Dicho de otro modo, el capitalismo occidental supone la “normalización” de la
sociedad, de manera que los empresarios puedan calcular de antemano su
ganancia sin esperar que los resultados sean muy diferentes a ese cálculo. Weber sostiene que esta lógica de acumulación es diferente a la acumulación por medios violentos. Sin embargo, se echa de menos en el texto el análisis de los medios por los que se pasa de una lógica de acumulación basada en la violencia (el afán desmedido de lucro) a una lógica basada en las expectativas racionales de ganancia. A diferencia de Marx, para quien la acumulación originaria (la expropiación violenta de los medios de producción que se encuentran en mano de los trabajadores – por ejemplo, la expulsión de los campesinos ingleses de las tierras que cultivaban desde tiempos inmemoriales - ) es un paso indispensable para la consecución de la “normalidad” capitalista, esto es, aquel estado de la sociedad en que la lógica de acumulación del capital funciona de modo “casi automático”.
Weber apunta a un hecho inherente a la producción mercantil: la existencia del
afán de lucro. Ahora bien, el sociólogo alemán observa que en las sociedades precapitalistas dicho afán se expresa en la búsqueda de ganancias desmesuradas (por ejemplo, en la rapiña de los bienes de los conquistados, como fue el caso de las Cruzadas, la conquista de América, etc., etc.). Esto es consecuencia (y Weber no dice nada, porque ignora en la introducción la existencia de la economía “natural” – es decir, aquella que produce bienes de uso para el consumo del individuo y/o el grupo -) de que en dichas sociedades el mercado es una institución menor en el mar de una economía que produce valores de uso y no mercancías.
Para Weber, la organización del trabajo es el elemento primordial para entender la
especificidad del capitalismo moderno (2). No obstante este reconocimiento, nunca aborda en la introducción la cuestión de cómo los trabajadores llegaron a convertirse en sujetos que eran a la vez libres en sentido jurídico y libres en cuanto a que carecían de medios de producción. El abismo existente entre la acumulación originaria y la “normalidad” capitalista vuelve a manifestarse nuevamente.
En definitiva, la omisión del carácter violento de la acumulación originaria y de la
explotación de los trabajadores en el capitalismo moderno, son la condición para que Weber pueda concentrarse en los factores “culturales”. De este modo propone una sociología más “sofisticada” que la concepción marxista de la historia. Claro que esa “sofisticación” deja de lado el aspecto fundamental del fenómeno capitalista: el carácter político de la organización del trabajo, que de ningún modo puede reducirse a un fenómeno técnico o cultural.