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EL BAUTISMO
SEGÚN LAS SAGRADAS ESCRITURAS
Bautismo y regeneración
¿Inmersión o aspersión?
¿Es verdad que, una vez salvada, la persona queda salvada para
siempre?
Por:
UURAS SAARNIVAARA, Dr. En Filosofía y Teología
Vantage press, Inc., Nueva York
PRÓLOGO
En la oración y la esperanza del autor que las discusiones presentadas en este libro
conduzcan a los cristianos a un entendimiento mejor de la doctrina bíblica acerca del
bautismo, y a la obediencia a las verdades que el Señor nos ha revelado en su santa
Palabra.
Uuras Saarnivaara.
Hancock, Michigan, febrero de 1953
Bautismo -3-
CONTENIDO
PRÓLOGO 1
INRODUCCIÓN 2
I. EL BAUTISMO DE INFANTES
1. Circuncisión y bautismo
2. El bautismo de prosélitos y el bautismo de familias
3. Jesús y los niños
4. Niños de padres cristianos
5. El bautismo de Jesús
NOTA ( I. El bautismo de infantes).
CONCLUSIÓN
RESUMEN COMPARATIVO
Bautismo -4-
INTRODUCCIÓN
Martín Infantini y Juan Bautigrand vivían como vecinos en el pueblo de Sión. Martín
era miembro que practicaba el bautismo de infantes. Juan por su parte pertenecía a una
iglesia que enseñaba que el bautismo es un acto administrado en el nombre del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo, y consiste en sumergir en agua a una persona después de
que ésta hizo confesión de su fe en Cristo. 1.
En una y otra ocasión, Juan y Martín habían intercambiado opiniones acerca del
bautismo. Pero una noche decidieron discutir el asunto con más profundidad. Sin
embargo, no pudieron arribar a ninguna conclusión, por lo que acodaron seguir
dialogando el día siguiente. Entonces, fue Juan el que abrió la discusión.
Juan Bautigrand: Te acordarás, Martín, de los tiempos en que los dos éramos
miembros de tu iglesia ¿no? Recordarás también que después yo me afilié a la que
pertenezco ahora ¿no? La razón fue que el Señor me abrió un nuevo entendimiento de lo
que es su voluntad con respecto al bautismo. Yo quería ser obediente a su Palabra, y
tener un bautismo tal como lo enseña la Biblia. No te creas que me resultó fácil cortar
con los lazos que me unían a la iglesia de mi infancia y juventud, y afiliarme a otra
iglesia. Pero para obedecer al Señor, no me quedó otro remedio que dar este paso, y yo
sé que El siempre bendice a los que proceden de esta manera. Desde aquel entonces, mi
esperanza y mi ruego fueron que Dios te revelara también a ti su voluntad respecto del
bautismo. Como tú sabes, nosotros rechazamos el bautismo de infantes, porque no
cuenta con ninguna garantía, ni expresa ni implícita, por parte de las Escrituras.
Primero, no hay un mandamiento claro de que los niños debieran ser bautizados.
Segundo: no hay ningún ejemplo claro de un bautismo de infantes, y tercero: si se
interpretan en forma correcta los pasajes que según se supone aluden al bautismo de
niños, se ve que en realidad no hacen referencia a una practica de este tipo. 2
Martín: ¿Aceptas también el principio de que la Biblia debe ser usada como intérprete
de sí misma, de manera que los pasajes que no son claros en sí, hay que interpretarlos
con la ayuda de otros pasajes que hablan del mismo asunto?
Juan: Sí; creo que este principio también es válido como interpretación correcta de la
Biblia. Nosotros lo usamos cada vez que estamos en aprietos con algún asunto.
Martín: Muy bien. Veo que tenemos un buen punto de partida para nuestra
conversación. A medida que vayamos estudiando las Escrituras, puede ser que
tropecemos con aparentes discrepancias entre lo que dice la Biblia y lo que enseña la
iglesia, o la denominación a la cual pertenecemos. Hay personas que en la práctica
piensan, aunque no lo digan tan abiertamente: “La Biblia tiene razón porque es la
palabra de Dios y nosotros tenemos razón porque nuestra doctrina es la correcta. Así
que si en las Escrituras hay una declaración que parece estar en conflicto con nuestra
doctrina, esa declaración, hay que interpretarla de acuerdo con nuestra doctrina”. ¿Crees
que esta postura es hasta sierto punto aceptable?
Juan: Por supuesto que no. ¿Quiénes son los que siguen un principio tan errado?
Martín: Se diría que lo sigue la mayor parte de las iglesias y denominaciones. Una
buena porción del trabajo teológico se está haciendo conforme a este principio, aunque
no quisieran confesarlo, y ni siquiera admitirlo. Pero yo creo que debiéramos fijarnos
primero en nuestro propio caso, no sea que nos atengamos también a este principio
engañoso. Tratemos primero de sacar la viga de nuestro propio ojo, y luego veremos
cómo sacar la paja del ojo ajeno. Todos tenemos la fuerte inclinación a seguir ese
principio equivocado sin que nos demos cuenta de ello, pero al mismo tiempo tenemos
una vista muy aguda para detectar que nuestro hermano lo está siguiendo.
Juan: Reconozco que tienes la razón al mencionar este peligro. La Biblia tiene que ser
suprema y única fuente y norma de nuestra fe y vida. No solo en principios sino también
en la práctica.
Martín: Estamos de acuerdo entonces en cuanto a este punto. Las Escrituras Sagradas
hay que interpretarlas según su obvio sentido literal, dondequiera que esto dé un buen
significado, y hay que usarla como su propio intérprete. Nuestra confesión de fe y
nuestra enseñanza hay que ajustarlas la palabra de Dios, y no la palabra de Dios a la
enseñanza de nuestra iglesia. Sin embargo, hay una pregunta más que requiere una
respuesta, o sea, el asunto del uso de nuestra razón en la interpretación de las Escrituras.
Me parece que este punto ya lo tocaste al hablar de una “interpretación correcta”. Creo
que los dos aceptamos el principio de que la razón humana jamás se deben poner por
encima de las afirmaciones de las Escrituras Sagradas. Si parece haber un conflicto
entre la Biblia y nuestra razón, o los aparentes resultados de la ciencia humana, la
sicología, etc., en cuestiones relacionadas con la fe cristiana, debemos dar crédito a las
Escrituras, no a la razón humana, a la sicología o a la ciencia. ¿Estás de acuerdo
conmigo en esto también?
Bautismo -6-
Juan: Completamente. Si nos basamos en todo esto seríamos racionalistas y no
cristianos.
Martín: Me alegra que haya tanto acuerdo entre nosotros respecto de todas estas cosas.
No hay dudas que la razón humana ocupa un lugar legítimo y muy importante en la
interpretación de las Escrituras y en la teología, porque es el medio que le da al ser
humano la capacidad de percibir y reflexionar. Cuando Dios nos habla en su palabra, se
vale del lenguaje humano. Lo que quiero decir es que usa la lógica y la gramática,
porque de otra manera no podríamos entender su mensaje. El Espíritu Santo sigue las
reglas de la lógica y de la gramática al comunicarse con nosotros mediante los hombres
que escribieron la Biblia. La Biblia y la fe cristiana son lógicas, y en este sentido son
razonables. Por lo tanto, toda interpretación de las Escrituras, para ser correcta, tiene
que ser lógica y gramatical. El que yerra en la gramática, por fuerza errará también en
la doctrina que extrae. Toda interpretación bíblica que está reñida con las simples reglas
de la gramática y la lógica, tiene que ser una interpretación incorrecta. ¿De acuerdo?
Juan: ¡Por su puesto! Porque la razón humana no es capaz de entender las cosas de
Dios. Por eso, para entender la verdad y la voluntad de Dios, es necesario que a esa
razón del hombre la ilumine el Espíritu Santo.
Juan: No, en absoluto. Como cristianos fieles nos corresponde atenernos a la palabra
de Dios. Nuestra razón, el sentimiento interior cristiano, la experiencia y la convicción
hay que ponerla en armonía con las Sagradas Escrituras, y no al revés.
Martín: Un punto más. Hay muchas cosas acerca de las cuales la Biblia no dice nada,
y que no obstante pertenecen a la religión cristiana, o al menos son cosas necesarias en
la vida de la iglesia. Por ejemplo, en el Nuevo Testamento no se dice en ninguna parte
que las mujeres hayan participado de la santa cena. Tampoco se habla de escuelas
dominicales, ni de edificios eclesiásticos, ni del uso de automóviles para ir a la iglesia.
¿Te parece que la iglesia tiene un derecho a poseer tales cosas, e incluso de
considerarlas encuadradas dentro de la voluntad de Dios, aunque la Biblia no las
menciona para nada?
Juan: ¡Pero seguro! En todos aquellos casos en que la Biblia no da órdenes ni
instituciones, tenemos la libertad de actuar como queramos, siempre que nuestro actuar
condiga con el espíritu de la palabra de Dios.
Martín: “Condigo con el espíritu de la palabra de Dios”- ¿crees que algo condice con
el espíritu de la palabra de Dios si se lo puede inferir lógicamente de las claras
declaraciones de la Biblia, aunque no figure allí con palabras expresas?
Juan: ¡Claro! Por ejemplo: Aunque no hay ninguna mención de que una mujer haya
participado de la santa cena, podemos sin embargo deducirlo del hecho de que tampoco
hay ninguna prohibición al respecto. Y además, según lo que se nos enseña en el Nuevo
Testamento, no hay ni hombre ni mujer, sino que todos son uno en Cristo.
Juan: Quisiera mencionar un punto más. Algunos defensores del bautismo de infantes
admiten que en el Nuevo Testamento no hay ni un claro mandato ni ejemplo que se
pueda tomar como recomendación de la práctica del bautismo de niños. Sin embargo,
sostienen que el espíritu general del evangelio favorece dicha práctica. Allí, en el
evangelio, se enseñan verdades fundamentales, y de estas se puede deducir que lo del
bautismo de niños es una práctica legítima.3. Y bueno: me parece que si basamos
nuestra enseñanza y práctica en lo que consideramos el espíritu general o enfoque de las
Escrituras, podemos probar cualquier cosa, y tomar cualquier doctrina por doctrina
bíblica. Yo por mi parte estoy convencido de que cualquier doctrina tiene que estar
basada en afirmaciones claras y directas de las Escrituras. El “espíritu” de las Escrituras
podemos conocerlo solo mediante sus afirmaciones claras.
Martín: En esto estoy plenamente de acuerdo contigo. Todos los que falsificaron las
verdades cristianas usaron esta treta: los hombres que la inventaron o desarrollaron,
pusieron en el lugar de las claras enseñanzas de la palabra de Dios en su simple sentido
gramatical lo que ellos suponían que era el “espíritu” o el “enfoque general” de las
Escrituras.
Y bien: ya que estamos de acuerdo en cuanto a los principios de interpretación de las
Escrituras y en el que la Biblia es la fuente y norma de la fe cristiana, pongámonos a
discutir el problema del bautismo de infantes.
3. Hiscox, op. ct., pág. 486
EL BAUTISMO
SEGÚN LAS SAGRADAS ESCRITURAS
I. EL BAUTISMO DE INFANTES
1. Circuncisión y Bautismo
Martín Infantini: Sí, esto fue lo que dijiste: que en la Biblia no existen pasajes que
aluden al bautismo de niños. Nosotros en cambio creemos que si hay tales pasajes: son
los que hablan de la circuncisión y el bautismo.
Juan: Yo sé que según lo que enseñan ustedes, el bautismo de infantes tomó el lugar
de la circuncisión que figuraba en el pacto que Dios con Abraham. A esto respondemos
que esa opinión es contraria al concepto neotestamentario de “iglesia”, pues la convierte
en algo que tiene que ver con herencia, en un cuerpo donde que lo califica a uno para
ser miembro es el nacimiento físico, carnal, no el nuevo nacimiento espiritual. La
interpretación correcta de este asunto es otra: así como Israel como nación era una
tipificación del Israel espiritual así la circuncisión que se practicaba inmediatamente
después del nacimiento físico, y no antes, nos indica que debemos bautizar a los niños
después de su nacimiento espiritual. O la iglesia cristiana es un cuerpo natural, digamos
hereditario, o fue meramente tipificada por el pueblo de Israel. En el primer caso, es
algo que corresponde hacer extensivo a todos los hijos de padres cristianos, con lo que
la iglesia ya no se distingue del mundo. En el segundo caso, corresponde hacerlo
extensivo solo a los descendientes espirituales, y por lo tanto, solo a los que en verdad
son creyentes.1.
Martín: Concuerdo contigo en casi todo lo que acabas de decirme. Es muy cierto: la
iglesia cristiana no es un cuerpo del que uno llega a ser miembro por simple herencia.
Es un cuerpo espiritual, y la persona que es miembro del mismo, lo es por causa de
haber nacida de nuevo. También nosotros creemos, al igual que ustedes, que la iglesia
cristiana es la comunidad de los santos donde se enseña correctamente el evangelio y
donde se administran los sacramentos de acuerdo con la institución de Cristo. A esa
iglesia la componen los creyentes, los santos, las ovejas que oyen la voz de su Maestro
y la siguen.2. Y también concuerdo contigo en que la iglesia cristiana solo es tipificada
por el pueblo de Israel, puesto que Pablo habla del “Ismael según la carne” y del “Israel
de Dios”, o sea, la iglesia cristiana (ga.6:16; 1 co. 19:18).
Arranquemos con esta idea bíblica que expresaste, de que el Israel según la carne era
una tipificación del Israel espiritual con lo es la nación Israelita de la iglesia cristiana.
Al hacer su pacto con Abraham, Dios le mandó que llevara como señal de dicho pacto
la circuncisión. Abraham era un hombre ya bastante entrado en años cuando se aplicó es
señal del pacto. Era para él como dice Pablo, el sello de la justicia de la fe que tuvo
estando aún incircunciso (ro.4:11)primero, él tuvo la fe que justifica. Luego recibió la
señal del pacto como sello de justicia de la fe. El orden de los acontecimiento s era
correcto, según tu manera de pensar. Pero los hijos de esa gran familia que vivía en la
casa de Abraham, habían de ser cincuncidados a la edad de ocho días, es decir, los que
no habían sobrepasado ya esa edad. Así que, si bien la circuncisión era una señal de la
justicia de la fe que Abraham ya tenia antes de recibir la señal en si, la misma señal fue
puesta también en los niños pequeños. Dios quería hacerlos participes de los privilegios
de su pacto ya en su temprana infancia. ¿Qué me dices a esto, hermano Juan?
Juan: Lo que dices con respecto a la circuncisión es la clara verdad bíblica, y no
tengo nada en especial que agregar. Pero no tiene nada que ver con el bautismo, porque
este no vino simplemente a ocupar el lugar que antes ocupaba la circuncisión. El
bautismo no tiene ninguna conexión con la circuncisión, ni hace referencia a ella. Si el
bautismo, una institución de Cristo, hubiera sido implantado como reemplazante de la
circuncisión, que era un rito mosaico, ¿no te parece que Cristo lo habría establecido de
esta manera, o que los apóstoles habrían mencionado ese hecho? Pero en ninguna parte
se encuentra una alusión en este sentido. La circuncisión era una señal exterior de una
unión exterior con una congregación integrada por un pueblo determinado, para
garantizar la separación de los judíos de todas las demás naciones y razas, y su unidad
como pueblo. El bautismo en cambio es la señal exterior de una obra espiritual ya
efectuada en el corazón del hombre por la gracia de Dios, e indica no una separación de
razas, sino la unidad del verdadero pueblo de Dios, congregado de entre todas las razas,
como creyentes en Cristo, sin distinción de sangre o de idioma. Los cristianos de origen
judío insistieron por algún tiempo en la práctica tanto de la circuncisión como del
bautismo, lo que prueba que no habían entendido que el bautismo en realidad había
desplazado la circuncisión.
Martín: Yo no afirmé que el bautismo ocupó el lugar de la circuncisión. Pero no
estará demás que hagamos una investigación acerca de si el bautismo tiene alguna
conexión con la circuncisión, o si hace referencia a la misma. Veamos lo que dice Pablo
al respecto: “ En él (Cristo) también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a
mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo,
sepultados con el en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él mediante
la fe, (Colosenses 2:11) Pablo llama al bautismo “ la circuncisión de Cristo”.¿Cómo
puedes decir entonces que el bautismo no hace referencia a la circuncisión?
Juan: Admito que mi afirmación fue demasiado categórica. Según estas palabras de
Pablo, se ve que hay una especie de analogía entre la circuncisión y el bautismo.
Martín: En lo que acabas de afirmar hay otro punto más que necesita una corrección.
Dijiste que la circuncisión era un rito mosaico. Un poco antes habíamos hablado de la
circuncisión como de un rito perteneciente al pacto que Dios hizo con Abraham. ¿No lo
recuerdas?.
Juan: Evidentemente, estuve mal informado, por seguirlo a Hiscox. No se me había
ocurrido que esa afirmación de Hiscox era incorrecta.
Martín: Pasa muchas veces que repetimos las palabras de personas que
consideramos autoridades en la materia, sin analizar si son correctas o no. La
circuncisión formaba parte no del pacto mosaico sino del pacto abrahámico. Es por eso
que tuvo una aplicación mucho más prolongada que aquel. Estaba íntimamente ligada
con la justificación por fe y con la promesa del Salvador que habría de venir.
Dijiste que como los cristianos de origen judío insistieron por un tiempo en practicar
tanto la circuncisión como el bautismo, éste no pudo haber desplazado a aquélla ¿Te
parece que los judeo-cristianos estuvieron en lo correcto con su insistencia? ¿No se
basaron mas bien un error? En otras palabras: ¿Estuvo su actitud en armonía con el plan
de Dios, o en conflicto con él?
Juan: Por su puesto que aquellos judíos cristianos estuvieron equivocados. De otra
manera, los cristianos judíos deberían ser circuncidados aún hoy en día.
Martín: ¿Podemos aprobar algo con una idea y practica equivocadas?
Juan: Pienso que no. Acepté el argumento de Hiscox sin tomar en cuenta el hecho
de que una idea errónea no prueba nada.
Martín: Dijiste que la circuncisión era una señal exterior de una unión exterior con
una congregación integrada por un pueblo determinado, para garantizar la separación de
los judíos de todas las demás naciones y razas, y su unidad como pueblo. Al decir esto
se te habrá escapado que la circuncisión no era parte tan solo del pacto mosaico, sino
del pacto abrahámico y por lo tanto, no estaba limitada a Israel. Además de Israel, la
usaron también las diversas naciones descendientes de Abraham. Pero esto tiene poco
que ver con nuestro discutido debate. En sierto sentido es verdad que la circuncisión
intentaba asegurar la separación de Israel de las demás naciones y unirlos como pueblo
de Dios. Por eso justamente me parece que en estos aspectos hay una analogía entre
circuncisión y bautismo ¿Acaso no está destinado el bautismo a asegurar la separación
del pueblo de Dios de las demás personas de esta mundo y a unir a estas al pueblo de
Dios como dijo Jesús?: “Id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt. 28:19-20).
Juan: Así es, sin duda alguna. Parece haber una analogía ente circuncisión y
bautismo en estos aspectos. Por desgracia, el bautismo sirvió para separar a los diversos
grupos del pueblo de Dios en el Nuevo Pacto, en lugar de unirlos. La culpa no la tiene
el bautismo, sino los cristianos, por no seguir la enseñanza de la bíblica acerca del
bautismo.
Martín: En esto tienes mucha razón. Y esto mismo nos motivó a entablar nuestra
discusión: Ambos queremos descubrir qué enseña la Palabra de Dios en realidad acerca
del bautismo, a fin de que un mismo bautismo pueda unirnos también a nosotros dos
como hermanos.
Así como tú lo ves, la circuncisión era una señal exterior de una unión exterior con una
congregación compuesta por un determinado pueblo, mientras que el bautismo es la
señal exterior de una obra espiritual ya efectuada en el corazón del hombre por la gracia
de Dios. En el caso de Abraham, ¿te parece que también allí, la circuncisión era una
señal exterior de su pertenencia a una congregación formada por un pueblo
determinado? ¿no era más bien, como dice Pablo, el sello de la justicia de la fe que
Abraham tuvo estando aún incircunciso? Y esta justicia de la fe, ¿acaso no era algo
obrado en el corazón de Abraham por la gracia de Dios?
Juan: Seguro. Pero ¿no era la circuncisión también una señal exterior de una unión
exterior con una con una congregación integrada por un pueblo determinado, como lo
formulé yo?
Martín: Abraham fue el primer hombre que fue circuncidado. ¿No crees que su
circuncisión es la que nos da la pauta para conocer el significado de ese rito?
Juan: Tenés razón. Nunca se me ocurrió enfocar el asunto desde ese punto de vista.
Martín: Aceptas entonces que también la circuncisión era una señal exterior de una
gran espiritualidad interior. Esto lo prueba asimismo el hecho de que la circuncisión era
la señal del pacto que incluía la promesa “para ser tú Dios, y el de tu descendencia
después de ti” (Gn.17:7). Al decir de Pablo, el provecho de la circuncisión era “que les
ha sido confiada la palabra de Dios” (Ro.3:1-2). La promesa de ser su Dios, y la palabra
de Dios, ciertamente significaba mucho más que una mera unión exterior con una
congregación formada por cierto grupo de étnicos.
¿Acaso no leíste Juan en las Escrituras como Moisés insistió en que la circuncisión
exterior no era suficiente? Se necesitaba una circuncisión del corazón para llegar a ser
del verdadero pueblo de Dios. “Circuncidad, pues, el prepucio de vuestro corazón, y no
endurezcáis más vuestra cerviz” (Dt.10:16). En otra oportunidad, Moisés prometió:
“Jehová tu Dios circuncidará tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames
a Jehová tu Dios con todo tu corazón” (Dt.30:6). Jeremías (4:4; 6:10; 9:26) y el apóstol
Pablo (Ro.2:28, 29; 15:8; Fil. 3:3) hablan también de la “circuncisión del corazón como
significado espiritual y cumplimiento del rito de la circuncisión. ¿No ves, hermano
Juan, que la Biblia entera enseña que la circuncisión es una señal exterior de una gracia
interior?
Juan: ¿Otra vez tengo que darme por vencido! Sin dudas, viendo con atención los
detalles que estamos viendo ahora se llega a ver con claridad que la circuncisión
significa una gracia interior.
Martín: Quedamos entonces con que la circuncisión significaba una gracia espiritual
interior. Y eso, ¿qué era? Era una renovación que ocurría en el corazón: “un corazón
renovado es un corazón lleno de fe, de amor a Dios, y del deseo de cumplir con la
voluntad del Señor. Al tratar el asunto de la circuncisión, Pablo demuestra que si bien
ésta requiere fe, una fe que muchos israelitas no tenían, no obstante el pacto quedó
firme de parte de Dios. Solo fue violado por parte de los hombres. “Pues qué, si algunos
de ellos han sido incrédulos? ¿su incredulidad habrá hecho nula la fidelidad de Dios?”
(Ro.3:3).
Estas palabras dejan bien en claro que el pacto de Dios, y su fidelidad al mismo, eran
realidades inmutables y objetivamente válidas, pero que los hombres podían gozar de
los beneficios de este pacto solo por medio de una fe y obediencia personales. En otras
palabras, las bendiciones subjetivas dependían de la fe. En el caso de Abraham, el
prerrequisito personal, o sea, la fe, precedió al rito; pero en el caso de los demás, la
circuncisión interior, o ese cambio renovador que producía fe y obediencia, siguió
después.
Juan: No puedo negar que tu explicación sigue muy de cerca lo que afirma la Biblia.
Martín: Un tiempo atrás admitiste que la circuncisión y el bautismo son cos cosas
análogas, dado que Pablo llama al bautismo “la circuncisión de Cristo”, o la
circuncisión cristiana. En el caso de Abraham, la circuncisión fue el sello de la justicia
de la fe que él tuvo estando aún incircunciso. Esto se corresponde con el bautismo de
personas que han sido convertidas antes de ser bautizadas, como sucedió con Cornelio y
los de su casa. También sucede con mucha gente de hoy en día. Pero la mayoría de los
israelitas recibieron la circuncisión siendo bebés recién nacidos. Luego al haber llegado
a una edad fijada por la ley, tenían que apropiarse de las bendiciones del pacto y
cumplir con los requisitos como acto posterior, si bien la mayoría de ellos jamás lo
hacia. En este sentido, la circuncisión es análoga al bautismo de infantes ¿O no,
hermano Juan?.
Juan: Sí, así es. Pero una simple analogía co basta para sentar una doctrina cristiana.
Martín: Tienes razón; una simple analogía no basta, en este caso. Pero permíteme
agregar un dato más en cuanto a la relación entre circuncisión y bautismo. El apóstol
Pablo habla del bautismo como de la circuncisión de Cristo; y es un hecho indiscutible
que según el plan de Dios, que el uso de la circuncisión tuvo que cesar cuando se
comenzó a practicar el bautismo en su pleno sentido cristiano, lo que sucedió después
de Pentecostés. Tú niegas que el bautismo que el bautismo haya desplazado a la
circuncisión. En cambio así como lo entiendo yo, esto queda implicado en los dos
hechos que acabo de mencionar yo. Por su puesto, no puedo obligarte a que leas y
entiendas las Escrituras como las entiendo yo. Pero según mi punto de vista, lógica e
inevitablemente tenemos que llegar a eso.
Juan: Ahora veo que la idea de que el bautismo tomó el lugar de la circuncisión
puede defenderse con argumentos válidos de la Biblia. Ya no me puedo cerrar del todo
a esa manera de entender las Escrituras, ya que es una forma de pensar en concordancia
con ella.
Martín: Me alegra mucho poder ver que entiendes y aceptas ciertos hechos, auque
estén en conflicto con tu forma anterior de ver las cosas. Tal vez opines que la actitud de
Dios hacia los infantes en el tiempo del Nuevo Pacto, ya no es la misma que en tiempos
del Pacto Antiguo. ¿Acerté?
Juan: Bueno: Creo que acertaste. Los dos pactos son tan diferentes que si bien la
circuncisión había que aplicarla a los infantes, el bautismo debería administrarse a los
niñitos recién nacidos que no entienden lo que se les dice ni lo que se hace con ellos.
Martín: Es verdad que hay diferencias entre el Pacto Antiguo y el Nuevo, pero
también hay similitudes. Son análogos en más de un aspecto, no sólo en lo que se
refiere a la circuncisión y al bautismo. Esas similitudes se deben al hecho de que el
Pacto Nuevo no es enteramente nuevo, sino que está construido sobre los fundamentos
del Pacto Antiguo. El Pacto Antiguo fue en su totalidad una etapa preparatoria para el
Pacto Nuevo. En ambos pactos, los hombres son salvos por la gracia sola, mediante la
fe, y en ambos, los creyentes han de dar expresión a su fe por medio del amor y la
obediencia. ¿O crees que Abraham, David y los demás santos hombres del Pacto
Antiguo fueron salvados por sus obras, y no por la gracia, mediante la fe en el Mesías
que habría de venir?
Juan: En ningún momento creí tal cosa. En lo que se refiere a este puno, los dos
pactos son iguales.
Martín: Una de las diferencias es que en el Pacto Antiguo, el pueblo tenia su
esperanza puesta en el Salvador venidero, mientras que en el Nuevo pusieron y ponen la
esperanza en el Salvador que ya vino. El Espíritu Santo estuvo activo en el Pacto
Antiguo, pero no fue enviado a habitar en el corazón de los creyentes del mismo modo
como en el Pacto Nuevo. – Pero estamos discutiendo la actitud de Dios para con los
infantes. ¿Por qué no pasamos a hablar de este asunto a la luz del Pacto Nuevo?
EL BAUTISMO DE JESÚS
Juan: (continúa): Como sabemos, Jesús fue bautizado cuando tenía alrededor de
treinta años de edad. ¿No nos demuestra su ejemplo que hay que bautizar a los hombres
de adultos?
Martín: Jesús fue bautizado por Juan. ¿Sabes cuantos años le llevaba Juan a Jesús?
Juan: Me parece que la diferencia de edad entre uno y el oro era de unos seis meses,
es decir, que tenía mas o menos la misma edad.
Martín: ¿Sabes además cuantos años tenía Juan cuando comenzó a predicar y a
bautizar?
Juan: Andaba según la Biblia alrededor de los treinta años.
Martín: ¿Cómo Jesús podría haber sido bautizado a una edad mas temprana, dado
que en aquel entonces el bautismo de Juan todavía no existía? Si los primeros conversos
paganos, bautizados por los misioneros en un campo nuevo, tenían treinta años, ¿es esto
una prueba de que estos misioneros nunca bautizaron infantes? Yo diría que no. Los
misioneros que consideran correcto el bautismo de infantes, a su tiempo seguramente
bautizaban a los hijitos de padres creyentes.
Juan: Pero, ¿qué significado tenía entonces el bautizo de Jesús?
Martín: Existen unas cuantas opiniones al respecto. Algunos comentaristas dicen
que nuestro Señor se sometió a esta ordenanza para evidenciar su identificación esencial
con la raza humana, e identificarse así con los pecadores. Otros dicen que fue ante todo
un acto de humildad, destinado a ser un ejemplo para nosotros. Aún otros parecen
opinar que el Señor se sometió a ese rito con el propósito de indicar cuál es la manera
apropiada para administrar el bautismo, es decir, que debe hacerse por inmersión. 23
Juan: ¿Acaso no es verdad que el ejemplo de nuestro Señor nos indica cuál es la
manera apropiada de administrar el bautismo?
Martín: Puede ser que tengas la razón. Pero dejemos esta cuestión para más tarde,
cuando discutamos el modo de aplicar el bautismo.
Espero que mi explicación te producirá un efecto más positivo si me atengo a lo que
dice un autor Bautista. A mi entender, el Doctor A. F. Williams ofrece una buena
interpretación del significado del bautismo de Jesús. En efecto, según el Doctor
Williams, Jesús mismo no da una clave para la comprensión correcta de lo que significa
si bautismo cuando dice: “Así conviene que cumplamos toda justicia” (Mt.3:15). Estas
palabras se han interpretado de dos maneras diferentes: o que Cristo fue bautizado para
cumplir la justicia que se requería de él, o que quería demostrarnos lo importante que es
le bautismo si nosotros queremos cumplir toda justicia. Daremos con la interpretación
correcta si prestamos atención a lo que es la justicia que Dios requiere de nosotros, y
que Jesús vino a cumplir.
Dios es santo y justo, y ante él, ninguno que sea pecador e injusto puede permanecer
en pie. Pero, conforme a las Escrituras, el hecho es que todos los hombres son
pecadores e injustos, y merecen ser apartados para siempre de la santa presencia de
Dios. Sin embargo, Dios en su gran misericordia proveyó para nosotros la justicia que
su ley requiere, y lo hizo por medio de la muerte y resurrección de su Hijo. Según
Pablo, “bautismo” significa ser sepultados y resucitados juntamente con Cristo (Ro.6:
4). Jesús describió su pasión, muerte y resurrección como “bautismo” (Lc.12: 50).
Cuando Jesús fue bautizado por Juan, indicó con ello que toda justicia había de ser
cumplida y proveída en beneficio de los hombres mediante su muerte y resurrección – si
bien esto pudo comprenderse sólo cuando lo anunciado por Jesús ya estaba sucediendo.
De esta manera, el bautizo de nuestro Señor por parte de Juan fue una prefiguración de
su muerte y resurrección, mediante la cual él cumplió en bien nuestro (por todos los
pecadores), toda justicia, y nos dio así la posibilidad de llegar a ser justos y bien vistos a
los ojos de Dios. 24
Juan: Esta interpretación suena bastante bien. Pero, ¿no será que el bautizo de Jesús
tiene otro significado mas: que al hacerse bautizar, Jesús santificó este rito para el uso
en su iglesia?
Martín: Efectivamente. La interpretación que yo di, siguiendo al Dr. Williams, y la
que tú acabas de mencionar, no excluye la una a la otra. Pero para la institución del
bautismo cristiano se necesitaba algo más; una orden específica por parte de Cristo.
Ya que hemos analizado el significado del bautismo de Jesús, veremos ahora qué
significa nuestro propio bautismo.
NOTAS
1. El Bautismo de Infantes
1- Augustus Hopkins Strong, Teología sistemática (5.ed., revisada y ampliada; Nueva York:
Arsmstrong & Son, 1896), Pág. 537.
2- La Confesión de Augsburgo (VII) y Los Artículos de Esmalcalda. Las iglesias reformadas tienen
enseñanzas similares. La Confesión Belga define a la iglesia como “una congregación santa y
asamblea de cristianos verdaderamente creyentes” (XXVII).
3- Edward T. Hiscox, Nuevo directorio para las Iglesias Bautistas (Filadelfia: Sociedad Americana
Bautista de Publicaciones, 1894), Pág. 487 y sig. En época reciente, cierto Bautista dijo acerca
del mismo asunto: “No hay absolutamente ninguna conexión, de ningún tipo, entre la
circuncisión y el bautismo” (citado por J. Oliver Buswell. Jr.. “Los dos aspectos de la cuestión
del bautismo”, copiado de La Biblia Hoy, 1944-49, Pág. 14.
4- Strong, op. cit., menciona tales autores, pag. 521. A. Wiberg, declara en su libro “Está usted
Bautizado?” (publicado originalmente en sueco, luego al filandés, y quizás en otros idiomas
más) Que el bautismo de prosélitos no estaba en uso en tiempos de Cristo. P. Lattu, explica que
toda la cuestión es incierta (en “El problema del bautismo a la luz de la Biblia y de la historia”,
Helsinki, 1933, Pág. 30.
5- Elfred Ederheim, “La vida y la época de Jesús el Mesías” (Nueva York: Longmans, Green &
Co., Inc.), II, Pág. 747. Strong, op. cit., Pág. 521.
6- Ederheim, op. cit., Pág.746 y sigs. Aapeli, Saarisalo, “El reino del Mesías” (Porvoo, Finlandia,
1928), Pg. 178 y sigs. J. A. Maunui, “Cuadros de la historia de los tiempos de Jesús”, (Provoo,
Helsinki, 1933), Pág. 250. Oscar Cullman, “El bautismo en el Nuevo Testamento”, (Chicago,
1950), Pág. 26, 62.
7- Hiscox, op. cit., Pág. 473 – 477.
8- Strong, o. cit., Pág. 535.
9- Strong, op. cit., Pág. 521.
10- Ibid.
11- Strong, op. cit., Pág. 534
12- Dr. H. A. Ironside, a pesar de ser cptrario al bautismo de infantes, escribe en su folleto
“Bautismo: ¿“qué dice la Escritura?” (3. ed., 1930), Pág. 12 y sigs., 17, que el bautismo de Juan
“es totalmente distinto del bautismo cristiano”. El testimonio de Juan no fue más que
preparatorio, y así lo fue también su bautismo.
13- W. L. Pettingill, “Los males del bautismo de infantes”, en “The Voice” (La Voz), órgano oficial
de las Iglesias Independientes Fundamentales de América, septiembre de 1945, reimpreso por el
Dr. J. Oliver Buswell, Jr., en “La Biblia Hoy” (Instituto Bíblico Nacional, Shelton College.
Nueva York), y también en el folleto “Los dos aspectos de la cuestión del bautismo”, Pág. 2.
14- Strong, op. cit., Pag.527 y sigs. Afirmaciones similares en Hiscox, op. cit., Pág. 213 y sigs.
15- Strong, op. cit., Pág. 535.
16- A. T. Robertson, “Figuras de palabras”, IV, Pág. 128. Citado por Buswell, op. cit., Pág. 44. En
nuestra interpretación de 1 Co. 7:14, hemos seguido en parte al Dr. Buswell.
17- De ahí en más designaremos con la contracción “párvulobautistas” a los que defienden el
bautismo de infantes, y con “antipárvulobautistas” a quienes lo rechazan.
18- C. H. Spurgeon, “El testimonio del Nuevo Testamento”, I, Pág. Citado por Buswell, ibid.
19- Strong, op. cit., Pág.537.
20- M. Lutero, “La cautividad Babilónica”, WA VI, Pag. 538 (cf.”Obras de M. Lutero”, ED. Pidós,
Bs. As., Argentina, Vol. I, Pág. 219).
21- Los pensamientos expresados en la última dos frases son las de un bautista, cit. Por el Dr.
Buswell, op. cit., Pág. 31.
22- Seguimos aquí, en línea generales, al Dr. Buswell, op. cit., Pág. 31.
23- Cuando Hiscox habla del bautizo de Jesús, op. cit., Pág.398 y sigs., el único punto al que presta
atención es la forma exterior del bautismo; de su significado no dice una palabra.
24- Williams, “El bautismo cristiano, tal como lo expone la Sagrada Escritura”. Publicado en el
folleto del Dr. Buswell “Los dos aspectos de la cuestión del bautismo”, Pág. 19 y sigs.
Juan: Parece ser una enseñanza generalizada entre las iglesias que practican el
bautismo de infantes, que la salvación nos llega a través del bautismo. En mi infancia y
juventud se me instruyó en el sentido de que el bautismo nos hace hijos de Dios y
herederos de la vida eterna, nos limpia del pecado, y produce un nosotros un nuevo
nacimiento. Todo esto no tiene ningún asidero en las Escrituras. La doctrina bíblica en
que una persona tiene que ser primero salvada, y después bautizada; porque el bautismo
no salva, ni tiene el poder de limpiar de los pecados, ni produce la regeneración, ni
cambia el corazón o santifica el espíritu.
Martín: Con eso estás diciendo que no crees que el bautismo tenga algún
significado para la salvación del hombre.
Juan: No en el sentido de que nos comunica algún tipo de gracia. La doctrina de una
regeneración por medio del bautismo es una doctrina enteramente falsa y perniciosa. La
regeneraciones obra exclusiva del Espíritu Santo, y debe preceder al bautismo. De esta
idea equivocada en cuanto a la eficacia del bautismo surgió el dogma tan poco bíblico
del bautismo de infantes, dado que ya en los siglos tercero y cuarto, los padres cristianos
comenzaron a temer que los infantes que morían, no podían ser salvos sin haber sido
bautizados. El bautismo es un señal exterior de una gracia interior, una exposición en
público del lavamiento de regeneración y renovación del Espíritu Santo que ocurrió con
anterioridad. El bautismo no es un medio de gracia. Es una confesión de fe ante los
hombres. No es un acto de Dios, sino un acto simbólico del hombre que, obedeciendo la
orden de Cristo, confiesa ante los hombres su ya existente regeneración y fe. El
arrepentimiento, el nuevo nacimiento y la salvación por fe en Cristo son por lo tanto
prerrequisitos del bautismo, no efectos del mismo.
Puesto que el bautismo simboliza la regeneración, lo que corresponde es recibirlo
después de haber nacido de nuevo. Sería ridículo hacer que el símbolo preceda en varios
años al hecho en sí. 1
Martín: ¡Qué bien que hayas dado una descripción tan amplia y tan clara acerca de
lo que es el punto de vista Bautista en cuanto al significado del bautismo! ¿De veras
crees que la doctrina de ustedes procede del Nuevo Testamento, y está basada en sus
declaraciones?
Juan: Sí. De otra manera no la defendería. La doctrina de una eficacia salvadora del
bautismo no es más que una tradición humana, y para más, una tradición dañina. La
Biblia jamás enseña tal cosa.
BAUTISMO Y REGENERACIÓN
Martín: Cristo Dijo a Nicodemo: “El que no naciere del agua y del Espíritu no
puede entrar en el reino de Dios” (Jn.3:5). ¿Cómo entiendes aquí la palabra “agua”: con
referencia al bautismo?
Juan: No. Creo que en este contexto, “agua” equivale a la palabra de Dios. Esta
palabra se compara con agua por su efecto purificador, y porque la palabra es la que
produce el nuevo nacimiento, como lo firma Santiago y Pedro (Stg. 1:18; 1P.23:25).
Esta palabra la aplica el Espíritu Santo; y el pecador que la cree, es regenerado. La
palabra “agua” que Jesús en su conversación con Nicodemo no puede significar
bautismo, pues no fue instituido sino después de la resurrección del Señor, y significaba
“ser sepultado con él para muerte” – significado que sólo pudo tener una vez que el
Señor había muerto. Y lo mismo vale para el efecto. Cristo habó con Nicodemo acerca
de la obra regeneradora del Espíritu por medio de la palabra, no del rito del bautismo.
11 Algunos de entre nosotros opinan que “el agua” significa aquí “el Espíritu”, dado la
Biblia habla a menudo del Espíritu como del “agua de la vida”. Pero no creo que sea
correcta esta interpretación, porque entonces tendríamos que modificar el texto en esta
forma: El que no naciere del agua, o sea, del Espíritu, no puede entrar en el reino de
Dios. Los que sostienen esto, aseguran que la palabra griega para “y” puede traducirse
también como “o sea”.
Martín: Comparto tu convicción de que la palabra de Dios tiene un efecto
purificador. Cristo dice: “ya vosotros estáis limpios por las palabras que os he hablado”
(Jn.15:3). También tienes razón al decir que el nuevo nacimiento se produce por la
palabra que aplica el Espíritu. Pero en el caso que nos ocupa, el significado de la palabra
“agua” tenemos que determinarla a partir del contexto. Las Escrituras hablan tanto del
agua del bautismo como del agua de la vida. Volvamos a la Biblia para ver qué significa
la palabra “agua” en este contexto. Al leer el capítulo 3 del Evangelio según San Juan,
¿de qué agua crees que se está hablando allí, del agua bautismal, o del agua en sentido
figurado?
Juan: Veo que en este capítulo se habla del bautismo. Y se nos dice que tanto Juan
como Jesús bautizaban en tierras de Judea, a pesar de que Juan recalca en el comienzo
del capítulo 4 que “Jesús mismo no bautizaba, sino sus discípulos”.
Martín: Así que el contexto, el mismo capítulo, habla del agua bautismal, como
acabas de admitir. Las palabras de Jesús a Nicodemo debemos entenderlas en el
contexto de la situación histórica en que fueron dichas. Toda Judea y Jerusalén se
hallaba en un estado de conmoción, causado por la predicación de Juan y su bautismo.
La gran pregunta que la gente se hacía era: ¿Habremos de ir a Juan y dejarnos bautizar
con agua, confesando nuestros pecados? Y pronto se les presentó otro problema similar
con el bautismo que daba Jesús por medio de sus discípulos. Nicodemo pertenecía a los
fariseos, de quienes Lucas dice que no estuvieron dispuestos a humillarse a sí mismos
para arrepentirse y recibir el bautismo del agua para perdón de sus pecados (Lc.7:30).
Cuando Jesús le mencionó a Nicodemo el agua, en esa situación no pudo pensar en otra
sino en el bautismo. El término “nuevo nacimiento” lo usaban los judíos mayormente
en conexión con el bautismo de prosélitos. Por lo tanto, Nicodemo estaba familiarizado
con la frase “nacer de nuevo”. Tu argumento de que el bautismo cristiano no fue
instituido sino hasta después de la muerte de Cristo aquí carece de fuerza ya que el
bautismo de arrepentimiento para perdón de los pecados era práctica conocida en el
tiempo en que Nicodemo vino a Jesús. Y en ese mismo tiempo era una necesidad para
quienes deseaban estar preparados para recibir al Mesías.
Juan: Retiro mi argumento, y admito que cuando Jesús hablaba de “nacer del agua”,
posiblemente pensaba en el bautismo. Pero también hablaba de “nacer del Espíritu”.
Los dos forman una unidad, que no se puede administrar a infantes que no son capaces
ni de entender la palabra ni de creer.
Martín: Una ves más olvidas lo que un poco antes habías admitido, a saber que
cuando nuestro Señor dice que los niñitos reciben el reino de Dios, implícitamente
enseña que tienen la capacidad de creer. En cambio tienes razón al decir que el
nacimiento de agua y el del Espíritu forman una unidad. Estos dos constituyen, en
conjunto, el nuevo nacimiento. Pero permíteme una pregunta: Cuando Pablo habla del
“lavamiento de la regeneración”, en Tito 3:5, ¿se estará refiriendo al bautismo?
Juan: Es muy común hablar entre nosotros del bautismo como un símbolo de la
regeneración. Si el bautismo simboliza algo, ese algo es la regeneración. 12 Al hablar de
esta manera, por supuesto tenemos en mente las palabras de Pablo en este pasaje de
Tito.
Martín: Hace poco, alguien señaló que existen opiniones diferentes en cuanto al
significado de la palabra “regeneración”, o nuevo nacimiento. Antes de pasar a discutir
la relación entre bautismo y regeneración, tendríamos que ponernos de acuerdo con
respecto a lo que se quiere decir con el término “nuevo nacimiento”.
Con el nacimiento físico llegamos a ser miembros de la raza humana pecadora. Con el
nuevo nacimiento llegamos a ser hijos de Dios y miembros de su pueblo. El nuevo
nacimiento implica un doble cambio: cambio en nuestra relación con Dios y nuestro
“status” ante a él, y cambio en nuestra relación interior, en la mente y en el corazón. En
otras palabras, regeneración implica un don de doble efecto: adopción o recepción en el
estado de hijo de Dios, y renovación del corazón, o creación de una mente y de un
corazón propios de un hijo de Dios. Lo primero ocurre mediante el perdón y la
justificación, lo segundo mediante la renovación por el Espíritu Santo. El nuevo
nacimiento se produce cuando una persona recibe a Cristo como salvador. “A todos los
que le reciben, les dio potestad (derecho) de ser hechos hijos de Dios” (Jn.2:12). El
término griego exousia que figura aquí, potestad y también derecho, o, en otras
palabras, la mente y el estado de un hijo de Dios.
¿Qué te parece, hermano Juan: es bíblica esta definición del nuevo nacimiento?
Juan: Sí, me parece muy buena.
Martín: El “lavamiento de la regeneración” que Pablo menciona en su carta a Tito
es el “lavamiento del pecado”, o perdón de los pecados, que se produce en la
regeneración. De hecho se produce en virtud de la sangre de Cristo, pues sólo la sangre
de Cristo puede lavar la mancha del pecado. Pero esta sangre se puede aplicar a la
persona - o los pecados de esa persona se pueden declarar perdonados – ya sea por el
bautismo, conectado con la palabra, ya sea por la palabra sola. Por regla general, esta
aplicación ocurre por ves primera en el bautismo. Si un persona bautizada ha caído de la
gracia y vuelve a ella en sincero arrepentimiento, la gracia le es aplicada por la palabra
sola: en la palabra del evangelio se le asegura que sus pecados han sido perdonados y
“lavados” por la sangre de Cristo. Cuando Pablo habla del lavamiento de la
regeneración, es posible que tenga en mente ambos: el lavamiento que se produce por
medio del bautismo y la palabra, y el lavamiento que se produce por la palabra sola.
Pero ante todo se ha de referir al lavamiento de la regeneración en el bautismo.
Recordarás que Pablo tuvo esta experiencia en carne propia, aquel día en que fue
bautizado por Ananías, acto mediante el cual fue lavado de sus pecados. La expresión
que usa Cristo, “nacimiento de agua”, se refiere a lo mismo: lavamiento de las manchas
producidas por el pecado, mediante el perdón que se comunica en el bautismo “para
perdón de los pecados”. El nacimiento del Espíritu es la renovación del corazón, el cual
pasa del estado de incredulidad a la fe, y de la desobediencia a la obediencia. El Espíritu
Santo hace su obra en el hombre cuando llega a su corazón.
Estos dos dones forman el nuevo nacimiento. Pero cuando Dios salva a los hombres,
no da la salvación eternas en un solo bulto. Lo vemos por ciertas declaraciones del
Nuevo Testamento, y también por el relato que allí se hace por las vivencias de algunas
personas. El apóstol Pablo escribe en su carta a los Gálatas, cap.4:4-6: “Dios envió a su
Hijo ...para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la
adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a sus corazones el Espíritu de su
Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!”
Gracias a la obra redentora de Cristo recibimos la adopción de hijos. A aquellos que
recibieron este don, Dios les envía Su Espíritu a fin de que dé testimonio en sus
corazones de esta adopción, y clame “¡Abba, Padre”. Primero la adopción, después el
Espíritu, así como el lavamiento de la regeneración viene primero, y luego la
renovación del Espíritu.
Juan: Me parece que esto es más bien un orden lógico, no cronológico.
Martín: En cierto sentido es un orden lógico, y a menudo no más que esto. Pero en
el Nuevo Testamento se registran algunos casos en que es no sólo un orden lógico sino
también cronológico.
El primero de estos casos es el de los primeros discípulos. El Señor les dijo, durante
su ministerio público y antes de que ellos hubieran recibido el Espíritu Santo: “Ya
vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado” (Jn.15:3). “Y vosotros limpios
estáis...” (Jn.13:10-11).
En la misma noche, Cristo hablaba de un lavado limpiador: “El que está lavado, no
necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio: y vosotros limpios estáis, aunque
no todos. Pues sabía quien le iba a entregar”.
Los discípulos habían recibido un baño limpiador mediante la palabra y el bautismo,
en virtud del cual habían llegado a ser sus seguidores. Por esa palabra y ese bautismo
habían obtenido la garantía del perdón de sus pecados. Este don lo poseían ya antes de
Pentecostés, es decir, antes del bautismo del Espíritu. Por supuesto, el Espíritu había
iniciado la obra en sus corazón de ellos, de manera que creían en Cristo y deseaban
seguir en pos de él. No obstante, su mente seguía siendo una mente más bien carnal, y la
verdadera renovación del Espíritu y el equipamiento con poder desde lo alto no se
produjo hasta Pentecostés.
El libro de los Hechos se menciona, además, tres cosas en que la obra de Dios en los
hombres se realizó en dos fases. Cuando Felipe predicaba el evangelio en Samaria, “la
gente de la ciudad, unánime, escuchaba las cosas que decía Felipe” (Hch.8:5-6). Fueron
bautizados, pero en aquella ocasión aún no habían recibido el Espíritu Santo. “Porque
aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido
bautizados en el nombre de Jesús” (v.16). Cuando los apóstoles en Jerusalén se
enteraron de los eventos en Samaria, Pedro y Juan fueron allá, oraron por los
samaritanos conversos, “y entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu
Santo” (v.17).
Hay quienes interpretan este pasaje en el sentido de que realmente, los samaritanos
recibieron el Espíritu en el momento de ser bautizados, pero que recibieron el don de
lenguas y algunos otros dones carismáticos más mediante la imposición de manos. Sin
embargo, esta interpretación está en abierto conflicto con las palabras del texto; mejor
es que dejemos el texto tal como está.
Cuando `Pedro predicó en la casa de Cornelio, y mientras decía estas palabras: “Todos
los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre”, el Espíritu Santo
cayó sobre todos los que oían el discurso. Pedro y sus compañeros quedaron
asombrados, no solo porque el Espíritu Santo cayó sobre gentiles, sino porque este don
precedió al bautismo. Acto seguido, el apóstol Pedro manda a que sean bautizados en el
nombre del Señor Jesús (Hch. 10:43-48). Aquí tenemos, pues, un caso de personas que
recibieron el don del Espíritu Santo antes de recibir el bautismo con agua.
El tercer caso se relata en Hechos 19:1-7. Estando Pablo en Éfeso, encontró allí
algunos discípulos de Juan, y les dijo: “Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?”
Ellos confesaron no saber nada acerca del Espíritu Santo, con lo que probablemente
querían decir que no tenían conocimiento del descenso del Espíritu Santo sobre los
discípulos, ni tampoco podían hablar de una experiencia personal relacionada con la
acción del Espíritu. Entonces se los bautizó en el nombre de Jesús, y habiéndoles
impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo.
En este caso, las personas recibieron el Espíritu Santo poco después del bautismo,
mediante la imposición de manos por parte de Pablo. La pregunta del apóstol:
“Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?” indica que una persona puede creer en
Cristo, en cierto sentido, como creyeron los discípulos antes de Pentecostés, y como
creyeron los samaritanos antes de que Pedro y Pablo les impusieron las manos, sin
recibir en el acto el Espíritu Santo.
Juan: ¿Será entonces, una regla general que esta obra de Dios se realice en dos
fases, o que hay dos etapas en el camino hacia una fe viviente?
Martín: No. Seguro que no. Es obvio que en los días de los apóstoles hubo muchas
personas que llegaron a la fe y recibieron el Espíritu Santo o que fueron bautizados con
agua y con el Espíritu, a un mismo tiempo. Pero hubo también otros casos en que
“llegaron a la fe”, posiblemente en conexión con el bautismo, fue solo una fase
preparatoria. Estas personas llegaron a ser creyentes del Nuevo Pacto en sentido pleno
en algún momento posterior, al recibir el bautismo del Espíritu Santo. Dios guía a cada
persona por el camino que él considera conveniente, y a nosotros no nos corresponde
prescribirle formula alguna al respecto, como a veces se ha hecho.
Pero con todo, las palabras de Pablo a los doce discípulos en Éfeso, así como también
la conducta de Pedro y Pablo en Samaria, demuestran que la iglesia apostólica
consideró muy importante y esencial que no se dejara a la gente en la fase preparatoria,
sino que llegasen a ser partícipes del Espíritu Santo, y de esta manera tuviesen una fe
viva y poder desde lo alto.
Un hecho que llama la atención es que en el Nuevo Testamento no hay noticia alguna
de personas que hayan recibido el Espíritu en el momento de su bautismo. Puede ser
que haya ocurrido tal cosa, aunque no existan pruebas escritas para ello. Por lo tanto, los
que sostienen que en el bautismo se recibe siempre, o generalmente el Espíritu Santo,
no tienen un fundamento firme para su aserción.
Juan: ¿Crees que personas que personas que están bajo la influencia de un ambiente
cristiano, y que se muestran abiertas a esa influencia , son salvas y heredan la vida
eterna?
Martín: El juez último sobre vivos y muertos es Cristo, no nosotros. Entre los
herederos del reino eterno habrá más de uno del cual no esperábamos que sería salvo; y
entre los condenados habrán muchos que considerábamos buenos cristianos. Sin
embargo, todos nosotros tenemos sobradas razones para tomar en serio las advertencias
de Cristo, no sea que nos engañemos a nosotros mismos. Recordarás lo que dijo Jesús
en la parte final del Sermón del monte: “ No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará
en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu
nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y
entonces los declarará: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”
(Mt.7:21-23).
Estas palabras de Cristo nos muestran que una persona puede suponer que es cristiana,
y hasta estar convencida de ello. Recibió el bautismo, sea de chico o de adulto (o ambos
bautismos), fue miembro de un iglesia, hizo profesión de ser cristiano, asistía a los
cultos, participaba de la santa cena, y hasta predicó a otros y los instruyó, e hizo grandes
cosas; y a pesar de todo esto, nunca nació realmente del Espíritu. “Si alguno no tiene el
Espíritu de Cristo, no es de él”, dice Pablo (Ro.8:9). Si un persona no hizo la voluntad
del Padre que está en los cielos, arrepintiéndose de sus pecados, si no fue limpiada de su
iniquidad por la sangre de Cristo, y renovada por el Espíritu Santo para llevar una vida
en fe y obediencia, no es `conocida´ por Cristo, será condenada eternamente.
En la parábola de las diez vírgenes, Cristo relata que la diez, salieron a recibir al
esposo, pero solo cinco de ellas fueron admitidas a la fiesta de bodas. Las cinco
restantes no tenían aceite en sus lámparas. En consecuencia, tuvieron que quedar afuera,
porque Cristo no las reconoció como suyas (Mt.25:1-12). Aquellas vírgenes insensatas
son una imagen de cierta clase de miembros de la iglesia que dicen ser cristianos y que
“tienen apariencia de piedad, pero niegan la eficacia de ella” (2 Ti.3:5). Tienen todas las
características externas – las lámparas – del cristianismo, pero no tienen en su corazón
la gracia salvadora y el Espíritu de Dios; a sus vasijas les falta el aceite. Me temo que un
gran número de los que fueron bautizados de chicos y que confían en su bautismo de un
manera equivocada, sin tener una fe viva, pertenecen al grupo de las “vírgenes
insensatas”. Algún día se encontrarán con la terrible sentencia de que Cristo no los
conoce y no los admitirá en el cielo. Y estoy seguro de que en este grupo habrá también
muchos que recibieron el bautismo después de haber hecho profesión de fe y pertenecen
también a ese grupo de “vírgenes insensatas”. Muchos dirán que asistieron a la
predicación de la palabra de Cristo, y que, como miembros de la iglesia, participaron de
la cena del Señor, factores en virtud de los cuales, a juicio de ellos, se los debe
considerar cristianos. Pero el día en que Cristo venga para hacer juicio, todos serán
dejados afuera. El Señor le dirá: “No sé de dónde sois; apartaos de mí, hacedores de
maldad”. A pesar de su bautismo, y de haber sido miembros activos en su iglesia, en
realidad jamás entraron por la puerta angosta (Lc.13:24-28). En realidad jamás
nacieron de nuevo, por medio del agua y del Espíritu. Tampoco pertenecieron a Cristo
como “ovejas suyas, que oyen su voz, y le siguen” (Jn.10:27-28).
Estas son solamente advertencias de parte de Cristo, a fin de que nadie se engañe. El
evangelio y los sacramentos son bendiciones sublimes; pero seremos salvos sólo si, por
medio de ellos, realmente nacemos de nuevo por obra del Espíritu, oímos la voz de
Cristo, le seguimos, y hacemos la voluntad del Padre en los cielos. Un sincero
arrepentimiento, una fe sincera en Cristo: esto es lo que se necesita, no importa que se
haya recibido el bautismo en la infancia o de más grande.
Juan: Pienso igual que tú. Sé de muchas personas que fueron bautizadas después de
hacer profesión de fe, sin que se pueda decir que realmente hayan nacido del Espíritu. A
esto apunta Cristo co su parábola del sembrador (Mt.13:3-9, 18-24). Hay personas cuyo
corazón es como el pedregal del que habla la parábola: reciben la palabra con gozo, y
dicen tener fe; pero todo es superficial, y de poca duración. No se produjo ningún
cambio en su corazón; y así, pronto dan pasos atrás. Otros son como aquellos en cuyo
corazón la palabra cae como entre espinos: al comienzo se nota cierto crecimiento, por
algún tiempo dan pruebas de ser creyentes, pero durante todo ese tiempo, las raíces de
los espinos permanecieron en su corazón, y así terminan por ahogar la palabra. Todos
tenemos motivos para auto-examinarnos constantemente, a fin de que nuestro
cristianismo no se haga superficial e insípido.
Pero volvamos a nuestro tema: la relación entre bautismo y regeneración. Admito que
el Nuevo Testamento habla de un nacimiento de agua, o de un nuevo nacimiento de
agua y del Espíritu. Pero en la mayoría de los casos enseña una regeneración por medio
de la Palabra de Dios. Los cristianos han sido renacidos (engendrados) de simiente
incorruptible, por la palabra de Dios (1 P.1:23). Dios los hizo nacer por la palabra de
verdad (Stg.1:18), o por medio del evangelio (1 Co.4:15). La Biblia dice también que
los cristianos son nacidos de Dios, o del Espíritu (Jn.1:12; 2:5; 6:8; Gá.4:29; 1Jn.2:29;
3:9; 4:7; 5:1; 4:18). Según parece, esto significa que Dios, o el Espíritu, es el que
efectúa el nuevo nacimiento, usando la palabra del evangelio como su medio y a los
cristianos como sus agentes. ¿Cómo haces para poner en consonancia los pasajes que
hablan de la regeneración por medio de la palabra, y los que hablan de la regeneración
por medio del bautismo?
Martín: Me alegra que hayas planteado esta pregunta. El hecho de que en el Nuevo
Testamento se habla mayormente del nuevo nacimiento por medio de la palabra es una
prueba de que no pueden tener razón los que sostienen que la regeneración se produce
siempre y sin excepción por medio del bautismo, y del bautismo solo.
La palabra, el evangelio, es el principal medio de gracia. Incluso en el bautismo, la
palabra es lo más importante. El rito sacramental sólo es una especie de certificado que
garantiza a la persona bautizada que la promesa del evangelio es firme y válida. Creo
que no hace falta que nos extendamos aún más acerca de ese tema.
En el sentido espiritual, el nuevo nacimiento es lo mismo que el acto de encender una
fe viva en el corazón del hombre. “Fe” no sólo implica creer en Cristo como Salvador
personal, y confiar en que de él nos viene el perdón y la justificación; significa también
un conocimiento de Cristo basado en la experiencia personal, comunión con él, amor
hacia él, sujeción a sus enseñanzas y órdenes en obediencia gozosa, y como fruto de esa
fe, la confesión de su nombre entre nuestros semejantes – confesión con la boca, y
mediante una vida santa en amor y verdad. Todo esto el Espíritu Santo lo produce
primordialmente por medio de la palabra. Comparados con la palabra, los sacramentos
son de valor secundario, como que están al servicio de la palabra del Evangelio. Por eso
dice el apóstol Pablo: “No me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio”
(1Co.1:17).
El bautismo es, por supuesto, una parte del evangelio, a cuyo servicio está como un
medio externo para la aplicación y “certificación” del evangelio a la persona en
particular. Podríamos decir también, que en el bautismo, los rayos del evangelio se
concentran en una sola persona. Pero de todos modos, el evangelio es poder de Dios
para salvación a todo aquel que cree (Ro.1:17). La eficacia salvífica del bautismo es la
eficacia salvífica del evangelio, ya que el bautismo es un servidor del evangelio, y una
forma especial de aplicación del evangelio.
Juan: Ahora el asunto me resulta más claro que antes. Según tu modo de entenderlo,
el bautismo es una manera de aplicar el evangelio, y como tal, una obra de Dios para el
hombre, a los efectos de ayudarle a hacerse partícipes de la salvación en Cristo. De
acuerdo con el concepto bautista, el bautismo es un fruto de la fe, una obra del hombre
con proyección hacia Dios y los demás hombres, ante quienes ese hombre confiesa su fe
al recibir el bautismo. En cuanto al significado y al contenido, el bautismo bautista
parece ser un rito totalmente distinto del que practican ustedes. Sin embargo, tengo la
impresión de que lo dicho por Pablo en cuanto a la circuncisión, en el caso de Abraham,
tiene una gran afinidad con el entendimiento bautista del bautismo: Abraham recibió la
circuncisión como un sello de la justicia que ya existía antes. Tal es también el concepto
bautista: que el bautismo es un sello de la justificación y salvación que ya existía antes
en los bautizados. ¿No se puede aplicar este concepto a casos como el de Cornelio,
donde la fe salvadora y el Espíritu Santo se reciben antes del bautismo?
Martín: En lo que concierne a circunstancias como las de Cornelio, creo que sí, que
se puede aplicar este concepto. En tales casos, el bautismo es un sello o una garantía de
la salvación que la persona en cuestión ya recibió. Pero los que tienen el concepto
bautista, por lo general no hablan del bautismo como un sello. Para ellos es un símbolo
que se usa al confesa la fe y la certeza personal de salvación. El bautismo como sello es
una obra de Dios dirigida al hombre, mientras que el bautismo como acto simbólico es
un acto del hombre. Por eso, las palabras de Pablo respecto de Abraham no se pueden
aplicar al concepto bautista. Por otra parte, los que sustentan la posición bautista, por lo
común niegan toda conexión, o hasta analogía, entre circuncisión y bautismo. Para ser
consecuentes, tampoco la deberían ver en este caso.
Espero que ahora comprendas que la posición bautista y el entendimiento
párvulobautista respecto del bautismo son tan diferentes y contradictorios que no hay
forma alguna de armonizarlos. Por fuerza, uno de los dos conceptos tiene que ser
bíblico, y el otro no puede serlo. No alcanzo a ver un punto de enlace entre la doctrina
bautista y el bautismo de las Escrituras en lo que al contenido y significado del
bautismo se refiere.
Juan: Me voy dando cuenta que nuestra doctrina acerca del bautismo quizás no sea
tan bíblica como yo había creía. Sin embargo, quisiera saber algo más con respecto a la
relación que hay entre bautismo de infantes y salvación.
Martín: Es verdad que la mayoría de los que fueron bautizados en su infancia, son
descreídos y van por el camino que lleva a la perdición. Pero la culpa no la tiene el
bautismo de infantes. Las razones son otras. La mayoría de la gente muere en la cama;
pero por lo común, la culpa no la tiene su cama. Muchos mueren de sobrealimentación;
pero esto no se debe al uso de los alimentos, sino a su abuso. Una cosa tiene que ser
buena en si misma antes de que se la pueda usar para mal.
En la era apostólica y también más tarde, se bautizaba sólo a los hijos de hogares
cristianos. Conforme a las directivas dadas por Cristo, a los bautizados se los debía
instruir a fin de que conocieran a su Señor y le siguieran. Esto no era posible sino en
hogares cristianos. En nuestros días, el bautismo de infantes se usa en forma demasiado
indiscriminada. Se bautiza a criaturas incluso en casos en que hay muy poca o ninguna
garantía de que serán educados cristianamente. Con esa práctica nos apartamos de los
principios seguidos por la iglesia primitiva. Un chico que se cría en un hogar donde los
mayores son incrédulos y quizás totalmente materialistas o hasta ateos, tiene sólo muy
remotas posibilidades de llegar a un conocimiento consciente y personal del Salvador,
ante el cual fue presentado en su bautismo.
Y aún allí donde los hijos bautizados viven en hogares cristianos, muchos de ellos
caen de la gracia. Por el Nuevo Testamento sabemos que un elevado porcentaje de
personas que se habían convertido como adultos, dieron pasos atrás y abandonaron a
Cristo, quiere decir, perdieron a Cristo. Se han calculado por lo menos la mitad, y a
veces más de la mitad, de las personas convertidas en las grandes campañas de
reavivamiento que suelen realizarse en la actualidad, no perseveran en su fe hasta el fin,
a pesar de los cuidados y la educación que reciben en las iglesias a las cuales se
afiliaron. ¿Habría de extrañarnos, entonces, que los niños que no reciben ninguna
instrucción cristiana se vuelcan al mundo y pierden su fe?
Juan: No puedo compartir tu opinión con respecto al caer de la gracia. Yo sé que tu
iglesia enseña que una persona puede ser salva y luego caer de la gracia y perderse para
siempre, a menos que vuelva a convertirse y sea restaurada en la gracia. Pero esto no es
lo que enseñan las Escrituras. Recordarás las palabras de Cristo: “Mis ovejas oyen mi
voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy la vida eterna; y no perecerán jamás, ni
nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie
las puede arrebatar de la mano de mi Padre” (Jn.10:27-29).
Dice además: “Esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me
diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del
que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y crea en él, tenga vida eterna; y yo
le resucitaré en el día postrero” (Jn.6:39-40).
Tampoco te son desconocidas las palabras de Pablo: “Estoy seguro de que ni la
muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por
venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor
de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro.8:38-39). Y este mismo apóstol
escribe: “A los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos
conforme a la imagen de su Hijo...; y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los
que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó”
(Ro.8:29-30).
Estas declaraciones de Cristo y de Pablo nos enseñan con toda claridad que quien ha
sido salvado una vez mediante la fe en Cristo, jamás volverá a perderse. “No perecerán
jamás”. Dios glorificó a toda persona a la cual antes conoció, predestinó, llamó y
justificó. La doctrina de que una de que una persona ya salvada puede caer de la gracia
y perderse, se basa en la idea de que la salvación depende hasta cierto punto del hombre
y de su capacidad de permanecer fiel hasta la muerte. La Escritura nos enseña que así
como la salvación se obtiene por gracia sin méritos o aporte alguno por parte nuestra,
también la perseverancia en la fe es obra exclusiva de Dios. Pablo lo expresa así: “Dios
os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor
Jesucristo. Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo
Jesucristo nuestro Señor” (1Co.1:8-9). Y Pedro a su vez dice que los cristianos “son
guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está
preparada para ser manifestada en el tiempo postrero” (1P.1:5). Lo mismo refleja el
apóstol Juan: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que
hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él,
porque le veremos tal como él es” (1Jn.3:2). Todos los hijos de Dios serán guardados
por el poder de Dios – no por su propio poder – para la salvación eterna, y todos ellos
saben que serán semejantes a Cristo cuando él se manifieste.
Hay quienes parecen ser cristianos, sin que en realidad sean salvos. Son como
aquellas vírgenes insensatas que “tienen apariencia de piedad” (Ti.3:5) y viven en
compañía de cristianos auténticos, más sin ser creyentes de verdad, “sin tener aceite en
sus vasijas”, como dice la parábola. Cristo nos advierte en tono muy serio: “No todo el
que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad
de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no
profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tú nombre
hicimos muchos milagros? Y entonces les declarará: Nunca os conocí; apartaos de mi,
hacedores de maldad” (Mt.7:21-23).
Estas palabras de Cristo demuestran que una persona puede haber hecho profesión de
ser cristiano, puede haber sido bastante activa en lo que llaman `la obra de la iglesia`,
puede haber cumplido verdaderas proezas en este sentido, y sin embargo, el Señor
nunca la conoció como de su pertenencia. No le dice: Hubo un tiempo en que te conocí;
pero entre tanto haz perdido mi favor y haz caído de la gracia, y ya no te conozco más,
sino que le dice directamente: “Nunca te conocí”.
En la parábola del sembrador, Cristo habla de la posibilidad de que parte de la semilla
caiga en pedregales donde encuentra muy poca tierra; brota pronto, pero pronto se seca
también. Así son muchas personas: el evangelio les causa una impresión superficial,
pero en su corazón no se produce ningún cambio; o los espinos del pecado permanecen
en su corazón y ahogan la palabra, y nunca llegan a ser creyentes de verdad. Si los
infantes verdaderamente han sido salvados en su bautismo, jamás caerían. El hecho de
que la mayoría de ellos nunca pueden ser considerados verdaderos cristianos demuestra
que nunca han sido verdaderamente salvados.
Martín: Conozco esa doctrina de la seguridad eterna, según la cual el hombre, una
vez salvo, lo es para siempre. Leí con mucha atención dos libros en los que se defiende
esta doctrina: La Eterna Seguridad del Creyente, de H.A.Ironside, 21 y No Perecerán
Jamás, de J.F.Strombeck, 22 y puedo afirmar que una buena parte de lo que allí se dice,
me dejó muy satisfecho. Las declaraciones de Cristo y de los apóstoles que citaste son
hermosísimas promesas que merecen nuestra eterna confianza, como toda la Palabra de
Dios. Concuerdo contigo, y con Ironside y Strombeck, en que la salvación es en su
totalidad una salvación por gracia, una obra de Dios desde el comienzo hasta el fin. Es
Dios el que obra tanto el querer como el hacer en todo lo que concierne a la salvación.
Que seamos salvados y preservados, se lo debemos a su poder divino. Librados a
nuestras propias fuerzas, somos seres condenados, impotentes, seres que están
enteramente a merced de Dios en lo que a la salvación se refiere.
Sin embargo, así como lo veo yo, la doctrina de la seguridad eterna es solo una línea
de la verdad que encontramos en las Escrituras. La otra línea de las enseñanzas bíblicas
apunta en dirección a la posibilidad, o serio peligro, de perderse, aún en caso de que una
persona alguna vez haya sido salva de verdad. No me puedo explicar de otra manera las
palabras de Pablo en Romanos 11:19-22, donde dice: “Pues las ramas, dirás, fueron
desgajadas para que yo fuese injertado. Bien; por su incredulidad fueron desgajadas,
pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme. Porque si Dios no
perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará. Mira, pues, la bondad y la
severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad
para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás
cortado”.
Pablo habla aquí a cristianos de origen pagano. Ellos obtendrán la salvación eterna si
permanecen en la bondad de Dios. De otra manera serán cortados. Si la doctrina una vez
salvo, salvo para siempre fuese correcta, estas palabras de Pablo carecerían de sentido,
ya que ninguna persona, una vez salva, podría ser cortada de Cristo.
El Señor Jesucristo dice con respecto a este tema: “El que en mí no permanece, será
echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogerán, y los echan en el fuego, y
arden” (Jn.15:6). Sólo es posible hablar de `permanecer en Cristo si se es injertado en él
mediante la fe, o sea, si se es salvo. El que no permanece en él de esta manera, corre
peligro de apartarse de él, y será echado en el fuego, y arderá. De una persona tal, Cristo
dice que puede dejar de permanecer en él, y que será rechazada y echada en el fuego.
¿Cómo podría haber dicho tal cosa, si de acuerdo con la doctrina de la seguridad eterna,
toda persona salvada permanece en Cristo y no será echada fuera jamás? Strombeck lo
explica así: Cristo no habla aquí de personas que en verdad son salvas. 23 Pero yo no
veo como alguien puede permanecer en Cristo a menos que sea salvo. Cristo dice en
otra oportunidad: “El que persevere hasta el fin, este será salvo” (Mt.10:22; 24:13;
Mr.13:13). También esta aserción carecería de sentido si cada creyente perseverase
hasta el fin. Strombeck sostiene que estas palabras de Cristo can dirigidas únicamente a
los israelitas, y no pueden ser aplicadas a los cristianos. 24 Pero para una diferenciación
de este tipo no hay ninguna garantía, pues en materia de salvación no hay diferencia
entre judíos y gentiles (Gál.3:28).
Pablo escribe: “El Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos
apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios”
(1Ti.4:1). Las palabras del apóstol no dejan lugar a dudas: algunos cristianos
apostatarán de la fe. Strombeck interpreta esto como una referencia no a la fe individual
en el Salvador, o fe salvadora, sino a la doctrina correcta. Pero en el Nuevo Testamento
no se habla de la fe en el sentido de `doctrina correcta´ solamente, sino que fe salvadora
personal y doctrina correcta son dos factores de un mismo conjunto. Y lo que Pablo
quiere decir es, que algunos cristianos apostatarán de ambos.
En Hebreos 6:4-6 leemos: “Es imposible que los que una vez fueron iluminados y
gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y así mismo
gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean
otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo
de Dios y exponiéndole a vituperio”.
Los que apoyan la doctrina de la seguridad eterna nos explican que este pasaje no
habla de personas verdaderamente salvas. Sin embargo, si una persona es partícipe del
Espíritu Santo, es decir, que tiene al Espíritu Santo morando en ella, no es salva,
francamente no sé quién lo es. También el término “gustar” suele apuntar a una genuina
y cristiana experiencia de gracia (1P.2:3). Cristianos que tuvieron una experiencia de la
salvación – que la han “gustado”- y que fueron hechos partícipes del Espíritu Santo:
tales cristianos pueden caer. Eso de que no pueden ser renovados otra vez para
arrepentimiento, quizás se refiere a casos en que las personas caídas, realmente
“crucifican de nuevo para sí mismas al Hijo de Dios y le exponen a vituperio, “o sea, se
convierten en enemigos manifiestos y encarnizados del cristianismo y cometen el
pecado contra el Espíritu Santo, pisoteando al Hijo de Dios, teniendo por inmunda la
sangre del pacto en la cual fueron santificados, y haciendo afrenta (escarnio, mofa,
según el sentido que la palabra tiene en griego) al Espíritu de gracia, como el mismo
autor escribe un poco más adelante (He.10:29).
Finalmente, si pensamos en ciertas parábolas del Señor, como la de la oveja perdida,
la de la moneda perdida, la del hijo pródigo (Lc.cap.15), veremos que no dan buen
sentido si la doctrina de la seguridad eterna es correcta. En estas parábolas, el pastor
perdió una oveja que era de su rebaño, la mujer perdió una moneda que le pertenecía, y
el hijo pródigo dejó a su padre y a su hogar. El pastor halló a su oveja, la mujer su
moneda, y el hijo volvió a casa. Todas estas parábolas transmiten la idea de que una
persona que forme parte del pueblo del Señor, puede perderse cayendo de la gracia, y
luego ser restaurada en ella, o retornar a ella por medio del arrepentimiento. La doctrina
de la seguridad eterna niega que la oveja jamás haya integrado realmente el rebaño del
pastor, o que se haya perdido realmente, o que el hijo jamás haya estado en la casa de su
padre, o que de veras se haya perdido.
Si quisiéramos seguir el método de quienes enseñan la doctrina de la seguridad
eterna, podríamos “probar”, por ejemplo, que al final todos los hombres serán salvos, y
ninguno se perderá para siempre, ya que la Biblia dice que Dios quiere la salvación de
todos los hombres, y que él tiene poder para dar cumplimiento a todo lo que quiere.
Pablo dice que Dios “reunir todas las cosas en Cristo, así las que están en los cielos,
como las que están en la tierra” (Ef.1:10). Nadie quedará excluido; todos serán salvos.
Sin embargo, la Biblia afirma que muchos se perderán para siempre. También enseña
que los que son de Cristo, no perecerán jamás; no obstante, algunos creyentes caerán de
la gracia y perderán a Cristo (Gá.5:4). Tenemos que tomar los dos aspectos de la
enseñanza bíblica tal como están, aún cuando con nuestra lógica humana no podamos
conciliar el uno con el otro. La fe vive en la tensión entre estos dos: la firme confianza
en la gracia y el poder preservador de Dios, y el peligro de caer. Y como este peligro es
un peligro tan real, lo lleva al cristiano a depositar su confianza en la misericordia y en
ese poder preservador de Dios, a velar y orar, a practicar la auto-disciplina mediante el
poder del Espíritu a fin de no ser eliminado, como dice Pablo (1Co.9:27); lo lleva
además a condenar sus propios pecados y faltas y a arrepentirse de ellos, confiando en el
perdón de Dios por causa de Cristo. El peligro de caer no tiene su origen en Dios, sino
en nosotros, y en el hecho de que el diablo, como león rugiente, anda buscando a quien
devorar (1P.5:8). El peligro y la posibilidad de una caída no conduce a confiar en las
propias fuerzas y en los propios esfuerzos, como piensa Strombeck. Al contrario; bien
entendido, ese peligro hace que el cristiano abandone toda confianza en sí mimo y se
entregue por entero a la misericordia y al poder preservador de Dios. Le ayuda al
cristiano a tener una visión realista de la situación en que vive, y a aferrarse a la gracia
sola, tanto para su justificación, como para su santificación, su salvación y su
preservación en la fe.
Juan: Debo admitir que los pasajes que citaste hablan bastante en contra de la
doctrina de la seguridad eterna. Reconozcamos, entonces, que es posible caer de la
gracia, y también que muchas personas bautizadas efectivamente sufrieron esta caída.
Pero a pesar de esto, la experiencia enseña que cuando se hace obra de evangelización
entre descreídos bautizados, estos no se diferencian para nada de incrédulos no
bautizados. ¿Me puedes explicar el por qué?
Martín: Un incrédulo es un incrédulo, bautizado o no. Se halla en estado de no
regenerado, aunque una vez haya recibido el bautismo. Pero hay un aspecto en que los
incrédulos no bautizados difieren de los que fueron bautizados: los primeros son en
realidad paganos, pero los descreídos bautizados son hijos pródigos. Hubo un tiempo en
que vivían en la casa del Padre celestial, pero luego la abandonaron y se fueron a vivir a
la tierra lejana de la incredulidad y del pecado. Cuando aquellos primeros se convierten,
tienen que ser bautizados para perdón de sus pecados, y recibir el Espíritu Santo.
Cuando se convierten estos últimos no necesitan un nuevo bautismo, pues en el Nuevo
Testamento no se menciona ningún caso en que una persona bautizada que cayó de la
gracia y luego retornó a ella, haya sido bautizado de nuevo.
Juan: ¿Qué me puedes decir en cuanto a la conversión de una persona que fue
bautizada en su infancia?
Martín: Cristo nos indica cuál es el camino que conduce a su reino al decir: “El
tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentios, y creed en el
evangelio” (Mr.1:15). A sus discípulos les dio la orden de “predicar en Su nombre el
arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones” (Lc.24:47).
Predicar el arrepentimiento significa convencer a los pecadores indiferentes de la
gravedad de sus pecados y de su perdida condición, confrontándolos con la ley de Dios,
y despertar en ellos un sincero pesar por las faltas en que han incurrido. A los que se
humillan a sí mismos, sienten dolor por sus pecados y claman por misericordia, hay que
anunciarles, tanto en los sermones públicos como en el cuidado pastoral individual, el
evangelio del perdón gratuito que Dios otorga al pecador arrepentido por causa del
sacrificio de Cristo por los pecados de todo el mundo, y su victoriosa resurrección.
El evangelio es la llave que abre a los pecadores penitentes la puerta al reino de
gracia, y que les ayuda a entender en el mismo mediante la fe. En circunstancias en que
se van convenciendo de su pecaminosidad y claman por perdón y salvación, están
“llamando a la puerta”. Y cuando creen en el evangelio que les promete perdón y
justificación gratuita por la sangre de Cristo, “entran” por la puerta.
´Fe` significa no sólo confianza en el perdón en y por Cristo. Significa también
sujeción a su ley en gozosa obediencia a su voluntad. Esa fe la produce el Espíritu Santo
por medio del evangelio.
En el caso de personas no bautizadas, el bautismo es el acto sagrado exterior mediante
el cual la promesa del evangelio le es “garantizada” o “sellada” al pecador arrepentido.
La garantía o el sellado interior es algo que nos da el Espíritu Santo. En el caso de
personas bautizadas, el acto de anunciarles la certeza del perdón y la promesa del
Espíritu Santo puede ir acompañado de la imposición de manos. Esta se practicaba en
diversos tipos de bendiciones, y como hemos visto, era frecuente que en conexión con
ella, la persona recibía el Espíritu Santo. Lo mismo suele ocurrir no raras veces también
en nuestros tiempos. Por supuesto, con imposición de manos o sin ella, la eficacia y la
confiabilidad del evangelio no varía, pero este rito sagrado es como un sello o una
confirmación externa, una ayuda adicional para la fe. La confirmación interna siempre
la da el Espíritu Santo.
Hay muchas personas que obtienen la certeza de ser salvos mientras escuchan un
sermón; otros reciben el mismo consuelo mientras leen un libro de contenido cristiano.
Pero aún en tales casos, el cerciorarse personalmente, mediante la imposición de manos,
de la promesa del perdón y de la recepción del Espíritu Santo, puede ser beneficioso
para el robustecimiento de la fe, y para ligar a esta persona más estrechamente a la
iglesia, el cuerpo de Cristo; y de esta manera puede ocurrir lo que también lo que
ocurrió en los tiempos bíblicos con muchos discípulos: al imponérseles las manos,
recibieron el Espíritu Santo que les dio un conocimiento vivo de Cristo, poder desde lo
alto.
Juan: Sé que en algunas iglesias se usa la imposición de manos, pero no entiendo el
por qué se habría de usar.
Martín: No es ninguna ley usarla. Es un privilegio, una ayuda para nuestra fe. Y sin
duda haremos bien en apreciar y usar con agradecimiento todos los actos sagrados
practicados por los apóstoles. No olvidemos que en aquel tiempo, más de uno no recibió
el Espíritu Santo hasta que fue bendecido con la imposición de manos. Y lo mismo vale
de los tiempos actuales, porque los caminos de Dios no han cambiado. Además, en
Hebreos 6:1 y 2, la imposición de manos figura entre las cosas fundamentales de la
doctrina de Cristo, junto con el arrepentimiento de obras muertas, la fe en Dios, la
doctrina de bautismos (bautismo de agua y del Espíritu), la resurrección de los muertos
y el juicio eterno. Si omitimos uno de estos factores que pertenecen al fundamento, falta
un parte del fundamento.
Sin embargo, lo más importante no es lo que se hace exteriormente, sea lo que fuere.
Lo esencial es que oigamos el evangelio, pero más importante aún es que nos
apropiemos de sus promesas por medio de la fe, y que experimentemos en nuestro
corazón su poder, que seamos “circuncidados” en nuestro corazón para vivir en fe y
obediencia, o, en otras palabras, que recibamos el bautismo interior del Espíritu Santo.
Es triste decirlo, pero en las iglesias que practican el bautismo de infantes es bastante
común poner en énfasis en la doctrina pura y en el ser un buen miembro de su iglesia.
No hay un llamado a la conversión, a una vida genuinamente cristiana, a un servicio
consagrado. Todo lo que se requiere es que uno aprenda su Catecismo, asista a los
cultos, participe de la santa cena, contribuya a sostener la obra de la iglesia, y lleve una
vida decente. Por supuesto, todo esto es bueno y necesario; pero es muy posible que una
persona cumpla con todos estos requisitos, y no obstante está totalmente en ayunas en
cuanto a lo que es conocer a Cristo de veras, y vivir en él. Cuando se deja a la gente en
la creencia de que son buenos cristianos y herederos de la vida eterna sin
arrepentimiento y fe genuina, en realidad se los induce a construir su propia justicia y al
final serán condenados.
Juan: En los puntos principales estamos de acuerdo. Tener en el corazón un vivo
conocimiento de Cristo, y vivir en y para Él, - esto es, al fin y al cabo lo que importa.
Martín: La historia de la iglesia cristiana demuestra que el cristianismo viviente, o
el avivamiento del mismo, no depende en primer instancia del uso del bautismo de
infantes o de adultos. Depende de la manera cómo se predica el evangelio. La
predicación bíblica evangelística, y el esfuerzo personal por ganar almas, da por
resultado un avivamiento, y produce un cristianismo viviente. Una predicación carente
de contenido evangélico, fría, formal; y también cierto tipo de predicación moderna que
se caracteriza por lo aguado del mensaje, produce muerte espiritual y una religiosidad
meramente formal.
Los mayoría de los grandes avivamientos de la iglesia cristiana ocurrieron en
denominaciones que practican el bautismo de infantes. Tales fueron, por ejemplo, la
mayor parte de los movimientos de la Reforma Evangélica del siglo XVI, el así llamado
reavivamiento pietista de los siglos XVII, XVIII y XIX en muchos países de Europa y
en América, el avivamiento causado por los hermanos Moravos y el Metodismo, la
mayor del Gran Despertar Religioso en América, los impulsos dados por Finney y
Moody, y otros.
Es cierto, hubo también fuertes corrientes análogas ocasionadas por medio de los anti-
párvulobautistas. Pero nadie podrá negar el hecho de que donde más cristianos vivientes
hubo, fue en las iglesias que practicaban el bautismo de infantes. Por otra parte, el
rechazo del bautismo de infantes no pudo impedir que ciertos sectores del Bautismo
Americano si hiciesen modernistas y perdiesen su vitalidad. Me parece que la oposición
al bautismo de infantes fue más bien una traba que una ventaja en los esfuerzos por
salvar a los hombres.
Imaginemos a un luterano, metodista, anglicano (episcopal) o presbiteriano que es
tocado en su conciencia mientras asiste a una reunión de avivamiento conducida por una
iglesia que rechaza el bautismo de infantes. Siente que debería arrepentirse y
convertirse. Tiene sus dificultades, como las tienen todos, pero a esas dificultades se
agrega otra más: para seguir la invitación y el llamado de Dios que se le extiende en esta
reunión, quizás tenga que repudiar como cosa sin valor y errada el bautismo que recibió
en su infancia. Asimismo tendrá que apartarse de su propia iglesia que practica el
bautismo de infantes.
Estas consideraciones son para más de uno una barrera en el camino hacia la salvación
que se le señala mediante la obra de iglesias o grupos que se oponen al bautismo de
infantes. Estoy convencido también de que Dios derrama su bendición mas rica sobre la
obra evangelizadora o de avivamiento que se hace en fidelidad total a su palabra,
también en lo tocante a la doctrina del bautismo.
Juan: Nunca se me ocurrió enfocar la cuestión desde este ángulo. Es común entre
nosotros culpar al bautismo de infantes de la inercia espiritual que reina en algunas otras
iglesias. Puede ser que esta idea sea equivocada.
Martín: De nuevo quisiera expresar mi satisfacción por el hecho de que estemos tan
de acuerdo respecto de muchos puntos. Y ya que estamos discutiendo acerca de la
conversión: me gustaría poner sobre la mesa el asunto de la absolución, dado que hace
poco, el pastor de ustedes lo trató en uno de sus mensajes radiales. Partió de las palabras
de Marcos 2:7: “¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?” A base de este texto
afirmó que es un error pronunciar la absolución a pecadores arrepentidos. Lo único que
podemos hacer es remitirlos a Dios para que le pidan a él el perdón de sus pecados, dijo:
Pronunciar la absolución es papismo, catolicismo. ¿Opinas lo mismo que tu pastor?
Juan: Sí. O caso no son claras las palabras “¿Quién puede perdonar pecados, sino
sólo Dios”? Estas palabras rechazan de pleno la doctrina sustentada no sólo por
católicos, sino también por los luteranos, episcopales, de que los hombres pueden
remitir los pecados, y que por medio de la absolución declaran que los pecados están
perdonados ante Dios en los cielos. Para mí, semejante doctrina y práctica es un horrible
herejía.
Martín: Te pregunto entonces: ¿Crees que tenemos que seguir todas las indicaciones
y declaraciones que aparecen en la Biblia?
Juan: Por supuesto que NO. En la Biblia hay palabras de gente enemiga de Dios, e
incluso del diablo; y ciertamente no es la intención de las Escrituras que sigamos tales
palabras. Un ejemplo de este tipo es la afirmación de los necios: “No hay Dios”
(Sal.14:4).
Martín: Correcto. Pero quizás nunca reparaste en que la pregunta “¿Quién puede
perdonar pecados, sino sólo Dios”? la plantearon unos escribas, que pertenecían al
partido de los fariseos. Así que estás usando una declaración de los escribas farisaicos
como fundamento para lo que ustedes enseñan. Y si ustedes siguen una doctrina de los
fariseos, ¿qué llegan a hacerse ustedes mismos?
Juan: Cuando los escribas le dirigieron a Cristo este reproche, negándole el poder de
perdonar pecados, no comprendían ni creían que Dios estaba en él, y que por lo tanto
tenía potestad en la tierra para perdonar pecados. Pero ningún otro hombre tienen una
potestad similar.
Martín: Olvidaste tal vez que Cristo mismo dio a sus discípulos esta potestad al
decirles, después de su resurrección: “Como me envió el Padre, así también yo os
envío... Recibid el Espíritu Santo. A quienes remitiereis los pecados, le son remitidos; y
a quienes se los retuvieseis, les son retenidos (Versión `Dios llega al hombre´: A
quienes ustedes perdonen los pecados, les quedan perdonados; y a quienes no se los
perdonen, les quedan sin perdonar)” (Jn.20:21-23).
Y no era ésta la única vez que el Señor habló a sus discípulos del poder de perdonar
pecados. A la confesión de Pedro: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios”, Jesús replicó: “A
ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en
los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos” (Mt.16:19).
El Señor habló a Pedro como al representante de todos los discípulos. Lo vemos por el
hecho de que un poco más tarde, Cristo dijo esencialmente lo mismo a los demás
discípulos: “De cierto os digo, que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y
todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo” (Mt.18:18).
Es obvio que atar significa retener los pecados, no perdonados; y desatar es lo
mismo que remitir los pecados, perdonados. Cristo dio ese poder a todos sus discípulos,
a los que tienen el Espíritu Santo.
Juan: Fue a sus apóstoles a quienes Jesús dijo estas palabras; y creo que ese poder
fue a ellos solos, no a otros.
Martín: En Juan capítulo 20: leemos que los discípulos estaban reunidos tras las
puertas cerradas; no se dice que únicamente los apóstoles estaban allí. Las palabras de
Cristo iban dirigidas a los discípulos, no sólo a los apóstoles. Los que niegan que los
discípulos, los cristianos, tienen potestad de perdonar pecados, tienen el mismo
concepto que los escribas y fariseos que dijeron: “¿Quién puede perdonar pecados, sino
sólo Dios?”. Así como ellos no creyeron que Dios estaba en Cristo, así ustedes no creen
que Dios, y Cristo, está en los cristianos. Sin embargo, la Biblia enseña con toda
claridad que Dios, Cristo, y el Espíritu Santo, el Dios trino, habita en los cristianos. En
realidad es Dios, o Cristo, el que perdona pecados; pero como habita en los cristianos, él
habla a través de la boca de ellos, y perdona pecados por intermedio de ellos.
Juan: Nosotros no negamos que el Dios trino habite en los cristianos. Sabemos muy
bien que en el Nuevo Testamento se habla de esto más de una vez.
Martín: En teoría lo admiten, pero en la práctica lo niegan. Cristo dijo a sus
discípulos: “El que a vosotros oye, a mi me oye, y el que a vosotros desecha a mi me
desecha” (Lc.10:16). El que oye la promesa evangélica del perdón de los pecados por
boca de un discípulo de Cristo, la oye de Cristo. Es él quien habla por boca del
discípulo. Ustedes desdeñan y rechazan la palabra de perdón, o de absolución, dicha por
un discípulo de Cristo. Al hacerlo, desdeñan a Cristo.
Juan: No, de ninguna manera. Simplemente no nos tomamos la atribución de
restarle a Cristo y a Dios el honor de que él es el único con derecho a perdonar pecados.
Martín: La mejor manera de dar gloria a Cristo es creer y obedecer sus palabras. Le
honramos si le tomamos la palabra: “A quienes remitiereis los pecados, les son
remitidos”. Ustedes le deshonran si rehúsan creer estas palabras y atenerse a ellas,
remitiendo los pecados a los pecadores penitentes.
Pablo dice: “Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase
por medio de nosotros” (2Co.5:20). Supongamos que un rey pide a un hombre ser su
embajador, y transmitir a alguien un determinado mensaje. El hombre rehúsa hacerlo,
alegando que no le es posible, e insinúa que el rey lo haga personalmente. ¿No crees que
con una actitud tal deshonra al rey, y se acarrea su disgusto, bien merecido, por cierto?
Del mismo modo, ustedes rehúsan pronunciar al pueblo el perdón de Dios, a pesar de
que Cristo les dio la orden de hacerlo como embajadores suyos. Cristo instruye a sus
discípulos en el sentido de que prediquen arrepentimiento y perdón es Su nombre, y
remitan los pecados a los pecadores arrepentidos. Pero ustedes en su pretendida
humildad se niegan a obedecer a Cristo. En lugar de proclamar el perdón de pecados a
las almas atribuladas y afanosas de gracia, ustedes las remiten a la oración y a la
sujeción a la voluntad de Dios, o cosas por el estilo. E incluso ustedes mismos se niegan
a pedir la absolución de un siervo de Cristo, ya que no creen que Cristo en persona está
hablando por intermedio de ese siervo, como embajador suyo.
Juan: Son palabras un tanto duras las tuyas. Los apóstoles, en sus cartas, nunca
hablan de absolución; ni tampoco el libro de los Hechos hace mención alguna de ella.
Ustedes usan la imposición de manos al pronunciar el perdón de pecados; pero según
Hechos, este rito se practicaba para que la persona reciba el Espíritu Santo. El hecho de
que los apóstoles no hagan en sus cartas ninguna referencia a la absolución, es una
prueba de que no estaba en uso en la iglesia apostólica.
Martín: Los informes acerca de la vida de Cristo y su enseñanza que tenemos en
nuestros Evangelios constituyen el tema principal de la enseñanza y predicación de los
apóstoles, tanto en su labor misional como en su trabajo al frente de las congregaciones.
Según los Evangelios, Cristo se refirió cuatro veces a la tarea y la potestad de el perdón
de pecados, o de remitir pecados. El hecho de que estas palabras de Cristo hayan
quedado registradas en los Evangelios demuestra que se las consideraba parte
importante de la enseñanza del Señor; y como tal, se las repetía a menudo en las
reuniones de los creyentes. Estimo que la enseñanza de Cristo tiene el peso suficiente
como para establecer una doctrina. En opinión de ustedes parece ser que a menos que
una doctrina esté basada en las epístolas apostólicas, las palabras de Cristo no tienen
mayor importancia.
Juan: ¿Cómo puedes decir esto? ¡Claro que nosotros creemos que las enseñanzas de
Cristo son verdad divina!
Martín: En teoría lo creen, pero en la práctica no. Las cartas de los apóstoles fueron
escritas para un propósito definido. En ellas, los apóstoles trataron temas que estaban
causando dificultades en las iglesias. Si no se hubiesen producido esos desórdenes en
las celebración de la cena den la iglesia de Corinto, este sacramento no se habría
mencionado en ninguna parte de las escrituras apostólicas.
Por otra parte, no es cierto que la pronunciación del perdón o absolución no se
mencione en ninguna de las cartas apostólicas. En 2 Corintios 2:10, Pablo exhorta a los
cristianos en Corinto a que perdonen a un hombre sus pecados, y les asegura que él
mismo está dispuesto a hacer otro tanto. “Al que vosotros perdonáis”, “yo también;
porque también yo lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho
en presencia de Cristo”.
Juan: Es lógico que los cristianos debieran perdonar a quienes los ofendieron. Lo
que Pablo menciona aquí, probablemente fue un caso de estos.
Martín: En 1 Corintio 5 aparece ese mismo hombre. Era un cristiano que había
incurrido en un pecado bochornoso: fornicación grosera. Su pecado no era un pecado
contra los cristianos de Corinto o contra la persona de Pablo, así como tampoco el
pecado de David era un pecado contra Natán. Pero así como Dios pronunció el perdón
al David arrepentido por boca del profeta Natán, así aquel cristiano corintio debía
recibir el perdón por intermedio de los cristianos de aquella congregación. Estaba
arrepentido, por tanto los miembros de la iglesia en Corinto debían perdonarle: y lo
mismo hizo Pablo, en presencia o en nombre de Cristo. A mi modo de ver, aquí estamos
ante un caso patente de uno de la tarea y potestad dadas por Cristo de remitir los
pecados a un pecador arrepentido. Esto se hace “en presencia de Cristo”, en su nombre
y como sus representantes. En la iglesia, Cristo está como “en su casa”, y habla por
boca de sus fieles; por lo tanto, el perdón se da y se produce “en presencia de Cristo”.
Decías que la imposición de manos se practicaba a los efectos de comunicar a una
persona el Espíritu Santo. También se practicaba en conexión con diversas otras clases
de bendiciones, por ejemplo, el sanar a los enfermos, al ordenar a una persona al
ministerio, o al impartir de una manera general los beneficios espirituales del reino de
Dios, como cuando Jesús bendijo a los niños. La remisión de pecados es un beneficio;
por consiguiente, se la debiera acompañar con la imposición de manos. El perdonar
pecados y el comunicar el Espíritu Santo son dos cosas que en el Nuevo Pacto van
estrechamente unidas. No nos podemos apropiar de veras del perdón divino sin haber
recibido el Espíritu Santo. Y una vez que hemos recibido el Espíritu, nos aferramos de
veras al perdón, por medio de la fe. No entiendo por qué habríamos de poner énfasis en
la diferencia entre lo uno y lo otro en lo que al uso de la imposición de manos se refiere.
Con todo, la declaración del perdón de pecados, o absolución, es válida también sin
imposición de manos. Ese acto sagrado no es parte esencial de la absolución, pero su
uso, en estas circunstancias, es correcto y apropiado.
Juan: Pero al pronunciar el perdón de pecados, ¿no nos estamos arrogando algo que
es prerrogativa de Dios y de Cristo? Podremos declarar el perdón de pecados, pero
difícilmente podremos decir que remitimos los pecados.
Martín: Ya te dije que no se puede hablar de presunción cuando obedecemos las
palabras de Cristo. Hay un anécdota de un rey de Francia que ordenó a uno de sus
oficiales que subiese a una carroza antes que él. El oficial lo hizo sin titubeos. Los
demás miembros del séquito real se horrorizaron al ver lo que les parecía una tremenda
falta de respeto al rey. Pero el rey destacó la actitud del oficial, declarando que la mejor
manera de honrar al rey es obedecerle.
Presunción es desobedecer a Cristo, o dar a entender que Sus palabras no significan lo
que expresan. El Señor dice a sus discípulos: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí
cree las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores hará, porque voy al
Padre” (Jn.14:12). Durante su permanencia en la tierra, Cristo anunció y pronunció el
perdón de los pecados. Dijo en cierta ocasión: “Ten ánimo, hijo; tus pecados te son
perdonados” (Mt.9:2). Después de que Cristo fue al Padre, sus discípulos hacen las
mismas obras que hizo él. También ellos dicen a los pecadores: “Ten ánimo; tus
pecados te son perdonados”; pero añaden: “en el nombre de Jesús, y por su sangre
redentora”, por cuanto Cristo dio a sus discípulos la orden de predicar perdón en Su
nombre, y por cuanto la Biblia enseña que tenemos redención por su sangre, el perdón
de pecados, porque la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado (Ef.1:7; 1 Jn.1:7).
En el Antiguo Pacto se rociaba sobre el pueblo, manchado de pecados, la sangre de
animales, mediante un manojo de hisopo. En el Nuevo Pacto se rocía la sangre de Cristo
sobre los corazones del pueblo arrepentido, por medio del evangelio. El Nuevo
Testamento habla alguna vez de la aspersión con la sangre de Cristo. Todos los
cristianos fieles han sido hechos partícipes de esa aspersión (He.10:22). La efectúan los
cristianos que son un santo sacerdocio a las órdenes de Dios. La aspersión con la sangre
de Cristo por medio del evangelio se recibe por vía de la fe. Tenemos “purificados los
corazones de mala conciencia”; nos hemos acercado “a Jesús, el mediador del nuevo
pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel” (He.12:24). “Los elegidos
según la presciencia de Dios”, dice Pedro, “ha recibido la santificación del Espíritu para
obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo” (1P. 1:2). ¿Sabes de alguna otra
forma, hermano Juan, cómo los hombres y sus corazones pueden ser rociados con la
sangre de Cristo, a no ser por la proclamación del evangelio?
Juan: Me atrevo decir que no hay otra forma.
Martín: Decías en opinión tuya, es correcto proclamar el evangelio del perdón a los
pecadores que se arrepienten. ¿Crees que ese evangelio que predicamos dice la verdad?
En otras palabras: ¿es reconocido por Dios como “palabra de verdad”?
Juan: ¡Naturalmente! El evangelio es “palabra de verdad” (Stg.1:18), si se lo predica
tal como las Escrituras nos lo presentan. Pero no todos los hombres son salvos, aún
cuando se les predica el perdón de pecados con aplicación a su propia persona. ¿No nos
demuestra esto que nuestra proclamación del perdón y el perdón otorgado por Dios son
dos cosas diferentes? Los pecados que son perdonados un la tierra no siempre lo son
también en el cielo.
Martín: La iglesia católica dice que la llave, o absolución, puede fallar, y que el
perdón de Dios no es lo mismo que la remisión pronunciada aquí en la tierra. En este
punto pareces estar en la misma línea que los papistas.
Cristo dice: “Todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo” (Mt.18:18).
No dice: “Lo que desatéis en la tierra, posiblemente no será desatado en el cielo,” como
lo entiendes tú. Lo asegura en forma incondicional: “será desatado en el cielo.” El
perdón declarado en la tierra es de veras el perdón de Dios.
Sabemos muy bien que no todos creen el evangelio cuando se lo predica en público.
Ni tampoco lo creen cuando se lo proclama en la absolución personal. En realidad, la
absolución personal no es sino la aplicación de la promesa del evangelio al individuo.
Nosotros no estamos capacitados para dar la fe y el Espíritu Santo. Esto lo tiene que dar
Dios.
Volvamos una vez más a aquella parábola en la que Cristo habla de los cuatro terrenos
diferentes en que cae la semilla de la palabra de Dios. La semilla, la palabra, es siempre
la misma; pero no puede brotar ni traer fruto a menos que el corazón del hombre sea
“buena tierra.” Y esto se da sólo en muy pocos casos. Hay personas que al parecer están
arrepentidas, pero en realidad no es así. Otras, que también parecen arrepentidas, tienen
algún pecado oculto que no son capaces de confesar. Lo consideran demasiado
vergonzoso, o no quieren deshacerse de él, y así no están en condiciones de apropiarse
de la gracia que se les anuncia. La promesa no falla, porque el evangelio es verdad
divina. Es realmente el evangelio del perdón de Dios; pero lo que pasa es que a ellos les
falta la capacidad de aceptarlo. Sucede a veces que una persona tarda varias horas, o
días, semanas, o más tiempo aún, en aferrarse con fe al perdón que le fue proclamado.
Dios da el poder para creer, y “confirma” el evangelio en el corazón en el momento que
él estima oportuno, y cuando el corazón ha sido convertido en “buena tierra” para la
palabra sembrada.
En su plática, tu pastor dijo que nuestra doctrina y práctica de la absolución es una
tradición eclesiástica que heredamos de la iglesia católica. En realidad, si ustedes la
cuestionan, es por una falsa tradición eclesiástica; y al hacerlo, anulan el efecto de la
predicación de Cristo. ¿Recuerdas lo que el Señor dijo a los fariseos de su tiempo?
“Vosotros habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición. Hipócritas,
bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: “Este pueblo de labios me honra; mas su
corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas,
mandamientos de hombres” (Mt.15:6-9).
Ustedes, con su tradición, invalidan las claras palabras de Cristo, y enseñan como
doctrinas, mandamientos de hombres. Nuestra doctrina y práctica en cambio se basan en
la simple enseñanza de la palabra de Dios. No es una doctrina y practica romana, pues
como bien sabes, la Iglesia Romana enseña que solamente los sacerdotes ordenados
tienen la potestad de pronunciar la absolución de pecados; pero nosotros enseñamos,
siguiendo las palabras de Cristo, que todos los cristianos, los que tienen el Espíritu
Santo, tienen la tarea y el poder, dados por Cristo, de proclamar el evangelio del perdón
a los que se arrepienten y están ansiosos por obtener la gracia divina. Cristo dice:
“Pedid, y se os dará” (Mt.7:7). En el evangelio, o la absolución, se da el perdón en el
nombre y por la sangre redentora de Cristo a los que en sincero arrepentimiento lo
piden.
Juan: ¿No podríamos decir que cuando un pecador arrepentido simple con los
requisitos previos establecidos por Dios, o sea, cuando siente pesar por sus pecados,
pide perdón, desea deshacerse de ellos, y deposita su confianza en el sacrificio
reconciliador de Cristo, automáticamente queda libre, o desatado, por causa de la
promesa que nos da la Escritura – así como el pecador impenitente queda atado a sus
pecados y al infierno por el juicio de la palabra de Dios?
Martín: Tal vez nos pueda ayudar una ilustración. Un criminal sentenciado a pena
de muerte pide perdón, y el rey se lo otorga. En el momento en que se firma el
documento que le garantiza el perdón y la plena libertad, el criminal es libre – pero sólo
en principio, y en teoría. Es necesario que algún funcionario vaya a vero, le anuncie el
perdón, le muestre el documento firmado por el rey, y le abra las puertas de la prisión.
El pecador arrepentido tiene un certificado de perdón extendido por el Rey celestial,
pero ese perdón le tiene que ser anunciado por uno de los oficiales del Rey, y él tiene
que aceptarlo. Por supuesto, el oficial no tiene la facultad de perdonar al criminal por su
propia cuenta. Actúa como funcionario o intermediario del rey. De igual manera, el
servidor de Dios no hace más que proclamar el perdón que el Rey celestial le autorizó a
declarar, y con eso demuestra que lo hace a base de la palabra del Rey.
Si el pecador arrepentido quedara automáticamente libre, ¿por qué Cristo habría dicho
entonces a sus discípulos que predicasen el perdón a los pecadores arrepentidos, y les
asegurasen que todos los pecados que ellos remiten, les serán remitidos? Estas palabras
de Cristo son del todo superfluas y conducen a equívocos si él no quiere decir con ellas
que al pecador arrepentido hay que anunciarle el perdón, y que hecho esto, el pecador
queda en libertad – no antes. La Biblia no enseña en ninguna parte que esa liberación se
produce en forma automática, sino que dice que los pecados le son perdonados al
pecador cuando uno de los discípulos de Jesús los declara perdonados, y cuando él lo
cree. Lo vemos por el ejemplo de David. Dice David: “Mi pecado te declaré, y no
encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la
maldad de mi pecado” (Sal.32:5). Como leemos en 2 Samuel 12, David confesó sus
pecados al Señor en presencia de Natán, y el Señor le perdonó la iniquidad de su pecado
mediante la palabra de Natán, cuando éste le dijo: “También Jehová ha remitido tu
pecado; no morirás.” La Biblia por cierto, promete perdón a la persona que se arrepiente
de sus pecados y los confiesa, pero es una presunción pasar por alto o rechazar la
agencia por medio de la cual Dios nos hace llegar a su perdón, a saber, el evangelio
anunciado por uno de los servidores – como sería un presunción si el criminal
encarcelado, después de haber leído l anota en que se le concede el perdón, se dirigiese
precipitadamente hacia la puerta de salida, sin expresar a que venga un funcionario que
le comunique la noticia y le ponga en libertad, o incluso sin hacer al carcelero la
solicitud correspondiente. A mi entender, la necesidad de oír el evangelio del perdón
por boca de uno de los servidores de Dios no es una orden fastidiosa y legalista; antes
bien, debe ser considerada un privilegio, un don de Dios, poder escuchar tal declaración
y aseveración dirigida a mí personalmente, y poder aceptarla como una palabra que
emana del propio corazón de Dios.
El respeto a la majestad de Dios y de Cristo requiere que nos atengamos
conscientemente a las órdenes que él nos da en las Escrituras. De esta manera estaremos
seguros de no haber seguido nuestros propios caminos humanos.
Tu idea de la persona que cumple con los requisitos previos establecidos por Dios,
automáticamente está desatada de sus pecados, encierra el grave peligro de caer en la
auto-justificación. El pecador es inducido a creer: Si yo cumplo, si lleno las
condiciones, automáticamente soy libre. Se pone un énfasis excesivo en lo que el
hombre mismo hace en procura de un cumplimiento adecuado de los requisitos previos.
¿Será esto lo que se nos indica en el evangelio? No; el camino señalado en el evangelio
es otro: no se le dice al pecador que tiene que cumplir conciertos requisitos previo; antes
bien, cuando está desesperado a causa de sus pecados, se le predica el evangelio de la
redención plenamente suficiente y el perdón de los pecados por la sangre de Cristo. Y
él, simplemente acepta esta promesa, y confía en ella. Me temo que si como primer paso
tengo que cumplir con los requisitos previos, y luego creer que automáticamente soy
libre, jamás llegaré a creer. Seguiré esforzándome por cumplir con los requisitos previo
– y lo más probable es que no lo logre nunca.
Si hablo de absolución o pronunciamiento del perdón de pecados a un pecador
arrepentido – ya sea un pecador apunto de convertirse, o un cristiano cargado de pecado
– me refiero no sólo a la absolución personal, o aplicación de la promesa del evangelio
al individuo. Incluyo también la proclamación pública del evangelio en los sermones. El
Rey celestial hace proclamar su perdón también desde el púlpito, y por supuesto, en el
bautismo. Ustedes no creen que en el bautismo se perdona los pecados, así como
tampoco creen que se perdona por medio de la proclamación del evangelio. Nosotros
creemos tanto lo uno como lo otro, ya que así lo enseña la Biblia. De hecho, el bautismo
es una forma de usar el poder de perdonar pecados que Cristo nos dio; la absolución
personal es la segunda forma; la prédica del perdón en los sermones públicos es la
tercera; y a los cristianos se les da la certeza del perdón por la sangre de Cristo en la
santa cena. A todas estas formas de administrar el evangelio se aplican las palabras de
Cristo: “A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos” (Jn.20:23).
Juan: Lo que acabas de decirme parece que vale la pena meditarlo seriamente. Así
lo haré, y pediré al Señor que me abra el entendimiento para ver cual es su voluntad, y
cuáles sus caminos, a fin de que pueda seguirlos.
Martín: El Señor te bendiga en ese saludable propósito, y te dé la guía de su Espíritu
Santo para que podamos conocer siempre mejor Su verdad, y obedecerla.
NOTAS
II. El Significado y las Bendiciones del Bautismo
2. Respecto de los Campbellistas véase Strong, op.cit., pág.534; Buswell, op.cit., pág.9;
y la `Enciclopedia del Conocimiento Religioso de Schaff Herzog.
15. M. Lutero, WA vol. 12, pág. 590; vol. 27, pág. 190; vol. 47, pág. 40, 45.
16. M. Lutero, `Instrucciones para los inspectores`, 1528. WA vol. 26, pág. 202 y sig.
Juan: Estábamos discutiendo una cuestión que no tiene que ver directamente con
nuestro tema actual. Volvamos al bautismo. A mi mido de ver, la historia de la iglesia
cristiana nos muestra claramente que el bautismo de infantes es una invención posterior
de la iglesia católica.
Martín: No hace mucho estudiamos las enseñanzas de Jesús en cuanto al bautismo
en el contexto de la situación histórica en la cual él desempeñó su ministerio público. Y
vimos que tanto este contexto como también las enseñazas de Jesús apuntan en
dirección al bautismo de infantes. Y bien: ¿qué nos dicen los testimonios de la historia
eclesiástica posterior a la era apostólica?
1. La Iglesia Primitiva
La Edad Media
Juan: El Dr. Pettingill dice: “En todo tiempo, desde el comienzo mismo de la
iglesia, Dios siempre tuvo un remanente que le permaneció fiel. Dicho remanente jamás
consintió en la unión de iglesia y estado, o en la regeneración bautismal, o en el
bautismo de infantes...Les dieron diversos sobrenombres, basados a veces en el nombre
de uno de sus jefes, o en el nombre de su lugar de residencia. La lista es larga:
montanistas, novaciones, albigenses, studistas y otros; pero su nombre genérico era
“anabaptistas”, quiere decir “rebautizados”, porque ignoraban el bautismo de infantes, y
volvían a bautizar a quienes habían llegado a la salvación mediante la fe personal.
Tenían además un nombre genérico para sí mismos: se auto-denominaban “anti-
párvulobautistas”, es decir, opositores del bautismo de infantes (o párvulos).” 11
El hecho subrayado aquí por el Dr. Pettingill, ¿no es una prueba de que el Baptismo
(Usamos el término `artificial´ BAPTISMO para designar a las iglesias de orientación bautista en general
comp. ´luteranismo´). - Nota del traductor) ya existió desde los tiempos apostólicos?
Martín: Lo que sabes acerca de estos grupos, ¿lo sacaste de la historia eclesiástica?
Juan: Bueno...aparte de esta explicación del Dr. Pettingill, sólo lo que Hiscox dice al
respecto. 12
Martín: Entonces será conveniente que le demos la palabra también a la historia
eclesiástica. El primer grupo mencionado por el Dr. Pettingill son los montanistas. El
Dr. Tomas Armitage, en su extensa Historia de los Bautistas, 13 declara que los
montanistas tuvieron su origen en Montano, un natural de Frigia, en Asia Menor. El
movimiento intentó restaurar a la iglesia a su original espiritualidad y pureza. Su intento
fue bueno, pero el tratar de ponerlo en práctica si fueron demasiado lejos y cayeron en
errores. Decían estar tan directamente bajo la inspiración especial del Espíritu Santo
como lo habían estado los apóstoles, y que Montano era el Espíritu Santo en persona.
En su celo por consagrarse al Señor, se hicieron totalmente legalistas, se auto-
marginaron de la sociedad, y trataron con rigor extremo a los cristianos débiles y caídos
en errores. Los pecados cometidos después del bautismo los consideraban poco menos
que imperdonables; el matrimonio era el colmo de la iniquidad, y la “materia en sí” era
el mal en forma pura y sin mezcla.
Tertuliano se unió a los montanistas y compartió su punto de vista en cuanto a los
pecados cometidos después del bautismo. Este fue el motivo por que se opuso al
bautismo de infantes y también al bautismo de jóvenes no casadas y viudas. En otros
aspectos, dice el Dr. Armitage, no hubo discusión en cuanto al bautismo entre los
montanistas y la iglesia universal. Ambos creían que en el bautismo si recibía el perdón
de los pecados, y ambos consideraban el bautismo como un lavamiento de regeneración.
Además, ambos usaban el bautismo de infantes, si bien entre los montanistas hubo una
mayor inclinación a dejarlo para más tarde, como lo evidencia el ejemplo de Tertuliano.
Como ya dije, esto se debía a que según los montanistas, los pecados cometidos después
del bautismo eran poco menos que imperdonables. La iglesia universal, o católica – no
la Católica Romana, que todavía no existía – era más benigna en su trato con los
cristianos débiles y errados, y con los que habían apostatado de su fe en tiempos de
persecución.
¿Podrías decirme ahora, hermano Juan, en qué sentido los montanistas fueron anti-
párvulobautistas? Repito: no hubo controversia en cuanto al bautismo entre ellos y la
iglesia en general, y en los puntos en que la hubo, los anti-párvulobautistas de hoy día
no aceptan la posición de los montanistas sino que concuerdan con la antigua iglesia
universal.
Juan: Esto me hace pensar que lo único que hay es un parentesco entre los
montanistas y los anti-párvulobautistas actuales es su celo por la pureza de la iglesia.
Martín: Pero en lo concerniente a los principios que se debe seguir si se quiere velar
por la pureza y espiritualidad de la iglesia, los anti-párvulobautistas se atienen a los que
seguían la antigua iglesia universal o católica. Por consiguiente, estamos mucho más
cerca de la verdad histórica si decimos que a los montanistas no se los puede considerar
en ningún sentido especial como precursores de los principios bautistas. Incluso su idea
de que es preferible bautizar a las personas en la edad madura, y no en le infancia, tiene
muy poco que ver con los principios bautistas de la actualidad. Todo lo contrario: esa
idea estaba basada en su creencia en la eficacia del bautismo como medio de salvación,
y en su concepto de que los pecados cometidos después de haber sido prácticamente no
tenían perdón. Y tanto lo uno como lo otro está en conflicto con lo que en nuestro
tiempo es la enseñanza de los bautistas.
Los novaciones eran `puritanos´ que surgieron más o menos un siglo después de los
montanistas. Su nombre proviene de Novaciano, un cristiano de Roma que fue su
primer jefe notable. Novaciano estuvo enfermo cuando le bautizaron; y lo hicieron
rociándole con agua. Por parte de los defensores inflexibles del bautismo por inmersión,
aquella forma de bautismo de emergencia se consideraba de carácter dudoso, más aún
en el caso de que una persona bautizada de esta manera se presentase para ser ordenada
al ministerio. Cornelio, rival de Novaciano en la iglesia de Roma, aprovechó este factor
en su contra cuando Novaciano se postuló para el cargo de presbítero u obispo. Otro
punto en controversia que Novaciano se puso a la readmisión en la iglesia de los `lapsi´,
los renegados, mientras que Cornelio favorecía su reintegro a la congregación después
de un acto genuino de arrepentimiento. Cuando en el año 251 desp. de Cr., Cornelio
salió electo obispo por la mayoría, Novaciano logró que la minoría lo eligiera también a
él como obispo, y de esta manera se convirtió en jefe de un partido rigorista que excluía
en forma definitiva de su iglesia a los cristianos que habían renegado de su fe, y que
además bautizaba de nuevo a todos cuantos se unieran a ellos, separándose de la iglesia
católica.
Juan: Quiere decir, entonces, que los novacianos representaban un principio
bautista.
Martín: No te apresures con tus conclusiones. Los novacianos, así como la iglesia
en general, creían en la salvación por medio del bautismo. Los anti-párvulobautistas de
nuestros días (con excepción de los Campbellistas) no compartían esta creencia. La
razón por la que los novacianos rebautizaban a los católicos no fue porque éstos habían
recibido el bautismo antes de su conversión, sino simplemente porque provenían de una
iglesia que ellos, los novacianos, consideraban corrupta porque abría sus puertas a los
´lapsis` o caídos que en sincero arrepentimiento anhelaban regresar al ceno de la iglesia.
Me parece que nuestros anti-párvulobautistas actuales siguen en este punto los
principios de la iglesia universal del siglo IV, y no los de los novacianos. Si en nuestros
días hubiese novacianos, podemos estar seguro que tildarían a prácticamente a todos los
anti-párvulobautistas de corruptos porque readmiten en su iglesia a los cristianos caídos
en caso de que se arrepientan. Los novacianos volverían a aplicar el bautismo por
inmersión a todos los Bautistas, Pentecostales y otros que quisieran afiliarse a ellos, ya
que los considerarían miembros procedentes de iglesias corruptas. Por otra parte, como
observa el Dr. Armitage, no hubo controversias entre los novacianos u la iglesia
universal en cuanto al bautismo en sí, ni tampoco hubo entre ellos mismos discrepancias
respecto del bautismo de infantes. Por lo tanto, no veo ninguna razón por qué algunos
anti-párvulobautistas tienen a los novacianos por representantes de sus propios
principios.
Los paulicianos, dice el Dr. Armitage, eran un grupo que apareció en Armenia
alrededor del año 660 desp. de Cr., y su nombre quizás esté legado al apóstol Pablo,
hacia el cual profesaban una gran admiración. No eran Bautistas, puesto que rechazaban
todo sacramento exterior, incluso el bautismo. A juicio de ellos, el único bautismo y la
única comunión para los fieles era la palabra de Dios. Creían en un bautismo conocido
como `consolamentum´ o bautismo del Espíritu, que administraban colocando sobre la
cabeza del candidato un ejemplar de los Evangelio, acto que acompañaban con sus
oraciones. En lo que a la santa cena se refiere, se alimentaban de Cristo sólo mediante la
fe en el corazón, lo que, según ellos, era el verdadero espíritu de la institución. En una
palabra, por sus prácticas los podemos relacionar con los cuáqueros, pero no con los
anti-párvulobautistas. Los paulicianos eran maniqueos reformados que rechazaban
diversas doctrinas de esa secta, que a su vez era una mezcla de cristianismo y la religión
pagana de los Persas. Por otra parte, adherían a algún que otro dogma de los gnósticos,
y se daban a toda clase especulaciones en cuanto a la esencia de Dios, el origen de la
materia, la relación de la misma con el mal físico y moral, y de esta manera “se nos
presentan como un tipo bastante pobre de cristianismo, si los medimos con la medida
plena del evangelio,” al decir del Dr. Armitage. 14 Y otra vez me pregunto: ¿en qué
sentido los paulicianos pueden considerarse representantes de los principios bautistas?
Juan: Lo mismo me pregunto yo. No puedo descubrir ninguna similitud específica
entre ellos y los que realmente siguen los principios bautistas. Y me extraña que el Dr.
Pettingill los menciona entre los antiguos representantes de dichos principios.
Martín: Yo tampoco me lo explico. Ni siquiera el hecho de que se los haya
perseguido puede tomarse como rasgo peculiar, porque a la iglesia universal también se
la persiguió hasta la primera mitad del siglo IV, y lo mismo pasó a veces con los
luteranos y con los reformados párvulo-bautistas, y asimismo con muchos Bautistas.
Los petro-brusianos eran los seguidores de Pedro de Bruis, en el siglo XII. Formaban
parte del movimiento cátaro, pero rechazaban no pocas de las proposiciones de los
cátaros propiamente dichos. Abandonando el bautismo de infantes, insistían en que
todos los creyentes en Cristo debían ser bautizados por inmersión. Pedro de Bruis inició
su movimiento reformador en el año 1104 desp. de Cr., Rechazó la doctrina católica de
la transubstanciación, y sostenía que la cena del Señor no era más que un acto histórico
y conmemorativo. Para él, la iglesia la componían únicamente los regenerados; los
obispos y sacerdotes, hasta donde él los conocía, eran todos unos embusteros; la
adoración de imágenes, las súplicas por los muertos, la doctrina de la regeneración por
medio del bautismo – todos estos debían rechazarse. 15 Todo esto nos muestra a los
petro-brusianos como verdaderos Bautistas medievales, tanto por su doctrina como por
su práctica.
Arnoldo de Brescia, de quien recibieron su nombre los arnoldistas, fue condenado por
el concilio de Letrán, en el año 1139, por rechazar el bautismo de infantes. En este
punto, quizás siguió en los pasos de Pedro de Bruis. Arnoldo se hizo famoso por la
instauración de un régimen republicano en Roma, que sin embargo fue de muy corta
duración: le puso fin el emperador Federico Barbarroja al conquistar la ciudad. Arnoldo
mismo fue ahorcado en 1155. 16
Los henricianos derivan su nombre de Henry (Enrique) de Lausana, un predicador
ambulante, contemporáneo de Arnoldo de Brescia y Bernardo de Claraval. Permaneció
fiel a las doctrinas católicas, lo que se desprende del hecho de que, a pesar de haber
llevado ante el concilio de Pisa, no fue condenado como hereje. No tenía nada que ver,
con la historia del Baptismo. A raíz de ello, Armitage no hace mención alguna de los
henricianos.
Los valdenses son los adeptos de Pedro Valdo, un acaudalado comerciante de Lyón.
En 1160 consagró su vida a Cristo, comenzó a predicar, tradujo los Evangelios al
idioma popular, y llegó a ser el jefe de un movimiento que se extendió por el sur de
Francia, norte de Italia y otras regiones. Los valdenses no rechazaron la doctrina de la
iglesia, y por ende se los acusó de `cismáticos,´ por cuanto instituyeron un nuevo
apostolado y se “usurparon” el oficio de la predicación sin autorización papal. Se los
excomulgó en 1183/84. Después de esto, adoptaron gradualmente una postura crítica
frente a ciertas doctrinas de la Iglesia de Roma a base de las enseñanzas de las
Escrituras, a las que hicieron objeto de diligente estudio. En general no se opusieron al
bautismo de infantes. Escribe el Dr. Armitage: “Si es que se opusieron al bautismo de
infantes, uno no se explica por qué en su literatura, que abarca un período de cuatro
siglos, no aparece ningún argumento formal en contra del mismo, ni tampoco demanda
alguna en el sentido de que se deba bautizar a creyentes solamente.” Pero tampoco
defendieron el bautismo de infantes. La razón para ello ha de ser que no existió
disensión acerca del bautismo entre ellos y la iglesia católica. Es posible, en cambio,
que haya habido algunos valdenses que individualmente simpatizaban con la idea de los
petro-brusianos, pero eran la excepción. Esto se ve también por el hecho de que el
grueso de los valdenses se unió, en tiempos de la Reforma, a los protestantes párvulo-
bautistas, con quienes no tuvieron ningún diferendo en lo que al bautismo se refiere. De
hecho que, los valdenses no fueron los precursores del Baptismo, sino más bien del
protestantismo párvulo-bautista.
Los albigenses aparecieron en el sur de Francia en los albores del siglo XI. Su nombre
proviene de la ciudad de Albi, centro del distrito en que residían. Su actitud frente a la
iglesia de Roma era de rechazo. Al Nuevo Testamento lo colocaban por encima de toda
tradición y ceremonia eclesiástica. La iglesia católica organizó varias cruzadas en contra
de ellos; sus tierras fueron asoladas, y los habitantes, asesinados cruelmente dado que
los cátaros se dividían en diversas sectas, una de las cuales eran los albigenses, es difícil
saber a ciencia cierta cuál fue su doctrina. Lo que se sabe es que no prestaban
juramento, y no creían en la regeneración bautismal. Tenían tendencias ascéticas, y
exaltaban el celibato. Sólo algunos grupos poco numerosos de los cátaros rechazaban el
bautismo de infantes.
Tenemos además a los patarinos o paterinos, un partido reformista en Milán, del siglo
XI, dirigido contra el comportamiento mundanal del clero y contra la así llamada
investidura real. Al clero se lo obligó a vivir en celibato, y la propiedad de los clérigos
refractarios fue liberada al saqueo. En cuanto a sus doctrina, los patarinos eran
enteramente católico-romanos, y jamás cuestionaron el bautismo de infantes. 19 No
comprendo por qué el Dr. Pettingill menciona a esta facción católica, celosa defensora
del celibato de los sacerdotes, entre los precursores y representantes de los principios
bautistas. En realidad no tienen nada que ver con la historia del Baptismo. El Dr.
Armitage no hace alusión alguna a ellos. Ni tampoco tiene referencia a los stundistas,
un movimiento evangélico de avivamiento en el sur de Rusia, que se espiró en ideas de
luteranos inmigrados desde Alemania. Su jefe espiritual fue un laico, Ratusny, allá por
el año 1860, quien pronto entró en contacto con estrecho con comunidades bautistas. En
sus orígenes, el stundismo no fue un movimiento bautista; y en cuanto que asimiló
ciertas particularidades del mismo, su historia es parte de la historia moderna del
Baptismo.
El resultado de nuestro estudio es, por lo tanto, que la mayoría de los grupos
mencionados por el Dr. Pettingill no pueden calificarse de anabaptistas, ni mucho
menos usaron este nombre para identificarse a sí mismos como sostiene el Dr. Pettingill.
La mayoría de ellos no tiene nada que ver con la historia del Baptismo. 20
Podemos hacer constar como hecho histórico que el concepto bautista del bautismo no
aparece en la Biblia, ni tampoco aparece en la historia de la iglesia por más de un
milenio después del nacimiento del cristianismo. No hubo grupo alguno en la iglesia
cristiana que sustentara los principios bautistas, hasta que surgieron los petro-brusianos.
Por consiguiente, la historia del Baptismo comienza alrededor del año 1104, y todos los
intentos de ubicar su origen en una época anterior han fracasado, o se han basado en una
falsificación de los hechos. La historia del movimiento bautista, en el sentido actual de
la palabra, tiene su punto de partida en el año 1525; concretamente, en la forma de los
`anabaptistas´ del tiempo de la Reforma. De acuerdo con los estudios de Harold S.
Bender, miembro de la iglesia menonita, que es la descendiente espiritual directa de los
anabaptistas, el día de nacimiento del movimiento anabaptista fue el 21 de enero de
1525; el lugar: la ciudad de Zurcí, Suiza. En aquella fecha, un número de hombres
reunidos en una casa particular para la oración y meditación, y un tal Jorge Blaurock, ex
–clérigo del cantón de Grisones, pidieron al jefe del grupo, Conrado Grebel, que sellara
la decisión de Blaurock de consagrarse a una vida nueva, dedicada al Señor,
bautizándolo luego de haber hecho confesión de fe. Grebel accedió a este pedido. Acto
seguido, él mismo fue bautizado por Blaurock, y otro tanto se hizo con los demás
miembros de este pequeño círculo. Fue un acto solemne y espontáneo, en el cual no
midió ninguna influencia foránea conocida. 21 Fue un comienzo nuevo, sin conexión
alguna con los petro-brusianos medievales u otros bautistas. Como ya indiqué, los
menonitas de nuestros días y algunos otros grupos son los descendientes de aquellos
anabaptistas del siglo XVI. El movimiento bautista en el mundo anglohablante arranca
con las últimas décadas del siglo XVI entre los partidarios de Enrique Barrow. Cierta
persona se rebautizó a sí misma, y luego bautizó a otros. Esto fue otro comienzo nuevo,
sin conexión histórica directa con los anabaptistas. Así que, tanto en la doctrina como
en la práctica, la posición bautista es una desviación relativamente tardía de la
enseñanza bíblica. Se los autores Bautistas afirman que “los Bautistas tienen una línea
interrumpida de iglesias a partir de Cristo,” y que incluso durante la Edad Media (500-
1500 desp. de Cr.) “que existe una iglesia continua de iglesias llamadas Ana-
Baptistas,” 22 tal afirmación es una inexactitud histórica.
Juan: No puedo negar que tu juicio, si bien duro, es ampliamente justificado. Está
visto que con anterioridad a los petro-brusianos, no hubo en la iglesia cristiana ningún
grupo que en verdad representara el unto de vista bautista. Pero todavía no dijimos nada
en cuanto al modo de bautizar. Creo que el cuadro será diferente cuando enfoquemos
esta cuestión. Si me quieres tener un poco de paciencia, te explico nuestra enseñanza al
respecto.
NOTAS
IV. El Testimonio de la Historia
1. Edward T. Hiscox, Nuevo Directorio para las Iglesias Bautistas (Filadelfia: 2.
Sociedades Americanas Bautistas de Publicaciones, 1894), págs.477 y sigs.
2. Ireneo, Adversus haereses, II, 22.
3. Ibid., I, 18.
4. Justino, Apología.
5. Orígenes, Ocho homilías sobre Lv.3; Migne, Patrología Graeca, XIV, 496.
6. Orígenes, Comentario sobre Romanos, V. 9. Migne, op.cit., 1047.
7. Cipriano, Epístola 58, Padres Ante-Nicenos, V, 353 y sig.
8. Tertuliano, De baptismo, 18.
9. Según Hiscox, op.cit., 479.
10. Augusto Hopkins Strong, Teología Sistemática (5 ed., revisada y ampliada; Nueva
York: Armstrong & Son, 1896), pág. 536.
11. Willam L. Pettingill, Los males del bautismo de infantes. Reimpreso en el folleto
del Dr. J.Oliver Bruswell, Los dos aspectos de la cuestión del bautismo, Pág. 3.
12. Hiscox, op.cit., págs. 495 y sigs.
13. Nueva York: Bryan, Taylor & Co., 1887. El Dr. Armitage fue pastor de la “Fifth
Avenue Babtist Church” de Nueva York. Las páginas 174-177 de su libro están
dedicadas al montanismo.
14. Armitage, op.,cit., págs.234 y sigs.
15. Ibid., págs. 284 y sigs.
16. Ibid., págs. 292 y sigs.
17. Ibid., págs. 295-302.
18. Ibid., págs. 278 y sigs.
19. Schaff – Herzoh, Nueva Enciclopedia del Conocimiento Religioso.
20. En su artículo “Los males del bautismo de infantes”, el Dr. Pettingill declara que: “
la historia eclesiástica no registra la práctica del bautismo de infantes en fecha anterior
al año 370.” Hemos señalado que otro autor Bautista, Hiscox, admite que la oposición
de Tertuliano al bautismo de infantes, hacia fines del siglo II, es prueba de que por
aquel entonces ya se lo venia practicando por algún tiempo. El Dr. Pettingill afirma
además que “en el año 416, el bautismo de infantes se hizo obligatorio, por ley, en todo
el ámbito del imperio romano.” La historia eclesiástica no sabe nada de tal evento. Todo
el asunto es una investigación del Dr. Pettingill, celoso adversario del bautismo de
infantes, pero al parecer no tan celoso en atenerse a la verdad histórica. El Dr. J. Oliver
Buswell envió a “The Voice” (“La Vos”), en que se había publicado el artículo de
Pettingill, una nota en que refutó los errores de Pettingill, pero The Voice (órgano
oficial de las Iglesias Fundamentalistas Independientes de América) no se la publicó. El
Dr. Buswell publicó tanto el artículo de Pettingill como su propia nota en The Bible
Today (“La Biblia Hoy”). Pueden obtenerse, como reimpresión, del Shelton College,
Nueva York.
21. H. S. Bender, Conrado Grebel, 1498-1525, el fundador de los Hermanos Suizos,
llamados a veces Anabaptistas (Goshen, Indiana: Sociedad Menonita de Historia, 1950).
22. j. M. Carrol, El Rastro de la Sangre (Lexington, Ky. Ashland Avenue Baptist
Church, 1931). Carta al final del libro.
V. EL MODO CÓMO SE BAUTIZA
Juan: El modo cómo se bautiza es por inmersión, y sólo por inmersión, porque la
orden de bautizar es una orden de sumergir, dado que el término baptizein significa
“sumergir, meter dentro de agua”, en latín immergere. Todos los pasajes del Nuevo
Testamento en que aparece ese término, a requieren o padmiten el significado
“sumergir”. Esto se ve corroborado por las circunstancias que rodearon la
administración del bautismo. En Marcos 1: 10 leemos que “Jesús subía del agua,” y en
Juan 3:23 se relata que “Juan bautizaba en Enón, junto a Salim, porque había allí
muchas aguas.” Además, en Hechos 8, donde se habla de la conversión del etíope
eunuco, se nos dice que “Felipe y el eunuco descendieron ambos al agua” y luego
“subieron del agua” (vv. 38, 39).
Además, el modo cómo se bautiza lo ilustran también las alusiones metafóricas a ese
rito, como, por ejemplo, cuando Palo dice en Romanos 6:4 que “bautismo” significa ser
sepultado con Cristo y resucitar con él.
Sólo la inmersión puede describir y simbolizar esa muerte y resurrección.
Por la historia eclesiástica sabemos que la inmersión fue práctica general en la iglesia
cristiana en casi todo el primer milenio de su existencia.1 Quizás conozcas la primera
instrucción detallada en cuanto al modo de bautizar, contenida en la enseñanza de los
Doce Apóstoles, llamada también Didaqué, escrita en la primera parte del siglo II. Este
tratado nos informa acerca de la práctica bautismal en la iglesia primitiva. Leemos allí:
“ En cuanto al bautismo debes proceder de esta manera: Habiendo dicho todas estas
cosas, bautiza en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo . en aguas
corrientes. Si no tienes aguas corrientes, usa otras. Si no lo puedes hacer en agua fría,
usa agua caliente. Pero si no tienes ni la una ni la otra, derrama agua por tres veces
sobre la cabeza en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.”2
Conforme a esta instrucción, se recurría al derramamiento de agua en casos de
emergencia, cuando la inmersión era imposible. Pero el modo común y preferible de
bautizar era por inmersión en aguas corrientes ( arroyo, río, etc.) Esto fue la regla
durante unos mil años. Hacerlo por aspersión, o rociando con agua, o vertiendo agua
sobre la cabeza de aquel a quien se bautiza, es una corrupción introducida por la iglesia
papal y aceptada por la mayoría de las iglesias protestantes.
Martín: Todo esto lo sé perfectamente. Estudié con mucho cuidado lo que dice
Strong, Hiscox y varios otros autores Bautistas, Pentecostales y adventistas acerca de
este tema. Sé también que Lutero recomendó la inmersión como modo apropiado de
aplicar el bautismo. En efecto , el Dr. Strong trae la siguiente cita de Lutero: “ El
bautismo es símbolo de la muerte y resurrección. Inducido por ese motivo, quisiera yo
que los que han de bautizarse fueran sumergidos del todo en el agua, tal como suena el
vocablo y designa el misterio.”3
Conozco dos declaraciones similares hechas por Lutero. En su Tratado acerca del
Bautismo, publicado en 1519, dice: “Bautismo se llama en griego Baptismós, en latín
Mersio, lo que significa sumergir algo en el agua enteramente, de modo que el agua lo
cubre del todo. Y si bien en muchos lugares es costumbre no sumergir a los niños en la
pila bautismal, sino rociarlos solamente con el agua tomada de dicha pila, lo que habría
que hacer, sin embargo, es sumergirlos.”4
Además dice: “ Sería mejor que al niño, o a cualquiera a quien se lo bautiza, se lo
sumerja en el agua y luego se lo levante de allí, pues esto es lo que significa baptizein.
Y no hay duda de que el alemán taufe (bautismo) se deriva de Tief (profundo), como
que la persona a bautizar es metida profundamente en el agua. Así lo requiere también
el significado del bautismo, a saber, que el viejo hombre y su naturaleza pecaminosa,
que es la de carne y sangre, tiene que ser ahogado completamente por la gracia de
Dios.”5
Calvino observa respecto del mismo tema: “ La palabra misma baptizein significa
sumergir; y consta que la iglesia primitiva usó este rito.”6
Juan: Entonces me pregunto: ¿por qué Lutero y Calvino no volvieron a introducir el
bautismo por inmersión?
Martín: A mí también me asombró. Ellos tuvieron una larga controversia con los
anabaptistas de su tiempo, y los anabaptistas aplicaban la inmersión. Lutero y Calvino
desechaban la idea anabaptista del bautismo porque la consideraban reñida con la
enseñanza bíblica, y es obvio que eso tenía razón. En cambio, conociendo el modo
cómo bautizaban los anabaptistas, no hicieron objeción alguna, sino que lo consideraron
correcto e incluso recomendaron su uso, pero no vieron en la inmersión un factor
esencial, para ellos, el significado y la eficacia del bautismo no radica en el modo como
se lo aplica, ya que el acto exterior no es más que el sello de garantía de la promesa del
evangelio; lo que confiere eficacia al bautismo es la palabra de Dios y la fe, no la forma
del rito exterior. Por eso, a pesar de recomendar el bautismo por inmersión, no
estimaban que el asunto era de tanta importancia como para que se justificara hacer
esfuerzos por reintroducirlo.
Juan: Los reformadores admitieron que la palabra “bautizar” significa “sumergir”.
¿Cómo es, entonces, que muchos párvulobautistas sostienen que no necesariamente
significa inmersión? ¿No es esto una falta de honestidad y respeto frente a un hecho
histórico?
Martín: yo no diría esto. Si nos ponemos a investigar cómo se usa el término baptizein
( o baptein, del cual Baptizein es un derivado de carácter reiterativo) en la versión al
griego del Antiguo Testamento conocida como Septuaginta o Versión de los Setenta
(LXX), que era la Biblia de los más de los cristianos primitivos, y que se suele citar en
el Nuevo Testamento griego,- bueno, si hacemos esta investigación, nos damos cuenta
de que baptizein no siempre significa “sumergir”. En el Libro de Eclesiástico ( o
Sabiduría de Jesús Ben Sirá). Capítulo 34, Versículo 30, se lee: “Quien se purifica del
contacto de un muerto (baptizómenos apò nekrou) y le vuelve a tocar, ¿qué ha ganado
con su baño de purificación?”
Según Números 19:18 y 19, la purificación después de haber tocado un cadáver se hacía
rociando agua sobre la persona en cuestión, y no sumergiéndola en el agua, en el pasaje
del Eclesiástico que acabo de citar, la palabra baptizein tiene que referirse, por lo tanto,
a una purificación ceremonial por aspersión. En Levítico 14:6 leemos: “Después tomará
la avecilla viva, el cerdo, la grana y el hisopo, y los mojará con la avecilla viva en la
sangre de la avecilla muerta,” Es obvio que allí no hubo una cantdad suficiente de
sangre como para sumergir en ella estos objetos, de modo que bapsei (tiempo futuro de
baptein) no puede significar “sumergirá”, sino “mojará”, como bien dice la versión en
español.
En Daniel 4: 33 se dice que “Nabucodonosor fue echado de entre los hombres... y su
cuerpo se mojaba (ebaphe, de baptein) con elrocío del cielo.”
Otra vez: baptein en el sentido de “mojar.” En 1 corintios 10, Pablo habla en forma
alegórica de que “en Moisés los israelitas fueron bautizados en la nube y en el mar” (v.
2). No fue por inmersión, porque la nube estaba por encima del tabernáculo o delante
del pueblo, pero nunca alrededor del mismo; en cuanto al mar, se nos dice que los
israelitas lo atravesaron en seco teniendo las aguas a ambos lados de ellos, Cuando
mucho se habrán mojado los pies por lo húmedo que estaba el fondo del mar, En
Marcos 7.4, algunos manuscritos tienen rhantísontai ( se rocían), otros baptísontai ( se
bautizan), lo que demuestra que los vocablos griegos para expresar la acción de “rociar”
y “bautizar” se usan a veces alternativamente,
Estos ejemplos del empleo de los términos baptein y baptizein bastan para hacernos ver
que no siempre significa “sumergir”, como sostienen los defensores de la doctrina
bautista. Pueden referirse a una inmersión total, o parcial, o ligera. Y a veces incluso a
una aspersión. La palabra baptizein se usa para diversos tipos de purificación
ceremonial o cultural por medio de agua, sangre u otros elementos. Cabe recordar
también que la palabra “bautismo” se usa tanto para el bautismo de agua como para el
bautismo del Espíritu Santo. En Pentecostés, el viento y el estruendo llenaron toda la
casa, pero el verdadero bautismo del Espíritu se produjo en la forma de lenguas de
fuego que se asentaron sobre los discípulos. Las lenguas de fuego tienen más semejanza
con un derramamiento de agua que con una inmersión. Por consiguiente, en lo que toca
al significado de la palabra baptizein, tenemos que dar la razón a aquellos
párvulobautistas que declaran que bautizar significa aplicar agua lavando, derramando,
rociando, o sumergiendo.”7 Repito: es un hecho histórico que las palabras griegas
baptein y baptizein se usaban en tiempos de Cristo y los apóstoles con estos diversos
significados ente los judíos y cristianos de habla griega. Por lo tanto, la orden de
bautizar no determina por sí misma el modo cómo se ha de aplicar el agua en este rito.
Es verdad, lo común y corriente era el bautismo por inmersión. No obstante, las
palabras de institución pronunciadas por Cristo, Mateo 28:20, no implican que tienen
que hacerse de este modo, ya que el término baptizein se empleaba también para
expresar otros tipos de aplicación de agua.
Juan: Tengo que retirar mi aserción de que la palabra baptizein significa siempre y
sin excepción sumergir. Admito que los ejemplos que diste demuestran que también se
la usaba para otras clases de purificaciones rituales.
Los que defienden el bautismo por aspersión o derramamiento, comúnmente
argumentan que no había agua suficiente en Jerusalén para sumergir en ella a miles de
personas. Dicen también que no existió la posibilidad de sumergir a aquel etíope eunuco
de quien se habla en Hechos 8. El Dr. Hiscox señala que según autoridades
competentes, los varios estanques en Jerusalén eran enteramente adecuados para tales
inmersiones. Por ejemplo, el estanque de Betesda solo tenía 120 metros de largo por 60
de ancho. El estanque de Siloé, el más pequeño de todos, medía 16 metros por 5. En el
área en que Felipe bautizó al etíope eunuco “corre un hermoso arroyo llamado
Murubbah, que en junio es lo suficientemente hondo como para satisfacer los más
grandes deseos de nuestros amigos bautistas,” como dice el Dr. Thomson. Se ve, pues,
que no hubo necesidad de recurrir a un Bautismo de emergencia” a saber, derramando
agua sobre la cabeza del etíope.
Martín: Tengo un libro publicado hace poco en que figura el estanque de Betesida
con 48 metros por 68, bastante menos de lo que indica Hiscox. Pero aun así, ese
estanque, situado cerca del templo, era lo suficientemente grande como para sumergir
en él a miles de personas. Tienes razón, por lo tanto, al decir que el argumento en contra
de la inmersión basado en la presunta escasez de agua en Jerusalén, no es válido. En
Filipos había río en le cual quizás fueron bautizados el carcelero y su familia.
No tenemos ningún argumento que sirva para probar que el bautismo por inmersión es
un modo incorrecto de bautizar, Lo que cuestionamos es que esta sea la forma necesaria.
Ustedes piensan que el modo exterior correcto de bautizar es tan esencial que el
bautismo por aspersión o derramamiento no es un bautismo de veras. Nosotros creemos
que un bautismo es válido, y no deberá ser repetido, si se usó agua clara, y si se lo
administró en el nombre del Padre, y del Hijo, Y del Espíritu santo o en el nombre de
Jesús.
La historia de la iglesia demuestra que Dios no hizo distinción alguna entre personas
bautizadas por inmersión. Por aspersión o por derramamiento cuando les otorgó sus
bendiciones espirituales. Si el modo exterior de bautizar fuese tan esencial como ustedes
piensan, yo no veo cómo Dios pudo haber dado su gracia y su Espíritu a una persona
que recibió el bautismo por aspersión o derramamiento. La iglesia griega ortodoxa
siempre ha usado el bautismo por inmersión, pero su condición espiritual parece ser
mucho peor que la de muchas denominaciones que bautizan por aspersión o
derramamiento. Creo que esto también habla a favor de nuestro punto de vista, de que el
modo exterior cómo se bautiza no es esencial.
Juan: Tal vez tengas razón con tu idea de que el modo exterior no es tan importante
como nosotros solemos imaginarnos. Sé que hay algunos anti- paravulobautistas que en
este punto son mucho menos rígidos que otros,
Pero sigo pensando que la inmersión es la forma preferible, puesto que es la que se
usaba comúnmente entre los cristianos primitivos, y la que recomendaban los
reformadores protestantes.
NOTAS
2- Didaqué VII.
7- Catecismo Menor de M. Lutero, Partes II: Exposición breve de la parte doctrinal ( St,
Louis: Casa Publicadora Concordia, 1961), pág. 150.
8- El modo cómo bautizar se discutió hace algún tiempo atrás en el Lutheran Witness.
(Sínodo de Missouri). Ciertos misioneros luteranos accedieron a la solicitud de algunas
personas den la región montañosa de Indiana y las bautizaron por inmersión. Esto
suscitó diversas críticas. El editor del Lutheran Witness defendió la actitud de los
misioneros. Señaló que si bien la Iglesia Luterana (Sínodo de Missouri) habitualmente
practica el bautismo por derramamiento, no por eso rechaza como incorrecta la
inmersión. Está muy en su lugar un testimonio en contra de la inclinación de afirmar
que los luteranos no podemos usar el bautismo por inmersión. Por lo tanto no es
inoportuno recurrir aquí y allá, y en determinadas ocasiones, al bautismo por inmersión,
si hay quien nos lo pide. (lutheran Witness, 11 de diciembre de 1951, pág. 409). En el
número del 22 de enero de 1952, C. A. Gieseler apoyó lo expuesto por el editor, citando
la declaración de Lutero en su Tratado acerca del Bautismo que figura en nuestro texto.
Comentario de Gieseler: “Lutero no quiere decir que él considera la inmersión como
factor esencial para un bautismo válido, pero sí podemos desprender de estas palabras
que él no criticaría al pastor luterano que usa este método si el catecúmeno o lo padres
de un niñito se lo piden.” Es también la opinión nuestra,.
CONCLUSIÓN
Martín: Lo del modo cómo se bautiza es, al fin y al cabo, el punto menos importante
en la discusión entre quienes defienden el bautismo de infantes y quienes lo rechazan.
Como ya dije, un buen número de párvuloautistas usan la inmersión. Los dos grandes
temas son la cuestión del bautismo de infantes y el significado del bautismo.
Hace poco leí un folleto escrito en defensa de la posición bautista frente al bautismo.
Dice el autor que tras haber leído los libros de los que abogan por el bautismo de
infantes, sus teorías le parecieron bastante aceptables, y en cierto modo hasta
cautivantes; pero que cuando volvió de esos escritos a la Escritura de Dios, no pudo
localizar allí las teorías mencionadas. “Tuve la impresión”, sigue diciendo, “ de que en
vez de extraer sus ideas de la Escritura, las habían introducido en ella; en lugar de
exégesis, eiségesis.”1 Por mi parte debo confesar que tuve una experiencia similar, pero
en sentido contrario. Los argumentos de los que defienden la posición bautista a veces
me parecieron aceptables, y me resultaron hasta cautivantes, en cierto modo. Pero al
estudiar la palabra de Dios, no me fue posible localizar allí aquellas teorías. Tengo la
impresión de que en vez de extraer sus enseñanzas de la Biblia, las han introducido en
ella. No veo que la doctrina bautista en cuanto al bautismo esté en el Nuevo
Testamento; ni tampoco fuiste tú capaz de hacérmelo ver. En tanto que uno tome las
enseñanzas de la palabra de Dios tal como son y las siga, no puede compartir el punto
de vista bautista. Tanto el Nuevo Testamento como la historia de la iglesia cristiana
demuestran en forma concluyente que el bautismo de infantes está en armonía con las
claras enseñanzas de Jesús y con la práctica de la iglesia apostólica y post-apostólica. La
primera aposición concreta al Bautismo de infantes apareció en la Edad Media en unos
pocos grupos de sectarios llamados cátaros. Si en la iglesia antigua, Tertuliano estimó
preferiblemente dejar el bautismo para más tarde, sólo fue por razones de conveniencia,
y esas razones estaban basadas, además, en errores doctrinales. Por lo demás,
prácticamente no hubo oposición alguna al bautismo de infantes por más de mil años
después del nacimiento de la iglesia.
El abismo de la discrepancia es aún más profundo con respecto al significado del
bautismo. De acuerdo con la posición bautista, el bautismo es un acto del hombre, un
rito simbólico en que el hombre hace profesión de su fe ante los demás después de
haber tenido una experiencia personal de salvación. Nosotros en cambio lo
consideramos un acto de Dios para con el hombre, un medio de gracia, destinado a
otorgar el perdón de los pecados.
El Nuevo Testamento nunca habla del bautismo como un acto de confesión por parte
del hombre. Siempre lo presenta como un medio de gracia, dado con la finalidad de que
produzca remisión de pecados, o purificación del pecado, y regeneración. Este concepto
bíblico era el concepto imperante en la iglesia por más de un milenio, El concepto
bautista era prácticamente desconocido hasta el siglo XII. La enseñanza de la iglesia se
refleja también en la declaración de Credo Niceno, aceptado por la mayoría de las
iglesias cristianas: “Confieso que hay un solo bautismo para remisión de pecados.” Es
obvio que esto significa que el bautismo es un medio de gracia en virtud del cual son
remitidos los pecados.
Así que la doctrina bautista en cuanto al bautismo es una idea errónea de origen
relativamente tardío, que no tiene base en las Escrituras.
El modo visible, digamos, usado por los que tienen este concepto, es correcto; pro esto
sólo quiere decir que tienen la forma exterior correcta pero un entendimiento
equivocado, un rito correcto sin contenido basados en las Escrituras.
Si los partidarios de la posición bautista rebautizan a las personas después de su
conversión, están haciendo algo que no condice para nada con la Biblia, ya que el
bautismo de infantes es un bautismo enteramente bíblico; además, la validez y eficacia
del bautismo no depende del modo cómo se lo aplique externamente, ni de la cantidad
de agua que se use.
El bautismo bíblico de verdad es aquel que se entiende en el sentido de las palabras de
Pedro: “Arrepentios y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para
perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.” (Hch. 2:38).
1
H. A. Iroside, Bautismo: ¿Qué dice la Escritura? (3. ed., 1930) pág. 6
Un amigo mío me comentó cierta vez sus propias experiencias con respecto al bautismo
bautista. Había recibido el bautismo en su infancia, pero más tarde sintió que debería ser
bautizado por inmersión. Esto ocurrió algunos años después de su conversión. Le
parecía que el Espíritu Santo le estaba impulsando a dar este paso, y así lo hizo, deseoso
de ser obediente a la voz de Dios. Le pregunté qué significaba para él su nuevo
bautismo, y qué había experimentado al recibirlo. Me contestó que después de haber
sido bautizado por inmersión, su problema había quedado solucionado, y ahora se sentía
tranquilo. Estas palabras de mi amigo me indicaron que él consideraba el bautismo por
inmersión como un acto de obediencia; y una vez cumplido el acto, se sentía satisfecho,
como cualquier persona siente satisfacción después de hacer hecho lo que ella considera
que es la voluntad de Dios.
El caso de este amigo mi hizo ver con mayor claridad que antes que el bautismo bautista
no es el bautismo del Nuevo Testamento, no pasa de ser una obra del hombre, Quienes
lo reciben, no lo ven como un bautismo para la remisión de pecados ni como un medio
de gracia, acto de dios a favor de ellos, Lo ven como un acto de ellos mismos, y una vez
cumplido, dan por terminado todo el asunto, Pero ¡qué tiene que ver un punto de vista
tal con lo que dice la Biblia? Nosotros damos gracias a Dios por el bautismo para la
remisión de pecados. Pero creemos también que somos salvos verdad sólo si se ha
cumplido en nosotros el significado del bautismo, mediante sincero arrepentimiento y
fe, y mediante un conocimiento cabal de Cristo y obediencia a su palabra.
Juan: Esta discusión realmente me abrió los ojos, Al comienzo creí que me resultaría
fácil refutar la doctrina acera del bautismo que tienen ustedes. Pero ahora que hemos
llegado al final, veo que el concepto refutado es el mío. Y me voy a poner a pensar y
estudiar más sobre esta cuestión, pidiendo a Dios que me ayude a entender
correctamente su verdad, y a atenerme a ella.
RESUMEN COMPARATIVO
El Bautismo de Infantes
A los infantes no habría que bautizarlos, Jesús enseña que se debe bautizar a los
porque el Nuevo Testamento no contiene niños cuando dice (1) que los niñitos deben
ninguna orden en este sentido, y nunca ser llevados a El y al reino de Dios, al cual
menciona que en la era apostólica se haya tienen accesos, y (2) que sin bautismo, el
practicado tal tipo de bautismo. hombre no puede entrar en el reino de Dios,
ni llegar a ser discípulo suyo.
Los fundamentos bíblicos para estos conceptos
Una persona debiera tener, en primer lugar, Los infantes (brephe) reciben el reino de
una fe salvadora consciente, y luego ser Dios, dice Cristo, y esto puede acontecer
bautizada. Los infantes no pueden tener sólo en virtud de la fe. Una fe consciente,
una fe salvadora, y por lo tanto no debieran nacida del arrepentimiento y del oír la
ser bautizados. palabra del evangelio, no figuraba como
requisito planteado por Cristo a los niñitos
para que se los pudiera recibir en el reino de
Dios. No debiéramos requerir de ellos más
de lo que Jesús mismo requirió. Las
personas adultas deben arrepentirse y creer
antes de que se las bautice; pero lo que se
requiere no es una fe salvadora; basta una fe
penitente y la súplica por la gracia.
No los hay. Se basan sólo en proposiciones “El que no recibe el reino de Dios como un
sugeridas por la razón humana y la niño, no entrará en él.” (Lc. 18:17; Mr.
psicología. 10:15) “ Arrepentios, y bautícese cada uno
de vosotros en el nombre de Jesucristo para
perdón de los pecados.” (Hch. 2:38).
No los hay. El silencio del Nuevo El bautismo de infantes era práctica general
Testamento no es fundamento suficiente, entre los judíos del tiempo de Cristo
ni tampoco hay fundamento histórico (bautismo de prosélitos) y él nunca dijo una
alguno. palabra de desaprobación al respecto.
Dijo, en cambio, que los niños pueden
recibir el reino de Dios y, en efecto, lo
reciben, y que sin bautismo nadie puede
entrar en el reino. La iglesia apostólica
bautizaba a familias enteras, así como la
sinagoga recibía en su seno a familias
enteras por vía del bautismo. Es muy
posible que en estas familias haya habido
también niños pequeños, aunque no lo
podemos probar. Justino el Mártir, Ireneo y
Tertuliano hablan de bautismo de infantes y
niños en el siglo II , y Orígenes fue
bautizado en su infancia, en el año 185 ó
186 Desp. de Cr. Él, Cipriano y otros se
refieren al bautismo de infantes como
práctica apostólica y aceptada en el siglo
III.
No los hay. La Biblia nunca habla del “El bautismo que corresponde a esto ahora
bautismo como de un acto del hombre y nos salva.” (1 P.3:21) “Levántate y
una profesión de fe. bautízate, y lava tus pecados, invocando su
nombre”. (Hch.22:16)
“…para santificarle, habiéndola purificado
en el lavamiento del agua por la palabra.”
(Ef.5:26) “Somos sepultados juntamente
con El para muerte por el bautismo.”
(Ro.6:4) “Bautícese cada uno…en el
nombre de Jesucristo para perdón de los
pecados…” (Hch.2:38) Por lo regular, la
iglesia apostólica bautizaba a pecadores
arrepentidos, no a pecadores que ya eran
salvos (tales casos eran la excepción, como
en la casa de Cornelio).
B.- El agua no posee la capacidad de lavar El bautismo posee el poder de lavar los
los pecados; esto sólo lo puede hacer la pecados porque así lo dice la Escritura, y
sangre de Cristo. El bautismo es un porque el agua va unida a la palabra, y
símbolo del lavamiento de los pecados y mediante la palabra, la sangre de Cristo.
de la regeneración que se produjo con
anterioridad.