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Las Horas de los Niños Henry Wadsworth Longfellow

Entre la oscuridad y la luz del día,


Cuando la noche está empezando a bajar,
Viene una pausa en las ocupaciones del
Que se conoce como la Hora de los Niños.

Yo escucho en la cámara por encima de mi


El golpeteo de los pequeños pies,
El sonido de una puerta que se abre,
Y las voces suaves y dulces.

Desde mi estudio veo la luz de la lámpara,


Descendiendo la amplia escalera,
La solemne Alice, riendo alegremente,
Y a Edith con su pelo de oro.

Un susurro, y luego un silencio:


Sin embargo, sé que por sus ojos alegres
Ellos están conspirando y planeando juntos
Tomarme por sorpresa.

Una oleada repentina desde la escalera,


¡Un ataque repentino desde el corredor!
Por las tres puertas a la izquierda sin protección
¡Ellos entran la pared de mi castillo!

Ellos subieron a la torre


Tomaron los brazos y la espalda de la silla;
Si, yo trato de escapar, ellos me rodean,
Ellos parecen estar en todas partes.

Casi me devoran a besos,


Con los brazos sobre mí entrelazados,
Hasta creo que del obispo de Bingen
Con su ratón-torre en el Rin!

Qué te parece, bandidos de ojos azules,


Ya que han escalado la pared,
Como un viejo con bigote como yo
¡No estoy a la altura de todos ustedes!

Yo los tengo a ustedes rápidamente en mi fortaleza,


Y no los dejare,
Sino que los pondré abajo en la mazmorra,
En la ronda de la torre de mi corazón.

Y allí los cuidares por siempre,


Sí, siempre y un día,
Hasta que las paredes se arruinaran,
¡Y desmoronándose hasta el polvo en la distancia!

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