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lo que se excluye, lo que no se nombra, se invisibiliza. Esta desvaloración hacia uno de los
géneros o el consiguiente uso incorrecto del lenguaje, sólo muestra una realidad social
estereotipada que sostiene una cultura sexista.
Esta “violencia simbólica”, como la denominó Pierre Bourdieu en la década de 70, es un tipo de
violencia indirecta. Tiene un carácter transversal, establecido, casi abstracto. Está interiorizado
e incorporado como si fuese natural, por lo tanto no es cuestionado y cuesta mucho
reconocerla en la vida cotidiana, porque forman parte del sentido común. Ejercida desde los
medios de comunicación, se denomina violencia mediática, y es aquella que transmite
dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la
subordinación de las mujeres en la sociedad
perspectiva de género o de igualdad de género, utilizamos una categoría de análisis con base
en las variables de sexo y género, que permite identificar las asimetrías en las relaciones de
poder. Como ya vimos, el término género no equivale sólo a mujeres, sino que hacemos
referencia a un sistema de relaciones sociales que involucra y afecta a personas tanto del
género femenino como del masculino.
El lenguaje participa en la distribución de poder en una sociedad. Como en otras muchas áreas
de la vida, la identidad, los valores y la comunicación se han construido desde el patriarcado a
partir del sexo de las personas. Mirar la comunicación con enfoque de género supone un
aporte fundamental para desarrollar críticamente elementos para construir sin exclusión y con
equidad.
En una sociedad patriarcal, comunicar con perspectiva de género supone analizar cómo los
hechos afectan de forma diferenciada y desigual a mujeres y personas de la diversidad sexual,
incluyendo los resultados en nuestros contenidos mediáticos. Implica elegir la forma de
nombrar, sin discriminaciones ni omisiones. Y que los mensajes estén libres de estereotipos y
sexismo
“El lenguaje, por su estrecha relación con el pensamiento, puede cambiar gracias a la acción
educativa y cultural, e influir positivamente en el comportamiento humano y en nuestra
percepción de la realidad”. (Unesco)
sexismo, nos referimos a los privilegios que se le otorga a un sexo en relación con el otro. Y al
androcentrismo, como el sistema que considera al varón como medida, norma y universal
humano, es la razón de las construcciones sexistas
Marcela Lagarde plantea que "la lengua expresa las tradiciones patriarcales de quienes la
hablan. Si el lenguaje es un producto de una sociedad androcéntrica, no debería extrañarnos
que refleje una realidad discriminatoria”
Somos animales simbólicos, y nuestro lenguaje determina nuestra forma de ver el mundo. El
lenguaje es uno de los agentes de socialización de género más importantes. No es algo natural,
sino una construcción social e histórica, que varía de una cultura a otra, que conforma nuestra
manera de pensar y de percibir la realidad.
El lenguaje ha sido uno de los medios de control y dominio que ha sometido y velado a las
mujeres en los discursos, sus prácticas y su historia. Cuando nos referimos al lenguaje sexista,
no sólo nos referimos a hablar de "las y los”
"El hecho de que los títulos universitarios utilizaran el masculino (doctor, abogado, juez,
ingeniero, arquitecto) no se debía a que el masculino “comprende a todas las personas”; sino a
que la mujer no podía estudiar en la Universidad; ni asumía funciones públicas (Cámara de
Diputados, Cámara de Senadores); la mujer estaba destinada al ámbito del hogar, de lo
privado y por eso no se utilizaba el femenino… la realidad cambió – un poco – pero “la
lenguaoficial” se resiste. Y si "presidenta" está mal... ¿porqué "sirvienta" no? No será por el rol,
verdad?3
El uso del femenino se emplea sólo referido a las mujeres, en cambio el género masculino
tiene un doble valor: el específico, que nombra a los varones y el genérico, que engloba tanto a
mujeres como a hombres. Esta utilización del masculino como un supuesto genérico considera
a lo masculino como central, normativizado y habitual, y a lo femenino como residual,
excepcional y fuera de la norma. El lenguaje, en tanto, construcción social hegemónica,
expresa jerarquías e imaginarios que operan en nuestra cultura. Por lo tanto, la toma de la
palabra es la toma del poder
El lenguaje, al utilizar formas que encierran juicios de valor implícitos y estereotipos sexistas,
recrea y refuerza las estructuras de poder que funcionan en la vida social, discriminando a las
mujeres y al resto de las identidades sexo-genéricas.
Dijimos que el lenguaje, en tanto expresa una visión de mundo determinada, es una
construcción social que está en permanente transformación. Entonces como tal, es posible
incorporar a la práctica algunas recomendaciones: 1. Incluir y hacer visibles a ambos sexos,
respetando sus identidades sexo-genéricas. 2. Valorar por igual a mujeres y varones. 3. Dar la
palabra a todas las personas. 5. Evitar estereotipar a las mujeres según roles tradicionales
asignados (madre, esposa, cuidadora). 6. Evitar desvalorizar a la mujer respecto del varón,
relacionándolas únicamente con valores de debilidad, complemento, dependencia y no como
personas activas e independientes conscientes de su propia vida, con sus derechos y deberes.
7. Evitar el masculino como valor genérico. Por ejemplo, en lugar de decir: El Hombre ha
conseguido… dice: La Humanidad ha conseguido…
Si bien la utilización de los símbolos incomoda, ha servido para visibilizar que el problema de la
desigualdad también se encuentra presente en el lenguaje. Aunque incorrectas e ilegibles,
logran el objetivo político que persiguen: mostrar lo silenciado históricamente, ponerlo en
discusión. La utilización de un lenguaje inclusivo es una decisión política.
Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) han traído consigo un nuevo entorno
en el que es posible acceder, compartir y elaborar un gran volumen de información a escala
mundial y en un tiempo impensable hace unos años. Entre sus principales características están
la penetración o alcance (vida social, hogar, educación, entretenimiento, trabajo, etc.); la
transformación de los procesos mentales en la adquisición de conocimiento; la carencia de
mediaciones (al menos en teoría); sus instantaneidad e inmediatez; son inmateriales (se
constituyen a través de redes virtuales) y flexibles. Son interactivas (dejando demodeé el
concepto de emisor-receptor, o mejor dicho reformulándolo en “situaciones de” recepción y
emisión) y se rigen por el principio de intercambio, es decir trabajan en redes (de menor o
mayor escala).
Las brechas de género existen y superan el uso de las TIC. Más bien el uso social de las TIC es
también afectado por las brechas de género: una mujer que tiene una triple carga sumando
sus responsabilidades laborales, su vida doméstica y su rol como líder comunitaria por
ejemplo, es una mujer que tiene menos posibilidades de aprender a usar las TIC y de
apropiarse de ellas porque está demasiado ocupada”
es desafíos por delante: inclusión digital (deben estar todxs, quien no esté será como quien no
sepa ni leer ni escribir lo que seguirá generando exclusiones y silenciamientos); diversificar los
usos (democratizar la tecnología, romper los mitos sobre la falta de interés de las mujeres
acerca de la tecnología) y democratizar la producción (que las mujeres y las personas de
sexualidades disidentes generen los contenidos).
“No se olvide que el pensamiento se modela gracias a la palabra, y que sólo existe lo que tiene
nombre” Ma. Ángeles Calero (2002:51) “En un mundo donde el lenguaje y el nombrar las cosas
son poder, el silencio es opresión y violencia” Adrianne Rich (1983:241)