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El cerebro del niño al nacer se caracteriza por la marcada inmadurez del sistema nervioso central y
del periférico. Éste se comporta como un ser subcortical y medular, con tendencia a la hipertonía y
a la irritabilidad, en el que se observan una serie de reflejos que manifiestan la inexistencia de
movimientos voluntarios y de inhibiciones corticales. A continuación describiremos algunos de
estos reflejos arcaicos que, cuando hay ausencia de patología, deben ir desapareciendo a los
pocos meses. Son respuestas automáticas que manifiesta el neonato para adaptarse al medio
ambiente. La exploración de estas respuestas involuntarias requiere que el recién nacido esté
despierto, sin llorar y con los ojos abiertos; entre los más importantes destacamos (Vasta y cols.,
1992; Delval, 1994):
Reflejo Tónico del Cuello (Magnus Klein): se desencadena con el giro pasivo de la cabeza
hacia uno y otro lado, ante el cual el bebé extiende la extremidad superior de ese lado y
flexiona la opuesta. Las extremidades inferiores realizan algún movimiento menos completo y
preciso. Se le llama también “reflejo del esgrimista”, aparece en los dos o tres primeros días de
nacer y debe remitir a los cuatro meses.
Reflejo de Huida: se manifiesta pellizcando o punzando la planta del pie, la respuesta consiste
en retirar toda la pierna por flexión de sus articulaciones.
Reflejo de Marcha Automática: se desencadena manteniéndose por debajo de las axilas, con
ambas manos, de forma que las plantas de los pies estén en contacto con la mesa y el cuerpo
ligeramente inclinado hacia delante; la respuesta consiste en que comienza a andar
alternativamente con ambas piernas; se manifiesta desde el nacimiento y su persistencia más
allá de los dos meses es patológica.
Reflejo de Moro: son varios los estímulos que lo desencadenan: golpe sobre la almohada,
dejar caer la cabeza estando en decúbito supino, etc.; la respuesta tiene dos fases: en al
primera, los brazos se mueven hacia arriba y hacia el exterior, separa los dedos y abre la boca
al mismo tiempo; en la segunda fase, flexiona de nuevo los brazos y los cruza sobre el pecho,
al tiempo que cierra la boca; se observa desde el nacimiento, debe desaparecer a los seis
meses.