Comentario de texto: Vida retirada de Fray Luis de León
AUTOR Y CORRIENTE LITERARIA
Este fragmento pertenece a la Oda I, conocida como “Vida retirada” de Fray
Luis de León, y es una de las cuarenta composiciones poéticas que escribió el agustino, la mayoría de ellas odas al estilo horaciano. Su obra lírica no se publicó en vida del autor y sería Quevedo quien lo hizo en la primera mitad del siglo XVII. Además de la obra poética, influida por los autores grecolatinos que Fray Luis tradujo, sobre todo Horacio y Virgilio, el fraile agustino también escribió obras en prosa, como De los nombres de Cristo y La perfecta casada. Al margen de su labor creativa, fue catedrático de Teología en la Universidad de Salamanca donde vivió diferencias teológicas, intrigas y disputas con los dominicos. Estas sumadas a su traducción al castellano del Cantar de los Cantares y su defensa de la Biblia en hebreo, lo llevaron a la cárcel entre 1572 y 1576. Es célebre su “Como decíamos ayer...” a su vuelta a las aulas después de su estancia en prisión. Su aislamiento, así como la rivalidad religiosa y académica, influyeron en la obra y en concreto en el tema que recrea este poema: el beatus ille. Fray Luis de León es el principal representante junto con San Juan de la Cruz del llamado segundo Renacimiento, que frente a la corriente más sensitiva y placentera del primer Renacimiento representado por Garcilaso se orienta hacia un sentimiento espiritual más religioso. Se suele vincular a Fray Luis con el ascetismo y a San Juan con el misticismo […]
TEMA
Recrea aquí Fray Luis el beatus ille horaciano, el desprecio de la vida
mundana, de los bienes materiales y el rechazo del poder al que se está sujeto para, al contrario, alabar la vida descansada, retirada y sosegada. Este tópico literario, como muchos otros, se recupera de la literatura grecolatina durante el Renacimiento. Así, podemos ver que en este fragmento se sigue del locus amoenus, paraje ameno, aquí descrito cubierto de vegetación y flores, expuesto al canto de las aves y regado por un arroyo.
ESTRUCTURA
Si consideramos el fragmento en sí, aunque falten algunas estrofas, podemos
dividirlo en dos partes que se corresponden con sendos tópicos: el beatus ille, por un lado, expuesto en las primeras tres estrofas, y el locus amoenus, por otro, que se describe a continuación y hasta el final, donde el último verso retoma la idea del primer tema.
EXPRESIÓN
Empieza el poema con la ponderación de la vida descansada en una oración
exclamativa que expresa un anhelo, su deseo de seguir por la escondida senda (secretum iter), el camino en solitario, el retiro espiritual que tomaron unos pocos sabios modelo. Esta primera estrofa es impersonal, todavía no tenemos una voz poética (la del que huye del mundanal ruido), y, como la tercera, no es nada lírica, ya que plasma claramente un pensamiento, una idea. De hecho, apenas hay adjetivos; predominan los verbos y los sustantivos: “Vivir quiero conmigo, […], a solas, sin testigo, libre de...”. Se puede entender con esto por qué se dice que Fray Luis es un poeta intelectual que sabe desarrollar sus ideas en los versos. Entre la cuarta y la séptima estrofa se describe un huerto ameno e idealizado, plantado por sí mismo. Si nos fijamos en los sustantivos que aparecen, podemos ver ese paisaje descrito por Fray Luis: monte, ladera, mano, huerto, primavera, flor, esperanza, fruto, hermosura, cumbre, fontana, paso, árboles, suelo, verdura, flores, aire, huerto, olores, sentido, árboles, ruido, …, y al final para referirse al otro tema: oro y cetro. Esos sustantivos dan vida y despiertan los sentidos. No es un paisaje estático: las aves cantan, la fontana se apresura corriendo, tuerce las aguas, viste de vegetación y “esparce” flores, y el aire orea y menea los árboles. Se une a lo visual el movimiento, y se añade asimismo lo olfativo (ofrece mil olores al sentido) en ese juego sinestésico en el que se mezclan los sentidos para retratar el locus amoenus. A propósito del agua, es interesante cómo se manifiesta en un fluir constante, en un tiempo que no acaba, en su aspecto imperfectivo, es decir, en gerundio: corriendo, torciendo, vistiendo, esparciendo, y así se ofrece una imagen más vívida y en continuo movimiento. No se puede olvidar en ningún poema clásico la repetición en todas sus dimensiones. Nos encontramos ante una lira, que es la estrofa que Garcilaso introdujo en la poesía castellana, combinación de endecasílabos y heptasílabos, con rima 7a11B7a7b11B. En estas liras, que usa Fray Luis en sus odas, como también San Juan de la Cruz en sus poemas mayores, las repeticiones son constantes y la expresividad que conlleva también: se repite la rima consonante, sonidos como la “s” (aliteración) en “...sosegada, / el paso entre los árboles torciendo, / el suelo de pasada” como el agua del arroyo que se tuerce como una “s”; los sintagmas nominales que inician versos en las últimas dos estrofas: el paso, el suelo, el aire el huerto, los árboles, etc. Termina el fragmento con las dos únicas metáforas que encontramos en el poema: el oro que representa la riqueza, los bienes materiales, y el cetro que se refiere al poder. Otros recursos que cabe destacar son los hipérbatos constantes, como “el aire el huerto orea” o “una fontana pura / hasta llegar corriendo se apresura”. No abusa fray Luis, sin embargo, de los hipérbatos como se había hecho en el Prerrenacimiento del siglo XV o como se hará durante el Barroco a imitación de la estructura sintáctica latina.
CONCLUSIÓN
Mantiene en todo caso un equilibrio y una sencillez expresiva propios del
Renacimiento que encauza con naturalidad y armonía el pensamiento de Fray Luis de León. Aquí se ve perfectamente reflejado en esta oda que Fray Luis toma de Horacio para recrear el tópico del beatus ille, de “dichoso aquel que...”, enmarcado en un paisaje edénico e idealizado, propio de la imagen en la tierra de un Dios creador, al menos para el fraile agustino.