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VERSIÓN 2.2
29 DE SEPTIEMBRE DE 2005
CIUDAD DE MÉXICO
INTRODUCCIÓN
Elaborar una ontología del embrión humano puede resultar extraño al profesional de
la filosofía en la actualidad. Dentro del amplio universo de cuestiones filosóficas las
motivadas por la biología, y más aún por la biología del desarrollo, no suelen ser las más
socorridas. Es más fácil encontrar en la actualidad filósofos dedicados a explorar el
pensamiento de algún autor importante que dedicados a indagar un objeto que de entrada
parece ser tema y problema primario para la biología del desarrollo.
El hecho que cada ciencia se especifique por su objeto parece acentuar esta situación.
Si bien el ser humano ha sido tema de reflexión filosófica desde la más remota antigüedad,
cuando hablamos de «embrión humano» nos referimos a un estado de cosas que involucra
un proceso de desarrollo biológico que para ser entendido complexivamente reclama de
parte del observador tener competencia en saberes como la biología de la reproducción, la
biología molecular, la bioinformática, etc. Dicho de otro modo, la expresión «embrión
humano» se refiere a un momento particular de un largo proceso de desarrollo que
principalmente pareciera explicarse por el crecimiento y el aumento de complejidad de las
estructuras y funciones propias del cuerpo humano. La filosofía al autopresentarse como un
saber abstracto y fundamental desde el punto de vista meta-empírico, parecería encontrarse
muy lejos de estos asuntos.
*
Doctor en Filosofía por la Internationale Akademie für Philosophie im Fürstentum Liechtenstein;
Profesor-investigador y Coordinador del Grupo Interdisciplinario de Bioética de la Universidad
Panamericana; Miembro del Circulo Latinoamericano de Fenomenología; Miembro del Sistema Nacional
de Investigadores (SNI-CONACYT), nivel I. E-mail: guerrar@infosel.net.mx / rguerra@mx.up.mx
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Rodrigo Guerra López – Versión 2.2
Sin embargo, si recordamos los orígenes de la filosofía no debe resultar extraño que
los filósofos nos dediquemos a este tipo de cuestiones. Al contrario, es significativo que
para un filósofo como Aristóteles la ontología como teoría de la sustancia se construya a
partir de la base de un conjunto de observaciones sobre los vivientes1. Estas observaciones
serán sumamente amplias y diversificadas incluyendo eventualmente algunas de las
primeras investigaciones embriológicas que se conocen en la historia de la humanidad2.
Un primer asunto que es imposible obviar al comienzo de una indagación como la que
realizamos es reconocer que existen numerosas descalificaciones y prejuicios en quienes
participamos en el debate actual sobre el estatuto ontológico del embrión humano. No es
extraño observar que muchos de quienes defienden la condición personal del embrión
humano en momentos posteriores a la concepción suelen sostener que sus detractores, a
veces aglutinados dentro de alguna postura de bioética personalista o al menos
iusnaturalista, fundamentan la sacralidad de la vida humana únicamente desde creencias
religiosas, sólo válidas como convicciones para la vida privada. En algunas otras ocasiones
se irá aún más lejos y se descalificará la defensa de la dignidad de la vida desde la
concepción a causa de la utilización de argumentos de corte «metafísico». Una teoría sobre
el inicio de la vida humana que apelara a realidades suprasensibles como el alma infundida
por Dios queda desde esta posición fuera de juego ya que este tipo de entidades no pueden
ser verificadas de acuerdo al rigor propio de las ciencias empíricas. En esta línea Margarita
Valdés, una de las filósofas mexicanas más dedicadas a estas cuestiones, ha escrito que:
La razón que el conservador suele esgrimir para defender su interpretación es (…) una
razón religiosa o, si se prefiere, una razón teológico-moral: la idea de que cada nueva vida
humana es creada directamente por Dios «a su imagen y semejanza» y que, por lo tanto, es
1
La noción de sustancia parece cumplirse principalmente en los vivientes: ARISTÓTELES, Metafísica, trd.
García Yebra, Gredos, Madrid 1990, Z, 17, 1041b 28-30. Cf. KOSMAN, L. A., “Animals and Other
Beings in Aristotle”, en GOTTHELF, A. y LENNOX, J. (eds.), Philosophical Issues in Aristotle´s Biology,
Cambridge University Press, Cambridge 1987, p. 360.
2
ARISTÓTELES, Historia de los animales, trd. esp. J. Vara, Akal, Madrid 1990.
3
Cf. SMITH, B. – BROGAARD, B., Embriontology, promanuscripto.
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intrínsecamente malo destruirla, o la idea de que Dios nos impone, a través del Papa, la
obligación moral de respetar la vida de los fetos. Sin embargo, por respetable que puedan
parecernos este tipo de razones, cabe señalar que dependen de la aceptación de una creencia
religiosa o de una manera religiosa de ver el mundo y, dada la libertad de creencias
consagrada en las constituciones políticas contemporáneas de los Estados democráticos, no
es el tipo de razón que pueda servir para justificar ninguna legislación pública al respecto4.
Habría que señalar que cuando se conceptúa al feto desde el momento de la concepción
como persona, a pesar de no tener ninguna de las propiedades distintivas de las personas, o
bien se está usando la palabra equívocamente o bien se está cometiendo un franco error
categorial. Sospecho que efectivamente quienes impugnan el aborto desde el momento de la
concepción usan el término «persona» equívocamente, con un sentido diferente del normal
que pone de manifiesto sus orígenes en ciertas creencias religiosas. Es decir, entienden por
persona no algo que tiene características corpóreas y psicológicas, sino, tal vez, algo así
como «organismo humano con alma». Dejando a un lado las dificultades con la noción
religiosa de «alma», darle este sentido a la palabra y aplicarla al óvulo fecundado, depende,
como hemos señalado, de aceptar una visión religiosa del mundo que no necesariamente
tenemos que compartir todos bajo pena de caer en la irracionalidad5.
En estos textos no es difícil advertir que existe una caricaturización excesiva de las
cosas. La noción “normal” de persona que se utiliza como referencia parece ignorar la
historia más elemental de este término y la larga controversia sobre el constitutivum
personae. Algo similar se puede decir respecto del modo como la Profesora Valdés se
refiere a la noción de «alma». Es ampliamente conocido que filósofos tan diversos como
Aristóteles, Tomás de Aquino, Descartes, Max Scheler o Edith Stein han desarrollado sus
respectivas teorías sobre el alma en clave filosófica y no teológica.
El conocimiento moderno de la biología molecular nos permite constatar que todo ser vivo
tiene un genoma propio de su especie; esto es precisamente lo que le define como miembro
de esa especie y no de otra. (…) Refiriéndonos concretamente al genoma humano, éste nos
4
VALDÉS, M., “El problema del aborto: tres enfoques”, en GUARIGLIA, O., Cuestiones morales, Trotta-CSIC,
Madrid 1996, p. 250.
5
Ibidem, p. 256.
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hace ser personas y no pertenecer o dudar a qué especie pertenecemos; al mismo tiempo, la
individualidad del mismo nos hace únicos e irrepetibles6.
Considerar que el genoma nos hace ser personas e individuos no resiste un análisis
biológico o filosófico riguroso. Baste mencionar que a) muchas de las células de nuestro
cuerpo aún separadas de él poseen carga genética completa y no son personas, y b) es
imposible sostener que la condición personal en cuanto personal se identifique
unívocamente con un sistema material complejo debido a que la noción de «persona»
precisamente pretende indicar otro modo de ser, es decir, una diferencia radical con
respecto al ser de las cosas, aunque como es evidente en el caso de la persona humana, la
corporeidad sea un elemento constitutivo de la misma7. Nuevamente aquí se prescinde de
toda la historia sobre la noción de persona, de su carácter trascendental (no predicamental)
y de su fundamento real. También se prescinden de las teorías personalistas
contemporáneas que han avanzado más allá de las teorías medievales y modernas sobre este
tema. No podemos proseguir en este momento con estas consideraciones8.
Sin embargo, conforme fue pasando el tiempo los argumentos ofrecidos comenzaron
a mostrar desde mi punto de vista una doble debilidad: por una parte el fundamento
filosófico que justificaba los puntos más álgidos resultaba débil cuando aparecía un
6
CALVA, P. “Genoma humano”, en SEPTIÉN, J. M. (coord.), El aborto. Ética, verdad y justicia, Diana,
México 2003, p. 34. El subrayado es nuestro.
7
Para un estudio de la persona como persona, véase: SEIFERT, J. Essere e Persona. Vita e Pensiero, Milano
1983.
8
Véanse: CRESPO, M., Menschenwürde: Metaphysik und Ethik, Universitätsverlag C. Winter, Heidelberg
1998; CROSBY, J. F., The Selfhood of the Human Person, The Catholic University of America Press,
Washington 1996; GUERRA, R. Afirmar a la persona por sí misma, CNDH, México 2003; IDEM, Volver a
la persona, Caparrós, Madrid 2002; SEIFERT, J., Essere e Persona, Vita e Pensiero, Milano 1983;
SERRETI, M. Conoscenza di sé e trascendenza, ISTRA-CSEO Saggi, Bolgona 1984; SPAEMANN, R.,
Personas. Acerca de la distinción entre «algo» y «alguien», Eunsa, Pamplona 2000; WOJTYLA, K.,
Persona e Atto, Testo polacco a fronte, Bompiani, Milano 2001.
9
SGRECCIA, E. Manual de Bioética, Diana, México 1996; POLAINO LLORENTE, A., Manual de Bioética
general, Rialp, Madrid 1994; TOMÁS, G. (coord.), Manual de Bioética, Ariel, Barcelona 2001.
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interlocutor bien educado en alguna filosofía contemporánea. Los manuales daban por
resueltos una gran cantidad de problemas filosóficos sobre la relación entre sustancia y
accidentes, sobre la relación entre la naturaleza como esencia y la naturaleza como conjunto
de características físico-biológicas, sobre el origen y fundamento de la dignidad humana, y
en algunas ocasiones, se llegaban a apreciar exposiciones éticas sumamente esquemáticas
que fácilmente caían en falacia naturalista.
Por otra parte, algunos manuales católicos ofrecían (y a veces continúan ofreciendo)
exposiciones sumamente compendiadas de embriología y de genética que reproducían las
ideas más o menos convencionales sobre estos temas divulgadas hacia los años setenta y
ochenta.
En efecto, el descubrimiento de los genes y del DNA que los constituye permitió
durante algunas décadas contemplar un cierto resurgimiento de una versión modificada de
preformacionismo, es decir, de la teoría que sostiene que las características fenotípicas del
individuo humano adulto se encuentran de alguna manera precontenidas en su genotipo
originario10. Así, en el último tercio del siglo XX, como fruto de la eclosión de la biología
molecular muchos textos sobre estas materias comenzaron a presentar de manera más o
menos explícita una relación directa y determinista entre los genes y la realidad biológica
resultante luego de su desarrollo. Parecía claro que la información genética era no sólo
necesaria sino también suficiente para constituir a un organismo vivo maduro y por ende
completo desde el punto de vista de su plan básico de desarrollo configurado precisamente
en el momento de la fecundación. Nacía así la convicción de que en el orden biológico
existe un sustrato –el genoma– que asegura la identidad personal a través de los cambios…
Esto permitió que parte de la manualística católica hallara un respaldo empírico para
afirmar que la persona está ya en acto desde el momento de la fusión de los gametos. Todos
los argumentos sobre la supuesta existencia de una «persona en potencia» o de un «pre-
embrión» antes de la implantación caían con facilidad debido a la afirmación simultánea de
a) el papel conductor del desarrollo que realizaba el genoma de acuerdo a un modelo más
o menos determinista, y b) la teoría filosófica que parecía explicarlo: el cambio que sucede
en el viviente humano a partir de la fecundación es de orden accidental, no es de orden
sustancial, y está direccionado teleológicamente. El sujeto del cambio está ya en acto y por
ello en potencia activa para desplegar las virtualidades orgánicas y eventualmente
operativas que suelen caracterizar a la persona humana adulta.
10
El «genotipo» se refiere a la constitución genética del individuo u organismo, en otras palabras, el
genotipo está dado por los alelos localizados en un locus particular de un cromosoma de un individuo. El
«fenotipo» es el conjunto de rasgos o características observables de un organismo. Por ejemplo, el color
del cabello, el peso o la presencia o ausencia de una enfermedad. El fenotipo es siempre algo que
podemos observar. Se puede observar en la clínica, en el laboratorio o en las interacciones sociales. Un
fenotipo no es la constitución genética de un organismo. Es de algún modo la expresión o el resultado de
la constitución genética de ese organismo y por el ambiente en que la persona crece y se desarrolla.
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En la actualidad, sin embargo, es necesario repensar estos asuntos una vez más. Desde
mi punto de vista no son sostenibles afirmaciones del tipo «todo está ya en los genes al
establecerse un nuevo genoma por la fusión de gametos de los padres». A comienzos del
siglo XXI existen en la mesa de discusión nuevas evidencias empíricas que parecen
cuestionar muchas de las bases sobre las que descansaban convicciones como la
mencionada. Será posible reconstruir un cierto argumento sobre la condición personal del
embrión humano desde la concepción sólo si somos capaces de responder a las que parecen
ser nuevas objeciones bio-filosóficas basadas en evidencia empírica. Así, a continuación de
manera análoga a como se presentaban las cuestiones en la filosofía escolástica medieval
presentamos primero tres objeciones (incisos 3.1, 3.2 y 3.3), luego una solución general
(incisos 4 y 5), y por último, la respuesta compendiada a los aspectos problemáticos de
cada una de las objeciones (inciso 6).
11
La «reprogramación génica» es particularmente importante como veremos más adelante. La
reprogramación génica se puede definir como la transformación del patrón de la expresión de un gen.
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esenciales para el desarrollo del sistema nervioso12. Sin ella, por más que se tenga un
código genético completo, éste no se expresa de la manera adecuada y por ende no cumple
su función plena de «programa de desarrollo».
Esto parece indicar que los seres vivos, y entre ellos el ser humano, necesitan de un
periodo constituyente en el que la información genética y epigenética concurren. Mientras
ese periodo de constitución no culmina, el individuo humano en acto – el que posee un plan
realmente direccionado hacia término – pareciera ser una mera posibilidad de entre varias.
Este tipo de observaciones parecen explicar el por qué muchos científicos actualmente
consideran que no pueda decirse con seguridad que existe una persona desde el momento
mismo de la concepción. Desde este punto de vista la biología parece más bien sugerir que
el cigoto no es el mismo y la misma cosa todo el tiempo del desarrollo. La biología parece
mostrarnos que la realidad del término depende de manera sumamente importante del
nicho dónde se coloca al cigoto y de un periodo de tiempo en el que este nicho interactúa
con él13.
La importancia del nicho puede mostrarse con dos ejemplos. El primero es un caso
similar al de la hormona T4 y que me atrevo a calificar de «débil», sin embargo, nos
sensibiliza con respecto de la trascendencia que el nicho posee en el proceso de desarrollo:
nos referimos al tema de malformaciones causadas por deficiencias genéticas en la madre.
El segundo me parece un caso «fuerte» y extremo –por otra parte sumamente interesante–
ya que se refiere a las supuestas clonaciones humanas realizadas recientemente en Corea y
en Inglaterra.
12
La «expresión» es un proceso altamente específico en el cual un gen se «enciende» en un momento
determinado y comienza la producción de su proteína. Esto quiere decir que éste término se refiere a un
proceso por medio del cual todos los organismos transforman la información codificada en los ácidos
nucleicos en las proteínas necesarias para su desarrollo y funcionamiento. En los organismos el contenido
del DNA de todas sus células es idéntico. Esto quiere decir que contienen toda la información necesaria
para la síntesis de todas las proteínas. Pero no todos los genes se expresan al mismo tiempo ni en todas
las células. Hay sólo un grupo de genes que se expresan en todas las células del organismo y codifican
para proteínas que son esenciales para el funcionamiento general de las células y son conocidos como
«housekeeping genes». El resto de los genes se expresan o no en los diferentes tipos de células,
dependiendo de la función de la célula en un tejido particular. Por ejemplo, genes que codifican proteínas
responsables del transporte axonal se expresan en neuronas pero no en linfocitos en donde se expresan
genes responsables de la respuesta inmune.
13
SIMÓN, C., DOMÍNGUEZ, F., REMOHI, J., PELLICER, A., “Embryo effects in human implantation:
embryonic regulation of endometrial molecules in human implantation”, en Ann New York Acad Sci,
septiembre 2001, n. 943, p.p. 1-16; DAFTARY, G. S., TAYLOR, H. S. “Implantation in the human: the role
of HOX genes”, Semin Reprod Med, 2000, n. 18 (3), p.p. 311-320; HILL, J. A., “Maternal-embryonic
cross talk”, en Ann New York Acad Sci, septiembre 2001, n. 943, p.p. 17-25; ARMANT, D. R., WANG, J.,
LIU, Z., “Intracelular signaling in the developing blastocyst as a consequence of the maternal-embrionic
dialogue”, en Semin Reprod Med, 2000, n. 18 (3), p.p. 273-287; KONO, T., “Influence of epigenetic
changes during oocyte growth on nuclear reprogramming after nuclear transfer”, en Reprod Fertil Dev,
1998, n. 10 (7-8), p.p. 593-598.
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El segundo caso a tener en cuenta es el relativo a los esfuerzos que se están realizando
para lograr clonaciones humanas. El primer intento de obtener un clon de un adulto humano
se llevó a cabo en el año 2001. Se estimularon y enuclearon varios óvulos humanos en
laboratorio y se les transfirieron el núcleo de células precursoras de la piel o de las células
que nutren al óvulo –células del cumulus-. Se cultivaron los óvulos manipulados y unos
pocos de ellos se dividieron y dieron lugar a pequeños grupos de células. A este proceso le
llamaron “desarrollo embrionario a estado pronuclear y temprano”. El nombre escogido ya
indicaba que al grupo de células obtenidas se le consideraba un «embrión»16.
14
Los seres humanos tenemos en cada una de nuestras células 46 cromosomas agrupados en 23 pares, lo
que supone entre 50000 y 100000 pares de genes, es decir, existen dos copias para cada gen, una de cada
miembro del par en un cromosoma determinado. Los genes en la población pueden mostrar variación, es
decir diferencias de secuencia de una copia del gen a otra. Si un individuo tiene dos copias idénticas de
un gen localizado por ejemplo en ambas copias del cromosoma dos, entonces él es homocigoto para ese
gen.
15
Todas las células de nuestro organismo tienen 23 pares de cromosomas. En el par 12 hay un gen
responsable de producir la encima PAH (fenilalanina hidroxilasa) que cuando está alterado en ambos
cromosomas es responsable de la fenilcetonuria o de la hiperfenilalaninemia.
16
Cf. CIBELLI, J.B.; KIESSLING A.A.; CUNNIFF K.; RICHARDS, C.; LANZA R.P.; WEST, M.D. “Somatic cell
nuclear transfer in humans: Pronuclear and early embryonic development”, Journal of Regenerative
Medicine, 2001, 2, p.p. 25-32.
17
Cf. HWANG, W. S. et al., “Evidence of a pluripotent human embryonic stem cell line derived from a
cloned blastocyst”, Science, 12 de marzo 2004, n. 303, p.p. 1669-1674.
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18
Cf. STOJKOVIC P, LAKO M, STEWART R, PRZYBORSKI S, ARMSTRONG L, EVANS J, MURDOCH A,
STRACHAN T, STOJKOVIC M., “An autogenic feeder cell system that efficiently supports growth of
undifferentiated human embryonic stem cells”, Stem Cells, 2005, Mar, 23(3), p.p. 306-14.
19
Para realizar una clonación se requiere reconvertir a la célula al estado en que se sitúa la dotación
genética tras la fecundación. Esto se logra a través de la acción de proteínas citoplasmáticas que son
capaces de interaccionar con los genes y devolverlos al patrón de expresión típico del cigoto,
provocando que pierdan la impronta propia de la célula somática. En organismos como el humano, la
reprogramación implica también cambios en la ordenación espacial de los cromosomas que permitan
regular la información genética bajo las características del inicio del programa.
20
Cf. LÓPEZ MORATALLA, N.-IRABURU ELIZALDE, M., Los quince primeros días de una vida humana,
Eunsa, Pamplona 2004, p. 91.
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Como puede apreciarse, las propiedades emergentes en las diversas etapas del
desarrollo embrionario parecieran señalar que el proceso no es enteramente continuo. En el
fondo esta postura es similar a la de Evandro Agazzi quien defiende que la indisposición de
la materia impide que desde el inicio pueda afirmarse que existe un verdadero principio
vital racional en el embrión humano, y por ende, un ser humano en el sentido pleno de la
palabra. Para Agazzi al principio del proceso de desarrollo nos encontramos con “un
vegetal de la especie humana”, luego con un:
animal (de la especie humana); y sólo cuando su desarrollo como un animal alcanza el
grado de complejidad correspondiente para la formación de un apropiado sistema nervioso,
el embrión recibe el alma racional y se convierte en un animal racional (de la especie
humana). (…) En esta doctrina el desarrollo del embrión es visto como una sucesión de
cambios sustanciales, es decir, de cambios en los que la sustancia deja de existir y otra
sustancia diferente viene a la existencia, no obstante manteniendo la «materia» de la
sustancia previa como substrato. (…) En conclusión, hemos visto que, si subdividimos la
noción genérica de embrión en los diferentes segmentos de su desarrollo, es posible
mantener que el embrión se torna totalmente humano sólo después de que un cierto
segmento de su desarrollo ha sido alcanzado22.
21
ALONSO BEDATE, C., “El estatuto ético del embrión humano: una reflexión ante propuestas alternativas”, en
MAYOR ZARAGOZA, F.-ALONSO BEDATE, C. (coords.), Gen-Ética, Ariel, Barcelona 2003, p.p. 45-46. Véanse
también: ALONSO BEDATE, C. “El valor ontológico del embrión humano: una visión alternativa”, en BECA, J.
P. El embrión humano, Mediterráneo, Santiago de Chile 2002; VELÁZQUEZ, J. L. Del homo al embrión. Ética
y biología para el siglo XXI, GEDISA, Barcelona 2003; GRACIA, D., “El estatuto de las células
embrionarias”, en MAYOR F.-ALONSO BEDATE, C. Gen-Ética, Ariel, Barcelona 2003.
22
AGAZZI, E., “The Ontological and Ethical Status of the Human Embryo”, Conferencia en la Facultad de
Filosofía de la Universidad Nacional Autónoma de México, 24 de agosto de 2005, promanuscripto.
23
Ibid.
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Rodrigo Guerra López – Versión 2.2
3.3 Tercera objeción: la individualidad del embrión antes del día 15 en entredicho
Esta cierta indiferenciación originaria permite que de hecho los siguientes eventos
durante el desarrollo temprano del embrión sean posibles:
a) En primer lugar no todas las células que derivan del óvulo fecundado se
desarrollan como embrión sino que algunas dan lugar a los tejidos
extraembrionarios (la placenta, etc.). Esto parece indicar que no todo el material
inicial contenido en el óvulo recién fecundado goza de la condición personal ya
que de hecho en un proceso de desarrollo normal parte de este material dará
lugar a tejidos que si bien acompañan al embrión no son el embrión. De este
modo, la individualidad personal, no parece estar asegurada en el cigoto.
b) En ocasiones además es posible encontrar que dos óvulos son fecundados por
dos espermatozoides dando lugar a dos embriones. Este es el caso de la
denominada gemelación heterocigótica. Sin embargo, en algunas pocas
ocasiones, los embriones se fusionan dando lugar a quimeras naturales. Esta es
una de las explicaciones hoy existentes para algunos casos de hermafroditismo
congénito en las que un embrión masculino se fusionó con otro femenino. El ser
humano resultante posee un mosaico de células procedentes de las que
inicialmente eran suyas y de otras procedentes de su hermano. Este tipo de
evento parece indicar que la individuación no está asegurada desde la
concepción sino que existe un periodo en el que el destino individual del
embrión se encuentra abierto, es decir, su telos individual no está asegurado del
todo y puede recibir modificaciones importantes.
Estas tres cuestiones son importantes. No agotan todas las preguntas que desde la
biología del desarrollo contemporánea es posible hacer. Sin embargo, muestran el
repertorio básico de problemas que necesitamos esclarecer biofilosóficamente al momento
de indagar el estatuto ontológico del embrión humano.
Sin embargo, me parece que hoy es posible detectar un indicador empírico de un telos
específico e individual anterior a la fusión de las cadenas de DNA. Dicho de otra manera: si
bien existe cierta indistinción a nivel del genoma en las células embrionarias totipotenciales
esto no es más que un momento dentro del proceso de un todo que se encuentra
desarrollándose al modo de un continuo cuyo orden fundamental está determinado con
anterioridad a la constitución del propio genoma. ¿A qué nos referimos?
24
Cf. FORD, N. M., When did I begin? Conception of the human individual in the history, philosophy and
science, Cambridge University Press, Cambridge 1988; MCCORMICK, R., “Who or What is a
Preembryo?”, en Kennedy Institute of Ethics Journal, 1991, n. 1, p.p. 1-15; AGAZZI, E., op. cit.
25
PEARSON, H., “Your destiny, from day one”, Nature, July 2, 2002.
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El primer hallazgo que ayudó a determinar que el blastocisto no es una célula sin
destino determinado apareció hacia 1980. Jean Smith del Queen´s College mostró que el
blastocisto de ratón no era una esfera simétrica sino que poseía una ligera distorsión con
ejes geométricos reconocibles que preconizaban los ejes del fenotipo final26.
Posteriormente Richard Gardner de la Universidad de Oxford en 1997 localizó que el
segundo cuerpo polar, es decir, un par de cromosomas sobrantes, se adherían a la pared del
embrión marcándolo y permitiendo observar que este cuerpo definía una línea de latitud
dividiendo el hemisferio superior –que contiene la masa celular interna– del hemisferio
inferior. Esto sugería que la parte superior e inferior del óvulo se alinea y determina los
lados izquierdo y derecho del blastocisto27.
Sin embargo, sería Magdalena Zernicka-Goetz quien descubriría algo más: el patrón
espacial de organización del cigoto es conservado en el embrión aún después de la
implantación. Ella sospechó además otra cosa igualmente importante: que el acto de
fertilización podía ser parte de los factores determinantes de esta estructuración primigenia.
Así, inyectó marcas fluorescentes bajo la cubierta de óvulos de ratón en el punto en el que
había penetrado el espermatozoide descubriendo que la posición de la incisión en la pared
del óvulo coincide aproximadamente con el ecuador de la primera división celular, es decir,
el punto de ingreso del espermatozoide determina dónde se divide primero la célula28. En
experimentos subsecuentes Zernicka-Goetz pintó las dos primeras células, una con rojo y la
otra con azul. Luego rastreó sus descendientes en el blastocisto. Así, pudo comprobar que
una célula da origen a la masa celular interna y la otra a la placenta y los demás tejidos de
apoyo. En conclusión: la primera división celular influye en el destino de cada célula y por
último en todos los tejidos del cuerpo29. Si bien aparecieron algunas objeciones a los
estudios de Zernicka-Goetz, el estudio más concluyente fue publicado por ella el 17 de
marzo de 2005 en la revista Nature30.
26
SMITH, L. J. J. Embryological Experiment Morphology, 55, 1980, p.p. 257-277.
27
GARDNER, R. L. “Specification of embryonic axes begins before cleavage in normal mouse
development”, Development, 128, 2001, p.p. 839-847.
28
PIOTROWSKA, K. & ZERNICKA-GOETZ, M. “Role of sperm in spatial patterning of the early Mouse
embryo”, Nature, 409, p.p. 517-521.
29
ZERNICKA-GOETZ, M. et al. “Downregulation of Par3 and aPKC function directs cells towards the ICM
in the preimplantation mouse embryo”, Journal of Cell Science, 118, 2004, p.p. 505-515.
30
ZERNICKA-GOETZ, M. et al. “The first cleavage of the mouse zygote predicts the blastocyst axis”, Nature,
434, March 17, 2005, p.p. 391-395.
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que sucede en este breve proceso se encuentra conducido desde su inicio por un plan que
apunta hacia un estado de cosas unificado, cualificado y configurado. El plan no es ni la
pura estructura espacial básica que se determina con el punto de entrada del espermatozoide
dentro del óvulo, ni el genoma por separado, ni la información más originaria que se
encuentre en el citoplasma colaborando a la reprogramación génica. El plan a realizar está
construido con todos estos factores dentro de un orden esencial y originante.
Otra manera de decir esto es afirmar que nos parece un error identificar el genoma y
el factor de individualización fundante de un organismo. Los cromosomas y genes que
determinan en parte las características de un individuo humano no lo hacen ser individuo.
Desde nuestro punto de vista, lo que constituye a un ser humano individual es el arranque
ordenado del programa de desarrollo direccionado específica e individualmente32. La
individualidad orgánica de cada ser humano se funda sobre la singularidad de su proceso
ordenado de desarrollo y no sobre la unicidad de su genoma.
31
Cf. GÓMEZ DUMM, C., Embriología humana. Atlas y texto, El Ateneo, Bs. As. 2003, p. 29.
32
Cf. LÓPEZ MORATALLA, N., op. cit., p 84.
33
JONAS, H., Philosophical Essays: From Ancient Creed to Tecnological Man, Prentice Hall, Nueva Jersey
1974, p. 192.
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Aún corriendo el riesgo de redundar deseamos anotar: esto no quiere decir que un
hecho particular como la penetración del espermatozoide en el óvulo, como la unión de las
cadenas de DNA procedentes del gameto masculino y femenino, como la interacción con
factores epigenéticos, sean el fundamento de la individuación de un ente vivo como el ser
humano. Lo que deseamos decir es que todos estos momentos, son signos expresivos a
nivel empírico del orden inteligible que puede ser detectado tanto en el todo sincrónico
como en el proceso total de desarrollo diacrónico del embrión humano.
En efecto, el orden de las partes que integran el todo del cigoto desde el momento en
que éste comienza a ordenarse espacialmente a partir de ejes, muestran una unidad en la
que la innovación de propiedades emergentes en diversas etapas no rompe su continuidad
básica sino que muestra una cierta autoafirmación de este orden inteligible que desde el
origen estructura tanto la configuración genética como la manera en la que ésta se
enriquece epigenéticamente.
Soy de la opinión que el ser humano recién concebido tiene fenotipo de cigoto por
que éste se encuentra como ser-en-acto y esta condición permite que en cada instante
sucesivo –y con el concurso del contexto– el plan estructurante y originario del embrión
humano conduzca el proceso de desarrollo. El plan estructurante desde mi punto de vista es
el factor determinante, es decir, activante de lo que se manifiesta en el orden empírico
como una modalidad de auto-organización. El plan es sin dudas en parte un fenómeno
informacional complejo. Sin embargo, la información es información en la medida en que
el puro dato se encuentra organizado. Dicho de otro modo, el soporte químico de la
información genética o el soporte químico del mismísimo proceso de construcción de ejes
embrionarios requiere de una forma, de un elemento en acto, que le dé unidad, cualificación
y configuración al proceso de auto-organización que llamamos desarrollo.
De una manera análoga a como una pieza musical no es sólo el conjunto de sonidos
que la integran sino que constitutivamente el orden sincrónico y diacrónico de estos sonidos
la hacen ser no sólo un caso de la especie «música» sino «ésta pieza musical concreta», así
el desarrollo embrionario parece estar conducido por una forma o estructura inteligible e
individual en acto (Gestalt) que organiza las partes y las integra en un todo unitario y
auténticamente continuo. Este plan en acto posee de un modo virtual o incoado el telos del
ser humano completo y maduro. Este plan en acto no se encuentra separado del organismo
viviente humano sino inmerso en él haciéndolo ser lo que es. Es un plan interconstruido con
el cuerpo viviente humano (Leib) y sin el cual las partes que lo integran operarían de una
manera no sinérgica y complementaria en orden a mantener la unidad sino cada una por su
cuenta de acuerdo a sus características intrínsecas aisladas. Precisamente por todo esto, me
parece que el plan estructurante y el proceso complejo y enriquecible epigenéticamente que
gobierna puede ser definido como una forma, como un acto que posee como función
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Sin embargo, conviene reconocer que más allá de lo que Aristóteles pensaba sobre
este término es posible entender que en el caso del embrión humano justamente la
enteléjeia hace a este tipo de ente un ente no instanciable en máximo grado. De esta
manera, nuestras observaciones nos acercan más al pensamiento de Edith Stein que
entendía que el fundamento de la individuación del ser humano es precisamente la
enteléjeia individual e individuante que confiere unidad e identidad a la persona a lo largo
del tiempo34.
Por estas razones tengo la impresión que, aún en su momento unicelular, el embrión
humano posee un destino individual-personal irrenunciable e irrepetible. Que pueda ser
utilizado como célula totipotencial para fines diversos a la constitución de un ser humano
plenamente desarrollado es otra cuestión que muestra que el télos originario puede ser
violentado. Lo mismo se puede decir de sus primeras células cuando éstas han aparecido en
cierto número. Sin embargo, el todo del embrión es un ente individual que desde su primera
división posee células cooperantes de manera sinérgica. Las partes no se disgregan sino que
mantienen unidad sistémica. Esto nos hace pensar que la fuente de la unidad procesual
realmente coincide con la fuente de la unidad sincrónica originaria. Así las cosas, me
parece que podemos concluir esta reflexión diciendo que en efecto el embrión humano
posee coordinación, continuidad y gradualidad35 en su desarrollo gracias a una regulación
intrínseca que lo mantiene orientado hacia su télos específico e individual. Esta regulación
intrínseca lo hace ser tal ser, lo hace ser este ser, es decir, le confiere su haecceitas, su
singularidad e irrepetibilidad características. Por ello, no vemos inconveniente en
reconocerlo como persona, es decir, como sujeto no-instanciable cuyo factor de unidad
sincrónica coincide con su factor de unidad diacrónica que le hará capaz eventualmente de
actuar y vivir de manera inteligente y libre.
34
Cf. STEIN, E., Endliches und Ewiges Sein: Versuch eines Aufstiegs zum Sinn des Seins, en «Edith Stein
Werke», Band II, Verlag Herder, Freiburg im Breisgau 1986, VIII; Idem, Potenz und Akt – Studien zu einer
Philosophie des Seins, in «Edith Steins Werke», Band XVIII, Verlag Herder, Freiburg i. Br. 1998. Véase
también: REDMOND, W. La rebelión de Edith Stein: la individuación humana, Seminario de Profesores,
Universidad Panamericana, 28 de febrero 2005 (promanuscripto); GUERRA LÓPEZ, R. Una rebelión que
continua. Réplica a «La rebelión de Edith Stein. La individuación humana» de Walter Redmond, Seminario
de Profesores, Facultad de Filosofía, Universidad Panamericana, 28 de febrero 2005 (promanuscripto); Idem,
“Pensar la diferencia. Reflexiones sobre la condición femenina y el fundamento antropológico de la
diferenciación sexual”, en Medicina y Ética. Revista Internacional de Bióetica, Deontología y Ética Médica,
Facoltà di Medicina e Chirurgia dell´Università del Sacro Cuore-Universidad Anahuac, Vol. VII, n. IV,
Octubre-diciembre de 1996, p.p. 437-455; Idem, “¿Quién es la mujer? Aproximación a la determinación de la
especificidad femenina”, en Medicina y Ética. Revista Internacional de Bióetica, Deontología y Ética Médica,
Facoltá di Medicina e Chirurgia dell’Universitá del Sacro Cuore-Universidad Anahuac, XV, 4, octubre-
diciembre 2004, p.p. 291-306.
35
Cf. SERRA, A., “Per un´analisi integrata dello «status» dell´embrione umano”, en Biolo, S. (ed.), Nascita e
morte dell´uomo, Marietti, Génova 1993, p.p. 76-78.
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Sin negar lo antes dicho, también debemos ser conscientes que la genómica actual al
destacar la importancia de la reprogramación génica para que el genoma se exprese, nos
ayuda a mostrar que no bastan las puras estructuras materiales sino que se requieren activar
de cierto modo, con cierto orden, para que el embrión emerja como un sistema personal,
como un todo unitario, singular y no instanciable con capacidad de eventualmente realizar
operaciones mentales. La reprogramación génica, es de esta manera, uno de los elementos
empíricos que más denotan la existencia de la forma individual que constituye el programa
de desarrollo originario. El programa de desarrollo embrionario, en nuestra opinión, inicia
su configuración teleológica en el momento en el que el espermatozoide penetra en el óvulo
y gradualmente va manifestándose en el proceso de expresión génica y en general en el
proceso de desarrollo embrionario.
36
Cf. INCIARTE, F., Tiempo, sustancia, lenguaje. Ensayos de metafísica, Eunsa, Pamplona 2004, Caps. IV y
V.
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a) Aunque en el cigoto existan componentes que luego no serán parte del embrión,
gozan de la condición personal mientras no se diferencien de él.