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Medios para adquirir y acrecentar la caridad.

Antes que nada hay que saber que la virtud de la caridad, es un don de Dios, por lo cual nadie puede
alcanzarla por si mismo; Por eso nos lo dice el Apóstol San Juan: “No es que nosotros hayamos amado
a Dios, si no que Él nos amó a nosotros primero”(1 Jn: 4,10).

Conviene hacer notar también que, aunque todos los dones proceden del Padre, este él de la caridad
sobrepasa a todos los demás. Los otros se pueden poseer sin la caridad y sin el Espíritu Santo; pero si se
posee, se tiene el Espíritu Santo forzosamente: “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado”(Rom. 5,5)

Sin embargo, aunque la caridad sea un don de Dios, se requieren de nuestra parte algunas disposiciones
para poseerla.

Concretamente dos cosas en particular para alcanzar la caridad, y otras dos para acrecentarla una vez
conseguida.

1. Lo primero que hace falta para obtener la caridad es oír con atención la palabra de Dios. Ya que esto
ya ocurre a nivel humano: Por Ej. Se despierta nuestro interés o cariño hacia una persona cuando oímos
relatar sus buenas acciones. Así también, escuchando la palabra de Dios nos inflamamos en su amor.
“Encendida sobre manera es tu palabra, y tu ciervo la amó” (Sal. 118,140) “La palabra del Señor lo
había inflamado” (Sal.104,19) Por este motivo aquellos dos discípulos, abrasados en amor divino,
decían: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las
escrituras?” (Lc. 24,32)

2. Lo segundo que hace falta par adquirir esta virtud es ejercitarse continuamente en pensamientos
buenos. Ya que seria necio quien considerando los beneficios que ha recibido, los peligros que ha
escapado, y las bienaventuranzas que Dios les promete, no se inflamase en amor divino. Por eso dice san
Agustín: Duro de corazón es el hombre que negándose a dispensar amor, rehúse hasta compensarlo.
En general, del mismo modo que los malos pensamientos destruyen la caridad, los pensamientos buenos
la alcanzan, nutren y conservan. Por eso se nos manda: “Apartad de mi vista la maldad de vuestros
pensamientos” (Is. 1,16) Los malos pensamientos alejan de Dios (Sap. 1,3)

Como dijimos al principio dos cosas son necesaria también para acrecentarla.

1. La primera consiste en mantener separado el corazón de los bienes terrenos. Por que nuestro
corazón no es capaz de darse íntegramente a amores diversos. Nadie puede amar a Dios y al mundo. Por
consiguiente, cuando más se aleja nuestro espíritu del amor de lo terreno, tanto más solidamente se
afianza en el amor a Dios. Así nos lo dice San Agustín: “El veneno de la caridad es el afán de obtener y
conservar bienes temporales; su auge reside en la mengua del ansia; la perfección de aquella, en la
ausencia de esta; por que la raíz de todos los males es la ansia” Por tanto, trabaje en cercenar su ansia
quien desee fomentar su caridad.

2. Contribuye en segundo lugar a acrecentar este amor el sufrir con gran paciencia la adversidad. Por
experiencia sabemos que, cuando soportamos pruebas difíciles por alguien a quien queremos, no se
derrumba el amor, sino que crece. “Aguas torrenciales (esto es abundantes tribulaciones) no pudieron
apagar el amor”(Cant.8,7) Y así los santos, que soportan por Dios contrariedades

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