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Lección 2

ALGUNAS CONSIDERACIONES PRELIMINARES


SOBRE EL DOGMA

Introducción:

Antes de dar inicio a la historia de las doctrinas en sí, es necesario que


hagamos algunas distinciones.

I. SIGNIFICADO DE LA PALABRA “DOGMA”.

“La palabra dogma se deriva del griego dokein, la cual en la expresión dokein
moi no sólo significa ‘a mí me parece’, o ‘me complace’, sino que también
significaba ‘definitivamente he determinado algo de tal manera que para mí es
un hecho establecido’”.1En ese sentido puede ser también traducido como “he
llegado a la conclusión”, “estoy cierto”, “es mi convicción”.

De manera que la palabra “dogma”, si bien podía usarse para referirse a una
mera opinión particular, por lo general se refería:

 A una verdad axiomática o evidente por sí misma.


 A convicciones filosóficas bien establecidas y reconocidas como
válidas.
 A los decretos gubernamentales.
 A los credos religiosos oficialmente formulados.2

Esto es algo que todos los dogmas tienen en común: el hecho de “que están
revestidos de cierta autoridad”.3

La palabra dogma aparece tanto en la Septuaginta como en el Nuevo


Testamento. Se usa para designar decretos gubernamentales (Ester 3:9; Dn.
2:13; 6:8; Lc. 2:1; Hch. 17:7), las ordenanzas mosaicas (Ef. 2:15; Col. 2:14), y
en Hch. 16:4 a las decisiones del concilio de Jerusalén. Este último pasaje es
importante porque se refiere a una decisión eclesiástica, proporcionando así
implícitamente una base para el uso teológico del término. Aunque el concilio

1
LBH; pg. 19.
2
Ibíd.
3
LBI; pg. 4.
2

de Jerusalén no formuló ninguna doctrina, es indudable que su resolución tuvo


consecuencias doctrinales.

Por otra parte, y como bien señala Berkhof: “Esta decisión estuvo ataviada con
la autoridad divina y obligaba en forma absoluta a las iglesias por cuyo bien se
tomó. No era una simple advertencia que las iglesias podrían obedecer o
ignorar, como mejor les conviniese; sino una obligación impuesta sobre ellas, y
a la cual tendrían que someterse. De consiguiente, el pasaje que estamos
considerando contiene, al menos, una insinuación de que un dogma religioso es
una doctrina definida oficialmente por la iglesia declarando que descansa sobre
la autoridad divina”.4 No obstante, debemos señalar que fue el uso filosófico del
término el que dio origen al significado posterior que adquirió en la teología.
Reinhold Seeberg dice al respecto: “La palabra es utilizada tanto en sentido
político como filosófico. El concepto teológico de la misma concuerda más
plenamente con el uso filosófico del término, como equivalente de
‘proposición’, ‘principio’”.5

De igual manera es importante aclarar que aunque muchas veces la palabra


dogma es usada como sinónimo de doctrina, generalmente posee un significado
más restringido. Cuando hablamos de doctrina nos referimos a “la expresión
directa y frecuentemente sencilla de una verdad religiosa”;6 o como dice James
Orr: “Es la expresión directa, a veces cándida, por la fe cristiana del
conocimiento que posee, o de las convicciones que sostiene, con respecto a
Dios y a las cosas divinas. Proporciona su base y material a la teología, la cual,
a su vez, es doctrina – doctrina en forma elaborada. La teología puede ser
descrita como el ejercicio reflexivo de la mente sobre las doctrinas de la fe.
Intenta dar una cuenta precisa y correcta de la doctrina cristiana, dándole forma
y base científica, reduciéndola a un sistema a la luz de un principio central;
explorar los problemas que sugiere, y exhibir, en cuanto sea posible, su
racionalidad y relaciones con otros departamentos de la verdad”.7

El dogma, en cambio, puede ser definido como “una verdad religiosa basada en
la autoridad de, y oficialmente formulada por, alguna asamblea eclesiástica”.8
Citando una vez más a Orr: “Se entiende propiamente como las formulaciones

4
LBI; pg. 5.
5
RS; pg. 29; nota 1.
6
LBH; pg. 20.
7
JO; pg. 31-32.
8
LBH; Ibíd.
3

de la doctrina cristiana que han sido sancionadas eclesiásticamente, y se hallan


personificadas en los credos”.9

Resumiendo lo que hemos visto hasta aquí en palabras de Berkhof: “Un dogma
podría definirse como una doctrina derivada de la Escritura, oficialmente
definida por la Iglesia, y declarada que está fundamentada en la autoridad
divina. Esta definición, en parte nombra y en parte sugiere sus características.
Su contenido es derivado de la Palabra de Dios y es, por lo tanto, autoritativo.
No es una mera repetición de lo que se encuentra en la Escritura, sino que es el
fruto de una reflexión dogmática. Y es oficialmente definido por un cuerpo
eclesiástico competente y declarado que se fundamenta en la autoridad divina.
El dogma tiene significación social, porque es la expresión, no de un solo
individuo, sino de una comunidad. Y tiene valor tradicional, puesto que
transmite a las futuras generaciones las preciosas posesiones de la Iglesia. En la
Historia del Dogma, vemos a la Iglesia alcanzando una comprensión cada vez
mayor de las riquezas de la verdad divina bajo la guía del Espíritu Santo,
consciente de su alta prerrogativa de ser el pilar y fundamento de la verdad, y
comprometida en la defensa de la fe que una vez fuera entregada a los santos”.10

I. ORIGEN Y CARÁCTER DE LOS DOGMAS.

Como hemos visto ya en el punto anterior, los dogmas como tales no se


encuentran en las Escrituras, sino que son el fruto de la reflexión humana que se
produce generalmente en el contexto de las controversias teológicas. Por
supuesto, los católico-romanos y los protestantes no están completamente de
acuerdo en cuanto al origen de los dogmas.

Durante la Edad Media la Iglesia de Roma desarrolló un concepto del dogma


más acorde con su doctrina de la revelación. Según el catolicismo romano, los
dogmas son “verdades contenidas en la Palabra de Dios, esté o no esté escrita –
es decir, en la Escritura o en la tradición – y propuestas por la Iglesia para la fe
de los fieles”.11 Tales verdades no tienen que estar contenidas necesariamente
en la Escritura, “sino que también podrían revelarse en la tradición oral,”12
habiendo sido definida por una autoridad docente infalible. En el concilio
Vaticano I, la Iglesia de Roma declara: “Si alguno dijere que es posible que en
algún momento, dado el avance del conocimiento, pueda asignarse a los

9
JO; pg. 32. Ver también RS; pg. 29.
10
LBH; pg. 24-25.
11
LBI; pg. 8.
12
Ibíd.
4

dogmas propuestos por la Iglesia un sentido distinto de aquel que la misma


Iglesia ha entendido y entiende: sea anatema” (Cánones; IV.3).13

Esta declaración doctrinal difiere del concepto del dogma de los reformadores
en varios puntos importantes. En primer lugar, los reformadores entienden que
los verdaderos dogmas deben derivar su contenido esencial únicamente de las
Escrituras; en ese sentido no aceptan la tradición oral como una fuente de
autoridad para los dogmas. Tampoco consideran los dogmas como
declaraciones doctrinales infalibles, a pesar de atribuirles mucha firmeza y
estabilidad. “Estas formulaciones no son infalibles, pero sin embargo tienen un
alto grado de fiabilidad. Son autoritativas, no sólo porque son propuestas por la
Iglesia, sino más bien porque son formalmente definidas por la Iglesia y
esencialmente basadas en la palabra de Dios”.14

II. PRESUPOSICIONES DE LA HISTORIA DEL DOGMA.

¿Cuál es, entonces, la tarea de la Historia del Dogma? “Describir el origen


histórico del dogma de la Iglesia, así como tratar sus subsecuentes cambios y
desarrollos”.15 En palabras de Reinhold Seeberg: “La función de la historia de
las doctrinas es dibujar esos procesos históricos, mostrando cómo se originaron
el dogma como un todo y los dogmas particulares, y cómo se han desarrollado
hasta alcanzar la forma e interpretación prevalecientes en las iglesias en
determinada época”.16 Esta definición presupone algunas cosas.

A. Presupone que el dogma de la Iglesia es cambiante como todo aquello


que está sujeto a desarrollo:

Esta es la posición que ha mantenido la teología protestante a través de su


historia. Aunque el dogma de la Iglesia se ha caracterizado por un alto grado de
estabilidad, lo cierto es que está sujeto a cambio, “y que en el curso de la
historia ha sido enriquecido con nuevos elementos, que ha recibido formulación
más cuidadosa, y que, incluso, ha sufrido transformaciones”.17

Sin embargo, para la teología católica romana esto es inaceptable. Los teóLogos
católicos insisten en el hecho de que la Iglesia simplemente se ha dedicado a

13
http://multimedios.org/docs/d000443/
14
LBH; pg. 22.
15
LBH; pg. 25.
16
RS; pg. 30.
17
LBH; pg. 25-26.
5

transmitir a través de su historia un depósito sagrado que le fue confiado. El


cardenal Gibbons, por ejemplo, dice de los protestantes que estos “apelan a la
Biblia invariable para defender sus doctrinas siempre variables”.18

Y luego añade que el credo de la Iglesia “en el presente es idéntico con lo que
fue en épocas pasadas”.19 Otro autor católico dice de manera similar: “La
religión cristiana es intercambiable en todas sus doctrinas reveladas, en todos
sus preceptos e instituciones, los cuales son dados para todos los hombres. Aún
dogma no se le puede añadir ni sustraer ningún artículo de fe (porque la
doctrina es el tema principal bajo discusión); ni puede recibir un significado
diferente de aquél dado por Cristo”.20 Dado que el dogma no se desarrolla,
según el catolicismo romano, no puede tener historia; a pesar de que admiten
que si puede haber desarrollo en la aprehensión subjetiva del dogma. Esa
aprehensión subjetiva del dogma constituye la materia de estudio de la Historia
del Dogma en el catolicismo. El autor católico romano, B. J. Otten, lo explica
de este modo: “[La historia de los Dogmas] presupone que las verdades
reveladas son objetivamente inmutables y permanentes, y también que su
aprehensión subjetiva y expresión externa admite progreso”.21

Algunos autores dentro del catolicismo romano han esbozado una teoría de
desarrollo para el dogma que ha encontrado cierta aceptación. Por ejemplo,
John Henry Newman (líder de la Iglesia anglicana convertido al catolicismo a
mediados del siglo XIX), expuso una teoría de desarrollo del dogma en su
“Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana”, proponiendo la idea de una
evolución histórica en la teología.

“El crecimiento y la expansión del credo y del ritual cristiano, y las variaciones
que han acompañado el proceso en el caso de escritores e Iglesias individuales,
son los fenómenos que necesariamente acompañan a cualquier filosofía o forma
de gobierno que vaya al fondo del intelecto y del corazón, y que haya tenido un
predominio largo o extenso. Por la naturaleza de la mente humana, es necesario
el tiempo para comprender plenamente y llevar a la perfección las grandes
ideas. Las verdades más sublimes y extraordinarias, aunque hayan sido
comunicadas al mundo de una vez por todas por maestros inspirados, no pueden
comprenderse por sus destinatarios de una sola vez, sino que, al haber sido
recibidas y transmitidas por mentes no inspiradas y a través de medios

18
Cit. por LBH; pg. 26.
19
Ibíd.
20
Ibíd.
21
LBH; pg. 27.
6

humanos, requieren más tiempo y una meditación más profunda para su


completa dilucidación. Esto se puede llamar la teoría del desarrollo de la
doctrina”.22

Según Newman, “muchas de las doctrinas de la Iglesia, estaban presentes en el


depósito original sólo de modo germinal. Eran como semillas que estaban
repletas de posibilidades inesperadas, implantadas en la mente de la Iglesia y
que en el curso del tiempo dieron lugar a doctrinas bien desarrolladas”.23

B. El dogma de la Iglesia se ha desarrollado de forma orgánica a través


de la historia en un crecimiento continuo:

Con esto queremos decir que, aunque los retos de la Iglesia cambian de época
en época, esto no demanda la formulación de un nuevo dogma para cada época
“descartando el viejo y sustituyéndolo por otro en concordancia con la
condición espiritual de dicha época”.24 De haber sido así, no tendría caso hablar
de una Historia del Dogma en el sentido orgánico de la palabra. Lo sucedido en
la Reforma ilustra esta realidad. Los reformadores no rompieron por completo
con el desarrollo doctrinal del pasado, aún cuando pudieron denunciar y
corregir errores del pasado.

Por otra parte, es importante señalar aquí que al hablar de un crecimiento


continuo no podemos pensar en el progreso del dogma como algo indefinido de
modo absoluto, como si no tuviésemos detrás el quehacer teológico de XX
siglos en los que se ha colocado un cimiento bastante sólido sobre el cual
podemos seguir edificando. James Orr cita en este punto lo que él ha llamado
“una ley de resultados disminuidos”:

“Así, en la teología... tenemos que reconocer el hecho de que nuestros padres


han laborado, y que nosotros hemos entrado en sus labores; que la historia ha
estado de parto con estos temas durante los diecinueve siglos que nos preceden,
y ha dado a luz bastante más que viento; que no estamos tratando con meras
especulaciones humanas, sino con una revelación divina, cuyo testimonio ha
estado en las manos de los hombres desde el principio, y sobre la cual la mente
de los hombres se ha dirigido con deseo intenso y orando, pidiendo luz, y que
Cristo prometió sus discípulos que el Espíritu los guiaría a toda la verdad...; y
que hay que asumir... que los hitos decisivos de la teología ya están fijados, y
22
http://www.feyrazon.org/newman.htm
23
LBH; pg. 27.
24
LBH; pg. 29.
7

que no se nos llama a quitarlos de su lugar ni tampoco podríamos... Los


hombres que nos han precedido han puesto los cimientos, y nosotros hemos de
contentarnos, considero, en edificar sobre los fundamentos que ellos han puesto.
Esto nos deja mucho trabajo por hacer, pero no es el que hicieron ellos. No
hemos de hacer menos progresos por el hecho de darnos cuenta que hay un
cimiento bien sólido en el pasado del cual hemos de partir”.25

III. CONTENIDO ESENCIAL DE LA HISTORIA DEL DOGMA:

A pesar de que anteriormente definimos el dogma como “una verdad religiosa


basada en la autoridad de, y oficialmente formulada por, alguna asamblea
eclesiástica”, ahora debemos añadir que la Historia del Dogma se interesa
también en el proceso de desarrollo de las doctrinas aún cuando no han sido
incorporadas en algún credo oficial. Por eso toma como punto de partida el
estudio de los padres apostólicos, aquellos líderes que ministraron luego de la
muerte de los apóstoles.

De manera que la Historia del Dogma debe tomar en cuenta las discusiones
teológicas principales de cada época y que produjeron declaraciones doctrinales
que fueron ampliamente aceptadas, aun sin haber recibido el sello de una
aprobación oficial. De igual modo, debemos tomar en cuenta aquellas verdades
periféricas que surgieron de un dogma central, aunque sin haber recibido
especial sanción eclesiástica. Por último, debemos tomar en cuenta “aquellos
nuevos desarrollos de verdades doctrinales que apuntan hacia adelante, y que
preparan el camino para la formulación adicional de dogmas teológicos”.26

“Puesto que el dogma de la Iglesia no es el fruto de una construcción mecánica


sino más bien de un crecimiento orgánico, el estudio de su historia no puede
permitirse el lujo de limitar su atención a los resultados claramente definidos
que se obtuvieron en diferentes épocas, sino que debe también considerar las
etapas intermedias, pues éstas, prometen aún mejores y más ricos frutos”.27 Es
por esta razón que la Historia del Dogma debe enfocar también las grandes
controversias de la Iglesia “que fueron los dolores de parto de nuevos dogmas y
que a menudo tuvieron una influencia determinante en su formulación”.28

25
Ibíd.
26
LBH; pg. 30
27
Ibíd.
28
Ibíd.; pg. 30-31.
8

IV. METODOLOGÍA PARA EL ESTUDIO DE LA HISTORIA DEL


DOGMA.

Hay dos distinciones que debemos hacer en cuanto a la metodología de estudio


de la Historia del Dogma.

A. Horizontal/cronológico o vertical/temático:

El método horizontal o cronológico consiste en tomar la historia del desarrollo


doctrinal como un todo, considerando el origen de todos los dogmas en cada
período particular y el desarrollo de cada uno durante dicho período, trazando
luego su desarrollo posterior en los períodos siguientes. Mientras que los que
siguen el método vertical o temático consideran el desarrollo de cada dogma
individualmente, desde su origen hasta su desarrollo posterior. Esa es la
metodología que estamos siguiendo en el presente curso.

B. Puramente objetivo o confesional:

De igual manera, podemos dividir la metodología de estudio de esta disciplina


en objetivo o confesional. Los que abogan por el método objetivo, opinan que
la única manera correcta y científica de estudiar la historia del dogma es
describiendo el origen y desarrollo de las doctrinas sin pasar juicio de valor
sobre la verdad o falsedad de tales formulaciones doctrinales. Sin embargo,
acercarse a la historia con tal objetividad es sumamente difícil, por no decir
imposible, ya que ninguno de nosotros aborda el tema meramente como un
espectador desinteresado.

Como bien señala Berkhof: “El historiador que tiene convicciones doctrinales
definidas, que se adhiere a cierto Credo, encontrará difícil si no imposible,
escribir una historia de los dogmas sin ninguna predisposición y sin revelar su
punto de vista eclesiástico... Al juzgar los diversos desarrollos doctrinales,
empleará no solamente la Palabra de Dios como norma, sino también el criterio
de su propia confesión: La primera como la norma absoluta de la verdad
religiosa y la segunda, como norma bien considerada y como resultado de
investigaciones previas cuidadosamente formuladas, las cuales aunque no son
infalibles, de todas maneras deben considerarse como una verdadera
representación de la verdad bíblica hasta que se demuestre lo contrario”.29

29
LBH; pg. 36.
9

Por supuesto, todo historiador debe abordar la historia con sumo cuidado para
no tergiversar los hechos deliberadamente; pero seguramente pasará juicio
sobre toda verdad religiosa, teniendo la Escritura como norma primaria de
evaluación, y, de forma secundaria, el criterio eclesiástico previamente
adoptado.

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