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Parcial domiciliario. Psicología Institucional.

Alumno: Federico Pontoriero


DNI: 38880882
Comisión: 12
Profesora: Barbara Schönfeld
El P.R.E.A, programa de rehabilitación y externación asistida, es una
organización puesta en marcha desde el hospital Estevez y a partir de una
resolución ministerial. Como toda organización tiene un proyecto, es decir, un
soporte básico fundacional que, partiendo de las necesidades que se pueden
percibir en un determinado grupo, sean los miembros que formarán la
organización o externos, tiende a satisfacerlas. Se trata de la formulación de la
intencionalidad del sistema en cuestión y del establecimiento de metas que se
dirigen a un futuro considerado deseable.

Esta organización en particular se ocupa de las pacientes internadas en los


monovalentes de la Provincia de Buenos Aires y tiene como fundamento
ayudarlas a recuperar su vida en comunidad y devolverles su autonomía de
manera que puedan ejercer sus derechos ciudadanos plenamente.

El proyecto es una de las dimensiones de análisis posibles a la hora de pensar


una organización, se pueden establecer distintas etapas en el proceso de
formulación y puesta en marcha del proyecto. En el caso del P.R.E.A se ve
que, en una primera instancia, que implica un proceso interno de elaboración,
más de veinte años pensando en alternativas a la manicomialización fueron el
sólido punto de partida que dio lugar a esta iniciativa. La realización concreta,
el trabajo de externalización, se concibió desde un equipo interdisciplinario de
profesionales, junto con las pacientes que estuviesen dispuestas y en
condiciones, así como con la comunidad y las familias. Se formaron distintos
equipos que se distribuyeron las responsabilidades, equipos de admisión, de
sala, de visitas, dispositivos de talleres, todos los cuales cubrían los aspectos
necesarios para iniciar la externación. En términos de la prueba de realidad,
otro aspecto a tener en cuenta, queda en claro para la organización que la
retroalimentación de parte de las pacientes es positiva y que el trabajo está
bien encaminado.

Además, toda organización está inserta en un contexto socio-económico,


cultural, histórico y político que le es propio y con quien tiene una relación de
interdependencia, lo cual tiende a limitar las posibilidades de la organización,
pero al que también puede transformar. La dificultad para encontrar casas y
pagar los alquileres de las mismas y la necesidad de una mayor cantidad de
personal, para lo que necesitan de mayores fondos estatales, hacen del factor
económico un punto del contexto que complica el accionar del P.R.E.A.

En lo que respecta al modo en el que la organización actúa para realizar sus


objetivos es importante analizar lo que hace a su cultura.

La cultura organizacional, entendida como el modo en el que se desenvuelve la


organización tanto en la cotidianeidad como en las grandes decisiones, incluye
el acervo de creencias y valores compartido por los miembros tanto de forma
inconsciente como consciente. Es lo que da un sentimiento de pertenencia y de
identidad a los miembros, lo que forma sus subjetividades más allá del saber
formal sobre los objetivos y las reglas que tiene la organización. Es, por lo
tanto, un factor de cohesión necesario que se construye con la rutina diaria y se
naturaliza. Estos valores y creencias marcan el rumbo de la organización e
imponen un modo de hacer las cosas y la manera en la que los miembros
conciben su tarea que, aunque pueden ser conscientes, suelen expresarse en
convenciones no escritas sino transmitidas de forma inconsciente.

En el caso del P.R.E.A los valores están claramente expresados: la aceptación


de las diferencias y la revalorización de los vínculos interpersonales rompiendo
con el individualismo y el aislamiento son un punto fundamental para la
reintegración de las pacientes en la vida en comunidad en condiciones
igualitarias. Esta posición igualitarista se ve en las asambleas de convivencia
que se organizan en las casas con el objetivo de resolver los conflictos que
surgen. En estos valores están alineados con la ley de salud mental sobre la
que se apoyan. Coinciden en el rechazo al manicomio como institución que
consideran que empeora la condición de los afectados por enfermedades
mentales a largo plazo ya que quitan autonomía y dificultan la vida por fuera de
la institución. También forma parte de las creencias la apuesta por equipos
interdisciplinarios que permitan una interacción entre los saberes de distintos
profesionales. En esto rechazan también la noción clásica de segmentación de
las disciplinas que llevan a fragmentar al sujeto. Creen en tomar al “loco” como
un sujeto de derechos y no como alguien que debe ser apartado y encerrado.
Es por eso que proponen una revisión de las prácticas lo que, en relación con
el proyecto del que surge la organización, implica poner en cuestión la
formación que los profesionales tuvieron. Teniendo en cuenta esto, podría
pensarse que la cultura organizacional se dirige, en este caso, especialmente a
la deconstrucción de los saberes que sus miembros traían producto de su
educación. En esto es fundamental la institución de una cultura que, en todos
sus aspectos, le dé relevancia a otra concepción de la enfermedad mental y de
la usuaria del programa. La expresión “usuaria”, en contraposición con
“paciente”, puede entenderse como uno de los modos en los que se transmite
la posición de la organización.

Sería preciso un estudio más detallado para dar cuenta de otros aspectos de la
cultura del P.R.E.A como el estilo de la comunicación y del liderazgo que son
también muy importantes. Puede decirse, sin embargo, que prevalecen los
equipos por sobre las individualidades en el discurrir diario, lo que parece
mostrar un liderazgo flexible y canales de comunicación abiertos que permiten
adaptarse a las circunstancias. Por ejemplo, si una paciente necesita atención
psicológica individual o si las visitas deben realizarse más de una vez por
semana.

El programa surge muchos años antes de la promulgación de la ley de salud


mental que hoy le sirve de apoyo. Esto invita a pensar dialécticamente las
relaciones entre las representaciones sociales de la locura y el trabajo del
P.R.E.A. Podría tomarse a esta organización como un instituyente que influyó e
influye como actor en un cambio de paradigma en lo que respecta a la salud
mental y a los sujetos que padecen de enfermedades mentales. La ideología, el
sistema de normas imperante es lo instituido, es decir lo que se tiene por
natural y normal. Es, en términos dialécticos, una primera afirmación que
encontrará su negación o antítesis en aquellos actores que, dentro de una
organización o en relación con la totalidad del campo social, se opongan a lo
establecido. Un tercer momento dialéctico, el de la negación de la negación o
síntesis, es el de la institucionalización que implica un acuerdo o punto de
compromiso que resuelve las tensiones de los momentos lógicamente
anteriores.

La cultura del programa, así como las ideas que sirvieron de base al proyecto,
tal como queda dicho, se colocan en clara oposición a las representaciones
hegemónicas de la locura. La actitud paternalista del sistema de lo instituido
que considera a la enfermedad mental como un peligro para la sociedad y
recluye a los enfermos en instituciones totales, asilares, donde se pierde su
subjetividad, queda en entredicho por las nuevas ideas que programas como
este fueron desarrollando. Esta tensión entre los dos primeros momentos
dialécticos da lugar a la institucionalización que puede verse en la
promulgación de la ley de salud mental. Sin embargo, la ley no termina de
cumplirse, tal como queda claro en el artículo, lo que implica que esas
tensiones no terminan de resolverse aún, sino que hay fuerzas y actores
todavía en pugna.

Para entender el porqué del surgimiento de estas iniciativas hay que tener en
cuenta el instituido del que partieron. En los manicomios la violencia
institucional aparece como una consecuencia del propio sistema sobre el que
están construidos.

La violencia institucional tiene una dimensión estructural que consiste en la


inevitable e irreductible distancia entre la institución y los cuerpos, por un lado y
el hecho mismo de que los discursos prexisten a los sujetos, por otro. En la
modernidad toda institución forma parte de un sistema de instituciones, pero en
la época contemporánea las instituciones tienden a cerrarse sobre sí mismas y
generar subjetividades que les son propias y que están “diseñadas” para el
cumplimiento de los objetivos de la institución en cuestión. Esto sucede en los
manicomios de forma muy clara y ya hemos visto que el nacimiento del
P.R.E.A y su accionar actual son una respuesta frente a este tipo de
instituciones totales. Son llamadas así aquellas que absorben, o al menos lo
intentan, la totalidad de la subjetividad de sus miembros. Los pacientes
internados en los psiquiátricos tienen todos los aspectos de su vida controlados
y reglamentados. Es una forma de extorsión donde el hospital, en este caso, se
vuelve el único productor de identidad, de esta manera toda la vida de los
internos gira en torno a las actividades del hospital y quedan sumamente
aislados del exterior. Particularmente cuando permanecen allí por carecer de
una red de contención familiar o por dificultades económicas que les impiden
vivir por su cuenta incluso teniendo el alta. Esto hace que la dependencia al
manicomio sea total y en esa tiránica reglamentación que construye una
subjetividad a su medida, se pierde la autonomía y la posibilidad de ejercer los
derechos. Los talleres que se realizan para que las usuarias recuperen muchas
de las habilidades que habían perdido y que son necesarias para la vida en
comunidad de forma autónoma, son una respuesta directa de la organización
frente a la violencia institucional que venían sufriendo dentro del manicomio.

Como conclusión puede decirse que esto responde a cambios históricos muy
complejos y que el P.R.E.A nace y tiene en el seno mismo de su proyecto una
actitud distinta e instituyente con respecto a la salud mental. Queda por verse
la posibilidad de que este tipo de movimientos paradigmáticos ejerzan una
influencia en la totalidad del sistema de salud de manera tal que se empiecen a
aplicar los preceptos de la ley de salud mental basados en una concepción
distinta de la enfermedad.

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