca-
por Dios en un momento vital del ordenamiento de la historia ballos. Ahora, cuando su barco se ve obligado a retroceder tres
del mundo, en el que la súbita posibilidad de convertir a incon- veces, lo identifica como una señal celestial y regresa a puerto
tables millones de hombres para la fe casi ponía al alcance el tan abandonando sus planes 52 . También ha desaparecido la confian-
largo tiempo esperado milenio. Además, gracias a la concurren- za anterior en el poder infinito del hombre. En un lenguaje muy
cia de los franciscanos podía presentarse como el «medio» por el distinto del de sus primeras cartas, escribe: «Ningún seso de hom-
que Dios se complacía en darse a conocer a los indios 49 .
bre bastaba para el remedio, si Dios, que es verdadero remedio
Puesto que la visión franciscana era una visión universalista, y socorro de los afligidos y necesitados, no le pusiera.» 53
no tendría nada de extraño el que Cortés hubiera recibido de los Después de todo, no era tan fákil dominar a la Fortuna y,
franciscanos el estímulo para ir más allá de los confines de Mé- desde la época de la expedición de Hibueras, parecía evidente
xico, una vez se hubiera completado su conquista. En su malha- que la rueda había iniciado su inexorable giro hacia abajo. Aco-
dada expedición de Hibueras en 1524-26 estuvo acompañado por sado por los oficiales reales y perseguido por la ingratitud real,
dos franciscanos flamencos, uno de los cuales era Juan de Tecto, escribió amargamente a su padre en 1526: «Tengo por mejor ser
distinguido teólogo y antiguo confesor de Carlos V I°. Quizá fue rico de fama que de bienes.» 54 Aunque su fama ya estaba ase-
.

el conocimiento directo que poseía Tecto de la teología imperial gurada, pronto encontró un grupo de personas dispuestas a cul-
de los consejeros del emperador, y de las corrientes del pensa- tivarla. A su vuelta a Madrid en 1528 entabló amistad con el
miento erasmista de su país natal, de donde extrajo Cortés su embajador polaco en la corte imperial, Juan Dantisco, amigo de
nueva concepción de un imperio mundial bajo el dominio de Car- Copérnico y centro de un amplio círculo humanista que incluía
los V que se convertiría en «monarca del universo», un imperio a Erasmo y a Valdés. La amistad fue debidamente celebrada por
que él podría ayudar a fundar prosiguiendo desde México a tra- Dantisco en un poema en latín, escrito después de que Cortés
vés del Pacífico hacia el Oriente 5 '. Era ésta una visión compleja, regresara a México: «El gran Cortés está lejos, el hombre que
compuesta por los sueños del propio Cortés de la conquista de descubrió todos esos inmensos reinos del Nuevo Mundo. El go-
Catay, de sueños erasmistas e imperiales sobre un imperio uni- bierna desde más allá del ecuador hasta la estrella de Capricor-
versal y de sueños franciscanos sobre la conversión de la huma- nio, y aunque tan lejos, no se olvida de mí.» 55
nidad como preludio esencial del fin del mundo. Persiguió s.. Este afectuoso interés de los humanistas por el conquistador
realización año tras año, pero como una quimera constantemeni,e de México fue cumplidamente correspondido por Cortés en los
se le escapa, hasta que, alrededor de 1526, pareció que su suerte últimos años de su vida, ya retirado en Madrid. Su casa se con-
le había abandonado. virtió en el centro de una «academia», en la que se celebraban
Sin duda las angustiosas experiencias que vivió en la expedi- regularmente discusiones sobre asuntos de interés humanístico y
ción de Hibueras cambiaron para siempre a Cortés, haciéndole religioso 56 . El círculo de intelectuales que buscaba la compañía
consciente de lo inescrutable de la Providencia y la impotencia
del hombre. La quinta carta de relación, la que describe la expe- 52 Cartas, págs. 304 y 460.
53 Cartas, pág. 257.
dición, es muy diferente en espíritu de las que la preceden. La
" Cartas, pág. 468.
55 I oannis Dantisci poetae laureati carmina, ed. Stanislas Skimina (Cracovia,
1950), carmen xlix, versos 85-90. Sobre Dantisco, véase A. Paz y Meliá, «El emba-
48 Cartas, pág. 25. jador polaco Juan Dantisco en la corte de Carlos V., Boletín de la Real Academia
49 Cartas, pág. 241. Española, 11 y 12 (1924-25). La correspondencia diplomática de Dantisco fue pu-
5° Gerónimo de Mendieta, Historia eclesiástica indiana (ed. México, 1870), pág. blicada en Acta Tomiciana (12 vols., ed. S. Gorski, Posnan, 1855-1901), pero no hay
606. rastro de las cartas a/o de Cortés.
Si Cartas, págs. 320 y 482. Para la evolución de la idea de imperio de Cortés,
" Madariaga, Cortés, pág. 482; Pedro de Navarra, Diálogos de la preparación de
véase Frankl, «Imperio•. la muerte (Tolosa, 1565), fol. 41.
66 / El mundo americano

de Cortés hizo mucho para perpetuar su fama y sus ideas. Allí Capítulo 3
estaba Sepúlveda, cuyo tratamiento de la cuestión de los indios
es, seguramente, deudor de sus conversaciones con él 57 también ;
EL DESCUBRIMIENTO DE AMERICA
Gómara, su primer biógrafo, que lo transformó en héroe típico Y EL DESCUBRIMIENTO DEL HOMBRE
de la historiografía del Renacimiento 58 , o Cervantes de Salazar,
una figura menor pero importante del mundo literario español,
quien en 1546 dedicó a Cortés un diálogo sobre la dignidad del
hombre 59 La dedicatoria, escrita en términos debidamente exa-
.

gerados, presenta a Cortés exactamente como él hubiera deseado.


Contiene la referencia obligada a su distinción tanto en las armas
como en las letras y la inevitable comparación con Alejandro y
César, e incluso intenta propagar una nueva leyenda sobre Cor-
tés, al asegurar que quemó sus naves en lugar de embarrancarlas
después de desembarcar en Vera Cruz 6°. Además incluye una
comparación todavía más lisonjera que aquella referida a los hé-
roes de la antigüedad, ya que asimila el papel de Cortés respecto a
los paganos de México con el de San Pablo en la Iglesia primitiva.
En este punto los humanistas hacen causa común con el otro
grupo de admiradores de Cortés, los frailes. Los franciscanos eran «Dos cosas», escribió Michelet en un pasaje famoso, «pertenecen
muy conscientes de que le debían mucho, y saldaron su deuda más a esta época [el siglo xvi] que a ninguna de las que la pre-
presentándole en sus historias de la conquista como el hombre cedieron: el descubrimiento del mundo, el descubrimiento del
elegido por Dios para preparar el camino de la evangelización de hombre.» Por «descubrimiento del hombre» entiende Michelet
la humanidad. Pero la deuda de Cortés con los franciscanos —ge- el descubrimiento por parte del hombre europeo de sí mismo en
nerosamente reconocida en su testamento— no era menor, ya que, su doble faceta de organismo físico y ser moral, y cuyos misterios
en una época en la que la España humanista estaba tan sólo se exploran entonces en sus más íntimas profundidades. Pero el
comenzando a embarcarse mediante una sutil transmutación en simultáneo descubrimiento del mundo representa también un des-
la mucho más compleja España de la Contrarreforma, hicieron cubrimiento del hombre: el descubrimiento europeo del hombre
mucho por añadir una nueva dimensión religiosa a su mundo. Y no europeo, una criatura cuyas costumbres extrañas, variadas y
ningún mundo fue tan rico en imaginación y tan infinitamente frecuentemente repulsivas son fuente de apasionada curiosidad.
moldeable como el mundo mental de Hernán Cortés. A lo largo del siglo xvi se pudo disponer de suficiente infor-
mación nueva sobre pueblos lejanos, y en algunos casos hasta
entonces desconocidos, como para proporcionar al lector europeo
52 Angel Losada, «Hernán Cortés en la obra del cronista Sepúlveda»,
Revista un cuadro rico y variado de las razas de la humanidad. En 1556,
de Indias, 9 (1948), págs. 127-169.
58 Ramón Iglesia, Cronistas e historiadores de la conquista de México
(México,
por ejemplo, el traductor español de esa obra clásica de etnogra-
1942), págs. 100-103; H. R. Wagner, «Francisco López de Gómara and his works», fía, escrita por Boemus, El libro de las costumbres de todas las
Proceedings of the American Antiquarian Society, 58 (1948), págs. 263-282. gentes del mundo, pudo ampliar el texto original con doscientas
59 Véase supra nota 9.
6° Sobre la leyenda de la quema de las naves, véase especialmente F. Soler páginas informativas sobre los habitantes del Nuevo Mundo de
Jardón, «Notas sobre la leyenda del incendio de las naves», Revista de Indias, 9 América 2 Aunque una buena parte del material más valioso nun-
.

(1948), págs. 537-559. Soler Jardón sospechaba que la leyenda de la quema de las ca llegó a la imprenta ni circuló públicamente, la cantidad abso-
naves se originó por el deseo de comparar a Cortés con los héroes clásicos, pero luta de información etnográfica a disposición del público lector
no encontró ninguna referencia anterior a la década de 1560. Si, como parece
probable, Cervantes de Salazar dio origen a la leyenda, al menos en forma escrita,
volvió a remitirse a los hechos y describió los barcos encallados en su Crónica de I Jules Michelet, Histoire de France, 7 (París, 1855), págs. ii-iii.
Nueva España, que comenzó a escribir unos trece años después de la publicación 2 Francisco Tamara, El libro de las costumbres de todas las gentes del mundo y
de la dedicatoria a Cortés. de las Indias (Amberes, 1556).
68 / El mundo americano El descubrimiento de América / 69

europeo del siglo xvi sigue siendo impresionante. La imprenta y neas o producto de la ignorancia, las preguntas, una vez formu-
la navegación llevaron el mundo al umbral de Europa. ladas, permanecían inquietantemente fecundas. ¿Cuáles son las
Pero una cosa es llegar al umbral y otra atravesar la puerta. características esenciales de la humanidad? ¿Qué hace distinto a
¿En qué medida el descubrimiento del hombre, en el sentido de un hombre civilizado de un bárbaro? ¿En qué aspectos son algu-
la frase de Michelet, se vio realmente afectado por el descubri- nos pueblos de la tierra deficientes, y cuál es la mejor manera de
miento del hombre no europeo? Las experiencias de los oficiales remediar sus deficiencias?
y de los misioneros españoles entre los indios americanos propor- Los viajeros europeos que iban a Asia, Africa y América regre-
cionaban una fuente nueva y de primera mano sobre la conducta saban a menudo con informaciones valiosas sobre tierras lejanas.
y las capacidades humanas. Sin embargo, mientras el notable Pero los viajeros y exploradores, aunque veían muchas cosas y
tratado sobre psiciología y capacidades humanas, el Examen de oían muchas más, eran esencialmente aves de paso. Tenían de-
ingenios para las ciencias, del doctor español Juan Huarte (1575) 3 , masiada prisa y demasiado interés por retratar lo curioso y lo
revela una profunda familiaridad con el mundo clásico de Hipó- exótico, como para formular las preguntas cruciales o acometer
crates y Galeno, ignora completamente los hallazgos de sus com- las investigaciones sistemáticas que pudieran proporcionar con
patriotas en el Nuevo Mundo de América, hallazgos que en modo el que formular una respuesta. Es por esta razón por la que la
alguno eran irrelevantes para sus intereses. Tristemente, parece conquista y colonización española de América juega un papel úni-
que esto era lo típico. El testimonio de los tratados sobre costum- co en el proceso europeo de descubrimiento de la humanidad.
bres y moralidad del siglo xvI sugiere que, salvo alguna distin- Millones de personas no europeas, cuya existencia era desconoci-
guida excepción como Montaigne, a la mayoría de los autores les da para las generaciones anteriores, fueron sometidas a un es-
parecía que con las tradiciones cristiana y clásica les bastaba fuerzo misionero sostenido y al gobierno permanente europeo.
para explorar los misterios de la conducta humana, sin necesidad Como resultado, la observación basada en el contacto casual fue
de recurrir a los nuevos mundos de ultramar. Cierto que pronto reemplazada por una observación basada en el contacto íntimo
sería descubierta la inquietante figura de Calibán en su isla en- durante un prolongado período de tiempo. El nuevo tipo de rela-
cantada; pero incluso la ascendencia de Calibán puede rastrearse ción colonial que representó la dominación española en la Amé-
más allá del Caribe en el legendario hombre salvaje de la Europa rica central y del sur dio lugar a una nueva oportunidad para el
medieval 4 . estudio etnográfico sistemático.
Parece que la mayor parte de los europeos del siglo xvi se las La oportunidad, como era de esperar, fue sólo parcialmente
podían arreglar perfectamente bien en sus viajes de autodescu- aprovechada. A pesar de todo se recogió suficiente información,
brimiento, sin necesidad de tocar tierra en playas exóticas donde con un propósito u otro, como para crear un impresionante cor-
aprovisionarse de alimentos frescos. Pero las circunstancias y el pus de material etnográfico básico sobre las creencias y costum-
momento condujeron a que algunos aplicaran su inteligencia al bres de los pueblos del Nuevo Mundo de los períodos anterior e
estudio de hombres extraños en ambientes desconocidos; y cuan- inmediatamente posterior a la conquista. Entusiastas aficionados
do hicieron esto se encontraron enfrentados a preguntas funda- laicos, como Juan de Betanzos, estudiaron la historia y antigüe-
mentales sobre la naturaleza del hombre mismo. Sus intentos por dades de los nativos, mientras que los misioneros incorporaron
responder a estas preguntas debieron tener, al menos durante el a sus narraciones de la conquista espiritual de las Indias las des-
siglo xvi, poca o ninguna resonancia en sus patrias S . Pero hicie- cripciones de los ritos y las supersticiones nativas. Los miembros
ron algo, aunque fuera en círculos restringidos, por ampliar los de las órdenes religiosas prepararon memoriales sobre asuntos
límites de la percepción. Y si las respuestas eran a menudo erró- indios para su presentación al Consejo de Indias o para su con-
sideración por los concilios eclesiásticos. Los oficiales de la coro-
na realizaron numerosos informes, detalladas narraciones de vi-
3 Juan Huarte de San Juan, Examen de ingenios para las ciencias, ed. Rodrigo sitas locales, cuidadosas respuestas al famoso cuestionario real
Sanz, 2 vols. (Madrid, 1930). de 1577 y elaborados tratados sobre el problema indio, como los
4 Véase Richard Bernheimer, Wild Men in the Middle Ages (Cambridge, Mass.,
1952) escritos a mediados del siglo xvi por Alonso de Zorita en nueva
s Para un tratamiento de este tema, véase J. H. Elliott, The Old World and the España y por Juan Matienzo en Perú. En la cima de esta tarea
New, 14924650 (Cambridge, 1970), caps. 1 y 2. se encontraban las impresionantes investigaciones sobre la histo-
70 / El mundo americano
El descubrimiento de América / 71

ria y la civilización indias acometidas por dos grandes frailes, el


y los métodos educativos; el vestido, la higiene y la medicina; los
dominico Diego Durán y el franciscano Bernardino de Sahagún,
sistemas tributarios y la organización económica; el gobierno y
y tres ambiciosísimas historias «naturales y morales» de las In-
la guerra; las creencias populares, las costumbres y las supersti-
dias, las de Fernández de Oviedo, Bartolomé de las Casas y José
ciones, todos estos temas recibieron alguna atención y muchos
Acosta, respectivamente.
fueron estudiados en detalle. Cuando esta información sea inves-
Estos observadores, del siglo xvi, de las sociedades indias de
tigada de forma sistemática, será posible, para los historiadores
América no plantearon su trabajo, en general, bajo el espíritu de
y los antropólogos, explorar con bastante profundidad las civili-
la objetividad científica. Por el contrario, comenzaron con la cla-
zaciones de América Central y de los Andes del período inmedia-
ra convicción de la superioridad de su propia civilización cristia- tamente anterior a la conquista y el impacto sobre ellas del go-
na y sus investigaciones estuvieron generalmente guiadas por bierno europeo 8 .
cuestiones de utilidad. Los oficiales reales necesitaban informa- No obstante, esto no agota las posibilidades de investigación
ción precisa sobre cómo funcionaba la propiedad de la tierra y sobre el siglo xvi. Ya que además de arrojar luz sobre la historia
la herencia entre los indios para poder administrar justicia de de las sociedades no europeas con pocas o ningunas fuentes es-
acuerdo con la costumbre, que constituía la esencia del buen go- critas sobre sí mismas, también nos permite observar a los ob-
bierno para los europeos del siglo xvi. Los misioneros necesita- servadores, y con ello entrever algo de los presupuestos no expli-
ban información precisa sobre las supersticiones paganas para citados de sus concepciones y actitudes cuando se embarcaron en
poder combatir a los idólatras. «Para predicar contra estas co-
el descubrimiento del hombre no europeo. Estos españoles del
sas», escribió Sahagún, «y aun para saber si las hay, menester es
siglo xvi se vieron enfrentados al desafío de confrontarse con so-
de saber cómo las usaban en tiempo de su idolatría.» 6 ciedades desconocidas y con sistemas de creencias extraños. No
En contraste con este tipo de investigaciones directas, hay re-
es sorprendente que en la prueba se manifestara algo sobre ellos
lativamente pocas que estén inspiradas ante todo, como la His-
mismos, puesto que el antropólogo del siglo xx también habla
toria de las Indias de Oviedo, en la pura curiosidad intelectual.
más de sí mismo y de su propia sociedad a las generaciones fu-
Pero el calibre intelectual de algunos de los investigadores es tan turas de lo que nunca será capaz de sospechar. Al establecer,
elevado que les permite escribir estudios sobre las sociedades e aunque inconscientemente, una realidad objetiva mediante la cual
instituciones indígenas que superan notablemente las limitacio- valorar una sociedad ajena, el investigador se expone a las críti-
nes de propósito y alcance inherentes a sus orígenes. Esto es es-
cas futuras. Para el europeo del siglo xvi la gran línea divisoria
pecialmente válido en el caso de la Historia general de las cosas se encontraba entre lo cristiano y lo pagano. Para su sucesor del
de Nueva España de Sahagún, que constituye un intento único en siglo xx, producto de una civilización científica, ésta se encuentra
el siglo xvi por su alcance y penetración, de proporcionar un es- entre lo «irracional» y lo «racional» 9.
tudio lingüístico y etnográfico comprensivo de la sociedad azteca El español del siglo xvi que nos cuenta algo sobre los indios
por medio de investigaciones cuidadosamente controladas reali- no puede dejar de contarnos, en el mismo proceso, algo sobre su
zadas utilizando informadores nativos ' .
propia concepción del hombre. Sin embargo, aquí aparecen com-
Mientras que la sofisticación de la técnica de Sahagún le hace plejas cuestiones de método. Los comentaristas españoles que des-
merecedor de una categoría propia, su material es de calidad criben a los indios estaban fuertemente diferenciados por su edu-
semejante a la de sus contemporáneos. Entre todos ellos, estos
cación y su profesión. Muchos de ellos, pero no todos, habían
observadores españoles se ocuparon de los aspectos fundamenta- recibido educación universitaria; Oviedo y Durán son dos distin-
les de la vida amerindia. El nacimiento, el matrimonio y la muer-
te; la vida doméstica y las costumbres; los sistemas de herencia
8 Un trabajo pionero en este sentido lo está realizando el profesor John V.
Murra y sus colegas de la Cornell University. Véase en particular su edición a la
Visita de la provincia de León de Huánuco en 1562, por Iñigo Ortiz Zúñiga (Huánu-
6 Fray Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España,
co, 1967).
ed. Angel María Garibay K., 4 vols. (México, 1969), 1, pág. 27.
9 J. D. Y. Peel, «Understanding Alien Belief-Systems», British Journal of Socio-
7 Sobre el método de Sahagún, véase su propia descripción en la Historia ge-
logy, 20 (1969), págs. 69-84, proporciona un sugestivo estudio de algunas de estas
neral, 1, págs. 105-108. También Luis Nicolau d'Olwer, Historiadores de América.
cuestiones, al igual que Peter Winch, «Understanding a primitive society», Religion
Fray Bernardino de Sahagún, 1499-1590 (México, 1952). and Understanding, ed. D. Z. Phillips (Oxford, 1967).
72 / El mundo americano El descubrimiento de América / 73

guidas excepciones. Unos eran religiosos y otros seglares; algunos así como biológicamente, los indios fueron oficialmente acepta-
habían recibido educación jurídica, otros teológica. Dentro de los dos por la cristiandad como descendientes de Adán y consecuen-
mismos religiosos, había significativos desacuerdos entre religio- temente como miembros de la familia del hombre.
sos y clero secular, y entre los miembros de distintas órdenes. Los Esto representó una victoria decisiva del partido de la huma-
intereses y partidismos, por su parte, dieron lugar a diferencias nidad, y fue apoyado por los argumentos escolásticos de Vitoria
profundamente arraigadas. Aquellos que actuaban como porta- y otros —argumentos tácitamente aceptados por la corona espa-
voces de los pobladores se inclinaban a describir a los indios de ñola en sus tratos con los indios— de que la sociedad india an-
manera bien distinta a la de aquellos interesados primariamente terior a la conquista era una sociedad válida a pesar de su igno-
en la salvación de sus almas. Es más, cualquier concepción del rancia del cristianismo. Puesto que vivían en policía y regulaban
hombre con la que los españoles llegaban a las Indias era por sí sus vidas de acuerdo a leyes y normas preestablecidas —a pesar
misma susceptible de ser modificada en una dirección u otra, por de lo defectuosas que fueran estas desde el punto de vista cris-
el puro hecho del contacto prolongado con sus extraños habitan- tiano—, gran número de indios americanos satisfacían el criterio
tes. ¿Es por tanto permisible el asumir la existencia entre los aristotélico de aceptabilidad como seres políticos y sociales 12 .

españoles de una concepción del hombre más o menos compartida Aunque faltaba por resolver el difícil problema de aquellas tribus
e invariable? tan salvajes y nómadas que parecían vivir fuera de toda socie-
A pesar de todas sus diferencias, eran el producto de una so- dad 13 , la aplicación de argumentos aristotélicos a los pueblos de
ciedad unida por ciertas actitudes fuertemente definidas: cristia- América otorgó justo reconocimiento a millones de ellos. Social-
nos en sus valores, legalistas en sus actitudes, corporativistas y mente, así como biológica y espiritualmente, habían establecido
jerárquicos en su organización. A su llegada a las Indias se vieron su derecho a ser respetados como hombres.
enfrentados, de forma consciente o inconsciente, con el mismo En un pasaje conmovedor del prólogo de la Historia general
problema fundamental: el de la unidad y la diversidad de la raza de las cosas de Nueva España, escribe Sahagún: «Es certísimo que
humana. ¿En qué medida eran los indios la misma clase de cria- estas gentes todas son nuestros hermanos, procedentes del tronco
turas que ellos? Si eran distintos, ¿cómo explicar su diferencia? de Adán como nosotros, son nuestros prójimos, a quien somos
Es más, ¿en qué medida podría tolerarse esta diferencia entre los obligados a amar como a nosotros mismos, quid quid sit.» ¿No
pueblos sujetos a su dominio? Entre las diversas respuestas a este han demostrado, nos dice, su aptitud para las artes liberales y
problema, parece posible detectar ciertas concepciones, explíci- mecánicas? ¿No han puesto de relieve en la guerra su capacidad
tas o implícitas, que apuntan a un vocabulario común sobre los para soportar el hambre y la sed, el frío y la falta de sueño?
conquistadores. Y aunque debe concederse la fuerte impronta aris- «Pues, no son menos hábiles para nuestro cristianismo.» 14
totélica de gran parte del pensamiento español del siglo xvi, una Pero el hecho de que estos argumentos todavía fueran nece-
gran parte de su vocabulario común parece haber sido compar- sarios en 1570 parece sugerir un profundo desacuerdo sobre la
tido por toda la cristiandad. naturaleza de los indios. Aunque las palabras «bestia» y «bestial»
Desde el momento en que Colón informa que no ha encontra- tienen un lugar prominente en el debate, el punto crítico de la
do «ombres monstrudos» entre los isleños del Caribe I° , existe, al cuestión no era la humanidad de los indios per se, sino el grado
menos, una predisposición a favor de la humanidad de las gentes exacto de humanidad que se les podía conceder 15 ¿Podía consi- .

de las Indias. La predisposición adquiere el estatus de certeza


dogmática cuando la bula de Pablo III de 1537 describe a los 12 Francisco de Vitoria, Releen° de Indis, eds. L. Pereña y J. M. Pérez Prendes

indios como «hombres verdaderos [...] capaces no sólo de com- (Madrid, 1967), págs. 29-30. Para el desarrollo de los argumentos escolásticos, véa-
se especialmente Joseph Hóffner, Christentum und Menschenwürde. Das Anliegen
prender la fe católica, sino también, de acuerdo con nuestra in-
der Spanischen Kolonialethik im Goldenen Zeitalter (Trier, 1947).
formación, deseosos de recibirla» 11 . Por tanto, espiritualmente 13 Bartolomé de Las Casas se ocupa de este problema en el libro tercero, cap.
47, de su Apologética historia sumaria.
14 Historia general, 1, pág. 31.
I° Carta a Luis Satangel, 15 de febrero de 1493, en Cristóbal Colón: Textos y 15 Para un estudio de la tesis de la «bestialidad» de los indios, véase Edmundo
documentos completos, ed. Consuelo Vega (Madrid, 1984 2), pág. 144.
O'Gorman, «Sobre la naturaleza bestial del indio americano», Filosofía y Letras, 1
Véase Lewis Hanke, «Pope Paul III and the American Indians», Harvard Theo-
(1941), págs. 141-156 y 205-315, y Lino Gómez Canedo, «¿Hombres o bestias?»,
logical Review, 30 (1937), págs. 65-102.
Estudios de Historia Novohispana, 1 (1956), págs. 29-51.
74 / El mundo americano l El descubrimiento de América / 75

derarse realmente a los indios como hombres, en el sentido com- niones. El jurista español Juan de Matienzo, en su Gobierno de
pleto de la palabra tal como la entendían los europeos del si- Perú de 1567, declara que todos los indios son «pusilánimes e
glo xvi, o eran en algún aspecto, o en todos, seres humanos de- tímidos», y achaca estos defectos al carácter especial de su hu-
fectuosos, quizá subhombres que requerían un trato especial ade- mor melancólico. «Los que este hábito o complesión tienen dice
cuado a su estatus? Aristóteles son muy temerosos, floxos e necios... Dáse a entender
Se podían utilizar varios criterios para determinar este punto. esta complesión por la color del rostro que todos tienen...» Tanto
Es significativo que las características físicas, que jugaron un pa- la apariencia como la conducta de los indios llevan a Matienzo a
pel tan prominente en las discusiones sobre las razas no europeas una conclusión inevitable: que «naturalmente fueron nacidos y
durante el siglo xix, no estén entre los criterios más utilizados. criados para servir, y les es más provechoso el servir que el man-
Hasta que el hombre europeo no comenzó a obsesionarse con la dar, y conócese que son nacidos para esto porque, según dice
idea de una escala gradual, y después evolutiva del ser, las ca- Aristóteles, a estos tales la Naturaleza les creó más fuertes cuer-
racterísticas físicas no pasaron al primer término de la discu- pos y dio menos entendimiento, y a los libres menos fuerzas en
sión 16 . El color en concreto era tratado, al menos en lo referente el cuerpo y más entendimiento. Ansí se ve en que estos indios son
a los indios, en términos generalmente neutrales. Esto fue en par- muy recios de cuerpo, mucho más que los españoles, y sufren más
te debido a que el color de los indios, descrito por el cosmógrafo que ellos, pues se ve que traen cargas a cuesta de una y dos
de las Indias Juan López de Velasco como parecido al del dulce arrobas, y caminan con ellas muy sin pena». «Cuantas más fuer-
de membrillo 17 , carecía de las resonancias históricas y emocio- zas tienen en el cuerpo», concluye, «tanto menos tienen de enten-
nales asociadas con el negro, desde luego ya mucho más familiar. dimiento.» 20
De todas maneras, era difícil culpar a lo no blanco puesto que el Matienzo no era un intelectual de salón como Sepúlveda, que
color se atribuía a la exposición prolongada al sol 18 . condenaba a los indios a la servidumbre natural desde una bi-
No obstante, para los europeos educados en la tradición aris- blioteca bien surtida a miles de kilómetros de ellos. Por el con-
totélica e hipocrática, el color tenía su importancia, entre otras trario, se trataba de un ministro real muy inteligente (desgracia-
características físicas, como indicio que reflejaba la condición na- damente no tenemos información referente a su aspecto físico),
tural del hombre. La apariencia física reflejaba el estado del alma; con seis años de experiencia en el virreinato de Perú. Sus obser-
pero esta prueba podía, al parecer, interpretarse de múltiples for- vaciones sugieren cuán profundamente la educación aristotélica
mas. Para Las Casas, como era de esperar, los indios eran de —en este caso adquirida en la Universidad de Valladolid— podía
complexión delicada y de cuerpo bien proporcionado, receptácu- teñir la actitud española hacia la población indígena de las In-
los adecuados para almas nobles 19 . Pero aquellos que considera- dias. Del mismo modo en que Aristóteles describe a algunas razas
ban a los indios como seres naturalmente inferiores no tenían lejanas de bárbaros como irracionales por naturaleza y guiados
dificultad alguna para utilizar esa evidencia en apoyo de sus opi- tan sólo por los sentidos como las bestias 21 , para Matienzo los
indios eran «animales, que ni aun sienten la razón, antes se rigen
16 Sobre el cambio de la actitud europea a finales del siglo xvii y comienzos por sus pasiones».
del xvni, véase Margaret T. Hogden, Early anthropology in the Sixteenth and Seven- La razón principal que aducía Matienzo en favor de esta dog-
tenth centuries (Filadelfia, 1964), cap. 10, y especialmente las págs. 417-418. mática afirmación era que los indios comían y bebían sin pensar
17 Geografía y descripción universal de las Indias (1571-74; ed. Madrid, 1894),
pág. 27.
en el mañana 22 . Está claro que aquí nos enfrentamos con una
18 Francisco López de Gómara, no obstante, ya decía en 1552 que el color de falta tanto de simpatía como de comprensión; simpatía para con
los indios era producto de la naturaleza y no de la exposición (Primera parte de la la difícil situación de unas gentes paralizadas por el choque de
Historia general de las Indias, BAE [Biblioteca de Autores Españoles], vol. 22, Ma- la conquista europea, y comprensión del sistema de organización
drid, 1825, pág. 289). El jesuita Alonso de Sandoval, en 1627, consideraba la ne-
gritud una «cualidad intrínseca» (De instauranda Aethiopum salute, ed. Bogotá,
1956, pág. 26). La explicación del color en la literatura ibérica de los siglos xvi 20 Gobierno del Perú, ed. Guillermo Lohniann Villena (París-Lima, 1967), págs.
y xvit necesita aún un estudio más profundo y documentado del que hasta ahora 16-17.
ha recibido. 21 Etica a Nicómaco, 7, 1149a, 9. Véase Arthur O. Lovejoy, A Documentary His-
19 Apologética historia sumaria, ed. Edmundo O'Gorman (México, 1967), 1, pág.
tory of Primitivism and Related Ideas, 1, (Baltimore, 1935), pág. 179.
207.
22 Gobierno del Perú, págs. 17-18.
76 / El mundo americano El descubrimiento de América / 77

social y de aprovisionamiento de comida al que estaban acostum- de Nueva España, cuando una generación de misioneros da paso
brados los indios de los Andes. No obstante debe recordarse que a la siguiente. En estas deliberaciones se puede seguir la fatal
Matienzo estaba escribiendo siguiendo unos criterios determina- progresión —desde el encantamiento al desencanto total y de ahí
dos. En el difícil clima político de la década de 1560, los oficiales al paternalismo— que se repetirá tantas veces en la historia de
reales creían que era su deber justificar la sustitución del gobier- la empresa colonial europea. Mientras que una reunión del clero
no de los incas por el español 23 . La teoría de la servidumbre en México, en 1532, insiste en la capacidad espiritual e intelec-
natural de Aristóteles, basada en la inferioridad e incapacidad tual de los indios, éstos son descritos veinte años después, en el
innatas, proporcionaba esta justificación. Trabajando desde un primer concilio provincial mexicano de 1555, como criaturas in-
partí pris, no es difícil encontrar la evidencia que encaje. telectualmente débiles e inconstantes, caracterizadas por su in-
No obstante, en el contexto de las actitudes españolas hacia clinación natural al vicio 25 Este consenso cada vez más pesimis-
.

el hombre, la motivación exacta es menos importante que las ta sobre la naturaleza de los indios tiene implicaciones obvias
presunciones que subyacen y éstas se hacen patentes a menudo, sobre la forma en la que debían ser tratados. Las siguientes pa-
como en el caso de Matienzo, por casualidad. Las concepciones labras fueron pronunciadas por fray Pedro de Feria, obispo de
de Matienzo sobre la volubilidad de los indios estaban basadas, Chiapa, en un memorial dirigido al tercer concilio provincial me-
como era natural, en expectativas basadas en los modelos euro- xicano de 1595: «Los indios aunque los hemos de amar y ayudar
peos de conducta. Como mostró claramente Las Casas, estas fal- quanto nos fuere posible: pero su natural por ser muy bajo y muy
sas expectativas solamente podían ser eliminadas mediante la imperfecto pide que sean regidos y governados y llevados a su fin
adquisición de una comprensión correcta de la vida y la psicolo- más por temor que por amor... Y esta gente no sabe juzgar de la
gía indias. Y esto requería, por su parte, una mayor dosis de gravedad de los pecados sino por la gravedad y rigor de la pena
buena voluntad para aprender las lenguas indias que la que sus con que son castigados.» 26
compatriotas habían demostrado hasta entonces. «Desta falta se En las palabras del obispo resuenan los ecos de un aula del
ha seguido un error no muy chequito [el cual parecerá cuán per- siglo xvi; y de hecho muchos religiosos españoles, al margen de
nicioso haya sido, el día del universal juicio], conviene a saber, su orden, veían a los indios como niños arquetípicos 27 ¿Pero qué .

haberlos por bestias tenido.» 24 implica esto? Huarte, en su libro Examen de ingenios, describe al
Habría sido igualmente posible argüir que la falta de conoci- niño como «no más que un bruto animal», movido exclusivamen-
miento les había llevado a describir a los indios como modelos te por la cólera y el deseo. La infancia, que duraba hasta la edad
de inocencia; pero dichas concepciones, al contrario que las refe- de catorce años —seguida de la «adolescencia», que duraba de
ridas a la bestialidad, no sobrevivieron mucho tiempo al contacto los catorce a los veinticinco—, era el período en el cual el espíritu
íntimo con los pueblos de América. La familiarización con el ca- racional estaba sumergido en un temperamento caliente y libre
rácter indio y las amargas experiencias de reincidiencia espiri- voluntad. Pero aunque el niño estaba cerca de la bestia, tampoco
tual entre los nativos conversos, produjeron una creciente decep- estaba muy apartado de los ángeles. «Las virtudes de la niñez
ción incluso entre los frailes que eran sus más fervientes parti- son muchas», escribió Huarte, «y pocos los vicios.» Los niños son
darios. Este desengaño, aunque explicable en términos de la si- sumisos a la disciplina y fáciles de persuadir. Son suaves y tier-
tuación de América, también refleja el cambio de actitud hacia nos, generosos y simples 28 .

el hombre en la misma Europa. En cuanto la visión optimista de Desde un punto de vista teológico, la analogía con los niños
la naturaleza humana corriente en la Europa de Erasmo y del quizá no era completamente satisfactoria. Como señaló uno de
Renacimiento perdió terreno, surgió un renovado énfasis en la sus críticos, el agustino Alonso de la Vera Cruz, en unas confe-
innata maldad y depravación del hombre, de modo que el carác-
ter de los indios americanos fue valorado de modo más negativo.
El cambio puede ser rastreado en las deliberaciones del clero 25 Véase José A. Llaguno, La personalidad jurídica del indio y el III Concilio
Mexicano (México, 1963), págs. 13 y 35.
26
Ibid., pág. 195.
23 Sobre el trasfondo del tratado de Matienzo, véase la valiosa introducción de
27 Antonio de Egaña, «La visión humanística del indio americano en los pri-
Lohmann Villena (publicada por separado en su Juan de Matienzo, Sevilla, 1966). meros jesuitas peruanos, 1568-1576«, Analecta Gregoriana, 70 (1954), págs. 291-306.
20
Apologética historia, 1, pág. 545. 28 Examen de ingenios, págs. 76 y 90-91.
78 / El mundo americano El descubrimiento de América I 79

rencias impartidas en la Universidad de México en 1553, «si fue- convencer por esos argumentos. Ningún observador podía dejar
ran incapaces como los niños e ingenuos, se seguiría que no po- de quedar impresionado por la deslumbrante disparidad cultural
drían pecar; y así todos sus vicios... no les podrían ser imputados existente entre los numerosos y diferentes pueblos de América; y
al igual que a las bestias. Pero son considerados responsables, y la mayoría de los españoles creían que incluso los indios con los
lo son correctamente. Por lo tanto tienen suficiente discernimien- niveles más altos de civilización eran en algún aspecto inadecua-
to como para cometer pecado...» 29 La analogía sugiere, sin em-
. dos. Habían demostrado su capacidad para la vida civil de acuer-
bargo, que los indios eran algo menos que hombres completos, al do con los más rigurosos criterio.. aristotélicos; pero incluso si se
tiempo que implica algo de esperanza para el futuro, ya que la probaba que no eran niños ni ingenuos, como le ocurrió a Alonso
mente india, como la mente de un niño, es una tabula rasa sobre de la Vera Cruz, aún no podía negar: «Incluso los más sobresa-
la que cualquier doctrina apropiada puede ser gradualmente im- lientes entre ellos si son comparados con nuestros españoles se
presa 3° ¿Pero qué doctrinas era necesario imprimir en esas men-
. les encuentra deficientes en muchos aspectos» 33 .

tes tiernas? Está claro que las del cristianismo. ¿Pero no eran los ¿En dónde, pues, radicaban esas deficiencias? Cuando el obis-
indios anormales también en otros aspectos? El obispo Landa po Landa argumentaba que los indios vivían, como consecuencia
termina su descripción del Yucatán, escrita alrededor de 1560, del gobierno español, «sin comparación más como hombres», re-
dando una lista convencional de los beneficios llevados a los in- sulta evidente que identificaba «hombre» con «hombre europeo»
dios por España: caballos, animales domésticos, hierro, las artes y que consideraba cualquier desviación de esa norma como una
mecánicas, el uso del dinero. «Aunque», concluye, «los indios ha- disminución de la humanidad. De modo parecido, incluso en un
bían pasado y podido pasar sin ellas, viven sin comparación con observador benévolo como Sahagún, preocupado por la aptitud
ellas más como hombres» 31 . Los indios, de hecho, carecían de de los indios para el estudio de las artes mecánicas y liberales y
algunos de los presupuestos de una forma de vida civilizada, tal la teología 34 es claro que gran parte de la argumentación gira
,

como la entendían los españoles, y puesto que carecían de estas en torno a si poseían la suficiente capacidad intelectual y racio-
cosas eran algo menos que hombres. nal como para conducir su voluntad hacia un estilo de vida que
La respuesta obvia de los partidarios de los indios cuando se los aproximase al modelo cristiano y europeo.
enfrentaban al argumento de que los bárbaros eran anormales Vivir como hombre significaba, idealmente, vivir como un es-
como seres humanos en virtud de su barbarie, era ampliar la pañol. América no era el primer sitio donde los españoles habían
definición de barbarie como concepto y limitar su aplicación a intentado promover este ideal entre las gentes sometidas a su
los pueblos de América. Este fue el planteamiento de Las Casas, gobierno. A los pocos años de la conquista de Granada, Hernando
que distinguió cuatro usos diferentes en la época de la palabra de Talavera, el primer arzobispo de Granada, decía a los moriscos
«bárbaro». De estos sólo uno —un hombre tan falto de razón que recién bautizados del Albaicín que les era necesario adecuarse en
se comporta como una bestia— se explicaba por la esencia en todas las cosas a las prácticas de los cristianos, «en vestir y calzar
lugar del accidente y no era aplicable a los amerindios 32 Pero . y afeitar y en comer y en mesas y en viandas guisadas como
muchos de los que habían tratado con los indios no se dejaban comúnmente las guisan, y en vuestro andar y en vuestro dar y
tomar y, más que mucho, en vuestro hablar, olvidando cuanto
pudiéredes la lengua arábiga y haciéndola olvidar y que nunca
29 The Writings of Alonso de la Vera Cruz, trad. y ed. Ernest J. Burrus, S.J., 2 se hable en vuestras casas» 35 .

(Saint Louis, 1968), §718. Las palabras del arzobispo sugieren lo difícil que era separar
3° Matienzo, Gobierno del Perú, pág. 18, habla de imprimir doctrina sobre ellos.
Las Casas (Apologética historia, 2, pág. 262) utiliza las palabras tablas rasas. Vasco
—si es que había existido tal deseo—, en unos cristianos recién
de Quiroga y Gerónimo Mendieta utilizan los dos la imagen de la cera blanda bautizados, los requerimientos doctrinales de su modelo de com-
(véase John Leddy Phelan, The Mikennial Kingdom of the Franciscans in the New
World, 2' ed., Berkeley y Los Angeles, 1970, pág. 150).
31 Fray Diego de Landa, Relación de las cosas del Yucatán, ed. Angel María
Garibay K. (8' ed., México, 1959), pág. 138. 33 The writings of Alonso de la Vera Cruz, §742.
32 Apologética historia, 2, págs. 637-654. «Bárbaro» podía aplicarse también a 34Véase lo dicho antes en las páginas 47-48 [91-93].
los no cristianos, a los hombres que viven sin leyes ni gobierno ordenado y a 35Antonio Gallego y Burin y Alfonso Gámir Sandoval, Los moriscos del reino
aquellos que hablan lenguas extrañas y carecen del arte de escribir. de Granada (Granada, 1968), Apéndice 4, pág. 163.
80 / El mundo americano El descubrimiento de América / 81

portamiento social. La doctrina y la conducta estaban tan pro- baros. «Si esto no es ingenio», escribió, «y si estos hombres son
fundamente unidas en la mente de la mayoría de los europeos bestias, júzguelo quien quisiere...), 40
que el fraile que escribió que «había que reducir a cristiana y La equivalencia entre civilización y posesión del alfabeto era
humana política a los que entonces vivían como bárbaros y como claramente tenida en cuenta por los europeos del siglo xvi, e in-
brutos animales» 36, difícilmente habría podido distinguir entre cluso los más celosos defensores de los indios, como Las Casas,
estas dos últimas cosas. El matrimonio y los ritos funerarios, la eran incapaces de disimular la existencia de un defecto en este
educación y el vestido —especialmente cuando se trataba de ir o punto. Pero la falta de una lengua escrita era tan sólo una entre
no vestido—, todo entraba dentro de la forma de vida cristiana. las muchas razones que hacían vulnerables a los indios a los ojos
No obstante había diferencias de opinión sobre la cuestión del de aquellos que dudaban de su capacidad para dirigir sus propias
lenguaje. Para algunos españoles, las lenguas habladas por los vidas de una manera apropiada sin la ayuda del firme control
indios eran una prueba clara de su barbarie. En un memorial español.
dado para el concilio eclesiástico de 1585, el doctor Ortiz de Hi- Incluso los testigos con más prejuicios estaban dispuestos a
nojosa de la Universidad de México describe algunas de las len- conceder que los indios eran muy diferentes entre sí. En concreto,
guas de Nueva España como «tan ynaccessibles y dificultosas algunos vivían asentados en ciudades y pueblos, mientras que
que no parecen ynstituidas por hombres sino por la naturaleza otros eran cazadores y recolectores nómadas. Para el español del
como vozes ylliteradas de páxaros o animales o animales brutos, siglo xvi, el hombre civilizado era esencialmente un hombre ur-
que no se pueden escrivir con ningún género de characteres, y bano, y es por esta razón por la que Las Casas, siguiendo los
apenas pronunciar por ser guturales y quedarse en la gargan- pasos de Aristóteles, consideró necesario dedicar tanto espacio en
ta» Por otra parte, Europa, y la propia España, estaban acos- su Apologética historia a las ciudades y a la vida urbana de la
tumbradas a la diversidad de lenguas; y aunque el conocimiento América anterior a la conquista 41 . Pero, aunque los indios satis-
del castellano podía permitir a los indios de Nueva España ad- facieran los requisitos aristotélicos al vivir en asentamientos, su
quirir, en palabras del real decreto de 1550, «nuestra policía y forma de vida dejaba mucho que desear para los que dudaban
buenas costumbres» 38 parece que el principal defecto que se atri-
,
de su capacidad racional.
buía a las lenguas indias era no tanto su opacidad como el care- Escribiendo en 1599, el capitán Vargas Machuca no tenía re-
cer de un alfabeto escrito. paros en admitir que los indios que vivían en climas más tem-
Los europeos del siglo xvi, hijos de una cultura cada vez más plados eran superiores a los de las zonas tropicales. «Es gente
dependiente de la palabra escrita, consideraban instintivamente que se viste, y tiene más policía. Pero todos ellos, los unos y los
la ausencia de ésta entre los indios de América como un signo de otros, es gente bárbara, como lo muestran en sus casas, trajes,
barbarie. ¿No había introducido el venerable Beda las letras en comidas, y curiosidad de vestidos, cosa que ellos gastan bien po-
Inglaterra, argumentaba Las Casas, para que sus compatriotas no cos, sino es en tierra templada, y aun en ella no sabían qué cosa
fueran considerados bárbaros en adelante? 39 Para Acosta incluso fuese media ni zapato, hasta que con el trato de nuestros espa-
los chinos, que formaban la mayor de las tres categorías de bár- ñoles se han venido a reducir a policía, vistiéndose y cubriéndose
baros, no tenían «verdadero escrebir y leer, pues no son letras las sus carnes con la camisa, jubón y calzón, media y zapato, som-
suyas que sirvan para palabras, sino figurillas de innumerables brero y capa.» 42 En Perú, Matienzo demostró parecidas preocu-
cosas». Pero quedó profundamente impresionado por los picto- paciones por la ropa recomendando que, al menos las clases su-
gramas de los mexicanos y por los quipus de los peruanos —dos periores indias, vistiesen a la manera europea. Esto les permiti-
pueblos que colocaba en la segunda categoría, intermedia, de bár- ría, entre otras ventajas, comenzar «a tener algún de hombres» 43 .

36 Padre Araya, Segunda parte de la historia de San Esteban, citado 413 Joseph de Acosta, Historia natural y moral de las Indias,ed. Edmundo O'Gor-
por Luis G.
Alonso Getino, El maestro fray Francisco de Vitoria (Madrid, 1930), pág. 184. man (I' ed., México, 1962), págs. 288 y 292.
37
Llaguno, La personalidad jurídica, pág. 200. 41 Apologética historia, libro tercero.
38 Richard Konentzke, Colección de documentos para la historia de la formación 42 Bernardo de Vargas Machuca, Milicia y descripción de las Indias (Madrid,
social de Hispanoamérica, 1 (Madrid, 1953), pág. 272. 1599), fol. 131v.
L Apologética historia, 2, pág. 638. 43 Gobierno del Perú, pág. 69.
82 / El mundo americano
El descubrimiento de América / 83

Fue, sin embargo, sorprendentemente tolerante con la costumbre


aquí no han tenido cosa propia, sino todo en común.» Su solución
india de dejarse el pelo largo. «Esto algunos lo tienen por malo,
era ofrecerles sus propias parcelas de tierra, así como salarios por
mas yo no hallo inconveniente que los traigan, si no es por la
su trabajo, de modo que pudieran comenzar a adquirir bienes
limpieza.» 44 Su comprensión limitada de la civilización andina
españoles. Esto, pensaba, los transformaría gradualmente en hom-
le bastó para darse cuenta de que ordenar a un indio que se
bres civilizados 47 La misma opinión fue sostenida por otro ofi-
.

cortase el pelo era equivalente a sentenciarle a muerte.


cial español en Perú, Hernando de Santillán, para el que los in-
Por tanto, el miembro de un estado civilizado, tal como lo
dios, aunque «de bajo entendimiento y poca policía», no eran tan
concebían los españoles del siglo xvi, era el habitante de una ciu-
brutos como los españoles decían que eran. Los salarios crearían
dad vestido con jubón y calzas, y con el pelo corto. Su casa no
en ellos el instinto de adquirir, y la consecuente propensión al
estaba invadida de pulgas y garrapatas. Comía en una mesa y no
trabajo 48 .
en el suelo. No tenía indulgencia para con los vicios antinaturales
La determinación de estos oficiales de introducir a los indios
y si cometía adulterio era castigado por ello. Su mujer —que
en una economía de salarios, que ellos veían como un componen-
además era su única mujer y no una entre varias— no transpor-
te esencial de un estado civilizado, nos sugiere hasta qué punto
taba a los niños en la espalda como los monos, y esperaba que
la civilización europea, incluso en su versión hispánica, había
su hijo, y no su sobrino, heredara su patrimonio. No perdía el
transitado, hacia finales del siglo xvi, en dirección a la concep-
tiempo emborrachándose, y tenía el debido respeto por la pro-
ción moderna occidental del hombre económico. Esta concepción
piedad, tanto por la suya como por la de los demás 45 . El hecho
repugnaba a aquellos que, como Las Casas, seguían a la doctrina
de que en Europa muchos de estos desiderata fuesen más reve-
de la pobreza apostólica. Sólo porque los europeos en su codicia,
renciados por su violación que por su observancia era irrelevante
argüía, están obsesionados con la adquisición de riquezas, es por
para el intento de realizarlos en el Nuevo Mundo de América.
lo que describen a los indios como holgazanes, cuando de hecho
Servían para fijar un modelo mediante el cual los europeos po-
su tierra es tan abundante como para exigir un mínimo de tra-
dían evaluar a los hombres no europeos. Es verdad que el modelo
bajo, y pueden dedicar el tiempo restante a cazar, a las artes y
no fue adoptado sin desafío. La tendencia al primitivismo y el
a las fiestas 49 Salvo pocas excepciones so , el carácter ceremonial
.

anhelo de inocencia característicos del pensamiento renacentista


y ritual del trabajo en la sociedad amerindia era demasiado com-
dieron lugar a una constante ambigüedad en la reacción europea
plejo como para ser entendido por los españoles quienes acaba-
ante las costumbres en estado natural de los pueblos de Améri-
ca 46 Pero la ambigüedad afectaba en mayor grado a aquellos
.
ban de entrar por aquel entonces —quizá de una forma inadecua-
da—, en el mundo de los salarios y del reloj.
que se encontraban más lejos de los indios. Los oficiales que te-
nían que enfrentarse a la responsabilidad de integrarlos bajo el Mientras que algunas cualidades suscitaban respeto, e incluso
nuevo gobierno español tenían menos dudas. Consideraban a los admiración —la bravura e independencia de los indios araucanos
en Chile, 51 por ejemplo, o la notable aptitud de muchos indios
indios intolerablemente holgazanes, por razones que para ellos
eran perfectamente evidentes. Aristóteles les había enseñado que peruanos y mexicanos para las artes y técnicas europeas 52 el -,

es el cariño por los bienes privados el que hace trabajar a los indio, evaluado por el criterio del hombre europeo del siglo xvi,
hombres. «Ansí», arguye Matienzo, «estos pobres indios no es mu- era claramente un fracaso. Esto era así, en parte, porque el pro-
cho que sean ociosos y no tengan cuidado de trabaxar pues hasta pio criterio utilizado se derivaba de la situación europea y era

47 Gobierno del Perús pág. 20 («... entrar en ellos la pulida»).


" Ibid., 48 «Relación del origen... y gobierno de los Incas», en Crónicas peruanas de
p. 80. Sobre una preocupación parecida en la reacción británica ante
interés indígena, ed. Francisco Esteve Barba (BAE, 209, Madrid, 1968), pág. 140.
el indio norteamericano, véase The Complete Writings of Roger Williams, 1 (Nueva
49 Historia de las Indias, ed. Agustín Millares Carlo, 2 (México, 1951), págs.
York, 1963), pág. 136 y nota 97.
463-464.
45 Sobre estas y otras críticas contrarias a las costumbres y conducta de los
56 Señaladamente Alonso de Zorita, Los señores de Nueva España, ed. J. Ramí-
indios, véase Vargas Machuca, Milicia, fols. 132v-137v.
46
rez Cabañas (México, 1963), págs. 131-134.
Para un ejemplo esclarecedor sobre esta ambigüedad y sobre cómo afectó a SI
Por ejemplo Acosta, Historia natural y moral, pág. 131.
un individuo particular, véase Elizabeth Armstrong, Ronsard and the Age of Gold
52 Cf. Matienzo, Gobierno del Perú, pág. 18, y Bernardo Vargas Machuca, Refu-
(Cambridge, 1968).
tación de Las Casas (ed. París, 1913), pág. 229.
84 / El mundo americano

totalmente inadecuado para valorar a la razas no europeas del


mundo, y en parte, también, porque los indios, desmoralizados y
paralizados psicológicamente por la experiencia de la conquista
1 El descubrimiento de América / 85

por su preocupación por el bienestar de sus súbditos y por su


capacidad para movilizarlos en las grandes obras públicas 56 . Sin
embargo su poder era identificado, al mismo tiempo, con la tira-
y la colonización, encajaban muy bien en las bajas expectativas nía, que, como argüía Acosta, representaba una característica in-
de la generación postrenacentista, profundamente persuadida de trínseca de la barbarie. «Cuanto los hombres son más allegados
la depravación del hombre. Si el indio se comportaba a menudo a la razón, tanto es más humano y menos soberbio el gobierno...
tal y como era descrito —«gente viciosa, ociosa, de poco trabajo, Mas entre los bárbaros todo es al revés, porque es tiránico su
melancólicos, cobardes, viles, mal inclinados, mentirosos, ingra- gobierno y tratan a sus súbditos como a bestias...» 57 La lógica
tos, de poca memoria y de ninguna firmeza, idólatras dados y de este argumento parecía reservar la máxima admiración para
acostumbrados a los pecados nefandos y abominables», por citar aquellas tribus que se hubieran negado a soportar reyes y gober-
la descripción que de los desdichados habitantes de la Española nantes absolutos, y que vivían en los que describía como behe-
hace el traductor al español de Boemus, Francisco Tamara 53- trías —las viejas jurisdicciones castellanas de señores elegidos
esto podría deberse, en buena parte, a que los europeos le habían libremente—, eligiendo a sus capitanes y a sus jefes para emer-
convertido en eso. gencias temporales. Pero, en la práctica, Acosta no duda al afir-
Enfrentados a este ser humano defectuoso, la reacción instin- mar que el mejor gobierno para el nuevo mundo era el gobierno
tiva de los españoles fue dar gracias a Dios, como hace Tamara, monárquico de Montezuma y el de los incas, «aunque éstos eran
por «hacernos cristianos y no infieles; políticos y no bárbaros; en mucha parte tiránicos» 58 .

españoles y no moros ni turcos, sucios idólatras» 54 La única


.
Las acrobacias mentales de Acosta ilustran intensamente el
manera de romper con esta corteza de autocomplaciencia era in- conflicto presente en la sociedad europea del siglo xvi entre las
troduciendo una dimensión histórica, no simplemente contem- demandas opuestas de libertad y orden; y no es sorprendente ver
plando al indio tal y como era entonces, sino también viendo que es finalmente por el orden por lo que se decide el europeo
cómo había sido en el pasado. de finales del siglo xvt. Sin embargo, la propia existencia de este
Esta fue la gran realización de hombres como Durán, Las Ca- conflicto en el pensamiento europeo influía en las valoraciones,
sas, Sahagún y Acosta. Mediante un paciente proceso de recons- carentes en su mayoría del entusiasmo incondicional, de la orga-
trucción histórica, digno de unos hombres que habían leído a los nización del estado precolombino. No obstante, tan pronto como
historiadores de la antigüedad, lograron recomponer los rasgos la discusión se trasladaba del estado a la familia las reticencias
de las civilizaciones indígenas que ya habían desaparecido de disminuían. Tanto Las Casas como Sahagún y Acosta trataron
forma definitiva. Aunque en este proceso de reconstrucción en- con gran detalle y con abierta admiración el estricto sistema az-
contraron muchas cosas que les repugnaban como europeos y

1
teca de educación de los niños y la naturaleza respetuosa de la
cristianos, también hallaron muchas otras dignas de auténtica relación de los niños con sus padres. «Ninguna cosa más me ha
admiración. Quedaron impresionados, en particular, por las rea- admirado», escribe Acosta, «ni parecido más digna de alabanza
lizaciones de las grandes civilizaciones precolombinas de Améri- y memoria, que el cuidado y orden que en criar sus hijos tenían
ca en el gobierno, la educación y las obras públicas. Había, como los mexicanos. Porque entiendo bien que en la crianza e institu-
escribió Sahagún, «muchas cosas notables en el modo de regir ción de la niñez y juventud consiste toda la buena esperanza de
que estos infieles tenían» 55 , cosas que un europeo del siglo XVI una república [lo cual trata Platón largamente en sus libros de
podía apreciar y en cierta medida comprender. legibus] dieron en apartar a sus hijos de regalo y libertad, que
Se pueden encontrar algunas contradicciones en las reaccio- son las dos pestes de aquella edad, y en ocupallos en ejercicios
nes españolas frente a los sistemas de gobierno de los incas y de
los aztecas que reflejan las propias contradicciones de la Europa
del siglo xvi. Eran admirados por su poder y eficacia, así como 56 Las Casas, como era de esperar, subraya todas estas conquistas de las civi-

lizaciones precolombinas y es especialmente entusiasta con la solicitud de los incas


para con las viudas, huérfanos y pobres (véase la Apologética historia, 2, págs. 598
53 El libro de las costumbres, pág. 253. y 626-627).
" Ibid., pág. 5. " Historia natural y moral, pág. 293.
55 Historia general, 2, pág. 282. 58 !bid., págs. 304-305.
86 / El mundo americano
El descubrimiento de América / 87

nísima astucia los persuadió a tan infernal hazaña» 63 Al enfren-


provechosos y honestos.» 59 ¿Podría ser que Acosta y sus compa-
.

ñeros vislumbraran en el sistema educativo azteca una relación tarse con las características más misteriosas de las sociedades
de disciplina que sentían que estaba desapareciendo en los hoga- desconocidas, la de Europa del siglo xvt, obsesionada por el con-
flicto cósmico entre Dios y el diablo, encuentra las respuestas a
res europeos?
La introducción por hombres como Sahagún y Acosta de la su confusión en el diabolus ex machina.
perspectiva histórica en su estudio del hombre no europeo les fue En algunos aspectos esta obsesión por los poderes de las ti-
muy útil para que se reafirmaran en la tesis que atribuía un alto nieblas proporcionó incentivos adicionales para la investigación.
grado de racionalidad a los indios de los Andes y del centro de Sin ella, Sahagún y sus colegas nunca habrían estudiado tan pro-
México. Pero siempre llegaba un momento en el que la historia fundamente las complejidades del calendario azteca. «Este arti-
fallaba. Podía utilizarse, como hizo Las Casas, para tratar de es- ficio de contar», escribe Sahagún en el prólogo a su cuarto libro,
tablecer paralelismos entre los indios de América y los pueblos dedicado a los días festivos y a las profecías de los aztecas, «o es
de Europa antes de la llegada del cristianismo; pero para estos arte de nigromántica o pacto y fábrica del demonio, lo cual con
investigadores del siglo xvi algunas prácticas sólo les resultaban toda diligencia se debe desarraigar.» ". Al mismo tiempo la preo-
explicables cuando la discusión se trasladaba del campo de la cupación de Europa por el diablo representaba un obstáculo para
historia al de la teología. Incluso en la gran obra de Sahagún, la comprensión profunda de las sociedades indígenas. Apenas re-
que es todo lo «objetiva» que puede esperarse que sea una inves- sultaba necesario investigar el sistema indio de creencias y con-
tigación etnográfica del siglo xvi, hay en el trasfondo una sombra ductas sociales para buscar explicaciones al canibalismo y a los
sacrificios humanos, cuando a esos ritos horribles se les concebía
siniestra, la del mismo Satán.
El diablo acechaba la América del siglo xvi de la misma ma- como inherentes a la misma condición del paganismo. Los paga-
nera que acechaba el continente europeo, y sus maquinaciones se nos, como señaló Acosta, eran en virtud de su paganismo esclavos
veían por todas partes. Es bien sabido, como decía Vargas Ma- del príncipe de las tinieblas y, en consecuencia, propensos a todas
chuca, que «la malicia del demonio ordinariamente prestada, qui- las formas de maldad 65 .
tan la razón a los humanos, para que queden convertidos en bru- De todas formas, y de modo paradójico, la explicación diabó-
lica de los rituales repugnantes ayudó a facilitar la tarea de todos
tos animales» 61 . Desde la embriaguez al canibalismo siempre era
la misma historia. La embriaguez, para Las Casas, era «defecto aquellos que veían a los indios como seres humanos racionales.
Si la responsabilidad de los actos bestiales podía ser atribuida al
de todos los gentiles por industria del demonio» 62 . La «bestial y
endiablada práctica» del sacrificio de niños entre los aztecas no diablo, el indio podía ser presentado como un hombre engañado
era culpa de los padres, según Sahagún, sino del «crudelísimo en lugar de defectuoso. Entonces, inevitablemente, como la luz
odio de nuestro enemigo antiquísimo Satanás, el cual con malig- del cristianismo aleja la oscuridad, los engaños desaparecerían y
estos paganos ignorantes podrían recuperar el espíritu verdade-
ramente sano.
Tras este argumento se esconde una postura crítica: que la
lbid., pág. 315. diversidad cultural —la desviación respecto a la norma que los
Las Casas, al menos, se apresura a señalar la moraleja a los padres europeos.
Apologética historia, 2, pág. 421.
habitantes de la cristiandad se habían proporcionado a sí mis-
61 Refutación de Las Casas, págs. 170-171.
mos— podía explicarse mediante el proceso de degeneración que
62 Apologética historia, 1, pág. 183. El alcoholismo entre los indios fue uno de afligía a los descendientes de Adán en su caminar errante por este
los problemas que más preocuparon a los misioneros y funcionarios, y constituía, mundo ". Si esto era así, la llegada de los españoles con el evan-
a los ojos de sus detractores, una de las pruebas más claras de su inferioridad
natural. No obstante, la cuestión fue tratada benévola e inteligentemente por Alon-
°3 Historia general, 1, pág. 142.
so de Zorita (Los señores de Nueva España, págs. 57-59), quien vio que podía tra- " Ibid., 1, pág. 315.
tarse de un fenómeno posterior a la conquista, producido por el cambio de cir-
65 Historia natural y moral, pág. 216. El diablo en América apenas recibe su
cunstancias bajo el dominio español. Para un tratamiento breve y actualizado véa-
merecido en Rafael Heliodoro Valle, «El diablo en Mesoamérica», Cuadernos Ame-
se, para México, Charles Gibson, The Aztecs Under Spanish Rule (Stanford, 1964) ricanos, año XII, núm. 2 (1953), págs. 194.208.
[hay trad. cast.: Los aztecas bajo el dominio español, México, 1987 7], pág. 150, y,
66 Sobre las explicaciones de la diversidad cultural en los siglos xvi y mal, véase
para Perú, Fernando de Armas Medina, Cristianización del Perú (Sevilla, 1953),
Hodgen, Early Anthropologv, especialmente los capítulos 6 y 7.
págs. 577-58 I .
88 / El mundo americano El descubrimiento de América / 89

gelio cristiano podría ayudar a reparar las funestas consecuen- briedad y la moderación, y, consecuentemente, habían consegui-
cias del tiempo y la desobediencia. El consiguiente derecho de do controlar el vicio. Los españoles, por el contrario, ignoraban
España sobre estos pueblos infortunados nadie lo describe mejor las especiales propiedades de las regiones que habían conquista-
que Acosta, ya a finales del siglo xvi: «A todos éstos que apenas do y habían introducido un sistema inadecuado a la disposición
son hombres, o son hombres a medias, conviene enseñarles que del país ' 1 .
aprendan a ser hombres e instruirles como a niños.» 67 Este argumento tenía profundas implicaciones para la misión
Una política civilizadora al estilo hispánico siempre había te- «civilizadora» de Europa en el mundo de ultramar. Estaba muy
nido sus críticos entre aquellos cuya primera preocupación era la bien que Acosta argumentase que «a todos éstos que apenas son
de predicar el evangelio. Los frailes, celosos de su propia influen- hombres, o son hombres a medias, conviene enseñarles que apren-
cia sobre sus pupilos indios, estaban naturalmente preocupados dan ser hombres»; pero ¿qué pasó en la práctica con este intento?
por mantenerlos sin contaminar por los vicios europeos. El ideal La respuesta la proporcionó un joven médico, Juan de Cárdenas,
para ellos era la superposición del cristianismo sobre la antigua natural de Ciudad de México, quien en 1591 escribió un libro
estructura social pagana 68 . La condición de los indios tras unas titulado Problemas y secretos maravillosos de las Indias 72 . En él
pocas décadas de dominación española sólo vino a confirmar los dedicó algunas páginas a la cultura de los indios chichimeca del
temores que siempre habían abrigado. Les vieron convertirse en norte de México, a los que describió como «una gente bárbara y
un pueblo roto y desmoralizado; y el franciscano Mendieta escri- salvaje jamás sujeta ni domada por otra nación alguna». Vivían
bió en 1596 sobre «la vergüenza que los cristianos deberíamos entre las rocas y los riscos; no usaban vestido y olían a demonios.
tener de que unos infieles, y de menos talento, hayan tenido en No tenían Dios, ni ritos, ni costumbres; realizaban en público
su infidelidad mejor policía y gobierno, en lo que es costumbres actos bestiales y toda su vida la pasaban entregados a matar
morales, que el que tienen, siendo cristianos, debajo de nuestra animales y hombres. Pero admitió que en su propio país eran
mano» 69. valientes, fuertes y sanos, a pesar de su dieta repulsiva.
Pero ¿qué fue lo que falló?, si es que falló algo. Para muchos Sin embargo, si se capturaba un chichimeca y se trataba de
españoles eran menos impresionantes los desastres, que la trans- civilizarle, ¿qué ocurriría? Languidecería y decaería. Cárdenas
formación milagrosa operada en los indios con la introducción encuentra la explicación de este lamentable cambio en el ambien-
de la civilización europea ". Sahagún, sin embargo, tenía una te y en las costumbres. La comida española es antinatural para
respuesta. Después de describir la organización y la forma de un hombre que ha vivido toda su existencia con una dieta de
vida de los mexicanos en el período anterior a la conquista, hace raíces y bayas. La degradación y muerte de los chichimecas en
notar que todo eso ha desaparecido con la llegada de los españo- manos de los españoles había de adscribirse, por tanto, a «la
les, que habían destruido sus costumbres y sistema de gobierno, mudanza de aires, mantenimientos, costumbres y modo de vivir,
«y quisieron reducirlos a la manera de vivir de España». En su por donde se puede con justa causa decir por ellos que mudar
opinión, esto era un desastre por razones ambientales. El buen costumbre es a la par de muerte» 73 .
gobierno es aquel que armoniza con las especiales necesidades de El tratado de Cárdenas delata una mente ortodoxa, educada
un pueblo, y éstas están determinadas por el temperamento y el en los autores al uso estudiados en la Europa del siglo xvt: Aris-
clima. La naturaleza de México, y las constelaciones bajo las que tóteles, Galeno, Hipócrates. Sus argumentos, al igual que los de
se encontraba, hacían que fuese una tierra cuyos habitantes se Sahagún sobre los infortunados resultados del intento de reducir
inclinaban naturalmente a la holgazanería y al vicio. Los aztecas, a los indios mexicanos a la forma de vida española, muestran
reconociendo instintivamente este hecho fundamental, habían in- cómo la herencia clásica una vez más había venido en ayuda de
ventado una forma de gobierno que se caracterizaba por la so- Europa, cuando ésta se enfrentó con pueblos y costumbres extra-
ñas. El único remedio para la complacencia •etnocéntrica era el
67 De procuranda Indorum salute, ed. Francisco Mateos (Madrid, 1952), pág. 48. sentido de la perspectiva temporal y espacial. La perspectiva del
68 Phelan, The millemial Kingdom of the Franciscans, pág. 87.
68 Fray Gerónimo de Mendieta, Historia eclesiástica Indiana (ed. México, 1870), 71 Historia general, 3, págs. 158-160.
pág. 75. 72 Problemas y secretos maravillosos de las Indias (ed. facsímil, Madrid, 1945).
70 Por ejemplo Vargas Machuca, Refutación, págs. 229-230. 73 Folios 200v-203v.
90 / El mundo americano El descubrimiento de América I 91

tiempo la proporcionaron hombres que, educados en Herodoto y roso proceso del descubrimiento europeo del hombre. Ningún cris-
Plinio, estaban dispuestos a embarcarse en la investigación his- tiano podía aceptar una explicación absolutamente determinista
tórica de la organización social y de las costumbres de pueblos de la diversidad humana inalterable de la existencia. La religión
con los que habían entrado en contacto. De forma parecida, la y la educación debían transformar, gradualmente, incluso a aque-
perspectiva del espacio la proporcionaron hombres cuya educa- llos que vivían en las condiciones naturales más desfavorables.
ción clásica les hacía sensibles al significado de la geografía y del Pero la consciencia de la diversidad y la necesidad de moderar
clima. El ambientalismo que, con demasiada frecuencia, es aso- el gobierno de acuerdo con el ambiente y las características so-
ciado exclusivamente a la figura señera de Bodino, pero que de ciales, constituían de por sí un reconocimiento de la complejidad
hecho está profundamente arraigado en el pensamiento del si- del hombre.
glo xvi 74 constituía por sí mismo un importante estímulo para
, Aplicada a la misma Europa esta consciencia no era nada nue-
la tolerancia. Ya que si las diferencias climáticas y topográficas vo. De hecho era una perogrullada que las leyes y los gobiernos
creaban humores y temperamentos diferentes, queda implícita- debían ser establecidos adecuándose a las circunstancias loca-
mente sugerida la lógica de aceptar que regiones diferentes de la les 76 . Después de todo, la diversidad era un hecho establecido en
tierra debían disfrutar de un estilo de vida y de una organización la vida europea. Pero, aplicada a las condiciones no europeas en
social apropiados a sus necesidades. regiones donde el gobierno era disfrutado por europeos, la pero-
Estas concepciones ambientalistas pueden, de alguna manera, grullada suscitaba algunas preguntas incómodas dirigidas a re-
haber inhibido el desarrollo de la antropología en la Europa del flexionar sobre los valores y los criterios del mundo europeo. Los
siglo xv.t, puesto que si la explicación de la diversidad recae en españoles en América fueron de los primeros europeos que se
los lugares y no en los pueblos, poco se puede hacer excepto acu- enfrentaron a estas preguntas. El descubrimiento y colonización
mular información sobre la variedad de la conducta humana y de este extraño nuevo mundo les obligó a enfrentarse con el pro-
anotar la repetición de algunos modelos a la luz de parecidas blema de la naturaleza del hombre, no sólo como criatura capaz
condiciones topográficas ". Pero al mismo tiempo estas concep- o incapaz de salvación, sino también como ser físico y social que
ciones permitían que al menos un puñado de europeos fueran debía, o no, adecuarse a alguna imagen predeterminada. Sus pre-
desasosegadamente conscientes de que la imposición de modelos guntas fueron en algunas ocasiones mal planteadas y sus respues-
europeos a los pueblos no europeos bajo su dominio podía no ser, tas en ocasiones incorrectas. Pero América condujo, al menos a
después de todo, un bien inmaculado. Habían hecho el perturba- algunos, a ensanchar y profundizar su concepto del hombre y a
dor descubrimiento de que el hombre y el hombre europeo no buscar en las tradiciones del legado histórico y geográfico de Eu-
eran necesariamente idénticos. Y, lo que era aún más perturba- ropa para comprender mejor a los pueblos confiados a su respon-
dor, que no tenían por qué serlo. sabilidad. En el curso de la búsqueda se vieron conducidos, irre-
Ciertamente, una cosa es aceptar el hecho de la diversidad sistiblemente, hacia el reconocimiento de la simultánea unidad y
para los pueblos que vivían fuera de la esfera de la jurisdicción diversidad de la raza humana. Por tanto, en tales circunstancias,
europea, y otra muy distinta aceptarla para aquellos que eran los era completamente normal que, al retratar a los indios, también
súbditos de los reyes europeos. No era probable que la corona se retrataran inconscientemente a sí mismos.
española fuera desviada de su intento de introducir «policía» en
sus dominios de América por la manifestación de algunas dudas
sobre las consecuencias psicológicas y sociológicas del proceso
para sus vasallos indios. Sin embargo, la misma expresión de
duda y vacilación tenía importancia de por sí en el lento y dolo-

74 M. J. Toolcy, «Bodin and the Medieval Theory of Climate»,


Speculum, 28
(1953), págs. 64-83. También Clarence J. Glacken, Traces on the Rhodian Shore
(Berkeley, 1967), cap. 9.
75
Véase John H. Rowe, «Ethnography and Ethnology in the Sixteenth Cen-
tury», The Kroeber Anthropological Society Papers, 76 Cf. Tooley, «Bodin», págs. 78-80.
núm. 39 (1964), págs. 1-19.

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