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En la primera se exponen las causas por las que podemos dudar de todas las cosas, especialmente de
los materiales, al menos mientras no poseamos otros fundamentos de las ciencias que los que hemos
tenido hasta ahora.
En la segunda, la mente que, usando de su libertad congénita, supone que todas esas cosas no existen
(aun aquellas cuya existencia es casi indudable), se da cuenta de que no puede ser que ella misma no
exista.
En la Meditación tercera he explicado bastante prolijamente, según creo, mi principal argumento para
probar la existencia de Dios.
En la cuarta se prueba que todo lo que percibimos clara y distintamente es verdadero, y al mismo
tiempo se explica en qué consiste la falsedad, cosas que hay que saber necesariamente tanto para
afirmar lo que antecede como para comprender lo siguiente.
La sexta, se separa el intelecto de la imaginación, se describen los signos de esa distinción, se prueba
que el alma se distingue realmente del cuerpo, pero que está tan estrechamente ligada con el que
forma un todo unido; se pasa revista a todos los errores que se originan de los sentidos y se exponen
los medios por los que pueden ser evitados, y se muestran, por último, las razones por las cuales se
puede deducir la existencia de las cosas materiales
En esta primera meditación, Descartes señala que debemos evitar acostumbrarnos a las ideas falsas,
para lo cual debe de destruírselas atacándolas de raíz, en sus fundamentos y cueste lo que cueste.
Descartes no considera adecuado fijarse de los sentidos, los mismos son engañosos e importunan el
objetivo de conocer la verdad. La cosa se complica si se trata de distinguir el sueño de la vigilia.
Resulta que a veces en sueños pensamos que todo es fiable, pero al despertar caemos en cuenta que
nada era verdadero. Se presenta pues la necesidad de ser lo más radical posible. Descartes decide
juzgar absolutamente falsas aquellas ideas de las que se tenga alguna duda, aunque sea está muy leve.
De esta forma establece su criterio de verdad: solo aceptar lo que es inmune a la duda.
MEDITACIÓN SEGUNDA: SOBRE LA NATURALEZA DEL ALMA HUMANA Y DEL
HECHO DE QUE ES MÁS COGNOSCIBLE QUE EL CUERPO:
TERCERA MEDITACIÓN
CUARTA MEDITACIÓN
Habiendo demostrado la existencia de Dios, hemos apreciado también que nosotros somos
imperfectos, una imperfección que se demuestra a la hora de realizar juicios. No podemos saber si
algo es cierto o no; pero, si Dios es perfecto, el engaño y el fraude son imperfectos; lo que nos lleva
a pensar que no pueden proceder de Dios. Aunque nosotros, a través de la razón, podemos
distinguir entre lo verdadero y lo falso, también muchas veces hemos sido inducidos al error. Pues,
siendo producto de Dios como somos, ¿cómo es posible que seamos imperfectos? Cuando
queremos distinguir entre lo verdadero y lo falso usamos el entendimiento y la voluntad. Para no
caer en el error, debemos usar la razón antes que la voluntad. Dios nos proporcionó la herramienta
de la voluntad y nosotros le hemos dado un mal uso.
QUINTA MEDITACION:
La quinta meditación contiene otra prueba de la existencia de Dios, esta vez un argumento ontológico.
El argumento parte de una definición de Dios como un ser con todas las perfecciones, y de considerar
a la existencia como una perfección (lo que existe es más perfecto que lo que no existe). A partir de
esto, Descartes observa que así como no se puede pensar una montaña sin una ladera, pues la ladera
forma parte del concepto de montaña, del mismo modo no se puede pensar a Dios sin atribuirle la
existencia, pues la existencia forma parte del concepto de Dios. Y dado que podemos pensar en Dios,
se sigue que Dios existe.
SEXTA MEDITACION:
Una vez demostrada la esencia de las cosas materiales hay que determinarse a probar su existencia
pues, probado lo primero, es posible que existan. Esto es debido a que todo lo que se concibe clara y
distintamente es pasible de ser producido por la potencia divina, puesto que lo único que no realiza
es lo falso.
Objeciones:
-La naturaleza, respecto a las cosas que enseña, se equivoca. Pues puede resultar agradable por ella
una comida que este envenenada. Pero aquí a lo que mi naturaleza me orienta es al querer la comida
no a consumir el veneno. Si supiese que hay veneno no me orientaría hacia eso. Como esta
naturaleza que poseemos es finita no podemos pretender tener un conocimiento absoluto de las
disposiciones a las que me inclina.
-Existen casos en los que la naturaleza me lleva directamente a desear cosas que me hacen mal,
como el caso de un hombre enfermo. Aquí Descartes acepta que la Naturaleza es falible y errónea
en ciertos casos por la forma en que está constituido el cuerpo humano. Por otra parte, ve positivo
que en las condiciones de necesidad el cuerpo transmite los sentimientos que permiten la
supervivencia y, si bien algunas veces produce sensaciones cuando no hay necesidad de ello, esto
no es tan malo como si no ocurriese lo primero.
UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN
ENRIQUE GUZMÁN Y VALLE
“Alma mater del magisterio nacional”
ASIGNATURA:
FILOSOFIA
PRESENTADO POR:
ESPECIALIDAD
DOCENTE:
2019