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Este concepto se asocia con las posibilidades del ser educando, que se adapta a
diferentes situaciones guardando como marcas distintivas con las posibilidades de
aprender de otras especies, señala crucialmente al rasgo inacabado o abierto de
la naturaleza humana, su incompletud. Herbart fue el primer autor que utilizó este
término, y resume nuestra capacidad para aprender. Para que la acción educativa
sea posible hacen falta dos elementos: educabilidad como capacidad para poder
ser influenciado (educando); educatividad como capacidad para influir (educador).
La diferencia existe entre el ser humano y los animales radica en que, el primero
puede avanzar en el proceso educativo de forma consciente. Ya sabemos que el
hombre/mujer posee una ductilidad muy elevada gracias a la capacidad para dirigir
sus cambios en los esquemas cognitivos. Claro que todo esto depende mucho de
la riqueza de los estímulos que ha tenido durante su vida.
Esta idea no debe equipararse a la capacidad para aprender, más bien como una
interacción entre las características de los sujetos y de las prácticas educativas.
6-Fracaso Escolar:
El fracaso escolar se produce cuando algo falla en algún punto del sistema
educativo, y el niño con dificultades no es ayudado a superarlas.
La escuela en su mayoría sigue funcionando de forma similar en los
últimos 30 años, mientras que la sociedad y por ende los jóvenes han
cambiado la forma de comunicarse, relacionarse y de actuar. Asimismo en
la base encontramos la cultura del facilismo instalado en la sociedad y la
des responsabilizarse de la educación de sus hijos por parte de la familia
como así también del Estado, que la tiene y mucho, porque desde hace
varias décadas viene poniendo parches en el sistema que no han
solucionado los problemas fundamentales. Es el Estado quien no ha
cumplido acabadamente con los compromisos de financiamiento del
sistema educativo, en las distintas leyes que llevamos hasta ahora. Porque
en definitiva, este fracaso no se ve en el corto plazo, es inmaterial, pero en
el mediano y largo plazo, emerge en toda su magnitud.
Alumnos que no saben leer comprensivamente, que no saben interpretar
consignas, que no hacen de la lectura un ejercicio cotidiano más allá de la
obligación escolar, verán dificultado su acceso a las nuevas tecnologías.
Alumnos que leen defectuosamente es más que obvio que tendrán muchas
dificultades para escribir. La escuela debe centrarse en su objetivo
principal: ayudar a que los alumnos aprendan. Debe dejar de pensar que
sus alumnos son quienes tienen la culpa, como si ellos fueren el origen de
su propio fracaso más aun hablando de los sectores más populares
cuando no todos ellos fracasan. Por ende, consideramos que el fracaso o
éxito escolar no es del alumno sino de toda la comunidad educativa. La
culpa no es del niño porque él es el eslabón más débil de la cadena.
Primero por el simple hecho de ser niño. Segundo porque ya hemos
mencionado que es un niño que lógicamente tiene dificultades. Tercero
porque el niño no es un técnico en pedagogía, psicología, ni es maestro, ni
ninguno de los profesionales que, se supone, son quienes trabajan para
enseñarle a conducir sus aprendizajes.
El problema no es todo este laberinto en sí; el problema aparece cuando
no se tiene la solución adecuada. El problema no son los niños con
dificultades. El problema es que alguien, en algún punto del sistema
educativo, no halla la manera correcta de trabajar con dichos niños.