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Cabaña Valle San Miguel Email: cabanasanmiguel@hotmail.

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Miguel Azcuénaga s/n, San Miguel http://cabanasanmiguel.blogspot.com.ar
Chilecito, La Rioja, Argentina Tel . (03825) 429153 / 15407024
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NARRACIONES, CUENTOS
Y
PERSONAJES RIOJANOS

CABAÑAS VALLE SAN MIGUEL


Rita Elisabeth Porras
Jorge Hugo Femenía
Cabaña Valle San Miguel Email: cabanasanmiguel@hotmail.com
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SAN MIGUEL

San Miguel, donde se ubican nuestras cabañas, es un pueblito humilde y laborioso que nació a la vera de un
bullanguero río de aguas dulces. Este río bajaba desde las cumbres del Famatina culebreando y saltando piedras hasta
llegar al bajo donde se aquietaba para seguir su curso lentamente.
Él era la vida de la gente del lugar, sus orillas bordeadas de viscos, talas y sauces llorones estaban tapizadas de un
manto oloroso de yerba buena y menta.
Aquí había lugares hermosos y acogedores para pasar en ellos las
siestas calurosas de verano, allí tirados bajo la sombra de sus árboles,
se podía pasar momentos muy agradables disfrutando del ambiente
fresco a la par que se escucha el canto de los zorzales y calandrias que
anidaban entre la fronda.
A él iban las mujeres a lavar sus ropas y mientras las tendían a secar
sobre de las piedras “comadreaban” entre ellas hasta la hora de volver
a las casas.
Las niñas solían armar atajos para bañarse en las piletas así formadas
y para que no las vieran las rodeaban de una quincha de ramas.
Los hombres, a fuerza de ingenio y pala, llevaban sus aguas hasta los
predios donde cultivaban toda clase de frutales y verduras.
Hoy todo eso queda en la memoria de los muy viejos que como queriendo revivir el pasado se lo cuentan una y otra vez
a sus nietos.
De aquel río tan alegre y cantarín solo queda un tajo tapizado de cantos rodados que divide al pueblo en dos bandas, la
sur y la norte, el progreso lo hizo desaparecer sus aguas fueron canalizadas y el lecho solo revive en las crecientes del
verano cuando bajan tempestuosas llevándose todo por delante.
De entre el verde brillante de los frutales emergen las casas blancas de sus pobladores donde sobresale alguna casona
con sabor de antiguos esplendores.
Los pobladores de San Miguel son gente profundamente religiosa que aún mantiene viva la tradición de vestir las
cruces y los pesebres navideños donde cada año se rinde culto al Niño Dios vistiéndolo humildemente pero sin embargo
con lo mejor que tienen.
Festejan el carnaval con alborozo que como un escape a sus ansias reprimidas salta tranqueras y liberado juega, salta la
chaya y se emborracha de alegría y vino…
El campesino, el obrero rural, tiene una vida ininterrumpida de trabajo y sacrificio día a día, encorvado sobre la pala
abre surcos y endilga el agua para regar las plantas que forman parte de su vida.
Hace años San Miguel fue cuna de hidalgos que lucharon por la independencia del país aún quedan muestras de esos
entreveros en alguna puerta o ventana y allá, en una quebrada pelada y triste, entre piedras y jarillas, sin una cruz, sin
una flor, espera el juicio final, Jofré, el legendario lagunero del tiempo del manso Gómez.
Ahí está para escarmiento de los que quieran avasallarnos que sepan que cuando a un pueblo manso se lo torea puede
transformarse en un verdadero toro Mihura.
Recostado en uno de los cerrillos, en la Banda Norte, está Samay Huasi la casa de descanso del Dr. Joaquín V.
González.
Esa casa antiguamente llamada La Carrera, perteneció al inglés Guillermo Treloar quien vino a explotar las minas del
Famatina, entre el Dr. González y don Guillermo nació una amistad tan estrecha que más que amistad era un parentesco
según decía el Dr. González. En esa casa solían pasar largas horas de compañerismo tan es así que al morir don
Guillermo se la dejó en herencia.
No podía haber caído en mejores manos, cada planta, cada piedra, fue cuidada con dedicación y esmero, en ella el
pensador de Samay Huasi ponía toda vena artística y poética y desde donde llegó a escribir su recordado libro “Mis
Montañas”, entre otros.
Samay Huasi era la verdadera casa de descanso del Dr. González pues en ella estaba rodeado de la paz que tanto amó.
Hoy San Miguel es un vergel lleno de paz y felicidad.
María Delia Poblete de Soteras (Ecos del Famatina)

CHILECITO: TIERRA QUERIDA

Rodeado de montañas me vistes crecer, de estirpe noble te presentantes como un pequeño que prometía ser gigante
algún día.
El sol te iluminó, y te plasmó atardeceres, brisas frescas por las noches eternas.
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Los cardones, las piedras, la corteza, la escasez de agua, han sido tu elegancia, caminando a cuestas te voy
recorriendo, murmurando por lo bajo, porque quizás no te han cuidado.
Has soportado conquistadores y también has soportado saqueadores, aquellos que te miraron con ojos económicos,
aquellos que buscaron en ti, lo que era fácil hallar, pero consecuencias iban a derramar.
Sin embargo te mantuviste firme y sin flojear, ante lo que el ser humano está, lamentablemente, acostumbrado a
demostrar.
Me quedo con aquella antigua mirada, esa que recorre moras y
arboledas, esa que busca ríos de poca agua, esa que recorre sinuosas
cuestas ancladas en lo alto de las montañas riojanas, moradas al pie del
cascabeleo del camino más deseado, de los senderos poco explorados
que se niegan a ser explotados.
Te apodan perla, quizás sin mar, pero con mucha belleza por demostrar,
pues eres tierras, eres nogal, eres viñedos y mucho por contar.
Algún sol siestero no ha de olvidar, chayas en febrero decoran tu andar.
Te veo sufrir y para que negar, eso la verdad me hace mal…Prefiero
luchar que llorar, por mi tierra natal, querida belleza nacional que
muchos eligen disfrutar.
Voy a jugar como aquel niño, que con su irresponsabilidad jovial ve como el júbilo de los amaneceres despiertan
alguna que otra oportunidad para verte sonreír, para verte crecer, como alguna vez quiso Joaquín V. González,
Facundo Quiroga entre tantos más.
Esta es mi ciudad, la que alojaba a mineros y hoy busca procrear, trabajadores, profesionales y un millar más, que te
miran, te observan con ojos de oportunidad, pues quieren verte crecer, y entregarte hijos para que le enseñes tu
preciado legado de libertad y seguridad.
Te hemos cambiado, te hemos dañado, y nos has perdonado, por eso quiero confesarte que una dicha he de
expresarte… Chilecito mi tierra querida en donde albergas, ojos de soles, bellezas eternas…
Espero que seas uno de los tantos que se sientan identificados con éstas líneas, y que juntos miremos nuestra ciudad,
como la “Gran ciudad” en donde nuestros sucesores crezcan con innumerables oportunidades y así, también, como si
fuese inherente en ella, que la gente elija nuestro departamento para vacacionar o con suerte habitarlo….
“Cuidemos lo nuestro. Chilecito quiere crecer”
Descubriendo mañanas cálidas, de rojos soles, con tenues brisas, vamos asimilando que nuestra tierra no solo es
tranquila y segura como alguna vez aseguraron tantos, nuestra tierra es bella, y como toda belleza demanda ser
alimentada, cuidada, defendida; detalles que no se nos pueden escapar, tus ciudadanos, luchando ante adversos
ciclopes que buscan desnudarla y dejarla sin aliento, no descansan
ante ver una ciudad que más de una vez permaneció sobre la
delgada línea del progreso efímero y la soledad perpetua.
Remedios que muchos proponen para sacarte adelante, batallas que
tenemos que vencer por creernos débiles y miserables; una ciudad
no crece con las miserias de unos pocos, la ciudad crece con el
apoyo de su propio pueblo, de sus cualidades que le permiten
seguir viva, de sus más intrínsecos deseos de llegar a prosperar de
la mano de un pueblo capas, con conocimiento, con cultura, y con
ganas de construir la ciudad más bella de todas.
Es por eso que entrando por la ruta 40, te fui conociendo, te fui
explorando, observé tus enormes cerros, tus milenarios
patrimonios, tus valles, tus bodegas, tus nogales y viñedos, tus ríos
y desiertos, tus simplezas y tus deseos, tus lágrimas y alegrías, tus soledades y tus postergaciones, tus olvidos y tus
recuerdos.
Es por eso que atrapas a quienes prueban conocerte y le recuerdas que permanecerás intacta, esperanto la llegada de
aquellos que deseen invertir, deseen construir y aquellos que tengan el ferviente deseo de educar a tu pueblo; no solo
con el fin de buscar riquezas a cualquier costo, sino ofreciendo trabajos dignos que mantengan viva tu naturaleza y
paisajes.
Chilecito, tierra sensual; tus gustos y placeres juegan a ser atrapantes secretos, que al descubrirlos te hacen más
deseada. Solo deben buscarte en el corazón de La Rioja, no necesitan más que las ganas de disfrutar y pensar en
descubrir tus misterios y tus historias; solo te llevaras un rejunte de anécdotas y asombros que permanecerán intactos
al momento de recordar bellezas argentinas.
Perla del Oeste riojanos, como acostumbran llamarte, esperas a tu gente, esperas que te recorran y te descubran, que
se alojen y te mimen, por ser joya y demás virtudes te ofrecemos para que te conozcan, como un gran espejo sediento
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reflejas tus bellos andares ante el mundo, para que observen las oportunidades de tus suelos y riquezas, y el trabajo se
adueñe de tus hombres, las familias vuelvan a sonreír, volvamos a ser como antes, menos competitivos y más
solidarios, menos individuales y más colaboradores, más chileciteños y menos hostiles; y así de la mano de un pueblo
unido poder juntos, sacar a delante éste Chilecito que tanto necesita de la mano de sus habitantes, afirmando a voz
viva que Chilecito sique siendo aquella “tierra sensual” que tanto nos pertenece, a la que le debemos respeto, a la que
le debemos cuidados.
Por más batallas que tengas que enfrentar, por más postergada que te encuentres, y por más asustada al ver que
discuten por tus entrañas, hay quienes te cuidamos, y deseamos verte feliz, apoyando el grito inmortal que exclama
una vez más… Chilecito nuestra tierra sensual…
Alejandro Daruich (h)
LA RIOJA

En el NOA, al pie de la Cordillera, La Rioja es una de las provincias más áridas y menos pobladas del país.
“En La Rioja se conjugan las huellas de dos historias antiquísimas: La del planeta y la de la humanidad. Hace decenas
de millones de años, gran parte de esta tierra coloreada estuvo cubierta por el mar: fósiles de plantas y animales
submarinos son el testimonio. También fuertes plegamientos, con placas cuyos
bordes se levantaron hasta quedar casi verticales. Una muestra de ello es el
Parque Nacional Talampaya que contiene grandiosos farallones de tierra bermeja
del estrato geológico de Paganzo. En esta zona existen importantes restos
arqueológicos de arte primitivo realizados por los aborígenes prehistóricos,
quienes comenzaron a poblar esta región hace unos 10 mil años. Entonces las
lluvias eran abundantes, la fauna y la flora ricas y la vida de los cazadores y
recolectores relativamente llevadera. De ello hablan los petroglifos que en la
agreste rocosidad de estos lugares hoy perpetúan lo que probablemente eran
importantes centros rituales”.
Los Diaguitas que habitaban el noroeste de Argentina, pertenecían al grupo de los Cacanos, formado por los
Calchaquíes, Diaguitas y Pulares. Los primeros estaban al sur de Salta y algunas partes
de Catamarca y Tucumán, los segundos sobre todo en Catamarca y La Rioja, y los
Pulares vivían en Salta.
El nombre de Diaguitas –que en quechua quiere decir “serranos”– fue impuesto por los
Incas, con los que estaban muy emparentados culturalmente, aunque su lengua era el
cacán o cacana.
El cacique repartía las tierras y organizaba la construcción y el cuidado de las terrazas de
cultivo en laderas de la montaña. Trabajaban la tierra en común y se guardaba parte de la
cosecha en los depósitos comunales. Cultivaban zapallos, porotos, ajíes, maíz y recolectaban frutos silvestres como la
algarroba. También criaban llamas y alpacas, sobre todo en las zonas altas y frías.
Los Diaguitas hicieron maravillas con la cerámica. Cada familia fabricaba sus
ollas, cántaros y vasijas. Además, había artesanos especializados que
realizaban verdaderas obras de arte, como las urnas funerarias, donde
enterraban a sus muertos. Algunas de estas urnas eran decoradas a todo color.
La metalurgia también fue sobresaliente ya que no sólo supieron utilizar los
distintos metales sino que también creaban mezclas de estos. El cobre y el
bronce fueron los más utilizados pero también usaron el oro y la plata.
Vivían en aldeas, a lo largo de los valles y quebradas de la región, formando
parcialidades con nombres particulares.

Levantaban sus caseríos en sitios poco accesibles de los valles. La forma de las viviendas era
rectangular y los muros se construían sin mortero.
Eran de regular estatura. Hombres y mujeres usaban como vestimenta una especie de camisa
larga con o sin mangas. Calzaban ojotas y hacían uso de la vincha con la que sujetaban sobre la
frente plumas de aves. Sus adornos personales consistían en plumas, pulseras, pectorales de
plata y en ocasiones diademas de plata y oro. Usaban el cabello largo que trenzaban y recogían
en forma de moños o rodetes.
Sus armas de guerra fueron el arco y la flecha.
Cerca del 1000 DC., las sociedades del noroeste se caracterizan por un fuerte crecimiento
demográfico y por la aparición de sociedades pujantes que poseían territorios bien controlados y defendidos.
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Cuando los españoles ingresaron al territorio de la actual Argentina entraron en contacto con grupos aborígenes que
tenían diversos grados de desarrollo, entre ellos en la zona noroeste con los diaguitas.
Luego del descubrimiento de América en 1492 se inició la conquista y colonización de estos territorios, siendo su
objetivo primordial, obtener metales preciosos y expandir la fe católica.
A pesar de ser inferiores en número, los españoles alcanzaron un éxito rotundo gracias a sus armas de fuego, los
caballos y armaduras.
Otros factores que contribuyeron a la victoria española fueron la sorpresa que provocaron entre los indígenas que los
tomaron por Dioses.
El 20 de mayo de 1591, Juan Ramírez de Velazco, con la finalidad de establecer un asiento
estratégico para combatir a los indígenas, funda Todos los Santos de la Nueva Rioja (actual La
Rioja).
Este nombre fue puesto en homenaje a la antigua comarca española del mismo nombre.
Cuando el fundador trazó la cuadrícula de la ciudad, reservó algunos espacios para las órdenes
religiosas: franciscanos, mercedarios, dominicos y jesuitas, y
destinó un solar frente a la plaza mayor para la Iglesia Matriz
dedicada a San Pedro Mártir.
Dada su proximidad a los yacimientos mineros de Famatina, la
ciudad se convirtió, durante la época de la Colonia, en una de las
más importantes para el movimiento socioeconómico.
La abundante población indígena existente en la zona fue repartida por el fundador en
encomiendas. Fueron cerca de 11.000 los indígenas distribuidos en distintas regiones del país.
Con la voz quechua Tinkunaco, (que significa encuentro, fusión o mezcla) los riojanos reviven anualmente, los
acontecimientos sucedidos en la Pascua de 1593, cuando los Diaguitas no soportando más el mal trato de los
españoles, resolvieron atacar la ciudad. Las armas apostadas en el fuerte de Las Padercitas fueron insuficientes para
resistir el ataque de alrededor de 9.000 indios conducidos por
45 caciques de otros tantos poblados.
Ante esta situación los españoles recurrieron a los oficios de
San Francisco Solano, quién logró restablecer la paz.
Entre 1632 y 1636 el gran alzamiento del cacique Chelemín
contra los conquistadores malogró el incipiente desarrollo de
la provincia. Los españoles perdieron la mayoría de su ganado
y a los indios encomendados, base de su economía.
La fundación de Catamarca facilitó a los riojanos la
comunicación con Tucumán, pero la escasez de agua limitó la
expansión de sus algodonales y viñedos.
En la segunda mitad del siglo XVIII tomó importancia
Chilecito, comunidad organizada alrededor de la Hacienda
Santa Rita y que un siglo más tarde superaría a la propia
capital en población.
El mayor crecimiento poblacional de la provincia tuvo lugar
durante el siglo XIX.

REFLEXIONES SOBRE LA FUNDACIÓN DE LA RIOJA

Desde Almadén, Diego de Rojas – Francisco de Mendoza, Juan Núñez el Prado, los proyectos del Licenciado
Matienzo sobre una fundación en Famatina “Tierra rica y muy
poblada”, las aspiraciones del Virrey Toledo de la fundación de una
ciudad intermedia para asegurar el intercambio con Chile, se
concretaron con la partida de Juan Ramírez de Velasco un 24 de Marzo
de 1951 desde Santiago del Estero.
Los aprestos eran todos los que para una logística de este tipo se
requerían... 70 españoles bien aderezados, 800 caballos, 14 carretas,
120 bueyes (y) 4 mil cabezas de ganado menudo... “Velasco cambio de
idea y en ves de repoblar Londres...” a los diez del mes de Mayo de
este presente año (1591), entro con el dicho campo a este valle que
llaman Yacampie...”. En su acercamiento al Valle Vicioso no pudo
pasar desapercibido la imponente masa nevada del Famatina, primando la iniciativa de su gran proyecto minero.
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No creo que desconociera las características geográficas de la región y la ubicación a los yacimientos de plata del
Cerro Negro. La intención de fundar la ciudad donde se encuentra actualmente fue programada. Fundarla donde
actualmente se halla Famatina o Chilecito, no era conveniente por motivos de seguridad ya que eran conocidas las
actitudes belicosas de los anguinaos y famatinas en Salta en tiempo de Abreu. Necesitaba una buena provisión de
agua potable proveniente de la quebrada, y apta para el cultivo y ganado. Esta ubicación respondía a uno de los
objetivos que desde Santiago del Estero conectaba a esta ciudad con la Serena en Chile, por Agua Negra y Copiapó
por Londres y Paso San Francisco, con Cuyo y Córdoba por el llano.
Consolidada la fundación de todos los Santos de la Nueva Rioja el 20 de mayo de 1951, por urgencias que requerían
su presencia en Santiago del Estero, postergo para el año siguiente la prospección minera en el Famatina. Pero su
mirada estaba puesta más lejos, concibiendo un ambicioso plan que hoy nos asombra.
Lamentablemente hay aspectos desconocidos de este gran hombre que quiero esclarecer, para que cambie el concepto
que hasta ahora se tiene de este gran soñador. Lo considero como el “Primer Argentino” ya que fue quien por primera
vez concibió un país coincidente con los límites actuales de la Argentina. Partiendo del límite de la Cordillera de Los
Andes con Capitanía General de Chile, pide al Rey Felipe II, ampliar su jurisdicción desligando a Cuyo de la
jurisdicción chilena, solicitando además el área del Río de La Plata, para un puerto activo de ultramar y una vía
marítima directa a España, fundar una ciudad clave en el sur de Córdoba, sería la ciudad de Nueva Sevilla, donde se
halla actualmente Río IV como puente para la integración de toda la Patagonia y en el Chaco de la Ciudad de Nueva
Logroño, conformado así una nueva jurisdicción a su mando.
Esto nos demuestra la exactitud territorial que un par de siglos más tarde conformaría el actual territorio de la
Argentina. Había comenzado bien, consolidando lo que estaba, planeando una buena economía que provendría de las
minas de oro, plata y cobre del Famatina. De allí la euforia por las mentadas riquezas de su exuberante
correspondientes con Felipe II y sus fantásticos proyectos.
Salta sería un nuevo Cuzco y Famatina un nuevo Potosí, lo que provocaría una gran afluencia de españoles, del Alto
Perú, Chile y Paraguay. Con el nombramiento de su sucesor Agustín de Ahumada, hermano de Santa Teresa de Jesús,
sus sueños se desmoronaron, pero Ahumada falleció antes de llegar a destino y Velasco siguió en el poder unos meses
más. Lo sucedió Hernando de Zarate que también gobernada el Río de La Plata.
Velasco, pobre y lleno de deudas, tuvo que implorar que se le pagara la cuantiosa deuda
por los servicios prestados. Su última esperanza al dejar Zarate las provincias del Río de La
Plata y del Tucumán era asumir él, pero Felipe II había dispuesto nuevamente la separación
y Don Pedro Mercado Peñaloza fue nombrado gobernador de Tucumán y Velasco
gobernador del Río de La Plata.
Antes que terminara el Siglo XVI, muere en su capital Cayastá. Terminará así un gran
hombre y un proyecto. Pero esta idea de algún modo estuvo latente hasta unos siglos
después reconociendo en los hombres de mayo en que se hizo una realidad la unión de las
provincias del sur, hoy nuestra Gran Argentina.
La fundación de La Rioja desde su origen hasta la fecha pasó momentos difíciles, como
aislamiento, amenaza constante de los aborígenes, pestes, sequías y luego de la
emancipación atropellos a su soberanía provincial, intervenciones federales despojos de sus recursos y actualmente la
impotencia de manejar sus riquezas mineras entregadas vergonzosamente a multinacionales. Pero pese a todo, La
Rioja Subsistió y es la única ciudad fundada en el Siglo XVI que permanece en su asentamiento original. Vaya
nuestro reconocimiento no solo como fundador de La Rioja sino por ser el Primer Argentino.
Carlos Jesús Decaro.

CUESTA DE MIRANDA

Detrás de su historia y con todo lo que vialmente significa la Ruta Nacional 40, la comunicación salva a las
comunidades del olvido y de la desaparición.
Durante la Era Primaria, Períodos Carbonífero y Pérmico, se producen las acumulaciones sedimentarias sucesivas y
paralelas producto de cenizas volcánicas, tormentas de arena y otros factores, en una conformación geológica distinta
de los continentes que hoy conocemos. Ese paquete de tierras compactadas desde hace más de 300 millones de años,
fue recibiendo sucesivas cargas hasta que unos 70 millones de años atrás, con la elevación de la Cordillera de los
Andes, se fracturó, se mezcló, en partes emergió y en otras se hundió. Cambios más, cambios menos, es el origen de
los montículos rojizos que emergen en la Cuesta de Miranda.
De norte a sud, dos formaciones del Sistema del Famatina, se destacan: El Famatina propiamente dicho, al norte y la
Sierra de Sañogasta, al Sud, separadas por un abra natural donde corre el Río Miranda. Sobre ambas márgenes del río,
se encuentran grandes bloques de granito cargados de estos sedimentos donde predomina el óxido de hierro rojizo. Al
ser éste de poca ley por estar mezclado con otros minerales, ostenta distintos tonos rojizos, desde el morado, el rojo,
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hasta el anaranjado. El río se origina en los permafrost del Famatina, por deshielo. Desde las cumbres del Famatina,
General Belgrano (6250msnm) Alto Blanco (5400msnm) e Indarguás, se desplaza, se insume, aparece nuevamente,
hasta llegar al fondo de los cañadones con un importante caudal de agua transparente y fresca que dará vida al
consumo y regadío de varios distritos como Miranda, Guanchín, Sañogasta y Nonogasta, por el sector sur.
La geografía fracturada, por leyes físicas, da paso al viento a presión, con cambios barométricos y lluvias más
frecuentes, nevadas en invierno, en menor medida, por la evaporación del río; facilita el crecimiento de la vegetación,
verde que se suma al rojo y gris de las piedras. Es habitual encontrar sus piedras tapizadas de chaguares cuya
floración es color salmón, jarillas, pus pus, algarrobos centenarios y el emblema del camino, los cardones, que en
época de floración impactan por el manto blanco que los cubre. De igual modo la avifauna es variada, siendo posible
avistar águilas, cóndores, halcones, benteveos, volantineros, etc. También las rocas son hábitat de chinchillones,
zorros, cuises, etc.
Antes de ser la Cuesta de Miranda, esta quebrada
representaba el lugar más apto para la conexión de las
distintas comunidades ubicadas en los distintos Valles del
Famatina.
Ya durante el dominio Incaico, se presenta como parte del
Inca Qhapac Ñan de la gran red vial. Cabe preguntarse por
qué los vestigios de camino Inca de Miranda no fueron en la
declaración de Patrimonio de la Humanidad de UNESCO.
Olvidos casuales.
Durante la conquista, los Alzamientos Calchaquíes (1630 en
adelante), tienen crónicas épicas, como el destierro de los
Guandacoles desde el Oeste hacia la zona de Plaza Vieja en
Famatina, o la traída de la imagen de Santa Clara que quedó
en Los Sarmientos y su destino era el fuerte de San José de Michúan. La imagen de San Vicente Ferrer y varias otras,
entraron desde Chile y llegaron por el paso de Miranda.
Muchos minerales y proveedurías fueron llevadas a San Juan y Mendoza para el Ejército de San Martín. Es también
conocida como Ruta Sanmartiniana por el paso del ejército libertador a cargo de los Coroneles Francisco Zelada y
Nicolás Dávila (1817).
Donde este camino toma trascendencia histórica es durante la lucha de los Caudillos. Tanto Facundo Quiroga, como
el Chacho Peñaloza y Felipe Varela, utilizaron este paso por cuestiones estratégicas. A punto tal que Varela dejó
bautizada una quebrada como “La Pelea” (hoy inicio de Cuesta de Miranda), donde se batió y venció al Cnel. José M.
Linares (1867).
El paso de la Quebrada de Miranda fue muy importante mientras la economía del oeste riojano estaba vinculada a la
venta de ganado en pie hacia Chile. La zona de Fiambalá, en Catamarca, Rodeo en San Juan como Vinchina y Jagüé
en La Rioja, abastecían una importante demanda de carne que se originaba en las minas chilenas adyacentes a
Copiapó, al punto que Sarmiento hizo construir los refugios en la Laguna Brava, para facilitar este comercio. El
ganado al oeste riojano se traía desde varios lugares, algunos circulaban por este paso. En relatos de baqueanos,
cuentan cómo los arrieros dejaron marcadas piedras de esta zona de Miranda, con mensajes en clave para los arrieros
que los procedían para manejar los tiempos y especular con el mercado de ganado chileno.
El advenimiento del Ferrocarril del Norte a Nonogasta en el año 1898, punto cercano con la Cuesta, dinamizó este
comercio. No en vano esta estación estaba llena de corrales, pues el tren permitía traer ganado de mejor calidad desde
la pampa húmeda. Por entonces, los arreos a Chile se iniciaban en esta estación que se llenaba de arrieros y fogones
por momentos esperando el tren y por momentos organizando la tropa. Desde Nonogasta hacia Miranda, pasar por el
Puerto Alegre para hacer noche y continuar hacia Villa Castelli, Jagüé y Chile.
Los mataderos chilenos comenzaron a ofrecer un nuevo producto derivado: el cuero. Entonces los arreos comenzaron
a comerciar con distintas mercaderías desde y hacia ambos lados de la cordillera.
Un inmigrante árabe estableció su empresa al lado de la estación de tren, así salaba los cueros y los enviaba a la gran
urbe para la venta: don Amín Yoma.
No es difícil suponer el crecimiento de todas estas economías más la llegada del automóvil, que generaron una gran
exigencia por la traza de un camino verdadero y no una huella de ganado. Favoreció esta coyuntura, la llegada de
Hipólito Irigoyen a la presidencia con un riojano como vicepresidente: Pelagio B. Luna. Se pudo aventurar el
proyecto de construcción de una obra temeraria, dado las condiciones tecnológicas del principio del siglo XX. Las
políticas inmigratorias habían hecho llegar varios extranjeros croatas y yugoslavos, muchos de ellos picapedreros.
También se cuenta que el vicepresidente envió un centenar de presos a purgar sus condenas trabajando en la
construcción del nuevo camino de cornisa.
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La obra quedó a cargo de un ingeniero especialista en caminos de los Alpes, Vicente Bolloli a quien le demandó diez
años pues se hacía literalmente a pico y pala. Desde 1918 a 1928, con muchas bajas (algunas aún grabadas en las
piedras) por lo escarpado del camino, se logró una traza espectacular. Tomando nuevos puntos, siguiendo parte de los
caminos del inca, las huellas de arreos, etc. Bolloli logró un camino parapetado con piedras talladas, con pendientes
suaves y perfectamente integrado al paisaje.
Fue esta la Cuesta de Miranda que durante muchos años sirvió de paso y nexo a los dos valles con anécdotas de todo
tipo. Una personalidad reconocida de Chilecito, el Dr. Olivares, cruzaba por el camino Inca, antes de la primer ruta,
siendo niño junto a otros pequeños en mula y a cargo de un arriero de confianza, para, desde Nonogasta, tomar el tren
e ir a estudiar. Cuentan su familia que por momentos debían parar y hacer fogones para no perecer helados ante las
bajas temperaturas de estas alturas. Ya mayor, Honorio Olivares terminó siendo Doctor en medicina. Con el nuevo
camino empezaron a transitar los primeros camiones y colectivos, siendo los choferes embajadores como Don Cerezo,
Don José Muñoz y muchos otros, que trasladaban hasta los féretros en los techos cuando era necesario. El correo
pasaba una vez a la semana a cargo de don Vicente Lujan, quien hizo la gruta de la Virgen de Lujan en el Bordo de
los 2020.
Se conformó un intercambio de mercaderías, la uva de Villa Unión era requerida en Chilecito, los cueros hicieron
crecer la industria de Nonogasta, el mítico curandero Don Pancho de la Cuchilla atendía cerca de Puerto Alegre.
También el comercio desde el tren hacia todo el Bermejo,
accediendo más fácilmente a mercaderías de todo tipo. Nadie
olvida las carreras del GP Turismo de Carretera con las suecas de
Mercedes Benz, allá por los '70, la carrera de bicis más famosa “la
doble Villa Unión”, etc.
La vorágine de la modernidad fue dejando obsoleto este camino,
que pese a muchos parches y remiendos, se volvía hasta peligroso
en épocas de lluvia, nieve o viento.
Administrativamente temores infundados o mezquindades de
gobernantes, hicieron que durante muchos años la construcción de
la nueva cuesta fuera una utopía. No pocos sospechan acciones
deliberadas para que no se concluyera como también los vaivenes
de nuestra economía, hizo que varios intentos fracasaran.
Pero finalmente, la voluntad y la decisión hicieron que otra vez la gran necesidad de interconexión, ahora basada en el
turismo de casi las mismas localidades, la obra se incluyera entre las prioridades presupuestarias de la nación. Un
viejo anhelo de distintos sectores, gestionado con tozudez por el sector político y fuerzas vivas, ayudaron a concretar
la acertada decisión del gobierno nacional. Así se pudo lograr que en los últimos 8 años, en distintas etapas, se
pudiera concluir con un 95% de este ansiado camino.
La nueva obra se presenta como una maravilla de la ingeniería vial, con parte del camino como un balcón (vigas en
voladizo). Puede verse también la creación de muchos metros de cerro de hormigón armado como aperturas de cerros
con voladuras para acceder a espacios antes no imaginados.
Y un importante agregado a esta faraónica construcción del hombre, que medida en dinero es costosísima, analizada
en maquinaria y tecnología, contó con lo más moderno, merituada desde lo político, digna de ser reconocida la
gestión desde el Intendente Fonzalida, hasta la presidente de la Nación Cristina Fernández.
Pero hay un análisis que supera toda cifra y especulación. Los Valles del Famatina albergan comunidades ancestrales,
muchas de ellas haciendo patria por las lejanías con los grandes centros urbanos. No son un número grande, no son
una economía gigante, tampoco muchos votantes si se comparan con una gran ciudad. Pero son parte de nuestra
patria, son idiosincrasias riojanas, sufridas, esforzadas, con carencias. Lugares sin hospitales o con centros de salud
muy sencillos, pueblitos de una belleza increíble donde se mantiene la identidad cultural riojana, donde está la semilla
sin alterar del ADN nativo. Esta Cuesta de Miranda, vuelve a conectarnos, promueve esa sinergia propia de sabernos
hijos de la misma tierra, nos junta en un “común de comunidad” a Villa Castelli con Famatina, a Vichigasta con
Vinchina o a Jagüé con Nonogasta. Villa Unión con Chilecito, San Isidro con Sañogasta o Pagancillo con Guanchín y
así. Facilita que las familias vuelvan a juntarse, a festejarse, a hacer un duelo, a ayudarse. Guarda su historia en las
hornacinas del Bordo Atravesado, en la piedra de Bolloli y en la Virgen de Luján.
Todo lo antedicho no cabe en números, es inestimable para el cálculo de la “matemática del egoísmo” (JVG).
La Nueva Cuesta de Miranda representa hoy el nuevo nudo articular de la Provincia de La Rioja, es la bisagra de la
región de Cuyo con el NOA, refunda la economía de una provincia a partir de nuevos corredores productivos,
turísticos y sociales. Festejémosla como corresponde en nuestro tricentenario.
Autor: Poly Badoul
MI AMIGO… MI HERMANO
Cabaña Valle San Miguel Email: cabanasanmiguel@hotmail.com
Miguel Azcuénaga s/n, San Miguel http://cabanasanmiguel.blogspot.com.ar
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El Lino y su burrito sillero El Felipe forman parte del paisaje de Chilecito.


Tantos años de andar juntos creó un compañerismo casi humano, el Lino acostumbraba hablarlo como si le
comprendiera y seguramente era así.
Muy de mañana cuando el sol aún estaba desperezándose, partían desde San Miguel rumbo a Chilecito a vender las
primeras frutas y verduras del año, y otros días partían a vender las níveas y dulces rosquillas que hacían las delicias
de changuitos y grandes.
Después de callejear su mercadería y de charlar amigablemente con las amas de casa, el Lino con seguridad, iba a
parar al boliche de las Tres Esquinas.
El Felipe lo sabía y cuando se sentía aliviado de su carga, solito, sin que nadie lo guiara, rumbeaba para el boliche y
se paraba frente a él. Aquí esperaba pacientemente lo que fuera necesario hasta que por fin el Lino salía dando tras
pies completamente “chumado”
Aguantaba con toda calma sus arremetidas y erradas hasta que por fin lograba subir recién entonces emprendía el
regreso llevándolo derechito a la casa en San Miguel.
Pero… ahora el Felipe está enfermo y según opinan los entendidos, la cosa es
de cuidado; se le han trancáu las aguas y no hay forma de curarlo.
El Lino está desesperado, le armó una mullida cama debajo de un coposo
algarrobo y allí está hincado a su lado tratando de aliviarlo, ya hizo todo lo que
le dijeron era bueno para estos casos: le dio té de chilicote (grillo), de pelo de
choclo, de cepa caballo y hasta lo bañó, pero no hay caso, su burrito está
insensible no reacciona.
El Lino está llorando, tirado sobre de él lo abraza mientras lo habla con todo
cariño.
-¡Pobrecito mi Felipe!... ¿Dónde le duele?... –No se aflija macho, yo estoy a su
lado, ¿cómo cree que lo voy a dejar solo? -¿No es acaso mi amigo?... ¿Mi hermano casi?... Pero ponga algo de su
parte, no se entregue a los brazos de la muerte. -¡Luche hermanito!... ¡Luche!... ¡Vamos arriba!... tiene que caminar un
poco así se le van aflojar “las aguas”, pero ponga también algo de su parte… yo lo voy a ayudar… ¡arriba!... Pero,
hermanito… ya se ha vuelto a caer…
-¿Dónde está mi burrito guapo? Ayude usté también. Abrazándolo trata de levantarlo, pero no hay caso, se cae una y
otra vez.
Dirigiéndose a su mujer y a los hijos, que lo miran impotentes sin poder ayudarlo les grita: ¿Qué hacen paráus como
tontos? ¿Por qué no vienen a ayudar? ¿No oyen cómo se queja?... Vaya alguno a buscarlo a don Dionisio, él entiende
d’estas cosas… ¡Pero corran, junay gran puta!... ¿Ya se han vuelto a parar? ¿Qué miran?... ¿Acaso nunca han visto un
hombre macho llorar?... ¿No es acaso mi amigo, mi hermano el que se está muriendo?...
Tirado sobre de su Felipe lo abraza, lo besa, lo soba y… mientras sigue hablándole:
-Pero mi amigo, no me mire como despidiéndose, usté no puede irse y dejarme solo. ¡Tatita Dios no hay querer!
-¡A ver si pone algo de su parte!... ¡No se entregue sin luchar!...
-¿Tanto, tanto como me ayudáu y ahora está flaquiando y no pelea por su vida?
-¿Ya se ha olvidáu las veces que sacando pecho, calligiábamos por todo Chilecito, ofreciendo las rosquillas y
verduras? ¿Y cuando volvía del campo doblándose con la carga de leña?.
¿Y las veces que acarriábamos l’algarroba en las árganas? ¡Si parecía de fierro!
¿Y… ahora está mariconiando? ¿Justamente cuando más tiene que peliar?
-¿Ya se ha olvidáu las veces que me traía chumáu pa la casa? Solo faltaba que me haga acostar y me tape, de tan
inteligente qu’es…
-La pucha que tengo recuerdos pa rumiar y lo peor es que todos se me agolpian en el pecho seguro ése es el dolor que
siento.
-¡Cuántos recuerdos! En ese momento lo tengo patentito cuando usté há quedáu guachito y don Rómulo me lo ha dáu
pensando se iba a morir… ¡Qué hermoso era!...
Chiquitito, peludito y suave como algodón, tenía unos enormes ojos negros y estaba todo encogidito, apenas sostenido
por unas piernecillas larguiruchas, tembleques que terminaban en unos zapatitos negros como de charol… ¡Qué
chiquitito y desamparado era! Pero yo tanto loy cuidáu, dándole mamadera tras mamadera con leche que casi loy
empacháu y al poquito tiempo ya andaba retozando por todo el patio y… ¡no era nada delicau pá la comida! ¡qué
esperanza! ¡Si era capaz de aceptar un traguito i’vino!...
-Después de tanto cuidarlo y mimarlo, ¿ahora me quiere dejar?
-¡Nóoo, hermanito, no me haga eso!...
-¡Dios mío, cuánto dolor!... San Miguel, mi santito milagroso, ampáralo a mi Felipito, ¡sálvalo!... Pa tu día te vamos a
llevar las mejores flores y un montón de velas, pero… ¡Mírame… te lo pido de rodillas!...
Completamente desesperado se abraza a su burrito mientras roncos sollozos lo sacuden.
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Cuando se dá cuenta de que la vida hyó del cuerpo de su amigo, se levanta enloquecido mesándose los cabellos
mientras grita su dolor.
¡Felipe!... ¡Felipitooo… ¡Hermanito!...
Y en las piedras del río rebota su angustiado lamento repetido una y mil veces por
el eco de la montaña…
Felipeee… Felipitooo… Hermanítooo…

María Delia Poblete de Soteras


LA MINGA

Alrededor del pueblo de Vinchina un manto de oro vegetal se mece suavemente al


compás de un suave vientecillo que les llega desde el sur, son los rubios trigales
que ya tienen sus espigas enchidas en plena madurez.
Hay alegría y expectativa, todos esperan el momento de la “minga”, esa costumbre antiquísima en la que solicitan la
colaboración de los vecinos y amigos para realizar la cosecha del trigo la que no es retribuida con dinero sino con una
ayuda similar o con una parte de lo cosechado.
El propietario del predio donde se realizará la cosecha está obligado a darles de comer gratis todos los días que dure la
misma y al finalizar ella, obsequiarlos con el “locro amarillo” que es una comida muy especial y sabrosa,
condimentada con el azafrán que fue sembrado en la misma era del trigo.
Los primeros en anotarse para la minga fueron los jóvenes esperando pasarla muy divertidos matizando el trabajo con
bromas, juegos y amores…
Cuando llega el momento de la cosecha todos aparecen llevando su ichuna (hoz) y su machete bien afilado, tanto que
son capaces de “cortar un pelo en el aire”…
El propietario del predio los distribuye por cuadrillas dando a cada una de ellas 70 metros de largo por 30 metros de
ancho.
Así organizados, se inicia el trabajo.
Las mujeres cubiertas las cabezas con pañuelos de vistosos colores y los hombres luciendo sus torsos desnudos no
pierden tiempo, afanosamente siegan el trigo y mientras lo hacen, las bromas, chistes y piropos vuelan de una era a la
otra. A medida que cortan el trigo lo van dejando en gavillas a la orilla de la sementera, de allí la levantan los
alzadores a quiénes se las recibe el muchacho que maneja el cuero balsero, este a su vez las va acomodando en él con
la espiga hacia el centro para no perder por el camino sus granos.
Una vez el cuero balsero lleno parten con el hasta la era donde se recibe la carga
y empiezan a armar la parva siempre con la espiga para el centro en previsión la
coman los animales o las deteriore la lluvia.
A mediodía buscan la sombra de un árbol cercano y allí van a comer y descansar,
al terminar la comida algunos duermen una corta siesta, otros juegan a las prendas
y otros inician algún idilio…
Terminado el descanso sigue cada uno con su tarea y cuando el sol comienza a
ocultarse detrás del Morado los mingueros vuelven a sus casas llevando cada uno
una ollita con comida y un trozo de pan casero para los que quedaron en el hogar.
Al finalizar la minga será la gran fiesta: música, locro amarillo, vino, alegría.
Todos los que participaron en ella van acompañados por sus familiares, los músicos del pueblo son invitados de
honor, ellos se encargaran de amenizar la fiesta tocando zambas, chacareras, cuecas y chayas.
A un costado de la era y bajo coposos árboles un grupo de mujeres se encarga de preparar el “locro amarillo”, allí en
ollas grandotas y panzonas de fierro están cocinando trigo mostrengo, zapallo
maduro, cebolla, carne de oveja, agua, sal y el infaltable azafrán que le da su
color característico al cual debe su nombre.
Con cucharones de “palo” lo mezclan continuamente.
Debajo de los árboles preparan largas mesas de tablones, allí cada uno busca su
ubicación y mientras esperan ser servidos inician animadas charlas donde no
faltan los cuentos picarescos…
Cuando el locro está cremoso, a punto, según el buen entender de las cocineras,
sirven a cada uno de los presentes una porción acompañada de una generosa
“tumba de carne de oveja” coronada por una cucharada de color preparada con
grasa, pimentón y ají cumbarí, acompaña este plato una hogaza de pan recién sacado del horno y vino… a discreción.
La fiesta es ruidosa, todo es alegría, se canta, baila y come todo el día, los obligos son tupiditos como almácigo…
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Para algunos más aguantadores la fiesta continúa a la orilla de un buen fuego hasta el amanecer donde siguen los
obligos y los cantos.
Así irán de predio en predio hasta terminar con la cosecha del trigo en todo el
pueblo prestándose unos a los otros esa ayuda fraternal que caracteriza a la
gente del lugar.
Allá en la era queda la parva de trigo secándose al sol esperando la época de
la trilla.
Una vez seca y allí, alrededor de ella, arman una empalizada enterrando uno
al lado de otro puntales de algarrobo unidos entre sí por tres hebras de
alambre, dejando entre la empalizada y la parva un espacio de cinco metros
para que en ellos se efectúe la trilla o sea el pisoteo de la espiga de trigo.
Los encargados de realizar esta tarea son unos caballos chúcaros que
estuvieron un año en el campo pastando libremente. Hay gente que se dedica a criarlos especialmente para que
realicen este trabajo y son los encargados de llevarlos hasta los predios de trilla.
Los animales están gordos, llegan llenos de bríos y rabia, son verdaderamente indómitos, con sus largas melenas
agitadas furiosamente arremeten contra los peones tratando de patearlos y morderlos, pero al final tienen que rendirse
ante la baquía del hombre que a punta de talero y picana logra encerrarlos en el redil.
Ya dentro de él un hombre, montado a caballo, los azuza y al grito de: -¡Huella… Huella!... los hace galopar
alrededor de la parva mientras los horquilladores, desde arriba de ella tiran las gavillas en medio de sus patas.
Desde afuera de la empalizada, los espectadores, también los azuzan agitando sus ponchos y gritándoles a pleno
pulmón; el griterío es infernal, todos tratan de ayudar excitando cada vez más a los animales. A todo esto un dorado
polvillo flota en el aire y los cubre a todos por entero.
Cuando esta tarea termina sacan los caballos del redil y arman las “ballenas” que son montones alargados de todo lo
trillado, así los dejan a pleno sol para que terminen de secarse.
En época de los vientos (junio-julio), vendrán los “aventadores” que empleando horquillas de doce dientes las clavan
en las ballenas y tirándolas hacia el cielo gritan: -¡Luis! - ¡Luis! -¡Sacate el poncho y veniii!... Esto lo hacen llamando
al viento para que les ayude a aventar el trigo y… como si el viento los escuchara llega en furiosas oleadas llevándose
la paja y dejando el trigo en el suelo. Por atrás de los aventadores llegan “las barredoras” que con escobas de pichana
barren la paja para un lado y el trigo para el otro. Este trigo que costó tanto trabajo es embolsado en cutamas y
cargado en los burros chasneros para llevarlo hasta el molino de piedra donde sus granos serán triturados y
convertidos en esa arena morenita con la que hacen tan sabrosos panes caseros.
El almud de 15 kg, la tolba de 60 kg, el Cernidor con sus tres bocas para la primera harina blanca flor, para la segunda
harina, gruesa, y la tercera, el afrecho, el salvado. También el “cocho” que es la molienda del trigo previamente
tostado. Con la piedra llamada “voladora” se regula de acuerdo al tipo de harina a obtener. El canal de agua cuyo
tramo final es un angosto conducto de madera con una gran pendiente, el “Rodeno”, para hacer girar la rueda que
mueve las piedras moledoras. Una máquina perfecta en su concepción de ingeniería, accionada por energía hidráulica
y ¡construida hace más de cien años!
María Delia Poblete de Soteras

ARTESANOS DE PIEDRA

El otrora Hotel Provincial de Turismo de Chilecito, inaugurado en 1946,


una de las primeras obras del Primer Plan Quinquenal durante la primera
presidencia de Juan Domingo Perón, y actual Palacio Municipal, luce en
sus paredes perimetrales y en la pirca que limita el predio, hermosas y
muy bien trabajadas piedras. Justo al frente, la casa donde nací,
construida por el Poeta Ocampo con la colaboración de los constructores
Acosta, padre del vidalero Chichí Acosta, y Pierini, padre de la sensible
escritora Carmen Pierini, tiene en todo su frente piedras bien calzadas que
le dan una vista agradable armonizando con las tejas coloniales de su terraza, glorieta y galería. Yendo por la avenida,
hacia Los Sarmientos, la entonces bodega de Robín Ceballos, se destaca por sus paredes de piedra perfectamente
encastradas. En Sañogasta, la entonces Carnicería “San Cayetano” del Bebo Soria, conserva en una esquina de la calle
principal sus paredes de piedra que encierran bellamente el gran salón de ventas. Un poco más arriba, la Iglesia de La
Puntilla, le da un toque de distinción al paisaje multicolor con el gris suave de sus piedras, al igual que la piedra a
manera de guard-rail en cada curva y precipicio tanto de la Cuesta de Miranda y Cuesta de Guanchín.
La piedra está asociada a la vida del hombre en los parajes, pueblos y ciudades de la precordillera. La separación de
los predios, los cercos, se hacían con piedras calzadas, sin cemento, sin mezclas, bien colocadas. Asimismo la base de
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los hornos caseros. Y las casas. Trabajar la piedra es una labor artesanal y requiere especial dedicación. La selección
adecuada de cada piedra para el lugar exacto es una tarea altamente creativa. Eso lo sintetiza Don Andrés Abelino
Ormeño así: “Cantar, escribir y poner piedra no es pa´un tonto cualquiera”. Don Andrés, hombre fumador, de buen
comer y de buen beber, escritor y guitarrero nacido en Aicuña, vivió 107 años y cuando le preguntaban cuántos años
tenía respondía “Yo no tengo ningún año, los he viviu a todos”. Fue Don Andrés, chasqui de Don Pancho Ormeño.
En la construcción de la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, la iglesia de La Puntilla se utilizó la piedra natural,
como siguiendo el hilo conductor invisible de Don Andrés. Allí trabajó Don Mateo Nez que hizo el atrio y la mitad
del campanario, porque luego murió. Continuaron trabajando en esto y con el techo Don Narcizo de La Vega, Tolo
Páez y Raúl Díaz, entre otros. La piedra de la montaña dura quedó convertida
así en un refugio para la fe.
Don Andrés sigue vivo desde la piedra silenciosa a través de los que nacen
con el don de “poner piedra”, ese oficio creativo que prestigiaron los
sañogasteños Raúl Díaz, Nicolás Alarcón y Julio Albornoz. Y tantos otros en
cada pueblo del valle del Famatina.
Don Andrés sigue vivo a través de sus nietos, hijos de su hijo Cirilo, Dionisio
y Ramón. Don Dionisio, además de herrero, pone piedras en Sañogasta. Don
Ramón ha construido su casa en la ladera del cerro que está a la salida de
Chilecito hacia La Puntilla y en ella tiene repetida entre pircas de piedra toda
la flora de la región. Y también en Sañogasta, entre pircas que siguen las pendientes del terreno.
La piedra que parece inanimada cobra vida transformada por el “don” de los que saben “poner piedras” en múltiples
obras de arte, en múltiples poemas, en múltiples canciones, en los cercos, en las casas, en las iglesias y en el paisaje
de los pueblos de Los Andes cuyas creaciones ilumina y protege.

FAMATINA, QUIMERA DE ORO Y PLATA


- Por Marcelo Scanu -
“Famatina, fama tienes.”
Antiguo dicho popular.
“Por lo que toca al Cerro Famatina, tan famoso por mas que se exageren sus riquezas, no creo que la fama esté muy
fundada; pues me parece difícil de creer que los españoles, cuando se hallaron en aquel territorio señores de
numerosas encomiendas, no hubieran trabajado unas minas que se suponen tan opulentas, seria porque hallaron el
desengaño de la credulidad, o porque no fueron tan crédulos como son algunos al presente.”
“Historia del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán” del P. Pedro Lozano S.J.

Nevados del Famatina


“Cuentan que el cerro, sujeto a encantamientos desde la entrada de los españoles, ya se estremece dicen; ya revienta
en espesa neblina que oculta los veneros; ya se tolda de nubes que se deshacen en truenos, en rayos y en relámpagos;
ya infunde sobresaltos de los que montan su eminencia y los sacude despavoridos. Lo cierto es que, admitida la
novela sin examen ni tropiezos, halló conformación en la casualidad de levantarse torbellinos y nubes al tiempo
mismo que algunos españoles intentaron subir al cerro y, como estaban preocupados de la voz común de los
encantamientos, pensaron descubrir en los torbellinos y nubes que se levantaron un testimonio irrefragable en abono
de la fama popular.”
P. J. Guevara.
Sus importantes minas eran conocidas por los quechuas y
posiblemente antes; con su producción se pagó parte de la
Guerra de la Independencia. El Tigre de los Llanos, el caudillo
Facundo Quiroga, se resistió a los deseos del Gobierno Central
de Buenos Aires cuyo fin era administrar las minas del
Famatina. Pronto extranjeros comenzaron a explorarla, entre
ellos mexicanos y muchos chilenos (por ello el nombre de
Chilecito, la ciudad cercana al Famatina), terminando luego en
poder de los ingleses. Pero ocurrió como reza el dicho: “Peor
que un gringo que nos compra, es un criollo que nos
vende”. Fue Rivadavia, aquel mismo que persiguió a San
Martín y entregó la Banda Oriental entre muchas
otras “proezas”, quien se asociara con los capitales extranjeros.
La aventura terminó mal, las acciones sobrevaluadas terminó en disturbios en la mismísima zona bancaria de Londres.
Una muchedumbre de capitalistas enardecidos atacaron y destruyeron bancos.
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Precisamente los británicos contrataron la construcción de un cablecarril, el cual se materializó entre 1903 y 1905.
Esta maravilla de la técnica es el mayor cablecarril de Sudamérica y el mayor del orbe, salva un desnivel de 3500
metros en 35 kilómetros, atravesando un túnel y finalizando en La Mejicana a 4600 msnm. Todas las piezas,
gigantescas, se llevaron a mano y a lomo de nula, en un esfuerzo titánico.
(Federico Kirbus. Las mil maravillas de la Argentina. Págs. 28-30. Editorial del Autor. Buenos Aires. Argentina.
1989.)
Del Cerro Famatina (6250 msm), el mayor de la cordillera homónima y visible desde lejos (se lo observa desde el
volcán Veladero y desde el norte de San Juan), existen numerosas leyendas.
El Famatina (según Burnet-Merlin significa Rico en metales), es un cerro colérico, no acepta a nadie al cual
desconozca. Por ello quien traspone la línea de nieve, especialmente los cazadores de guanacos, son atrapados por
vientos y torbellinos de nieve. Es así como castiga el Espíritu de la Montaña.
Los Jesuitas trajeron a estas tierras progreso y protegieron a los nativos. Los padres de la Compañía de Jesús, al tener
amistad con los lugareños, explotaban los lugares indicados por sus protegidos llegando a acumular grandes riquezas.
Pero Carlos III, rey de España a mediados del siglo XVIII, los expulsó de sus dominios siguiendo el pensamiento
antijesuita (algunos dicen también masónico) de sus ministros. Al retirarse, los padres maldijeron la mina y hasta hoy
nadie se puede acercar sin recibir la furia del nevado.
Los espíritus de los nativos muertos a manos de los españoles
rondan la cumbre esperando la hora de la emancipación. Cuando
el inca Túpac Amaru (Gran Serpiente en quechua) se rebeló
contra los peninsulares, el Famatina llamó a plegarse a la rebelión
con fuertes bramidos. El Pesebre, Famatina
Al estallar la guerra por nuestra Independencia, ciertos
Aragoneses de Chilecito escapan tratando de guardar el secreto
de los ricos filones. Uno huyó, los patriotas alcanzan a otro y lo
fusilan. Este, antes de morir le confía el secreto a un sacerdote
llamado Columbres. Este quedó con el derrotero de los filones
del Famatina. Otra versión comenta las penurias de los
Aragoneses pero a manos de sus compatriotas. Estos escapan y a salvo, entierran en El Salado doce cogotes de
guanaco. Nunca se recuperó este tesoro (una versión recopilada por el Autor ubica el entierro en Los Aparejos, ver
“El entierro de los Aragoneses en Los Aparejos), si se ubicó la explotación, no se la pudo beneficiar pues empezando
las labores, nieve y nieblas frustraban el intento.
Una leyenda, quizás relacionada con la Ciudad de los Césares, habla de una ciudad de avenidas cuidadas cuya
aparición ocurría “antes de salir el sol y a la oración”. Campanadas, cantos y voces emergían de la misteriosa ciudad,
la cual se desvanecía rápidamente.
El Chocoy, un toro de pelaje blanco y aúreos cuernos, defiende
el cerro de los desconocidos y posee un redil constituido por
animales que llegan a sus dominios. Nadie se puede acercar a
este misterioso rebaño, quien lo haga nunca regresa…
Al visitar esta región conviene observar el Famatina al
amanecer. Si se tiene suerte podrá ver en la cumbre del coloso
dos brillos; por supuesto, el sol llega primero a las astas del
Chocoy y estos reflejan los rayos. (Evelio Echevarría. “De
minas…” Págs. 20-21.)
Viajando por las laderas del Famatina me permitió conocer su
belleza incomensurable. El fantástico río amarillo precisamente
de ese color por los sedimentos que arrastra, el cablecarril, un
antiguo pirquinero buscando (y encontrando) chispitas de oro,
un puesto con una niña jugando con su mascota (un
guanaquito), las taperas donde vivieron los antiguos mineros y una magnífica taruca (cervatillo nativo) mirándonos
desde al lado del camino son recuerdos imborrables de aquel viaje. Sólo una presencia desagradable, la de la minera
Barrick, ávida de rapiñar los recursos del Famatina. Felizmente los lugareños y el Chocoy los derrotaron y echaron
salvando este tesoro natural.
http://www.culturademontania.com.ar/Historia/HIS_pico-gralbelgranofamatina-
larioja.htm#sthash.y3DmbCEZ.dpuf

LAVADORES DE ORO
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Eterno soñador vive recorriendo una y otra vez los lugares donde cree que encontrará “su mina”.
Está rodeado de bellezas sin par, pero de tanto mirarlas ya no las ve porque vive obsesionado en encontrar aquella
fabulosa pepita de oro similar a esa que marcó un hito en la minería riojana: “La Mariposa de Oro”.
Don Ramón Caliva, uno de ellos, estaba resuelto a encontrarla.
Un día salió de Chilecito rumbo a Famatina cuando aún no había aclarado, era un hermoso día lleno de sol, llevaba de
tiro sus dos burros chasneros donde llevaba sus vituallas y las herramientas necesarias para su trabajo.
Cuesta arriba iba trepando lomadas, atravesó arenales y planicies hasta llegar a Los Corrales más precisamente al
lugar llamado La Estrella de Chilitanga, allí a 2.000 m. sobre el nivel del mar armó su campamento.
Era un lugar completamente inhóspito, el Troyano, ese viento helado que corta las carnes como finos cuchillos, los
sacudía constantemente, también era el culpable de que las plantas no crecieran y fueran achaparradas, aquí
únicamente crecían las yaretas, el cuerno de cabra, callampa de burro, yerba del soldado, huevil, vira-vira,
chachacoma, yerba del sapo, berros de montaña, sonajeros, pasto irucho y algunas jarillas petisas que no podían
servirle de protección.
Era tozudo y no le importó las inclemencias del tiempo ni las dificultades que tuviera que vencer.
Con ramas y piedras construyó un precario rancho, allí cavó un hoyo para que hiciera las veces de cocina, ahí podía
prender el fuego sin peligro de que el viento se lo apagara, luego lo tapizaba con estiércol ya que el mismo tiene la
particularidad de permanecer encendido por mucho tiempo.
No necesitaba muchas comodidades, estaba acostumbrado a vivir pobremente en
el campo, además aquella ilusión que llevaba a cuestas no le permitía ver nada
malo.
A veces era azotado por tormentas de nieve y vientos tan violentos, que lo
obligaban a guarecerse en “los rodeos”, amplias cuevas de granito.
Él, como otros ilusionados, soportaba a pie firme todo el rigor del tiempo, así
desarrolló una inmunidad tan grande contra el mismo y las enfermedades que
puede decirse que aquí no existen y si por casualidad llega a presentarse alguna
con algún té de yuyos, por ellos conocido, lo curaban.
Las curaciones la preparan poniendo en un recipiente con agua unas hojas de chachacoma, cuando hierve vierten
encima alcohol y lo encienden, agregan luego agua hirviendo y lo beben. Este brebaje es para curar el mal de puna,
dolor de cabeza y de estómago, la bronquitis, la tos, el asma, resfríos y dolores de muela. De la misma manera con
huevil preparan una tisana contra afecciones del hígado, con propiedades antiácidas, anti-estrés y anti-inflamatoria.
Con la vira-vira preparan una infusión, agregando una cucharadita de flores a una taza de agua hervida y la beben
caliente 2-3 tazas al día, para aliviar bronquitis y resfríos y como febrífugo-sudorífico; y una decocción donde
agregan 10 gramos de hojas y flores en agua y hierven 2 minutos, luego se cuela y beben tibio contra resfriados,
gripes, depurativa, febrífuga, pectoral, sudorífico y cicatrizante. Y así a estas hierbas curativas las tienen en alta
estima, como su farmacopea natural.
Una vez armado el campamento muy de mañana salía a recorrer “su campo”, husmeaba con
ojo de experto cada metro de tierra hasta encontrar esa tierra oscura que sabe es la que
protege aquella otra de color rosado que contiene oro.
El yacimiento encontrado, empieza a destaparlo a punta de pico y pala, con gran entusiasmo
cava y cava sin descanso amontonando a un costado la arena rosada.
El siguiente paso es zarandearla en zarandas de distinta trama que va desde la más gruesa
hasta la más fina, con este procedimiento le saca la mayor cantidad de impurezas.
Terminado este proceso carga la arena en bolsas que atraviesa sobre el lomo de los burros
chasneros, y empieza a acarrearla hasta orillas del río Achavil, donde la amontona hasta
tener una cantidad apreciable.
El río Achavil es un río de márgenes bajas, sus aguas cristalinas corren mansamente, a orillas
de él hace un atajo y desde allí lleva un chorro de agua hasta una canaleta preparada
previamente.
Esta canaleta es de chapa y está tapizada por una tela rugosa
alforzada cada diez centímetros para que en ella se detenga el mineral.
Cuando tiene todo listo, poniéndose a un costado de la canaleta va tirando sobre ella, en
forma de lluvia, paladas del mineral.
A medida que el agua corre por ella va arrastrando las impurezas y dejando pegado en las
rugosidades un sedimento gris con pequeñas chispitas doradas (fierrillo-oro).
Esta tela colmada de mineral la saca con todo cuidado de la canaleta y empieza a lavarla
en un tacho con agua que tiene para tal fin, así desprende de él las últimas partículas de impurezas quedando adherida
a la tela el fierrillo con el oro.
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El siguiente paso es darle una última lavada, esta vez en una palangana a la que da un hábil movimiento de rotación
con el que hace caer por un costado el resto de impurezas, aquí queda un polvillo más fino.
A este polvillo lo extiende sobre “el platillo” y le pasa por encima “el buscador” que no es otra cosa que un trozo de
imán, en él queda adherido el fierrillo dejando en el fondo el oro.
Con este procedimiento tan rudimentario y fatigoso a veces logra sacar hasta 50 gramos de oro y cuando lo consigue
arma la gran “farra” donde hay guitarreada y vino hasta la madrugada.
Don Ramón suele pasar hasta un mes en Chilitanga trabajando “su mina”, los vecinos que tiene, otros buscadores de
oro tan pobres como él, saben juntar sus escasas provisiones y cocinar en una olla común.
Pasan momentos muy angustiosos sobre todo cuando hay tormentas de nieve el rancho no les sirve y buscan
protección en “los rodeos”, así evitan morir de frío. Aunque la cosecha haya sido magra, no ceja en aquella búsqueda
incesante de “su pepita de oro” en la esperanza se parezca a la fabulosa “Mariposa de Oro” que pesó 115 gramos y
que marcó una era en la minería riojana.
María Delia Poblete de Soteras

EL NEGRITO Y EL PATAY

El negrito cansado recorría, de punta a punta los campos, en busca de sus frutos, pues andaba con la cruz al hombro,
con el peso sagaz de ser pobre y marginado, buscando su materia prima para elaborar la comida, y así poder dar de
comer a su familia.
Colgando una bolsa arpillera, espalda marcada por el trabajo de su juventud adulta, el negrito andaba por los suelos
riojanos recolectando vainas de algarroba, sin bichos y con su color más rojizo que el propio sol siestero, sediento y
pausado el negrito solía tomarse una corta siesta, bajo algún algarrobo, haciendo a un lado las filosas espinas y
tapando el sol con la poca sombra que daba aquel árbol avistado.
Cuando al cantar de los pájaros comían sus frutos, él negrito despertaba, con un manotazo al aire los echaba y se
permitía sacudirse un poco y continuar la marcha, sin perdonar ni un minuto más sus pasos.
Entre perros y alboroto los esperaban sus hermanos, y resonaban de júbilos alguna que otra cantata que le daban
forma de chaya.
El más pequeño traía del aljibe la vasija hasta la mitad de agua derramada, y el que le sigue un pesado y viejo mortero
de algún ancestro, también hecho de tronco primitivo de algarrobo arrastrándolo y dejando el camino arado en la
tierra seca.
El negrito extendía una colcha vieja sobre una piedra grande estilo “laja” y comenzaba a contar y acomodar el fruto
del algarrobo, pues era hora de que la máquina natural comience a darle calor al fruto, para que se seque y así pase a
su segundo paso.
Mientras tanto, aquellos hermanos que dejaban de jugar con una pelota hecha con trapos viejos y comenzaban a pelar
y ha echar todos aquellos frutos de la semana anterior, que ya se habían secado al sol, y estaban listos para pisarlos
fuertemente con el pesado palo del mortero y poder fabricar la harina que tanto trabajo les había significado.
De lejos se ve la cocina, con una mesa añeja y un mate criollo, amasando nomas, estaba doña Teresa la madre de los
pequeños trabajadores, que esperaba que éstos le lleven el harina y el agua para hacerles el pan de Patay que tanto
esperaban; haber si eso les calmaba el hambre y volvían las ganas de jugar.
El negrito y sus hermanos terminaron de acomodar los alfajores de Patay que ya estaban listo dentro de una bolsa
llena de cartón para que no se rompan, y puedan también ser vendidos en el pueblo y con eso poder salvarse del
invierno.
El negrito cansado se acostó a dormir, sabía que pocas horas le
quedaban, para volver a su rutina, pues la búsqueda de vainas de
algarroba le esperaban, pues cuando el hambre de hace parte de
nuestras vidas, los caminos se hacen cortos y las ayudas pocas, las
ganas de partir eternas y los sueños difíciles e inalcanzables.
En homenaje a aquellos trabajadores que más de una vez, por ser el
señor, cumplieron la labor de ser padre, esposo y hermano mayor.
Alejandro Daruich (h)

SANTA RITA, PATRONA DE CHILECITO

Antonio Lotti y Amanda Ferri, a finales de 1300 en un pequeño


pueblo italiano llamado Rocaporena tuvieron una hija llamada Margarita, la cual fue bautizada en la iglesia de San
Agustín en Casia, a pocos kilómetros de donde este matrimonio habitaba. Desde pequeña sus padres abreviaron su
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nombre llamándola Rita. Hoy nuestra patrona Santa Rita de Casia, “Santa de la paz y el perdón”, “Abogada de lo
imposible”, “Patrona de los Chileciteños”.
Uno de los acontecimientos más esperados está por acontecer este próximo domingo 22 de Mayo, con nuestro señor
Jesucristo redentor que nos observa desde las alturas, esperando ansioso ser parte de esta festividad que tanto orgullo
representa al pueblo de Chilecito y sobre todo a sus ciudadanos que tanto adoran a la santidad.
Santa Rita de Casia es conocida como la “Santa Patrona de lo imposible y abogada de los casos desesperados” debido
a que en su vida “logró” objetivos que parecían inalcanzables, teniendo en cuenta su estado y su condición de mujer,
puesto que la mujer no era considerada en sus derechos en ese entonces. ¿Por qué es llamada así? ¿Cuáles fueron las
“causas imposibles” que logró que sean posibles? ¿En dónde radicó el éxito para que lograra todo lo que logró?
Para responder a las respuestas, hay que tener en cuenta primero todo aquello que logró Santa Rita, repasando su
biografía[1].
Desde niña, dio muestras de extraordinaria piedad y de amor a la oración, concibiendo ya desde entonces el deseo de
ingresar en el convento de las Agustinas de Casia para consagrarse a Dios. Pero sus padres decidieron casarla y como
amaba mucho a sus padres, les obedeció humildemente, por amor, convencida de que con la obediencia demostraba el
amor a sus padres y a Dios. Sin embargo, su esposo resultó ser un hombre brutal, violento y disoluto, con un
temperamento iracundo que aterrorizaba a sus vecinos. Rita soportó durante dieciocho años, con increíble paciencia,
sus insultos e infidelidades. Los sufrimientos de Rita aumentaban todavía más, al comprobar que a medida que sus
hijos crecían, emprendían la misma senda errónea de su esposo. Sin embargo, la tristeza y la tribulación nunca fueron
más fuertes que su amor a la Cruz y a la oración, por lo que no pasaba un día sin que Santa Rita elevara sus oraciones
pidiendo la conversión de su esposo y de sus hijos. Un día, la gracia santificante tocó el corazón de su esposo, quien
le pidió perdón por todo lo que la había hecho sufrir. Días más tarde, su esposo murió a causa de una pelea o de una
venganza, quedando su cuerpo todo cubierto de heridas. Su dolor aumentó al enterarse que sus hijos habían jurado
vengar a su padre. La santa suplicó fervorosamente a Dios que no permitiese que sus hijos se convirtieran en asesinos,
y Dios escuchó su oración, puesto que enfermaron gravemente al poco tiempo y murieron antes de llevar a cabo su
venganza. Rita, que los asistió tiernamente en su enfermedad, consiguió que, antes de morir, perdonasen a sus
enemigos.
Al quedar sola en el mundo, Santa Rita decidió retomar la vocación de su infancia, la vida religiosa, y por ello pidió la
admisión al convento, pero se le negó la entrada aduciendo que las constituciones no permitían el ingreso de mujeres
viudas. Rita insistió por tres veces, recibiendo otras tantas la misma respuesta por parte de la priora, y otras tantas
recibió la misma respuesta, hasta que en 1413 hicieron una excepción con ella y le concedieron el hábito religioso.
En el convento, vivió con la misma sumisión y humildad con que había vivido en su familia como hija y en su
matrimonio como esposa. Jamás cometió la más mínima falta contra las reglas del convento. Su superiora, para
probarla, le mandó una vez que regara una vid seca; la santa no solo obedeció aquella vez, sino que la regó todos los
días. Hacía mucha penitencia, y era muy caritativa con las religiosas enfermas. Con su ejemplo y sus palabras
consiguió la conversión de muchos cristianos tibios, y todo cuanto decía o hacía estaba fundado en el gran amor a
Dios que experimentaba. Desde niña había sido especialmente devota de la Pasión; como religiosa, fue arrebatada
muchas veces en éxtasis, mientras contemplaba los misterios dolorosos de la vida del Señor. En 1441, la santa asistió
a un fervoroso sermón que San Jacobo de la Marca pronunció sobre la coronación de espinas. Poco después, estando
la santa arrodillada en oración, sintió un agudo dolor en la frente, como si una de las espinas de la corona se le hubiera
clavado la herida supuró y comenzó a despedir un hedor tan fuerte, que la santa no podía estar en presencia de las
demás, debiendo retirarse a lugares apartados en el convento. La herida desapareció temporalmente, por pedido de la
santa a Dios, para poder acompañar a sus hermanas en la peregrinación que hicieron a Roma en el año jubilar de
1450, pero reapareció apenas Rita volvió al convento, de modo que se vio obligada a vivir prácticamente recluida
hasta su muerte. La santa continuó practicando la penitencia y soportó con mucha paciencia otras enfermedades que le
sobrevinieron. Según la tradición, en su lecho de muerte la santa pidió que le trajesen una rosa del jardín; como no era
la estación de las rosas, pensaban no encontrar ninguna, pero para sorpresa del convento, en el jardín había un rosal en
flor. Le preguntaron si quería otra cosa, y la santa dijo que sí, que quería también dos higos y, para mayor sorpresa,
encontraron dos higos en una higuera sin hojas. Murió el 22 de mayo de 1457.

Mensaje de santidad
Una vez conocida su biografía, estamos en condiciones de responder a las preguntas del inicio. Estas son las cosas
“imposibles” que logra Santa Rita:
Logra entrar en un convento, siendo mujer casada.
Logra la conversión de su esposo, un hombre violento y poco religioso.
Logra la conversión de sus hijos, dominados por la sed de venganza.
Logra que la paz de Dios reine en los corazones violentos.
Logra la conversión de muchos cristianos tibios.
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A causa de su herida punzante, dolorosa y purulenta, logra vivir recluida dentro del mismo convento, imitando
así a Cristo, que por amor a nosotros sufrió la cárcel, la reclusión y el rechazo de los hombres. Con su amor a la
Pasión, amor ya presente en ella desde su niñez, amor que en Santa Rita es inalterable a lo largo de toda la vida, nos
enseña que es verdad aquello de: "el amor es más fuerte que la muerte", porque este amor a Cristo crucificado fue más
fuerte que todas las tribulaciones que tuvo que pasar, ya sea en su condición de mujer casada como de religiosa. Y
este amor "más fuerte que la muerte", es el que ahora y para siempre le da la vida eterna en los cielos.
Finalmente, y lo más importante, logra entrar en el Reino de los cielos, aun siendo ella una pecadora (los más grandes
santos, sin la gracia, son los más grandes pecadores).
¿La causa de que Santa Rita logre todas estas cosas imposibles? La gracia santificante de Jesucristo y el don de
responder fielmente a esta gracia por medio de la humildad, la caridad y el amor a la oración.
Roguemos por lo tanto a Santa Rita que interceda por la conversión de nuestros seres queridos -así como ella
intercedió por sus seres queridos y estos se convirtieron y se salvaron- y, además, por lo que parece imposible: la
propia conversión del corazón.
Recuerdo épocas no tan lejanas; cuando la plaza principal se colmaba de personas de toda la ciudad, aquellos que
arribaban de los distritos, el asombro de los turistas y todo aquel que se animaba a penetrar las entrañas de una plaza
repleta de puestos de artesanos y peregrinos, como si las raíces se plasmasen en una modernidad que se niega a
aparecer, pues quizás lo rupestre y artesanal se apodera de lo nuevo y despierta, el amor de los pueblos riojanos.
Decir Santa Rita es expresar UNIÓN, es imaginarnos la familia unida arribando a nuestra Iglesia principal, rezando,
esperando comulgar, disfrutando con las demás familias que van copando las calles con risas y amor de época, en
donde la solidaridad y el cariño van de a poco siendo parte de una sociedad que sufre y pide por las necesidades y el
trabajo, en una etapa de decisión para los riojanos que se manifiesta mediante el voto popular.
Es por ello que éste próximo domingo es un buen momento para pedir a nuestra patrona que vele por nuestra ciudad,
que nos siga protegiendo y no nos desampare, que las necesidades y desdichas no se apoderen de nuestra sociedad, y
la solidaridad siga caracterizando a ese gran número de chileciteños que ejercen tal facultad.
Revalorando la unión familiar, el amor y la amistad disfrutemos de un
domingo en familia adorando a nuestra patrona Santa Rita de Casia.
Alejandro Daruich (h)

DIONISIO Y SU CASTILLO

El último poblado del recorrido es Santa Vera Cruz. Está rodeado de


nogales, álamos, pequeños arroyos, y por sobre todas las cosas, un
profundo verdor que avanza por todos los recovecos. La razón principal
para detenerse en Santa Vera Cruz es la visita al castillo sin dudas
“encantado” de Dionisio Aizcorbe, un ermitaño octogenario que llegó a
este paraje hace 25 años en busca de un poco de paz. Su cabellera blanca
sobrepasa los hombros y una frondosa barba blanca se extiende hasta la altura del pecho.
Dionisio habita en un castillo construido con cemento y piedra por él mismo al pie de los cerros. Es de forma
rectangular y tiene unos cinco metros de altura. Se entra por un extraño portón de hierro cuyo arco superior reza:
“Homenaje a Vincent Van Gogh”. Encima tiene unas aspas de molino similares a las que pintó el artista. De
inmediato se desemboca en un pequeño jardín con imágenes budistas, y al frente está la representación del Vía Crucis.
Luego hay un pasadizo de columnas rematado en el techo por una escultura de un barco vikingo, que conduce hasta la
entrada del castillo. Las salas interiores son espacios reducidos cuyas puertas y ventanas tienen formas asimétricas.
Dionisio vive totalmente solo en los laberintos de su castillo, menos complejos que los de su mente. Frente a los
visitantes –a los que suele recibir con el ceño fruncido– profetiza a los cuatro
vientos que Cristo, Buda y Mahoma están reunidos en Marte planificando su
regreso. Además le advierte al mundo que Bush está poseído por Lucifer.
Dionisio no se caracteriza por ser una persona diplomática y su carácter es
muy cambiante según cada visitante. DIONISIO AIZCORBE: Hombre tan
particular en su modo de vida y de pensar, nació el 12 de julio de 1921 en
Rosario, Santa Fe. A los 53 años decidió re-encontrarse con su yo interior
(algunos dirán: "Le saltó la térmica”) y la naturaleza, por lo que dejó su bagaje
de vivencias atrás y se trasladó hasta Santa Vera Cruz.
Santa Vera Cruz: Pueblito de unos 100 habitantes a unos 8 Kms. de la ruta
provincial 75, provincia de La Rioja, Departamento Castro Barros, a unos 120 Kms. de la capital provincial, hacia el
oeste.
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A partir de una cabaña de piedra y madera, que conformaría su hogar hasta el fin de sus días, comenzó una obra
escultural pocas veces vistas en el mundo y única por estas latitudes.
Dionisio desarrollo aquí su filosofía de pensamiento "EL HOMBRE ES LO QUE PIENSA", decía y trasladaba ése
pensamiento en obra: una gran escultura conocida hoy como "EL CASTILLO DE DIONISIO", según él, pensado en
reiteradas vidas. Lejos de ser un castillo convencional, realizó solo y con sus
propias manos y a través del tiempo una razón para vivir y transmitir a sus
visitantes a través de una mezcla de culturas fundamentalmente provenientes de
las filosofías Hinduistas y Budistas, pero donde la base de todo fue siempre su
propio pensamiento y ese amor por Dios y todos los seres del planeta.
"El universo es influenciado por nuestra conciencia, nosotros, con nuestros
pensamientos hacemos el mundo". "La ley del karma es inexorable, lo que
siembras cosecharas, si hieres por la espalda, por la espalda morirás". "Somos
los arquitectos de nuestro destino: amar, perdonar, no criticar te elevan a dios,
haz como el escultor que va puliendo su estatua: pule, modela, suaviza, sonríe y
ese serás tú"." ¿Que anhela el hombre? Con todos sus esfuerzos, con todo su afán, ¿que desea encontrar?... Ha
probado todo lo de afuera, menos su interior".
Estos fueron solo algunos de los pensamientos de Dionisio, sobre la vida del
hombre en esta tierra, y que no hacen otra cosa que resumir un afán personal,
íntimo y subjetivo de intentar llegar a la sabiduría a través de la espiritualidad y
el amor hacia todos los seres que existen en el cosmos. Esto no solo lo
desarrollo en su propio interior, sino que lo transmitió a todo aquel que se
acercó a su morada.
Este es un pequeño recuerdo para un hombre que en su personalidad solitaria
encontró su paz interior, compartió su sabiduría con la mayoría de los
visitantes en su casa, en las siestas de Santa Vera Cruz a la sombra de un sauce
y mate de por medio.
Hombre muy culto, se carteaba regularmente con el Dalai Lama y la Madre Teresa entre tantos otros.
Hoy lejos de querer continuar su obra sólo se pretende reivindicar el pensamiento de un hombre que el 28 de
Diciembre de 2004, se llevó consigo a su morada final, el bienestar de haber encontrado en su yo interior una manera
de vivir distinta, sin hacer el mal a nadie y sobre todo el amor incondicional por todos los seres del cosmos

EL FALLO DEL PADRINO

Héctor David Gatica, 1922 “Integración Cultural Riojana”, Tomo III


Era una vez un joven rico e hijo único, pero de tan mala cabeza, que casi niño aún dejó su pueblo, su casa y sus
padres, para tomar parte de una guerra en que peleaban pueblos vecinos. Nadie supo más de él y todos le creyeron
muerto. Sufrió mil alternativas de suerte. El ejército de que formaba parte había sido completamente derrotado, de
suerte que no hubo quien pagara sus sacrificios. Después del desastre se retiró a vivir en los campos cambiando de
nombre, pues sentía recelo y vergüenza de volver pobre y arruinado a su pueblo del que había salido con tantas
ilusiones. Por un viajero supo al mucho tiempo, que su padre había muerto y como una solución a su situación
desesperada, pensó que debía presentarse a cobrar la herencia. No contaba sin embargo con que el destino cuando
elige sus víctimas no las deja tan fácilmente y que por ende, hallaría nuevas pruebas y contrariedades en su tierra. Y
allá se fue. Es el caso que, en su ausencia, el padre había tenido otro hijo, quien se hizo declarar único heredero de
todos los bienes. Del aventurero que salió antes de su nacimiento, apenas tenía vagas referencias y lo creía muerto de
mucho tiempo. A más era muy miserable y no se conocía que hubiera hecho una caridad con nadie.
Cuando se presentó el hermano ausente, algunos lo reconocieron, pero fue rechazado de plano por el que se creía hijo
único y disfrutaba de la cuantiosa herencia del padre.
Como era caso de promover un juicio y el recién venido no tenía ni blanca, resolvió aceptar su situación por el
momento y se contentó con un pedazo de terreno que se le cedió. Lo cultivó con verduras y así, centavo sobre
centavo, pudo ir ahorrando hasta formar una cantidad que apreciaba suficiente para pagar a un abogado que lo
representara en el juicio de la sucesión. Se presentó nuevamente al hermano y le exigió la partición de la herencia. No
había juez en el pueblo y resolvieron ir a un pueblo vecino. El rico montó a una mula gorda y bien aperada, mientras
que el reclamante lo seguía a distancia al paso de su borrico. Durmieron esa noche en casa de un vecino cuya señora
estaba encinta. El heredero fue recibido en la casa y agasajado lo mejor que se pudo, mientras que el del borrico, se
instaló en unos ramadones viejos, donde hizo fuego y asó para comer las únicas dos cabezas de cebolla que llevaba.
Las asó y el aroma se esparció por todas partes. Para mayor de sus males la mujer del dueño de casa percibió también
el olor y se antojó comer cebollas asadas. El pobre no tenía más ya en las alforjas, por lo que no pudo servir aquel
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antojo y la mujer se enfermó y perdió al niño. Muy disgustado el dueño de casa resuelve ir también a reclamar al juez
de este perjuicio y se unió al hermano rico al día siguiente. En el camino encontraron un hombre con el macho
empantanado en un río. Pasaron los dos ricos y apenas se dignaron mirarlo. Pero el del borrico, que era de muy
buenos sentimientos, se bajó para ayudar al viajero. Mientras éste tiraba del cabestre, aquél procuraba soliviar a la
bestia tomando de la cola. Tan mala pata tenía el hombre que al arrancarla del ataseadero, se quedó con la cola
cortada de raíz en las manos.
Muy indignado el dueño del animal, casi le propina una paliza y galopando un poco, se reunió con los acusadores
anteriores, dispuesto a entablar demanda ante el mismo alcalde por la mutilación de su bestia.
El pobre del borrico iba desesperado y maldiciendo su suerte. Si salvaba de su asunto, de los otros no se escapaba con
seguridad. A más le habían informado que el alcalde usaba un rigor extremado que tenía aterrorizada a la región. Lo
menos que pensaba es que el primer juicio no más, se le mandara a dar pataletas en la horca. Con esto resolvió
formalmente poner fin a sus días y saldar de este modo todas sus cuentas.
Se subió al campanario de una iglesia que encontraron en el camino para suicidarse arrojándose de lo alto. Así lo hizo,
pero dio la coincidencia que en ese preciso instante salió un fraile, sobre el cuál cayó, descogotándolo.
-¡Es el colmo que ni matarme pueda!- decía el muy cuitado. Otro fraile que salió al ruido, lo apostrofó y lo excomulgó
por sacrílego y se dirigió a acusarlo formalmente ante el alcalde, por homicidio.
El pobre se resignó con su suerte y pensaba que sin duda era su destino morir ahorcado, porque si no lo condenaban
por los reclamos anteriores, de este último no podía escapar. Así que siguió en su borrico hasta que todos se apearon
ante el tribunal del alcalde tan temido.
Este los hizo entrar a todos y les obligó a hablar por turnos: el mal hermano declaró que era el acusado un intruso que
quería apropiarse de la mitad de la herencia de su padre, indebidamente.
El esposo de la parturienta que era el ocasionante de la pérdida de su hijo y de la enfermedad de su mujer.
El macho rabón, que maliciosamente le había arruinado su precioso animal, dejándolo ridículo.
Y el fraile, que había muerto al sacerdote su compañero, cayendo sobre él desde la torre de la iglesia.
El pobre estaba tan cortado, que no se atrevía a alegar nada en su descargo y permanecía más muerto que vivo. En
esto lo llamó al juez aparte y al averiguarle de su vida y de cómo pasaron los hechos, llegó a la conclusión de que era
el hijo de su mejor amigo y el niño a quién sirviera de padrino y de que todos los reclamantes lo hacían con mala fe y
válidos de que litigaban con un pobre. Por todo esto resolvió dar una sentencia ejemplificadora. Y falló:
A lo Primero: Que era hermano del reclamante. Que a él le constaba, porque había sido su padrino. Y que como el
hermano había disfrutado tanto tiempo de la herencia sin hacerle partícipe, que ahora la entregara totalmente al pobre
para que la gozara como dueño por igual tiempo.
A lo Segundo: Que siendo el reclamo por la muerte de un niño y enfermedad de la madre,
condenaba al acusado a que tomara a la mujer y no la devolviera al esposo sino con otro niño
y en condiciones de salud.
Al tercero: Que el acusado se hiciese cargo del macho rabón y lo usara y no devolviera hasta
que no le saliese la cola.
Al Cuarto: Que se aplicara la pena del talión; que se subiera el fraile a la torre y se arrojara
sobre el acusado, en momentos en que éste saliese de la iglesia.
Y como en aquellos tiempos no había ni códigos ni apelaciones, diz que se cumplió la
sentencia al pie de la letra y que el pueblo rió y aplaudió el fallo de su alcalde.

Don JUAN ALARCÓN MIRANDA

Nació en 1885 en La Serena (Chile) era hijo de padre español y madre argentina los que tenían un circo con el que
recorrían los pueblos de Chile dando funciones, al lado de ellos Don Juan aprendió desde bailar en la cuerda floja
hasta representar dramas.
Su niñez alegre y despreocupada fue cortada bruscamente por la fatalidad: primero murió el padre en una corrida de
toros y luego la madre al caerse del trapecio.
Al morir sus padres fue internado y educado en el Convento de Franciscanos de Copiapó, aquí aprendió los secretos
de la liturgia que tanto le servirían andando el tiempo.
No duró mucho en el convento, la vida de encierro no se hizo para él, logró escapar y desde entonces se sumó a
cuanto circo o teatro lo quiso admitir.
Los familiares que le quedaban era una hermana llamada Sara, y su abuela materna doña Sara, esta señora era de
Albardón (San Juan, Argentina) ferviente religiosa era gran amiga del obispo de Chile Racebí, quien cierta vez en
agradecimiento de dos palomas de plata con que la señora lo obsequió a su vez le dio una imagen de bulto de la
Virgen de Andacollo.
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La abuela, antes de morir, lo llamó a su lado y entregándole la Virgen lo hizo prometer que la donaría a alguna iglesia
de la Argentina.
Pasó el tiempo y don Juan vino con su convoy de mulas a la Argentina, que traía, además de las instalaciones del
circo, la imagen de la Virgen de Andacollo. De paso por Guandacol (La Rioja) se encontró con una procesión en la
que llevaban en andas, una estampita de la Virgen de Andacollo, se agregó a la misma y empezó a rezar y cantar los
salmos a la par del sacerdote. La fidelidad con que lo hacía llamó la atención del padre D’Ols y conversando, el padre
le aconsejó cumplir lo prometido a su abuela y entronizar a la Virgen de este lado de la Cordillera.
Convencido por el sacerdote le ofreció primero a la gente de Guandacol, quien no se la aceptó por estar muy
encariñados con la estampita.
Ya resuelto a donarla a cualquier iglesia que quisiera recibirla, siguió hacia Villa Unión,
Villa Castelli y Vinchina donde también tenían la suya, informado que en Jagüel no la
tenían, resolvió llegarse hasta allí.
Jagüel, en aquel entonces, era un pueblo netamente minero y los hombres que no trabajaban
en sus minas se empleaban como arrieros de tropas y baqueanos para cruzar la Cordillera de
Los Andes llevando animales a Chile.
Este pueblo enclavado al pie de la Cordillera estaba alejado de Vinchina y para llegar a él
había que recorrer senderos casi colgados de las nubes, trepar montañas, vadear ríos, cruzar
arenales, esquivar piedras y temporales.
Nada de esto amilanó a don Juan; se consiguió un burrito y un baquiano y partió rumbo a su
destino.
Andaba entre montañas, orillaba precipicios, cruzó varias veces el río La Troya que en su curso zigzagueante lo
topaba una y otra vez, algunos arenales lo dejaban extenuado ya que casi todo el camino lo hizo a pie para no cansar a
su burrito; cuenta que se gastó un par de alpargatas y que de noche dormía a la intemperie y se tapaba con las
estrellas…Así un día y otro hasta llegar a Jagüel.
Entró por un largo callejón que en realidad era un gran zanjón de unos cuatro metros de altura, a poco de andar por él
el burrito se cayó y no hubo forma de levantarlo, se resistía con toda tozudez.
Don Juan vio en ello la voluntad de su Virgen, quería quedarse en ese lugar.
Era un 22 de agosto de 1929, desde ese momento resolvió hacerle una iglesia para ella; empezó allí mismo su obra
titánica.
Primero consiguió la donación del terreno donde cayó el burrito, su dueño don Artemio Pantazzi, se lo escrituró libre
de cargo.
Después se abocó a la tarea de rellenar los zanjones, para ello se consiguió la ayuda de los changuitos, quienes, como
jugando, acarreaban tierra en tarros, baldes, en lo que podían; al poco tiempo se unieron a ellos los hombres y mujeres
a quienes don Juan había contagiado su entusiasmo.
Este trabajo de hormigas, constante, tesonero, sin desmayos, tuvo su premio, llegó así el día en que estuvieron
rellenados y nivelados.
Ahora venía la parte difícil y costosa, conseguir el material para construirla.
Esto no detuvo a don Juan Miranda, al frente de su “Circo Alarcón” empezó a recorrer los pueblos del oeste riojano
dando funciones con miras de recolectar los fondos y poder construirla. Era un auténtico juglar: cantaba, recitaba y
actuaba como payaso, gitana, torero y muchos otros personajes, sus caracterizaciones eran perfectas.
La llegada de su circo a los pueblos era muy festejada, en especial por los chicos quienes desde el momento de su
llegada no se despegaban de su carpa y lo ayudaban con toda alegría, por supuesto cada función significaba un lleno
completo.
Durante años recorrió los pueblos y todos sabían a donde iba a parar lo
recaudado. Fue así que mientras repartía alegría cosechaba material
para su iglesia.
Por fin llegó el año 1934 en el que vio su obra terminada, piedra sobre
piedra, adobe sobre adobe la fue levantando, era su hija dilecta, el fruto
de sus desvelos, la culminación de un sueño.
Esta obra titánica, no por la magnitud de su construcción, sino por el
tesón y la fe inquebrantable de su constructor y sus colaboradores Ad
Honorem, consta de tres naves, torre y campanario, está íntegramente
revocada por dentro y por fuera, pintada de blanco a la cal, por lo que
luce blanca inmaculada entre el verde desvaído de la pre cordillera.
Antes de construirla, con sus propias manos, la equipó de púlpito, confesionario y bancos de madera, candelabros,
floreros, manteles, copones, alfombras y todo lo que se necesita para decir una misa.
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Presidiendo la iglesia en su sitial de honor está la Virgen, luce su manto bordado en oro, su corona, bastón y media
luna de plata y una profusión de joyas que a través del tiempo le van
regalando sus devotos.
Don Juan no se quedó en esto, construyó su casa dotándola de habitaciones
especiales con miras de alojar en ella a los sacerdotes misioneros; además al
frente mismo de la iglesia formó un bosque de coposos árboles que sus
buenos sudores le costaron ya que el agua para regarlos tenía que acarrearla
a balde de una vega no muy cercana.
Hoy don Juan Miranda al escrito de este libro (1991) tenía 106 años y estaba
completamente lúcido aunque ya tenía algunos achaques propios de la edad,

y seguía trabajando por su Virgen y no era raro verlo, en los atardeceres,


sentadito sobre una piedra, soñando quizá con algún añadido…
Las formas del paisaje son suaves, cortadas de vez en cuando por pendientes
pronunciadas y quebradas profundas que recuerdan que aquí cambia la geografía.
De un lado, la ríspida montaña; del otro, la amable pre cordillera.
Alrededor de la calle principal se cuadran en perfecta formación las casas con
gruesas paredes de adobe. En las veredas, los tamarindos y olivos de Bohemia
ofrecen generosos algo de sombra a los casi 600 habitantes de Jagüel. Pero
también a los visitantes, que se asombran al ver en las puertas de las casas
ramitos de ruda macho que, según cuentan los lugareños, sirven para ahuyentar al
demonio.
Claro que la espiritualidad de Jagüel no sólo se nutre de leyendas y supersticiones.
Como en muchos otros rincones de La Rioja, el pueblo tiene su iglesia. La pintoresca
capilla cuyos campanarios dominan el horizonte comenzó a discurrir su existencia un 22
de agosto de 1929 cuando, a pesar de la ausencia de caminos, una imagen de la Virgen
de Andacollo llegó en las alforjas de un chileno llamado Juan Miranda.
Los habitantes de la zona creyeron que la Madre de Dios debía permanecer con ellos y,
entonces, decidieron levantar un santuario bajo su advocación. Cabalgando los senderos
a través de cerros, valles y arenales de cauces secos, llegaron los elementos para
construir el templo, que hoy es testimonio de las durezas de la vida en estos remotos rincones.
El Zonda sopla con intensidad, y en sus ráfagas levanta nubes de polvo que hacen desaparecer al pueblo. Lo que
nunca desaparece son los comentarios y, precisamente, es este boca a boca el que despierta las ganas de conocer los
Mudaderos.
Región reservada a la cría de ovinos, hábitat de esa ínfima porción de humanos nómades que subsisten en esta era
postindustrial. En permanente persecución de las pasturas, algunas familias de estos parajes rotan la hacienda de zona
en zona, mientras moran en puestos o rústicas casas de piedra que abandonan tras su paso. Encontrarlos ya es un
hallazgo, que se eclipsa con el sabor de la carne de sus ovinos, a los cuales el
alfalfa que comieron en invierno les brinda un sello especial e inconfundible.
Despierta la sed de aventuras, luego de haber encontrado un puñado de
nómades, uno está listo para ascender hasta 4000 metros sobre el nivel del mar.
Boca de la Quebrada del Peñón hace sentir los efectos de la altura, y enmarca
una atípica laguna.
Laguna Brava es un espejo de agua salobre de 25 kilómetros de largo y un
ancho que varía entre 3 y 4 kilómetros. A esta laguna de origen volcánico, sólo
se puede llegar desde Jagüel en vehículos todoterreno, a través de un camino
en su mayor parte de senda, que a veces se hace a campo traviesa.
A unos 2 km de la orilla se divisan los restos del avión Curtiss C-46 de
Aerolíneas Carreras Transportes Aéreos. Este avión “acuatizó” el 30 de abril
de 1964. Venía de recalar en Antofagasta y traía caballos de carrera árabes
desde Lima. Todas las yeguas estaban preñadas y, además de la tripulación,
iban dos cuidadores. Un motor falló y debieron utilizar el salar como pista de
emergencia. Varias yeguas murieron y otras fueron sacrificadas. Una escapó y
aún hoy se dice en la región que las yeguas que ganan las carreras en los hipódromos locales son “hijas de la yegua
que cayó del cielo”. En cuanto a los tripulantes, sufrieron penurias varias pero fueron rescatados, en tanto el avión fue
desguazado, lo cual permitió encontrar un contrabando de radios. Los restos del combustible, por otra parte,
permitieron a un cazador recorrer durante un tiempo la región luego de extraerlo de los restos. Existe sólo una foto del
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avión entero en la laguna: la descubrí de casualidad en un puesto de Gendarmería Nacional, en Tocota, San Juan. Ese
carguero llevaba las yeguas árabes a una estancia por encargo de Omar Sharif en Chile.
Llegar allí, venciendo los primeros síntomas del apunamiento, tiene su premio. Un trofeo algo paradójico, merced a la
extraña belleza de un lugar que se promete inhóspito. Carente de flora, pero plagado de flamencos blancos y rosados,
patos cordilleranos, vicuñas y guanacos, que no hace más que ratificar la promesa con la que empezó este viaje: La
Rioja tiene rincones desconocidos y llenos de sorpresas.

FIESTA DE LA VIRGEN DE ANDACOLLO

Jague es uno de los distritos del Departamento Vinchina en la provincia de La Rioja, un pueblo tan antiguo que ayudo
a forjar la historia de nuestra Patria, al igual que Vinchina, Jague tiene una historia muy importante dentro de la
provincia de La Rioja. El Distrito de Jague fue muy importante en el desarrollo económico de la Provincia, alto y bajo
Jague son los últimos 2 pueblos que están a la entrada de pre cordillera riojana y vinchina es el único Departamento
en La Rioja que tiene salida al Pacifico con el Paso Internacional Pircas Negras que en este caso el camino pasa por el
pueblo de Jague y eso lo hacia muy importante en las vías de comunicación entre estos pueblos del Oeste riojanos.
Jague en su tiempo de desarrollo llego a tener aproximadamente 5.300
habitantes todos trabajando en los arreos como así también pequeña
actividad minera en socabones como se realizaban en esta zona, las
empresas eran extranjeras; Inglesas, Holandesas y en general, Hoy
todavía existe las ruinas de una planta de fundición de minerales de
origen Ingles, los dueños eran de apellido Ericsson que se encuentran
las placas de sus restos en el cementerio de Jague pero la actividad
minera de la mano de esta planta de fundición que utilizaba madera
para calentar los hornos desforesto casi todo el valle de jague para
poder llevar a cabo sus trabajos de fundición.
En Jague en el año 1.898 aproximadamente hubo un terremoto con
epicentro en este pueblo que fue el que rompió las viviendas "casa" por eso más allá de que Jague sea un pueblo muy
antiguo no tiene casas que superen los 120 años de antigüedad aproximadamente. Este valle albergaba el ganado que
llegaba de otros zonas de la provincia como así también de otra provincias como Buenos Aires, Santa Fé y Córdoba
se los traía por tren a la zona de Nonogasta y de ahí arriando hasta Vinchina Y Jague según sería su destino de
engorde para posterior ser pasados al País Vecino de Chile. Hoy Jague es un pueblo hermoso de conocer es muy
pintoresco, su calle principal es el lecho de un río seco las casas se ubican a la vera de la cuenca de río y las barrancas
del río hacen de veredas de están viviendas, se cuenta que hasta el año 1.971 aproximadamente corría creciente por
esta calle río cuando crecía con agua de lluvia el río Jague que se encuentra en la parte Norte de Alto Jague. Todavía
hay casas que tienen los corrales para vacunos y las maquinas que así le llamaban a 4 palos parados en donde de los
ataban a los vacunos para ponerles las herraduras porque sino sin herraduras no lograban cruzar la Cordillera.
“Un tropel de pronto y a tiempo un buen grito / del patrón que volvía contrito / se oyó en el camino de la Cordillera: /
¡Temporal, muchachos; atrás la torada! / Y así que volvían rumbo a la posada / (Toro…oro…era…! / _ por la
Cordillera _), / la tragedia tuvo su realidad franca: / la roja montaña, que ahora era blanca, sepultó el arreo
fugitivamente… / Y quedó tan solo, como una balumba / bajo de un sudario glacial, una tumba: / y un último eco se
oyó débilmente: / ¡Toro… oro… era…! / _ por la Cordillera _” (Alberto Gabriel Ocampo “Arreo Cordillerano” 1978).
Don Patricio Urrichi, quien es uno de los tantos arrieros que llevaban ganado desde Alto Jagüé hacia Chile y que aún
vive, como Don Cirilo Urrichi, también de Alto Jagüé, y como Don Humberto Martínez que tiene 90 años y que vive
en Guanchín. Relata Don Patricio: “Yo crucé muchas veces la cordillera con mulas a Chile, está el Cirilo, estoy yo,
los únicos que estamos vivos de aquí. A los novillos los sabíamos traer de Nonogasta a Villa Castelli, allí los erraban
y salíamos a veces por el Yeso. De Nonogasta hasta acá nos llevaba más de una semana, según como venían los
animales, había que errar, parar por ahí. Sabían venir los chilenos de allá, erraban y salíamos. Nosotros teníamos un
capataz cordobés, ese venía de Córdoba con los animales, novillos. Yo anduve mucho por la Cordillera, crucé muchas
veces la Cordillera”.
Sigue relatando Don Patricio: “Una vuelta ya hacía 15 días que estaba nevando, estábamos tapados de nieve, allí en la
Laguna Brava, un poco más para allá, en la Lagunita Verde. Ahí hemos estado 15 días, “quedaos”, tapados de nieve,
que se yo. Y después seguimos y allá entregábamos los novillos y volvíamos. Cruzábamos en mula. Entregábamos en
El Obispo, allá había una finca “Pastos Largos”, y volvíamos otra vez. Y ya somos los únicos que hemos quedado, yo
y Cirilo, yo soy mayor que Cirilo, tengo 84 años. Pedro Barrera era otro, pero ya murió. El ganado venía de Córdoba
por tren a Nonogasta, ahí recibíamos en Nonogasta y de ahí arreábamos por la Cuesta de Miranda, pasábamos de
noche, mucho tráfico, 8, 10 días para llegar acá, si los animales estaban lindos erraban los toros y ahí nomás salíamos,
son dos días al Peñón.
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Concluye Don Patrició:”del Peñón, según como vayan, íbamos a Fandango, de Fandango a Pastillo, que se yo. No
yendo jodida la hacienda son 8, 10 días a las primeras fincas. Nosotros hemos sufrido mucho en la Cordillera”.
Hoy estos pueblos como Alto y Bajo Jague no alcanzan a tener 300 habitantes y cada día al no tener salidas laborales
se van y de esta forman, estos pueblos van desapareciendo. Jague se lo conoce Camino a Laguna Brava, y al paso de
la cordillera riojana. Jagüel a 1800 msm. hoy vive sumido en el olvido, sus jóvenes emigraron en busca de nuevos
horizontes, sólo quedan los niños que aún no crecieron como para seguir sus huellas y los viejos que no quieren
desprenderse de sus cosas, ellos viven añorando aquellos buenos
tiempos en que “corría la plata como agua”. Eran tiempos de bonanza,
se explotaban sus minas de oro, plata, mercurio y hasta ellos llegaban
los troperos arreando sus animales, para hacerlos cruzar la Cordillera y
llevarlos a Chile, en el pueblo los esperaban los baqueanos y hombres
de caballo para agregarse a ellos, las noches eran alegradas con
guitarreadas y cantos.
Pero todo eso sólo queda en el recuerdo, hoy su gente vive cuidando
cabras en los puestos diseminados en la montaña, en sus magros predios
cultivan trigo, maíz, zapallos, alfalfa, no pueden cultivar más por falta
de medios económicos, además son las únicas plantas que resisten el
castigo despiadado del viento helado del Troyano.
Quizás la grandeza del coloso que tienen al frente mismo de sus casas les trasmitió su fuerza y coraje para sobrellevar
una vida dura y sacrificada.
Aquí en ese ambiente de fe y esperanza se celebra año tras año el 26 de diciembre la festividad de la Virgen de
Andacollo. Aquí sigue presente el espíritu de don Juan Miranda predicando su doctrina de fe y amor en una tarea que
se volvió obsesión. Sin haber sido nativo del lugar rápidamente se transformó en uno de sus hijos más queridos y echó
raíces tan hondas en esa tierra áspera que lo cobijó que ya nada lo pudo separar de ella.
Su Virgen de Andacollo fue el motivo de sus desvelos, durante años no hubo pausa ni desmayos porque se había
transformado en parte de su carne y de su sangre.
Con mucha anticipación al día de su fiesta él ya andaba recorriendo los puestos en busca de pedidos de misas,
bautismos, comuniones, funerales, casamientos, porque hay que aprovechar la llegada de un sacerdote, además de
aquello realizaba la novena, ensayaba los coros que cantarán durante la misa y practicaba los pasos de baile con los
chinos o pishingas. No dejó nada librado al azar, se multiplicaba para que todo le saliera bien.
Días antes de la fiesta el pueblo despierta de su letargo, van llegando los promesantes y los que piensan vender algo.
De las sierras bajaban los puesteros, vendieron algunos animales y con ese dinero compraban ropa para toda la familia
y aun les quedaban algunos pesos para dar la limosna a la Virgen y otros para gastarlos alegremente con sus amigos y
parientes. Al llegar el día tan esperado, gente y más gente, las casas
resultaban insuficientes para albergarlos, entonces cualquier árbol que
había sido plantado por don Juan Miranda en el predio de la Iglesia, resulta
bueno para acampar a su sombra; allí se tendía un poncho donde van a
parar los chiquilines que aún no caminan, los otros andaban felices con la
cara embadurnada de chocolate y caramelo, esquivando las patas de los
animales o las ruedas de los autos. Todos lucen sus mejores galas, no es
cosa de quedarse atrás de aquellos que se fueron a rodar tierra y vuelven
orgullosos luciendo sus ropas ciudadanas. A lo largo de la calle se forma
una feria, allí se venden y compran: peleros, pellones, monturas, lana de
vicuña y oveja, ponchos, alforjas, ropa, juguetes, estampitas de la Virgen,
comidas (empanadas, cazuela de gallina, asado de vaca o cabrito, locro) y por supuesto vino…a rodos…
A las 10 am es la función, a ella acuden todos con gran devoción; la iglesia está repleta de gente apeñuscada; son los
que pudieron entrar, el resto se conforma con seguirla a través de los altoparlantes, obra también de don Juan.
Pasada la misa viene el momento de los saludos y encuentros con amigos y parientes a quienes vuelven a ver después
de un año, justamente para estas fiestas; entre ellos se eligen los padrinos y madrinas para los casamientos y
bautismos. Todas las casas están de fiesta, sus dueños se desviven por atender cumplidamente a sus visitas y aún a los
amigos de sus amigos. Pero mientras todos se divierten festejando el día de su Virgen, don Juan no descansaba,
recibía pedidos de más misas, limosnas, ofrendas de distintos tipos: flores, joyas, velas, floreros, alfombras, manteles
bordados, dinero, adornos de plata y oro y una infinidad de “mandas cumplidas”: corazones, piernas, ojos, órganos
varios del cuerpo humano que fueron “curados”, todos representados en plata: algunos se despojan de sus anillos de
oro dejándolos también como ofrenda y hasta hay algunos que llevan mates y bandejas de plata.
A media tarde para toda música, se interrumpen las reuniones y bailes, todos se preparan para el momento más
solemne del día: la Virgen sale a bendecir las casas y los campos.
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La llevan en procesión hasta la vega del pueblo en un recorrido de unos mil metros; va cargada en los hombros de
autoridades y personas caracterizadas del pueblo, durante el trayecto este honor se lo disputarán entre todos.
Delante de ella van los “chinos o pishingas” o sea los promesantes, dando siempre la cara a la Virgen, vale decir
caminan de espaldas al camino, mientras lo hacen ejecutan pasos de baile al compás de sus cajas y flautas, en ritmos y
armonía perfectos. Los “pishingas” llevan una vestimenta especial que representa al minero y su tarea en recuerdo del
primer milagro realizado por la Virgen, volver a la vida a un minero sepultado por un desprendimiento del cerro.
Visten pantalón a media pierna, camisa blanca, pañuelo gótico cayendo a la espalda, banda de colores vivos cruzando
el pecho, faja también de colores sujetando el pantalón, vincha en la cabeza con un espejo al frente y en la mano un
tambor o una flauta adornada igualmente con hilos trenzados de colores vivos. Cada una de estas prendas tiene un
significado relacionado con la tarea del minero. El sombrero o morrión, representa el recipiente donde llevan el
kerosene, el pañuelo gótico, el capacho en el que sacan el mineral; la caja o apretador, la banda que sujeta el capacho;
el espejo, la lámpara que alumbra el socavón y la caja o flauta, el sonido de la chancada del mineral.
La procesión se realiza con toda devoción y corrección, don Juan estaba en todo, vigilaba constantemente la marcha
de la misma ayudando además al sacerdote en sus rezos y cantos. Al finalizar la procesión venía el brindis de los
niños que hicieron la primera comunión. En la galería de la casa de don Juan era la reunión;; los niños vestidos
impecablemente con trajecitos prestados por don Juan bajo la apena de no ensuciarlos ya que tenían que servir para
otros en años sucesivos. Todo el pueblo colabora en este festejo llevando cada uno lo que tenía: huevos, harina,
azúcar, leche y don Juan con sus propias manos hacía la torta. Había música, alegría, chocolate, torta, masas y un
payaso de lujo que hacía las delicias de los changuitos…¡otra vez don Juan actuando!

EL MILAGRO

Caía la noche invernal, por el rápido oscurecimiento y el ulular del viento entre las peñas presagiaba ser muy fría.
El rancho de don Pedro ubicado estratégicamente de espaldas a la Cordillera era seguro refugio en esas noches frías
de Jagüel. Su única habitación construida con techo de ramas de pus-pus y paredes revocadas de barro tenía el
privilegio de desempeñar las funciones de cocina, comedor, dormitorio; allí en el centro mismo de ella y en el suelo
arde un buen fuego alimentado con leña de cuerno cuyas llamas ondulantes semejan odaliscas bailando entre tules
azules, rojos y anaranjados.
A su alrededor hay unas cuantas pavas con agua para cebar el mate y haciéndoles compañía una ollita de hierro con
un puñado de maíz tostándose burla la impaciencia de los changuitos que con un largo palito hostigan las ancuas y las
florcitas para que se doren rápidamente.
A un costado del hogar una carguita de leña, haciéndole frente
varias cutamas con mazorcas de maíz y en el rincón más
abrigado un catre de tientos trenzados sostienen la dulce carga
de tres niños dormidos entre pellones.
Este es el reino de don Pedro.
En esa noche tan fría su familia está a la vuelta del fuego
tomando mate y para no tener las manos desocupadas,
desgranan maíz con gran habilidad y frotan las mazorcas con
un marlo y mientras los rubios granos van cayendo en las tipas
sostenidas por las rodillas, comentan los episodios del día.
En eso estaban cuando alguien llega desde la calle.
-¡Güenas y santas!
-¡Sin pecado concebida!
Cerro Pilar (S), 5032 msm.
Final de la Quebrada El Peñón y ascenso a Laguna Brava.
Adelante Domingo. ¿Qué te pasa que parece has visto al Diablo?
-¡No es pa menos lo que me acaban de contar, en el almacén de don Genaro están los arrieros de don Delio y lo que
cuentan pone los pelos de punta!
-Asegún dicen que cuando volvían de Chile han encontráu, en medio el camino, a la tropa de don Tiburcio helada, al
parecer los há pilláu la tormenta de nieve sin darles tiempo de llegar al refugio… ¡Diz qu’ era cuadro de no ver!
-Unos estaban apeñuscáus en medio las piedras, otros entreverados con ponchos y peleros, a don Tiburcio lo han
halláu paráu paráu como estatua de hielo al frente de su mujer y su hijita… ¡Les había echáu encima todos sus
ponchos!...
-¡Pobre hombre, Dios lo tenga en su santa gloria!
-Pero eso tenía que pasarle algún día porque se ponía muy temoso cuando tomaba unas copas de más y lo peor es que
no atendía razones.
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-Es justamente lo que pasó la noche antes del viaje, diz que ya estaba medio “chispiáu” y lo había votáu a su baquiano
porque le prevenía que amenazaba tormenta de nieve y no convenía encarar la Cordillera. Total no le llevó el apunte y
salió de viaje con los peones que lo quisieron seguir…
-Ahí tiene las consecuencias.
-De todos modos es muy triste el destino de los pobres, Dios los acoja en su seno.
-Pero esperen un poco, eso no es todo, lo que viene es lo que pone los pelos de punta.
-Diz que la Basilita, la hija de don Tiburcio l’han encontráu viva en medio de los brazos de la madre muerta.
-Agatas que l’han podíu sacar de ahí, que la pobrecita estaba completamente ronca de tanto llorar.
-No se podían explicar cómo estaba viva después de pasar una semana sin nadie que pudiera ayudarla, la chiquita,
además de ronca estaba muerta de miedo y frío.
-Después de calentarla, darle té y esperar que se calmara un poco recién han podíu conseguir que hable y les há
contáu que todos los días iba una señora y con las manos juntas le daba a comer una cosa blanca, dulce…
-Los troperos han pensáu que eso no era cosa de este mundo y apenas han llegáu aquí l’han lleváu pa la iglesia… Han
cuanto la niñita, que apenas tiene tres añitos l’há visto a la Virgen de Andacollo há dicho esa era la señora que le daba
de comer.
-Qué há síu un momento terrible, todos han caído de rodillas diciendo:
¡Milagro! …¡Milagro!...
-Ahora todo el pueblo está en la iglesia, unos lloran, otros rezan y todos
comentan el Milagro.
-Vamos, vamos también nosotros… Eso hay que contárselo al padre cura
cuando venga pa las misiones.

EL GALLO DE ORO

En Famatina existe la creencia de que en una de sus casas están escondidas las
plumas del Gallo de Oro, y veamos porqué:
Años ha, cuando don Fidel, un vecino del lugar, andaba cazando en el cerro Famatina vio arriba de una lomada un
gallo muy raro.
Le llamó la atención primero de que estuviera solo y tan lejos de la población, después su tamaño grande como un
pavo pero indudablemente era un gallo y por último el color y brillo de sus plumas que centelleaban al sol como si
fueran de oro.
De inmediato pensó pillarlo, pensarlo y tratar de hacerlo fue uno…
Como buen cazador que era empezó tomando las precauciones del caso, poco a poco fue acercándose, se guarnecía
detrás de las jarillas y pichanas, reptaba silenciosamente… tan cerca llegó a estar que pudo contemplarlo a gusto.
¡Era hermoso! ¡Casi no podía creer lo que estaba viendo!
Embobado miraba como sus plumas doradas lanzaban reflejos irisados al pegar el sol en ellas, admiraba su cuerpo
airoso y erguido, su cabeza coronada de roja cresta, sus mejillas enrojecidas que al igual que la cresta irradiaban
resplandores rojizos como auténticos rubíes.
¿Y su cola?... ¡un portento de belleza! ¡Caía toda empenachada en un arco garboso luciendo una gama impresionante
de amarillos que iban desde el amarillo pálido al tornasolado tirando a anaranjado!...
Por fin saliendo de su asombro se dispone a pillarlo, sigue avanzando y cuando está justo atrás suyo extiende el brazo
y lo agarra de una pata, pero… ahí nomás se le terminó el mundo… El gallo salió a la estampida con él prendido, con
las dos manos, a una de sus patas, corría y corría haciéndolo dar botes en piedras y chaguares hasta que llegó el
momento en que no pudo aguantar tanto golpe y tuvo que soltarlo.
No por ello cejó en su intento de atraparlo.
Todo magullado volvió al pueblo y le contó del hallazgo a su gran
amigo don Domingo.
Don Domingo era un hombre de gran fuerza física y de una
habilidad inigualable para manejar y tirar el cuchillo.
En ningún momento dudó del relato de su amigo y resolvió
ayudarlo para que se apoderara de él. Después de cambiar
impresiones se pusieron de acuerdo en los pasos a seguir para
capturarlo, esta vez eran dos y no podían fallar.
Lo encontraron en la misma lomada, ahora el sorprendido fue don
Domingo, también le parecía imposible pudiera existir un gallo de
oro como el que estaba viendo.
Y repuesto de su asombro fue acercándose poco a poco a él,
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mientras tanto don Fidel quedo un poco rezagado y a la expectativa.


Siguió adelante y cuando lo tuvo cerca le lanzó su cuchillo en un tiro certero, a matar, pero… el cuchillo rebotó en su
cuerpo y cayó al suelo con su hoja doblada.
De inmediato el gallo salió a la disparada, al pasar frente a don Fidel este logró atraparlo por un ala, pero quedó con
las plumas en sus manos porque el muy pillo volvió a escapar
No fue lejos, a poco de andar pegó la media vuelta y la emprendió a picotazos contra los intrusos… éstos al principio
quedaron paralizados por el asombro pero luego reaccionaron y empezaron a correr cuesta abajo… Los picotazos
arreciaban, no había forma de defenderse… el gallo estaba enfurecido los atacaba con el pico, las alas y las patas, las
manos les resultaron insuficientes para defenderse, solo atinaron a cubrirse la cara y en el apuro perdieron las plumas
de oro.
Después de esta triste experiencia volvieron una y otra vez a recorrer el camino andado ese día en busca de las plumas
perdidas, pero todo fue inútil, nunca más las encontraron ni volvieron a ver el gallo de oro.
De ahí la creencia de que alguien las encontró y las tiene muy bien guardadas en su casa.

EL PODER CURATIVO DE LOS YUYOS

Aunque parezca raro todavía hay gente que campo adentro cura sus enfermedades con pociones caseras que se
elaboran con toda clase de yuyos que se consiguen en las entrañas de nuestra propia tierra chileciteña.
Aromas: mientras doña Silvia ceba unos ricos mates el fuego de la hornalla desprende de la olla un exquisito aroma a
puchero. Entre el aroma de losyuyos sobre la mesa, el mate y el puchero la nostalgia invade la cocina mientras que
para ellos solo es una cotidiana forma de vida
Aquí no se necesita prepaga, ni obra social, ni ser afiliado, ni mucho menos dinero en efectivo; solo se necesita un
poco de fuerza humana o unas buenas tijeras para meterse campo adentro y cortar el yuyo que nuestra propia tierra
tiene para regalarnos.
Una vez que tenemos las distintas clases de yuyos aromatizantes se preparan en infusiones o se echan en la yerba del
mate. Es hora de saber que ya tenemos nuestros propios medicamentos caseros para curar nuestros malestares sin
gastar ni un solo peso.
Dieciocho kilómetros separan Chilecito de la hermosa tierra nogalera de Guanchin. La helada noche en el pueblo me
permite conocer a don José Ángel Veragua nacido y criado en estas tierras y a doña Silvia Aballay nacida en Chilecito
y adoptada por el pueblo natal de su abuelo don Vargas. Aquí se
conocieron, tuvieron hijos y construyeron su casa, beben del
agua pura de Guanchin y respiran del aire diáfano de la
montaña.
Hoy están solos, sus hijos se han ido a pasear a la gran ciudad
(Chilecito), ellos prefieren disfrutar de unos ricos mates
dulzones y el calor del fuego de la estufa que se alimenta a leña
seca de vico y piquillín.
Mientras doña Silvia ceba unos ricos mates el fuego de la
hornalla desprende de la olla un exquisito aroma a puchero.
Entre el aroma de los yuyos sobre la mesa, el mate y el puchero
la nostalgia invade la cocina mientras que para ellos solo es una
cotidiana forma de vida.
Don Veragua, un hombre de rostro duro y ojos caído, se
acomoda la gorra y comienza a narrar como se curan las enfermedades cuando no se tiene acceso rápido al médico.
Recetas casera que sirven para curar:
Vira: Se utiliza para curar la gripe, tos y resfrío. Preparación: Se hace hervir el agua y se le echa unas cascaras de
naranja, una braza disuelta en azúcar previamente, y se le agrega una bayaspirina. Si se quiere transpirar para eliminar
y quitar toda la “maleza” del cuerpo se le debe echar una ramita de Romero y meterse en cama.
Hierba Larca: Se lo utiliza para curar los nervios. Preparación: Se lo puede echar en el mate, en el yerbeado o hacer
una infusión. No hacerla hervir porque se pone muy fuerte, tampoco tomar en exceso porque da mucho sueño.
Muña-Muña: Se lo utiliza para entrar en calor, empacho, digestivo y algunos aseguran que tiene propiedades
afrodisiacas. Preparación: Se lo toma comúnmente en el mate o en yerbeado.
Carqueja: Se lo utiliza para curar el dolor de estomago: Preparación: Se lo toma en infusión. No se le echa azúcar
porque no se endulza, es un yuyo muy amargo.
Llantén: Se lo utiliza para curar la vesícula, para el dolor de garganta. Preparación: Se lo hace hervir, se le echa
granitos de sal gruesa y se hacen gárgaras o “buchadas”. Se puede también mascar como se hace con la hoja de coca.
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Pacul: Se lo utiliza para curar la vesícula. Es un palito de espinas coloradas. Preparación: Se hace infusión y se lo
bebe caliente o se deja enfriar y guardar en la heladera tomarlo como si fuese agua.
Sanguinaria y Verbena: Se lo utiliza para curar los problemas de circulación de sangre. Preparación: Se lo toma en té
o hacer infusión y guardar en la heladera.
Cola de Caballo, Tramontana, Pelo de choclo y Pacul: Se lo utiliza para curar los riñones, cálculos y vesícula.
Preparación: Se lo debe hacer hervir y tomar como infusión.
Bailabien, Ajenjo, Alfilerillo, hoja o fruta del Membrillo, Amor seco, Laurel, Té de burro y Oreganillo. Se lo utiliza
para curar el dolor de estomago o cualquier desarreglo de vientre.
Salvia blanca, Salvia morada, Perlilla, Nacar y Orégano: Se lo utiliza para regular el periodo menstrual. Preparación:
Se lo toma en infusión.
Yareta, Alucema, Flor de Sauco, Topazaire: Se lo utiliza para curar a los bebes cuando les da el aire frío de la creciente
o el viento zonda. Preparación: Se muelen los yuyos, se coloca una braza y una gotita de aceite de cocina eso comienza
a emanar humo se debe pasar en forma de cruz.
Busco y no te hayo: Se lo utiliza para curar el dolor de muelas. Es como un esqueletito de insecto; hay que saber
diferenciar cual es, por eso se llama así. Se lo debe colocar en el bolsillo del pantalón opuesto de donde proviene el
dolor de muela.
Molle: Se lo utiliza para aliviar el dolor de dientes y muelas:
Preparación: Se lo hace hervir con sal gruesa y se hacen
gárgaras o buches.
Mientras doña Silvia mueve las brazas y acomoda un par de
troncos que avivan el fuego, el hombre me ceba un rico
mate de esos que entibian el alma y me pide permiso en su
propia casa para prender un cigarro y continúa narrando.
Trucos caseros para curar el cuerpo:
Para el dolor de muelas: Se muele el ajo o tabaco y se lo
coloca en la carie, eso actúa como anestésico. El “Clavo de
olor” también es utilizado para el dolor de muelas pero
aseguran que no es bueno porque afloja la dentadura. Otros
calman el dolor entibiando el aceite con pimienta se embebe
en un pedacito de algodón y se lo coloca en la carié. Dicen que el agua del rio “Rodado” trae muchos minerales y al
consumirla perjudica la dentadura.
Para curar los Flemones: Se pone a fuego lento, sobre una sartén (como si fuera un bife) una hoja de Palanche, luego se
le agrega una pasa de higo y se lo coloca en el flemón. Se debe aguantar lo más caliente que se pueda.
Para la Diabetes: Es buena la Pesuña de Vaca, Liga de Chañar, Amor Seco, Ortiguera o Rupachico. Se lo toma en
infusión o en agua.
Para el Cáncer: Pulpa de nuez, hay que comer 6 por día. No se debe comer mucho porque es pesada para el hígado.
Para las Anginas: Es bueno sahumar la hoja de nogal y el yanten.
Para quitarle la hinchazón del vientre a los niños: Aceite tibio con azúcar bien molida. Se le hace una cruz en el pecho y
se lo faja con una franela y ahí comienza a despedir los gases. También se le puede pasar un huevo de gallina en forma
de cruz.
Para la Varicela y Sarampión: Se lo sahúma con las hierbas, azúcar un poquito de nuez moscada por 3 o 5 días, para
que brote. Luego se baña con manzanilla y se toma una infusión de Borraja.
Para las cataratas o problemas de vista: Se echa Ceniza de sauce en el ojo, se deja actuar y después se enjuaga.
Para el transito lento: Se hierve hojas de durazno y hojas de Sen, se lo pone en la ventana para que le caiga el rocío de
la noche y se lo bebe en ayuna.
Para las ulceras y acides: Se muele las semillas de Cusca más cascara de Palta y se bebe en infusión. Tiene un gusto
similar al café.
Para el apéndice: Siempre y cuando no se esté muy avanzado, se hierve la raíz de la “Bramilla” más la “hierba de
pollo”.
Para calmar el dolor de huesos: Es bueno sobar con grasa de león (puma americano).
Se hacen las 22 hs, el frío aumenta y el puchero ya está listo; tengo que partir porque la cuesta de noche es peligrosa
por la cantidad de animales sueltos. Pasando el umbral de la puerta, don Veragua me llama y me regala una bolsa de
nueces en pulpa que él tiene para vender. Los saludo prometiendo volver a entregarles
el recuerdo de esta charla.
En la humildad de los ojos de esa pareja está la felicidad viva; no hay dinero ni lujos,
solo el campo, la televisión que aparece para matar el tiempo, el frío que hiela y el
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aroma acogedor del hogar que me invitan a contemplar las bellezas de vivir en el campo.
Alejandro Daruich (h)

CACERÍA EN EL FAMATINA

Era un día soleado y cálido día de verano, Sañogasta lucía su esplendor en distintos matices de verde.
Los nogales cuajados de fruta inclinan sus ramas doblegadas por el peso de ellos y las vides escondían sus dorados
racimos entre pámpanos verdinegros.
En este día tan caluroso, un grupo de muchachos, tirados a la orilla del río, disfrutaban de la frescura del lugar “El
Bosquecillo” mientras proyectaban una cacería de guanacos al Famatina.
De inmediato se abocaron a la tarea de organizar el “safari”; después de varios días de intensos preparativos partieron
rumbo al cerro.
Unos iban a mula y otros a caballo, llevaban desde la escopeta con mira telescópica hasta la humilde escopeta del
abuelo. Todos eran expertos cazadores y eximios jinetes.
Salen de Sañogasta cuando aún está oscuro, a medida que avanzan las sombras de la noche van disipándose mientras se
insinúan las claridades de la aurora, parecía que una mano invisible fuera quitando de a poquito las nubes para
mostrarles los montes, las lomadas y por fin la mole imponente del Famatina dorándose con los primeros rayos del sol.
Ya es de día, ya el sol juguetea con las nubes rezagadas tiñéndolas de vistosos colores.
Los cazadores llegaron, para entonces, al primer descanso, están en Cabañas,
aquí descansan, aflojan las cinchas de las monturas y mientras toman café relajan
los músculos.
Ya descansados se disponen a seguir, acomodan bien sus monturas
acondicionándolas para iniciar “el repecho”. Ahora van cuesta arriba, transitan
por estrechos senderos faldeando la montaña, hombres y animales con todos los
sentidos alertas, cualquier descuido puede hacerlos terminar en un precipicio.
Están llegando a Pampas de Cosme, bellezas por todos lados, cerros y lomadas
con infinidad de colores, abras y planicies tapizadas de pastos, vertientes que
marcan surcos en la montaña, flores del aire asomando su carita nacarada
suspendida en las ramas de las plantas o asomando entre las peñas, el chaguar señor indiscutido del lugar luciendo con
toda gallardía sus exóticas flores y pastos y más pastos bailoteando al compás de un vientecillo constante que cada vez
se torna más frío.
Llegan a la Ciénaga, aquí se bifurca el camino, uno va al Alto Blanco el otro a la Veta Hedionda.
Elegido el Alto Blanco enfilan hacia él, el camino va ascendiendo, están ya envueltos en las nubes, el viento frío los
castiga cada vez con mayor fuerza.
A media tarde llegan a Los Caserones, aquí arman campamento, ocupan un refugio de piedras en forma de nido de
horneros, pero antes tuvieron que disputárselo a unos lagartos negros grandotes que estaban de dueños de casa.
Acomodan sus enseres, encienden fuego y empiezan a tomar mate, antes manean las mulas “volvedoras” para que no se
les escapen rumbo a la querencia.
Comen “livianito” para evitar los agarre la puna, el mal de las alturas,
tienden en el suelo y se acuestan de a dos para ganar espacio y darse calor.
Muy de mañana ya están listos para seguir, van todos montados, no puede
ser de otro modo porque a poco de caminar por esas alturas los puede
agarrar la puna.
Van todos alertas, ya están en el Alto Blanco, ¡los dominios del relincho!
Avanzan con grandes precauciones, la mirada vigilante, hay que burlar al
relincho.
En este tipo de caza hay ciertas reglas que seguir y respetar: no hablar, no
fumar, llevar el arma lista para disparar en cualquier momento, fijarse en
la dirección del viento para evitar lleve el olor del hombre hasta el
relincho.
No se animan ni a respirar, alguien vio una tropa de guanacos pastando en una hondonada, por señas se entienden y
empiezan a rodearlos…
Son cinco hembras de larga melena castañas, brillando al sol, están pastando tranquilamente confiando en el relincho
aunque de vez en cuando, mientras comen, levantan la cabeza y mueven las orejas tratando de detectar cualquier
peligro, no está de más alguna precaución…
¡Ahí está el relincho! Tan grande como un caballo, está bien afirmado sobre sus cuatro patas, mientras otea el
horizonte, para las orejas y tiene la nariz dilatada olfateando el aire.
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De pronto, percibe el peligro y cuando va a dar su relincho de alarma el mismo es silenciado por el trepidar de las
armas… ¡el hombre le ganó de mano!...
Instantáneamente las hembras inician la estampida, pero no van lejos, algunas caen en pleno salto desesperado, otras
logran huir pero no irán lejos porque en la senda los está esperando el baqueano junto con los que tienen armas de
menor alcance.
La cacería fue buena, se cobraron piezas hermosas de mucha carne y pelambre, ahora hay que sacarlas de la hondonada
donde cayeron.
Encabeza el descenso el baqueano, ya en el bajo degüellan los animales para desangrarlos, después de esto el baqueano
les abre la panza en busca de la “Piedra basal” que según creencia popular cura el aire perlático de los niños; una vez
encontrada con gran cuidado se la pone en la boca para que no se desintegre y luego la envuelve en un pañuelo, ¡es su
tesoro!
Siguen los trabajos, hay que acondicionar los animales para la vuelta a casa; sin sacarles el cuero los descoyuntan, los
atraviesan en los burros chasneros y le hacen la “reata de guanaco” que es una atada muy firme que impide la carga se
caiga o se corra en las cuestas o bajadas pronunciadas.
Una vez todo listo emprenden el regreso.
El viento helado les rajateó la cara, algunos tienen la boca hinchada por los efectos del frío, otros lucen unos hermosos
magullones pero, nada importa, están contentos y muy felices de haber vivido unos momentos inolvidables de una
cacería en el Famatina.

María Delia Poblete de Soteras


EL PATA ´I LANA

Años ha, vivía en El Jumial, una viejecita muy pobre que habitaba un ranchito solitario y alejado del pueblo; esta
viejecita subsistía gracias a la caridad de la gente del lugar y muy especialmente a la de un guapo y arrogante joven que
solía llamarla cariñosamente “abuela”.
Este joven era el terror de los hombres que tuvieran alguna niña que guardar por la atracción irresistible que ejercía
sobre ellas y por la facilidad que tenía para conquistarlas. Buena pinta, simpaticón y agraciado, sabía explotar sus dotes;
desde los quince en adelante, todas suspiraban y ponían los ojos en blanco cuando lo veían pasar montado en su mula
zaina. El muy taimado bien que sacaba partido de ello; no tenía preferencias, le gustaban lo mismo, las lindas que las
feas, las solteras que las casadas y con ese don especial que poseía, las engualichaba parejito…a su gusto y paladar…
Para hacer el amor era maestro este bribón, no se detenía ni ante la mujer de su mejor amigo, qué decir de las otras; con
la agilidad y la cautela del gato, saltaba limpiamente los cercos y las tapias; entraba y salía de las casas con tal sigilo
que nadie más que la interesada, lo sentía… por esta particularidad tan suya, le pusieron “El Pata Í Lana” y ya nadie en
el pueblo lo conocía por otro nombre.
Como si sus dotes personales fueran pocos, era también de “buen pasar” pues tenía una tropa de carros con los que
hacia viajes a la ciudad, llevando vino y aguardiente; de allá volvía cargado de regalos para las mozas y nunca se
olvidaba de traerle algo para la abuela, un poco de azúcar y yerba o un rebozo para tapar sus viejos años.
Cierta vez había repartido una pieza íntegra del mismo género entre sus preferidas y cuando las veía pasar
“pavoneándose” con el regalo, decía:
- “áhi v´ una con mi marca”.
Para “El pata í lana” el campo era orégano hasta que le pasó algo inexplicable.
Uno de los tantos maridos burlados quiso vengarse y para ello fingió un viaje; hizo corre la voz que había partido y se
encerró en la casa teniendo prisionera a la mujer para que no le avisara, seguro así de la visita del ladrón de su honra y
se sentó tras la puerta a esperarlo, cuchillo en mano.
Hasta “El pata ´i lana” llegaron las noticias del viaje y, más pronto que corriendo, empezó los preparativos para pasar
muy feliz noche.
Ensilló la mula con la montura enchapada en plata que tenía para presumir, vistió bombacha negra, camisa blanca,
botas lustrosas… bien perfumado y con la manta de vicuña al hombro, partió rumbo a su conquista.
Al paso de la mula, muy confiado iba pintando una chala, cuando de pronto vio en el medio del camino un bulto que
cerraba el paso; se fijó bien, y con sorpresa vio que era la abuela que le hacía seña que se parara; a toda prisa sofrenó y
echó pie a tierra, pero cuando se acercó y quiso hablarla…las palabras murieron en sus labios; la abuela se había
diluido en la nada….
“El pata ´i lana” quedó de una pieza. ¿Qué estaba pasando? ¿A dónde se fue la abuela? ¿Qué le quiso decir? ¿Qué
puede estar haciendo tan lejos de su casa y a semejantes horas? Se dijo, ¿Estaré borracho?... seguro que el vino que ´i
tomáu antes de salir…
Tranquilizado con esta reflexión, volvió a montar, pero no anduvo mucho porque la mula pegó una espantada que casi
lo tiró al suelo… ahora sí, se fijaba bien y era nomás la abuela la que está nuevamente cerrándole el paso, ; esta vez no
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las tiene todas consigo; el miedo lo empieza a ganar; un sudor frío recorre su cuerpo; las piernas se le hacen agua, la
cabeza le zumba y el corazón le palpita como paloma prisionera… no quiere ver más… vuelve grupas y sale a todo
galope como alma que lleva el diablo…
Esa noche, como nunca, la pasó íntegramente en su casa, solo; tomaba vino como para darse valor, y pensaba…
pensaba en todas las hechas y por hacer.
Resulto a develar el misterio, al otro día muy temprano, partió rumbo al rancho de la abuela. Desde lejos, nomás, ya
notó algo raro; el rancho, tan solitario antes, estaba rodeado de gente; la angustia le golpeaba el corazón; apenas bajarse
ya presiente la desgracia, pues los paisanos conocedores de la amistad que lo liga a la viejecita, lo rodean con
expresiones de tristeza; casi no puede caminar…por fin, entra y ve lo que su corazón ya presintió: las manos caritativas
de los vecinos habían amortajado a la abuela y ahora la estaban velando. Desesperado, tomó campo afuera tratando de
explicarse lo inexplicable.
Tiempo después, al juntarse con la amada de aquella noche, supo de lo que lo había salvado la abuela y… cuentan que
desde entonces… dejó de ser “pata ´i lana”.
Este relato pertenece a M. Delia P. De Soteras

FACUNDO Y EL ABUELO

En los llanos riojanos, cerquita de “Los Mogotes Colorados”,


erguido sobre una lomita se levantaba un agreste ranchito, detrás
del cual se encontraba un corral con una tropilla de caballos.
Sentado en su banquito de madera forrado con cuero de cabra, en
la sombra del alero del rancho estaba el abuelo tomando unos
amargos mates. Esa era la única dicha del abuelo: sentarse en su
cómodo banquito, tomando unos mates mirando como el viento
desgarraba las montañas.
Todos los días al amanecer, el abuelito se levantaba eso de las seis
de la mañana, se iba hasta el viejo algarrobo que había en medio
del patio del rancho, en donde se hallaba una tumba con una cruz
de palo. Allí se hallaba escrito un nombre: Prudencia de
Albarracín. El abuelo se arrodillaba a lado de su tumba mientras su cara era mojada por grandes lágrimas, sus ojos
llorosos miraban con angustia el nombre de la cruz, la difunta era su esposa.
El abuelo luego de llorarla a su esposa volvía al rancho cuando tropezó y se cayó golpeándose la cabeza con una piedra;
cuando quiso levantarse ya no veía nada. Al golpearse la cabeza se había cortado el nervio óptico y el abuelo quedo
ciego para siempre, entonces dijo:
- ¡Ayúdame Tatita Dios, ayúdame por favor!
Y el abuelo de cuatro pies pudo llegar al rancho.
No comió, a la tarde no tomo mate como de costumbre y recién a la noche comió un pedazo de pan criollo duro y se
acostó. Al otro día como siempre tenía que ir a la tumba de su esposa a dejarle flores, pero no encontraba las alpargatas
que siempre calzaba debido a su ceguera y descalzo tuvo que ir a cortar las flores. Al llegar a los cardones donde solía
cortar las flores, pisó una punzante espina y sus pies sangraron; también al cortar las flores sus manos se lastimaron y
también sangraron; y con sus manos y pies también sangrantes llegó a la tumba y puso las flores al lado de la cruz de
palo y con dolor penetrante regresó al rancho, donde lloró largo tiempo, el abuelo ya no era feliz como antes. Luego de
un mediodía de angustia, el abuelo se recuperó y tomó unos mates, cuando de repente sintió un fuerte galopar y
orillando las paredes entró en el rancho y esperó…
Un gallardo jinete que montado en su brioso cordel se dirigía hacia el rancho. Tenía poncho rojo que parecía llamear
con el brillo del sol; un sombrero polvoriento le tapaba la cabeza hasta cerca de los ojos que relampagueaban como los
de un tigre; largas patillas le tapaban las mandíbulas. Al llegar al palenque, aperó su
caballo y se dirigió al interior del rancho y al entrar exclamó:
- Ave maría Purísima.
- Sin pecao concebida (contestó el abuelo asustado).
- Oiga, abuelo. ¿No tendría un caballo que me venda?
- Sí, pero… ¿Quién es y dónde está?
- Estoy aquí, abuelo, ¿No me ve?
- ¡Oh! Lo siento, abuelo: ¿puede venderme un caballo?
- El corral de los caballos está p ‘atrás e´l rancho…
El hombre se dirigió hacia el corral en busca de un caballo; al rato salió con un zaino, era
un hermosos animal este.
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-¿Ya lua elegiu? (preguntó el abuelo)


-Sí. (Contestó el paisano).
Déjeme tocarle las patas, ¡Velay! Parece que sabe e’ caballos el hombre. (Dijo el abuelo). Dejuro ques’ el zaino.
(Agregó).
- Sí, abuelo, es el zaino (dijo el hombre) mientras sacaba de sus alforjas una bolsita de cuero y se la dio al abuelo; el
abuelo la tomó, la abrió y saco un puñado de monedas y exclamó:
- ¡Ahí juna! Naides me había dao ‘ tantos patacones en mi vida!
Y cuando quiso agradecer al hombre este ya cabalgaba lejos y al verlo el abuelo que no le contestaba comprendió que
se había marchado y entonces arrodillado sobre esas “benditas tierras de los llanos riojanos”, con los ojos vidriosos por
las lágrimas, dijo:
- Bendito seas gaucho e’ ley!
El pobre abuelo no sabía que ese generoso hombre con quien había negociado era el General Juan Facundo Quiroga,
“EL TIGRE DE LOS LLANOS”.
Raúl Oscar Salinas

TRASPLANTE

En la tierra reseca y bajo un sol calcinante crecía feliz mirando a los cuatro rumbos.
La brisa mañanera jugueteaba como duende travieso entre el ramaje y sus hojas recibían enamoradas el beso del roció,
cuyo contacto guardaba en su corazón agradecido.
A veces el zonda llegaba con furia implacable, castigándola sin piedad, pero ella resistía los embates y cuando el
gigante diabólico pasaba o se detenía por instantes acezado como un monstruo cansado, sacudía su ropaje maltrecho y
mirando hacia el cielo esperaba pacientemente a la lluvia para que le devolviera el verde esmaltado de sus hojas y
coronara su testa de diminutas flores amarillas.
A su alrededor, los cerros contemplaban el paso del tiempo y de entre ellos emergía los cactos con sus espadas
defensoras como fieles guardianes del valle.
Pero un día, alguien la vio hermosa y pensó llevarla a otras latitudes, sacarla de la tierra yerma y hacer de ella un
exótico adorno.
Con la expectativa de lo desconocido se entregó sumisa al despegue y abrazando en sus raíces un poco de tierra natal,
partió hacia su nuevo destino.
Allí la esperaba el balcón de un alto edificio hasta donde llegaban mezquinos, los rayos de sol del mediodía.
Desde su lugar de privilegio, contemplaba asombrada la ciudad con sus torres, las chimeneas en continuo resoplar, el
ruido sin tregua de los motores, la multitud siempre apresurada, y el techo de un cielo
grisáceo.
Sentíase dichosa; su dueño la cuidaba cual delicada niña, saciaba su sed, nutría la tierra,
acariciaba su follaje.
Pasó el tiempo… un día como tantos, destemplado, ventoso, empezó a sentir que la
angustia afloraba y volvía a su interior, torciendo sus entrañas, lacerando sus carnes.
La tierra, esa tierra amorosa que protegía la raigambre, estaba inerte. Hasta su cuerpo no
llegaban los jugos vivificadores; empalideció, sus hojas se amustiaron y fueron cayendo
una a una quedando sólo el esqueleto de sus ramas que semejaban penitentes implorando clemencia.
Sentíase morir… sus ojos velados miraban la ciudad que se envolvía en brumas, las torres desaparecían… el ruido se
alejaba…
El aire frío estremeció su agonía, Era el fin, el fin de aquel ejemplar de la zona riojana, la jarilla, que rindió el tributo de
su vida a la gran urbe que todo lo tiene y todo lo quiere.
Una bandada de palomas blancas pasó muy cerca, como diciendo adiós.
Autor: Lastenia Quiroga.

“QUICO LAVATORIO”

“No. No se llamaba "Quico Lavatorio", sino "Quico Palangana". Si efectivamente, juntaba leña en la Confitería y
Panadería Fava, con mucho de ahínco y fuerza. Era de regular contextura y flaco. Usaba zapatos grandes y un cinturón
sobre el pantalón, nunca pasado por debajo de las presillas.
Para las fiestas patrias, usaba una escarapela enorme, de ahí el mote de "Palangana", como sinónimo de fanfarrón, ya
que con esa escarapela concurría a la plaza Sarmiento (de esa época) y se paraba al lado del intendente de turno para
salir en las fotos. Posiblemente de ahí su apodo. O de su fuerza descomunal a la hora de cargar troncos enormes.
¿Quién puede decirlo? Pero "Quico Lavatorio", no. Es "Quico Palangana". Siempre callado y respetuoso.
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Pero cuidado, cuando se enojaba y perdía los "cables", la gente le rehuía. Era muy bravo. Otros "próceres" de entonces:
Muriano, aquél que cuando cobraba quería comprarse un par de "huevadas", como ser el intendente y el comisario de
pueblo (era el barrendero). El loco Ruiz, que manejaba su bicicleta igual que un auto, y la arreglaba tirándose al piso
cual uno se tira bajo un auto. "El Cero Poto" que vivía en una casa abandonada en la Calle La Plata entre José
Hernández y San Francisco. Vendía verduras en un carrito y tocaba el tambor con mucho ahínco en las fiestas
religiosas. Luego la "Shisha", la "Jandra" que cantaban sus coplas en los carnavales o navidades y año nuevo. Lo hacían
con coplas picarescas algunas veces. Las matronas se horrorizaban, pero siempre se las pedían y se reían mucho de sus
contenidos. ¡Nada nuevo, que embromar! Esta es la verdadera historia de "Quico Palangana". Era un personaje muy
querible y respetuoso. En los años sesenta tendría unos cuarenta años, así que... hace tiempo desapareció, ya.
Cada uno de estos personajes tiene una historia muy particular. Quienes las cuentan, a veces escamotean sin querer
algunos datillos que no hacen más que incrementar la curiosidad. ¡Bienvenido sea! Esta versión es auténtica y fidedigna
“(cuatro de copas)
“Su problema para hablar se debía a que cerca de La Rioja, cruzando un río, lo llevo la creciente y seguramente entre
los golpes, la desesperación, quedo con problemas cerebrales, su nombre no lo recuerdo pero su apellido era Juárez,
tenia un hermano que vivía en el barrio Poman, por la José Hernández al fondo, tenia un camión para el transporte de
áridos o escombros, pero no vivía con el, trabajaba en casi todas las Panaderías de la época, principalmente en
Panadería Fava, donde descargaba la leña y hachaba para los hornos, como también descargaba los camiones con
harina, cuando se demoraban en pagarle, tenia una forma muy particular de llorar, uuuuuu....uuuuuu., usó siempre los
zapatos que mi Padre dejaba de usar y a pesar que le quedaban grandes, los usaba sin cordones, a la semana que mi
Padre falleció 22/05/73, le di los últimos zapatos y le dije que había fallecido y se puso a llorar en la puerta de mi casa y
nunca mas volvió a buscar sus zapatos, dentro de su ignorancia seguramente propia por el accidente que tuvo, era un
gran hombre...”( Juan José Nader)
“Para agregar algo más, también trabajaba en la panadería del Negrito Pérez, entrando grandes cantidades de leña en su
carretilla por el portón de la calle Independencia (en la actualidad calle Cavero). Era admirable su FUERZA!!..
Recuerdos de mi infancia, ya que vivía frente a dicho portón, en el cual me pasaba las horas admirándolo, pues eran
varias toneladas que cargaba y que alguna vez lloraba cuando alguien se le adelantaba en el trabajo...” (Oscar Sánchez)
“Quico Lavatorio, trabajaba en la panadería 9 de Julio al lado de mi casa paterna, es decir en el callejón al lado de
escribanía Tiburzi, cortaba leña con su compañera de toda la vida su hacha, junto a su perro fiel, que lo acompañaba
siempre, cuando cobraba hacía q le paguen con monedas, pues no quería billetes, luego de su jornada de trabajo, se
sentaba en el entonces bar el Plata de don Paco Aguirre en la esquina de 9 de Julio y Castro Barros y pedía comida para
el y su amigo el perro. Quien tenga menos de cuarenta años no se acuerda de este querido personaje que junto con Lino,
El Cero poto, Shisha y algún otro personaje q se veía a diario hacía de nuestro querido chilecito, una ciudad pintoresca.
Que hermosos recuerdos de esos años de infancia” (Luís Amadeo Sánchez Parrucci )
“Es muy cierto lo de su llanto tan particular y tan conocido por todos los que lo conocieron!!! según cuenta mi suegra
(Alicia Turra) que de joven vivía en Villa 8 hermanos por la calle Santa Rosa, Quico pasaba llorando cuando realizaba
trabajos para don Marino Casulli y se demoraba en su pago o le pagaba con billetes que a el no le gustaban
lloriqueando-uuuuuuuuuuuuuuuuuuuu CACHULLI no me pagaaaaa uuuuuuuuuuuuuuuu !! “(Álvaro Coria Peñaloza)
Así, a través de estas pequeñas anécdotas, historias que van marcando la identidad de los chileciteños, se va
construyendo nuestra historia contemporánea. Emocionados viajamos en el tiempo y recordamos personajes y sucesos,
que creíamos que se habían disuelto en los vientos del pasado.
Alejandro Daruich (h)

DON EZEQUIEL Y EL CUATRERO

El ganado, es el bien de mayor peso que puede tener el hombre de campo. La tierra
en sí, carece generalmente de valor; las casas o ramadas, en su totalidad de adobes,
suelen entrar en la categoría de ranchos, lo que tampoco significa un capital, pero
un buen caballo con sus aperos, una majada de cabras, algunos vacunos, ovejas o
mulares, es lo que cuenta y hace importante a su dueño. Por lo tanto, quien se apodera indebidamente de algún animal,
se gana el calificativo de “cuatrero”, y eso no se perdona. El puestero, aunque su hacienda esté diseminada en vastas
extensiones de pampas o montañas, con hacer una recorrida cada tanto, notará inmediatamente si le llega a faltar algún
animal; sabe qué vacas están preñadas, cuántos terneros hay que marcar, en qué aguada se pueden encontrar, qué daño
le pudo hacer el “león” (puma), el cóndor o los zorros y, si se le pierde algún animal, su instinto de rastreador dará con
él.
Hoy, es el Parque Nacional Talampaya, pero fue durante dos siglos los “Campos de Talampaya”, cuyos títulos se
remontan a los Caciques Aballay, posteriormente mensurados en 1896 por el Geólogo Emilio Huniken, por pedido de
los entonces pretendientes dueños, Los Correa Llanos y constantemente visitados por geólogos y camperos. Una serie
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de puestos y corrales, junto a las aguadas, daban vida y presencia humana a todo un mundo de ensueño, aislado de toda
civilización. Hoy sólo quedan algunos horcones, restos de corrales, escasas pircas y bañados, como únicos testimonios
de sus estoicos dueños. Algunos viejos de Aicuña y Pagancillo, recuerdan que en su niñez vivieron con sus padres y
abuelos, siendo trasmisores de ricas anécdotas, escuchadas en tabeadas y tertulias en las largas tardes y noches de
fiestas. Aún se recuerdan los nombres de personas que habitaron esos soleados campos, como ser: los puestos de los
tres hermanos Soria, de los Narváez, los Gordillo, etc. En este último, que es el que mejor se conserva, hasta no hace
muchos años, por la década del ´50, en ciertas épocas del año, algunos camperos de Pagancillo, solían ir a “quesear”.
Por este motivo, el rancho se conserva bastante entero, observándose algunas repisas y soportes, cañizos y zarzos,
atados con tientos y crines, un par de bateas y morteros de algarrobo, un yugo y hasta una parte de plancha de hierro a
carbón. También sirvió de refugio a casi todas las campañas geológicas y de prospección minera (Bodembender,
Frenguelli, Romer, etc.), encontrándose a unos 500 m de “El Salto”, en dirección al puesto “Los Chañares” de Don
Cirilo Soria. Es en esta zona que sucedió un hecho a fines del siglo pasado, digno de las antologías más macabras, que
el ingenio humano puede imaginar. El paisaje es una combinación de purísimos médanos y floraciones rocosas triásicas
de variados colores. Sobresalen a las orillas del lecho del río Los Chañares, sufridos algarrobos, retorcidos chañares,
chilca y jarillas. Algún furtivo guanaco, apartado de la tropa por el insaciable puma, pone un punto de referencia a
aquel inmenso panorama. Cóndores, águilas y jotes, se disputan el azul firmamento. No faltó, lamentablemente, la
discordante nota de una desmedida acción de uno de los gauchos malos, que fueron temidos, respetados y odiados al
mismo tiempo, Don Ezequiel, uno de los últimos montoneros, con cicatrices de cientos de entreveros y combates junto
a Aurelio Zalazar y a los Ontiveros, poseía una discreta majada de cabras y un par de docenas de vacunos. Merodeaba
el lugar, desde hacía un tiempo, uno de esos gauchos errantes que nunca faltan, flojos para el trabajo y amigo de lo
ajeno. No tardó Don Ezequiel, en advertir la falta de un cabrito. Había que
ser muy inconsciente para pasarle una mala jugada al severo gaucho y
decidió poner fin a tamaño atrevimiento en sus campos. Acompañado de
dos ocasionales camperos, cargando las alforjas, lazos y boleadoras, en las
primeras luces, salió rumbo al Campo de Córdoba, orientado por su
increíble instinto e intuición de rastreador. No tardó, tras unas horas de
marcha, de advertir los rastros del atrevido cuatrero. Comenzó a seguirlo
con tenaz insistencia, serio y taciturno, amasando en su morbosa mente el
atroz castigo, para que en lo sucesivo nadie se atreva a hacer lo mismo. En
esas soledades, cada uno es la ley y la aplica de acuerdo al grado de
valentía y respeto que se merezca. Generalmente, lo que prima, es el
grado de habilidad que tenga con el facón. El cuatrero debe ser pillado “in
fraganti”, para que no quede duda de su accionar y tras una serie de rodeos y atajos, el ladrón fue sorprendido,
impidiendo, el murmullo del viento y la sigilosa marcha de Don Ezequiel, el poder reaccionar y huir a tiempo. Allí se
presentó, como la imagen de la muerte, paralizando al culpable. La fama de severo y rápido para el cuchillo, que en
toda la región tenía, alejaron de la mente del sorprendido ladrón, cualquier reacción encaminada a promover alguna
pelea. La yegua, atada a unas ramas, esperaba su turno para pastar y beber en la aguada cercana. Ya comenzaba a
anochecer, las brasas listas y un cuarto de cabro ensartado en dos ramas verdes de jarilla. El resto se oreaba colgado del
árbol y un pozo cavado a escasos metros, guardaba el cuerpo del delito que era el cuero y el triperio. La mirada de Don
Ezequiel, lo decía todo. Hubiera sido preferible ver al diablo. Los acompañantes del patrón, no sospecharon el
desenlace que en pocos momentos iba a tener aquella sombría escena. Al momento el cuatrero fue estaqueado. Sólo se
oyó la dura sentencia del enigmático juez: ¡No volverás a hacerlo! A partir de ese momento, sólo estuvo presente el
horror y los hechos se irían sucediendo con implacable precisión. Una vez asegurado el reo, con pasmosa frialdad, Don
Ezequiel, empuñando un pesado garrote de algarrobo, descargó sobre la cabeza de la sorprendida yegua tal golpe, que
cayó sobre sus patas delanteras, hasta quedar tendida en irregular postura. El próximo paso, fue sacar su larga daga,
ante los desorbitados ojos del estaqueado, para que de un certero puntazo, atravesara el corazón de la palpitante yegua.
La noche, iluminada con la cada vez más tenue luz del fogón, fue testigo de algo que todavía hoy cuesta creer. Con la
habilidad del que sabe carnear, un calculado tajo, abrió las entrañas del animal y el vapor de la cálida sangre se mezcló
con el insistente humo de los troncos que acababan de añadir al fuego. El reo, en un frenético y desesperado forcejeo,
trataba de zafarse, pero los lazos no aflojaban, por el contrario, se ceñían cada vez más. Panza y tripas del animal,
fueron apartadas en un informe atado de sangre y tierra. El fuego, alimentado con nuevas leñas, daba más vida a la
tétrica escena. Otra helada frase se oyó de la boca del verdugo: ¡Ahora te toca a vos! Temblando impotente, el reo se
retorcía en convulsiones, buscando una desesperada salida. Un nuevo lazo amarró a las ya estaqueadas manos, de modo
que al soltar las estacas, quedaron sujetas nuevamente en retorcida posición, atadas hacia atrás. Lo mismo hizo con los
pies. Los peones miraban, al no tener necesidad de intervenir. Don Ezequiel, se valía por sí mismo, para todos los pasos
de la justicia. Con seguridad, esto lo habría hecho en varias ocasiones en las corridas montoneras, cuando sorprendían a
alguna partida de los represores de Mitre. Su forma de actuar, era parecida al cepo colombiano, aplicado por los
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sanguinarios soldados de Sandes, en la lucha contra Peñaloza. La táctica de Ezequiel, era más simple, al suprimir los
fusiles, que los usaban como trabas de torniquetes. Puesto en cuclillas, con un lazo al cuello, sujeto por detrás de las
rodillas, hasta casi tocar el mentón, hacían del infortunado, un ovillo, ya que si intentaba enderezarse, se ahorcaba
irremisiblemente. Luego, tomándolo de los pelos, entre alaridos y maldiciones, lo arrastró hasta introducirlo dentro del
vientre vacío de la yegua.
Con frío cálculo, tomando los cortes de la panza de la yegua con sus callosos dedos, presionó el cuerpo con sus botas,
dejando solamente afuera, la cabeza del despavorido cuatrero. Sacó luego unos correones que siempre llevaba a mano,
con la punta de su cuchillo, fue haciendo ojales en el cuero, lo fue cosiendo y al poco tiempo, del prominente abdomen
de la yegua, asomaba una cabeza humana con una horrible mueca. Este era el macabro espectáculo que las últimas
llamas del vacilante fuego alumbraba, distorsionando las rutilantes formas con cambiantes sombras. Los dos
acompañantes, hombres endurecidos por el campo, se retiraron sobrecogidos, para no presenciar la terrible agonía del
desdichado hombre. Habían andado un buen trecho y aún se oían los roncos quejidos. ¿Cuál fue el final del cuatrero?
¿Qué alimaña nocturna estaría merodeando por las cercanías? Aunque ya no existían los tigres cebados, que unas
décadas atrás desolaban a los puestos, algún puma hambriento o los atrevidos zorros, podian hacer más dramático el
desenlace. Pero si pasaba la noche, no podría sobrevivir a las primeras luces del amanecer y allí la muerte sería más
tremenda. El fresco y puro viento de la mañana, llevaría el olor de la sangre hasta las buitreras próximas y el solo
pensarlo helaría la sangre a cualquiera. Don Ezequiel, tras cumplir su justiciera misión, juntó sus cosas y se alejó para
llegar al amanecer a su puesto.
La tradición, nos legó una serie de desenlaces, como que después de varias horas, logró zafarse antes del amanecer,
otros, aseguran que muy temprano volvieron los acompañantes de Don Ezequiel para liberarlo; pero los más, sobre todo
los “viejos” llenos de anécdotas, cuentan que tuvo un fin espeluznante. Dicen, que saliendo el sol unos puntos oscuros
empezaron a divisarse en el horizonte. Eran los temibles y siempre hambrientos cóndores, que tomando cada vez más
altura, empezaron a volar en círculos y lentamente a descender en espiral. Así y desde varias latitudes, empezaron a
reunirse decenas de aves carroñeras, incluidos los infaltables jotes. Tras una serie de tanteos, el más audaz, alcanzó a
posarse sobre una sobresaliente rama seca de un viejo algarrobo cercano, quedando unos instantes con sus enormes alas
extendidas para estabilizarse. Luego se asentó otro y enseguida otro, que tras el consiguiente balanceo, comenzaron a
ennegrecer el árbol. Los viboreantes cuellos se movían al compás de destemplados aullidos y picotazos, retardando el
ataque los esporádicos gritos del delirante gaucho. Los más decididos descendieron en tierra y avanzaron ritualmente
hacia la presa. El festín iba a dar comienzo. Al temeroso e indeciso picotazo del primero, le siguieron una lluvia de
corvos garfios y que en segundos, las cavidades orbiculares eran huecos sanguinolentos y una enorme mueca, era lo que
quedaba de su entreabierta boca. La lengua y parte de la garganta, era el bocado que cóndores y jotes se disputaban,
mientras que el resto competían con voracidad insaciable, la cabeza y vientre del animal. En pocas horas los zorros se
repartían los restos de cueros y los escasos tendones adheridos a los huesos.
Esta última versión quedó en el recuerdo de los más viejos, que aún hoy se resisten a contar. Hace algunos años, una
carcomida cruz de chañar, hacía detener a los ocasionales camperos, que respetuosos se quitaban el sombrero y
murmuraban una plegaria por el difunto cuatrero. Nadie de los que conocen esta historia, se atreven a pasar de noche o
al atardecer por el lugar. Cuentan que a la distancia se suele oír un lastimero clamor, entreverado con aleteos y
graznidos. De su victimario, Don Ezequiel, se dice que al poco tiempo abandonó el puesto y se retiró a vivir con sus
hijos cerca de Chilecito. Otros, de los que nunca faltan en el campo, aseguran que un rayo lo hizo carbón, que nadie lo
lloró y que su negra osamenta estuvo años desparramada por los arenales. Pintoresca Cuesta de
Guanchín
(Carlos Decaro. “Allá en los Campos de Talampaya”, pág. 57. Talampaya, un maravilloso
enigma. 1985)

MIGUELITO, EL ANGELITO MILAGROSO

Su transformación en Santo Popular no sigue los patrones que hemos observado en el resto
de los personajes considerados, como se advierte en el relato que hace la madre.
En 1967, quince días antes de cumplir un año, Miguel Ángel Gaitán muere de meningitis y
sus restos fueron enterrados en el cementerio local de Villa Unión en la provincia de La
Rioja.
Había nacido en Banda Florida, a orillas del río Bermejo el 9 de julio de 1966 y era el hijo
número 12 de Argentina Nery Olguín y de Bernabé Gaitán (que tuvieron quince pero sólo
nueve sobrevivieron). Miguelito murió el 24 de junio de 1967 cuando era transportado con
urgencia por una ambulancia hasta Chilecito.
La leyenda comienza luego de una violenta tormenta en 1973, siete años después de su muerte. De acuerdo con los
pobladores, la tempestad destruyó el túmulo de ladrillos y cemento que cubría el cajón del bebé, el cual fue descubierto
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por un trabajador del cementerio. Espiando su interior, encuentra los restos del niño virtualmente intactos, y se
reconstruye la tumba para proteger el cajón de los elementos. Poco después las paredes se habían caído
"misteriosamente" sin mediar tormentas ni vientos. Hubo una segunda reconstrucción pero los ladrillos volvieron a
aparecer desparramados, por lo tanto decidieron dejar el cajón en el exterior. Pero entonces notaron que la tapa del
ataúd había sido removida a la noche. "Colocamos piedras y objetos pesados sobre la tapa, pero cada mañana la
encontrábamos removida" cuenta la madre de Miguel Ángel, "finalmente decidimos que Miguel no quería ser cubierto,
quería ser visto." (Amato 1996). Primero estaba simplemente destapado pero luego le arrancaron una falange que
conservaba un pequeño anillo y además todo el mundo le tocaba la frente. Ahora ésta en una pequeña caja azul de
madera, cerrada con un candado y con la tapa de vidrio. A través de él se ve su rostro reseco y marrón y su madre le
cambia habitualmente de ropa. Los creyentes ponen la mano sobre el vidrio a la altura de la cabeza. Cuando este hecho
se divulgó comenzó a llegar gente de todos lados para verlo, primero individualmente luego en tours programados, no
sólo desde la ciudad de La Rioja, sino desde San Fernando del Valle de Catamarca y Córdoba.
Entonces construyeron un pequeño panteón para guardar los juguetes, carpetas de estudiantes, autitos, bicicletas, flores
de plástico, ositos, placas de metal y cerámica con forma de corazón o con diseños de angelitos, cintas celestes y
blancas, fotos, insignias. Son tantas las ofrendas que el panteón se fue ampliando con una habitación al lado y otra
arriba.
Miguelito vestido con la ropa que les llevan sus devotos (foto Adriana Callegari)
Entre los agradecimientos se leen: "gracias por hacerme campeón de Karate", "porque se me declaró José", "porque
saqué 10 en el examen". Hay trofeos deportivos, escarpines, rosarios y cuadernos donde se escribe el pedido que se le
hace al Angelito y si él cumple debe publicarse un agradecimiento en uno de los diarios de la capital riojana.
La madre de Miguel Ángel, Argentina Gaitán, atiende diariamente la tumba. Si los "buscadores de milagros son
afortunados" (Amato 1996), la madre abrirá el cofre y les permitirá tocarlo en la cabeza. Si fueran verdaderamente
afortunados, ella vestirá el cuerpo con las ropas de bebé que los peregrinos traen, como la pequeña camiseta de Boca
Juniors. Los peregrinos dejan ofrendas, generalmente juguetes, y la Sra. Gaitán vende postales y estampas con el retrato
de Miguel Ángel en su ataúd por dos pesos y cuadernillos con la crónica de su vida y muerte por quince pesos. Los
juguetes los donan a las escuelas, y con las bicicletas se hacen rifas.
Dicen que a veces a la mañana se encuentran juguetes desparramados y se supone que Miguelito estuvo jugando
durante la noche.
(Extraido del cdrom "Almas Milagrosas, Santos Populares y Otras Devociones" por María de Hoyos y Laura Migale,
Edición NayA)

TALAMPAYA, LA EMBOSCADA DEL DESIERTO

Sergio Leiva tiene 83 años, nueve hijos y numerosos nietos; bautizó las formas de piedra más famosas de este Parque
Nacional, que es Patrimonio Natural de la Humanidad; y narró cómo una zona de bandoleros se convirtió en atractivo
turístico. "A todos los nombres de las erosiones se los he puesto yo: El Vigía, La Catedral,
El Rostro de Cristo, La Chimenea y El Monje", asegura Leiva.
"Entonces el Señor Dios los presentó al hombre para ver qué nombre les pondría", dice el
Génesis. Aunque poco importa si Don Leiva leyó alguna vez ese pasaje bíblico, ahí iba él,
como un poeta elemental, dándole identidad a los caprichos de la tierra. La Catedral, El
Monje, La Chimenea, todos ellos nombres de formaciones rocosas trabajadas por el viento
en el Parque Nacional Talampaya, al sur de la provincia de La Rioja.
Sergio Plácido Leiva es su nombre completo. Tiene 83 años, nueve hijos y varios nietos.
Actualmente vive en Pagancillo, un pequeño pueblo ubicado treinta kilómetros al norte del
Parque. Allí, el Río Talampaya era un antiguo paso utilizado por arrieros; por ese mismo
lecho seco avanza este relato.
"Si hasta recuerdo ver los quesos oreándose en los ranchos, pero empezó a mermar la lluvia
y con ella los animales. En aquel tiempo iba en mula campeando hacienda con mi padre"
Según don Leiva Talampaya era una estancia de la comunidad de
Pagancillo: "Si hasta recuerdo ver los quesos oreándose en los ranchos, pero
empezó a mermar la lluvia y con ella los animales. En aquel tiempo iba en
mula campeando hacienda con mi padre, por eso conozco toda esta zona".
Y completa: "Existían varios puestos en el actual Parque; Chañares era uno,
Agua del Jume otro y El Sunchito otro. Más allá estaba Las Barrancas, que
era una casa de palo a pique donde había estanques, pircas y corrales de
piedra; uno llamado aguada de Don Eduardo. Desde ese lugar hasta Laguna
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Brava salía una senda de arrieros, pero ahora ahí se hacen guías turísticas, todo eso no está más".
Criollos, pura estirpe. Don Leiva habla de "los criollos" para referirse a una estirpe antigua, a aquellos pioneros que
frente a la carencia de todo pusieron su presencia. Ergidio Pérez fue uno de ellos, Ricardo Narváez otro. Este último
aún vive en Pagancillo. El y don Leiva son dos viejos amigos, o como los llaman por aquí, los fundadores anónimos de
Talampaya.
"Narváez hacía de baqueano conmigo cuando alguien nos pedía", recuerda Leiva. "La gente llegaba preguntando por
Talampaya y nosotros los llevábamos. Primero sólo venían a investigar pero después empezó a llegar algo de gente por
curiosidad, porque le habían contado. Pero llegaban aquí y no había ni caminos ni nada, pasábamos a caballo, con
mulas, no teníamos contrato con nadie y les cobrábamos alguito para vivir. Más tarde me conseguí una Dodge para
llevar a la gente pero pasado uno tiempito quedó viejita para las recorridas y hubo que jubilarla".
Don Leiva revela cuestiones de identidad poco conocidos: "A todos los nombres de las erosiones se los he puesto yo; El
vigía, La Catedral, El Rostro de Cristo, La Chimenea y El Monje", y dice en tren de confidencia: "Hay lugares más
lindos todavía, lo bueno sería poder acampar y quedarse unos tres o cuatro días".
Viajeros en peligro. Durante la segunda mitad del siglo pasado el cañadón cercano a La Horca era paso obligado desde
Jáchal hacia Chilecito. Las caravanas atravesaban esos angostos paredones rojizos de casi 100 metros de altura,
corriendo el riesgo de ser asaltados por bandoleros en ese pasaje.
"Allí se habían asentado unos asaltantes de la zona que hacían de las suyas y le quitaban todo a los viajeros que
marchaban con valijas llamadas petacas. Algunos pasaban y otros no"
Según el relato de Leiva "allí se habían asentado unos asaltantes de la zona que hacían de las suyas y le quitaban todo a
los viajeros que marchaban con valijas llamadas petacas. Algunos pasaban y otros no. Sabían que nadie los perseguiría
mucho por estos lados. Además, el suelo arenoso y el viento se ocupaban de borrar los rastros".
Leiva asegura que estos asaltantes apuñalaban a los viajeros y los enterraban en ese mismo lugar. "Esto sucedió durante
un buen tiempo hasta que los hicieron confesar en el llamado Árbol de la Horca y ahí nomás fueron ajusticiados. Sólo
monedas robaban pero un policía bravo de Huaco lo mató, y aunque se creía que eran muchos al final resultó ser uno
solo. Así se terminaron los asaltos de Talampaya".
Alguien comprendió su altura y sombra de piedra, por eso los cañadones y las formaciones de Talampaya caben en
cada uno de sus nombres. Ahora, esos nombres que nacieron en una charla sencilla entre don Leiva y Narváez son
patrimonio de la humanidad, pero ella no se enterará jamás. Sólo las piedras que vieron pasar a Don Leiva lo sabrán.
(Juan Pablo Baliña. La Nación. Actualidad, 03/03/2010)

DON PANCHO DE LA CUCHILLA

En las estribaciones del Famatina, en el pueblo de Aicuña, nace don Francisco Ormeño,
(Pancho) quien posteriormente se afincaría en “La Cuchilla”, paraje sumamente
pintoresco y muy cercano a ese lugar.
Don “Pancho” llegó al mundo el 12 de marzo de 1850. Casado y padre de cuatro hijos,
su esposa fue Manuela del Rosario Oliva. Para llegar a su morada había que transitar por
una quebrada profunda enmarcada de cerros en cuyas rocas multicolores la imaginación
podía descubrir figuras que semejan monjes, castillos, animales... Seguir por el lecho de
un río seco que hacía las veces de camino, era el mismo río que en las crecientes de verano bajaba tempestuoso,
embravecido socavando las paredes de la montaña y arrasante llevarse todo por delante.
Seguir el camino siempre ascendiendo, subiendo y bajando lomadas, esquivando montes y cardones gigantes, cruzar
arenales hasta desembocar el de pronto en un valle paradisíaco.
Era un verdadero oasis, allí había una gran planicie rodeada de cerros bajos entre
los que se destacaba uno de lomo alargado que terminaba en un ángulo agudo
formando una cuchilla, de ahí el nombre del lugar: Cerro de la Cuchilla.
Los cerros circundantes estaban cubiertos de una impresionante gama de verdes,
allí crecía el visco junto al tala, el algarrobo y el cardón, debajo de ellos
formando un tapiz verde y oloroso pasto y más pastos entreverados con toda
clase de yerbas medicinales.
En uno de esos cerros nacía una vertiente de aguas dulces y cristalinas que
bajaban saltarinas pegando de roca en roca formando así pequeñas cascadas centelleantes de luz.
Este era el reino de don Francisco Ormeño más conocido por don Pancho de la Cuchilla, aquí vivía rodeado por su
familia en un gran puesto de vacas y cabras, aquí creó un pequeño pueblo conocido actualmente con el nombre de
Aicuña, compuesto de casitas humildes de adobe con techos de pus-pus, una pequeña capilla donde se veneraba a San
Francisco, una quinta con toda clase de árboles frutales y sobresaliendo del caserío su casa que se diferenciaba de las
otras por ser más grande y tener una galería.
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Para Don Pancho, no existían las distinciones sociales, ni raza, ni de ninguna otra índole. Algunos llegaban desde muy
lejos, otros no tanto, pero todos eran atendidos llegado su turno.
Su sobria casona construida con gruesos muros de barro y piedra, techada con ramas y torta de barro, sostenida por
macizas vigas de álamo y pilares de algarrobo, pronto albergó también a sus visitantes, teniendo que ampliar
forzosamente con el tiempo sus instalaciones.
Allí y con la ayuda de los lugareños, levantó una capilla, la que aún permanece a pesar del tiempo transcurrido. El
patrono de la misma era San Francisco de Asís. Con un estilo arquitectónico muy particular: La torre de la misma no
está encima de la Capilla, sino que nace desde el piso en forma piramidal aguda, con cuatro puertas laterales ojivas.
Don Pancho era un hombre fuerte, alto, flaco, de facciones aguileñas, larga barba terminada en punta y unos ojos
brillantes de mirada penetrante.
La historia de su vida está rodeada de un lado de misterio, y causa admiración la gran cantidad de testimonios
relacionados con su sabiduría, aplicada a la medicina naturista.
Su especialidad era la uroscopia o arte de diagnosticar por medio de la orina de los enfermos. ¿Cuál era el
procedimiento? Sobre una superficie plana colocaba el frasco conteniendo la orina, los que por la acción de los rayos
solares, proyectaban lo que el observaba cuidadosamente: color, densidad, formas, características, etc. Allí “veía” luego
de haber “analizado” y con certeza, podía diagnosticar el mal, procediendo inmediatamente a establecer el tratamiento.
Acto seguido, con papel y lápiz, y teniendo su rodilla como punto de apoyo, confeccionaba
la receta o indicaciones a seguir, las que distaban años luz de una receta convencional.
El profundo conocimiento de la naturaleza, repleta de elementos que posteriormente dan
origen a infinidad de medicamentos y fármacos, fue un sello identificatorio y base de trabajo
para los métodos curativos de “Don Pancho Ormeño”.
Ya desde muy joven había mostrado su gran pasión por la naturaleza, las plantas, árboles,
arbustos, hierbas y flores, ocupaban su máximo interés, demostrando además que poseía un
don natural muy particular: en el estaban desarrollados superlativamente dos sentidos: el
gusto y el olfato. No había hoja, corteza, espina o flor, que tocaban sus manos que no
pasaron de inmediato por su boca o nariz.
Heredero desde sus antepasados de esa capacidad para amalgamarse con la naturaleza, sumó
esos conocimientos sobre medicina natural, a muchos más que fue con el tiempo
acopiando, aplicándolos felizmente a paliar enfermedades, y aliviar males.
Rápidamente su forma se fue extendiendo, al punto de que atraídos con la esperanza
de ser curados, venían desde otras provincias familias que eran recibidas con las
limitadas capacidades hospitalarias del lugar.
No se podía precisar cuáles eran los dotes o poderes que poseía para curar sin haber
tenido estudios, pero lo cierto es que se hizo famoso realizando curaciones
milagrosas.
Tan famoso llegó a ser que continuamente llegaban a La Cuchilla enfermos desde lugares tan alejados como Buenos
Aires y Rio Negro en busca de remedios para sus males.
Volviendo nuevamente a los elementos que utilizaba Don pancho para sus curaciones, son
muchísimos y de los más variados. Básicamente entre los de origen vegetal, podemos
mencionar: hojas, cortezas, hiervas silvestres, flores, tallos, semillas, cáscaras de frutas,
savias, cactáceas de los cerros inmediatos etc., muchas recetas eran casi iguales a las usadas
por los quichuas. También hacía uso, no solo de la fitoterapia, sino además de la zooterapia.
Era común ver en sus prescripciones, productos de origen animal de la forma más diversa:
por ejemplo, para muchos males recetaba untos o pomadas preparadas con grasa y pelambre
de animales silvestres, del llano y del cerro tales como: guanacos, venados, sachacabras
(tarucas), pumas, zorros, gatos monteses, burros, potros, chivos, ovejas, víboras, cóndores, águilas, palomas y suris.
Otras veces la receta consistía en aplicaciones de la carne, del cuero, o de venas o tendones en la parte afectada. A un
paciente le prescribió meterse dentro del cuero de un burro recién sacrificado, bien envuelto de pie a cabeza, con
resultado totalmente positivo.
A ello se sumaba el uso de baños calientes, fríos, fricciones solares, ventosas, régimen alimenticio vegetariano estricto,
vida dinámica, vida sosegada, oraciones, esparcimiento, descanso, alegría, danza, o algún buen vaso de vino criollo
según el caso.
Tenía un carácter endemoniado, el día que amanecía “atravesado” nadie podía llegar hasta él y mucho, menos hablarlo, si
alguno lo intentaba solía despedirlo con un tajante: ¡Salga de aquí!... Este enojo inexplicable podía durarle horas como así
también días.
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Cuando se le pasaba, solito, sin que nadie se lo pidiera, se sentaba en la galería de su casa y enfrentando la mesa que hacía
de escritorio decía: - Pasen.
Era el momento en que cada uno de los que había ido en su busca ponía sobre de la mesa su botellita con orín, ya fuera
suya o por encargo. Entonces, muy tranquilo, con toda calma, tomaba la botellita por el cogote y mientras la observaba
atentamente empezaba a hacerla dar vueltas y moverla de un lado a otro de manera que el sol diera de lleno en ella.
Durante este proceso no hacía preguntas ni decía una sola palabra.
Tenía una manera característica de sentarse. En su silla de tientos entrecruzados doblaba la pierna izquierda y se
sentaba encima de él, una vez en esa posición apoyaba en la rodilla un papel y escribía en él la receta. La receta
consistía en yerbas medicinales de cuyos poderes curativos poseía el secreto, a veces aconsejaba un tónico.
Se contaban muchas anécdotas de sus curaciones.
Una muy comentada fue la de un joven porteño que llegó casi en el último estado de tuberculosis. Se interesó por él y
es así que lo hizo quedar un año en el puesto controlándolo de cerca, al cabo de ese tiempo pudo volver sano a su casa.
Durante el tiempo que duró su tratamiento, él y su madre ocuparon una de las casitas que Don Pancho sabía prestar a
alguno de sus enfermos.
El joven tenía orden de no salir del puesto, ni juntarse con los otros enfermos, seguir estrictamente sus indicaciones: las
que consistían en ir, apenas despuntara el día hasta el chiquero de las cabras, aspirar profundamente su olor y tomar un
jarro de leche recién ordeñada. La alimentación era a base de mazamorra con leche de cabra, miel de lechiguana, té de
yuyos por él recetados en cantidad y en los horarios establecidos, tomar mucho aire y sol. La encargada de hacerlo
cumplir las indicaciones era la madre que se había quedado a cuidarlo durante el año que duró su tratamiento. Sanó y
pudo formar una familia, todos los años para navidad volvía a visitarlo cargado de regalos y a presentarle, muy ufano,
algún nuevo hijo.
Otro caso igualmente comentado fue el de un hombre incrédulo que quiso
burlarse de su saber
Este hombre aprovechó el viaje de un amigo para encargarle le llevara una
botellita con su orín, el amigo creyó se trataba de la suya cuando en realidad eran
las de una yegua preñada.
Don Jesús, que así se llamaba el amigo, presentó primero su botellita y luego de
ser recetado puso sobre de la mesa la de su amigo.
Apenas verla, don Pancho se enfureció y empezó a gritarle al pobre hombre:
¡Saque de aquí esa porquería!... Sáquela… Y dígale al que se la dio que la yegua
va a tener un potrillo pero que él va a morir pronto de una enfermedad que ya la
tiene dentro de su cuerpo.
Efectivamente, la yegua tuvo un potrillo y él murió al poco tiempo de cáncer.
De Santa Fe le llevaron un tullido, don Pancho lo observó atentamente y sin ningún comentario ordenó a sus familiares
juntaran leña y con ella hicieran una fogata encima de una gran piedra que había en el patio.
Cuando la piedra estuvo al rojo vivo, les dijo lo desnudaran y sentaran en ella, el hombre se dejó desnudar pero cuando
quisieron sentarlo en la piedra salió corriendo… Su parálisis era psíquica y don pancho lo supo.
Otro caso le llevaron de Jáchal (San Juan), esta vez se trataba de un loco furioso. Iba atado con cadenas a su caballo,
semejaba un perro rabioso…los ojos se le salían de las órbitas, echaba espuma por la boca y de tanto forcejear por
liberarse tenía las muñecas y las piernas ensangrentadas, gritaba desaforadamente, sin parar…
-Los voy a matar…los voy a matar…
Al verlo don Pancho pidió a los que lo llevaban (cuatro hombres), lo dejaran en el puesto y se volvieran a Jáchal.
Los acompañantes lo dejaron encadenado a un árbol, allí pasó toda la noche gritando lo mismo…-Los voy a matar…
Al otro día don Pancho se le acercó y empezó a hablarlo como si estuviera cuerdo, al cabo de un rato le dio a beber un
té de yerbas medicinales y siguió con su tratamiento de té y palabras.
Al día siguiente lo liberó de sus cadenas y siguió tratándolo como si fuera normal. Hugo que así se llamaba el loco, en
ningún momento trató de atacarlo ni volvió a gritar amenazándolos con matarlos.
A partir de ahí Hugo se transformó en un hombre pacífico que adoraba a don
Pancho, tomó la costumbre de seguirlo por todos lados como un perrito
faldero, realizaba las tareas de un mozo de mano.
Se quedó a vivir por siempre en el puesto donde ya era considerado como un
miembro más de la familia.
Un matrimonio adinerado de Buenos Aires, en un segundo viaje, al ver que
su hijita tullida, por primera vez pudo caminar, le llenó los bolsillos de su
saco con billetes del mayor valor, llorando de alegría y emoción,
abrazándolo. La nena le acariciaba la larga barba con veneración.
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Don Pancho no cobraba por sus curaciones, pero la gente agradecida quería demostrarle de algún modo su gratitud
llevándole toda clase de regalos, no faltaban nunca en su depósito, abundantes provisiones alimenticias, vinos de la
mejor clase, monturas, instrumentos musicales, joyas, libros, porcelanas, ánforas, cristales, tejidos etc. Nunca se podía
dejar dinero voluntario en manos de Don Pancho, si alguien le quería dejar algo, lo hacía dejándolo en alguna mesita o
mueble de la vivienda, nadie lo tocaba. Y no era raro ver entre ellos alguna guitarra o el acordeón.
Siempre encontraba algún “habilidoso”, que con seguridad había ido exprofeso para actuar en esos casos, sabedor de su
costumbre.
Se armaba la gran fiesta en la que participaba toda su familia, los enfermos leves y los acompañantes.
Él, desde su asiento, mientras pitaba un chala, los contemplaba con los ojos entrecerrados para evitar el humo de su
cigarrillo, con toda alegría seguía con las palmas el compás de una zamba o una chacarera mientras los alentaba en sus
balanceos y zapateos. ¡Eran sus únicos momentos de alegría!
Don Pancho apelaba generalmente al gran poder curativo de la naturaleza, y los elementos que recetaba estaban al
alcance del paciente en esa gran farmacia que es el cerro plagado de hierbas. Por tal motivo, tenía dos enemigos
potenciales: las droguerías y las clínicas. En una oportunidad fue convocado a la ciudad Capital a comparecer ante el
juez, por ejercicio ilegal de la medicina y tenía ante sí, (año 1921) al juez de crimen fiscal de estado, varios
magistrados, y no quiso estar ausente el Gobernador: Benjamín Rincón. Don Pancho se defendió solo, sin abogados,
declarando lo siguiente: “yo no receto remedios de botica, solo receto yuyos del cerro y no cobro nada a nadie”. “Yo
curo mirando aguas menores del paciente y le receto y le doy remedios que se encuentran en cualquier parte del cerro o
de las quebradas, curar así ¿es un delito?”. No supieron que contestar.
Hizo oler un yuyo a un voluntario, un guardia, quien inmediatamente tuvo hemorragia nasal imparable, de su bolsillo
izquierdo sacó otro manojo de “yuyos”, y al arrimárselo a la nariz, se detuvo totalmente la hemorragia. Demás esta
decir que con esa demostración ya tenía ganada la mayor parte del juicio, pero los intereses eran tan grandes, que aun
así continuó siendo perseguido en su natural oficio. Muchísimos son los casos memorables que quedaron en el historial
de experiencias curativas de Don Pancho, como aquel joven cordobés que llegaba en su lujoso automóvil con un amigo
y 2 perros. Al verlo, Don Pancho le dijo: vea amigo: no lo podré curar con los dos perros cerca suyo, tendrá que
regresar a Córdoba, dejar los perros y volver, solamente así lo podré tratar, el joven, cuando llegó al pueblo más
cercano, puerto alegre, quiso simular que había ido hasta Córdoba a dejar los perro, pero al enterarse Don Pancho dijo:
“qué lástima, yo lo había hecho porque sabía que ya se moría y no quería que muriera lejos de su casa”.
Lamentablemente, murió en Puerto Alegre. Un enfermo hepático y nervioso fue a ver a Don Pancho, quien luego de
observar sus “aguas” le diagnosticó y recetó lo siguiente: cavar un hoyo en el chiquero más cercano y enterrarse hasta
el cuello durante tres noches seguidas. El hombre cumplió las indicaciones y se sanó.
¿Quién era Don Pancho Ormeño, el “Médico de la Cuchilla”?“ En su libro “Medicina Popular en el Noroeste
Argentino” (INSTITUT FRANÇAIS D’ ÉTUDES ANDINES), Fernando Márquez Miranda relata: “Uno de los casos
más curiosos que conozco consiste en el testimonio que, de su propia experiencia, nos aporta Juan Alfonso Carrizo, el
folklorista que ha realizado una más extensa y completa obra como recopilador y analizador de las canciones del
folklore argentino ( “Cancionero popular de La Rioja III”, nota a la copla 4020; Buenos Aires 1942”): “Carrizo nos dice
que en La Rioja existió, hasta noviembre de 1939, el curandero más afamado que ha tenido el norte del país en estos
últimos años. Se llamaba Francisco Ormeño, aunque el pueblo lo denominaba el “Médico de la Cuchilla” o el “Médico
del Puerto”. Ambos motes populares se referían a su lugar habitual de residencia, pues vivía con su familia en medio de
las altas montañas, desprendimientos meridionales del Famatina, en un lugarejo llamado La Cuchilla a pocos
kilómetros al norte de El Puerto, que es un poblado que queda camino al oeste, al salir de la Cuesta de Miranda, famosa
en todo el noroeste por la rispidez de sus laderas y la belleza de sus panoramas. Cuando Carrizo lo visitó estaba él
mismo gravemente enfermo, lo que no era óbice para que siguiera llegando hasta su rancho humilde la teoría de los
desesperados que buscaban salvación. Por ese entonces Don Pancho tenía unos setenta años. Yacía en un colchón, en el
suelo, pero para verlo había que esperar turno durante varias horas. Habiendo arribado Carrizo en la madrugada, sólo le
fue dable recibirlo casi al llegar la noche. Por ese entonces nuestro folklorista padecía de hiperacidez crónica y de
tensión arterial. La receta fue la siguiente: tomar hasta veinte días, huevil, tarde y mañana; después de cada comida,
tomar carqueja. Uno y otro son arbustos regionales, con los que se prepara tisanas o infusiones. La elección de los
remedios se fundamentaba en el examen a simple vista de la orina de los pacientes, recogida en el día. Don Pancho no
necesitaba de historias clínicas ni sometía a sus pacientes a otros exámenes de mayor entidad. Pero sin duda, su “ojo
clínico” debe de haber sido bueno, pues Carrizo sanó de aquella hipercloridria que lo había molestado por años. La casa
de Don Pancho era no sólo un centro de atención médica de una amplia zona, sino también el eje de una serie de
intereses comerciales importantes (especialmente si se tiene en cuenta la pobreza general de la región). El “Médico de
la Cuchilla” no cobraba, pero recibía sin objeciones lo que se quisiera dejarle. Sus familiares o comerciantes del
vecindario vendían las hierbas que él recetaba. Esas casas de comercio vivían de lo que consumían los enfermos o sus
acompañantes. Era de todos los días la llegada de automóviles de La Rioja, Catamarca o San Juan. Carrizo termina su
extenso relato, diciéndonos con voz admonitoria: “Hubiera sido prudente que un médico hubiese estudiado las
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curaciones de Don Pancho, porque acaso con él se ha perdido el mejor y más autorizado exponente de los curanderos
de antaño”
Vivió hasta los ochenta y nueve años, murió el 17 de octubre de 1939. Lo había afectado un fuerte reumatismo y
postrado durante los últimos ocho meses en cama. Las últimas recetas y prescripciones, las continuó haciendo hasta el
final en su habitación, desde la cama rodeado del afecto de los que lo conocían.
El día que murió su protector, Hugo desapareció del puesto, se cree murió de pena en el campo.
Hoy los restos de Don Pancho de la Cuchilla, descansan en el pequeño cementerio bajo tierra roja que tanto amó.

RELATO DEL VIAJE:

Eran las 9:30 de la mañana, cuando comenzamos a desandar el camino por ruta nacional 40, en busca de una zona
llamada “la cuchilla”, donde hace casi un siglo vivió don pancho Ormeño, “el médico de la cuchilla”. No sabíamos a
ciencia cierta con que nos íbamos a encontrar, pero las expectativas del grupo eran importantes.
A los 35 km. llegamos al paraje de puerto alegre, nos detuvimos hablamos con los lugareños hicimos algunas consultas,
y emprendimos viaje. Lentamente fuimos recorriendo la zona preñada de imponentes paisajes, fuertes tonos rojizos,
verdes alamedas, y la adrenalina de surcar difíciles caminos, que nos hacían cada tanto plantearnos estrategias para
continuar.
Recorrimos 8 km. luego dejamos los móviles, y seguimos a pie,
nuestros rostros de sorpresa no dejaban de iluminarse a cada paso,
cactus que caprichosamente crecen sobre algarrobos, pequeños riachos
que nacen, hacen un corto recorrido y de pronto desaparecen en la
arena; que maravilloso paisaje, cuanta virginidad, como resalta el fresco
verdor de su naturaleza con ese rojo sangre de sus montañas…
Luego de caminar 1,5 km., llegamos a una casa abandonada donde
decidimos que era el mejor lugar para hacer base y dejar nuestras cosas.
un horno de barro casi destruido, restos de aberturas de algarrobo, en el
marco de un paisaje único, por un momento callamos nuestras voces
para darle paso a una virtuosa sinfonía del silencio, el canto de los pájaros, el chasquido de las ramas de los árboles, el
dulce transitar de las tranquilas aguas por las piedras, todo es perfecto…
Reiniciamos nuestra caminata hacia la montaña y nos encontramos con el sepulcro de don pancho, ingresamos y un
momento de paz y misticidad, nos inunda plenamente y vuelven a nuestra memoria tantas historias de milagros
curativos de este gran hombre…en silencio nos retiramos pensando que queremos volver, se nota en las miradas de
cada uno del grupo que internamente manifestaron ante el sepulcro, un deseo…
Continuamos la marcha, a esta altura hemos perdido la noción del tiempo, solo sentimos que queremos descubrir más,
seguimos por la montaña bajando y subiendo, eludiendo montes, saltando charcos, recorriendo senderos centenarios, y
por fin la primer mirada nos lleva a un viejo campanario de piedra, casi perfecto, de una arquitectura poco usual del
lugar, y la iglesia que en silencio espera, y muy cerca unos cactus
con flores fucsias casi mágicas que se guarecen a su sombra, y, y,
y,…la vieja casa donde vivió en sus inicios don pancho de
características tradicionales y la otra mas nueva mejor conservada,
pero de una tipología constructiva sorprendente, y se nos vienen
tantos interrogantes, prácticamente insalvables…en el lugar,
nuestras miradas de asombro se entrecruzaban buscando adjetivos
que adornen tanta belleza junta…
Al volver al lugar de base, hicimos un asado y en el dialogo solo
había lugar para continuar asombrándonos del lugar, volvimos, e
internamente cada uno siente que desea volver, el mismo grupo o
con otras personas, a vivenciar un viaje distinto, donde el paisaje, la
misticidad, la naturaleza y la historia se amalgaman, “la cuchilla”
donde vivió don “Pancho”…

EL CARDÓN, PUEBLO MAGICO DE SABIOS


Por Jorge Hugo Femenía
Originarios del Puesto El Colorado con sus majadas de cabras, telares, aguadas y plantas medicinales, este bastión
humilde bastó para diseminar sus pobladores hacia tierras del lejano oeste provincial, difundiendo sus habilidades con
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prestigiosas celebridades y sirviendo de mano de obra calificada para los cultivos de grandes centros de producción de
vides, olivos y nogales.
Una larga historia de trabajo arduo sin fin, la llevan diariamente los habitantes de El Cardón desde tiempos
inmemoriales.
Una historia precisamente muy conocida por los pobladores del oeste riojano de Aicuña, Chañar, Patillos, Tambillos,
Piedra Pintada, Puerto Alegre, Pagancillo, Villa Unión, Villa Castelli, Guandacol, Los Palacios, Vinchina, Jagué, entre
otros.
Estas tierras, de solo verlas, cuentan la historia de la humanidad desde hace
miles de años atrás y mucho antes de que la Nación ANTAPA (Anchumbil-
Talampaya-Paluqui) aprovechara sus abundantes recursos naturales.
Pero esta historia es muy limitada a solamente una breve excursión en ese
tiempo hasta nuestros días actuales.
Imaginemos la Tierra con un solo bloque continental en la prehistoria hace
más de 250 millones de años (Pérmico), con grandes pantanales
interconectados al litoral marino, exuberantes e inmensos árboles, helechos,
insectos gigantes y grandes bestias dejando sus pesadas pisadas como rastros
por doquier. El periodo Pérmico presenció la diversificación de los primeros
amniotas (vertebrados tetrápodos) en los grupos ancestrales de mamíferos,
tortugas, lepidosaurios y arcosaurios. El mundo en aquel tiempo estaba
dominado por dos continentes, conocidos como Pangea y Siberia, rodeados
por un oceano global llamado Panthalassa.
El Pérmico, y con él la Era Paleozoica, terminó con la extinción masiva del
Pérmico-Triásico, la mayor extinción en la historia de la Tierra, en la que
desaparecieron el 90% de las especies marinas y el 70% de las terrestres
En el Pérmico hubo importantes cambios climáticos con una tendencia general de climas tropicales a condiciones más
secas y áridas. Se produjo una contracción de los pantanos. Se extinguieron gran cantidad de helechos arborescentes
(Lycopodiophyta) y anfibios, que requerían condiciones húmedas. Los helechos con semilla, los reptiles y los reptiles
mamiferoides dominaron los ambientes terrestres. Los glaciares del Carbonífero sobre la región polar del sur de
Gondwana retrocedieron durante el Pérmico.
Hace 200 millones de años el supercontinente (Pangea) es separado por fuerzas tectónicas originando el océano de
Tethys dividiendolo en dos Pangeas, Laurasia al norte y Gondwana al sur. Comienza el levantamiento del fondo marino
que origina nuestro actual sistema Nevados del Famatina y la separación
del continente Gondwana (en sánscrito, bosque de Gond, pueblo del N de la
India y nombre dado en 1861 por el geólogo austríaco Eduard Suess).
Durante el Jurásico y el Cretácico Gondwana fue escindiéndose, y dio lugar
a las masas continentales de las actuales Sudamérica, África, Australia,
Zealandia, el Indostán, la isla de Madagascar y la Antártida, un proceso de
partición y alejamiento que continuó durante el Cenozoico y permanece
activo. Posteriormente hace unos 34 millones de años se inicia el
levantamiento de Los Andes transformandose la región en grandes desiertos
con extrema aridéz, al suprimir los aportes de humedad marinos y la
desaparición de gran parte de flora y fauna del paleozoico.
En ese período finalizó la formación de montañas, debido al movimiento de
las placas tectónicas sobre el manto terrestre, que se produjo al final del
Paleozoico. En las zonas donde los continentes colisionaron se estima que
se formaron sistemas montañosos de similar altitud al actual Himalaya,
como el Aconcagua, Pissis, Veladero, Bonete, entre otros.
Hace poco más de 2 millones de años la flora y fauna se distribuyen
nuevamente en Sudamérica accediendo y enriqueciendo tierras
desconocidas sin sus predatores naturales ni enfermedades.
Desde poco más de 70 mil años irrumpe el hombre en estas tierras sudamericanas y como hábiles recolectores y
cazadores sobrevivieron desarrollando las diferentes culturas prehispánicas.
El Cardón cuenta con tesoros arqueológicos y paleontológicos al igual que todo el Sistema Nevados del Famatina cuya
extensión es de una longitud de más de 400 kilómetros desde Catamarca al norte, hasta San Juan al sur.
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Sus antiguos pobladores diaguitas habitaron en las viviendas de piedras rojas pircadas cubiertas con ramas de pus-pus y
habitaciones apartadas con aleros de roca de origen Terciario, a lo largo de toda la cuenca del río Cardón.
Los interminables senderos nos llevan a subir la sierra bordeando inmensurables abismos y arroyos con cascadas y
laderas impregnadas de intensos rojos y pátinas de óxido de manganeso donde los petroglifos atestiguan de antiguas
civilizaciones y los restos fosilizados de flora y fauna acompañan a cada paso.
El agua, minerales, fauna y flora siempre fueron su sustento, y que por crecimiento poblacional fueron aumentando con
cultivos, floreciendo membrillos, vides, durazneros, nogales, higueras, trigales, porotos, zapallos, papas, tomates,
maizales, tunales.
Comenzaron a pico y pala a construir el camino que los une a Patillos,
Aicuña y Chañar.
Al fondo de la quebrada fue su origen, a más de 3300 msm, en lo alto de la
Sierra de Vichigasta, en el recordado Puesto El Colorado de donde surgen
todas las familias que posteriormente fueron colonizando todo el oeste
riojano.
Llevaban en sus alforjas piedras con cristales de sal desde el Bermejo que
luego purificaban para usarla en el charqui.
En el Puesto había amplios corrales pircados, vivienda de adobe y
algarrobos dulces a cuya sombra tejían en el telar los aperos para los
montados y mantas para pasar los fríos.
Surge a esa altitud abundante agua de vertiente que da origen al río Cardón.
En días festivos y por centenarias sendas se reunían en el Puesto El Colorado familias de Vichigasta con las del Cardón.
Por razones de distancia seguramente comenzaron a desplazarse hacia poblados más cercanos al oeste construyendo
viviendas de roca y más tarde de adobe cercanas a la boca de la quebrada.
Aún hoy se aprecian estas construcciones con horcones, sus corrales y cercados con hortalizas.
Contaban que los cóndores atacaban sus terneros por el lomo y al berrear del dolor le sacaban lengua y ojos.
Los centros productivos como Villa Unión, Chilecito continúan seduciendo y erradicando a los más jóvenes sin cesar
por su hábil mano de obra, dejando a los más viejos y niños abandonados.
Las grandes industrias yuyeras conocidas hacen del Cardón un blanco ideal para intercambiar sus yuyos por harinas,
azúcar y alcohol, depredando su valiosa flora medicinal y estimulando la erosión del frágil ambiente, lo cual ocasiona
derrumbes de laderas que dañan obras hídricas y sendas de tránsito. Aún se pueden ver hoy antiguos puestos
abandonados con sus paredes de adobe teñidas por el verde del incayuyo picado a puro machetazo sobre el palo tajeado
de algarrobo.
Por las riberas se abastecían para curar sus dolencias con plantas medicinales nativas como llantén, salvia morada,
ajenjo, incayuyo, rica rica, cedrón toronjil, mentas, berros, té andino, vira vira, jarillas, salvia blanca, altamisa, suico,
entre otras; y en las sierras, carquejas, bío-bío, tomillo, ajenjo, nencia, quimpe, rompe piedra, pacul, sacanza, maravilla,
pus-pus, yerba del ciervo, muña muña, contrayerba, chachacoma.
Al desandar estos senderos se aprecia el colliguay que da refugio al chinchemolle, mortal ortóptero de las majadas y
que se lo percibe por el fuerte olor que emite al ser molestado.
Los montes infranqueables de molles blancos forman paredes siempre
cubiertos de sus blancas drupas que usan para endulzar la panatela,
infusiones, mates y empanadas.
Los piquillines, pichanas, coirones, viscos y cardones completan el
inigualable y panorámico paisaje de El Cardón.
Desde este humilde lugar surgieron familias famosas y prestigiosos
personajes de bien como Don Pancho Ormeño, el médico de la Cuchilla de
Aicuña y Doña Nicolasa Ormeño de Sañogasta, la querida Profesora
Pascuala Ormeño, y muchos más.
Esta narración la hago en homenaje de un sabedor como Tío Félix Ormeño
que se nos fué para siempre en junio 2017, el pueblo llora su ausencia eterna y sus amigos como yo lo recuerdan con
inmenso cariño. Seguramente su elevado espíritu continuará ayudando, protegiendo e iluminando a su gente y familia
con su legado de sabiduría.

EL ÚLTIMO TIGRE
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No se puede precisar con exactitud, cuándo se vio por última vez al legendario “tigre” (jaguar, yaguareté, nahuel), en
territorio riojano. El último dato concreto, es la anécdota narrada por Domingo Faustino Sarmiento, cuando “Facundo”,
el Tigre de Los Llanos, salvó milagrosamente su vida, al ser sorprendido por un
tigre. Otros datos, también los aporta la toponimia, que en este sentido es bastante
elocuente, abundando los nombres de lugares como: Salto del Tigre, Corral del
Tigre, Quebrada del Tigre, Pozo del Tigre, Trampa del Tigre, etc.; lo que nos pone
de manifiesto, el amplio radio de acción que frecuentaba este felino. Sergio Plácido
Leiva, que ya araña los 80, viejo campero que lleva sobre su rostro muchos zondas
y temporales, heladas noches y calcinantes jornadas, de andar y hablar pausado,
prudente e intuitivo, como en todos los relatos conocidos, coincidió en que los
últimos tigres que rondaron la región eran cebados, lo que agregaba una nota de
pánico. Don Sergio, como todo hombre de campo, que desde su infancia trajinó por esas soledades interminables, junto
a sus padres y gauchos, que traían un bagaje enorme de anécdotas y cuentos, recordó todo aquello que se contaba en las
rondas y fogones esperando el sueño. Los grandes hablaban y los
niños callaban, siempre atentos a cualquier insinuación de sus
mayores. Allí escuchó el siguiente relato, de cómo cazaron el
último y más sanguinario tigre que aterró a los pobladores del
sudoeste riojano. Era cebado de carne humana, nadie salía de
noche y menos solo. Las partes que más frecuentaba, era en Agua
Escondida, Gualo y Agua Colorada, en los Campos de
Talampaya. Un interesante testimonio, aún se conserva junto a
una vertiente en Agua Colorada, lugar obligado de paso a Vilgo,
donde los camperos solían pasar la noche. Para dormir seguros,
habían armado una cama en lo alto de una chica, árbol parecido al
retamo, pero sus ramas verdes y leñosas terminan en punzantes y
agudas espinas, orientadas hacia arriba. Su madera es de las más
duras y pesadas que se conocen y su fruto, parecido a un gigante maní, formaba parte de la alimentación de los
indígenas y de los actuales puesteros. Puede llegar a varios metros de altura. Un hermoso ejemplar, se puede observar al
N del Monje y en Los Pizarrones, antes de Los Cajones. En la gran chica, junto al Agua Colorada, mediante un
ingenioso agujero entre sus ramas, se puede ver los restos de uno de esos catres de altura. Dos palos laterales, que luego
se entrelazaban con el lazo, donde se apoyaban los peleros, pudiéndose dormir seguros. El temible animal, había sido
visto en Los Baldecitos, y los Herrera, viejos baquianos de Ischigualasto, le tendieron una trampa junto a un corral y
habían dispuesto una serie de garrotes de palo de chica y chañar para apalear a la fiera trampeada. Por supuesto, el
astuto felino evadía siempre la trampa. Pero fue en Pagancillo, donde los más guapos decidieron acabar con el temible
animal. Allá por el tiempo de Justiniano Castro, personaje de Huaco, respetado en leguas a la redonda por su habilidad
con el facón, de Don Bautista Narváez, cuyo accionar aún hoy se recuerda en Pagancillo, guapo indiscutible, que con
solo su nombre aplacaba a cualquiera; de los hermanos Ocampo de la estancia de Mas y de otros distinguidos gauchos;
pero le cupo a los hermanos Díaz la audaz tarea de enfrentarse con el tigre. Un arriero trajo la inquietante noticia de
haber encontrado rastros frescos en la Quebrada del Bragado, a unas cuatro leguas de Pagancillo, cerca de la Puerta de
Talampaya. Allí, precisamente, tenían un puesto y corral. Algunos no muy convencidos se alistaron para la batida y
salieron listos para la riesgosa tarea. Llegaron al atardecer, encerrando al
ganado y al poco tiempo las brasas estaban listas para el asado. Ya se había
hecho la noche y los infaltables mates circulaban de mano en mano hasta
estar a punto la carne. Se comió y se bebió como se hace en el campo y la
tertulia se prolongó con el consabido tema del tigre. La noche se hizo larga
y tensa esperando la madrugada. En el momento menos pensado el
sobresalto esperado. Se les cortó la respiración al oír un tremendo rugido.
Se levantaron al instante, avivaron el fuego, extendiéndolo a otros montones
de leñas que ya estaban preparados y en minutos, varias fogatas ardían para
evitar que se acerque el tigre. La tensión llegó a tal punto que, todos
aterrorizados, ensillaron y con las primeras luces partieron a sus ranchos.
Solo quedaron los hermanos Díaz, que al verse abandonados, se agrandaron
y con mayor valor, decidieron encarar la empresa. Tras darnos estas series de relatos, Don Sergio entró de lleno al
grano, narrándonos los detalles del encuentro. Ya aclaraba y llegó el momento de salir. Los caballos bien ensillados, el
lazo listo y los facones relucientes con su enchapado de plata. Los perros aullaban y ladraban inquietos, volviéndose
constantemente a sus amos, esperando el ataque. Muy cerca había andado el tigre, sus huellas estaban cerca del corral,
muy patentes en la arena humedecida por el rocío. Los perros, sin perder los rastros, iban y venían inquietos,
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presintiendo cada vez más cerca el temible encuentro. Allí estaba, frente a una enorme roca, con los pelos erizados, las
orejas gachas hacia atrás y apoyado en sus patas traseras. Acosado por el infernal ladrido de media docena de perros.
Las fauces entreabiertas, el labio superior fruncido mostrando los temibles colmillos, calculando su feroz zarpazo.
Quien entra al alcance de sus manotazos, si logra sobrevivir, llevará el resto de sus días las consecuencias de la
inconsciente osadía. Así pasaron interminables minutos. Los hermanos Díaz, a una distancia prudencial observaban
atentos, buscando el momento preciso de intervenir, su larga experiencia de campo los dotaba de instinto, inteligencia y
sagacidad, para afrontar cualquier imprevisto. Fue cuando los desgarradores ladridos de los enfurecidos perros,
alertaron más aún a los expectantes hermanos, viendo cómo “Lauca”, la perra favorita, con la velocidad de un rayo, se
lanzó a la garganta del felino. Pero éste, acosado y furioso, la desgarró antes de llegar, dando los últimos aullidos,
aprisionada bajo las patas traseras. Esto sobrecogió al mayor de los Díaz, quien profesaba un gran reconocimiento a esa
fiel compañera de tantas andanzas por los campos, en las buenas y en las malas. El tropel se componía de media docena
de perros, entre ellos algún buen galgo, un par de curtidos “lioneros” y los infaltables “cuzcos”, a veces tan guapos
como los más serviciales de la jauría.
Pero de entre todos, siempre uno se lleva el aprecio y la admiración del dueño, que no se separa nunca, cuya mirada
parece buscar constantemente complacer al patrón, que cuando desensilla, se echa con tanto celo junto a los arneses y
alforjas, que nadie se atreve a acercarse, esperando solamente la mirada complaciente y agradecida de su amo. Así era
lauca y su dueño no pudo soportar el holocausto del fiel animal. Su indignación y furia desbordó los límites de la
prudencia, manoteó su filosa hacha de mano y se lanzó al ataque. Los Díaz eran hábiles artesanos en la confección de
monturas y pecheros y por esta razón, siempre llevaban una filosa hachita, para cortar troncos y horquetas, con la forma
adecuada para sus trabajos. Frente a la bestia, ensañada con los maltrechos perros, le asestó un tremendo hachazo
dirigido a la cabeza, que fue levemente desviado por un instintivo movimiento del animal. El siguiente golpe no se hizo
esperar, era cuestión de fracciones de segundo, y un segundo hachazo le abrió el cráneo, cayendo de bruces. Los perros
hicieron el resto, ensañándose hasta despedazarlo. Desde aquel entonces, toda la comarca respiró aliviada. A partir de
ese momento, no se supo de algún otro tigre que haya preocupado a los pobladores y los hermanos Díaz, pasaron a la
historia grande hasta nuestros días. Terminado el vívido relato, Don Sergio me confesó con serenidad, que no había
llegado a conocer a los tan mentados hermanos Díaz, ya que ese hecho sucedió hacía mucho tiempo, allá por 1880.
Carlos Decaro. Extraído de “El Último Tigre”, pág. 61. Talampaya, un maravilloso enigma. 1985

ENCUENTRO FATAL

Fue una mañana apacible y fragante, inundada con el aroma del desierto. Nada dejaba entrever aparentemente, el
macabro acontecimiento que hacía un par de horas había sucedido en el lugar.
El primer indicio, lo daban la presencia de los cóndores, que a baja altura sobrevolaban
en círculos concéntricos el sitio, esperando su turno. Aunque nadie lo había visto ni
escuchado, todo se podía reconstruir por las huellas dejadas en el suelo, con tanto
realismo, que se podía leer como en un apasionante libro. La
continuidad de las escenas se apreciaba siguiendo los rastros en la
fresca arena, casi húmeda aún por el rocío matinal. El suelo, del
que sobresalen algunas matas que atrapan a las arenas que trae el
viento, forman montículos en la base de sus tallos, ofreciendo un
buen sitio para estar al acecho y sorprender fácilmente a
indefensos o despavoridos animales.
De tanto en tanto, algún algarrobo, tusca o espinillo sobresale del conjunto. Los seres
vivientes del desierto, conviven en cauta armonía, mientras no aparezca el astuto y
sanguinario puma. También aparecen animales orejanos (sin dueños ni marcas), que
ya se han incorporado, como burros, caballares y toros, totalmente cimarrones (salvajes).
A los toros los llaman “bravos” y en más de una ocasión, pueden hacer pasar un momento de apuro. Fue próximo al
paredón de Los Tarjados y cerca del Agua del Cardón. Allí la fauna silvestre, se congrega de noche para beber, como si
dirigieran al portal del Arca de Noé.
Una mañana, al pasar por el lugar, me llamó la atención, arbustos rotos, matorrrales pisoteados y el suelo rastrillado de
huellas. A poco de observar, pude tomar el hilo de lo acontecido. Allí, detrás de una mata, había estado al acecho un
corpulento puma, de los que llaman “burrero”, había dado un salto de unos 6 metros. Se notaba el movimiento oscilante
de su cola, en la barrida arena. Sus pesadas manotas, estaban marcadas profundamente en la semicompacta arena
mojada por el rocío. Al pie de un montículo de achaparrada mata de cachiyuyo, cuatro huecos de pesados vasos de un
inquieto burro, que ya olfateaba el peligro. El feroz impacto, había provocado el lógico sobresalto del impaciente
animal, que dio unos pocos y tambaleantes pasos, terminando en un gran revolcadero, luego los rastros del despavorido
burro, en dirección a unos matorrales de retamo y espinillo. En el suelo y enredado en las espinosas ramas se
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observaban mechones de pelos ensangrentados de ambas bestias. Trozos quebrados de ramas yacían pisoteados por
doquier. Al parecer, el enfurecido asno había logrado deshacerse del encarnecido atacante, prendido con garras y
dientes del pescuezo, pasando bajo las retorcidas ramas. Poco más allá, la lucha había sido frente a frente. La
profundidad de las huellas de las patas traseras del burro, hacía imaginarlo en actitud erguida y descargando terribles
manotazos sobre su adversario. Un burro enfurecido es como una demoledora y sus mordiscos desgarradores. A su
alrededor, las huellas del felino, dando vueltas alrededor para saltar al menor descuido de su presa, que ya no era
víctima sino un peligroso enemigo. Al parecer lo había logrado. Los pesados cuerpos se habían trenzado en el suelo.
Más adelante, nuevas revolcadas hasta unas matas de jarilla. Cuajo sanguinolente amasado en la arena. A pocos metros,
como buscando su último refugio bajo una rugosa brea, yacía el cuerpo destrozado del fornido burro. Prácticamente su
mandíbula inferior estaba molida. De su desgarrado cuerpo aún palpitaban sus humeantes entrañas. Su lomo un
montículo de carne arada…pero ¿qué había sido de su atacante? Se alejaban del lugar, pesadas y arrastradas huellas. A
no más de 50 metros junto a un centenario algarrobo, sobresalía otro bulto. El cuadro no era menos estremecedor que el
del pobre burro. El terrible puma, también había sucumbido. Su cabeza totalmente triturada era una masa deforme,
irregularmente hinchada, que más denotaba la presencia de un monstruo. Tal fue el desenlace de este singular duelo a
muerte. No siempre el temible monarca de las arenas lleva las de ganar. En ocasiones similares, los “bravos” también
han sido protagonistas con iguales resultados. Arriba los cóndores y jotes descendían resueltos a participar del festín.
Era prudente dejarles su turno y me alejé dibujando en mi mente la sobrecogedora escena de la cruenta pelea.

SU MAJESTAD EL CÓNDOR

Entre los atractivos más interesantes del Parque Talampaya, podemos contar con una
reserva de cóndores, considerada como la mayor población conocida del país y
posiblemente de América. Esto crea un especial interés que atrae a turistas ambientalistas
y observadores amantes de la naturaleza. El Rey de Los Andes, está en vía de extinción,
razón por la cual debe tener una protección especial. Dentro del Gran Cañón del Río
Talampaya, en los farallones y en los cañones laterales, el ave más grande del mundo,
señorea su imponente estampa, en sublime vuelo dentro de un entorno maravilloso. Esto
ya es motivo para que grupos de turistas de Europa y Japón, visiten el PNT para
fotografiar y filmar su majestuoso planeo. En realidad, en ningún lugar del mundo se puede dar con tanta facilidad la
oportunidad de observar en detalle su vuelo y estudiar su curiosa conducta en períodos de celo y sus hábitos no sólo
como carroñero, sino también como predador. Es un buitre grande y negro, con plumas blancas alrededor del cuello y
en partes de las alas, en especial los machos, a los que llaman “collarejos”. La cabeza carece de plumas y es de color
rojo, y puede cambiar de tonalidad de acuerdo al estado emocional del ave. A diferencia de la mayor parte de las aves
de presa, el macho es mayor que la hembra. Ésta es de color más claro y se va oscureciendo a medida que llega a la
adultez. Alcanza la madurez sexual al 5º o 6º año y anida entre los 3.000 y 5.000 metros de altitud, generalmente en
formaciones rocosas inaccesibles. Suele poner 1 o 2 huevos al año. Es una de las aves más longevas, pudiendo alcanzar
la edad de 50 años. Es un símbolo nacional de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, y Perú, y tiene un
importante rol en el folklore y la mitología de las regiones andinas de Sudamérica. La Unión Internacional para la
Conservación de la Naturaleza la cataloga como una especie casi amenazada, ya que sufre la pérdida de su hábitat y el
envenenamiento secundario por la ingesta de algunas presas matadas por cazadores. Varios países iniciaron programas
de reproducción en cautividad.
El cóndor andino fue descrito en 1758 por Carlos Linneo en la décima
edición de Systema Naturae, y conserva la nomenclatura binomial original
de Vultur gryphus. El término genérico Vultur proviene del latín vultur o
voltur, que significa "buitre". En tanto, gryphus deriva de la palabra del
griego antiguo γρυπός (grupós, "pico con forma de gancho"). A su vez, la
palabra cóndor proviene del quechua, kuntur.
En cierta ocasión y coincidiendo con largas jornadas de relevamientos de
vegetación, tuve la oportunidad de avistar las siluetas arremolinadas de un
grupo de estas aves, que daban muestras de gran inquietud batiendo hacia
arriba y abajo sus alas en constante aleteo y, sintiéndose amenazadas por la
presencia de mi vehículo que marchaba en su dirección, comenzaron a
carretear frenéticamente delante, pero no lograban tomar vuelo, hasta que comenzaron a expulsar por sus picos trozos
de su reciente presa en procura de alivianar sus pesados cuerpos. Me admiré por la velocidad con que vomitaban estos
sanguinolentos y pestilentes tripajos, hasta recibir una lluvia sanguinolenta sobre el vehículo, al momento de pasar
debajo de las aves en ascenso espiralado y vertical, a poca altura, impidiéndome toda visual por obstrucción del
parabrisas, lo que casi me lleva a un accidente.
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En otra oportunidad tuve la inmensa satisfacción de conocer las tradiciones y costumbres y el uso de los yuyos de la
admirable gente de El Cardón, poblado al cual se ingresa por RN40 tomando para Aicuña, pero desviándose hacia
Patillos, donde luego de unos 20 km desde la RN40 finalmente se llega. Al poco del cruce con el río y de andar entre
Patillos y El Cardón, se puede observar, a la derecha con rumbo S, una antigua huella caminera que era del proyectado
camino de ingreso al PNT y que, pasando por Los Morteritos y varios puestos, permitía acceder por el N, a la altura del
río La Yegua o Monje, al río Talampaya. Al ser proyectada la actual RN40 alejada de estos poblados, también fueron
condenados a sobrevivir, alejados de toda calidad de vida y confort. Allí, en la quebrada de su rancho, Don Luis Páez,
en esas noches donde el cansancio atrapa, entre mate y mate uno se va despabilando al compás de los relatos, explicó la
impiadosa estrategia que emplean estas aves en plan de alimentarse, cuando se hallan ante la ausencia de toda carroña
posible y, hambrientas, inician así un feroz ataque directo a cabritos, ovejas y terneros, a los que “trabajan”
desprevenidos y, asestando en primer lugar un fuerte golpe sobre su lomo, aprisionándolo con sus garras, lo hace
berrear al pobre animal con tremendo dolor e, inmediatamente como un rayo, otras aves acuden para arrebatar los ojos
despavoridos del animal, incluyendo su lengua, absorbiendo la sangre hasta su convulsión y muerte. Son también muy
conocidos los hábitos entre el cóndor y el zorro, a modo de alianza donde se benefician mutuamente. Mientras que el
cóndor señala desde el aire la presa ya muerta, dirigiendo al astuto zorro hasta el lugar, aquél continúa su vuelo en
círculos hasta observar si el zorro comienza o se niega a devorar el cadáver. Nunca desciende y solamente lo hace
cuando el zorro aprueba tan suculento bocado. En caso de alejarse el zorro y no probar bocado, significa que el animal
ha muerto envenenado.
Sus hábitos de caza, fueron descriptos con cruel realismo en “Mis Montañas” de Joaquín V. González, que da una
imagen de su terrible poder.
Los puebleros, en defensa de sus rebaños, aplican la siguiente técnica para atrapar vivas estas aves, sin usar arma
alguna: parapetados en sus refugios, observan cómo se dan soberbio festín con el cadáver del animal puesto ex profeso
a tal fin. Una vez saciados los estómagos y buches con abundante carne, rápidamente ganan sobrepeso, momento
aprovechando para agarrar estas aves, al no poder levantar su vuelo.
Temprano suelen viajar, alejándose de sus nidos, hasta más de 300 km en busca de alimentos, y detectando con su
olfato al animal muerto desde decenas de kilómetros. Al atardecer regresan a su lugar de partida para dormir. Sus nidos
y los lugares donde pasan la noche, son inaccesibles y claramente visibles en lo alto
de los paredones, por la presencia de guano que emblanquece el sitio.
Los Incas creían que el cóndor era inmortal. Según cuenta el mito, cuando el animal
siente que comienza a envejecer y que sus fuerzas se le acaban, se posa en el pico más
alto y saliente de las montañas, repliega las alas, recoge las patas y se deja caer a
pique contra el fondo de las quebradas, donde termina su reinado. Esta muerte es
simbólica, ya que con este acto el cóndor vuelve al nido, a las montañas, desde donde
renace hacia un nuevo ciclo, una nueva vida. El cóndor simbolizaba la fuerza, la
inteligencia y el enaltecimiento o exaltación. Era un animal respetado por todos
aquellos que vivían en los Andes desde tiempos anteriores al descubrimiento de
América, ya que no sólo traía buenos y malos presagios, sino que también era el
responsable de que el sol saliera cada mañana, pues con su energía era capaz de tomar
el astro y elevarlo sobre las montañas iniciando el ciclo vital.
Otro maravilloso ejemplar que suele verse, pero con menor frecuencia es el águila blanca (Buteo polyosoma), de menor
tamaño, pero igual de temible. Alcanza casi 2 m de envergadura alar y con su silencioso y armónico vuelo, es digno de
admiración con su porte imperial. Su poderosa vista le permite detectar a muchísima altura a sus víctimas, que con
agilidad y velocidad de rayo, caza a su presa en vuelo rasante. Puede alzar cualquier liebre o corderito, para lanzarlo
desde gran altura y devorarlo destrozado en el rocoso suelo.
En oportunidad de ir a descansar bajo el conocido algarrobo “El
Abuelo”, noté bajo su imponente copa de 25 m de diámetro y
ramas “besando” el suelo por su extraordinario peso y edad
(aproximadamente 600 años), numerosos caparazones de
quirquinchos desparramados en la arena y sobre la “pirgua”
(silo de enramado para almacenar chauchas de algarroba). Ello
despertó mi curiosidad, por lo que atiné a distanciarme del
árbol, sorprendido por escuchar lastimeros chillidos como de
bebés. Una vez que alcancé prudencial distancia, observé en lo
más alto de su copa un nido hecho con espinosas ramas, repleto
de quirquinchos que, desesperados, luchaban por su vida,
impotentes al no poder salir de tan dificultosa situación. Al
mirar a la distancia y al poco rato, observé admirado al autor del
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hecho: una majestuosa águila blanca que traía en sus garras a otro desprevenido quirquincho, al que soltó dentro del
nido en medio de sus aterrados congéneres sin saber la suerte que correría!!!...

EL ENIGMÁTICO PUEBLO EXTINGUIDO DE CAPAYÁN


Las Ruinas de Capayán
Los primeros, como Nonogasta pueblo en el que se juntaban los caminos que venían de La Puerta (de La Rioja tras el
Velazco) y de Los Colorados que se unían en este pueblo con el que venía de Paganzo, Catinzaco Viejo, Vichigasta
(por Patayaco), para seguir a Chilecito, que también se unía al que venía de Cuyo por la Cuesta de Miranda (camino
inca) para seguir pasando por los Sarmientos, San Nicolás, Capayán siguiendo al Norte, Pituil, Los Sauces (ruta 40).
En estos tres pueblos, Nonogasta, Chilecito y Capayán pasaba la red comercial generando un movimiento de
abastecimiento e intercambio, que se denominaba “Del Comercio”, hoy Dr.
Santiago Bazán y Pelagio B. Luna. En el resto de los pueblos con un
incipiente urbanismo disperso, como Anguinán, Malligasta, Los Sarmientos,
San Miguel, Tilimuqui y La Puntilla, se dedicaban a tareas administrativas y
productivas.
En cuanto al pueblo que nos interesa, Capayán, hay dos aspectos que
merecen considerarse, como: sus características demográficas y su
producción. E cuanto a su producción o actividad laboral, no me refiero a sus
fundiciones que son de fines del siglo XIX y comienzos del XX sino a la
confección de grandes recipientes cerámicos (Tinajones) para contener agua , bebidas alcohólicas y cereales que seguro
proveían a los demás pueblos. Hoy detectamos, con criterio observador, sus hornos en tierra y copiosa cantidad de
fragmentos de gran espesor. La escasa agua que llegaba de las sobras de Famatina eran retenidas en grandes estanques
que aún se advierten. Hasta hace algunos años se veían restos de cultivos, parrales y olivos, rodeados de inmensos
bosques de algarrobos, tuscas, retamos y chañares, disponiendo de leña para sus hornos. En cuanto a la población,
según el informe del cura párroco de Santa Rosa de Anguinán, Don Josef Nicolás Ocampo, hermano del Gral. Ortiz de
Ocampo, decía lo siguiente: “En el año del Señor de 1810 a dieciséis de enero, celebrada la matricula general del
curato, hallé que en este lugar de Capayán existían las casas y familias siguientes”:
Casa 1 Dionisio Villafañe y su mujer Josefa Ocampo, 4 hijos y 4 esclavos y 1 agregado. Casa 2 Juan Francisco Ocampo
y su mujer Dolores Almonacin, 2 hijos, 37 esclavos y 5 agregados. Casa 3 José Toribio Bergara y su mujer Ignacia
Noroña, 2 hijos y 2 agregados, en la misma casa Juan Ubaldo Sánchez y su mujer Rosa Maldonado. Casa 4 Felipe Silva
y su mujer Mercedes Castro, 5 hijos y 4 esclavos. Casa 5 Vicente Ocampo y su mujer María Sotomayor, 3 hijos, 6
esclavos y 8 agregados. Totalizaban unas 100 personas. Hay que tener en cuenta que el término “CASA” no se refiere a
una unidad habitacional, sino a la casa principal y dependencias anexas, casas precarias y chozas. Es de notar los
apellidos ilustres de los dueños, de notables familias riojanas que por algún motivo que trataré de averiguar, vivían en
este alejado lugar.
Como especial lugar de tránsito, tenían contacto con personas que iban y venían, con caravanas y carretas, estando
informados y no tan aislados. Por la calidad de algunos fragmentos de vidrios y losas de origen español, que se hallaban
en basurales y por lo botones y hebillas de metal y algunos otros
elementos utilitarios dispersos, confirman cierto status de estas
Familias.
Lo que sorprende es el número de esclavos, se edad y sexo en su
mayoría femeninas y de corta edad, verificado en más de terceras
partes. Hace suponer que podría ser un hogar que proveía de
personal de servicio en calidad de esclavos o libertos a las familias
distinguidas de otros pueblos.
Las casas están dispersas en un área más o menos lineal de un
kilómetro. Se advierten vestigios de una capilla y a cierta distancia
hacia el sur se encuentra el sitio llamado San José de Michuán,
donde se podían apreciar los cimientos de un gran recinto
rectangular, donde se hallaban una capilla y cementerio. Al
explorar hace unos años atrás se advertían algunos enterramientos
guardando cierta orientación lineal con algunos cráneos expuestos, fruto de buscadores de tesoros en estos
enterratorios. Algunos de estos cráneos se hallan expuestos en el museo San Francisco. Según algunas versiones
recogidas suponían que podría estar sepultado el sacerdote José Sarmiento que en 1684 recibió estas tierras de su madre
doña Leonor Ibarra de Sarmiento.
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Es posible que este lugar sirviera de cementerio para las poblaciones de Capayán, Los Sarmientos y San Nicolás. A
comienzos del siglo pasado Capayán su fue despoblando y las fundiciones del Sr. Galván dejaron de funcionar debido a
que las sobras de agua de Famatina por el incremento de sus sembrados y cultivos las aguas no llegaban. En la
actualidad se pueden distinguir dos barrios, uno al norte y otro al sur. El barrio al Norte consta en estos momentos de
una vivienda antigua que probablemente perteneció a la Flia. Ocampo Sotomayor y de varias construcciones posteriores
cerca del sitio de la fundición, que según Huniken pertenecieron al Sr. Galván. Se encuentran en el lugar gran cantidad
de escorias y algunas canchas para depositar el mineral que era acarreado por tropas de mulas. En esos tiempos todo se
manejaba a mulas y carretas. Entre los grandes propietarios sobresalían el Sr. Illanes con un millar de animales de carga
y el empresario Anacarsis Lanas, padre de Adolfo y Roque, dueño de la mayor empresa de carretas. Las tareas en las
fundiciones ocupaban mucha mano de obra para el acarreo del mineral, para carga y descarga, los que talaban y
acopiaban leña, para su traslado a los hornos que funcionaban día y noche, generalmente con leña verde, lo que motivó
la desertificación que hoy vemos en el Valle Antinaco, Los Colorados. También había personal para la molienda en
trapiches y marayes. En Capayán Norte aún se advierten cimientos de grandes sitios para alojamiento de los
trabajadores. Este establecimiento estuvo en funcionamiento hasta principios del Siglo pasado. Con el Cable Carril y las
grandes fundiciones de Santa Florentina y Totoral, el resto de estos establecimientos, una decena, dejaron de funcionar.
La última en cerrarse fue la de Parchar Almonacid en la calle Santa Rosa. De Capayán Sur a casi un kilómetro,
proveían de verduras, fruta y vinos. Aún se pueden ver en el lugar restos de plantaciones y cultivos cerca del complejo
de la Casa2 de Ocampo Almonacid. En Capayán Sur, donde se encontraba el sector más poblado, que tuvo gran auge a
fines del SXVIII, esta pequeña población contaba con vida propia, con reservas de agua en grandes estanques, cultivos,
una industria con gran demanda, como la fabricación de tinajas y tinajones, conservándose en el lugar restos del gran
horno en el que se podían cocinar varias tinajas a la vez o una de gran capacidad (500 y 1000 litros), pisaderas
circulares de arcilla que sacaban de las cercanías. Las instalaciones habitacionales del complejo 2, posiblemente,
contiguo a este complejo se encuentran restos de la Capilla, probablemente dedicada a San José. La antigua talla de San
José que se encuentra en la Iglesia de Santa Clara en Los Sarmientos, pudo haber pertenecido a la capilla de Capayán.
La ruta que pasa por el sitio en casi todo su recorrido lo hace por lugares llanos, lo que facilitaba el transporte de estas
tinajas.
La jurisdicción de Capayán:
Con la ayuda satelital y con la exactitud que nos da el Google, trazando una línea desde la Quebrada Grande en el
Velazco hasta el gran mojón desde donde arrancan los límites de los Depto. de Famatina, Villa Castelli, Vinchina y
Chilecito en el Filo del Ampallao o del pretendido por Famatina en la cima del Pico Belgrano, la parte Norte de
Capayán queda en Famatina y la parte Sur en Chilecito.
29°, 03 08 66 S 28° 58 41 S
67° 26 37 30 O 67° 47 46 O
No hay en la cima del Belgrano ningún mojón o algo que sirva de señal para una demarcación de límites. Esta cima fue
escalada oficialmente por una expedición militar en 1941 donde le pusieron el actual nombre, acompañándole como
guía el Sr. Álamo, registrando una altura de 6.270 m, altura que no es muy precisa. Si hubo alguna ascensión anterior
no consta registrada. En cuanto al extinguido pueblo Capayán no hay indicios, por las características de su
construcción, que haya indicios, por las características de su construcción, que haya existido antes del S XVIII, como
así también algún asiento estable indígena.
En el Depto. De Chilecito las poblaciones aborígenes estaban situadas en el cinturón verde que forman las bajadas de
agua de la falda Oriental del Famatina, donde se encuentran los actuales distritos del departamento. El resto del Valle
Antinaco, Los Colorados eran zonas de caza y recolección. Los principales ríos que bajaban del nevado eran los ríos
Miranda, Guanchín y Los Sarmientos. Este último el más importante, con una cuenca de unos 250 K, recibía los portes
del rio Los Sarmientos nace en la Mina El Oro, cambiando varias veces de nombre, como: Amarillo, El Durazno, Los
Sarmientos perdiéndose en los bajos de Santa Elena. Los ríos Miranda y Guanchín favorecían a las comunidades de
Pocle y Sañogasta.
Fuentes:
Archivo Parroquia Santa Rosa de Anguinán (1810)
Plano del Mineral del Famatina (Virrey Sobremonte)
Toponimia Riojana Dardo de la Vega Díaz.
Historia de la Minería Argentina T1 (Segemar).
Documentación personal (C. Decaro).

EL CURA “SHIMPA”

Este clérigo, bueno para muchos, infractor para otros y personaje de leyenda para todos. Se llamaba así por una larga
trenza que le llegaba hasta la cintura. Pasada la segunda mitad del Siglo pasado, se radicó en Guandacol este sacerdote
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que los antepasados recuerdan como el Padre Ante (posible apócope de Antenor). Como casi todos los curas de la
campaña, en esos tiempos, alternaba su ministerio con actividades agrarias. Es probable que su presencia en el lugar se
debiera a las alternativas políticas de la vecina provincia del sur, de la cual provenía. Estas zonas del oeste riojano
sirvieron de refugio a muchas familias sanjuaninas, que desde entonces están radicadas en La Rioja. El rápido progreso
y el afecto de los guandacolinos, no fue bien visto por los amos de esas comarcas, los titulares del Mayorazgo de
Sañogasta. Este Vínculo se crea a mediados de 1600, con el casamiento del Gral. Nicolás Brizuela con Mariana Doria,
ambos beneméritos en la causa de la conquista para la Corona española. De esta arraigada familia nacerían hombres
ilustres, varios gobernadores, encumbrados militares, caudillos de relevancia, grandes políticos, escritores, santos y
malvados. Abolidos los títulos de nobleza, no les fue fácil a algunos resignarse a
la nueva realidad. Dada su trayectoria, hasta no hace mucho eran dueños de gran
parte de la provincia de La Rioja, ya sea por mercedes, concesiones reales, por
derechos de campos, por compras, intercambios o anexación de hecho. Así pasó
con la próspera finca que el Padre Ante había logrado con gran esfuerzo y con
ayuda de los vecinos. Cuando tras haber logrado las primeras cosechas y haber
convertido ese páramo en campos productivos, llegó la orden de abandonar el
lugar. Demás está decir que quienes no acataban estas disposiciones podían salvar
sus vidas huyendo a tiempo, pero al volver la vista atrás, la humareda era el fín de
sus largos esfuerzos. Cuentan que antes de huir, su maldición con ribetes bíblicos
se desparramó sobre esos campos, convirtiéndolos nuevamente en desiertos hasta
nuestros días. Nunca más volvió a crecer nada, y el sitio actualmente es conocido
por “Banda del Cura” o “Dunas del Cura Shimpa”. Cuentan que gran parte de la
población también abandonó el lugar radicándose en la Localidad de Los
Hornillos, actualmente conocida como Villa Unión. En cuanto al destino del Padre
Ante, no han quedado referencias claras, pero una fuerte tradición lo ubica como
prófugo en los Campos de Talampaya, conocedor como el que más de esos
intrincados lugares, hábil jinete y de coraje rayano en lo fabuloso, perdura hasta nuestros días las mentas de su bondad
y bravura. Cuentan que desde Guandacol, Los Hornillos, Los Palacios, Pagancillo, El Puerto, Aicuña, Vichigasta y
muchos, acudían para acristianar a los niños y bendecir a las parejas. Pero pasado un tiempo y localizado por la
“justicia”, se lo trataba de sorprender para arrestarlo, pero conocedor como nadie del terreno, y a veces advertido por un
amigo, lograba perderse sin dejar rastros. Viajando desde Pagancillo hasta el control km 144 se ve una quebrada
llamada “Los Bragados”, era uno de los sitios donde tenía una capilla aprovechando una cueva en la roca, donde
atendía a los fieles que temerosos acudían por sus servicios. En varias ocasiones casi fue capturado, pero pudo huir a
tiempo, hasta que una vez seguido muy de cerca por sus perseguidores y viéndose perdido, dio mil rodeos enfilando
hacia uno de los paredones más profundos. Cuando intentaron balearle el caballo, ante el increíble asombro de sus
perseguidores, se lanzó al abismo. Era ya tarde y descender suponía un gran rodeo. Sólo algunos que conservaban un
gran respeto por la muerte, se quitaron el sombrero, emprendiendo el regreso.
No faltó al poco tiempo quien, en el supuesto lugar de su caída simuló una tumba con una cruz de piedra encima, que
hasta ahora se conserva. Este sitio figura como límite del PNT con el nombre de “La Caída”.
Pero con estupor para algunos y alegría para otros, corrió la voz que lo habian visto en una quebrada siguiendo la huella
a Vichigasta. En efecto, siguió atendiendo a quienes solicitaban de su ministerio. Algunos acudían por la escasez de
otros sacerdotes, pero desconfiando de tan audaz proceder. Otros con admiración y respeto, quienes le atribuían un
poder especial contra la muerte, ya sea de Dios o del Maligno. Pasó el tiempo, y cuentan que ya medio entrado en años
fue sorprendido y tomado prisionero en el lugar que hoy llaman la Quebrada de Shimpa, donde actuó y residió en sus
últimos años. Por esta senda que hacía más de 200 años unía a esa zona con la localidad de Vichigasta.
Fue conducido bien maneado y atado para asegurarse que su presa ya estaba en el lazo. Así subieron la quebrada,
atravesaron el largo sendero de la cumbre, ante la mirada atónita de algunos puesteros que cuidaban su hacienda en los
verdes potreros de esas elevadas pampas. El descenso era más costoso, con el apuro de llegar al poblado antes que
oscureciera, pero los sorprendió la noche y una súbita tormenta de contornos fuera de lo normal. Queriendo asegurar al
preso, llegaron a un rancho abandonado instantes antes de largarse la torrencial lluvia. El cura fue estaqueado y
fuertemente asegurado con tientos a la intemperie. Confiados en lo inhóspito de la noche y en la mirada que a intervalos
le dirigían los cansados ojos de quienes uno a uno iba venciendo el sueño y la fatiga, se durmieron profundamente. Pasó
la noche, la tormenta y el cansancio. Las primeras luces de la mañana reflejaron el desconcierto y temor de los
aguerridos sabuesos al encontrar las estacas y los tientos sueltos. Del Cura Shimpa ni los rastros en la tierra mojada.
¿Qué fue de él? Nadies lo supo con certeza. No se volvió a ver en el lugar. Alguien comentó tiempo después que lo
vieron pasar a Chile por Mendoza. Quedaron flotando en el aire, y en las profundas quebradas, tumultuosos galopes,
gritos y carcajadas, que según los camperos suelen oir cuando la luminosa noche del cielo de Talampaya se enseñorea
de la comarca.
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Es por esta historia relatada que la tradición lugareña fue muy generosa en poner nombres litúrgicos por doquier en la
zona y que tienen alguna relación con este enigmático personaje. Es así que los visitantes están familiarizados con
denominaciones como La Catedral, La Iglesia, Los Reyes Magos, El Pesebre, El Púlpito, El Confesionario, etc. Pero lo
más sorprendente es contemplar la figura de “El Cura”, curiosa formación de más de 50 m que, estoica, aislada y de pie
aún, parece desafiar a los siglos, como aquel misterioso personaje, el Cura Shimpa, que con su trenza recogida, parece
esperar la muerte que no llega.

EL ÁRBOL

Este es el nombre con que se denomina en la campaña riojana y en gran parte del
NOA al algarrobo. En nuestra mitología el “Thaqu” ocupa un destacado lugar
jerárquico, por su vinculación con otras divinidades y con la comunidad indígena.
No era para menos, este providencial árbol daba sombra, leña, refugio, comida y
forraje para animales. En la entrada al PNT, a unos 300 m del Playón, a la
izquierda, se encuentra el “Algarrobo Abuelo”, que nos revive en toda su
dimensión la gran trayectoria folclórica que este árbol tiene hasta nuestros días. Su
edad es de unos 600 años, teniendo en cuenta que su crecimiento en diámetro es de
apenas 5 mm/ año y su circunferencia de unos 8 m. Bajo su frondosa copa pueden
estacionar docenas de autos. Cuando comienzan las ramificaciones, se aprecian una
serie de troncos entrelazados que van formando un gran canasto, donde los
puesteros de antes solían guardar la cosecha de algarrobas para el invierno,
protegidas del alcance de los animales. A este silo enramado se le conoce por
“Pirgua”.
Cuando las comunidades indígenas veían llegar la temporada de cosecha,
abandonaban sus viviendas y se dirigían todos a la cosecha. Los mayores trabajaban en esta tarea todo el día, dejando
confiados sus pequeños indiecitos bajo la sombra de un gran algarrobo, porque una divinidad los protegía y alimentaba.
Esta divinidad estaba representada por la “Zapam Zucum”, nombre onomatopéyico por el ruido que producían sus
exuberantes pechos al caminar. Con ellos alimentaba, dando de mamar a los pequeños y los protegía de los animales, de
los vientos y de cualquier otro peligro que pudiera afectar a las criaturas, hasta que llegaban sus madres. La peor ofensa
que se le podía inferir a esta diosa, era dañar algún algarrobo. Pero la venganza no se hacía esperar, la diosa arrebataba
alguno de los pequeños, castigando de esta manera a los desaprensivos padres. Por eso, esta diosa era temida y
respetada.
Cuando regresaban de la cosecha con sus cargas a sus lugares de viviendas,
comenzaban a fermentar parte de la algarroba par elaborar la aloja. Cuando
terminaba la fermentación comenzaban los grandes festejos. Estas bacanales,
dentro de un ambiente ritual, degeneraban en grandes borracheras y expresiones
populares, que eran el origen de la “Chaya”. El carnaval español coincide con la
misma fecha. De allí que prácticamente se fusionaran los dos festejos y como
resultado tenemos la Chaya actual, que es la máxima expresión de alegría popular
en nuestra provincia.
Nuestra gente de campo, aún en nuestros días, cuando suele ir a buscar leña al
monte, prefiere la leña de árbol o cuando busca lugar para descansar, dice: “no hay
como la sombra del árbol”. Estas expresiones traen la reminiscencia de aquel árbol
sagrado para nuestros antepasados: “el Thaqu”, el árbol por excelencia. En nuestros
días es parte de la alimentación básica, sea obteniendo el pan de algarroba o
“patay”, el arrope o miel, café o cocoa; o más sofisticadas como pan dulce, snack,
budines, galletitas a partir de la harina; y medicamentos basados en fibras,
proteínas y vitaminas, y goma de algarrobo, contenidos en su semilla.

LA SALAMANCA

Salamanca (Salla=peña. Mancca = bajo, infierno): vocablo quechua que significa


aquelarre, reunión de brujas, almas condenadas y seres demoníacos que se unen
para divertirse, bailar, beber, planear diversas maldades contra los seres humanos,
renegando de todo precepto moral o religioso. El Zupay o diablo es el rey de la
Salamanca y el que preside las reuniones y sella los pactos de los hombres que
acuden a él, en busca de la clave de la vida, la ciencia de la carne y los secretos del
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mal. La música que de allí proviene sirve de guía para llegar hasta la entrada, pero no todos pueden ingresar. Esta
superstición afirma que la Salamanca más importante es la de Sanagasta, sin embargo existen innumerables locaciones,
todas ellas en el hueco de algún monte o en cavernas apartadas donde el geo montañoso las hace inaccesible.
Ubicación de las Salamancas Riojanas: Dpto Capital (Sierra de Aberastain), Sanagasta (Camino a Huaco), Castro
Barros (Agua Blanca, Aguada de Chuquis, Aguada del Potrerillo, Aminga, Loma Larga en Los Molinos), San Blas de
Los Sauces (Alpasinche, Andolucas, Suriyaco), Arauco (Arauco, Udpinango y el Tembleque), Famatina (Las Gredas,
La Piedra, Loma Bola, Ishanco, Totoral), Chamical (Santa Lucía), Chilecito (Chilecito, Río Seco en Nonogasta), Gral.
Belgrano (Talva y Loma Negra), Vinchina (Jagüé), Felipe Varela (Villa Unión), Independencia (Los Colorados),
Facundo Quiroga (Malanzán, Salana, Balde de los Reyes y las Torres), Rosario Vera Peñaloza (La Escondida en
Chepes Viejo).
La Salamanca de Sanagasta: ubicada a 1.500 m. de Villa Sanagasta, rumbo a Huaco, esta caverna está en lo alto del
cerro, tiene una gran boca como entrada y unos 50 metros de profundidad; su piso exterior es de una increíble limpieza
y su arena brilla reflejando el sol. Se afirma que las brujas riojanas llegan desde el Famatina a Sanagasta, donde se
congregan la mayoría y desde allí viajan a Salavina, Santiago del Estero, que sería el centro nacional de estas prácticas.
Hay quien dice que el hombre acude a esas cuevas a vender su alma al diablo a cambio de inmortalidad, fuerza
habilidad etc. Otros creen que aquellos que entran en la salamanca logran salir, y vuelven cambiados, a menos que la
fuerza divina los proteja…y solamente se precisa ver cómo se proyecta la sombra de quien haya pactado con el Zupay.

LA YACURMANA

Se dice que el vocablo significa Madre del agua, pero también se la conoce como agua que cae. En La Rioja está muy
difundida la Yacurmana de Chuquis, que es un accidente geográfico proveniente de la ladera del Velazco. Sin
embargo también está también muy arraigado en Solca, Dpto. F.
Quiroga, entre las serranías de Malanzán y Nacate, donde se la pinta
como una viejecita vestida toda de blanco que aparece en el estanque de
los Mota, entre los cañaverales, este espíritu -protector de día-, con las
primeras sombras de la tarde cambia de personalidad, tornándose
maléfica para cuidar que no se sequen las vertientes y se conserve
cristalina el agua.
La Yacurmana de Chuquis: se le llama también hilo de plata o cabellera
de plata, agua que cae en referencia a la diosa diaguita del agua y por su
caudal, pero en época veraniega se convierte en una espectacular cascada
por el importante aporte de las lluvias a su volumen de agua.

LAS LEYENDAS DE LAGUNA BRAVA

Su nombre y varias leyendas andinas atribuyen a esta Laguna una bravura que ciertamente carece, "pero que de no
aceptar la visita de extraños" -según cuentan arrieros y baqueanos de la zona- reacciona provocando tormentas
inesperadas". El misterio fue generado por un avión Curtis Wriht C-46 que al paralizarse sus motores sobrevolando la
zona, aterriza forzosamente en el único lugar disponible: las adyacencias de la congelada laguna. La aeronave
transportaba 7 yeguas preñadas de raza de pura sangre desde Perú a Bs. As.; uno de los equinos que sufrió lesiones
por lo que debió ser sacrificado (es el que aún se observa al costado del avión,
conservado con la misma sal del lugar). Otro de los animales logra escapar a pocas
horas del episodio. Años más tarde, arrieros y cazadores aseguran haber divisado un
animal chúcaro y embravecido de gran porte y revueltas crines rubias en los faldeos
cercanos, por eso, cuando algún caballo luce ágil y veloz en Vinchina o Villa Unión,
no falte quien murmure: "Es de buena sangre, descendiente de la yegua perdida en La
Laguna Brava..."
Otro de los misterios: una pequeña cruz y un montículo de piedras señala
exactamente el sitio donde yace el "Destapado", un arriero - según algunos- ó un cuatrero -según otros- que fallece de
frío a causa del ventisquero Troyano del lugar. La estructura ósea asoma a simple vista y le dicen destapado porque si
alguien cubre sus restos o tapa su tumba, al día siguiente amanece totalmente destapado. Quienes visitan el Refugio
de la Laguna Brava suelen orar frente él y pedirle ayuda en su travesía por la cordillera riojana.

DIVINIDADES DIAGUITAS
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Muchas otras historias están relacionadas con las divinidades diaguitas adoradas por nuestros antepasados. Casi todos
son personajes mitológicos transmitidos de generación en generación en aquellas reuniones en torno al calor del fuego
campero o en las siestas invernales donde las abuelas abren su memoria al recuerdo popular.
El Mandinga: o Duende "siestero" (de siesta, luego del mediodía), especie de duende de baja estatura y ropajes
oscuros, lleva sombrero grande y aparece generalmente a los niños que juegan en la siesta de verano ó para
castigarlos, también tienta a las jóvenes ofreciéndoles pañuelos, caramelos o dinero; pero si es rechazado suele
vengarse con las peores bromas o daños mayores. También castiga a ebrios y asusta a caballos, roba el pan y lo
transforma en carbón.
El Zupay: diablo, es el causante de todos los males y adversidades que sufren los hombres, tiene forma de macho
cabrío o gran chivato aunque a veces adopta la forma de un animal o de un hombre para hacer el mal. Es una bestia
lujuriosa que encarna también todas las miserias y vicios terrenales y que busca seguidores.
El Llastay: dios de las manadas de llamas, vicuñas, guanacos, cóndores, protector de la fauna local, con su agudo
silbido los alerta de la presencia de cazadores. Le gusta adoptar la forma de los animales que ama y protege
presentándose como el rey de esa especie.
Inti: máximo dios, representa al sol y al creador de todas las cosas, su culto fue impuesto desde el reino incaico.
El Pujllay: divinidad de la chaya riojana, dios de la alegría, el banquete y el baile.
El Cachiru: divinidad maligna que a la hora de la muerte arrebata el alma de los hombres
Huayrapuca: es el viento, que todo lo castiga y reseca, afiebra a los hombres y a los animales: el viento Zonda.
La Pachamama: voluptuosa, bella, fuerte y violenta madre de la tierra. Habita en la montaña y preside sus misterios,
se le ofrecen comidas y bebidas en pozos cavados en la tierra.
La Saramama: diosa fecunda, protectora del maíz –alimento sagrado- representa la esencia de este alimento, por lo
que se le ofrecen plegarias y sacrificios. Su figura está cubierta de una mazorca de maíz y en cada hogar se poseía una
imagen para proteger los sembradíos.
La Yacurmana: madre del agua, ninfa de las vertientes cuya mirada fosforece en lo oscuro.
La Zapam-Zucum: diosa protectora de los algarrobales; madre y providencia de los niños abandonados, a quienes
amamanta.
La Mayumama: diosa del agua, tiene torso de sirena y delinea los cauces torrentosos de ríos u inundaciones.
La Mamaquilla: diosa protectora, representa a la luna, y es la que marca las épocas de cosechas.
El Chiqui: duende maligno, de menor importancia pero de enojo fácil y terrible maldad, castiga con sequías y
terremotos, distribuye las lluvias y los vientos a su capricho. Es el símbolo de la desgracia.
El Mikilo: El duende que muchos riojanos dicen haber visto deambular por las calles se llama “Mikilo”, asusta desde
la época de los diaguitas a los niños picarones que se escapan de sus casas a la hora de la siesta, y, dicen, es un
tramposo.

TIERRA DE BRUJAS

En Famatina, sus pobladores cuentan convencidos de su veracidad, historias de duendes, brujas, aparecidos y luces
malas. Más que el dólar o las elecciones presidenciales, los empecina la lucha entre el bien y el mal. Su imaginario
colectivo todavía les permite encontrar agazapado detrás de una piedra al temible Miquilo, el duende roba niños, o ver
a mujeres suspendidas en el aire entre las copas de los árboles. Algunos de ellos transforman un conocido dicho en la
siguiente sentencia: “En Vichigasta las brujas existen, y que las hay, las hay.”
Alfredo Chade, un recopilador de mitos y leyendas de la zona y además ex director de Turismo de Chilecito, justifica
la existencia de mujeres que practican la hechicería, el curanderismo o, simplemente, la recurrencia a recetas y
amuletos para desenvolverse en la vida cotidiana, por el difícil o nulo acceso a la información de los pobladores del
norte argentino. “Es lógico que pueblos con escasa educación e información tiendan a explicar fenómenos naturales
desde una perspectiva sobrenatural –reflexiona–. Seres imaginarios que, como tales, escapan al rigor de las leyes
biológicas y físicas, han poblado siempre las noches y los días, sin que la era del átomo y la cibernética haya podido
acabar con ellos. Acaso porque el conocimiento científico y las utopías sociales están aún lejos de calmar todos los
miedos ancestrales del hombre y de colmar sus esperanzas.”
Al mismo tiempo, Chade sostiene que el noroeste de La Rioja lleva el sello original de civilizaciones aborígenes
como la de los diaguitas e incas, consideradas por su alto nivel cultural. “Como lógica consecuencia heredamos de
ellas muchas de sus creencias costumbres y supersticiones, añade.

ENCUENTRO CON EL DIABLO

En el pueblo es difícil encontrar a un vichigastense que no haya vivido o escuchado historias sobrenaturales.
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Nicolás Saquilan trabaja desde hace varios años en una finca de Vichigasta. Cada vez que cuenta la historia, confiesa,
un escalofrío le recorre el cuerpo. “Estaba regando el campo en un atardecer cuando empecé a sentir un zumbido –
relata–. El sonido se iba haciendo más fuerte y cuando miré hacia arriba vi una figura con forma de pájaro y mujer.
Yo me asusté mucho y me quedé quieto hasta que la figura se perdió entre los árboles. Volaba lentamente, con los
brazos abiertos y en forma inclinada. No pude reconocer si era una mujer del pueblo.”
Nelson Albornoz, otro joven vecino de Vichigasta, cuenta con una sonrisa nerviosa que una noche estaba en la puerta
de su casa cuando de pronto vio a una mujer suspendida en el aire, junto a la copa de un árbol. “Me causó mucha
impresión, pero no me asusté. Yo intenté mirarle la cara, pero estaba en una posición que se me hacía difícil
reconocerla. Un amigo mío también vio a otra mujer volando y él sí pudo reconocer que era una mujer del pueblo.”
Enriqueta del Carmen Castro, una mujer criada entre Vichigasta y el Gran Buenos Aires, desde muy chica escuchó de
sus mayores historias de brujas y duendes. La fascinación que le causaron la llevó a escribirlas, y a profundizar en la
temática.
Aunque no lo crea señor, aquí hay mucha brujería, gente que quiere hacer daño, asegura. Por eso yo tengo un librito
para contrarrestar los conjuros, desde el mal de ojo hasta la pata de cabra. También hago amuletos con hierbas
cortadas en Viernes Santo. Pero el mayor remedio contra la brujería es el señor Jesucristo y la Virgen María. A ellos
siempre hay que rezarles para que nos alejen todos los males.”
Una de las hijas adolescentes de Enriqueta, Dalma, cuenta que su hermano vio no hace mucho a un grupo de jóvenes
mujeres bailando desnudas en medio del monte. “Mi hermano reconoció a una de las chicas. Después de eso, cada vez
que me cruzo con ella, me da un miedo terrible, admite.

ESTIGMA

Estas historias, inocentes en apariencia, terminan estigmatizando a muchas mujeres del pueblo. En Vichigasta, según
pudimos comprobar, hay muchas mujeres que cargan con la acusación de ser brujas.”
Está en boca de todos la historia de mujeres que se transformaban en gansos y que en cierta oportunidad fueron
atacados por perros que les dañaron las patas. Al día siguiente, varias mujeres del pueblo amanecieron rengas.
Hay pobres mujeres que por esas maledicencias tienen que soportar desprecio y discriminación”, dice el ex sacerdote
Dionisio Miguel Anzaláz Romero, un teólogo que estudió en Roma, quien también debió soportar algunos
maleficios.”
Un día apareció en mi ventana un paquete un tanto extraño. Cuando me disponía a abrirlo, el vecino de enfrente me
gritó que lo dejara en el suelo. Me explicó que era un conjuro, hecho con tierra del cementerio, y procedió a
quemarlo. En otra ocasión encontré sal gruesa en la puerta. Hace muchos años Vichigasta era un pueblo de mucha
brujería, en parte porque su gente era ignorante y sugestionable; ahora yo pienso que eso ya no ocurre”, sostiene.
De cualquier manera, Anzaláz reconoce que personajes destacados, como el gobernador de La Rioja, Guillermo
Iribarren, le contaron alguna vez historias increíbles. “Don Iribarren me contó que venía manejando hacia Vichigasta,
pensando en su finca, cuando de pronto una mujer de luto parada en la ruta le pidió que la llevara. Iribarren la subió,
pero cuando llegó a Vichigasta, la mujer había desaparecido.”
Así es Vichigasta, al pie de las sierras de Famatina, tierra llena de hechizos y encantos a la que, como dice Alfredo
Chade, ni los avances científicos le alcanzan para calmar los miedos ancestrales de su gente.

EL VIENTO ZONDA

Este fenómeno natural, producto de los vientos nacidos en el anticiclón del


Pacífico, que descarga toda su humedad en las laderas chilenas y que al pasar la
Cordillera de los Andes toma el calor de los desiertos sanjuaninos y riojanos
convirtiéndose en el viento "Zonda", es un mal augurio para la región noroeste de
Argentina, ya que aleja la lluvia que tanto se necesita en los áridos suelos y
arrastra médanos, ahuyenta las aves y destruye sus nidos, extravía las majadas en
los cerros, azota y derriba árboles y quema los brotes de las plantas, por su calor.
Es llamado también Huayrapuca ó viento de las brujas, por el poder negativo que
desencadena en el ánimo de las personas, produciendo sopor, angustia, sofocación,
depresión, alergias (arrastra polvo y esparce el polen) y disnea o presión alta. La
leyenda cuenta el origen del Zonda en la desmedida ambición del hombre,
encarnados en el indio Gilanco, un cazador furtivo y desmedido que fuera maldecido por desobedecer a los dioses
Pachamama y Llastay, a soportar para siempre este viento feroz que transforma el clima, la geografía y los hombres.

CHIQUI
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Dios de origen peruano adoptado en las regiones del noroeste argentino, y que se suele invocar con el objeto de que
produzca lluvias en abundancia. El indio tenía que invocarle si no, las cosas salían al revés de lo que se quería.
Imposible era la vida de la tribu, en la aridez de la llanura, sin el sustento de la algarroba y el maíz, y había que
implorar al Chiqui para que la cosecha fuera abundante. Las guerras, la sequía, los huracanes, las pestes, los
temblores. No es concebible fiesta del Chiqui sin cabezas de animales. Estas cabezas, sin duda alguna, son la
sustitución de las cabezas del hombre, que con sacrificios humanos se le aplacaba. Además, yo no tengo dudas de que
los sacrificios de las tinajas o urnas funerarias tendrían que ver con el Chiqui.

COQUENA

Deidad diaguita-calchaquí protectora de las vicuñas, llamas y guanacos. El mito cuenta


que Coquena vaga por los cerros durante la noche conduciendo rebaños cargados de oro y
plata en bolsas atadas con serpientes para depositar su carga en las minas del Potosí.
Quien se encuentra con esta divinidad se convierte en aire, en un espíritu. Otorga bienes
en abundancia, así como castigos terribles: se cuenta que al encontrar un cazador de
Tilcara que había sacrificado muchas vicuñas le dió gran cantidad de plata para que
abandone esta ocupación. El cazador contó el episodio a un indio, quien quiso imitarlo
matando gran cantidad de vicuñas. Sin embargo Coquena respondió con ira, aprisionando al codicioso y lo condenó a
pastorear ganado a perpetuidad. El indígena puneño no caza más vicuñas de las que precisa para su sustento para no
despertar la ira de Coquena. Es un enano de rasgos indígenas, vestido con casaca, calzón, escarpines y sombrero de
vicuña. Calza diminutas ojotas de duende. Anda silbando por los cerros. Masca coca continuamente y procura
ocultarse de la mirada de los hombres. Vigila con celo el ganado que pace en el paisaje andino. Cuando se ven
moverse a lo lejos las tropas de animales sin que pastor alguno las conduzca, es que Coquena las arrea hacia sitios de
mejor pasto.
También se dice que durante la noche lleva rebaños cargados de plata y oro extraídos de distintas minas cordilleranas
hacia el Sumaj Orko de Potosí, para que sus riquezas no se agoten. Los bagajes van atados con víboras, a modo de
cuerdas.
Es raro encontrarse con él pero si esto ocurre, se lo toma como un presagio nefasto. Tal visión no dura más que un
instante, porque de inmediato se transforma en un espíritu. Castiga con dureza pero también sabe otorgar bienes. Sus
víctimas son los cazadores que matan con armas de fuego y los arrieros que cargan demasiado a sus llamas. A los
buenos pastores los premia con monedas de oro.

LA CHAYA Y EL PUJLLAY

Había una india: "Chaya", muy hermosa, que un día dolida de tristeza por su amor imposible hacia el joven príncipe
de la tribu "Pujllay", desapareció en la alta montaña, convirtiéndose en nube. De allí la tradición popular rescató
ambos vocablos: Chaya o "Agua de Rocío" es símbolo de la espera de la nube y la búsqueda ancestral del agua
(elemento vital muy caro al riojano).
Muchos son los hombres que a suerte de imaginación veraniega se lanzan a la complicada y ardua tarea de explicar la
chaya como un factor oscuro, la magia negra y el ocultismo, sembrando así la duda entre miles de personas que poco
saben de este rito religioso, que alegra a los pueblos, tapa el sufrimiento de un año que pareció ser eterno y purifica,
quizás la tierra de vino y agua.
La Rioja, en el mes de Febrero se prepara para darle la bienvenida a la tan esperada tradición, pues esconder nuestros
problemas, amarguras y malos tragos detrás de un escudo, “el carnaval”, como un aperitivo que nos hace olvidar de
aquello que estamos dispuestos a olvidar. Lo cierto que lejos está el vincular la chaya con ritos satánicos, ni
ocultismos ni barbaridades de aquellos que practican aquella actividad tan generalizada, la de inventar.
La historia de la chaya pues bien contada esta, no necesita débiles razonamientos ni mucho menos inventar figuras
que asustan a los más pequeños, espantan a los susceptibles y desvirtúan el verdadero significado del carnaval.
La Chaya está compuesta por aquella figura vestida con trapos viejos que representa al Dios del carnaval, el “Pujllay”
el cual nace el día anterior al carnaval.
Esta historia surge en los suelos riojanos, nuestros suelos: donde una joven india llamada, Chaya, quiere casarse con
un joven indio de otra tribu llamado Pujllay, pero sus familiares no se lo permiten por el solo hecho de no pertenecer a
la misma tribu. Como respuesta a este impedimento, Pujllay toma la trágica decisión de quemarse, lo que hace que
Chaya entre en desesperación, al ver que Pujllay se quemaba vivo. Como por arte de magia, Chaya se convierte en
nube y apaga las llamas que estaban quemando a su amado. Cuenta la leyenda que Chaya (agua de roció) vuelve cada
año para alegrar la tierra, posándose sobre los pétalos de la flor del cardón.
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Es así como cada año representamos esta leyenda, divirtiéndonos, haciéndonos de amigos y disfrutando largas noches,
sin distinción de raza, color, ni mucho menos clases social, pues el carnaval llega para poner en pie de igualdad a la
sociedad, chayando con agua y harina devolvemos y agradecemos los dones recibidos por la Pachamama (madre
tierra).
Esta festividad de alegría, amor y esperanzas culmina quemando al Pujllay que luego va a ser enterrado el día
“domingo de cenizas” dando el final “a nuestra chaya”.
“La tradición y la cultura, marcan un antes y un después en los pueblos, marcándolos de mitos y leyendas que
enorgullecen a los hombres. En La Rioja pasa esto con la Chaya”
Alejandro Daruich (h)

LEYENDA DEL MIKILO

Antigua deidad diaguita, al aparecer, no contaminada con elementos incásicos, ni cristianos. Se dice que es un niño
que murió sin ser bautizado o un niño malo que golpeó a su madre. Es un numen de la tierra, humilde y proteiforme,
cuyas representaciones son múltiples, como los juegos que puede improvisar la luz entre las arboledas y las peñas.
Leyenda conocida en las provincias de La Rioja, Tucumán, Santiago del Estero y Salta, según se cuenta es esquivo y
poco sociable, se lo reconoce por su grito ululante, casi como un lamento en la noche, deja una pisada desconocida,
que se parece a la de un gallo, algunos lugareños lo describen como un animal demoníaco, que tiene la mitad del
cuerpo como de gente, y la otra mitad como de perro y patas de gallo, manos enormes y una larga cola emplumada,
no siempre ataca a los hombres, comúnmente los espía.
El duende que muchos riojanos dicen haber visto deambular por las calles de la localidad de Chilecito se llama
“Mikilo”, asusta desde la época de los diaguitas a los niños picarones que se escapan de sus casas a la hora de la
siesta, y, dicen, es un tramposo. En los valles de Famatina y el Velasco, sus pisadas
son como las de un niño recién nacido. Sean como fueren, quien las ve, huye,
sabiendo que el miquilo lo espía con sus ojos redondos desde una roca o la copa de
algún árbol. Más preciso, y en base a los relatos de algunos arrieros, Neptalí Baigorrí,
lo describía como un animal demoníaco, que tiene la mitad del cuerpo como la gente,
y la otra mitad como un perro. Sus manos son de criatura y sus pies de gallo. Su cola
larga y cubierta de plumas. Ataca a los hombres. También se lo caracteriza como un
pájaro gris, maligno y brujo, que en vez de volar corre al ras de la tierra, dejando
rastros como la liebre. Asusta la gente y mata a los animales, despeñándolos*. Llora
su soledad en la noche, con gritos que parecen ser el alma de la lejanía. Otra versión lo
muestra como un niño pequeñito que corre con increíble rapidez, apoyándose en sus
pies y manos. Su cuerpo esta cubierto de pelos, y sus manos armadas de uñas y
garfios. También como un hombrecito magro, de ojos grandes, redondos y
fosforescentes, cabeza abultada y deforme, manos gigantes y un sombrero alón*.
Duerme la siesta a la sombra de las higueras, y sus víctimas preferidas son los niños, a los que roba. Mikilos: seres
imaginarios que, como tales, escapan al rigor de las leyes biológicas y físicas, han poblado siempre las noches del
planeta y también la luz, sin que la era del átomo y la cibernética hayan podido acabar con ellos, caso porque el
conocimiento científico y las utopías* sociales están aún lejos de calmar todos los miedos ancestrales y de colmar sus
esperanzas. La mayor parte de las leyendas, fábulas y mitos (rituales, multiplicación, adivinación, brujería, hechicería,
magia, en general ideologías) nacieron de las impresiones producidas en el alma del hombre, condicionadas por
cientos de factores, como la naturaleza y sus fenómenos y por sobre todo por la propensión* del género humano a la
creencia de todo lo que encierra un sentido oculto. "Dicen que no hay brujas, pero de que las hay, las hay”. (Fuente:
Diario Chilecito)
Hombrecillo de poncho y sombrero negro llevar, este pequeño ser fue denunciado a la policía riojana por los
apacibles habitantes de la también apacible Chilecito por andar posándose en las entradas de las casas de los
lugareños y asustar a los paseantes. Mikilo suele engañar con su particular confección física a las distraídas víctimas.
Es que posee una mano de lana y la otra de hierro y ante la pregunta -que no da lugar a un no- sobre con cuál mano el
ocasional atormentado quiere recibir un golpe, Mikilo se abusa. Si le responden que con la de lana, pues bien, recibe
un golpe durísimo; en tanto que si la víctima se decide por la de hierro, cosa que nunca sucede, obtiene un menor
sacudón. Sin embargo hay quienes dicen que no existe, que su presencia no es cierta, que, en fin, es sólo producto de
la fantasía pueblerina, aunque logra generalmente el cometido para el que se lo invoca: que los más pequeños se
decidan por dormir la siesta.
Hace muchos, muchísimos años, cuando la Tierra era joven aún, dominaban distintas regiones del planeta gigantescos
colosos. Por ellos brotaban nubes incandescentes de fuego y lava que ponían saludable temor en el ánimo de cuanto
ser viviente estuviera en las cercanías. Para aplacar esa ira manifestada de manera tan terrible, los pueblos primitivos
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se apresuraban a urdir toda suerte de ritos religiosos con ofrendas destinadas a satisfacer lo que creían que era el
apetito divino. Si el Dios no era prontamente calmado, vastas regiones antes fértiles eran sepultadas rápidamente por
ríos de lava que las tornaban inservibles para todo cultivo. En Antofagasta de la Sierra, donde están los más grandes
volcanes de la precordillera andina, un viejito, del que las malas lenguas dicen que tenía más de cien años, me contó
la siguiente historia: “Mire niña, aquicito nomás, a unos cuarenta kilómetros, está el más bravo volcán que haya
existido.
Ahora le llaman Cerro Galán, pero entonces, en la época que yo le relato, tenía un nombre impronunciable. “Este
volcán dominaba toda la región y era el terror permanente de los indios Apatamas que desde siempre vivieron en este
valle.
Los indios eran laboriosos y trabajaban incansablemente labrando el valle. “No se le ha de ocultar, mi niña, que
cuando un valle está a cuatro mil metros de altura como este de Antofagasta, es necesario trabajar muy duro para
arrancar algún alimento de la tierra. El verano es corto y el invierno largo y riguroso. Los pobres indios no tenían
animales de labranza y sólo con sus manos y unas pocas herramientas trabajaban la pedregosa tierra. “Sin embargo, a
fuerza de trabajo, lograban sacar lo necesario para subsistir precariamente. “Con eso y con la ayuda de Coquena que
los proveía de aves y peces, llamas, guanacos y vicuñas, transcurría tranquila su vida, ya que no en la abundancia, por
lo menos cubiertas sus más urgentes necesidades. “No pedían más al cielo ni era su sueño turbado por ninguna
ambición. “Pero de pronto se desataba el invierno, cuando en medio del valle comenzaban a surgir géiseres y
fumarolas y las aguas de los canales que surcan el valle se volvían calientes, termales. “Corrían aterrados los
indígenas a ofrecer sus tributos al volcán, coronado ya por el humo que permanentemente se escapaba de sus fauces.
Y allí iban los frutos más preciados, los más hermosos animales y se rumorea que se hacían también sacrificios
humanos. “A veces esto daba resultado y sus furias se calmaban, otras explotaba elevando llamas y humo hasta 8.000
metros de altura y produciendo desastres en el valle con el deshielo de sus laderas, que formaba un aluvión que barría
cultivos y viviendas y hacía que los indios se refugiaran en los cerros vecinos hasta que todo pasara y pudieran volver
al valle”. “Después de muchos años de soportar esto, de muchas generaciones de sufrimientos, los Apatamas se
dirigieron a Inti, su padre: Inti, Padre sol, fuente de toda grandeza, nosotros tu pueblo habitamos este valle que Kuntur
nos señaló con su presencia. Noche y día suenan nuestras cajas en tu honor. Convivimos en paz con Amaru y Amparu
nos honra con su presencia. Sacrificamos y honramos a todos los Dioses. Inti, Padre sol a quien hasta Illapa respeta y
ante quien inclinan la frente Zupay y Mikilo. Haz valer tu fuerza para adormecer las iras de la boca insaciable que
devora nuestras cosechas y quema nuestras esperanzas…“Pidieron y pidieron haciendo sonar cajas y gemir las quenas
noche y día, día y noche, hasta que Inti los escuchó y mandó al volcán enmudecer y sumirse en un sueño del que
todavía no ha despertado”. Se calló el viejo, miró a la distancia donde el Cerro Galán perfilaba su inmensa mole y su
cráter de 60 km de diámetro donde hay actualmente un lago poblado por flamencos.
Su silencio duró un buen rato. Cuando me disponía a marcharme, creyendo que me había olvidado y olvidado el tema,
el viejito me miró con picardía y dijo, haciéndome un guiño: “Mi abuela que era india y que fue quien me contó esta
historia, un día me confesó que Inti había mandado callar a este volcán y a todos los otros que eran bastante ruidosos,
porque quedó tan cansado de oír las interminables súplicas de los indios que se dijo: “Del mal, el menos. Así que
aseguro que estos pedigüeños mantengan sus bocas cerradas y dejen sus cajas y flautas en silencio. “Desde entonces -
acotó el viejo -, reina la paz en estos cerros y se puede oír el silencio.”
Se dice aparte qe el mikilo se lo ve a las siesta en el campo...mi abuelo, me conto qe cuando era chico iba al campo a
la casa de sus abuelos...y le decia qe no salga a la siesta siempre...y el qeria salir, pero le insistia qe no salgan, hasta qe
una vez...lo hablaron y le dijieron "Jose, mira ese qe ta parado arriba de la piedra, es el mikilo" desde ese dia no volvio
mas a la casa de los abuelos...

GRANDOTE ERA EL MIQUILO

El chango Doraliso sale, a burro, “pal campo”, y bien provisto de alforjas, diz que en busca de un “monte” que le
“saben” pedir para remedio, La verdad es que no va a nada bueno sino a hacer sus diarias pillerías. Ya en la punta de
la extensa alameda, en donde empieza el desierto, se ha topado con el chango “Ulogio”, que reposa tendido en el
“alfar”, “ichuna” a un lado y con los pies metidos en la acequia.
-p'ánde vai... -ha susurrado sin moverse el yaciente, en posición “antarca” y enlazadas las manos en la nuca.
El Doraliso ha detenido su burro, y ahora si confía la verdad a quien supone que podría ser un buen cómplice:
-Voy -responde con un dejo de misterio en la voz- pa los bañaus; ¡allúuuu!... Vieras que lindo chacral... ¡Así los
choclos!... ¿Nos lleguemos, querís?
-Te va a pillar don Zenón... -advierte, medio burlón, medio tomándosela en serio el Ulogio.
-No, en la siesta no sabe ir don Zenón... A mí el que me hace miedo es el Miquilo.
-¿Ahá? ¿Que has sabiu verlo en el chacral al duende?
-No, nunca lo hi visto: pero a esta hora diz que sabe salir.
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Ulogio queda pensando y repensando... pero no se decide a acompañar al vecino.


-Andá no más, y me contás después como te ha iu.
-Ladea un poco la “res” entre el “alfar”, porque un rayito de sol le apunta justo a los ojos y se apresta a dormir. El
Doraliso cierra piernas a su asno, mete cabos de rienda a un lado y otro, y cae al trote en los baldíos de arenal ardiente
y retamal.
-En los extensos bañados que, según decir, “no son de nadie” don Zenón Callampa se ha arriesgado a meter reja de
arado y arrojar semilla, por si está de Dios que allí le medre un “chacral”. Cuando, mediando el verano, cae lluvia
bienhechora y por los playos desiertos se desborda, turbio, el Capayán, el mete un “taco” en uno de sus “guaycos”,
con padrones y “monte”, arma una toma precaria, aunque eficaz para lo que él se propone, y echa el agua al plantío,
que hoy ya está como de metro y medio y con espigas gordas madurando.
-En los bañados -un playón casi limpio de maleza, abandonado o “botado” desde “cuanta”- la tierra es casi virgen, y
tan rica en abonos naturales, que no hay siembra que no venga lozana y de excepción. Sólo es preciso estarse un poco
alerta, por los loros que bajan en bandada y, cuando el grano germina, casi a diario los “guiñes” del amanecer... Sin
olvidar, ya en verano y con el fruto en su perfecta sazón, a los vecinos amigos de lo ajeno, que por cierto no faltan.
Medio tendido a lo indio sobre el lomo de su asnal pegaso, el Doraliso va buscando la orilla del “chacral”. No hay
seña alguna de guardián a esas horas, no hay perros a la vista bajo un sol que espejea en todo el valle y se destroza en
los cuchillos verdes de las chalas.
-Un caminejo o picada entre elevadas plantas que deshacen al viento el encendido penacho de su flor, conduce al
chango y su burro al corazón del maizal.
-Silencio. Nadie en redor... Tiene el audaz la certeza de estar solo allí, como lo ha estado otras veces, en visitas de
tardes sucesivas. Solamente un temor supersticioso por el duende amigo de las siestas, lo preocupa y lo inquieta.. ¿Y
si fuese ese diablillo mismo el cuidador celoso del “chacral”, el guardador de los choclos codiciados? Dicen de él que
suele ser tan forzudo, tan hábil pegador, como menudo es de cuerpo, que un enano parece. Alguien cuenta verdaderas
proezas del Miquilo. Sus saltos al pegar, su extraordinario poder para llevarse un hombre por los aires y dejarlo tres
cuadras a lo lejos. Aunque él, el Doraliso, nunca pudo columbrar siquiera su presencia en lo hondo del maizal. Ni oyó
su paso ni encontró huella alguna de su pie. Y sin embargo cree, y teme vedo. Y que lo “aporrie” el maligno con su
mano de plomo (la otra, dice, “sabe” ser de lana). A cada instante, a cada choclo que desgaja y embolsa, cree ser
descubierto y atacado. Y puestos, cara y cuerpo, a la miseria por el bravo enanito.
-¡Eh! allí tiembla una hoja... Y allí la planta toda... Eso ya no es el viento, que además, ahora se ha quedado inmóvil
por todito el plantío. Doraliso se yergue, se apercibe, espera... Pero no. Debió de ser un animal que pasaba. Liebre,
“shuri”, reptil, pájaro en vuelo...
-Más, de súbito, iZas! Las plantas ábrense ante él, porque dos brazos fuertes, decididos, las separan igual que a un
cortinado. Y ya lo que era simplemente sospecha es realidad espantosa. Realidad que sorprende y paraliza. Una
presencia que, más bien que fantasmal o ilusoria, es de persona real, hombre de todos los días. Y que, además, al
Chango se le viene brutalmente encima. En un instante, pues, y sin que atine él a defenderse o huir, ocurre todo y se
consuma todo.
-Oyense gritos, jadeos, maldiciones. y por fin concluye el atacante:
-¡io te vo a da, ladrón!... ¡Botá los choclos! ¡Y tomá, tomá... tomá...,pa que te sirva'e leición!...
Al Doraliso se le enluta el día. Su cabeza es un bombo. Ha debido caer, con tantos golpes, más no sabe cómo, ni por
cuanto tiempo, ni cómo es que ha logrado levantarse, y mucho menos cómo ahora anda en pie, como “chumau”,
tomado de las cañas, y en un pozo de sombra, un nubarrón negro ocre, como un sol apagado. Al fin se ve junto a la
estampa del burro, que lo aguarda fielmente. Y todo el cuerpo se le niega y grita cuando quiere montar. Pero se agarra
de un manojo de crin, aúpa agatas la pierna, como un gajo roto, se acomoda... y se va.
-Con las alforjas vacías toma, lacio, mohino, al lerdo andar del jumento. En el “alfar” donde se había quedado, más
quizás durmiendo que segando, le ha salido, “ichuna” en mano, su vecino Ulogio.
-De ahí, ¿que te anda pasando? - clama, helado de asombro ante el jinete, que aparece pálido, maltrecho y con un ojo
como “uñuño” maduro.
El malparado y peor sentado ahora se guarda la verdad, busca ampararse en el caso misterioso:
-¡Me ha saliu el Miquilo!... -se lamenta.
-¿El Miquilo? ¡Ve!... ¿El mesmo duende?
-i El mesmo!
-¿El de la mano 'i lana y mano 'i plomo?
-i ¡Pues!!
Crece el asombro, el pasmo del Ulogio.
-¡Ve, che, y cómo te ha puesto!...
¿Y pega juerte, no?
El Doraliso casi rompe a llorar cuando confiesa:
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-¿Que si pega juerte?.. ¡Mamita, como aporria!


El de la hoz quiere enterarse aún más. Todo ansiedad, recava pormenores.
-¿Che y como es (vos que los has visto) el Miquilo? ¿Es un diablillo medio sombrerudo?
-Sombrerudo... no sé.. Pongamos que es.
-¿Pero es verdá lo de una mano 'i lana y otra 'i plomo?
-¡A mi se mi hace que 'i plomo son las dos!
-¿Y es bajoncito? ¿Es ashinita no más?
El Doraliso abre unos ojos tamaños, unos ojos de espanto o mejor dicho, ojo y medio, porque más no puede y cual si
aún tuviese por delante al monstruo aquel, brutal, aporreador, remata, medio entre ahogos:
-¡No era, no, ashinita... ¡No era, no, bajoncito! ¡ qué va a ser....!
¡Grandoto era el Miquilo (ah, jua 'i p...) y con la mesma cara 'e don Zenón!...

José Rexach
EL FAMILIAR

Era una noche sin luna, tan oscura que ni las estrellas alumbraban, el silencio era total.
De pronto algo quebró ese silencio, un ruido apenas audible venía arrastrándose entre piedras y chaguares, era casi
algo etéreo…
Los animales, con su instinto innato, de inmediato lo supieron… ¡el familiar se acercaba!... Y… el miedo hizo presa
de ellos…
Los perros con las colas en medio de las patas trataban de ocultarse en los rincones, las
gallinas caían de los palos donde estaban durmiendo, los pájaros abandonaban sus nidos
y salían volando sin tino, las cabras no paraban de balar y los caballos saltaban
limpiamente la tranquera escapando campo afuera.
Todo era confusión y desconcierto.
Los paisanos se dieron cuenta de que algo raro estaba pasando y por el comportamiento
de los animales supieron de qué se trataba.
Sin duda el familiar venía a hacerles una de sus visitas habituales y… también ellos
fueron presas del terror.
Las mujeres y los niños lloraban, los hombres cerraron puertas y ventanas de miedo al
el bicho “ojaliara” alguno de los niños, impotentes, llenos de rabia rumiaban su
frustración, se sentían con las manos atadas por no atreverse a enfrentarlo por temor a
acarrear el maleficio sobre de sus familias.
Sabían de su poder diabólico y se cuidaban muy bien de provocar su hechizo.
Empezó una noche larga, llena de miedo y angustia, todos estaban con los nervios de punta, no se animaban ni
siquiera a pestañar de miedo a ser atacados.
Recordaban lo que contaban los abuelos y ello contribuía a inquietarlos aún más.
Ellos relataban que hacía años, un hombre logró verlo y decía era un viborón grandote, gordo, de más o menos un
metro de largo, color gris oscuro con gruesas cerdas negras en el lomo, cabeza chata como gato y unos ojos saltones
que daba miedo mirar; que se arrastraba muy despacio pero que en cuanto se dio cuenta lo estaba mirando
desapareció en forma misteriosa.
Desde entonces se vienen contando sus fechorías y cada uno agregaba un caso vivido o contado por algún vecino.
Decían que se alimentaba de huevos y cuanto animal pequeño e indefenso encontrara a mono y hasta se comentó el
caso de una mujer que dormía en el suelo junto a su hijo recién nacido y una noche sin luna, mientras ella dormía, el
familiar se llevó su niño. Además se aseguraba de que cuando no encontraba que comer se iba al cementerio y allí se
alimentaba con algún cadáver.
Estos comentarios no contribuían a calmarlos, al contrario estaban acoquinados, no sabían que hacer, las mujeres
prendieron velas a los santos y rezaban una y otra vez el rosario.
Así, entre rezos y comentarios pasó la noche.
Al otro día, apenas aclarar, ya se pudo ver su paso por el caserío, había ido de un lado a otro visitando los nidos con
huevos y polluelos y… por los que faltaban la cosecha había sido buena..
De inmediato se organizó la búsqueda, nadie quedó en las casas, todos iban armados con lo que tenían a mano,
escopetas, picos, hachas, machetes… pensaban cobrarse muy cara la noche terrible que pasaron y el daño recibido.
Al principio fue fácil seguirle el rastro en la tierra blanda donde con toda claridad podía verse una huella zigzagueante
que iba de un nido a otro, luego tomó campo afuera pero cuando llegó al pedregal se les perdió y por más que
removieron piedras sobre piedras no pudieron encontrarlo, parecía que la tierra lo hubiera tragado…
Todos pensaron el animal tenía tratos con el Diablo.
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Al regresar menudearon los comentarios…


-¿Se han fijau que a don Emilio no lo ha visitáu el bicho? ¿Y de que él no ha hecho nada por ayudarnos a buscarlo?
-Habrá que creer lo que dijo el chango que tenía conchabau, según él lo había visto clarito a don Emilio cuando le
daba leche de cabra con miel de lechiguana al familiar; era una noche tan oscura como la que nos pasau y lo alcanzau
a ver a la luz del fogón.
-Entonces nadie le ha creído, pero ahora tienen patentito que así nomás hay ser.
-Según dicen quien se atreve a criar un familiar tiene aseguradas riquezas mientras viva.
-Así nomás hay ser.
¿Se acuerdan como llegó aquí esa familia?. Venían más pobres que las ratas, trabajaban de sol a sol pero no
adelantaban ni un tranco y gallo… pero de repente han empezau a’rquiar las costillas, todo les salía bien, las cabras
les parían de a dos y tres cabritos por vuelta, las vacas puras hembras, el maíz les macollaba doble y para rematarla
diz que han encontrau un tapau con piñas de plata y monedas de oro…
-¡Seguro es cuando han encontrau el familiar y han empezau a criarlo!
-¿Lo que es tener suerte, no?
-¡Pero también hay que tener coraje!...
-¿Bueno, a todo esto qué podemos hacer para cazar semejante animal? Porque según lo visto tiene tratos con el
Diablo.
-Lo mejor va ser que pongamos una cruz arriba del cerro para que nos proteja y pedirle al padre cura bendiga las casas
con agua bendita.
Es por esta razón que los cerros de Chilecito (Sierras del Paimán) lucen con cruces en sus cimas… y no solamente por
la fe religiosa.
Esta serpiente llamada “el familiar”, tan rara y extraña en cuanto a su aspecto físico, muy diferente a todas las demás
especies de serpientes conocidas, nunca ha aparecido en ninguna noticia y menos aún en documentales animales de
televisión o del cine. Su existencia ha permanecido oculta y en el misterio para el resto del Mundo. Siempre ha sido
un animal endémico o exclusivo de esta tierra del oeste riojano y la mayoría de la gente que habita los pueblos de
Vichigasta, Sañogasta, Miranda, Chilecito y otros, la ha podido ver y atestiguar su real existencia y la veracidad de
estos relatos.
Actualmente se desconocen sus guaridas y hábitos… se desconoce porque nunca más se pudo ver… o si acaso ya se
ha extinguido… como ocurrió con otras tantas especies.
En las grandes fábricas suelen ocurrir accidentes particularmente en la caldera y el trapiche y, cuando muere un
hombre, se dice que el familiar ya se ha hecho la víctima (si muere más de uno es porque está hambriento). El año
será de mayor provecho para el dueño del ingenio cuantos más peones coma el Familiar.
Esto explicaría el hecho de que en los ingenios más famosos de Jujuy, Salta y Tucumán desaparecieran peones todos
los años y nunca se supiera que había sido de ellos.
Los dueños tenían en la fábrica un cuarto oculto donde vivía el Familiar. Allí enviaban a la gente a buscar
herramientas; pero ninguno de los que entraba volvía a salir. Los hombres que conocen de estas cosas son precavidos;
llevan una cruz grande colgada en el pecho, un rosario en el cuerpo y un puñal en la cintura. Si les sale el Familiar a
querer comerlos, le hacen frente y pelean. Pueden quedar lastimados, con la cara y las manos arañadas y la ropa rota,
pero se salvarán gracias a la cruz y al rosario; si el hombre no puede pelear con su facón, entonces será devorado. En
los casos en que el peón sobrevive, los patrones les pagan fuertes sumas de dinero para que no avise a nadie y se vaya.
Este ser diabólico aparece como un perro enorme, feroz, siempre al acecho de cualquiera que pase; o como viborón
negro con ojos de gatos y cerdas en la cabeza. Se recomienda no matar a las víboras negras que se encuentren, porque
puede tratarse del Familiar (no son muy largas pero si gruesas, y a veces tienen cabeza de perro, como el Teyúyaguá
de Corrientes). Aparece también como persona, mulita, cerdo o torito negro astuto. Bajo este último aspecto, puede
balar y el ganado lo rodea inmediatamente. Se lo ha visto cruzar de noche los cañaverales arrastrando una pesada
cadena; nada lo detiene y atraviesa paredes o pantanos sin que nadie logre herirlo.
Los numerosos ingenios de Tucumán, las grandes fincas de Catamarca y San Luis y los viñedos importantes en
nuestro país cuentan todos con un familiar que hace parir a las vacas, reproducirse en abundancia las majadas y
acrecentar riquezas. Además de comer hombres se alimenta con leche, menudos de vacas carneadas especialmente
para él o grandes tachos de locro. Vive encerrado en sótanos donde se lo
escucha gemir como un niño, en habitaciones ocultas en las casas o
fábricas, corrales de pircas y, en su aspecto de víbora, puede habitar en
petacas.
Cuando el dueño se muere y no pasa el secreto a otro, como ya no
atienden al Familiar ni le dan de comer, este se pierde y la fortuna
desaparece.
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Chinchemolle
En otro caso similar, se trata de un Ortóptero (tipo langosta) cuya evolución quedó en suspenso, desconociéndose la
causa, y se lo conoce como “chinchemolle” de aspecto terrorífico como un escorpión grande y que habita a orillas de
arroyos de montaña en localidades como Aicuña, El Cardón, Vilgo, Paganzo y otras; guareciéndose en troncos secos,
piedras o arbustos de “colihuai” o “coliguay” (Colliguaya integuerrima), una planta
que se caracteriza por secretar látex o jugo lechoso, considerado en extremo venenoso y
con el que los pehuelches o mapuches utilizaban para envenenar las puntas de sus
flechas y lanzas o inmovilizar a los peces para atraparlos, cuando era echado al agua.
Este animal es considerado muy peligroso, ya que es uno de los enemigos con que el
puestero se debe enfrentar cada día cuando su ganado pastorea a orillas de arroyos o
terrenos pedregosos, ya que cuando la cabra o vacuno se echa, es picado y en muchos
casos mueren. Hay un género, dentro de los Phasmatidae, que reúne varias especies,
entre los cuales la más conocida es Agathemera crassa, conocida vulgarmente como
chinchemolle o tabolango, que vive tanto en la Cordillera de la Costa como en la de los
Andes, sobre 2.000 m, en la zona central. Es un curioso animal que despide un intenso olor por las patas cuando se lo
toca, mueve o se ve atacado. Las hembras son de gran tamaño, llegando a medir más de 10 cm, mientras que el macho
es más chico y colorido. Es un insecto parecido a una langosta, pero muy lento en su desplazamiento. Se lo encuentra
en troncos secos o lugares pedregosos.

LA HISTORIA DE DOÑA PANCHA


En La localidad de Miranda, allá en el oeste donde los fríos tardan en partir y son más intensos, en un humilde rancho
quebrada adentros, estaba doña Pancha Tobares, una doñita, como la llamaban los vecinos, de mediana estatura,
tirando para baja, con unos cuantos kilos de sobra, pelo motoso entre canoso y cobrizo, guardaba los rasgos de ser una
mestiza de pura cepa.
Buscando ramas secas, y algún que otro tronco seco de viña añejo, que repose sobre las piedras, con forma de
morteros, talladas por sus ancestros diaguitas; andaba doña Pancha recolectando retazos para prender el fueguito que
le caliente los pies y le sirva de paso para cocinar unas ricas tortillas de ranchada; hay quienes aseguran que son las
más sabrosas que puede uno estimar, cuando se sacan de la parrilla candente y se le pega el primer mordisco, y el
vapor se escabulle entre las manos y la boca, aconsejan comerlas bien calentitas, si es posible un segundo antes de
quemar.
En el rancho la espera su sobrina, la más pequeña, Herminia, hija de don Yuma Aballay, el nombre lo había elegido
doña Pancha en honor a su abuelo, quien había sido Cacique y precisamente el nombre Yuma significaba “Hijo del
jefe”, y Nahual Caliva, una mujer guapa, de tez oscura y ojos verdes cristalinos, una belleza que se podía reconocer
desde lejos, en especial por el brillo de sus ojos.
Mientras Herminia secaba la hierba al sol, la abuela llegaba ramaleando un tronco viejo de nogal, a gatas podía, pues
los años se habían empecinado en hacerle saber que ellos estaban presentes, deteniendo la fuerza indígena que alguna
vez pudo tener aquella mujer de estampa caída, ya no miraba hacia los cielos como en su juventud, la mirada iba
dirigida hacia el suelo como pidiendo permiso para caminar.
- Venga mija déme un mano!!! no ve que ando toda ramaleada de tanto buscar leña…
- Ahì voy abuela, ahì voy…
- Venga mija entremos al rancho que le tengo que enseñar algo pa` que el día de mañana sus hijos no pasen frío.
Doña Pancha comenzó a poner las ramas primero, luego en forma de pirámide comenzó a superponer los troncos de
nogal que había podido conseguir, y encendió el fuego.
- Venga mija siéntese y escúcheme bien…
Las dos se acurrucaron frotando y calentando las manos al fuego, que ardía y chispeaba, pues de le había escabullido
una ramita de jarilla con fruto y eso hacia chispear al fuego que comenzaba a arder y a calentar el rancho, de paja y
barro.
- Mire mija…antes sus ancestros tenían que fabricar su propia ropa, y la mayoría lo hacían a través del tejido, muchos
dicen que los primeros en tejer eran los nómadas de los desiertos de Arabia, pero también los pastores usaban esta
técnica con lana de sus ovejas. Tu bisabuela tejía la ropa durante los veranos, para que al llegar el invierno tengamos
con que vestirnos.
- Y abuela… ¿cómo se hace?...
- Espérese mija, esto no es así nomás, hay que tener paciencia y prestar atención…
- Primero mija, tiene que aprender que estas son las agujas, el ovillo de lana, las agujas auxiliares, el alfiler de gancho,
el centímetro, la tijera…Esto por ahora nos va a servir…
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La atención de Herminia se fijaba en el tejido de la abuela, que entre puntos y cruzadas explicaba detalladamente
como hacer una prenda de vestir con sus propias manos.
Nahual llegaba por las madrugadas, ella trabajaba en el pueblo, en una finca gamelenado, mientras que Yuma pasaba
días sin ver a su hija porque había conseguido su único trabajo cuidando una estancia, lejana del rancho.
Herminia se criaba con su abuela, de quien aprendía valores, buenos modales, historia de sus antepasados, algún que
otro ritual diaguita para llamar la lluvia en épocas de sequías, a cocinar y ahora aprendía entusiasmada el arte del
tejido.
Los días pasaron y la niña iba aprendiendo como entrelazar los puntos. Por las noches se quedaba despierta
practicando y practicando pues algo se tramaba esta chiquilla.
Pasado casi un mes de no ver a su hija Yuma llegó por la noche, Herminia dormía como un ángel, y ni sintió la
llegada de su padre, que tanto esperaba. Despacio arremangó la cortina que separaba la cocina de la pieza de
Herminia y la acarició y beso una y otra vez despertando a la niña; regalos, risas y lagrimas, hicieron despertar a doña
Pancha, que no era de buen dormir.
-Papi…tengo un regalo para vos…mira esto me enseño a hacer la abuela…
Era un par de medias marrón oscuro tejidas por sus propias manos.
Yuma, se quedo anonadado, su cabeza comenzaba a maquinar, recuerdos de cuando su madre le tejía y el era
pequeño. Abrazó fuertemente a su hija y le manifestó su amor.
Doña Pancha observaba todo desde el marco de la puerta sin ser descubierta, sonrió por lo bajo, como sintiéndose
orgullosa por su logro y exclamó:
-Vamos, vamos a dormir que ya es tarde, dejen las charlas para mañana que hay mate y tortilla para compartir…
Alejandro Daruich (h)
LA VACA MALDITA

Silencio profundo de noche serrana. Kúntur vigila el valle. Bajo la enramada de quincha y junto al fogón indio de
piedras en círculo, las llamas iluminan la escena.
“Ña” Nemesia Chanampa, de edad incalculable, arrugada como pasa de higo, de ojos apagados, tocada su cabeza chal
negro, desteñido y sentada sobre los talones, fuma insistentemente un cigarro de chala que sostiene en los dedos
huesudos de su brazo descarnado, un tanto simiesco. Y, entre mate y mate, cuenta su “comagre” Ramona, a su hija
“la” Encarna, y el chango Inocencio la leyenda de aquel mozo, Estargidio, que “asigun” le contaron sus tatas cuando
ella era niña, era un joven muy buen mozo y bien “plantao”, que dicen festejaba para su desgracia pues era muy
pobre, a una niña rica y muy donosita, hija única de un estanciero dueño de “muy mucho” animales y cuyo campo
“asigun” decían, era desde la Cieneguita, al otro “lao” de Guanchin, hasta el corral de Barranco y por el otro, hasta el
mismo Huaco Grande. Hombre no muy derecho en sus cosas, tenía fama de taimado.
Los mozos parecen que se entendían y más de una vez la niña, al amanecer, retiró de la ventana una flor blanca que ’l
Estargidio colocaba sigilosamente.
Y claro, “comagre”, decía Ña Nemesia, no faltó alguna despechada que lo informara al padre de la niña de esos
“entendidos” y el padre , hombre ladino, lo llamo a Estargidio y le dijo que para “acceder” al noviazgo, tenía que
“acreditarse”, ya sea haciéndose de fortuna o “denó” “volver” (reintegrar) al corral de la finca una vaca tostada, la que
tiempo atrás, en una noche oscura, hizo gran revuelo en el corral y saltando la pirca se disparó “ganando” los cerros
altos. Desde entonces fue inútil “campearla”, no la hallaron más.
Alguien que la “vido” cuando disparó bufando y dando cornadas al aire como poseida de maleficio, dice que sus
guampas relucían en sus noches, como si fueran tizones.
La “comagre” Ramona y su hija la Encarna, no dejaban de lanzar exclamaciones: “¡Ay! comagre” Nemesia, Dios nos
ampare. Jesús, María y José. Virgencita de las Mercedes. Mientras, el chango, con ojos bien abiertos seguía entre
interesado y temeroso la narración que Ña Nemesia refería ya, sin sobresaltos, pues la contaba desde hacía mucho
tiempo y cuando la oportunidad se presentaba.
Si, “comagre”, continuaba Ña Nemesia. Al pobre mozo las condiciones “Risultaban”, muy cuesta arriba, pero el amor
le dio coraje y convencido de que no podría hacer fortuna, se decidió por campear la vaca tostada, confiando en su
conocimiento de campo, avezado en esos “trajines”.
Bien tempranito, recién aclaraba, y ya tenía ensillada su mula con los “menesteres” para varios días. Montó decidido
y al pasar junto a la ventana de su niña depositó una flor blanca de las que ella tanto gustaba. Enderezo “pal” cerro por
una sendita casi perdida, hasta el huaco chico, muy arriba, sobre la falda escarpada. Atardecía.
Las últimas lluvias habían sido “grandes” y el agua al correr dejaba profundas hendiduras. De pronto, distinguió semi
enterrado un cántaro indio mal cubierto con una laja; en su interior de advertían piezas de oro y plata, tal vez
depositadas allí por los indios o españoles de la conquista, accidentalmente en fuga, para luego recuperar el tesoro.
Estargidio, mudo de asombro, bajó de la mula y en su prisa por ver aquello de cerca, no se percató que un pie había
quedado “enterrado” en la “azotera”; se acercó más aún, se frotó los ojos creyendo soñar y convencido luego,
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extendió la mano para palmar aquello, que desde luego, consideraba suyo y que le permitiría alcanzar el
consentimiento del padre de la niña. Y que me dice, “comagre” Ramona, en cuantito hizo el ademán, se sacudió muy
fuerte la tierra, se sintieron ruidos subterráneos y bufando y tirando cornadas apareció la vaca de mentas con los
cuernos ardiendo. La mula se espantó “talmente”, que se desbarrancó, arrastrando tras sí al pobre mozo al fondo del
precipicio.
La flor blanca que esa misma mañana la niña había retirado de la ventana y que estaba en un vaso sobre la cómoda de
su pieza, se tiñó de rojo.
¡Jesús, María y José!
Virgencita de las Mercedes ¡Dios nos ampare!
La narración terminó. Las sombras antes movedizas que el fogón encendido proyectaba sobre las paredes de quincha,
quedaron estáticas largo rato, como recogiéndose en sí mismas… El agua se corría en la acequia, allí cerquita, parecía
entonar una canción lastimera.
Mario Anganuzzi
DOÑA NICOLASA

Sigue diciendo el afable y sensible señor Ormeño: “La conocí a Doña Nicolasa, para mí es muy especial, fue la
segunda madre, porque no sólo a mí, sino a otros compañeros y compañeras, prácticamente nos albergó por muchos
años, nos dio de comer. Era una persona muy sana, unos consejos que no me olvido nunca y bueno, por sobre todo, un
personaje extraordinario del pueblo. La ida de ella, yo pienso que fue una
tremenda pérdida para Sañogasta, porque en una época, Sañogasta vivió de la
gente que venía de otros lugares, como ser de Buenos Aires, de Córdoba, de
Rosario. De distintas provincias han llegado a Sañogasta a través de que ella
curaba, o sea que había sido una curandera famosa, la curandera con yuyos, no la
curandera con versos ni con cosas distintas que se oyen por los medios de
difusión que se dan, ¡NO!, la abuela Nicolasa siempre estuvo recetando los
remedios de la zona, yuyos comunes de la zona, y bueno, y eso a Sañogasta le
dio otra vida, se veía gente en el pueblo, y se veía dinero, porque la gente que
venía a veces permanecía el día y a veces dos días en Sañogasta y esa gente,
bueno, gastaba. Y bueno, eso ya no se lo ve ahora, a sea, el turista nada más que está de paso. Era un ser
extraordinario, para todo. Fíjese, una vez, dedicada a la atención de sus enfermos que hacían cola en su casa, tardaba
en recibir al Santo, usted sabe, San Sebastián, mueve mucho en Sañogasta y visita todas las casas. ¿Cómo que Doña
Nicolasa, la conductora de la fe religiosa, no recibía al Santo? Don Isauro Gutiérrez, un hombre de mente rápida, un
hombre que le hacía un verso pero ahí, se acercó a la puerta y le dijo: “Reverbera el sol/ en los campos de Uyuyuyos, /
salí Nicolasa a recibir el Santo/ dejá de joder con esos yuyos”. Y así fue.*
La Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, más conocida como la Iglesia de Piedra, en el barrio La Puntilla de
Sañogasta , La Rioja, Argentina, construida bajo el impulso de Doña Nicolasa Elizondo de Perafán, famosa médica
naturista, en la década de 1960, tenía un cuadro en el que la Virgen rescata la almas del Purgatorio, adquirido por ella.
El mismo había sido sido trasladado al Museo Molino San Francisco de Chilecito en contra de la voluntad de los
pobladores de la zona. Por ello, los habitantes de Miranda, Sañogasta y Guanchín hicieron las gestiones necesarias
para su devolución al templo. Ello se concretó el domingo 1º de febrero de 2009. En el video se aprecia el retiro del
cuadro del Museo y el traslado del mismo en caravana de vehículos desde Chilecito, pasando por Nonogasta, hasta
Sañogasta, bello pueblo de ensoñación, a 35 km de Chilecito. El pueblo todo salió a las calles al paso de la caravana y
acompañó el cuadro hasta su lugar en la Iglesia de Piedra donde se celebró una Misa de Acción de Gracias por el
retorno de esta obra tan cara al sentimiento de los sañogasteños. El audio que acompaña las imágenes corresponde al
poema "Dijo el Ave Interior" del poeta de Sañogasta Albero G. Ocampo, musicalizado por el chileciteño Profesor
Daniel Sarmiento.
Estando enferma, envió a su esposo a consultar su caso con Don Pancho de la Cuchilla. En tanto, se hizo preparar un
té con yuyos seleccionado por ella que la aliviaron. Al regresar al día siguiente Don Félix con la receta de Don
Pancho, ésta coincidía exactamente con la por ella indicada. Doña Nicolasa, profundamente creyente, comprendió
entonces que Dios le indicaba la misión de aliviar el sufrimiento y de curar las enfermedades de su gente. Y de bregar
por la felicidad de sus jóvenes a los que inculcaba el amor por Jesús de Nazareth y sus enseñanzas. Sus curaciones se
extendieron a personas de todo el país que llegaban en ómnibus repletos todos los días. Ella se sentaba al lado de una
ventana y con la luz solar iluminando un frasco con la orina del paciente, diagnosticaba la causa de la enfermedad y
con letra delicada y clara escribía la receta. Su voz afable y melodiosa llenaba de esperanza y fe a grandes y
pequeños.
A la par con el cumplimiento de sus tareas como esposa, madre y médica naturista, con sencillo y permanente afán,
brindó sus delicadas cualidades personales a la formación en la fe cristiana de las niñas y los niños, al crecimiento y el
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mejoramiento de la escuela primaria y a la construcción de la Iglesia de Piedra. Hoy, una en frente de la otra,
próximas a la salida oeste hacia la Ruta 40. Doña Nicolasa, un ser extraordinario. Sañogasta, eres la mansión donde
habitan su obra y sus curaciones. Una de tus calles y una de tus plazoletas llevan su nombre.

PEDRO URDIMALES
Autor: Fernando Justo
Un día Pedro Urdimales andaba, como mucha gente anda actualmente, buscando una changuita para tener que comer
y llega a la casa de un cura.
Los curas también tenían sus problemas con Pedro Urdimales que ya lo conocían y no querían que Pedro Urdimales
los superara a ellos en su inteligencia y en su forma de actuar. Querían estar ellos por encima de Pedro Urdimales.
Entonces llega y cuando ve el cura que llega Pedro, inmediatamente el cura dice:
- Aquí me la va a pagar Pedro Urdimales. Le voy a hacer una buena broma para que aprenda él que nosotros estamos
por encima de él.
Entonces llega y golpea las manos Pedro Urdimales, sale el cura y le dice:
- Mire padrecito, yo vengo a buscar para que me de una changuita porque tengo necesidad y no tengo que comer ni
nada – dice- porque...
- Bueno, yo te voy a dar una changuita.
- ¿Y cómo se llama usted? - Le dice Pedro Urdimales
- Don Fontemí.
- ¿Don Fontemí? - repite Pedro
- Si.
Ya Pedro sabía que ese no el nombre del cura, Fontemí, entonces inmediatamente registró que el cura tenía su plan.
- Bueno – dice- usted me va a decir que voy a hacer
- Lo primero que vas a hacer, me vas a lustrar las charamisas
- ¿Charamisa?
Pedro Urdimán se queda con la incógnita y va el cura y le trae las botas.
- Después que me lustres las chamarisa, me vas a atender el garabitaje
- ¿Garabitaje? ...Bueno.
Lo lleva al garabitaje; era la cama. Tenía que tenderle la cama. Y dice:
- Mirá, después le vas a dar de comer al avecazarrata.
Era un gato
- Y vas a atender la experiencia.
La experiencia que era el fuego
- Y vas a traer clarencia de allá del pozo. Y me vas a cocinar. Ahí tenés, filito y filitroque. Y me preparas la comida.
Pedro Urdimales se registró todas las palabritas.
- Este, mirá todas la tonteras que me ha dicho. Nada me ha dado por el nombre correcto.
Bueno, le ha preparado Pedro Urdimales, le ha preparado la comida con lo que ha dicho que haga, ha traído el agua.
Hizo todas las cosas.
- Y el agua donde está allá donde está el bitoque. Ahí cerca del bitoque, ahí está el agua.
Mira Pedro Urdimales que era y que hay una parva de pasto: el bitoque.
- Ah- dice Pedro Urdimales -Todas las cosas que me cambia el nombre
Entonces espera con tranquilidad. Una de las cosas que lo caracterizaba era la paciencia. En todos los cuentos de
Pedro Urdimales hay un cacho de ese mensaje de paciencia que hay que tener en la vida.
Entonces espera como a las doce de la noche el cura se acuesta y empieza con la voz gruesa de ultratumba, Pedro
Urdimales
- Don Fontemí., don Fontemí
El cura se empieza a asustar y no contesta. Y él vuelve a insistir, vuelve a insistir hasta que al último dice:
- ¿Qué pasa?
- Don Fontemí:
Póngase las charamisa
sobre el garabitaje
que el avecazarrata
está cubierta de experiencia
y si no corre con clarencia
se le va a arder el bitoque
Yo me voy con los filito
y los filitroque.
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Partía con el arroz y el fideo que era lo único que se podía llevar. Había agarrado el gato y le había prendido fuego y
se había metido en la parva de pasto. Entonces: “Si no corre con clarencia”, sino corre con agua “se le va a arder el
bitoque. Yo me voy con los filitos y los filitroques”.
(Cuento popular riojano, anónimo. Recopilado por Fernando Justo. 2005. La Rioja a Juana Zamora del Dpto.
Famatina)

Juan Alfonso Carrizo registra un cuento de adivinanzas parecido, aunque no es Pedro Ordimán el protagonista
llamado “LEVANTA TU CRUZ DE CRISTO, que dice así:
Levanta tu cruz de Cristo
y también las charlas merlas
también los langaristates,
que ahí va el sanfuriñate
llenito de la alumbrancia
si no corre la abundancia
se le quema la habitancia.
R: Diz que un cura enseñó a un sacristán, que también desempeñaba de mucamo, que la vela de la mesa de luz se
llamaba mayestate; las pantuflas, charlasmerlas; los pantalones, langaristates; que el gato se llamaba safuriñate, y así
por el estilo, siempre hablando difícil, a las llamas les decía alumbrancia, al agua abundancia y a la casa habitancia.
Una noche el gato quedó encerrado en la habitación del cura, trepó jugando a la mesa de luz y volteó el crucifijo y la
vela encendida. Al caer la vela encendió la cama y el gato corría envuelto en llamas porque tenía enredada en la
cabeza parte de la sábana. El humo que salía despertó al sacristán, que asustado gritaba al cura que dormía con las
palabras de la adivinanza

TELERA VINCHINISTA

En Vinchina, el valle oloroso de trigales y alfalfares, lleva airosamente sus


ochenta años de vida, doña Odila, la viejecita más simpática y hábil del lugar.
Desde chica, como quien juega, aprendió el difícil arte de tejer en el telar de su
madre. A través de los años fue adquiriendo práctica y experiencia y hoy
trabaja con palas, pisaderas, peines y lanzaderas con la seguridad de una
experta y a medida que lo hace, su vena artística va apareciendo de a poco
hasta plasmarse en esas telas multicolores de cuya trama original únicamente ella sabe el secreto.
Los azares de la vida la dejaron sola en la casa paterna y hoy sus compañeros son un perro chuschudo, un gato
mimoso, una cata parlanchina y un lote de gallinas con los que “habla” todo el día.
Antes del amanecer, ya está en pie y como un rito, enciende el fuego.
Con cuidado destapa las brasas que durmieron bajo una capa de cenizas, soplándolas las aviva y luego las corona con
ramitas y tronquitos de leña; a poco, una llama azulada se levanta al cielo, es el momento de ponerle encima el trebe
(parrilla con tres patas largas) con una pava de agua para cebar sus primeros mates mañaneros.
Mientras ésta tarda en hervir, acarrea agua del pozo con la que riega el patio, la
ramada donde está el telar y ese montón de tarritos con plantas que forman su
jardín.
Ya oreada la tierra, empieza el barrido de la misma con su escoba de pichana;
mientras lo hace, las gallinas no la dejan caminar pidiéndole la ración.
Tanto la molestan que por fin les tira un puñado de trigo mientras les dice: A ver
si se deciden y ponen, ustedes comen y comen ¿y… los huevos pa’ cuando?
Con el patio y la ramada barridos, exhalando ese agradable olorcito a tierra
mojada, se disponen a tomar el mate.
Es otro rito: hasta la ramada lleva el brasero con la pava, la mesa ratona donde pone las gavetas, el mate con su ramita
de cedrón y la tortilla recién sacada de las brasas.
Se sienta en su silla petisa a saborear unos mates. El parloteo de la cata pidiéndole “la papa” la saca de tan agradable
tarea, mientras le prepara un pedazo de pan remojado en agua y espolvoreado con azúcar, le enseña a hablar.
Trúa, la catita…
Baila catita, con la patita
Canta catita, con el piquito
Quetrú… quetrú…
La cata, mientras se pasea por su jaula y mueve la cabeza repite una y otra vez la lección.
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Doña Odila vuelve a su mate, ahora lo acompaña con un trozo de tortilla que comparte con el perro y el gato echados
a su lado, esperan pacientemente les dé un pedazo.
Después de tomar unos cuantos mates “para la olla del puchero”, la que irá hirviendo sin mayores cuidados mientras
ella realiza su trabajo.
Ya es de día claro, los morros más altos del Morado empiezan a teñirse con los primeros rayos del sol, ya Vinchina
despertó, por el frente de su casa pasan los changuitos pastores arriando sus majadas y los hombres, con las
herramientas al hombro, van al trabajo.
Se dispone a empezar el suyo, el taller siempre listo la espera. Emplea lana de oveja de extracción local o de zonas
vecinas, lana de vicuña y de guanaco, preparando el hilado con huso y con palo, retorsión del hilo, lavado y
preparación de los hilos de diferente grosor y posterior teñido. Los ha teñido con vegetales de la zona (jarilla, jume,
achira, tusca, pata, retortuño, chilca, atamisqui, poleo, tala, tintitaco, algarrobo, nogal, molle blanco, matico,
piquillín), empleando hojas, maderas, raíces, cortezas, tallos, flores y frutos; otras veces tintas o anilinas artificiales y
materiales caseros (te, café, cáscaras de cebolla, etc.). De todos ellos extrae los colores del arco iris usando jabón,
agua, y “mordientes” como piedra alumbre y sal.
Las tareas en la confección de los bastidores en diferentes formas, confección de peines para
realización de flecos y el diseño de bocetos de guardas para aplicar en el tejido, la ocupan
varias horas del día.
Sobre cuatro horcones de algarrobo clavados en el suelo, está armada una trama a medio hacer;
en una mesa cercana, canastos de poleo con lanas tizadas, madejas de hilos de todos colores,
varios husos y el “muchacho” con los brazos extendidos espera lo haga dar vueltas para llenar
las bobinas.
Con todos los elementos a mano, se sienta en su silla de tientos entrecruzados y enfrentando el
telar inicia su trabajo accionando con rítmicos movimientos de palas y pisaderas.
En la mañana apacible sólo se oye el “trac… trac” de la paleta golpeando la trama.
Este es su mundo, aquí nació y se crio, en él es feliz; los días transcurren apaciblemente,
matizando su trabajo con visitas a sus vecinos, vive los días que “de prestáu le da Tata Dios”…

María Delia Poblete de Soteras.

NUESTRAS HIERBAS SERRANAS

Muña muña (Satureja parvifolia): Se usa para combatir el empacho de los niños, siendo un
buen estomático y levemente laxante. Favorece las digestiones difíciles, es emenagogo,
diurético y se lo considera afrodisíaco o activador de las funciones sexuales. En el campo se
usa para mejorar la performance sexual y tratar problemas de erección. Las mujeres creen
que aumenta la fertilidad.
La muña tiene efectos antioxidantes al capturar antirradicales libres, mejorando la
circulación sanguínea (efecto vasodilatador) y además se comprobó sus efectos
antiinflamatorios (Feresin, UNSJ). En el Norte se la usa para curar empachos, aliviar problemas digestivos y
hepáticos. Pero hombres y mujeres de tierra adentro le tienen una fe ciega cuando la combinan con cola de
quirquincho, un cóctel famoso para incrementar la potencia sexual. También quedó demostrado (Sülsen, 2005) que el
extracto de muña tiene actividad trypanocida, siendo efectivo e inhibidor en más del 70% del crecimiento y desarrollo
de Trypanosoma cruzi (mal de Chagas). En infusión (mate) tiene grandes cualidades medicinales, ya que es un buen
digestivo, antibiótico, ayuda a combatir el mal de altura (apunamiento), ayuda a curar procesos gripales y refuerza el
sistema inmune. Figura como un componente de diversos “amargos” de uso alimenticio. Además del uso potencial de
esta especie como afrodisíaco (Kai, 2002) y como hierba aromática para la cocina (Vignale & Gurni 2003). Tiene
propiedades como bactericida y repelente de insectos. La investigación para la actividad antimicrobiana contra
microorganismos grampositivos y gramnegativos fue observada y demostrada en esta especie (Hernández N. E., M.L.
Tereschuk y L.R. Abdala, 2000). Como la ajedrea o tomillo real (S. hortensis L.) puede ser un magnífico
desinfectante bucal, para lo que se hacen gárgaras con tisanas de muña y tomillo. Exteriormente se utiliza, en baños,
contra afecciones cutáneas ya que posee propiedades antimicrobianas. La muña es también apreciada como
condimento. Las hojas sirven para condimentar verduras, salchichas, rellenos y platos de carne. Sus hojas en forma de
infusión actúan como antigripal, antirreumática, digestiva, colagoga e insecticida. En San Juan es usada para tratar
enfermedades estomacales, como astringente y estimulante. La infusión de toda la planta se toma contra desórdenes
gástricos, dolor de estómago, hemorragias y como estimulante sexual. La composición fitoquímica de esta especie
(Zygadlo y col.,1993) es: 1,8–cineol, 1–noneno, α–pineno, α–terpineol, β–pineno, canfeno, cedrol, citronelol,
citronelal, ácido decanoico, dodecanal, EO, isoborneol, isoeugenol, limoneno, mentol, mentono, metil–éster–
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decanoato, miriceno, p–cimeno, alcohol de patchouli, óxido de piperitenona, piperitenona, óxido de piperitenona,
pulegón, spatulenol.

Incayuyo (Lippia integrifolia):. Arbusto medicinal y considerado en extremo


sagrado, cuyo uso era vedado a los indígenas de los pueblos subsidiarios de
los Incas del Perú; sentenciando a muerte a quien lo cortara para uso
personal. Podría especularse que la observación hecha por los incas, les
permitió detectar problemas reproductivos del incayuyo. Observación que
tradujeron en medida tan estricta para asegurar la conservación de este
valiosísimo recurso medicinal. Usada tradicionalmente contra enfermedades
nerviosas, en la tristeza, melancolía, debilidad nerviosa, neurastenia y dolores
neurálgicos en personas débiles; toses crónicas y asma nerviosa. Ayuda a la
digestión y cura la dispepsia nerviosa. Fortifica y tonifica el estómago al ser
usada en el mate. Las hojas y sumidades contienen del 0,20 al 0,25% de aceite esencial. Se usa una preparación
galénica en infusión al 2 o 3 % (2 a 3 gramos de hojas secas en 100 cm3 agua); para el tratamiento de las
enfermedades bronco-pulmonares, aliviar la tos, fluidifica el catarro, descongestiona el aparato respiratorio y evita
complicaciones de las afecciones leves al pulmón. También posee propiedades digestivas, empleándose con excelente
resultado para corregir las digestiones lentas, laboriosas y acompañadas de malestares diversos, combate el flato y los
eructos. Contra acidez estomacal; sana empachos de agua; malestares gástricos; tonifica el estómago. En infusión de
30 gramos por litro de agua hirviendo, para tomar una taza cada 3 horas o una después de cada comida, como
digestivo. Las decocciones de hojas y las flores se utilizan tradicionalmente contra dispepsia, las indigestiones y
estomáquico (empachos y cólicos), como diurético, emenagogo, antibiótico (para infecciones o gonorreas), febrífugo,
para el tratamiento de la tos y como sedativo (Rondina y otros, 2003; Ratera y Ratera, 1980). En zonas rurales se
utiliza en baños de los pies. Una ramita de la planta colocada detrás del oído se utiliza para los dolores de cabeza que
afectan un costado de la cabeza (Hieronymus, 1882). Es un ingrediente de bebidas, en mezclas de hierbas como
aperitivo y está incluida en el Cód. Alimentario Argentino.

Cedrón (Aloysia citriodora): Arbusto muy aromático, con aceites esenciales en sus
hojas, tallos y raíces. Contiene cineol, eucaliptol, vainillina. Estimulante digestivo,
calma excitaciones nerviosas, alivia las opresiones al corazón y entona al organismo.
Calma los cólicos flatulentos. Usada contra resfríos, dolores estomacales y antivenenos.
Forrajera de emergencia. Cardíaco, antihistérico, gástrico (Lemos, 1878);
antiespasmódico, digestivo, emenagogo, nervino (Pío Correa, 1929-78); antihistamínico,
aperitivo, eupéptico, carminativo, espasmolítico, sedante (Arteche García & al., 1998).
Aceite esencial, rico en: citral (antibacterial, antihistamínico, fungicida, expectorante,
anticancerígeno); linalol (antibacterial, antiinflamatorio, antiespasmódico,
hepatoprotector); canfeno (antioxidante, expectorante); cineol; terpineol (antiasmático, antibacterial, antitusivo,
expectorante); cariofileno (antiinflamatorio, antiasmático, antibacterial, antitumoral; limoneno (antibacterial,
anticancerígeno, antiespasmódico, expectorante); furocumarinas, verbenonas y flavonoides. Posee una importante
cantidad de melatonina, sustancia que se usa como relajante natural y que favorece el sueño nocturno. Se emplean las
hojas tiernas y las sumidades floridas en infusión (mate). En gastronomía, la hoja seca y picada se emplea en
marinadas, aderezos y salsas para dar un toque de aroma cítrico. Se elabora con ella también un sorbete aromático. En
Colombia (Providencia, Nariño) se tienen mitos y leyendas como la creencia en el “gritón” que es cuando se seca una
mata de cedrón es porque se va a morir alguien de la familia. En nuestro folcklore se dice que dar un mate con cedrón
significa “acepto”. Dispepsias, meteorismo, espasmos gastrointestinales, ulcus gastroduodenal, síndrome del intestino
irritable, enterocolitis. Insomnio, ansiedad, depresiones, jaquecas. En uso tópico: dolores reumáticos, neuralgias,
alergias y prurito. El cedrón se utiliza, por su sabor alimonado, como bebida de amplio uso social y como corrector
organoléptico de sabor y olor. Uso terapéutico y dosis: infusión al 5 %, infundir 5 minutos, 2-3 tazas/día después de
las comidas.

Poleo (Lippia turbinata): Sus ramitas delgadas y raspadas dan origen a diversas artesanías
locales de fina terminación y muy fuertes, tales como canastas, canastillas, maceteros, etc.
de aspecto similar al mimbre. Reputada como medicinal contra malestares estomacales para
lo cual se usa la infusión de hojas y ramitas o acompañando al mate, el poleo es un
integrante común de las hierbas compuestas y de diversos amargos muy populares en
Argentina. El extracto total de flavonoides, obtenido de sus partes aéreas, mostró actividad
antimicrobiana frente a cepas Gram positivas y a bacilos entéricos Gramnegativos. En la
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misma especie se han identificado numerosos aceites esenciales que le confieren propiedades alergizantes y tóxicas.
La composición fitoquímica de sus aceites esenciales acusa variaciones cuanti-cualitativas según el lugar de
recolección por la existencia de diversas variedades y ecotipos, fundamentalmente por ser especie xeromórfica.
Provoca hipertensión. Se emplean las hojas y tallitos tiernos en forma de infusión; es muy indicado para trastornos
digestivos y enfermedades del sistema nervioso. Además, es un buen tónico (Ratera y Ratera, 1980). La parte aérea se
emplea en Argentina como digestivo, diurético y emenagogo. (Gupta, 1995).

Té de burro (Aloysia polystachia) “burrito”, “hierba del burro”, “poleo riojano”,


“poleo real”, “poleo de castilla” Verbenácea arbustiva de hojas muy aromáticas
con distribución tanto en el centro como oeste argentino, hasta 1000 m. Tónico,
estomacal, nervino (Toursarkissian, 1980); La infusión de las hojas posee
propiedades tónicas, carminativas y especialmente digestivas, muy indicada contra
trastornos hepáticos (dolores de estómago, digestiones lentas), (Ratera E. et al.,
1980). En medicina popular la infusión de las hojas y flores se utilizan contra
dolores de estómago, empachos, náuseas y vómitos, en el norte argentino se utiliza
para saborizar el mate o el tereré e industrialmente cultivada para formar parte de
la yerba mate "compuesta”. Posee notorios efectos antidepresivos y ansiolíticos.

Yerba larca (Chenopodium graveolens var. bangii): Reputada como medicinal para combatir afecciones estomacales
y hepáticas, alérgicas, enfermedades de la piel (eczemas, sarpullido, urticarias). Tiene un efecto digestivo y colagogo
si es ingerido como una infusión. Contra trastornos nerviosos, sedante. Hipertenso.
Combate pecas y manchas si se lava con su cocimiento tibio todas las noches la cara.
Actividad antimicrobiana. Con toda la parte aérea es posible tratar alergias, malas
digestiones y parásitos intestinales. Tónico gástrico. En Salta es usada contra transtornos
digestivos y respiratorios (Pochettino, 1963). Empacho: infusión de arcayuyo y muña
muña mezclada con té y azúcar quemada (Alonso, 2004). Los serranos de la Rioja y de
Catamarca emplean principalmente la infusión teiforme para los dolores de estómago,
indigestiones y en la enfermedad de la puna (Hieronymus, 1881). Es muy usada esta
hierba, bebida en infusión o mezclada también con la yerba mate; o al acostarse, una taza
de infusión como sedante que ayuda a dormir a los que padecen de insomnio. Uso interno,
al 30 por mil (30 g en 1 lt de agua). Usada popularmente para alergias, diarreas y dolor de
garganta.

Ajenjo (Artemisia mendozana D.C. var. mendozana) Usos: en infusión teiforme tiene propiedades carminativas y
estomacales. Posee d-alcanfor (Fester, G. et al). Empleada para fabricar bebidas como el "vermouth" y "ajenjo".
Remedio excelente para enfermedades de la matriz y ovarios (flores); evitando, como cataplasmas, los coágulos de la
sangre, en casos de abortos. Contra enfermedades nerviosas como histerismo, baile de San Vito, epilepsias,
neuralgias, vómitos nerviosos. Como unguento, calma dolores del reumatismo. En sus flores contiene un principio
amargo y una esencia. Aperitivo y tónico estomacal; estimulante y digestivo. Emenagogo y vermífugo, combate
lombriz solitaria. Contiene artemisinina, una lactona sesquiterpénica con actividad antimalárica, indicada para
quimioterapia de distintas formas de malaria, especialmente la malaria
cerebral. En hojas y flores contiene dehidroleucodina (DHL), efectivo
citoprotector gástrico, usada por sus propiedades antiulcerosas en
medicina popular.- Posee propiedades estomacales y diaforéticas,
anticatarral. Cura enfermedades del hígado. Ahuyenta insectos y moscas.
Es un tónico amargo y aromático. Aunque no se usa en la medicina
práctica regular, es a menudo usado por la población para tratar las
fiebres intermitentes. Es muy apreciada por sus propiedades vermífugas.
Emenagogo (Lemos, 1878, sub A. absinthium L.); carminativo,
estomacal (Ruiz Leal, 1972); colagogo, estomáquico, hepático (Bustos et
al., 1996). Lo usan para el estómago, en el mate (Contreras, J. 1976). No
utilizar ajenjo como relleno de almohadas en campamentos ya que su perfume al ser respirado provoca muy fuertes
dolores de cabeza, inflamación de ojos, etc. (Roig, F. 2002). Sus hojas se utilizan para condimentar carnes con mucha
grasa. Estimula la digestión, y es componente de bebidas amargas con alcohol (licor de ajenjo, anisado) o sin él
(tónicas).
Hábitat y Recolección: Crece en terrenos secos, pedregosos y soleados. Las hojas y sumidades floridas se ponen
a secar a la sombra.
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Propiedades Medicinales: Se emplea para combatir resfríos, envenenamientos, dolores de vientre, malestares
digestivos, afecciones del hígado, reumatismo, amenorrea, cólicos menstruales y falta de apetito, además es
antiparasitario.
Composición Química. Aceite esencial absintol (1%) de característico color azul con: thuyona, tuyol, felandreno,
cadineno, azuleno, principio amargo: absintina (lactona) y anabsintina, compuestos de flavona y ácidos. La máxima
concentración de aceite esencial (absintol) se consigue en el momento de la floración. También contiene principios
amargos del grupo de los guayanólidos. Otros componentes son flavonoides, taninos ácidos, carotenos, fitosterol,
ácidos nicotínico y palmítico, y vitamina C. Tips: Para estimular el apetito y preparar una buena digestión, masticar 1
ó 2 hojitas de ajenjo antes de las comidas o bien agregar a 1 litro de agua hirviendo 10 a 15 gramos de hojas y tomar
una tacita en ayunas. Ramitas de ajenjo puestas sobre las paredes del dormitorio es eficaz para librarse de los molestos
mosquitos y de los males que transmite (fiebre amarilla, dengue, tifus, etc.)

Chachacoma. (Senecio eriophyton J. Rémy). Asteraceae (Compuestas). Pertenece a la familia de la achicoria,


lechuga, diente de león, manzanilla, margarita, huevil, vira vira, zinia, entre otras. En quechua “chacha coma” =
“hombre pobre”. Esta especie crece en los altos valles del Famatina, entre 3.500 a 5.000 m.s.m., habitando las
Provincias Puneña y Altoandina Quichua y es arbusto nativo chileno-argentino de La Rioja, San Juan y Mendoza
(Darwinion, 1992 y Kiesling, 2003). Especie muy interesante como planta medicinal debido a sus múltiples
aplicaciones y, por esta razón, es rara, vulnerable y en extinción. Actualmente se
estudian innumerables principios químicos y es una especie muy citada en la medicina
tradicional y en los estudios etnobotánicos. Posee un olor caprino fuertemente agresivo
y sus componentes principales son aceites esenciales, resinas y sesquiterpenos, con
propiedades medicinales.
Usos: Uno de los usos más tradicionales es el agregado al mate. La planta entera se
utiliza en cocimiento o infusión, especialmente para combatir el mal de la puna o de la
altura (soroche). A > 4.000 m. hay falta de oxígeno, desmayo, mareos, náuseas, dolor de
cabeza, vómitos. Además es tónico del corazón, y sus raíces tienen propiedades
emenagogas (regulariza los períodos menstruales). Es apreciada como tónico y
estimulante. En sahumerio, aspirando el humo cura el romadizo. Se toma en mate para
el dolor de estómago y cólicos, o también con las hojas machacadas se frotan el
estómago dando resultados excelentes. Otros autores la sindican como excelente
emenagogo (Philippi, 1856), estimulante, emenagogo, cordial (Hieronymus, 1882), excitante, emenagogo, estomacal
(Murillo, 1889); antiasmático, emenagogo y excelente contra transtornos cardíacos (Ruiz Leal, 1972). Mezclada sus
hojitas con yerba mate cura dispepsias y trastornos hepáticos. En preparados culinarios, como sopas y guisos –
calapurca- sus ramas débiles y molidas sirven de aromatizante. Cuenta Lerman (1998) que se prepara poniendo en un
recipiente con agua unas hojas de chachacoma, cuando hierve vierten encima alcohol y lo encienden, agregan luego
agua hirviendo y lo beben. Este brebaje se usa para curar el mal de puna, dolor de cabeza y de estómago, la
bronquitis, la tos, el asma, resfríos y dolores de muela. En Antofagasta un grupo de estudiantes identificó y aisló sus
compuestos activos con mayor grado de absorbancia a rayos ultravioleta, mediante procesos químicos, métodos de
infrarrojo y resonancia magnética. Una vez obtenidos los productos, se comprobó su efectividad en cuanto a la
capacidad de absorción de rayos UV, con proyecciones a utilizarlos en la fabricación de cremas para contrarrestar la
alta radiación que presenta esta zona geográfica y prevenir el desarrollo de patologías dérmicas. Otro grupo elaboró
un chicle de chachacoma para tratar el apunamiento y ofrecerlo a turistas.
Investigaciones de la UBA, Facultad de Farmacia y Bioquímica (Hnatyszyn,
O. et al, 2003) utilizando el extracto de chachacoma confirmaron su efecto
vasodilatador y relajador del músculo liso. Los compuestos aromáticos del
aceite esencial de chachacoma son: β ocimeno (6%), limoneno (26%), α
terpinoleno (34%), α pineno (6%), β pineno (20%) y solamente un alcohol,
terpineno-4-ol (3%). La infusión de la raíz al 2% tomada 3 veces al día de a 1
taza, bien caliente y endulzada con miel, es el mejor remedio contra la tos
catarral de los ancianos. El expresidente Sarmiento prolongó su vida lo menos
20 años debido a esta raíz de chachacoma.

“Huevil” Mutisia kurtzii var. anomala (Lillo) Cabrera. Familia Asteráceae (Compuestas). Arbusto de 1-2,5 m de
altura, muy ramoso, ramas erguidas de color pardo claro, las nuevas densamente hojosas. Hojas alternas,
brevísimamente pecioladas, papiráceas, lanceoladas o anchamente lanceoladas, agudas y acuminadas en el ápice,
atenuadas en la parte inferior, albo-tomentosas en el envés. Capítulos anaranjados, rojizos y amarillos solitarios en los
extremos de las ramitas, largamente pedunculados, discoideos; pedúnculos gruesos, rojizos, con algunas brácteas
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lanceoladas. Flores 15-20 isomorfas, todas hermafroditas, amarillo anaranjado, con corola bilabiada; anteras
amarillas, exertas. Frutos aquenios cilíndricos, con papus parduzco. Ecología: Habita en microcuencas con clima frío
y seco; heladas durante todo el año; lluvias escasas, nieve en invierno y granizo o lluvias en verano. Especie de la
formación Prepuna y Puna, en faldeos y quebradas entre los 2000 y 3500 m.s.m. sobre terrenos de acarreos arenoso-
ripiosos o pedregosos de origen cuaternario. Usos: Reputado como medicinal
especialmente contra afecciones del hígado. Los extractos acuosos,
diclorometanicos y metanolicos de esta especie mostraron una actividad
antiinflamatoria tópica así como frente al estrés oxidativo y las proteínas del
estrés, hiperclorhidria (Pérez García, F. Univ. Barcelona, 1996)
Estas especies se incluyen dentro de la Tribu Mutisieae considerada una de las
tribus más importantes del mundo para comprender la taxonomía y
clasificación sistemática y porque la Familia Asteraceae es considerada la de
mayor evolución y adaptación. Esta tribu es sumamente diversa en los aspectos
morfológicos y biogeográficos, consistiendo en 84 géneros y 900 especies a
nivel mundial. En el Sistema Nevados del Famatina, La Rioja, también existe la
especie típica Mutisia kurtzii var. kurtzii también conocida como “huevil” y con
similares usos populares.

Otras Mutisias en el Famatina:


“Flechazo” Mutisia castellanosii var. hieronymi conocido también como “Falso azafrán” Especie de prepuna y puna,
en faldeos, quebradas y huayquerías por encima de los 1800 m.s.m.. Localmente se
usan sus capítulos para obtener tintes amarillos o rojos.

“Quimpe” Mutisia ledifolia Decaisne f. ledifolia. Especie de la formación Prepuna


y Puna, habita quebradas secas sobre terreno cuaternario, por sobre los 2.000
m.s.m. y cumbres de la Sierra de Sañogasta. Se la observa ramoneada por la fauna.
En medicina casera es muy empleada contra el dolor de muelas, enfermedades de
la boca y enfermedades de la piel.

“Granadilla” Mutisia subspinosa Cav. Ocupa


faldeos ribereños a cursos de agua permanente,
sobre muros rocosos muy vegetados, por
encima de los 1850 msm. posee un bello aspecto ornamental. Reputada como
medicinal y conocida como depurativa de la sangre (flores y ramitas). También es
usada para combatir los dolores en las articulaciones y en la columna. Todas las
Mutisias se adaptan perfectamente a ser utilizadas en parques y jardines.

Berros de agua. Rorippa nasturtium-aquaticum


(L.) Hayek (= Nasturtium officinale R. Br.)
Scrophulariácea originaria de Europa y Asia Central, naturalizada en nuestros
arroyos de vertientes con aguas cristalinas. Se considera uno de los vegetales más
antiguos consumidos por el ser humano. Actualmente se ha extendido por todo el
mundo por ser una planta de consumo doméstico muy apreciada en ensaladas.
Nasturtium viene del latín nasus = "naríz" y tortus = "torcido" debido al olor
picante de la planta que irritaba la nariz y obligaba a hacer gestos torciéndola. Las
poblaciones de berros ocupan las aguas de profundidad muy escasa por ser hidrófitas, a orillas de arroyos, lagunas,
acequias, y son ricas en nutrientes minerales.
Con el jugo exprimido de la planta, se toman 3 cucharadas por día como diurético para eliminar arenillas del riñón.
Contra enfermedad del hígado, el jugo de berro activa la secreción biliar e influye sobre la hidropesía. El zumo fresco
se usa en forma interna y externa para tratar congestiones de pecho, riñones, irritaciones crónicas e inflamaciones.
Hojas en ensaladas alivia a los tísicos, reumáticos, gotosos, deshincha las glándulas, fortifica los nervios y corazón,
actuando como estimulante, estomático, odontálgico, purgante, hipoglucémico, expectorante. En exceso puede
ocasionar aborto al actuar sobre la matriz de mujeres embarazadas. Comido durante un mes en verano asegura una
correcta depuración de la sangre. El berro de aguas corrientes es reconstituyente y tónico por su contenido en yodo,
hierro y fosfatos y, por lo mismo cura a los niños raquíticos, escrofulosos, combate con eficacia la diabetes. Por sus
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principios sulfoazoados combate la bronquitis. Contiene sustancias cianogenéticas (Gibbs, según D. Seigler, 1975)
pero no ha sido citada como planta tóxica para el ganado.
Es una especie empleada en las regiones norte y centro de nuestro país, recomendada principalmente para problemas
renales. Su tratamiento consiste en moler o picar toda la planta, con o sin raíz, para ingerirla como té. En otras zonas
del territorio mexicano se bebe como licuado para afecciones del pulmón o bien se sugiere comerlo picado y con
limón. Para malestares del corazón, investigaciones de campo señalan que son buenas las hojas y el tallo, para lo cual
se recomienda que se coman en ensalada todos los días. En el tratamiento de dolores de estómago se hace un
cocimiento con las ramas frescas o se muelen para tomarse como agua de uso.
También el berro se utiliza para tratar la anemia, bocio y diabetes.
El tratamiento, para estos casos, consiste en la infusión de sus ramas. Las semillas se agregan como guarnición en
ensaladas, y molidas se usan para elaborar una especie de mostaza.
El berro de fuente por lo regular se come crudo en ensaladas debido a que es más tierno y jugoso, con un ligero gusto
a mostaza; el berro o mastuerzo de agua es más picante y se utiliza para condimentar salsas, ensaladas y bocadillos.
Utilizado como estimulante y diurético. Usado en medicina popular para aliviar la bronquitis y ciertas afecciones
cutáneas.
Las hojas de berro son ricas en minerales como yodo, hierro, potasio y calcio. Es rico en vitaminas A, C, E y del
complejo B (ácido fólico, tiamina, riboflavina y niacina). Si consume esta verdura cruda es necesario recolectarla de
aguas en movimiento ya que en lugares estancados conlleva microbios que pueden ocasionar fiebre tifoidea. Se
recomienda en cualquier caso lavarla muy bien bajo el chorro del agua, retirarle las raíces y eliminar cualquier rastro
de tierra y es conveniente sumergirla en solución desinfectante (de hipoclorito o
ácido acético o tartárico al 2%) por cinco minutos. Si los prefiere cocidos
también debe lavarlos muy bien bajo el chorro del agua; trate de cocerlos el
menor tiempo posible para evitar la pérdida de nutrientes. Generalmente se
ingieren las hojas, aunque los tallos también se pueden consumir. Vive en
herbazales higrófilos, en zonas húmedas o encharcadas, en bordes de ríos o
arroyos, incluso acequias. Tiene propiedades medicinales como remineralizante,
expectorante, hipoglucémico y ondoltálgico. En gastronomía se usa para la
preparación de ensaladas y sopas.

Mimulus luteus L. “berro”, “berro de la sierra”.


Conocida en Chile como “berro amarillo”, “placa”. Escrofulariácea. Planta acuática,
glabra o víscido-pubescente; tallo erecto o ascendente; hojas eroso-dentadas, orbiculares
ovadas o suboblongas, las inferiores largamente pecioladas, subliradas, las superiores
sésiles o cordado amplexicaules con muchos nervios, pedúnculos tan largos como las
hojas; cáliz ovado-acrescente-inflado; corola amplia, dos veces más larga que el cáliz.
Refrescante, (Molina 1810). Suele ser comido en la sierra como ensalada. Esta especie es
similar pero de mayor tamaño en todas sus partes que la siguiente especie que se describe:

Mimulus glabratus H. B. K. “mímulo”. Solamente es consumida por animales, nunca por el hombre lugareño.
Habita vegas o arroyos permanentes, por encima de los 1800 m.s.m. Ambas especies poseen uso como hepático (Del
Vitto et al., 1996). Familia: Scrophulariaceae.

"Yareta", "Llareta". “Choroi”, “Choyoi”. Laretia acaulis (Cav.) Gillies & Hook. Apiaceae (Umbelíferas). Pertenece
a la familia del apio, perejil, zanahoria, anís, hinojo, cilantro, entre otras conocidas.
Esta especie abunda en los altos valles del Famatina, entre 2.000 a 3.700 m.s.m., habitando las Provincias Prepuneña
y Puneña y es hierba nativa chileno-argentina de La Rioja, San Juan y Mendoza (1). Perenne, acaule y cespitosa,
pulvinada (crece en cojines subcirculares densísimos, aislados o agrupados). Tallo brevísimo y ramitas leñosas que
destilan resina transparente de olor agradable, aplicadas al suelo y cubiertas por los restos foliares persistentes; hojitas
alternas, fragantes y cerosas, oblongas, imbricadas, glabras, abundantes y formando rosetas. Raíz algo carnosa,
leñosa, axonomorfa y fibrosa. Umbelas 5-10 floras. Flores hermafroditas, autofértiles, amarillas y polinizadas por
insectos al florecer entre diciembre y febrero. Frutos alados numerosos y enormes en relación al tamaño de las rosetas
que los soportan, y por ello fácilmente dispersados a distancia por los vientos.
Sus usos en la medicina tradicional y como combustible, sumado al lento crecimiento anual, la posiciona como
especie rara y en extinción.
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Prefiere suelo arenoso liviano, y bien drenado, aunque es común en afloramientos rocosos (roquedales). Crece en
medios nutricionalmente pobres, no importando si hay acidez, neutro o básico (alcalino). Está bien adaptado a
insolación alta típica de las alturas, no crece a la sombra. Crece en
matas bien densas, de modo de reducir pérdidas de calor, y muy
cerca del suelo donde las Tº del aire son de 1 o 2 ºC más altas que
las del aire, debido a que la radiación de onda larga es reirradiada
por el suelo (que es usualmente negro grisáceo a negro, en la
Puna). Es un importante elemento de la comunidad clímax de la
provincia fitogeográfica altoandina y está considerada como
vulnerable. A esas altitudes con bajas temperaturas, las formas en
cojín son una forma conspicua en ecosistemas de montaña que les
permite crear un microclima modificando la temperatura, humedad
del sustrato y concentración de nutrientes con relación al hábitat
que las rodea (Cavieres et al., 2005; Arroyo et al., 2003; Körner
2003), beneficiando la asociación, establecimiento y supervivencia
de otras plantas, favoreciendo la existencia de una gran biodiversidad vegetal.
Se multiplica fácilmente a través de la siembra de semillas (cosechadas en verano-otoño) al finalizar el invierno, en
sustrato bien drenado, asoleado y húmedo.
Usos: La planta contiene gomo-resina de olor fuerte y aromática (Reiche 1910), aceite esencial, etc. que le
comunican las propiedades antisépticas, balsámicas y expectorantes, siendo muy útil para ciertas afecciones de las
vías respiratorias. La resina obtenida es similar a la de Ferula galbaniflua, usada como expectorante (Howes 1949).
Balsámico, estimulante, estomático, vulnerario (Murillo 1889). Se prepara como infusión y utiliza las hojas y ramitas
contra las inflamaciones y molestias de la vejiga urinaria (cistitis) y estrechez de la uretra. En partes iguales con
ambay, la infusión caliente y con miel, cura los catarros de los pulmones, bronquitis crónicas y ayuda a distanciar y
disminuir los ataques de asma. Es antirreumático, estimulante y madurativo (Lemos 1878) Por su contenido en
diterpenoides se usa en drogas antihiperglucemiantes (antidiabéticos). Investigaciones recientes (Loyola Morales, L.
A., 2005, Universidad de Antofagasta-UAN-Chile) confirman nuevos compuestos diterpenoides naturales del tipo
azorellano y yaretano con efectos antiparasitario (tripanosomicidas –Trypanosoma cruzi, Leishmania sp., Toxoplasma
gondii y Tricomonas vaginalis-), o efecto sobre la actividad espermática (espermaticida), efecto hipoglucemiante
(antidiabético), efecto analgésico y/o antiinflamatorio.
Se utiliza en afecciones de la piel, limpiando el sector afectado. También la infusión, que tiene un sabor amargo, se
emplea en el tratamiento de la diabetes, el asma, la bronquitis y algunas enfermedades renales.
Muy utilizada como antifebril y para los dolores de cabeza (anticefalálgico, Murillo 1861) provocados por la excesiva
exposición al sol. Anticefalálgico y diurético (Muñoz & al. 1981). Estimulante, estomacal, vulnerario (Wilhelm de
Mösbach 1992). La infusión es amarguísima, y se prepara con una cucharadita
de las hojas y tallos sin corteza, triturados, en una taza de agua. El sabor amargo
se puede corregir agregando rodajas de limón y endulzando con miel.
Las verdaderas yaretas en Famatina y altos valles cordilleranos pertenecen al
género Azorella, con las siguientes especies en La Rioja (Darwinion, 1992 y
Kiesling, 2003) y con las mismas propiedades medicinales (Roig, 2002):
Azorella cryptantha (Clos) Reiche. “Pastito de vega”, “Yerba del soldado”.
Hierba nativa en cojín cespitoso, 2500-4000 m. CA, LR, ME, SJ.
Azorella madreporica Clos.”Yareta”. Hierba nativa, 2000-3000 m. resiste
temperaturas bajas (hasta -15° C incluso -20° C), puede estar cubierta durante
meses (1 - 8 meses) por nieve. Equivalente a la zona climática 7 y hasta 6a de USDA. Se descubrió un diterpenoide
nuevo, antitubercular 1 del mulinane para inhibir el crecimiento de Mycobacterium tuberculosis y que fue
determinado en 20 microg/mL. han sugerido la presencia de este nuevo compuesto en cuatro otras especies de
Azorella. También fueron aislados un nuevo norditerpenoide, el yaretol y el diterpeno madreporanone.
CHU, ME, NE, RN, SC, SJ, LR (probable)
Azorella trifoliolata Clos. Hierba nativa, 900-3500 m. CHU, ME, NE, RN, SC, SJ, LR (probable)
Azorella trifurcata (Gaertn.) Pers. “Llareta”, “Dichillo”. Hierba en cojín, hasta 3500 m. productora de una goma o
sustancia resinosa que es extraída por los nativos para el dolor de cabeza (Gillies in Hooker 1830, sub Bolax gilliesii
Hook). Béquico, antirreumático, antialálgico, antivenéreo, expectorante, (Hieronymus 1882). Antiséptico,
expectorante, balsámico (Domínguez 1928) CHU, ME, NE, RN, SC, SJ, TF, LR (probable)
CHU = Chubut, ME = Mendoza, NE = Neuquén, RN = Río Negro, LR = La Rioja, SC = Santa Cruz, SJ = San Juan,
TF = Tierra del Fuego.
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Importancia Mundial: Las especies de los géneros Mulinum, Azorella y Laretia (Umbelliferae), que crecen en la
región altoandina de Chile, tales como M. crassifolium, A. compacta, A. madrepórica, A. yareta, y L. acaulis son una
rica fuente natural de diterpenoides que corresponden a los esqueletos exclusivos, denominados azorellano, mulinano
y yaretano. Estas especies presentan antecedentes etnomedicinales, que les asignan usos para contrarrestar malestares
del aparato respiratorio, aparato digestivo y en especial frente a la diabetes. Se aislaron 17 diterpenoides nuevos, de
los 21 que se conocen hasta hoy, de las especies anteriormente mencionadas. Adicionalmente se están evaluando las
propiedades de estos productos naturales como antiparasitarios, hipoglicemiantes y espermaticidas. Los resultados
obtenidos en la medición de la actividad antiparasitaria señalan que los diterpenoides 7-acetilyaretol y el ácido mulin-
11,13-dien-20-oico son los más efectivos tripanosomicidas a nivel de amastigotes, epimastigotes y tripomastigotes de
las cepas Tulahuen, SPA-14 y G, además del clon CL BRENER de Trypanosoma cruzi. La determinación de la DL50
fluctúa a niveles de 20-382 M para el 7-acetilyaretol y de 37-78 M para el ácido mulin-11,13-dien-20-oico. En
conexión con los antecedentes etnomedicinales de algunas especies de llareta y de chuquican, iniciamos los ensayos
para medir actividad hipoglicemiante de compuestos aislados de estas plantas, estableciendo en primer lugar como
modelo experimental ratas diabetizadas con streptozotocina (Sigma) a la concentración de 65 mg/Kg/peso Los
primeros ensayos se realizaron con azorellanol y el ácido mulin-11,13-dien- 20-oico , aislados de A. compacta, los
cuales fueron administrados por vía intraperitoneal en dosis de
180, 197 y 360 mg/mL. Se demostró actividad hipoglicemiante
en los animales tratados con azorellanol, y la dosis más efectiva
correspondió a 180 mg/mL, ya que mostró un efecto
hipoglicemiante muy similar a la curva en el tiempo de
clorpropamida utilizada para los fines de comparación,
registrándose a las 3 horas de observación niveles de glicemia
que bajaron desde 557 mg/dL hasta 349 mg/dL

Palán Palán
Nombre científico: Nicotiana glauca, de la familia de las
Solanáceas. También llamada vulgarmente palancho, palanche,
lampalán y palán. Su tallo es verde, herbáceo; sus hojas son
anchas, frescas, de un color gris azulado, en forma de embutidos
elegantes y llenos de un licor dulce, que liban los insectos con fruición. Las hojas son tóxicas. Florece durante la
primavera y el verano. Las flores, pequeñas, amarillas, se agrupan en discretos racimos terminales. El fruto es una
cápsula del tamaño de un carozo de aceituna. Crece en los muros, grietas y techos de los edificios, siendo una
amenaza para la seguridad por el fuerte desarrollo de las raíces. También abunda en las proximidades de los ríos y
arroyos. En la farmacopea del campo se emplean sus hojas frescas en cataplasmas, para madurar granos; y colocadas
en la frente, con un poco de aceite, para los dolores de cabeza; en la nuca y en la cabeza, con aceite frío, se las emplea
para la fiebre. Con la cocción se lavan llagas y heridas, dejando una hoja empapada en esa agua. Mojadas en saliva se
utilizan en quemaduras, y soasadas en aceite, para las hinchazones.
El dolor de muelas que se ha pasmado, es decir, que al dolor se ha sumado la inflamación de la mejilla
correspondiente, se cura colocando sobre la inflamación hojas machacadas de palán palán, untadas con aceite o sebo.
También se emplean para las picaduras de avispas o mordeduras de víboras, pero molidas en mortero y humedecidas
con saliva, y aplicadas directamente en la picadura, después de haber sacado el aguijón.
Se utilizan las hojas, aplicadas calientes y untadas con sebo de riñonada o grasa, como remedio infalible contra las
paperas. Administradas en forma de cataplasmas curan también los dolores reumáticos de la cara.
También es empleada como planta tintórea. Tiñe de amarillo. Para ello se pone un manojo de palán palán en agua y se
deja hervir hasta que suelte toda la tinta, lo cual se conoce por el color que toma el agua; luego se le agrega un poco
de alumbre y sólo entonces se ponen los hilos por unos pocos minutos.
(“Árboles, arbustos y yuyos en el folklore argentino”. Carlos Villafuerte. Plus Ultra.1984)
Fuente: Folkloreando

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