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CANTO ERSAL

Arturo Meza

U n ángel mira por la ventana.


Ha descubierto justo esta mañana que siempre fue un niño.
Y que lo alegra el sol y le sorprende la mandarina.
Y sonríe cuando la miel y el agua tocan su lengua.
No vino a impresionar a nadie aquí en la tierra.

Toca las cortezas de los árboles y les susurra una palabra extraña
para decir que está con ellos.
Es un niño que se sorprende en un cuerpo viejo o casi viejo
y ama ese andar de niño anciano,
el movimiento, el respirar, el latir del planeta
y el silencio allá arriba.
No vino a impresionara nadie aquí en la tierra.

El ángel ve el color del espectro en agua turbia,


en aguas negras,
aguas que ya no dan abrigo a peces,
aguas de plástico y latón.
Ángel tierno que se niega a sollozar o arremeter con furia.
El ángel canta en calma y camina lento,
firme por el sendero oculto pero correcto.
Su canto sirve para pocas cosas, pero son tantas
que sólo el reino vegetal y algunos animales lo comprenden.
No vive en paz en este sitio porque no es de aquí.
No ha venido a impresionar a nadie aquí en la tierra.

S oy hijo de asesinos.
Soy hijo de rameras y guerreros lujuriosos.
Soy hijo de la peste vergonzosa.
Nací (como me dicen) al revés.
Nunca vi a mi Madre,
será ahora una anciana prostituta enferma vagando por los mercados
o cadáver en el muladar que ni los perros desearán.
He sido un mundo siempre alerta.
Niño muralla,
niño muro impenetrable,
niño pastor de ovejas.
Pero soy un sabio, lo sé.
Conozco las estrellas, a todas les he dado un mapa de mi alma
y ellas son mi mapa, me reflejan;
son mis ojos, mis entrañas, mi sonido.
La materia prima de mis manos y la magia de mi medicina.
Soy un sabio, padre de mí mismo.
Dicen que hay un Dios inaccesible cuando yo lo tengo siempre frente a mí.
Estoy en Dios, habito en él, como con él.
Conozco las cosas sin estudiarlas.
Sé los cantos de las aves y sus significados.
Converge muy seguido mi ruta con la de los animales que llaman inferiores
no lo son,
son sabios,
como yo,
son mis hermanos, lo que no pueden ser los otros.
No los juzgo ni los absuelvo, así tiene que ser por ahora.
No puedo acelerar el paso del gusano a mariposa, lleva su tiempo,
su ritmo, su armonía al plasma que le protege fuera de su capullo.
No puedo evitar la caída de algunos a cuerpos de cerdos.
El libre albedrío fabrica los vuelos o la condena;
músicos, jueces y verdugos.

A llá, mas allá de la cima de los viejos que cantan como pájaros,
estaba mi rebaño, mi trabajo de pastor,
mis monedas con las cuales pude huir lejos de allí.
Un camino tan largo sin mis ovejas,
ellas allá solas, como yo aquí. Deambulando sin parar;
no sabiendo ellas que me atacan sueños tenebrosos,
no sabiendo nada de mi canto ni del sonido de mi flauta.
¿Acaso mueran de tristeza o seré yo el que muera
y ellas sobrevivan a otro pastor?

No soy santo, hermano de los miserables.


Aprendí a amarlos como a mis ovejas, como a mi pasado,
como a los demonios que me persiguieron día tras día,
penumbra tras penumbra.
Vine a recoger sus penas una a una, a calcinarlas en mi templo-corazón,
vine a surcir el saco de sus granos;
y no soy nadie, no se requiere ser nadie para amar
y así aprendí a sanar a los enfermos;
siendo viento con el viento, fuego con el fuego,
hombre entre los hombres, hijo de rameras y asesinos,
bastardo de lujuria,
animal de la vergüenza.
Escuché a las multitudes difamar mi origen,
efímeras criaturas de cualquier poblado, simpáticos hombres-bestia
como si el origen de ellos fuera un legado de virtudes.
Y aun así me echaron al camino de los cuatro vientos
donde aprendí a amarlos.
A ellos les llegó también su hora con la guerra,
una guerra que no comprendían de dónde provenía,
una suerte de peste que cualquier demonio desató
y volaron como hojas del otoño hacia cualquier lugar;
simpáticas criaturas tristes al destierro, al círculo de guerra,
la copa turbia de la sangre rancia,
dejé de ser parte de ellos, abolí la pena.
Los venenos que me ofrecían iban a dar a la tierra que pisarían
después sus hijos con los pies descalzos.

L a anciana tejedora de tapetes me ha dicho que los ángeles


no descienden a los infiernos aprobarse;
sino que ángeles son y vosotros demonios viles.
¿Pero cómo puede un ángel llegar a serlo sin haber nacido
de un vientre de prostitutas y pecadores?
Un ángel no es sin el desierto,
no lo es si no ha lamido las murallas del averno
buscando agua para su sed como nosotros. O quizás en peores circunstancias.
¿No es acaso un ángel un demonio converso?
Llego a pensar que los ángeles son una fusión de hombres
vencedores de la bestia.
A yer partimos sin saber la hora justa.
El vacío recinto de nadie.
El santuario de todos, desvalido.
Nuestra corte de niños incompletos y enfermas las mujeres
en el frío del destierro.
Pan rancio y frutas secas para almas secas.
Ahora todos vagabundos en un éxodo terrible.
Todos peregrinos solitarios.

E stamos en la travesía oscura sin aroma de Dios.


Desierto sin resonancias.
Morada criminal que nos aterra.
Por donde habremos de cruzar desposeídos.
Larvas, fantasmas y vampiros.

E se viento de afuera os atormenta.


Nunca se detiene, todo se lo lleva.
Ese viento frío que quema las entrañas
que os llama por vuestro nombre
y os pide la partida.

¡Cuán vacía está la casa, vuestra mesa y vuestra alma!


Vuestra memoria son las hojas que sepultan el camino.
Sois de la sequía el ciervo;
ruidoso ladrón de los martirios.
En la paz intruso.
Vieja y castigada maldición errante de la peste, de la muerte.
El infortunio.

Ese viento de afuera os atormenta.


Nunca se detiene, todo se lo lleva.
Ese viento que se niega a confesar y a relataros su secreto.
Ese viento que entretiene un tanto su morada en el castigo vuestro.

Sois otoño y sois invierno.


Sois mentira y sois verdad.
Sois el día en la noche del silencio de la voz de Dios.
Sois gusano vomitado por su boca.

N o es de importar tu suerte a los vecinos.


Algunos ya dejaron su huerto seco y a agigantados pasos marcharon rumbo a los
[desiertos.
Dueños son.
Legítimos patrones de la sequía.
Dueños imperiales de la vergüenza y de sus palabras vanas en la historia.
¡Recuerda, haz memoria!
¡Cuántos hijos míos acusaste de adulterio, de robo o de impostores!
¡Cuántos hijos míos acusaste de cristianos o demonios!
Según viniera el caso de tu santo oficio de guillotinas y de hogueras.
Y dejaste azotar al justo con el látigo de los injustos.
Recuerda, haz memoria.
Que fuiste niño grosero con la Madre perforando sus entrañas,
Desangrándole sus venas, quemándole sus huesos,
Para después enarbolar banderas sobre su cadáver.
Recuerda aquel que con tu voz acribillaste
Y no fuiste capaz de dar muerte e tu avaricia.
¡Cierra pues tu casa que la puerta está entreabierta!
Quizá mis hijos aparezcan en el umbral y temas que te roben todavía
Lo que ya no tienes, aunque de cierto os digo que ellos ya cruzaron por aquí
Sacudiendo sus sandalias de este polvo que te quema la existencia.
¡Anda, cierra la puerta!
Por si acaso vuelves algún día.
Posible es que vengas como nieto de ti mismo a encontrar las hojas muertas
Y tus cartas de amor entre las llamas de la sombra,
Las tinieblas.

M i pueblo está vacío, acabado.


No está sino el resonar de mis pensamientos en los pasillos carcelarios,
en las columnas del viejo santuario, en los jardines-muladares,
en las bóvedas y cúpulas.
Todo ha pasado ya.
Estoy solo.
La guerra se fue con todos sus muertos a poblar otras tierras
(no sé que otros lugares puedan recibirlos);
todos se estorbaban, nadie era feliz.
Se mentían, se peleaban, se injuriaban;
siglos devorándonos.

He aquí que los muertos se sepultan solos.


e aquí que mi mirada no tiembla al ver las almas congeladas a la carne
impotentes de salir del cuerpo herido por la lanza.
Soy testigo en los ojos de la piedra, del reptil, del viento;
testigo del estiércol de los falsos hombres.
La vieja voz del diablo se ha opacado, se ha extinguido.
El abismo se devora, toma su parte y olvida el juego.
¿Por qué quedamos vivos alma mía?
Si pareciera estar más muerto que estos locos.
¡Míralos con sus banderas calcinadas,
con sus solemnes medallas de la dignidad en pleno lodo,
con sus tratados de paz en los bolsillos,
con sus discursos, hoy gusanos devorándoles las lenguas!

E n mi boca ya no cabe el alimento.


Ya no hay sitio para el agrio pan de la desdicha por usura.
Ya no canto con las aves ni las interfiero.
Poco importa si soy dueño del camino,
poco importan los recuerdos.
No soy trino no corchea, ni redonda o semifusa
ni un becuadro que me quite la armadura
y descalzo me arroje a los vacíos sin partitura;
acaso el silencio oficial de los infiernos.

B ajé a conocer las tumbas de los ancestros de mi Dios.


Encontré mis pies llagados en sus pies
y en sus cementerios me encontré en mi antigüedad.
Hijo de dioses, constructor de templos estelares olvidado entre los juncos.
Hijo de las hienas.
Corazón de blanco al arquero del rey.
Pieza devaluada al mercader de esclavos.
Hermano de los hombres.
Estuve caminando dentro del cuerpo de Dios.
He comido de sus frutos;
he roto la piedra y he encendido el fuego.
Anduve perdido en sus entrañas,
descubrí sus manos y tuve frío.
Estuve caminando por sus venas y me precipité al océano del desconsuelo.
Bajé a su corazón y conocí la pena y la inmolación.
Y en una noche de tormenta helada entre sus alas
apareció una doncella musical y enloquecí.
Hermana de los hombres.

Me tuvo siete hijos que abandoné en las guerras.


Llegué a los ojos de mi Dios y sentí vergüenza.
Al mirar por sus ventanas conocí mi origen y mi fin
(sin haber realmente origen o fin).
Y el intermedio de mi crimen en el sendero de la desolación.

Estuve en el desierto,
comí del alimento de serpientes;
aborrecí la tierra, sus criaturas, y vagué y morí
pero retorné y no pude salir o entrar (no sé) a su cuerpo,
Cuerpo de dolor, de Maestros de dolor.
Hermanos de los hombres.

Estoy lejos del cuerpo de Dios.


A la Siniestra con un reino que no es mi reino.
Yo no quiero reinos.
No quiero nombres de rameras en un marco de papel.
No quiero listas de amigos en mis manos criminales.
No quiero la oración de los impíos
sino el perdón de mis pecados.
Mas qué fantasma está ahí tras la puerta dispuesto a abolir mi pena.
Hay uno que me exige la oración de los impíos a través de mi lengua-sierpe;
y que me implora el retorno por las vasijas rotas de mis hermanos
asesinos de mis otros hermanos de distinta piel.
Estoy a la izquierda del Padre
porque a la diestra está mi hermano mayor, el Sabio.
El primogénito, el dulce niño de los cantos-luz;
el dulce guía que levanta nieblas
espesas planchas del metal más denso de los corazones rotos
y devasta infiernos con su mano.
El dulce peregrino de los ojos bellos y de canto tibio
que alberga a los infames perdonados.
Hermano de los hombres.

Fue bueno aprender a usar los ojos en el caos oscuro del laberinto planetario.
Han sido buenos los días aciagos del dolor;
fue provechoso asesinarnos y muy instructivo beber la sangre de la esposa
de nuestro enemigo y matar sus críos y él los nuestros.
Ha sido bello fabricar los muros del infierno,
dejar existencias perfectamente labradas en los cimientos del mal.
Es una sinfonía la soledad en que ha quedado
y la entrada triunfal del esperma glorioso de la luz
a fecundar las tinieblas.
El Padre de los hombres.

Asirios, persas, toltecas, egipcios;


cushitas, mongoles, tarascos, romanos, hebreos.
Gente del sur, del norte, de oestes, de mares orientales:
¡Venid a comulgar sin miedo!
¡Salid de la historia!
¡Renunciad al torbellino de la inercia en la cola-capricornio!
¡Venid a comulgar sin miedo en este juicio final de Dioses y reptiles,
adioses y retornos!

El trigo y el yuyo han sido separados;


uno fecunda la tierra de espíritu
el otro limpiará los intestinos del cadáver de la Bestia.
Hermana de los hombres.
E res la eternidad sombría y dolorosa.
El YO-SATÁN de las legiones inauditas de traidores.
Dueño de las siete copas capitales invertidas.
Eres la voz inicial de la umbrosa letanía en la lengua ardiente
de aciagos hechiceros.
Enfermedad de las campanas de Hipicot en Babilonia.
Creador de las batallas de los hombres en la tierra.
Emisario de las soledades del purgatorio eterno.
Atributo del menosprecio.
Señor de la avaricia y dueño de los velos negros del intelecto.
Creador infiel de sueños y memorias en resacas invernales.
Aborto de la esperanza.
Creador de los infiernos.
Alegoría y sombra del demiurgo.
Hálito de podredumbre en himnos y ofrendas del pecado.
Hiena fornicaria del Seol.
Entrenador del iniciado.

Dios te salve en polvo cósmico y que fluyan


las aguas benditas sobre el maldito fruto
de tu vientre de mariposa enferma.

Dios te salve y que desciendan las alas del alma de Piedad


a cubrirte la flama débil que se apaga.

L as tumbas son de lodo hediondo para mis hijos testarudos.


Ellos las fabrican.
Son su propia tiranía.
Son quienes colocan los maderos y la soga
y al final sin darse cuenta ellos mismos se ejecutan.
Por eso estoy aquí, vacío.
Sin sandalias ni alimentos;
sin nombre, sin bestia;
por esto me persiguen.

E scuché la voz de los profetas y me arrojé al fuego


Me precipité al abismo y caí de pie
Cambié mi piel en las montañas y abandoné el sepulcro
Llamé a los lobos mis hermanos
y fue el tiempo de aquella extraña lluvia negra en tierra de Magog.

Cambié la frecuencia de los cobardes y chismosos


Se enredaron con sus lenguas y dos ángeles oscuros retornaron del Seol
Dejé los planes en el trazo firme del desierto y al este de la zona
de la niebla alguien toca para mí un tambor celeste todavía.

Todos levantaron la espada y bebieron de la misma sangre


Los niños desconocen a sus padres en el campo de batalla
Las naciones son las mismas presas del candado de Israel
De un Jehová iracundo y vengativo
De un Jehová cobarde y perezoso
De un Jehová incapaz de encarnarse en esta tierra
Y resolver su propio laberinto.

Salí de las ciudades por orden del emperador


Perseguido, maldecido
Con sentencia a precio de muerte sobre mi cabeza.
Pero, quien ha matado de muerte a su propia muerte
¿Qué sentencia le puede seguir?
Que los ciegos vean a mi paso no es mi culpa
tampoco lo es si los desvalidos y piltrafas se me acercan.
Soy mi voluntad, dueño de mi territorio.
Pescador en la ciénega de los caídos;
Vigía insomne al acecho de asesinos.
Las alas y las ruedas de las cuatro bestias crujen en mi boca
Eternas carrozas de fuego circulan por mis venas
Y por mis ojos tu recuerdo.

B usco la verdad en tus entrañas.


Te recorro palmo a palmo en el desierto, en la sabana,
en la montaña, en las ciudades.
Ha sido el polvo del camino intento de desvío.
Manos sucias, guías de verbos imperfectos
en lenguas secas de la injuria.

Hombres mancha.
Hombres bestia.
Alforja de mentiras.
Dentro de sus sacos, la carnicería.
Bajo sus lenguas de veneno, la amable puñalada de la guerra.

H e pensado en los hijos que mueren en tu nombre


y los que siguen cayendo.
¿Qué sería de nos sin esas explosiones de tu luz?
Tenemos el puñal de los avernos para asesinar a vuestros hijos,
tan afilado que no sólo a ellos nos llevamos por delante.
Estamos locos y perdidos y nos decimos clarividentes y dueños del planeta
y tú con tu venerable amor, con tu sonrisa, nos perdonas,
nos amparas, nos llevas a aliviar la pena.

H ablar en tu nombre provoca carcajadas.


Hoy no tengo miedo.
Antaño, tantas veces te negué que perdí la ruta.
Hoy, los olivos y el viento suave pulsan la lira que estremece mi corazón
y es tanta la armonía que al hacerse el silencio llegas tú
con tu dulce canto que hace arrodillar de pena y alegría
al más vil de los demonios.

P adre nuestro que está en los cielos y muy cerca de mi corazón,


escucho tu respirar de niño hambriento que dormita residiendo
con sus sueños las alquímicas regiones de los pétalos dorados,
regiones inefables donde el ángel Anael hace vibrar con sus mágicas
palabras la sección de arpas azules en los alientos del amor.

Escucho el palpitar musical de vuestra sangre en viento que recorre


despertando la alegría n las partes más oscuras de mi cuerpo.
Escucho el estruendo sutil de las esféricas campanas de mi esperma
que copulan y se esparcen cardinales en múltiples colores,
en múltiples sonidos formando la escalera y el enlace atómico
de mi gran naturaleza de hombre amando.

Padre nuestro que estás en los cielos y muy cerca de mi corazón,


galopo incansable a las regiones más secretas de las almas.
Acudo al desvanecimiento luminoso de los veinticuatro caballos
blancos de tu estirpe que me guían y me hunden en los archipiélagos
eléctricos de corrientes ersales del Rayo Blanco.

Padre, eres el paisaje más hermoso del pintor y del poeta


y en las espirales auditivas de los músicos la partitura más perfecta.

Padre nuestro que estás en los cielos y bebiendo el agua en los arroyos
fríos de los bosques con el cuerpo de un ciervo perseguido
y con los ojos más tristes de esta tierra adolorida ya de espinas,
ya de sangre, ya de muerte, sollozando avergonzado
de los hombres ilusorios que han faltado como siempre a su palabra.

P rimero he de nacer y crecer en mí.


Devorarme para poder sanar a los hijos de los hijos de ángeles caídos
y a los abuelos del reptil que reptan y reptan
en círculos viciosos tristemente.
No he sido egoísta por conservar mi semen,
ese líquido golpeado por el bien y el mal en esta cárcel-cuerpo,
y no donarlo a la entraña femenina.
No es el tiempo.
Primero he de nacer y crecer en mí.
¿Quién puede ofrecer una verdadera vida exenta de pasiones y lujurias?
Prefiero que se pudra en mis entrañas la semilla y florezca
en un nuevo cielo interno y fértil. Toda putrefacción conlleva a una
generación y es preferible generar un verso a una canción
o tener más fuerza para cruzar el desierto que generar
millones de larvas en un prostíbulo.
Es triste ver a los críos enfermos, con las herencias de los padres,
con sus defectos y limitaciones y con esa educación de bestias y reptiles.
No quiero infantes amarrados a destinos de otros, cargando cadenas
de un pasado remoto, mi alma puede cargarlas cada segundo y puede
quemar las penas y sufrir por ellos para que vengan libres.
Me quiero libre para hacerlos libres.
Me quiero justo para hacerlos justos.
Me quiero merecer para merecerlos.
Me quiero sabio de las cosas para darles luz y entendimiento.

L os átomos solares danzan en el valle


pequeños corpúsculos que semejan zoospermos juguetones en desorden
compenetrando toda forma de materia.
Cuidan mi canto, les pertenece, les canto, me cuidan;
mosaico acústico donde dibuja mi voz su voz,
armónico combustible a las lamparillas opacas
de los pobladores del universo..
Los Equidurnios manchan el valle que se hunde bajo el cielo.
Yo mancho la tierra con mis pasos.
Mis botas están sucias de la tierra, la otra tierra,
la que quema, la que duele.
Aquí las aves me conocen, sé sus cantos, no hay sonido ajeno.
No hay hombres en el valle. En mi tierra.
Abajo un río azul se retuerce incómodo a mi vista,
análogo al ambiente tonal que le circunda.
Atmósfera amarilla, sonidos amarillos que cubren una ráfaga azul
que avanza invertida o quizás estáticamente blanca,
receptora del golpe del sonido y luego combustión en amarillo.
Todo es arcoicónico y musical.
Allá, el desierto que no es dañina geografía
sino defensa de este templo.
Aprendo a explicar con mis oídos,
mi garganta se tiñe de colores y mis ojos son cristales electrónicos
que absorben el paisaje y cuando ya mi boca se ha entreabierto
al mandato del anciano de los días, canto.
Y las flores son más flores
y su aroma los trigales que alimentan a los dioses.
Las aves se detienen reverentes
y el reino guarda silencio sin temor.
La voz de oro avanza y cubre los rincones
alimentando al mineral, al vegetal, al animal y al hombre.

E llos son los regidores, los pequeños dioses.


Vigilan las siembras y el curso de los vientos.
Debéis orar con ellos porque vuestro canto es frágil semilla
que remueve las entrañas y el corazón de quien es Principio y Fin
en el más alto misterio.
Orad en silencio cuando sembréis,
cuando despertéis cada día;
cuando vuestro cuerpo sea bañado en los lagos
o torturado en las mazmorras de los hombres-muerte.
Orad cuando las aves crucen el horizonte;
cuando la serpiente y el alacrán pidan refugio en vuestra morada.

Q ue no te trague la fiebre de oro


Olvidarás el sabor del pan
Aunque éste abunde en tu canasta.
Si el hombre fue posible con toda su nefasta historia
Como posible fue la guerra
Posible será la vida hermosa y llena de magia.
Hay una tierra invisible que tu imaginación alimenta
Y que cada día se hace más factible en el horizonte.

P ara quien todo es amor y sólo encuentra incomprensión


¿Queda un lugar en la tierra?
Mis obras aún no están concluidas
Pero hago que vayan en pos de la muerte
Porque sólo ella puede salvarme, Señor.
Sólo la muerte puede sacarme de aquí.
Sólo ella puede acercarme hasta ti.

Anhelo tus pastos, anhelos tu bosque.


Quiero estar al lado de mis hermanos. volvernos a ver.
Compartir ese huerto escondido de risas y cantos llenos de pureza.
Eso solamente me haría feliz en la tierra.
Aquí sólo crimen y desventura
Odio y mala voluntad de unos a otros.
No hay soledad más terrible que la de aquel que ama
en tierra de hipócritas.
¿Pero qué importa?
El agua da su vida para matar la sed y la semilla para matar el hambre
Las aves dan su canto para matar la melancolía en valles
Montañas y ciudades y las flores sus perfumes
Para tener la fragancia del recuerdo de Dios.
Entonces he aquí mi vida para matar mi muerte
He aquí mi muerte para ofrecerte vida.
H e aquí que se desvanece como espuma en agua el sonido de mi voz.
Una grieta oscura se abre y la luz sólo queda en la memoria.
No debo preguntarme quejumbroso porque perdería la respuesta
y negaría a mi Dios.
No temas a los infiernos.
Aunque la Mente de la Tierra duela.
Es la grieta que envilece los caminos rectos.
Al entrar en ella penetramos a la Mente de Satán que la gobierna
y dan cuenta de nosotros.
Nos atacan tan atroz, tan degeneradamente.
Mas es el tiempo de la siembra, la limpia de los campos
al Agricultor Celeste que viene tras de Nos.

A hora avanzo en mi fragmento azulado de luz,


corriente dulce que me embriaga con una sensación desconocida para mí.
No hay pensamiento, no hay cuerpo, no hay tiempo,
sólo los vértigos de una voz que no es mi voz.
No soy voz.
No soy luz.
Avanzo acariciado por mi protector.
Él es Voz.
Él es Luz.
Él me avanza, Él es Él. Mar que permite la entrada a sus aguas etéreas.
Puedo decir que soy un canto, una nota azul ya casi blanca
que se estrella sin dolor en el piélago tonal de una extraña Sinfonía.
¡Oh Conciencia Universal y Cósmica, Logos Solar por lo que Todo Es
y todo avanza! ¡Padre Nuestro y Madre Amor tenedme en Luz
para volver a las tinieblas y alumbrarme en los caminos
para encontrar a mis hermanos.

M e habéis dejado con un canto extraño


Del cual no existe partitura todavía en mi sangre.
Quizá por eso vierto en cientos de palabras
Un fragmento de fragancias tuyas,
Para ver si allí descubro algo:
Un sonido, una vocal, un silencio que te recuerde.

E l templo en reposo vibra.


Ella de frente me mira.
Sus ojos son dos universo gemelos y extraños
Donde miro los sellos del mundo y la garganta del Ángel
Que entona su canto que inunda pasillos etéreos.
Ojos de encanto y de fuego que narran historias antiguas
Que juntos cruzamos en nuestra ruta.
Ella aquí, cerrados mis ojos la ven.
Ella aquí, presente.
Irradiando color y una leve música que resuena en sus entrañas.
Su derecha me toca los dedos y me encuentro con ella.
Fundido desde siempre y mi ser deja de serlo a su contacto
Y soy eternidad, soy siglos, soy camino de todos
Y me resuelve en su caricia de Maestra.
Ella aquí, desde siempre.
Yo.
Ella.
Nosotros.
Nota final.
Unidad.
Luz consciente.
Consagrados entre las flores del manzano
Que nos absorbe en sus semillas
Para dejarnos sin pecado postrados ante Él.

M editación profunda.
Montes y valles quietos pero expectantes.
Aves y animalitos del bosque miran en una sola dirección
hacia los capos floridos de etéreos colores
por donde han de llegar enloquecidos y abrumados por la guerra.
Muestro pueblo reposado palpita sutilmente
con un aura entre rosa y amarilla
y al centro el pabellón de la Reina.

Meditación profunda.
El canto del cisne y el canto del pueblo sagrado
flotan como una burbuja en la aurora.
Soldados que avanzan.
Tuvimos noticias de un joven guerrero con un puñado de pueblo
intentando para a la hueste que avanza.
Silencio mental de todos mis hermanos.
Se nos unen las flores y plantas;
Abejas y hormigas, roedores y ciervos;
corderos y perros.
De nuevo la Ley con su peso
y entre el fuego el pabellón de la Reina.
Meditación profunda.
Círculos de luz.
El Maestro mira al centro de su esfera.
Todos estamos en el hemisferio correcto
en el punto exacto donde la armonía de la conjunción
hace resonar los corazones en uno solo con alegría intensa.
Las manos del Maestro son giros magnéticos que limpian la partida.
Choque de estrellas.
Cascada de luz.
El pueblo nuestro todo entero levita,
ascendiendo en remolinos apacibles que asemejan guirnaldas de luz florida
emanando su aroma visible de amor.

Quedan abajo los campos oscuros,


estruendosa algarabía de silbidos,
gritos y grosería sorprendidos de nuestro paso a otra dimensión.
Nosotros, hijos de guardianes, alzamos el vuelo;
ellos, sepulcros vivientes hijos del miedo
miran aterrorizados la Espada impasible en la piedra.

S on siete las aves que se inclinan de una manera extraña.


Susurrando tras los cristales de la luz.
Alrededor del péndulo del campanario del mundo.
Catorce alas combinadas de adruja y oro levitando lentas,
lúgubres, mecánicas.
Resplandeciendo en la blancura aleaba.
Soporte de custodia del día final.
Enlace de aves geométricas.
Trompetas peregrinas emanadas de la séptima región.
Era la Quinta en turno la que entonaba su canto sabaótico.
Ave develadora del primer misterio del pentagrama etéreo.
Ave que se embriaga en el odre del bautista.
Ave que dormita en las palmas mismas de Zebeo.
Ave que sale al mundo con Santiago.
Ave, anciano verbo del Mesías.

S i me imagino Lo Dios como un animal sagrado lo siento vivo,


terroríficamente orgánico y vibrante,
como un extraño ruido en el silencio de mi alma que ensordece,
que se arrastra con estruendos y gemidos propios de una química
ignorada, transitando sobre Sí en la perfecta ruta de su destino.
Y no esos extraños destinos que vieren mis ojos
en la cola del Capricornio alado, donde cada escama es una Era
y esta Era con sus mundos y éstos con su gente
y estas gentes con sus rutas son la pesadilla viva en la pelambre.

Lo veo enroscarse serpentinamente en el vacío.


Cabalgando con una esfera a cuestas, donde suben y bajan
como metidos en un líquido espejo
las vajillas del poderoso y los mendrugos del hambriento.
Esfera zoospérmica que fecunda las tinieblas.
Somos sus criaturas espermáticas, sus demonios que le niegan,
su laboratorio, su creación, su antídoto y su veneno.
Su movimiento, su música, su color, su sombra;
somos Lo Dios porque le damos vida.
Lo siento caminar descalzo en el misterio que encierra su ruta,
llevando a Centauro en sus piernas, a Ofiuco y a Octans en su pecho
a Solania en sus ojos ya Sirio en su boca. Sereno, impasible,
a la cita con sus ancestros.
H e vivido escondido.
Arrastrándome y durmiendo en mis propios excrementos.
Fui siempre la criatura errática, víctima del error o el error mismo.
La vestidura de carne es dolorosa.
Aún la uso con terrible repugnancia.
Doloroso es el tiempo que acaricia siglo tras siglo la piel de mi memoria.
He sido el peor de los bandidos.
Te he robado a los mejores de tus hijos gozando de sus muertes.
Vivo engañando a los bastardos.
Estoy aquí, hermano. Dando abrigo a estos imbéciles Kainos,
adiestrando estúpidos para la guerra
y engañando monjes e incrédulos sabihondos.
Estoy aquí, impasible aparente ya que tu recuerdo me perturba,
me inquieta, como siempre, desde el principio del verbo,
canto de burbujas químicas sobre la imaginación de la gran criatura
que habitamos Padre-Madre.
¡Oh! hermano. dura ha sido la estadía.
Ya mi carcajada no me agrada, harto estoy de mi soberbia
y la peor de las lujurias me repugna.
Es el tiempo en que he de devorar mi propio excremento.
Quería alabarte y no podía, me esforzaba en mis poemas y mis cantos
pero una extraña suerte estaba echada y heme aquí en la distancia
de estos siglos de compás insomne del destierro.
Fue gracioso burlar a tus adeptos,
en ocasiones vi temblar a sutiles arcángeles con mi música siniestra.
Algo había de ti en ella como otro tanto de un Yo que desconocía.
Rompí las escrituras y fui a mi partitura personal
arrastrando a los de mi estirpe.
Cantos en la penumbra.
Algunos tan simples que desviaron a las huestes.
Soy responsable ahora de ellos, cada esclavo, cada caballero,
reyes y princesas; gobernantes y mendigos entonaron la odiada partitura.
Nadie como yo ha odiado tanto tu nombre y tu corte celestial.
Nadie como yo ha amado el reposo del fuego en las tinieblas.
Nadie como yo ha amado a esta sarta de imbéciles aprendices de dioses
que tropiezan y se desgarran para llegar a ti.
Nadie como yo conoce los pasillos de este infierno, de este destino inferior.
Nadie como yo en mi soberbia te ha amado tanto.
Fue difícil, muy difícil controlar mi obra,
parecía una terrible maldición que cada nota se exprimiera a sí misma
y generara otra y otras tantas.
Era la sinfonía de la putrefacción.
Música de reacciones en cadena, grito de la bestia en el abismo.
¿Cuáles son tus hijos y cuáles son los míos?
Los míos han sido vomitados por tu boca,
esta sarta de pecadores se lo tienen merecido.
A los mentirosos me los regresas mudos,
y al insípido ladrón me lo regresas en muletas o sin brazos.
¿Ley de Dios? ¡No!, efecto de mi exilio,
efecto de mi docencia a estos mendigos solitarios.
¡Bah! ¡pero no quiero ser melodramático,
bien sé y sabes que no te quiero engañar!
¿Cómo se puede engañar a la Luz?
¿cómo una partícula oscura y nauseabunda
podría entrar en el reino exquisito de la luz?
¿Cómo este repugnante impío podría beber del manantial sagrado de la piedad?
¡Bah! criatura satánica, deja de soñar y pon los pies sobre la tierra,
tu tierra, tu predio, tu lote baldío,
donde los dioses te han venido a defecar.
Criatura inmunda, soberbia y vanidosa como soy,
sé aún que seré escuchada por ti.
Nunca has sido indiferente a mi obra,
porque ambos construimos el cimiento del universo,
mándame tus hijos, yo te los refino,
aquí veremos su templanza, aquí probaremos a tus ángeles castos
que terminan revolcándose en el menstruo de una bruja milenaria,
en el cuerpo de una rubia tentadora.
En verdad no sé si debas enviar más criaturas a este sitio,
mis muchachos están perdidos, fascinados en el sueño que les construyo,
tus hijos no los salvan sino los míos los enmierdan,
pobrecitos de ambos (vaya expresión, creo que estoy envejeciendo).
Sin embargo, de esto os quería hablar precisamente.
¡Harto estoy! cansado de la idiotez de los que habitan estos lares.
He dispuesto abandonarlo todo, dejar como buen traidor e irresponsable
este barco a la deriva.
No me importa el rumbo de la embarcación.
No me importa la partitura de la putrefacción,
o quizás tanto que por eso me retiro.
Voy al lugar donde la cita contigo no hace falta tramitarla.
Ese sitio donde viste caer a los mejores de tus hijos
incluido este bruto que os habla irreverentemente.
Siempre fui así.
¿Realmente siempre fui así? Vaya papel.
Mas cierto es que es la primera vez que me acerco a ti de diferente forma
como si naciera nuevamente desde el caos de un vientre
de una virgen enferma que intenta parirme en las tinieblas
y fragmentos de la más inefable luz la hiriesen.
Voy de un lado a otro con mi mente bien lo sabes, sé paciente.
No soy tan sabio como creen mis criaturitas.
Irreverente y maldiciente no merezco tu atención,
mas me olvido casi siempre de tu soberana perfección,
tan atento y amoroso que me aterra; por eso no doy la cara,
la monstruosa cara del destierro y me acerco a ti a través de este poeta.
Espero que me escuches porque ha sido tanta mi soberbia
que siempre estoy en la creencia de ser atendido sin demora;
hay tantos que te buscan de mil formas y los atiendes
pero los que me provocan carcajadas son esos que metidos en sus bolsas
negras y blancas llamadas hábitos o sotanas ¡qué sé yo!
juran y perjuran castidad y no son más que asquerosas hienas
(pobres hienas por supuesto)
y serviles andrajosos que me tienen harto,
los hipócritas, Señor, y sus bastardos, mis bastardos.
manada de viejas enlutadas que como viles zopilotes
devoran con sus lenguas polifágicas el excremento de otros buitres.
¿Ésos son tus hijos Señor?
Son los míos en el destierro,
que se instruyen para el día del juicio de tu Mano Santa
y que ya devoraré.
No tengo el valor de enfrentar tu juicio.
Mil argumentos puedo preparar, pero ése no será tu estilo.
Me aterra tu estrategia.
Eres dueño de esa arma milenaria que no alcanzo a comprender;
eres la perseverancia y el equilibrio,
la maldita luz que no me explico.
Ese fuego que me quema tanto pero que sólo yo podría resonar.
Soy tu cuerpo donde se refleja su sonido.

Soy el antro donde incurren las tinieblas.


Soy la Madre Luz de las tinieblas,
el útero sangrante donde germinas a tus hijos.
Soy el culo de la historia.
Soy el asesino de tu primogénito.

Cuánto me dolió la presencia de tu hijo Jesús.


¡Cuánto me mató su muerte, cuánto me mató su vida!
Raza de víboras llamó a mis escribas y fariseos.
Cuánta y justa razón tenía y tiene este hermano mayor.
¿Pero como podía yo aceptar mi derrota a ojos de mis criaturas?
Sutilmente le pedí se disculpase y lo libraría de la muerte.
¿Pero cómo podría yo librar de la muerte a quien es la vida eterna?
¡Cuán hermosa es tu obra de perfección!
Tuve que aceptar mi derrota-victoria a ojos de conciencia de tu hijo
que caminó sereno hacia el calvario con la victoria en su corazón
y con la firme esperanza de que se fundiría a la diestra de tu cuerpo.
Estoy cansado de cargar mi propio peso,
sé que no hay reposo aunque tenga mil alcobas en mil reinos,
aunque la serpiente decidiera tragarse todo su veneno
y decidiera callar en su nombre y penetrar en el tuyo;
y aun devorando a sus hijos uno a uno, calcinándolos
en su vientre infernal y defecándolos en el manantial de la Luz
que da a tu morada,
no tendría reposo aun liberado de mi carga.

Quise a tus hijos fuertes;


sabios guerreros y no destemplados lloricones
que pusieran tu nombre por los suelos
y que con treinta monedas del más vil de los metales
vendieran a uno de tus hijos más queridos.
Por eso fui terrible, sanguinario hasta el hartazgo
burlador y entrenador de tus jinetes y caballos.
Cada uno representaba una dura prueba para mí
pero Jesús y tus esenio cómo me hicieron padecer
cuando no era esa ni siquiera tu intención,
sino todo lo contrario por supuesto.
Pero era mi guerra y yo era el orgulloso y ciego general apóstata
de la división terrena.

Volveré sobre mis huellas a la penumbra,


a los sótanos a recorrer las crujías, a orar en ellas,
a concluir la sinfonía,
a derrumbar mi obra y hundirme en ella.
Perdóneme querido Padre-Madre (me cuesta, me cuesta mucho)
y si aún puedo ser digno a sus ojos,
estoy para servirle,
pero ya no más en esta forma.

¡¡A BRID LA PUERTA GUARDIÁN DE LOS NFIERNOS!!


Que los pecadores se acercan.
Los nuevos fariseos de los siglos del retorno eterno
se octavan inferiores a sus nuevas tierras.
¡He aquí al falso profeta y sus sutilezas!
¡He aquí al cerdo fornicario que no supo conservar la sagrada semilla
En el granero de Luz, mucho menos hacerla germinar en el silencio!
¡He aquí al mentiroso ladrón de la justificación!
¡Al goloso iracundo y a la vanidosa dama del artificio,
del engaño y de la seducción!
¡He aquí a los hechiceros que movieron la energía provocando caos
y enfermedad, magos tenebrosos que duraron siglos
en gobiernos, en iglesias, en magisterios, en pedestales
que ahora sólo cenizas son!:
He aquí a los hijos en desgracia por los cuales
algún día tendremos que volver!
¡Venid criaturas, acercaos a la misericordia y al perdón!
¡Es tiempo de borrar las penas!
De vomitar vuestros lodos en mi fuego.
Venid que vuestro dinero no soborna a mi guardián.
Porque es atmósfera que guarda con piedad
vuestra nueva habitación de amor.
Amor que duele,
Amor que regenera,
Amor que ama
Amor que ama
Amor que os disuelve el miedo en fuego,
Amor que hace crujir los dientes y os convierte en magma sinfónico
de elementos, en piedra y polvo;
en vapor de agua y tierra fértil.
Y seréis semilla nueva, representante del amor que os ha sanado.
En un Planeta que miraremos desde aquí en un nuevo ciclo.
¡Venid pequeños!
No escondáis la cola ni los cuernos que muy pronto no serán.
Venid, que habéis llegado a la hora del consuelo.
H abla la Voz en la noche profunda de vuestro siglo enfermo.
Quien os ha visto muy de cerca habitando cavernas
y comiendo el pan amargo del miedo.
He estado tan cerca de vosotros como vosotros tan lejos de mí.
Os he dado los hijos que habéis pedido y las tierras con su fruto
y las habéis secado y a vuestros hijos los enfrentáis
con los hijos de vuestro hermano menor
y sólo estériles imperios habéis logrado con la sangre derramada.
Avancé por vosotros en los desiertos y pedí clemencia para vuestra estirpe,
cría venenosa que después mataría a otros hijos míos.
Soy la propia voz de vuestra conciencia,
la misma que acompaña al sistema de astros donde moráis.
Soy la Voz, la palabra que habéis crucificado.

Es terrible la tierra que pisáis,


densa y con frecuencias que vuestro cuerpo no se explica;
frecuencias criminales de lujuria, desprecio, ira, crueldad y gula.
Frecuencias de dominio y vanidad, pedantería y prepotencia.
Frecuencias propias de esta escuela,
diversas aulas donde vais a fabricar la vestidura
con la que habréis de penetrar los cielos regios,
los planos nuevos, las tierras sacras,
donde os sueños no son sueños sino mágicas edades.

El mar, el fuego, vuestra piel, vuestro ser, me pertenecen


y yo os pertenezco
sólo que deberíais conocerme porque vosotros no me conocéis
ni me intuís quizá.
No me veis en la gota de rocío ni en la cáscara de nuez
ni en la bellota ni en el venado,
mucho menos en vuestro hermano y ni qué decir de vuestro enemigo.
No me conocéis en vuestros templos aunque mucho os afanéis de ello,
no me conocéis en vuestra casa ni en los abrojos ni en los espinos.
No me habéis visto en el dolor de vuestra entraña
cuando herido me buscabais ni en la medicina ni en la horca.
Más empezáis a verme en los hipócritas,
en los falsos profetas,
en el terror.
En los creadores de espejismos y en las luchas fratricidas de Kaino.
El anciano Kaino del Norte en contienda con su nieto Kaino del Sur.
Empezáis a verme en terremotos y en los neutrones sometidos
y espantados de los elementos en reacción.
No me visteis en la noche del parto de vuestro primogénito
ni en el seno que amamanta a los becerros y a vuestra sed
mucho menos en el hijo que parió aquella mulata hermosa
violentada por vuestros deseos más bajos.

Cuántas veces os mandé decir por boca de mis profetas y poetas


que abrierais las puertas de vuestros corazones al infinito mar de luz,
que vigilarais los pasillos y moradas de vuestro templo espiritual
al acecho siempre de la bestia ruin y traicionera;
que debíais obrar en bien para los tiempos de la sangre,
pensar en bien para que los mundos se generasen cristalinos,
que debíais orar, abrir al Verbo los canales que conducen
a las conchas acústicas del alma y pedir por vuestros hermanos,
por vuestra esfera planetaria,
por la sangre y el esperma que dan vida al universo.

Ni siquiera imagináis cuán sagrada es la palabra,


en ella está la vida y la vida es la luz de los hombres.
Sin ella nada de lo que ha sido hecho sería.
Es el principio de Dios.
Todo vibra por su canto,
todo tiene poros y respira,
todo tiene vida, aun la muerte en su reposo,
nada se detiene ni siquiera el polvo cósmico que es materia prima
del escultor celeste de hombres y mujeres, planetas y sistemas.
En la fase superior de lo no-condensado,
en el espíritu santo del Gran Aliento,
la palabra es creación total.
Del espíritu son las conchas acústicas el Gran Vacío,
la oquedad del silencio puro, la nada santa, el silencio santo,
que permiten a la palabra la creación de cuanto es posible.
El silencio puro es la mejor música del alma.
El silencio teométrico de luz.
Ningún poro vuestro está de más.
Sois una síntesis de una gran escala musical,
sois luz en un cuerpo pestilente,
cuerpo-escuela,
cuerpo infernal de amor.
Instrumento magullado por la mentira y por el rencor.
Bien sabíais que todo canto, todo grito,
toda maldiciente grosería transitaba por el espacio plasmático
de vuestro cuerpo y lo enfermaba.
Aquí en la tierra podéis construir o destruir con ella;
y hoy tenéis una ciencia que destruye,
una filosofía que confunde a los hijos de Babel
por sus pasillos laberínticos;
un arte de narcisos afeminados y soberbios;
una mística de guerra y una poliética de mentiras para los pueblos.

Eso es vuestro mundo.


Eso es vuestro canto.
Ésa es vuestra soga.
Ésa es vuestra lengua-espada que genera tumores cancerosos
que mis ángeles extirpan y os duele tanto que maldecís de nuevo
como si fuere una ofrenda dulce que aliviare vuestra soberbia,
vuestra ignorancia.
¡Cuán vano pareciera el trabajo del profeta!
abrir senderos donde el abrojo y los espinos crecen.
Hacer brotar el agua de las rocas más severas
y callar a los impíos con palabras incendiadas por espíritu.
¡Y he aquí de nuevo los caminos sepultados por bandidos!
¡He aquí el manantial contaminado con la sangre fratricida!
¡Y he aquí a loa Hananes, a los Herodes, a los Caifaces, a los Pilatos
en la arenga final del anticristo!
Las palabras del barro regresan al barro,
los trinos de luz divinizan la carne.
No generéis arpas negras en donde impotente en la inconciencia
habréis de habitar.
Todo pensamiento genera un universo.
Toda palabra homicida destruye lo aquí edificado.
Desafina vuestra conducta al arpanar generador de amor.
Lo Dios-Amor os observa sin sombras,
con un mágico cristal que sólo ello fue capaz de construir.
No dejéis avanzar la resonancia lunar por vuestra morada
porque no habrá sonido ni silencio que se envuelva maternal sobre vuestros
huesos.
No dejéis que se manche el Santuario edificado por milenios
con tanto sacrificio y si no tenéis Santuario es el tiempo de levantarlo
que no hay mejor cimiento que el infierno mismo.
El infierno dominado,
el infierno conquistado,
el infierno padecido.

Vuestro cuerpo es un instrumento mágico de música celeste,


vuestra alma es el potencial armónico y vuestro espíritu el sonido,
mi sonido,
vuestro sonido.
Dejad que os bañe con su luz etérea.
Si afináis vuestro instrumento cósmico escucharéis la Música de las Esferas
seréis una más conscientemente y llegarán hasta vosotros los cantos
más sublimes e inefables que vuestros hermanos ejecutan en otros planos,
en otros mundos,
en otras distancias que se acortan
con vuestro impulso y voluntad conscientes,
con vuestra frecuencia liberada.
La música al igual que el pensamiento son estados sensibles
de la más alta jerarquía vibracional.
Todo vibra eternamente desde el principio
de los ciclos espirales del tiempo.
Lo Dios es un estado de perfecta vibración.
Es el recinto donde mora la gramática perfecta;
el lenguaje del arcángel,
el canto ersal de los profetas;
la armonía coral y sublime de la escala gregántica del Verbo Genital;
los cantos coesenciales de la piedad,
misericordia y amor omnipotente,
cantos sustanciales de infinita vibración.
Verbo luz.
Música total.
Auroras visuales del espectro emancipado;
alma destilada en la conciencia;
luz urgida de paz inverencial del ser,
cuna donde el hombre mece su inocencia.

Lo Dios es la vibración que habita el todo.


Es la vibración del éter
y el puncta zoospérmico que fecunda las tinieblas.
Su vibración es color, música, movimiento.
Su pensamiento es vibración enigmática del universo.
Su pensamiento es de amor eterno.
Lo Dios es la biología que lleva el gran ritmo
en cada niño que nace, cada anciano que muere;
cada lago, serpientes y mares con todos sus críos,
el juego mágico de los elementos.
Lo Dios es la música regia y la medicina en la expiación.
Lo Dios construye mientras vosotros destruís.
Lo Dios genera vida mientras vosotros fornicáis y asesináis.
Lo Dios alimenta a las aves que no guardan en graneros
mientras vos escondéis el pan a vuestros hermanos.
Mientras Dios es la dádiva desinteresada,
vos sois la envidia y la ambición
y ya son siglos por este camino dislocado.
Miles han sido los intentos permanentes de querer matar al amor.
El amor no puede morir, sois vosotros los que os herís,
le ahuyentáis solamente, le rompéis la vasija que es vuestro cuerpo,
vuestro pueblo, vuestro planeta.
El amor es la sustancia vibratoria más alta en la escala musical del cosmos,
inefable estructura indestructible,
portentosa e infinita en donde todo mal repele su aguijón.

El amor no puede morir, sois vosotros los que os herís


arrojándolo a patadas de vuestra casa, de vuestra población,
como a cualquier apóstol mío.
Aun cuando el Verbo estuvo encarnado entre vosotros;
perseguido, apedreado, torturado y asesinado en aquella vieja cruz,
no matabais al amor.
Cuando vosotros matabais a Jesús,
enterrabais más hondo vuestra esperanza,
crucificabais la pureza
quedando sólo la vergüenza vuestra.
Vuestra impotencia, vuestra ignorancia
y he aquí que la cargáis todavía sobre vuestra espalda;
vociferabais en vuestro desenfreno
y fuisteis a brindar con los amigos como hoy se brinda en los torneos
o en las masacres de toreros y boxeo;
así brindabais por vuestra pena y por el destierro vuestro
confundiéndolos con alegría y libertad.

Cómo podéis decir que amáis cuando guardáis un tibio gusano en vuestra boca.
No podéis hablar de equidad cuando guardáis la parte mayor.
¿Quién os ha dicho gusano oscuro que podéis ser feliz?
Vuestro cerebro está hueco y es tan bello.
No os gusta que os llamen “animal”
y no sois capaz de ser hombre verdadero,
sin la bestia, sin la mente sucia engendradora de parásitos infames.
Os decís tan bello que no alcanzáis a oler lo nauseabundo
de vuestro cuerpo.
¡Pobres de mis aguas, pobres de mis ríos!
¡Qué misión tan bella tienen!
¡Es tan grande vuestra sed y tan fuerte vuestro olor,
que no alcanzan esta agua que ahora apestan como vos!
¿Dónde está pues vuestra caridad de la que hacéis tanta gala?
¿Dónde está vuestro amor del que enaltecéis y del que alardeáis tanto?
Mostradme un corazón, tan solo un puro corazón,
no que lo saquéis a vuestros hijos de sus pechitos
sino que lo pongáis en el lugar donde lo puedan ver todas las especies
que un corazón puro es un corazón encendido,
lámpara de luz que alumbra los caminos.
Mostradme el sacrificio de la bestia, tu bestia.
No matéis a los corderos ni los queméis en las hornillas
que no soy carnicero.
¡Oh, cuán soberbios sois en los inframundos!
Dios no tiene figura ninguna y vosotros vivís preocupados
por el color de la piel y la estatura
y de esto hacéis una locura.
Lo Dios, sustancia de amor, es coesencial con el espacio abstracto absoluto.
Es energía anamnésica conciencial cognoscitiva.
Vosotros sois un cuerpo fornicando en los abismos de la peste y la lujuria.
Un sagrado templo marginado a la hienda de los cerdos.

He aquí este mundo con vuestra siembra de mentiras,


semilla estéril,
semilla de hambre,
semilla muerta,
semilla de vampiros que carcomen las entrañas de la tierra,
fruto-parásito que ha tomado el lugar de vuestro corazón.
La Bestia al no ser nada musical aniquila la belleza,
entorpece el nacimiento y desarrollo de sustancias inefables
que os ayudan a mirar hacia otros rumbos,
hacia otros cielos nada oscuros.
Dejad crecer la verdadera esencia que habita encarcelada
dentro de vosotros y la bestia caerá,
necesita de vuestro canto, de vuestra voluntad para germinar,
sólo así podéis ser libres.
Porque vivís engañados en que veis y no veis nada.
Creéis que sois libres y son tan invisibles los barrotes
que nada veis;
acaso y quizás como las hormigas miran a la luna y no a un ciempiés.

Lo Dios es la unidad sostenida por los pilares mágicos


de la ciencia, la filosofía, el arte y la mística,
y vuestra bestia los oculta, los disfraza, los confunde, los divide,
crea el caos.
La bestia miente, levanta falso testimonio, empaña la verdad.
Tiene todas vuestras casas habitadas
y ni siquiera imagináis al inquilino que albergáis.
Es tiempo de tomar de nuevo vuestra casa,
es tiempo de pasar por fuego al miedo y sus secuaces,
esas bestezuelas que devoran toda la energía vuestra.
Sé que gustáis de la batalla,
que hay un gozo permanente por la muerte en vos,
matabais por miedo, no por vos.
Vuestro ser nunca mataría.
El Ser no mata.
Pero si os decís valiente y capaz de matar a un semejante:
¿Por qué no lo usáis para matar al miedo?
Sé que gustáis de la batalla
y el bien os parece cosa de santitos aburridos;
mas en verdad os digo que desconocéis el curso de los astros
y qué decir de los universos;
el remolino estelar de las constelaciones
y el mágico pulsar del tiempo que tañe la divina lira.
Desconocéis en verdad las alternativas.
Es muy triste edificar fortalezas sobre cimientos de terquedad.
El sueño de la Vida-Muerte engaña de manera fascinante
y ahora duele despertar.

Lenguas de batalla albergáis en vuestra boca


y tratados de muerte en vuestros archivos.
Soportad entonces la guerra que se avecina
efecto de vuestra inconciencia
y que aun así ha de limpiar toda inmundicia de vuestra casa.
Todo parecería ser amargo aquí, ruin y sin sentido.
Es difícil ser feliz por esa ruta que transitáis.
La felicidad tiene el sabor más amargo del universo en esta ruta;
las botas del tirano son terribles y como hiel es la verdad.
Vosotros mismos, sin embargo,
fuisteis quienes pusisteis y abrochasteis las botas al tirano
por temor y servilismo.
Es vuestro espejo, vuestra extensión histórica, vuestro planeta.

Los planetas de “castigo”, los infiernos,


se forman con el polvo de las huestes,
huestes tenebrosas que fallaron, que fabricaron la caída
y que en la explosión de muerte se convocan afines
en un punto del Sistema amoroso aún,
para estos hijos desleales al concierto.
¿Por qué os quejáis y lloráis tanto entonces?
Si vos mismo fuisteis cruel con vuestras criaturas,
con vuestra mujer, con vuestros vecinos.
Y vos mujer, prostituta del cartel y limosnera de caricias;
en esa lujuria cruel abandonasteis al crío en cualquier región,
en cualquier montaña desvelasteis al frío buscando abrigo
y vuestra pena fue tal que levantasteis el vuelo dejando atrás
un libro en blanco o quizás manchado por el infortunio.
Quizás no lo recordéis porque para vos sólo hay esta vida que transitáis.
Pero hay una ley hermosa de continuidad que hace concluir todo trabajo
comenzado con todos sus fenómenos reactivos.
Esta ley es la que permite que haya movimiento permanente
ascendiendo-descendiendo.
evolutivo-involutivo vuestro proceso.

Sois grano-simiente y fruto en la continuidad celeste de vuestro despertar.


Esta vida ya repetida en el lugar de ayer
es ahora espejo sin fondo en un laberinto,
esta vida sin el cuerpo del lugar de ayer
es ahora esencia que se embriaga en la densa bruma
de otro cuerpo que llaman vuestro.
Habéis venido nuevamente sin memoria a poblar un mundo
de vergüenzas disfrazadas y de hedores nauseabundos
que vuestro abuelo,
padre y madre han legado para vos;
un teatro de incoherentes y absurdos círculos viciosos
propios de un guión artificial que los domina
y acusáis de director al Venerable Anciano de los Días,
cuando sois vosotros los que habéis montado el escenario tenebroso.

Habéis venido constantemente sin memoria para gloria de aquel


que os gobierna en el terror desde el centro de la tierra.
No es objeto de alarma entonces, lo vergonzoso de la mueca
del que muere con terror;
ellos serán los encargados de levantar teorías temerosas
contra la ciencia del maravilloso despertar.
Vagarán en las tinieblas de discursos tras discursos;
palabrería que como viles larvas logrará hacer más invisible
el hilo conductor.
Durmiendo en la ceguera de sus días, insensibles,
aparentemente hastiados de su genio y su dulzura,
comiendo de un banquete equivocado y llorando al final
en su impotencia a la deriva;
habitando donde habita el acertijo de su esencia.
Habitando en lo profundo de su sueño que es tragedia.
¿Quién por lo tanto sois?
¿De dónde venís y hacia dónde vais?
¿Quién fuisteis ayer o antier y quién seréis mañana?
¿Por qué regresáis a este valle a doleros y no voláis más allá
de la cortina espesa de ese círculo de fuego negro?
¿Qué habéis hecho con vuestras alas?
¿Qué habéis hecho con vuestros ojos que los escondéis
tras de esos vidrios negros?
¿De quién los ocultáis?
¿Cuál es vuestro temor?
¿Qué habéis hecho de vuestra lengua que babea jadeante
en escozores sin fin?
¿A cuántos siglos estáis de distancia desde la primera recriminación
injusta y de falso testimonio con esa lengua?
¡Oh pequeño! ¿dónde encontraréis la paz?
¿Acaso en un puñal ardiente que la queme?
¿Qué habéis hecho de vuestro oído que nunca respondisteis a mi llamado?
¿Qué sordera se os ha metido en vuestro templo
que ya ni siquiera escucháis vuestras propias campanadas
y vuestra memoria pareciera sembrada o bombardeada por el olvido?
¿Qué habéis hecho a vuestras manos que ya no sienten mis caricias?
¿Por qué te pesan tanto?
Como si cargaseis plomo.
Sé que es sangre de unos cuantos justos,
pero esa pesa más que todas las industrias de la muerte juntas.

Mas ahora no os daré ninguno de mis hijos como cebo a la rapiña.


El tiempo está llegado en que vuestros corazones han sido informados.
Nadie queda ya sin el mensaje de los cielos de Dios-Amor
para todos los mundos.
Planeta Tierra:
Entráis en una nueva etapa que sólo es posible con la fuerza de la Fe
y del amor.
Que no os engañen las batallas que presenciáis,
que no os engañen las alianzas ni los tratados tenebrosos
o los acuerdos de paz.
Vigilad y estad alerta que es el tiempo de elección.
Que es el tiempo del estratega vaticano con los gobiernos del mundo.
Es el tiempo final en que la gran ramera
jugará la última de sus cartas.
Vigilad, estad alerta.
No confundáis la paz con la estrategia.
Que no os engañen ya.
Bastantes siglos han permanecido vociferando y maltratándoos.
¡¿Cómo pudo vuestro corazón confiar en el papado?!
¿Qué no habéis visto las montañas de cadáveres
que me ofrecieron en sus “guerras santas”?
Pronunciaban mi nombre con afanes de conquista,
me llevaban en escoltas y banderas.
Reyes católicos en mi nombre rebanaban cabezas de ángeles morenos.
Oraban en mi nombre Bonifacios y Calixtos;
sodomitas, pederastas, Urbanos y Clementes para poder matar
inclementemente a Gregorios Celestinos Benedictos
que a su vez se revolcaban en la hienda de los cerdos de Luzbel
al lado de rameras incestuosas y bastardas.
Ése es el teatro que os divierte
y estáis en el derecho de elegirlo por vuestro albedrío libre
mas considerad que todo tiene un tiempo
y los jueces de este tiempo moran en vuestra casa
separando el trigo del yuyo
y quitando al César lo que es de Dios
pues las perlas nunca han sido un buen collar para los cerdos
ni los cerdos un festín para los ángeles.
Si tuvieseis ojos para ver
si no os engañarais tanto encontraríais a estos poderosos del pasado
en el asfalto, en la plaza o en el muladar
mendigando lo que nadie quiere dar
y aun así no falta alguien que despierto o inconsciente
se les acerque con una miseria de pan.
Pan a compartir con el impío del pasado,
con el que quemó vuestra casa porque vos ya le habíais quemado la suya
en un pasado más remoto.
Ésa es la ley del amor que nunca deja nada fuera.
Todo tiene que cumplirse,
nada queda oculto,
ni vuestros ojos aun cerrados o el corazón en su cerrojo.
Si tuvieseis ojos para ver y corazón para sentir
comprenderías que los Alejandros Sextos y los Eugenios Cuartos,
los Leones Décimos y los Píos fulanos de tal juntos con los Adrianos
y los Juan Pablos Sotanas Sutanus y perenganus de tal
no son sino criaturas que habitan en vuestro corazón
como en cualquier hijo de vecino
y tenedlo por cierto que seríais igual o peor
que esas crías venenosas.
¿Cuándo visteis levantar a un moribundo de su lecho por sus manos?
¿Cuándo han orado por el mundo en lugar de financiar
a nazis y benitos mussolinis?
Velad, estad alerta, despertad.
Abrid los ojos que los médicos de almas usan otras rutas
rutas que los hijos de Nerón, de Calígula, de Antipas y del Idumeo
jamás recorrerán aunque deberían hacerlo.
He aquí los vástagos del Sanhedrín antiguo;
médicos enfermos que deberían empezar por ellos mismos
así como los guardianes de la ley
que se han devorando tanto unos a otros
que ya nadie confía ni en su propia sombra como abogado.

El tiempo de lobos pasó, ya no más ovejas a los mataderos,


ahora actúa la fuerza del orden cósmico,
la voluntad divina que pareciera ser severa,
el amor lo es.
en su bondad lo es como pensamiento y camino de Dios
que casi nunca son pensamientos ni caminos de los hombres.
El libre albedrío sólo sirvió para incendiar las ciudades
y condenar a la hoguera a otros privados de libre albedrío.
Es el tiempo de la selección natural.
Es el tiempo en que el planeta cambia de frecuencia
al penetrar en los anillos electrónicos de un Viejo Sol
pero tan nuevo como el corazón de los que verá nacer.
Tiempo tuvo el albedrío libre para sembrar y dirigir la barca.
Es tiempo del Arado Celeste y de la Viña Divina,
desapareciendo el hedor y quedando la fragancia.
¡Alabados y benditos los que padecieron en mi nombre!
¡Los sedientos de justicia, los hambrientos, los desheredados,
los mendigos, las almas solitarias en las prisiones
y en los patíbulos del verdugo!
¡Benditos sean los inocentes y los arrepentidos!
Y sobra decirlos a vosotros los humildes de espíritu
que no se engalanaron con ropajes de oro y seda
ni con títulos de clase nobiliaria o de educación prestada.
Detrás de cada vestimenta publicitada por el artificio,
están los hombres, militares y papas,
cantantes mercaderes y rameras de la vieja estirpe de Gomorra.
Son sólo hombres y hembras pecadores y bestiales
que toman el lugar d los reptiles
ignorando que ya pasaron por ese ciclo de existencia en su evolución
y siguen fascinados con sus venenos en la involución.
¡Mostrad vuestro diamante a la luz del Sol vosotros los humildes!
¡Sed el filtro que requiere el Ángel para que su trompeta
sea la perfecta partitura en vuestro corazón!
¡Enfocadlo a las tinieblas y despertad a los impíos
que vuestra joya interna es una barca estelar
y no un vil artificio de la vanidad!

No temáis, no, no más.


No hagáis más pesada la carga del pasado que larga es su edad,
como larga será la ruta de regreso mas no imposible
si acostumbráis vuestro corazón al sonido de Dios.
Así como Jacob cruzó el Jordán y mi pueblo soportó la indiferencia,
la discriminación, la ignominia y la persecución
vos debéis iniciar también el recorrido.
Sanad vuestro cuerpo y vuestra mente-corazón.
No os hundáis en los vicios del alcohol,
la sodomía y la total depravación.
Quebrad la vasija infernal y hacedla celestial
que el odre viejo no soporta el vino nuevo.
Cuidad vuestro instrumento musical
que un mal día podrías perder la encordadura,
romper la caja resonante
o sellar con inmundicia el canal de insuflación de vida.
¡Dejad de ser bufón del diablo y rancia prostituta,
que los músicos de Dios no son sino virtudes encerradas en un cuerpo!
Estos sacerdotes han escrito música con vibración celeste,
con materia prima del espíritu primero que es vida, animación.
Música espiritual del bendito pensamiento que se plasma en el éter,
en el aire, en el fuego, en el agua, en la tierra y sus criaturas.
Música del espíritu santo que construye;
que lleva los ríos hacia el sediento,
que lleva la medicina al corazón que enferma y la alegría a las doncellas
que son vasos de licor sagrado en los imperios del amor.
Los músicos-arcángeles de Dios están aquí sin temor a ser echados;
porque vuestra música está enferma en la espiral descendente,
en la casa del mercader,
en el prostíbulo.
La música-Dios es pureza y vuestros oídos corruptos,
sucios y degenerados poco comprenden de esa química interna.
De esa música de ángeles severos que dulcifican los pasillos del averno.
Esta cognosciencia musical ha construido con su inefable espíritu
uno de los más sagrados templos cósmicos,
recipiente inagotable de armonía y melodía para los mundos en expiación;
vasija donde se llegan las almas musicales a beber para alejar
el desconsuelo de sus hermanos atrapados
en las ruedas del carruaje dominado por la bestia.
Hermanos vuestros que trabajan para vos.
En todos los pueblos.
En todos los caminos.
Podríais ser uno de ellos si quisierais despertar.
Es tiempo de tomar la casa vuestra os repito,
de tomar la lámpara encendida del profeta mayor
para que alumbréis y os abriguéis en los caminos sin claudicar.
Es tiempo de beber las aguas de su sabiduría,
es tiempo de pulsar su lira y ser feliz.
Se pierde en los anales de vuestra memoria su presencia
pero siempre estuvo ahí y más ahora que es el mismo aire que respiráis.
Ayer Jesús también fue Abel, Moisés, Anfión de Orozuma,
Antulio de Maha-Ethel, Krisna, Buda, Juno
y el viejo Numú de los corderos;
cordero de paz que quita y lava el pecado de los inframundos;
Luz inefable ungida de inefable amor;
Maestro de maestros, guía de humanidades,
exquisita fragancia de piedad;
voz silenciosa de la redención;
Jesús, el niño Jesús de los martirios,
el niño Jesús de los enfermos;
ánfora de salvación eterna;
nueve instancias, nueve geografías;
nueve criaturas transitando en el exilio voluntario
por amor a los caídos,
por la bestia que se dice irreparable, por vos.
Nueve voluntades en una sola.
Nueve vidas consagradas al amor.
Nueve vidas redentoras que vibran en vuestro corazón durmiente,
vidas dulces sacrificadas en el terror y la pesadilla
para que respiréis aun en el destierro.
Y su legado ha sido siempre el mismo:
El desinteresado amor al prójimo no importando que éste sea vuestro
enemigo ya que ambos son partículas celestes
emanadas del mismo canto.
Quien ama así ama Lo Dios,
ama la gota del rocío, la montaña y sus criaturas;
los delfines y sus mares maternales;
los vientos y sus aves;
el fuego y el hogar de los benditos con sus razas
y benditos sean los que así cantaren porque abrirán cerrojos,
quitarán fronteras, romperán las armas homicidas,
sembrarán el trigo y el maíz y encenderán el fuego
que cocerá los panes que en el nombre del amor serán compartidos
y la Tierra entonces será iluminada como una real y majestuosa estrella
donde no serán jamás sus hijos carne de cañón ni carroña para el buitre.
No serán sus hijos ya gibosos ni leprosos, inválidos o locos;
sino potentes críos con la luz ungida sobre sus frentes
en lugar del cuerno y su extraño signo misterioso.

La luz no teme a la luz ni a las tinieblas.


Las tinieblas se disuelven en la luz.
Los seres de tinieblas temen a los seres de la luz,
los encandilan y hacen huir despavoridos
mas son tan compasivos que muestran el camino con su ejemplo.
Y la soberbia se reduce a cenizas en la fuente de humildad
que vosotros confundís con servilismo.
El odio se calcina en el amor
y regresa a su fuente original en forma de perdón
y la mentira aferrada a no montar el carro de fuego de Ezequiel
por temor a la verdad terminará delatándose y tragándose a sí misma.

¡Venid a mí ovejas tristes!


¡Criaturas sin amparo a la deriva!
Ansío vuestro regreso.
Venid y conoced la casa, vuestra casa,
tan cerca de vosotros que ni siquiera imaginasteis,
no reprobéis en la esfera rota,
no os quedéis en la porción de tierra que habéis ganado por la fuerza.
Si la infelicidad devora vuestra existencia
invitad a los mendigos a vuestra mesa, a vuestra hacienda
y si sois mendigo dejad vuestra pobreza en las ciudades enfermas
y venid a mí,
dejadme vestiros, dejadme calmar vuestra sed;
no huyáis de mí ni mendiguéis que sois dueños de esta casa;
sois mi hijo y nada deberéis temer
aunque parezca terrible vuestra escuela planetaria
no lo es si aprendéis a fluir con ella de manera natural
sin los patrones de la bestia,
mientras existan éstos vuestra escuela os tendrá
en instrucción en el crisol purificándoos
y eso dolerá bastante todavía
pero discernid que es la bestia la que gemirá
apelando ab irato por su salvación;
legará hasta arrodillarse y os pedirá perdón
pero deberéis permanecer impasible e imperturbable
y por su bien y el vuestro dejad que se consuma
que esa muerte os dará la vida en el reino de los cielos.
Fin de la obra.
AQUÍ SE ACABA LA PRESENTE PUBLICACIÓN INTITULADA
Canto Ersal. La cual fue impresa en la muy grande e
insigne y muy leal ciudad de México, en el taller
Gráfica Iconos. Fue diseñada y compuesta
en la casa de Argelia Ayala y Nicolás
Moreno por ellos mismos. Y le
puso cuidado Héctor Zavala.
Acabóse de imprimir el
mes de agosto. Año
del nacimiento
de nuestro
Señor de
1992.

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