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3- Niños de 7 en adelante:
En este momento, si el niño no ha aprendido bien a leer y escribir, debemos
incrementar las alarmas. Observamos:
Lectura ineficiente: confunde letras, cambia palabras, lee despacio con ritmo
entrecortado y errores.
Dificultades en la expresión escrita a la hora de hacer redacciones y
comprender un texto para responder a preguntas relacionadas.
Además no comprende los enunciados de matemáticas, por lo que no puede
realizar el ejercicio correctamente ni acabarlo.
Por último, pero no menos importante, destacar la presencia de factores
emocionales como ansiedad, bloqueos, rechazo escolar o baja autoestima.
4- Adolescencia:
Normalmente en esta edad, estas dificultades ya deben estar detectadas y
trabajadas. ¿Qué puede ocurrir si no se ha detectado antes?
Continúan los errores de lectura, escritura o cálculo.
Baja capacidad para preparar exámenes y organización de tareas,
planificación.
Bajo rendimiento escolar y malas calificaciones.
Siguen apareciendo factores emocionales como ansiedad.
Conclusión
Cada caso es diferente y el impacto sobre los niños y adultos depende de varios
factores, como la gravedad del diagnóstico, su detección temprana y el apoyo
recibido. Por ello es esencial conocer qué dificultades presenta su hijo, confiar en
las estrategias trabajadas con él y siempre que existan dudas, consultar al equipo
de profesionales destinados a esta área, psicólogos, psicopedagogos,
orientadores educativos, profesor…
Atendamos a su propio ritmo y entendamos qué ocurre detrás de sus conductas,
sus emociones y sus creencias.
Como maestros dar todo nuestro apoyo hasta donde podamos y motivar al alumno
a continuar y tratar de resolver sus problemas, comunicárselo a sus padres para
que en conjunto pueden dar una solución.