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EPOCAS PREROMANAS
La presencia griega
Los griegos llegaron a la península en el s. IV aC., aproximadamente.
Se asentaron, principalmente, en la costa, y en ella fundaron sus colonias. Las
principales y más conocidas, como acabas de ver y escuchar, fueron: Rhode (Rosas)
y Emporion (Ampurias), en Cataluña y Hemeroskopeion (posiblemente Denia) en la
Comunidad Valenciana.
- ODE excelente de Ángel L. Gallego del IES "Vegas Bajas" de Montijo. Es muy
interesante realizar las actividades que propone.
Dentro de nuestra lección sobre los pueblos que habitaban la península ibérica antes
de los romanos, continuaremos advirtiendo que no encontraremos una civilización
o pueblo propiamente tartesio, sino que este era probablemente de origen íbero, el
cual fue aculturándose con la llegada a las costas del Mediterráneo, de la civilización
fenicia.
Esta hipótesis está fijada debido a que Gadir era una colonia comercial fundada por
los fenicios, quienes comerciaban con las tribus y poblaciones del interior de la costa.
Con el paso del tiempo irían clonando los modos de vida de la civilización oriental
como era el uso de sus vestimentas, la creación de elementos y objetos de estilo
orientales, estos aprendieron las técnicas de extracción del mineral fenicio, pueblo
con el que comerciaron en gran medida.
Posiblemente, la leyenda de Argantonio (un rey tartesio) no sea más que el posible
nombre de uno de los jefes tribales de estas. Pero lo que sí tenemos que tener claro
es que en la Península en ningún momento encontraremos un Imperio Tartesio,
como han defendido muchos autores.
Pueblos que habitaban la Península Ibérica antes de los romanos - Los tartesos
Celtas e íberos
Pocas son las diferencias que encontraremos entre los dos grupos de pueblos
prerromanos aquí expuestos, siendo la más clara el origen de la lengua. Eran pueblos
cuya economía se basaba en la agricultura y en la ganadería. Apenas tenían
relaciones comerciales, siendo bastante autárquicos a lo que ello respecta.
Además, eran poblaciones bastante belicosas y de esa manera era normal encontrar
racias entre los diferentes “reinos” que había por todo el territorio peninsular. Un
elemento muy característico de estos serán las actuaciones en forma de racias, sobre
los pueblos del sur de la Península, es decir, sobre el denominado pueblo tartesio
que era, sin duda, de los pueblos prerromanos, el más rico.
Vivían en núcleos fortificados con murallas de piedra, elemento que chocó a los
romanos al llegar a la Península pues tuvieron que hacer frente a pueblos guerreros
que, además, tenían grandes fortificaciones. Esto hizo que la conquista de Hispania
fuera un verdadero suplicio para los extranjeros.
Sus cultos estaban relacionados con la naturaleza, siendo los más fuertes los
relacionados con el sol, la luna y la fertilidad. Los íberos contaban además con las
sacerdotisas siendo una clara excepción dentro de los pueblos indoeuropeos.
Poco más se conoce de la cultura de estos pueblos que habitaban la Península Ibérica
antes de los romanos, debido a que carecían de escritura y la poca que se conserva
procede de una serie de estelas que son ilegibles a día de hoy por los expertos.
Fenicios
Para los inicios del siglo IX a.C. encontramos evidencias en la costa mediterránea
sobre la fundación de una serie de puertos de origen fenicio, como será Malaka
(Málaga). Este pueblo oriental es conocido por su gran actividad comercial, por la
que traían objetos exóticos de Oriente a cambio de metales preciosos y otros
materiales, que en sus lugares de origen eran escasos.
Según las investigaciones este es el pueblo que aculturó a las poblaciones del sur de
la Península y que darían origen a la leyenda del reino de Tartesos.
Griegos
En el año 537 a.C. los griegos fundaban Massalia (Marsella) y Emporion (Ampurias)
llegando por tanto a la Península Ibérica. Los modelos de colonización griega, como
ya conocemos, responden más a un elemento de exceso poblacional, por el cual las
polis, decidían enviar al excedente a crear otras ciudades en otros lugares del
Mediterráneo para que estas entraran en contacto con las poblaciones autóctonas,
con las que debían comerciar y así poder establecer líneas comerciales a mayor
escala por todo el Mediterráneo.
Eran, no obstante, menos abiertos a las relaciones, es decir, solían crear sus ciudades
sobre promontorios en lugares costeros o incluso en islas frente a la tierra, para de
esa manera evitar ataques. No encontraremos la unión entre los pueblos. Fueron
poblaciones que superaron las Guerras Púnicas y que acabaron siendo absorbidas
por los romanos.
Cartagineses
Cártago era una colonia fenicia situada en el norte de África. Tras el año 572 a.C.
sustituiría el poder fenicio en la zona, pues ese fue el año en el cual Nabucodonosor,
conquistó la ciudad de Tiro. La diferencia entre un sistema y otro fue que Cártago
decidió pasar de las relaciones comerciales a tener un control más intenso sobre las
poblaciones íberas, de esa manera encontraremos un gran interés sobre todo por
las minas, como fueron las de Cástulo.
Uno de los elementos que hicieron que los romanos tuvieran tantas dificultades para
acabar con su presencia en la Península se debió a que contrató como mercenarios
a la gran mayoría de pueblos íberos y celtíberos de la Península, poblaciones muy
pobres pero muy guerreras y que solían venderse como mercenarios.
CAMBIOS EN LA LENGUA
El latín, al igual que todas las demás lenguas, tenía variedades lingüísticas
relacionadas con factores dialectales (variedades diatópicas), con factores
socioculturales (variedades diastráticas), con factores históricos y evolutivos
(variedades diacrónicas) y con factores relacionados con los distintos registros
expresivos (variedades diafásicas); pues bien, el latín vulgar (también llamado latín
popular, latín familiar, latín cotidiano o latín nuevo) era la variante oral del latín, es
decir, el latín que utilizaban los romanos (fueran cultos, semicultos o analfabetos) en
la calle, con la familia y, en general, en los contextos relajados. Se trata, por tanto, de
un latín que se aleja del latín clásico y normativo debido a la espontaneidad y viveza
que le otorga su naturaleza oral y cotidiana. Esta variante diafásica de la lengua latina
es de vital importancia puesto que es de ella (y no del latín culto de la literatura y los
registros formales) de donde van a proceder las lenguas romances o románicas, y
más en concreto del latín vulgar del período tardío (S. II-VI).
A principios del S. XX, el gran filólogo D. Ramón Menéndez Pidal empezó a estudiar
el latín vulgar guiado por la intuición de que debía ser en esa variante en la que se
encontrasen las pautas para poder reconstruir y entender el origen del español y del
resto de lenguas romances. Desde entonces, las investigaciones realizadas en el
terreno de la Filología Románica han permitido entender mucho mejor el origen de
estas lenguas. No obstante, un problema se plantea de inmediato: ¿cómo estudiar
una variante lingüística que es oral y que se distancia mucho de las variantes escritas?
¿De dónde se puede extraer información? Los filólogos que se han ocupado de este
asunto han sido capaces, con el tiempo, de hallar algunos materiales muy valiosos.