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Las centrales térmicas de ciclo combinado generan electricidad transformando la energía calorífica de combustibles como el gas natural en energía mecánica a través de un generador de vapor y una turbina, y luego en energía eléctrica mediante un alternador. Estas centrales son más eficientes que las térmicas convencionales, emitiendo menos CO2, pero hacen que España dependa de otros países para obtener gas natural. Además, aunque suelen ubicarse cerca de ríos para refrigeración y en zonas poco pobladas para reducir
Las centrales térmicas de ciclo combinado generan electricidad transformando la energía calorífica de combustibles como el gas natural en energía mecánica a través de un generador de vapor y una turbina, y luego en energía eléctrica mediante un alternador. Estas centrales son más eficientes que las térmicas convencionales, emitiendo menos CO2, pero hacen que España dependa de otros países para obtener gas natural. Además, aunque suelen ubicarse cerca de ríos para refrigeración y en zonas poco pobladas para reducir
Las centrales térmicas de ciclo combinado generan electricidad transformando la energía calorífica de combustibles como el gas natural en energía mecánica a través de un generador de vapor y una turbina, y luego en energía eléctrica mediante un alternador. Estas centrales son más eficientes que las térmicas convencionales, emitiendo menos CO2, pero hacen que España dependa de otros países para obtener gas natural. Además, aunque suelen ubicarse cerca de ríos para refrigeración y en zonas poco pobladas para reducir
ACTIVIDAD 4 MAPA CONCEPTUAL DE IMAGEN ALUMNO: JOSE LUIS VALDEZ RODRIGUEZ CARRERA: ING. INDUSTRIAL Las centrales térmicas o termoeléctricas generan la mitad de la electricidad consumida en España, pero al utilizar combustibles fósiles, son también importantes focos de emisiones contaminantes, aunque sus gastos de construcción no son demasiado elevados. Los avances tecnológicos han permitido mejorarlas, dando lugar a las denominadas centrales térmicas de ciclo combinado. La eficiencia de estas centrales ha mejorado sensiblemente frente a sus predecesoras: Una térmica convencional difícilmente supera un 30% de rendimiento, mientras que las de ciclo combinado pueden alcanzar el 55%. Por ello, su efecto contaminante es también mucho menor: Su producción de CO2 por kilovatio (KW) y hora ronda los 350 gramos, frente a los 1.000 gramos por KW y hora de las térmicas que consumen carbón. Gracias a esa eficiencia, las compañías eléctricas pueden recuperar antes el capital invertido en su construcción, por lo que suponen un buen negocio. Permiten la utilización del gas natural como combustible, pero hace que España dependa de otros países para conseguirlo, ya que sus existencias en este gas son limitadas. Una central térmica transforma la energía calorífica de un combustible (gas, carbón, fuel) en energía eléctrica. El combustible que arde en la caldera produce energía, debido a la combustión de ese combustible, que sirve para evaporar el agua en un generador de vapor pasando luego través de un circuito cerrado. El chorro de vapor generado hace accionar una turbina que mueven el rotor del alternador, produciendo energía eléctrica. Este vapor de agua en movimiento proporciona energía mecánica a la turbina de la central. El alternador es la parte común a todas las centrales térmicas. Su misión es transformar la energía mecánica en energía eléctrica que luego va a la red. Una parte de ésta energía se pierde. El vapor se licúa en un condensador gracias al agua fría de un circuito cerrado externo. El agua líquida forma parte de un circuito cerrado y volverá otra vez a la caldera, previo calentamiento. Los productos de la combustión son eliminados por una chimenea. Contribuye al efecto invernadero, pues libera dióxido de carbono y óxidos de nitrógenos que generan lluvias ácidas. Estas centrales suelen ubicarse en las riberas de los ríos, para disponer de agua de refrigeración, y en zonas naturales poco pobladas, donde los terrenos son más baratos. Las consecuencias negativas por ello son diversas. Por un lado, además del consumo de agua en sí, elevan la temperatura del agua y el aire cercanos, cambiando así las condiciones naturales del entorno. Por otro lado, el emplazamiento en terrenos naturales impide el desarrollo de prácticas agrícolas, ganaderas o de turismo rural.