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Y retorno, de
Jacques-Alain Miller
por Isabelle Durand | La parte del lector (33), Número 33
El objetivo que Miller tiene a lo largo de este curso, y que él mismo confiesa en
Buenos Aires en julio de 1983, es el de proponer la articulación clínica entre
[3]
síntoma y fantasma como brújula en la dirección de la cura. Asimismo, en
este curso, Miller sigue la segunda vuelta de la enseñanza de Lacan iniciada el
año anterior. Para ello introduce el año insistiendo en su propósito, declarado
en 1980, de desvelar a Otro Lacan: un Lacan para quien no todo es significante.
Está también el goce. Y síntoma y fantasma son, de hecho, dos modos de goce:
el síntoma es goce bajo el modo de displacer, y el fantasma bajo el modo del
placer. El fantasma masoquista, como el de Pegan a un niño, da cuenta de cómo
un sujeto puede conseguir satisfacción a partir del dolor. Jacques-Alain Miller
intenta rectificar el error según el cual la enseñanza de Lacan se basaría en que
En este curso, Miller plantea que si el final del análisis se concibe a partir del
fantasma, siendo su travesía el punto de capitón, la entrada en análisis se ubica
esencialmente en relación a la formalización del síntoma. Síntoma a la entrada,
fantasma al final, podría ser un modo de sintetizar un recorrido analítico. La
entrada en análisis se produce cuando se consigue enganchar el síntoma al
sujeto supuesto saber. Pero al final, si Lacan habla de travesía, es para dejar
claro que el fantasma no desaparece.
Una de las aseveraciones sobre las que Miller insiste una y otra vez es la idea
según la cual “No hay clínica sin ética”. ¿Eso que significa? Primero que no hay
clínica sin implicación del analista, y que la buena pregunta sería la de
preguntarse qué quiere: ¿Qué pretende obtener el analista? Lo que quiere el
analista es fundamental por las consecuencias que tendrá sobre el paciente. Y
es precisamente por eso, precisa Miller, que hablamos de la responsabilidad del
analista. Si quiere normalizar, adiestrar al paciente en función del discurso del
amo, eso no llevará a la experiencia analítica en tanto tal. El analista tiene que
haber conseguido en su propio análisis separarse de los ideales comunes, de
ex–sistir fuera de los lazos sociales comunes, para hacer existir un lazo social
nuevo. El psicoanálisis supone un más allá del bienestar y, en este sentido, es
también un discurso subversivo. No es el paciente quien pedirá ir más allá del
bienestar. Tampoco es él quién quiere que la experiencia le lleve a la destitución
subjetiva. Esta orientación será responsabilidad del analista. Sin embargo, no se
puede prejuzgar los que podrán ir hasta el final de un análisis. Y por eso
podemos afirmar que no puede haber criterios de analizabilidad.
“No hay clínica sin ética” también concierne al grupo analítico, y a la lectura que
hace de la teoría analítica. La IPA, sostiene Miller, es un grupo que amputó la
clínica analítica de su ética, dejando fuera así lo más fundamental de la teoría: la
pulsión de muerte, y por consiguiente la cuestión de la relación estrecha entre
sufrimiento y goce. La IPA es una institución que se fundó sobre el rechazo de
isabelledurand8@yahoo.es
[1]
Miller, J.-A., Del síntoma al fantasma. Y retorno, Buenos Aires, Paidós, 2018,
págs. 10 y 12.
[2]
Ibid., capítulos VIII y XIX, págs. 141-174.
[3]
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Vivero N-29931-2006