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SEXTO DOMINGO TO
15 de febrero de 2015
1. INVOCACIÓN AL ESPÍRITU
3. REFLEXIONANDO LA PALABRA
La curación instantánea de la lepra era signo de los tiempos mesiánicos, de la presencia del Mesías en el pueblo.
Había llegado el Mesías, ya que la persona humana era reintegrada a la sociedad y Dios “limpiaba” el pe-
cado del leproso.
Es como la confirmación de la alianza de Dios con su pueblo, el Dios que ha convertido la historia de Israel
en historia de salvación, el Dios que ha cumplido en el Mesías la promesa de liberar cuerpos y espíritus.
El leproso curado, a pesar del mandato de Jesús, no oculta su alegría. Pregona entusiasmado el cambio de
vida, su nueva regeneración, su dignidad de persona.
Jesús sufre las consecuencias de esta “buena noticia” que pregona el leproso curado. Pues no podía estar
abiertamente en ninguna ciudad. Tenía que quedarse fuera, en lugares despoblados (v. 45). Jesús es el mar-
ginado, que asume las consecuencias de enfrentarse a unas leyes injustas. Así va encontrando su propia vocación
de “Mesías oculto”, que, incomprendido totalmente por las autoridades políticas y religiosas, terminará crucifi-
cado.
LECTIO DIVINA Trinitarios
4. MEDITA
Me pongo en la persona de Jesús. Deseo ser “otro Cristo” y tener sus mismos sentimientos. Toda
mi vida he estado luchando contra las “fuerzas del mal hay dentro de mí” para conseguir ser y vivir como Je-
sús.
Como trinitari@, como miembro de la Familia Trinitaria o en mi situación de laic@, me siento imbuido por la
fuerza del carisma trinitario desde la misericordia, la compasión, la ternura ante el dolor y sufrimiento de los
más débiles.
¿Cómo actúo y desde dónde, al estar al lado de los pobres, marginados y excluidos de hoy?
Por razón de mi apostolado constantemente me encuentro con personas marcadas, de una u otra manera,
como el leproso del evangelio, por un sinfín de sufrimientos. Gentes excluidas, catalogadas como indeseables,
delincuentes, extranjeros, irrecuperables, gitanos/rumanos, personas marcadas con el sello de antisociales,
condenados por la sociedad y por gran parte de personas religiosas puritanas.
¿Cómo me sitúo ante estas personas? ¿Cuál es mi reacción cuando un “leproso” de ahora se me acerca a
decirme “si quieres, puedes limpiarme”? ¿Soy valiente, como Jesús, para apostar por salvar a la persona,
para devolverle su dignidad, amén de otros beneficios, como la fe, aunque eso suponga “nadar contra co-
rriente” y de ponerme en contra y denunciar los criterios sociales farisaicos que desprecian, humillan y mar-
ginan a tanto pobre abandonado? ¿Seré capaz, también, de correr el riesgo de ser “señalado” por sectores re-
ligiosos de hoy que no ven con buenos ojos el que se luche por recuperar a esos “nuevos leprosos” y se les
ayude a recuperar su libertad, a integrarlos de nuevo en la sociedad y ser admitidos como hermanos de pleno
derecho en la comunidad de los creyentes en Cristo?
LA MANO DE DIOS
Me contó un día un voluntario de Pastoral Penitenciaria que se había sobrecogido al escuchar a un preso, en una de
las reuniones que tenían en el Módulo, que él definía a Dios como una mano. Al parecer, habían estado reflexionando
sobra la creación y de cómo Dios “creó”, “modeló” al hombre de arcilla a su imagen y semejanza,…. El voluntario
creyó que se refería a la mano creadora de Dios, al hecho de modelar la arcilla. Pero no. Se estaba refiriendo a que
Dios “en persona” se le acercaba cada vez que el voluntario iba al Módulo y “le estrechaba la mano”, saludándole
con jovialidad, alegría y cariño. Ese simple gesto, que puede quedar convertido en un impersonal saludo rutinario y
frío, era vivido por aquel preso como una profunda experiencia religiosa, un encuentro con el Dios cercano, compasi-
vo y bondadoso que, cada semana, le alargaba la mano con cariño y ternura.
LECTIO DIVINA Trinitarios