Sei sulla pagina 1di 21

CARRERA:

NOMBRES:

PROFESORE:

CICLO:

CODIGO:

TEMA:

AÑO:
INDICE

INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................. 3
CAPÍTULO I .................................................................................................................................... 4
EL PERU COMO ENTIDAD PREVIA A LA LLEGADA DE LOS CONQUISTADORES .............................. 4
EL CHOQUE DE LAS CULTURAS Y LOS PROCESOS DE CONTESTACION Y RESISTENCIA ................... 5
CATILULO II .................................................................................................................................... 7
EL COLONIALISMO IBERICO ........................................................................................................... 7
....................................................................................................................................................... 8
LOS PROCESOS DE REFORMA ADMINISTRATIVA Y SU SIGNIFICACION EN EL PROCESO DE
EMANCIPACION DEL PERU ............................................................................................................ 9
CAPITULO III ................................................................................................................................ 11
NUEVA DEPENDENCIA DEL PERU ................................................................................................ 11
LA EXPANSION DE LOS NUEVOS PAISES CENTRALES Y RECURSOS NATURALES ......................... 12
CAPITULO V ................................................................................................................................. 15
CONCLUSIÓN: .............................................................................................................................. 20
BIBLIOGRAFÍA: ............................................................................................................................. 21
INTRODUCCIÓN

El imperio del Perú, en tiempo de su invasión por los españoles, abrazaba un territorio
cuya extensión sorprende, puesto que no bajaba de mil quinientas millas de norte a sur a
lo largo del Océano Pacífico; su anchura de este a oeste era mucho menos considerable,
sirviéndole de límites las grandes cordilleras de los Andes, que se prolongan del uno al
otro de sus extremos en toda su longitud. Como las demás comarcas del Nuevo Mundo,
el Perú estaba en su principio habitado por numerosas tribus errantes de groseros salvajes,
para quienes eran desconocidos los más sencillos procedimientos de la industria. Sus
primeros habitantes, si hemos de dar crédito a las tradiciones que han llegado hasta
nosotros, debieron haber sido uno de los pueblos más bárbaros de América. Iban errantes
en un estado de desnudez completa por los bosques y selvas impenetrables que cubrían el
suelo, puesto que no sabían servirse de la producción del país sino para satisfacer sus
necesidades del momento, y carecían de toda noción de los principios que sirven para
distinguir el bien del mal. Los goces de la vida animal eran los únicos objetos de sus
pensamientos, y su mayor ambición consistía en procurarse los víveres que necesitaban.
Transcurrieron muchos siglos sin que cambiase en nada este deplorable estado; ni los
sufrimientos continuos, ni las privaciones extraordinarias a que estaban sujetos pudieron
hacer nacer en su espíritu la idea de mejorar su situación.
Según la tradición peruana hacía cuatrocientos años que el imperio subsistía; pero nadie
ha podido probar la certeza de esta antigüedad, porque ignorando este pueblo el arte de
escribir, carecía del único medio por el cual se puede conservar con alguna exactitud la
memoria de los acontecimientos. Algunos escritores han pretendido que los quibos o
nudos de cordones de diferentes colores usados en el Perú, fuesen los anales regulares del
imperio; mas como los nudos, de cualquier manera que estuviesen variados y
combinados, no podían representar ninguna idea abstracta, tampoco podían dar a conocer
ni las operaciones, ni las cualidades del espíritu. Eran de escasa utilidad para conservar la
memoria así de los antiguos acontecimientos como de las instituciones políticas, y por
otra parte, y esto es lo más importante, ninguno de los que han tenido esos quibos entre
las manos ha podido deducir de ellos el menor dato: así pues es una cuestión de pura
curiosidad.
Reasumiendo lo que antecede diremos, que el principio dominante en las instituciones,
costumbres y carácter de los peruanos era la dulzura, y que causa extrañeza encontrar un
pueblo cuyas disposiciones fuesen tan poco belicosas entre las tribus salvajes que
poblaban el Nuevo Mundo. Salvo una circunstancia, no veremos en ninguna parte de esta
historia a los peruanos oponerse a la conquista de los españoles, ni asistiremos como en
la conquista de México, a los esfuerzos desesperados de los naturales para rechazar a los
extranjeros que iban a reducirlos a la esclavitud. No nos faltarán sin embargo escenas de
combate y sucesos militares, pero en todos los campos de batalla veremos españoles
combatiendo contra españoles: sea cual fuere el vencedor, sólo sangre castellana
enrojecerá el suelo del Perú; y los peruanos permanecerán espectadores impasibles de
esas luchas desastrosas, cuyo resultado será siempre el mismo para ellos: la pérdida de la
libertad, los trabajos excesivos, los malos tratamientos y la muerte.
CAPÍTULO I

EL PERU COMO ENTIDAD PREVIA A LA LLEGADA DE LOS


CONQUISTADORES

El Perú Antiguo no tuvo nombre, no le hacía falta. El nombre Perú se lo pusieron sus
conquistadores, lejos aún de alcanzar sus confines, para quienes era necesario un
referente semántico que englobara el espacio designado o intuido y Ja riqueza que le era
atribuida, que resultó mayor de la imaginada. Fue un terri-torio ocupado por numerosas
naciones enfrentadas muchas veces en guerra; actual-mente sobreviven algunas
rivalidades en las regiones, resultado de sus seculares contradicciones.
El imperio incaico coronó un proceso de miles de años en el que participa-ron hombres
y mujeres llegados de diversas procedencias que construyeron las "culturas" que
englobamos en lo que llamamos Antiguo Perú. Pero fue una culmi-nación imperfecta
porque, quizá por falta de tiempo, no construyó una nación, no fundió en un crisol los
mil pueblos que lo integraban. Lejos estuvo el imperio de amalgamar a sus diversos
componentes, y cuando lo sorprendieron los europeos le faltaba mucho camino para
cristalizar una sola fuerza capaz de detenerlos, si no con las armas, con la cohesión
social que es fruto de la conciencia nacional. Los episodios de la conquista están llenos
de colaboracionismo indígena, en prueba del sustento político-militar, antes que social y
cultural, que tenía el imperio.
Los incas son parte de la historia de Perú, pero no viven Perú. Más bien ponen los
cimientos, preparan el terreno, empiezan la construcción del edificio que es el Perú
actual, el cual, a medio construir, sufre importantes cambios en su estructura y
acabados. Lo que resulta es obra de los incas -del hombre andino en general- pero
también de los españoles, de los negros y de otros hombres llegados para fundirse en la
obra magna que es Perú.
El inca era un personaje sagrado; tenía varias esposas y junto a sus hijos formaba una
panaca. Elegía a su sucesor (auqui) utilizando el criterio del más apto, no el de
primogenitura. La familia del Inca junto a las demás panacas completaba la “nobleza de
sangre”; a ella se le añadía la “nobleza de privilegio” formada por los señores de los
pueblos sometidos. El resto lo formaban los hatunrunas (habitantes de los ayllus), los
mitmaqkunas (familias de colonos) y los yanaconas (casta servil que dependía del Inca).
Para la administración el Estado contaba con los “orejones” (nobles), los tucuyricuys
(supervisores) y, naturalmente, con los curacas. El Sol (Inti) era la divinidad oficial pero
siguieron cultos antiguos como Wiracocha, la Madre Tierra (Pachamama) y el Rayo
(Illapa); también se respetaron los cultos locales (huacas). El sacerdote principal o
Villac Umo vivía en el Coricancha; las acllas (“escogidas”) se dedicaban al culto y a
atender las necesidades del Inca (vestido, comida). El Cuzco, “centro u ombligo del
mundo”, era la ciudad sagrada desde donde se dividía el universo en cuatro suyos o
partes.
EL CHOQUE DE LAS CULTURAS Y LOS PROCESOS DE
CONTESTACION Y RESISTENCIA

Como todo imperio, el forjado por los Incas, fue constituido anexando diversas etnias,
principalmente a través de las guerras de conquista. El Tahuantinsuyo estuvo
conformado por muchos reinos y señoríos separados por diferentes lenguas, dioses,
costumbres, artes y tradiciones. Por lo tanto no existía un sentimiento nacional
"Tahuantinsuyo", no podía haberlo entre pueblos tan distintos y sometidos
violentamente a los cusqueños. Los incas estaban en pleno proceso de consolidación del
estado imperial.
Muchos de los reinos, principalmente del Chinchaysuyo, habían sido anexados recién a
fines del siglo XV. Sus antiguos curacas guardaban la esperanza de recuperar su poder
regional y sus privilegios, destruyendo a los incas. Curacas Huancas, Chachapoyas y
Cañarís conspiraron y se sublevaron constantemente en los reinados de Túpac Yupanqui
y Huayna Cápac. A la llegada de los conquistadores españoles, no dudaron en aliarse a
ellos, para derrumbar juntos al Imperio de los Incas.
Los historiadores contemporáneos, como Waldemar Espinoza, resaltan el papel
cumplido por las huancas en el proceso de la conquista. Guacrapaucar, el Hatun Curaca
de las huancas, pactó una alianza con Francisco Pizarro y ayudó a sus huestes con
soldados, guías, cargueros y alimentos. El objetivo era recuperar su "libertad", es decir,
las huancas vieron a los españoles no como conquistadores sino como libertadores.
Irónicamente, los cusqueños del bando huascarista, también vieron a los hispanos como
aliados semidivinos en la lucha contra las fuerzas atahualpistas.
El gran espíritu guerrero y laborioso de las huancas, su estratégica ubicación en la sierra
central y los ingentes recursos de su fértil Valle del Mantaro, fueron vitales para las
fuerzas españolas en la destrucción del Tahuantinsuyo. La corona española reconoció
estos hechos entregándoles ciertos honores y privilegios, por ejemplo, un escudo de
armas y una real cédula que prohibía la implantación de latifundios en el territorio de las
huancas, es por ello que diferentes culturas que querían rebelarse con los incas porque
eran sometidos por los mismos incas, decidieron apoyar a los conquistadores pensando
que los españoles ayudarían a dominar a los incas, pero fue todo lo contrario solo se
empoderaron los españoles.
La cruenta batalla fue librada en Yawarpampa ("campo de sangre"), ganada
providencialmente por los cusqueños mediante la participación oportuna de fuerzas
amigas. Esta difícil victoria se tornó en leyenda en el relato que recoge el cronista indio
Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui Salcamaygua (1613), quien afirma que la batalla
se habría perdido si no cobraban vida milagrosamente los soldados de piedra
pururaucas, que se piensa que en realidad fueron piedras disfrazadas como soldados
para engañar a los chancas. Según los vencedores, murieron en Yawarpampa 22.000
chancas y 8.000 cusqueños. Las chancas se reorganizaron al poco tiempo, pero fueron
derrotados nuevamente y de manera definitiva en Ichubamba.
Una vez derrotados los Chancas, los incas alistaron las celebraciones en Cuzco a las
cuales Huiracocha fue invitado por Pachacútec, sin embargo, Huiracocha se negó a
menos que llevaran a Inca Urco a que reciba los créditos por la derrota Chanca,
obviamente nadie quiso recibirlo. Motivado por la envidia, Urco organizó un pequeño
ejército y marcharon a Cuzco para derrocar a Pachacútec, pero este, hábilmente
preparado lo derrotó. Inca Urco fue descuartizado y sus restos fueron arrojados, asi
como muchas culturas aprovecharon en darle la contra a los incas con ayuda de
españoles.
CATILULO II

EL COLONIALISMO IBERICO

La conquista española no fue la primera sufrida por el antiguo hombre pe-ruano; en


realidad, su historia es una historia de conquistas -waris, chancas, quechuas, etc.-. Pero
sí fue la que lo alejó para siempre de sus patrones aborígenes, al someterlo a la cultura
occidental y al descubrirle el sentido cristiano de la vida. La conquista ha sido objeto de
encontradas polémicas entre quienes la defienden y justifican y quienes la atacan y
condenan. Lo cierto es que el Perú moderno no se entiende sin ella; mejor dicho, en la
conquista se sentaron las bases de la actual configuración de Perú.

La conquista fue un hecho violento y brutal que horroriza en más de uno de sus
episodios, pero su significación histórica no puede ser menoscabada. Por cierto, no
seríamos cristianos si restáramos importancia y aun justificáramos los sufrimientos
causados por la conquista. No se trata de eso. Pero no podemos menos de saludar ese
hecho por la trascendencia que tiene en nuestra vida histórica de peruanos, pues el Perú
que conocemos -vale decir el nuestro, el que hemos here-dado y seguimos
construyendo- debe su inicio al encuentro que la Providencia dejó que en esta tierra
tuvieran, bien es verdad que con distinto sino, sus dueños los aborígenes cobrizos y los
extraños cristianos españoles, a quienes servían en su ambiciosa aventura algunos
negros traídos de Africa. Tres razas distintas, como distintos eran sus orígenes y
horizontes, cuya descendencia, al cabo de quin-ce generaciones, somos nosotros, los
peruanos.

Los peruanos venimos de conquistadores y conquistados. Cuando decimos que los


peruanos fuimos conquistados, nos equivocamos. Cuando decimos que los es-pañoles
nos conquistaron, también nos equivocamos. Cuando al hablar con españoles de hoy les
atribuimos la conquista, cometemos el mismo error, pues ellos no son ni se parecen
mucho a los del siglo XVI. No debemos responsabilizar a los españoles de hoy de la
conquista, como éstos no pueden pensar que han tenido la más mínima parte en ese
proceso. Lo propio es decir que los españoles del siglo XVI -y ni aun todos en la misma
medida- fueron los conquistadores de los incas, o del Tahuantinsuyo, o de los indios.
Los actores del drama de la conquista hace mucho que no existen, como a su tumo
desaparecieron otros semejantes -romanos y bárbaros, turcos y árabes, mongoles y
tártaros- dejando, en mayor o menor medida, huellan de su paso y circunstancia.

La conquista de los incas y de otros pueblos lleva a las siguientes reflexiones. Es


verdad que la muerte de los imperios y las civilizaciones es lamentable, como lo es la
muerte en general, cuánto más si es resultado de la violencia y de la dominación. Pero
antes que lamentar la muerte, el hombre celebra su propia vida, el acto que le dio
origen, aunque el precio sea la muerte del vencido y conquistado. Así, la conquista dio
muerte a los incas, pero dio vida a Perú. No podemos renegar de ella sin, al mismo
tiempo, maldecir inconscientemente el nacimiento de Perú. Pero celebrar la conquista o
hallarle significado fundacional no es traicionar a los incas, no es restarles mérito,
paternidad ni trascendencia en la historia de Perú. Sólo es reconocerle valor y
actualidad al hecho de que cambió el mundo andino y posibilitó nuestra propia
existencia.

Es por ello que colonialismo ibérico hacía referencia a la forma de como los españoles
llegaron a américa, mataban a quienes se ponían en contra de ellos en todo sentido
como violación a mujeres indígenas, respetaran su religión etc.
LOS PROCESOS DE REFORMA ADMINISTRATIVA Y SU
SIGNIFICACION EN EL PROCESO DE EMANCIPACION DEL PERU

Las reformas borbónicas se orientaron a incrementar el poder del Estado, aminorar la


influencia política de la aristocracia, resucitar el poderío bélico español en Europa y
recuperar sus colonias americanas. Estas medidas se iniciaron con Felipe V y
alcanzaron su fase más radical durante el gobierno de Carlos III, abarcando los ámbitos
de la administración de los territorios en América.
Reformas Político y Administrativas
Para controlar mejor sus posesiones la Corona creó nuevas jurisdicciones territoriales y
sustituyó a los Corregimientos y sus funcionarios por Intendencias.

Virreinato de Nueva Granada


Se estableció en 1717 y abarcaba Panamá, Nueva Granada (hoy Colombia), la
audiencia de Quito y los territorios amazónicos hasta la desembocadura del Amazonas.
Su capital fue Santa Fe de Bogotá.

Virreinato del Río de la Plata


Se creó en 1776 al sur del virreinato peruano, con capital en Buenos Aires. Su creación,
como en el caso de Nueva Granada, obedeció a la necesidad de protección y control de
las costas del Atlántico Sur y el paso al Pacífico.

Las intendencias
Eran divisiones político-administrativas que se crearon para centralizar el poder. Los
intendentes vigilaban el desarrollo económico.

LOS CAUDILLO MILITARES

Militares
Los constantes ataques de corsarios, bucaneros y piratas pusieron en evidencia la
necesidad de reorganizar totalmente las defensas americanas.

El ejército de defensa
Estuvo compuesto por tres unidades: el ejército de dotación, el ejército de refuerzo y
las unidades milicianas. Las primeras milicias estaban organizadas según las
disposiciones de los antiguos reglamentos del siglo XVII.

Las nuevas milicias


Se organizaron en torno a los grupos de población y con la participación de las
autoridades municipales o el capitán de guerra. Se establecieron varias unidades al
mando de los más notables de cada localidad y se agruparon por profesiones (de
comercio, de sastres), por etnias (de blancos, de negros) o por jurisdicciones (urbanas,
rurales).
Comerciales
Su objetivo fue centralizar los beneficios de las colonias en la metrópoli, para ello, se
modificaron el sistema tributario y el comercio trasatlántico.

Los impuestos
La nueva política suprimió la interminable lista de impuestos existentes para
sustituirlas por un nuevo, al valor de 6% sobre algunos productos españoles y 7% sobre
los productos extranjeros. Además, se crearon aduanas encargadas de recaudar
impuestos en Cochabamba, La Paz, Buenos Aires y Arequipa.

El libre comercio
Permitió la apertura de nuevos puertos, tanto en América como en España. Pese a su
nombre, este reglamento no significó el libre comercio con las potencias extranjeras
sino que mantuvo la restricción de comerciar solo con la metrópoli.
CAPITULO III

NUEVA DEPENDENCIA DEL PERU

Los principales cambios producidos por el largo y complejo proceso de independencia


se encuentran en el campo de las ideas y de los planes políticos, más que en la realidad
y en los hechos concretos. Una serie de cambios estructurales, sobre todo en el ámbito
político se vio contrastado por una serie de permanencias a nivel social que impiden
llamar a la emancipación del Perú una verdadera revolución social.
El cambio más importante fue el nuevo régimen político. El congreso constituyente de
1822 y la primera constitución política que se produjo en 1823 determinaron que el
Perú sería una república, con poderes ejecutivos y legislativos, basada en los principios
liberales de la democracia, ciudadanía, propiedad privada y derechos y garantías
individuales. Las libertades que permitieron las discusiones políticas y doctrinarias, así
como la libertad irrestricta de prensa produjeron largos debates sobre la libertad, la
democracia y el progreso nacional.
Este debate doctrinario e ideológico, paradójicamente, no se vio traducido al campo de
las acciones. Las permanencias sociales coloniales continuaron configurando al Perú
republicano, que si bien se sostenía sobre una base de igualdad liberal, ésta parecía
estar destinada más a las clases políticas dominantes, herederas de las elites criollas y
de advenedizos grupos de poder, como los militares. En realidad muy poco cambió en
la estratificación social peruana. Sus presidentes parecían monarcas, el ejército siguió
detentando una hegemonía que luego se haría crónica luego de muchas décadas de vida
republicana, los indios siguieron pagando tributo y los negros siguieron siendo
esclavos. Dichos sectores populares estuvieron al margen de las decisiones políticas y
de los planes de gobierno, mientras se configuraba un Estado favorecedor de la
aristocracia limeña principalmente y de la provinciana en un segundo término.
Otra permanencia es la crisis económica. En los últimos años del virreinato, como ya
ha sido mencionado, los gastos de los ejércitos represores realistas y las respectivas
crisis comerciales y mineras se vieron agudizados con los ingresos de los ejércitos
sanmartinianos y bolivarianos respectivamente. La destrucción de haciendas, los
saqueos, las requisas, los cupos, las donaciones voluntarias u obligatorias, dejaron a los
antiguos grupos de poder comercial y productivo prácticamente en la bancarrota. Esto
produjo el intento de la aristocracia comerciante por volver a privilegios y mercedes
coloniales del siglo XVIII en la producción y el comercio.
Una consecuencia que se debate entre la permanencia de una tendencia y el cambio es
el apogeo de los militares. Si bien durante la segunda mitad del siglo XVIII los
militares habían aumentado su poder considerablemente gracias a las continuas
represiones en todo el continente, esta tendencia se agudizó a inicios del XIX, cuando
se debieron enfrentar a las elites criollas de virreinatos como el de Buenos Aires. A
partir de entonces, la corona dio una serie de fueros y privilegios a los militares de alto
rango que les permitían actuar contra los poderosos criollos. Fueron esos mismos
militares los que asumieron el mando del virreinato representados por José de la Serna,
y conservaron sus cargos y fueros luego de las concesivas capitulaciones de Ayacucho
y del Callao. Además, los generales que llegaron con las dos campañas libertadoras y el
advenimiento de una serie de líderes regionales rápidamente convertidos en militares de
mediano rango con mando efectivo, fortalecieron a este nuevo grupo que se encontraba
disperso por el territorio nacional. En muchas ocasiones, estos caudillos militares
fueron los árbitros y negociadores de las exigencias de sectores provinciales que
buscaban los beneficios que habían recibido durante la colonia y que ahora eran
centralizados por el poder político y la aristocracia. Las consecuencias directas de este
apogeo es la crisis política que siguió a la independencia y la inestabilidad posterior
hasta mediados del siglo XIX.
Las relaciones comerciales internacionales tampoco cambiaron con respecto a los
últimos años de la colonia. Ya el comercio con España había caído en decadencia y los
productos norteamericanos e ingleses habían inundado el menguado mercado peruano.
Luego de la independencia, esta tendencia no cambió, sino se confirmó y agudizó. El
ingreso de productos foráneos al mercado interno ante la debilidad de los antiguos
comerciantes limeños fue inevitable, así como la influencia de estas nuevas potencias
en los ámbitos de la vida política nacional.
Los pocos o nulos cambios estructurales que se produjeron luego de las guerras de
independencia en el Perú provocaron un temprano atraso en el desarrollo de la nueva
república. Las clases dominantes políticas no realizaron las transformaciones
sustantivas que requerían los nuevos tiempos y la situación internacional cambiante. La
nueva república del Perú nacía sin la menor participación de los sectores populares, que
si bien no intervinieron mayoritariamente en las guerras de independencia, lo hicieron
en mayor medida que la elite criolla limeña. La configuración de la política y sociedad
peruana republicana poco se diferenció de su pasado colonial, dando inicio a un nuevo
ciclo en la historia del Perú sin los cambios estructurales necesarios para plasmar en la
realidad lo que se debatía en los espacios públicos.

LA EXPANSION DE LOS NUEVOS PAISES CENTRALES Y RECURSOS


NATURALES

El Imperialismo es una relación entre países (generalmente en forma de un imperio) que


se basa en ideas de superioridad y aplicando prácticas de dominación, que implican la
extensión de la autoridad y el control de un Estado o pueblo sobre otro. También puede
ser una doctrina política que justifica la dominación de un pueblo o Estado sobre otros;
habitualmente mediante distintos tipos de colonización (de poblamiento, de explotación
económica, de presencia militar estratégica) o por la subordinación cultural
(aculturación). El sociólogo estadounidense Lewis Samuel Feuer identificó dos subtipos
principales del imperialismo: el primero es el "imperialismo regresivo" identificado con
la pura conquista, la explotación inequívoca, el exterminio o reducciones de los pueblos
no deseados, y el asentamiento de los pueblos deseados en esos territorios. El segundo
tipo identificado por Feuer es "imperialismo progresista" que se basa en una visión
cosmopolita de la humanidad, que promueve la expansión de la civilización a las
sociedades supuestamente atrasadas para elevar los estándares de vida y la cultura en los
territorios conquistados, y la asignación de la gente conquistada a asimilarse a la
sociedad imperial. Aunque los términos "imperialismo" y "colonialismo" están muy
relacionados, no son sinónimos.
Los imperios han existido a lo largo de toda la historia, desde su mismo comienzo en
la Edad Antigua, pero el uso del término "imperialismo" suele limitarse a la calificación
de la expansión europea que se inicia con la era de los descubrimientos (siglo XV) y se
prolonga durante toda la Edad Moderna y Edad Contemporánea hasta el proceso
de descolonización tras la Segunda Guerra Mundial.

LA GUERRA DEL SALITRE


La guerra con Chile fue probablemente el acontecimiento más importante de nuestra
historia republicana, dadas las consecuencias que en el corto y largo plazo tuvo para la
política y la economía nacionales. La memoria que los historiadores y el sistema
educativo construyeron sobre ella ha sido, por su parte, un elemento clave para la
formación de una identidad y una conciencia entre la población en torno a la
peruanidad.
Para empezar, creo que más apropiado que el nombre de Guerra del Pacífico, que es el
que de ordinario recibe, sería el de ‘Guerra del Salitre’, por ser la posesión de este
fertilizante el desencadenante del conflicto. Hubo otras conflagraciones que tuvieron
como teatro de operaciones el Océano Pacífico, como el enfrentamiento entre Estados
Unidos y Japón, en el marco de la Segunda Guerra Mundial, o el de China contra
Inglaterra en el siglo XIX, conocida como la Guerra del Opio.
En la semana que concluye se realizó el III Congreso de la Asociación Peruana de
Historia Económica en la ciudad de Arequipa, coorganizado con la Universidad
Nacional de San Agustín y la Universidad Católica de San Pablo. Una de las mesas tuvo
como tema la Guerra del Pacífico. Fue interesante y saludable ver a historiadores
peruanos y chilenos debatir sobre los orígenes económicos de un conflicto que ahora
podemos contemplar con la serenidad de cinco generaciones de distancia.
Los historiadores chilenos Carlos Donoso y Sergio González presentaron una línea de
interpretación sugerente, en la que la renegociación entre los gobiernos del Perú y
Bolivia del acuerdo aduanero que mantenían desde 1848 ocuparía un lugar central.
Según este acuerdo, el comercio boliviano de importación discurriría por los puertos
peruanos del sur. Principalmente por Arica, pero también por Quilca y Mollendo. Este
último puerto cobró relevancia desde 1876, a raíz de la culminación del ferrocarril del
sur, que unió Mollendo con Puno, que había sido priorizado por el gobierno peruano
sobre otras líneas férreas, precisamente con vistas a reforzar la conexión de la economía
boliviana con el sur peruano. Esta conexión tenía largos antecedentes desde tiempos
coloniales, pero se había visto relativamente amenazada por el crecimiento del puerto de
Buenos Aires desde el siglo XVIII, que se ofrecía como una vía alternativa para
conectar a la economía de Bolivia con el mercado mundial.
De acuerdo con el arreglo de 1848, que puso fin al conflicto desatado por la invasión
boliviana del sur peruano en los años previos, los puertos del sur peruano recibirían las
importaciones bolivianas, aplicando el gobierno del Perú sus leyes arancelarias y
transfiriendo al gobierno boliviano una cantidad de dinero que compensaba los derechos
de aduanas pagados al fisco peruano por las mercaderías destinadas al territorio
boliviano. En 1864 se fijó en 400.000 soles de plata esta cantidad, que el Perú entregaba
en armadas mensuales de 33.333 soles. Esta suma representaba una proporción no
desdeñable de los ingresos del fisco boliviano. Resulta llamativo, sin embargo, como
destacó Donoso en su presentación, que Bolivia confiase a su vecino un área de
gobierno tan delicada. A cambio de prescindir del mantenimiento de sus propios puertos
y oficinas de aduanas, el país altiplánico dejaba en manos del Perú la llave de su
comercio exterior.
Ello tendría una explicación en que las rutas para el transporte de mercadería desde el
puerto boliviano de Cobija, en la costa de Antofagasta, eran mucho peores que las
existentes desde Mollendo o desde Arica. Desde la época colonial este puerto había sido
el “ascensor de Potosí”; vale decir, el punto por el que salían las exportaciones de la
minería alto peruana e ingresaban los insumos necesarios para ella como, por ejemplo,
el azogue y los instrumentos de fierro. Era algo así como el puerto natural de Bolivia.
Sin embargo, en vísperas de la guerra de 1879, el gobierno boliviano de Hilarión Daza
pidió que la remesa anual del Perú se incrementase a la cantidad de 800.000 soles de
plata: el doble de la suma vigente. El Perú se negó, argumentando que los impuestos
pagados por las mercaderías destinadas a Bolivia no rendían tanto como para justificar
dicho incremento. Necesitado de ingresos, el gobierno de Daza aplicó entonces un
impuesto a las exportaciones de salitre de su territorio, en manos principalmente de
empresas chilenas.
Sobre el papel, este impuesto favorecía los intereses peruanos, pero nadie sabe cómo
terminarán las cosas. Entre 1876 y1878, a fin de enfrentar la disminución de las ventas
de guano, el Perú había expropiado los yacimientos y las oficinas salitreras de Tarapacá,
convirtiendo las exportaciones de salitre en un monopolio estatal. Con el impuesto, el
salitre boliviano tendría que elevar su precio, favoreciendo así la venta del salitre
peruano.
La historia, sin embargo, tomó otros caminos: las empresas chilenas rehusaron al pago
del impuesto y, ante la amenaza de su expropiación por parte del gobierno de Bolivia, el
ejército chileno ocupó el litoral boliviano en el inicio de 1879. La guerra, en la que el
Perú terminaría envuelto, había comenzado.
La dependencia que de la exportación de las materias primas tuvieron los gobiernos
sudamericanos para nutrir sus arcas fiscales trajo como consecuencia no solamente la
volatilidad de los ingresos del gobierno (que padecemos hasta el día de hoy), sino
también la guerra por los recursos. Habrá que seguir investigando la línea de
interpretación propuesta por Donoso, pero sin duda fue recién cuando el Perú perdió sus
yacimientos de guano y de salitre con la guerra de 1879 que el país procedió a una
reforma fiscal que volvió mucho más estables, aunque también más reducidos, los
ingresos estatales. Pero con el estallido de la Primera Guerra Mundial otra vez las
exportaciones de materias primas se volvieron rutilantes y el sistema fiscal volvió a
prenderse de ellas, aunque esta vez por la vía del impuesto y no por la de la
expropiación, como había sido el patrón del siglo XIX. Una muestra de que, al menos
en este terreno, habíamos sacado una lección de la historia.

CAPITULO V

SIGLO XX, APARICION DE LOS PARTIDOS POLITICOS DE MASAS


La oligarquía en el Perú.- con la caída de la aristocracia en 1919, en el Oncenio, se
consolidan las empresas dedicadas a la agricultura, la minería, el comercio y las
finanzas; propiciando la inversión del capital extranjero, especialmente norteamericano,
que forjaron precisamente el progreso material del Perú a costa del hambre y la
explotación del pueblo.
Esto originó, no sólo movimientos de masas de obreros, campesinos e indígenas sino el
surgimiento de partidos políticos con ideología popular y nacionalista con orientación a
la integración continental y mundial; lo mismo que de una u otra forma les hacen frente
hasta 1984 en que nuevamente toman el poder político con el General Manuel A. Odría,
manteniéndose con otros gobernantes hasta 1968 en que triunfa el militarismo
reformista con el general Juan Velasco Alvarado.
El APRA.- “Alianza Popular Revolucionaria Americana”, fundada en México el 7 de
marzo de 1924 por el profesor líder sindical Víctor Raúl haya de la Torre, bajo
influencia de las revoluciones rusa y mexicana contra el imperialismo.
Haya de la Torre nació en Trujillo el 22 de febrero de 1895, siendo universitario en San
Marcos. Participó en la lucha por la jornada de las 8 horas de trabajo; llegando a ser
líder no sólo en el movimiento universitario, sino también de los trabajadores contra la
dictadura de Leguía. Por eso era perseguido, capturado en 1923 fue deportado.
Después de viajar por EEUU y Europa e incluso Rusia, regresa al Perú recién en 1930,
su ideología política, entre otros puntos, proponía los siguientes principios, que en
algunos casos y con el tiempo se modificaron hacia lo tradicional:
· La independencia económica contra el imperialismo yanqui.
· La unidad política de América Latina bajo el APRA.
· Nacionalización de las tierras agrícolas mediante la aplicación de la reforma
agraria.
· Apoyo al desarrollo industrial, en base a materias primas propias.
· La educación laica o estatal, desde la escuela hasta la universidad.
· La reorganización política y la solidaridad con todos los pueblos y clases sociales
oprimidas del mundo.
El socialismo peruano.- fue fundado el 16 de septiembre de 1928 por José Carlos
Mariátegui, aunque después se llamó Partido Comunista Peruano, la intención era
agrupar a obreros y campesinos, pero después se integró gente de clase media y de la
pequeña burguesía. Entre sus principios propuestos tenemos:
Un programa económico basado en el nacionalismo y la industrialización, con mercados
y materias primas propias.
Unidad del proletariado a nivel mundial para enfrentar todo tipo de imperialismo y
explotación.
La educación de tipo de socialista para garantizar una vida política efectivamente
democrática e igualitaria.
Capacitar al proletariado por la lucha para el ejercicio del poder y del orden socialista.

La unión revolucionaria.- fue el partido político popular fundado por Luis Miguel
Sánchez Cerro después de derrocar al oncenio a fin de mantenerse en el poder y lo
conformaban mayormente gente de clase madia cansada de la dictadura leguísta, por la
crisis económica que vivían el país como consecuencia de la crisis mundial declarada en
Nueva Cork en 1929, crisis a lo que los partidos tradicionales no pueden hacer frente
por estar en desorganización. Hizo frente al aprismo y socialismo emergente,
imponiéndose en las elecciones de 1931.
Como gobierno representa el tercer militarismo, intentó solucionar, la crisis económica
y social con medidas aportadas por la “Comisión Kemmerer” y la “Ley de Emergencia”
para castigar severamente la violencia y otros desórdenes sociales; apoyó el
levantamiento de los pobladores del Trapecio de Leticia para seguir siendo peruanos,
preparándose para la guerra con Colombia.
Sánchez Cerro muere asesinado el 30 de abril de 1933, por lo que la
Unión Revolucionaria continuó bajo la conducción de Luis A. Flores sin mayor éxito en
la política por declararse opositor al General Oscar R. Benavides.
El PRI Mexicano.- El partido Nacionalista Revolucionario(PRI) nació con la
revolución mexicana como revolucionario y nacionalista, conducido por diferentes
líderes o gobernantes; porque la Constitución Política mexicana prohíbe la reelección de
por vida; destacan Vestuniano Carranza, Älvaro Obregón, Plutarco Elías Calle y Lázaro
Cárdenas.
Oficialmente nación con Elías Calle en 1929, consolidándose en 1934 como una
“Dictadura Institucional” que gobierna México hasta fines del año 2000 en que triunfa
el partido conservador de oposición con el presidente Vicente Fox.
Como principio tenía la unidad continental, excluyendo a los EEUU., mediante la
ciudadanía continental, la nacionalización de las riquezas naturales como el petróleo,
una política agraria con rumbo propio y una educación popular que fue ejemplo para
toda América Latina; la libertad religiosa le creó serios problemas por las revueltas de
los fanáticos “Cristeros”. El gobierno de Lázaro Cárdenas se caracterizó por ser popular,
dinámico e independiente que afrontó con éxito los conflictos internacionales; apoyando
al sindicalismo y desalojando a las compañías imperialistas de la explotación de los
recursos naturales mediante la nacionalización.

El sandinismo en Nicaragua.- el líder popular Cesar Augusto Sandino, desde 1926


dirigió una rebelión contra el imperialismo norteamericano que tenía intenciones de
apoderarse de Nicaragua; mantuvo en alto la soberanía nacional y el derecho de los
pueblos a elegir su propio destino, siendo ejemplo para todos los pueblos de América.
Después de logrado su propósito con la retirada de los soldados norteamericanos, muere
asesinado en 1934 pero el ejemplo de su lucha y los principios del sandinismo
prevalecen hasta nuestros días en su patria, siendo uno de sus éxitos la caída de la
dictadura de Somoza en la década de 1980.
El radicalismo Argentino.- el partido político ”Unión Cívica Radical”, toma el poder
en las elecciones de 1916 con Hipólito Irigoyen, desdeñoso de la Oligarquía argentina,
apoya a la masa trabajadora(obreros), nacionalizó el petróleo y otras riquezas naturales;
manteniendo neutralidad en la Primera Guerra Mundial.
Su antiimperialismo y nacionalismo constructivo y popular para lograr la unidad
nacional, dio lugar a la rebelión oligárquica en septiembre de 1930 con el general José
Félix Uburo.
LA DEMOCRACIA Y SU EVOLUCION
Dentro del vocabulario político actual, nada suscita tanto acuerdo y al mismo tiempo
tanta polémica como lo que entendemos por democracia. Hay un consenso mayoritario
para considerarla el único sistema político legítimo, la única forma de gobierno dotada
de una legitimidad universal. El último cuarto de siglo ha sido escenario de lo que
Huntington llama la terceraola de democratización, tras el ocaso de los regímenes
autoritarios de Europa del Sur, el agotamiento de las dictaduras militares en América
latina y el final del bloque soviético, que ha aumentado de forma notable el número de
democracias en el mundo. Sin embargo, donde termina la validez del argumento
aritmético comienza la polémica sobre la naturaleza de la democracia. Que haya más
sistemas democráticos no implica que todos sean iguales. ¿Acaso son comparables, por
ejemplo, las democracias francesas o británica con los regímenes surgidos en Europa
central y oriental después de 1989? Como ha sostenido Alain Touraine, la euforia
propiciada por la democratización de los sistemas de Europa del Este se debió más a la
desaparición de los vestigios de un poder totalitario que a su equiparación con otras
democracias europeas más sólidas. Por otra parte, la existencia de más democracias no
debe hacernos olvidar los desafíos a los que ellas se enfrentan en el horizonte del fin de
siglo. En el caso de las transiciones a la democracia surgidas tras el final de la Unión
Soviética, la política está muy condicionada por el retorno a la economía de mercado y
por los problemas derivados de los nacionalismos excluyentes, mientras que en las
democracias occidentales, la política se ve condicionada por la economía, la
globalización, las nuevas tecnologías y el multiculturalismo. En una palabra, la
unanimidad sobre la legitimidad de la democracia como sistema político convive con la
diversidad de enfoques sobre su significado ante los nuevos problemas que debe
afrontar hoy.
Pensar sobre la democracia presenta ante todo una dificultad señalada hace ya algún
tiempo por Robert A. Dahl: la democracia es tanto una idea como un conjunto de
prácticas institucionales forjadas desde Grecia hasta el presente y en la que convergen
diversas tradiciones del pensamiento político que en muchos casos son incongruentes
entre sí y revelan un sinnúmero de problemas para los que no parece haber respuesta
definitiva. Ser consciente de esta realidad que afecta a la misma naturaleza de la
democracia no elude la labor de «repensar» sus problemas. Así, el último libro de Dahl
sobre la democracia se subtitula «una guía para los ciudadanos». Aunque en un sentido
diferente, La democracia en sus textos constituye una buena guía para entender la
democracia. Planteado como «una recopilación unitaria y sistemática de los textos clave
sobre la democracia de la tradición del pensamiento político» (pág. 9), constituye un
manual universitario que hace inteligible tanto el devenir histórico del ideal democrático
a través de los autores clásicos como el tratamiento de los principales enfoques y
cuestiones de la teoría de la democracia contemporánea. La tarea no era simple, y no
sólo por la selección de textos, sino también por la necesidad de respetar su orden
temporal y a la vez situar a los autores dentro de una corriente de pensamiento y
organizarlos por su tratamiento de problemas específicos. Los compiladores han
encontrado una solución eficaz diferenciando entre textos clásicos, enfoques
actuales y cuestiones fundamentales.
La historia de la idea democrática a través de los textos clásicos, tras una introducción
destinada a ubicar al lector, se organiza en este libro sobre la base de los
distintos discursos. Como señalan los compiladores, «existen algo así como paradigmas
o discursos dentro de la teoría democrática que permiten diferenciar el complejo y
plural conjunto de pronunciamientos teóricos sobre ella dentro de determinados
"moldes" que "disciplinan", por así decir, sus significados conceptuales» (pág. 10). En
consecuencia, el legado democrático desde Grecia hasta mediados del siglo XX aparece
articulado en torno a cinco discursos: el de la democracia ateniense (Tucídides, Platón y
Aristóteles); el discurso republicano (Maquiavelo, Harrington, Madison, Hamilton y
Jay); el discurso liberal (Locke, Montesquieu, Constant, Tocqueville y Stuart Mill); el
discurso de la democracia radical (Rousseau, Marat y Marx) y, finalmente, la crítica
elitista a la democracia (Michels y Schumpeter). Los textos son presentados por Rafael
del Águila, Ángel Rivero, Elena García Guitián, Fernando Vallespín y José Antonio de
Gabriel. Quizá se puedan objetar ciertas diferencias de calidad en las introducciones, la
discutible ubicación de alguno de los autores en cierto discurso o la dificultad de
distinguir entre discursos afines, como el republicano y el liberal. Pero son críticas en
tono menor que no empañan el resultado final: la comprensión de los clásicos.
Más riesgos y dificultades hay que asumir al seleccionar un conjunto de textos que
reflejen el estado de la cuestión de la teoría de la democracia contemporánea. El
panorama de las concepciones actuales de la democracia presenta unos contornos más
difusos que los de la distinción entre teorías normativistas y empíricas. En este campo,
los compiladores optan por los enfoques normativos, con la excepción de la aportación
de Juan J. Linz. A continuación aparecen dos variantes del enfoque participativo-
deliberativo a través de dos de sus más conocidos representantes: Jürgen Habermas
(democracia deliberativa) y de Benjamin Barber (democracia fuerte). En ambos casos,
se acentúa una concepción de la democracia como autogobierno que entronca con el
pensamiento de la izquierda. Le siguen dos aportaciones de tendencia neoliberal, las de
Giovanni Sartori (democracia y neoliberalismo) y James M. Buchanan (democracia y
análisis económico) que nos introducen en los temas relativos al vínculo entre elección
pública y democracia. Estos planteamientos, vinculados al pensamiento liberal, están
próximos a una definición «mínima» e institucional de la democracia, frente a la
definición más normativa y radical de Habermas y Barber. Por último, la contribución
de Anne Philips sobre democracia y feminismo nos muestra cómo el debate va mucho
más allá de la oposición entre tendencias participativo-deliberativas y tendencias
neoliberales. Aunque la selección de los compiladores es acertada, quizá habría sido
muy interesante encontrar alguna aportación de Norberto Bobbio, Anthony Downs,
Arendt Lijphart o Alain Touraine, por mencionar algunos ejemplos representativos.
CONCLUSIÓN:

 La nación peruana se levanta sobre cimientos políticos más que sociales o


culturales. Prima entre los peruanos la solidaridad de ese signo, la voluntad
de integrarla a pesar de las diferencias.
 Debe relevarse la aparición histórica y Ja diversidad real de un nuevo tipo
humano peruano en sentido amplio, vale decir mestizo. Una sociedad
consciente de su especificidad hará posible el logro de una identidad
nacional más madura y responsable.
 Perú actual no es el de los incas, ni el de la conquista, ni el de la
independencia, ni el de la guerra con Chile, ni el de hace veinte o treinta
años ; su rápida transformación es señal de vitalidad, como su integración es
señal de madurez. Nuestras visiones de la historia de Perú, así como nuestras
percepciones de la identidad nacional, han estado marcadas por las
circunstancias, buenas o malas, que ha vivido el país, así como por los
procesos de cambio que han tenido y tienen lugar.
BIBLIOGRAFÍA:

 ARROSPIDE DE LA FLOR, César, et al. (comps.) Perú: identidad nacional.


Lima, Ediciones CEDEP (Centro de Estudios para el Desarrollo y la
Participación), 1979.

 BASADRE, Jorge, Historia de la República del Perú. 1822-1933. Lima, Editorial


Universitaria, 1968-1970. 6ª edición.

 BURGA, Manuel, "Desconocidos inventores de tradiciones", en Márgenes.


Encuentro y debate. Lima, marzo de 1987, 1, pp. 174-182.

 BUSTO DUTHURBURU, José Antonio del, El mestizaje en el Perú. Piura,


Universi-dad de Piura, 1993.

Potrebbero piacerti anche