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OFICINA DE FORMACIÓN

GENERAL

TEMA 08: EL DERECHO A LA EDUCACIÓN Y TRABAJO

El Neoliberalismo

El término neoliberalismo es un neologismo que hace referencia a una política económica con
énfasis tecnocrático (eficiencia administrativa de la empresas) y macroeconómico (organización
económica a gran escala) que pretende reducir al mínimo la intervención estatal en materia económica y
social, defendiendo el libre mercado capitalista como mejor garante del equilibrio institucional y el
crecimiento económico de un país, salvo ante la presencia de los denominados fallos del mercado.
Suele considerarse, erróneamente, como una reaparición del liberalismo decimonónico (liberalismo
del siglo XIX). Sin embargo, al contrario de éste, no rechaza totalmente el intervencionismo estatal y
además guarda una ambigüedad ideológica, respondiendo más a su base teórica-técnica neoclásica.
Siendo una propuesta macroeconómica tiende a ser neutral con respecto a las libertades civiles.
Se usa con el fin de agrupar un conjunto de ideologías y teorías económicas que promueven el
fortalecimiento de la economía nacional (macroeconomía) y su entrada en el proceso globalizador a
través de incentivos empresariales que, según sus críticos, es susceptible de conducirse en beneficio de
intereses políticos más que a la economía de mercado propiamente dicha.
Muchos economistas cuestionan el término neoliberalismo porque no corresponde a ninguna
escuela bien definida, ni siquiera a un modo especial de describir o interpretar las actividades
económicas (aunque probablemente sí de explicarlas). Se trata de un término más bien político o
ideológico, frecuentemente usado por los medios de comunicación y por algunos intelectuales.
PRINCIPIOS DEL NEOLIBERALISMO
La Organización Mundial de Comercio (OMC), el Banco Mundial, el Fondo Monetario
Internacional, la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), los Estados
Unidos como aliados inmediatos de los grandes inversores y de las empresas multinacionales, se
convirtieron en promotores de una sola y única visión: hacer del mundo entero un vasto y único
mercado dominado por un puñado cada vez más restringido de grandes transnacionales y de grandes
grupos financieros, libres de actuar en la búsqueda de ganancias cada vez más grandes. Esta visión del
mundo ha sido por otra parte sostenida, en más de un caso, por equipos gubernamentales nacionales.
Se impusieron los siguientes principios neoliberales:
1. La desregulación económica, facilitando la libre competencia (entre empresas a menudo muy
desiguales)
2. La reducción y la privatización de los servicios públicos especialmente en los sectores de salud, de
educación, de los servicios sociales y también de la infraestructura: agua, electricidad, teléfonos.
3. La apertura de las fronteras a las empresas extranjeras y al capital internacional
4. La reducción del aparato del Estado y de sus servicios así como la reducción de los impuestos
que es lo que hace posible la oferta de servicios públicos.
Caracterización del neoliberalismo
El neoliberalismo se impuso primero en Estados Unidos y en Reino Unido (aunque se experimentó
previamente en el Chile de Pinochet), y su aplicación es muy distinta entre los países del mundo. No
obstante, el patrón es el mismo y los efectos más similares que diferentes. Esa es la razón por la cual
analizar el neoliberalismo estadounidense es especialmente útil, por ser la forma canónica del proyecto,
para comprender esta nueva configuración. Para D. Kotz (2008), el neoliberalismo estadounidense tiene
una serie de nueve características principales.
- La desregulación del comercio y las finanzas, tanto en su nivel nacional como internacional.
- La privatización de muchos servicios otrora brindados por el Estado.
- La cesión por parte del Estado de su compromiso de regular activamente las condiciones
macroeconómicas, especialmente en lo referente al empleo.
- Brusca reducción en el gasto social.
- Reducción de los impuestos aplicados a las empresas y familias.
- Ataques desde el gobierno y las empresas a los sindicatos, desplazando el poder a favor del capital
y debilitando la capacidad de negociación de los trabajadores.
- Proliferación de los trabajos temporales sobre los trabajos fijos.
- Competición desenfrenada entre las grandes empresas, en relación a un entorno menos agresivo
propio de la configuración de posguerra.
- Introducción de principios de mercado dentro de las grandes empresas, particularmente en lo
referente a las remuneraciones de los trabajadores de más poder.
Esta caracterización es, como puede intuirse, adecuada para describir los desarrollos recientes en
prácticamente todo el mundo capitalista, a pesar de que está pensada para la economía de Estados
Unidos. Y es la combinación de estas características la que da lugar a una serie de efectos que el propio
D. Kotz (2008) enumera también: creciente desigualdad, incremento de la importancia del sector
financiero y sucesión de grandes burbujas de activos.
Con el neoliberalismo todo se convierte en comercio: las personas y las naciones son ignoradas; se
avasallan los gobiernos que no son cómplices del nuevo orden económico. Habitada por una sola
preocupación, la ganancia a cualquier precio, la máquina liberal ignora a los seres humanos y sus
derechos, ignora las naciones y sus fronteras nacionales; avasalla los estados y somete a sus gobiernos a
los intereses de las transnacionales y del gran capital.
En la perspectiva neoliberal, las poblaciones, los hombres, las mujeres y los niños son esencialmente
trabajadores y trabajadoras y hasta cierto punto consumidores y consumidoras, nada más. En la
contabilidad empresaria se los considera como "cargas" y "costos" que se trata permanentemente de
reducir para mejorar la rentabilidad de la empresa. Se les pide a los empleados y las empleadas la mayor
"flexibilidad" en sus condiciones laborales, se los somete a salarios bajos, se trata de evadir las cargas
sociales y pretenden poder deshacerse de ellos a voluntad como si fuese "objetos desechables".
De este modo proliferan los empleos que no reclaman obligaciones de carácter social para los
empleadores y permiten deshacerse fácilmente de los trabajadores y de las trabajadoras. (Les gustaría por
ejemplo poder despedir a las trabajadoras que quedan encintas). Este tipo de relación se sitúa en las
antípodas de las relaciones que deberían establecerse entre personas que recíprocamente se reconocen
en su dignidad de seres humanos, iguales en sus derechos fundamentales aún dentro del contexto de las
empresas en las que unos son patrones o accionistas y otros empleados y empleadas. De este modo han
sido voluntariamente silenciados en todos los tratados comerciales internacionales firmados estos
últimos años, los derechos humanos de los trabajadores y de las trabajadoras, como lo han sido
igualmente los del ambiente o bien han sido relegados a algún anexo sin peso jurídico, aun cuando se
trata de dimensione esenciales a las actividades comerciales.
Lo mismo sucede con las naciones, con sus culturas, con su territorialidad. Son los recursos naturales del
planeta lo que les interesa a las empresas. Son el petróleo, las minas, el agua, los bosques y hasta un cierto
punto las poblaciones de ciertos países en tanto reservorios de mano de obra.
Derecho al trabajo
El trabajo es un derecho fundamental y un bien para el ser humano; un bien útil, digno de él, porque es
idóneo para expresar y acrecentar la dignidad humana. El valor del trabajo tiene carácter de necesidad.
El trabajo es necesario para formar y mantener una familia, adquirir el derecho a la propiedad y contribuir
al bien común de la familia humana. La consideración de las implicaciones morales que la cuestión del
trabajo comporta en la vida social, lleva a indicar la desocupación como una verdadera calamidad social.
El trabajo es un bien de todos, que debe estar disponible para todos aquellos capaces de él. La plena
ocupación es, por tanto, un objetivo obligado para todo ordenamiento económico orientado a la justicia
y al bien común. Una sociedad donde el derecho al trabajo sea anulado o sistemáticamente negado y
donde las medidas de política económica no permitan a los trabajadores alcanzar niveles satisfactorios
de ocupación, no puede conseguir su legitimación ética ni la justa paz social. Una función importante y,
por ello, una responsabilidad específica y grave, tienen en este ámbito los empresarios indirectos, es decir
aquellos sujetos —personas o instituciones de diverso tipo— que son capaces de orientar, a nivel
nacional o internacional, la política del trabajo y de la economía (el Estado).
La capacidad propulsora de una sociedad orientada hacia el bien común y proyectada hacia el futuro se
mide también, y sobre todo, a partir de las perspectivas de trabajo que puede ofrecer. El alto índice de
desempleo, la presencia de sistemas de instrucción obsoletos y la persistencia de dificultades para acceder
a la formación y al mercado de trabajo constituyen para muchos, sobre todo jóvenes, un grave obstáculo
en el camino de la realización humana y profesional.
Quien está desempleado o subempleado padece, en efecto, las consecuencias profundamente negativas
que esta condición produce en la personalidad y corre el riesgo de quedar al margen de la sociedad y de
convertirse en víctima de la exclusión social. Además de a los jóvenes, este drama afecta, por lo general,
a las mujeres, a los trabajadores menos especializados, a los minusválidos, a los inmigrantes, a los ex-
reclusos, a los analfabetos, personas todas que encuentran mayores dificultades en la búsqueda de una
colocación en el mundo del trabajo.
Fundamentos normativos del derecho al trabajo
El Derecho laboral es el resultado de los aportes de muchos sectores sociales. Al final, no le quedó más
remedio a los gobiernos que acceder a las demandas de los trabajadores, iniciándose así el
intervencionismo del Estado, en la regulación de las relaciones entre obreros y patrones.
Poco a poco el trabajador que presta sus servicios subordinadamente ha pasado de ser un esclavo en la
Edad antigua, un siervo de la Edad Media (conocido también como el siervo de la gleba), a un sujeto
con derechos y libertades en la actualidad. El Derecho ha venido a regular condiciones mínimas
necesarias para una estabilidad social. Las revoluciones Rusa y Mexicana de 1917 comenzaron una
tendencia mundial a que los trabajadores reivindicaran sus derechos; sin embargo, en el resto del mundo,
no es sino hasta después de la Segunda Guerra Mundial que se reconocen los derechos modernos de los
trabajadores, a saber: el derecho a la huelga, el derecho al trabajo, el derecho de sindicación y a la
negociación colectiva.
El surgimiento de las primeras leyes laborales data desde la segunda mitad del siglo XIX, pero no es
hasta el año del 1919 donde esta nueva rama del derecho adquiere su acta de nacimiento con el Tratado
de Versalles que pone fin a la primera guerra mundial, donde nace el derecho del trabajo como una rama
autónoma con reglas, instituciones y técnicas propias.
Los tratados internacionales constituyen una fuente directa de regulación de derechos laborales,
garantizando a los trabajadores de los países signatarios derechos de mínimos que los estados firmantes
se obligan a respetar.
Adicionalmente, existen una serie de organismos internacionales que emiten normas aplicables a los
regímenes de derecho de trabajo en los países. Estas normas originadas más allá de las legislaciones
nacionales se conceptúan como Derecho internacional de trabajo. Como manifestaciones del Derecho
internacional del trabajo se encuentran:
La Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Los pactos o convenios de las Naciones Unidas
Los acuerdos bilaterales y multilaterales, cuyo objetivo es generalmente equiparar las condiciones de
trabajo entre dos o más países, especialmente, para evitar inmigraciones masivas entre países
vecinos.
Actualmente se encuentra normado en nuestra constitución Política del Perú algunos artículos con
relación en el Derecho al Trabajo:
Artículo 2°. Toda persona tiene derecho: Inc. 15.- A trabajar libremente, con sujeción a ley.
Artículo. 23.- El trabajo, en sus diversas modalidades, es objeto de atención prioritaria del Estado, el cual
protege especialmente a la madre, al menor de edad y al impedido que trabajan.
El Estado promueve condiciones para el progreso social y económico, en especial mediante políticas de
fomento del empleo productivo y de educación para el trabajo.
Ninguna relación laboral puede impedir el ejercicio de los derechos constitucionales, ni desconocer o
rebajar la dignidad del trabajo. Nadie está obligado a prestar trabajo sin retribución o sin su libre
consentimiento.
Artículo 24°.- El trabajador tiene derecho a una remuneración equitativa y suficiente, que procure, para
él y su familia, el bienestar material y espiritual.
El pago de la remuneración y de los beneficios sociales del trabajador tiene prioridad sobre cualquiera
otra obligación del empleador.
Las remuneraciones mínimas se regulan por el Estado con participación de las organizaciones
representativas de los trabajadores y de los empleadores.
Artículo 25°.- La jornada ordinaria de trabajo es de ocho horas diarias o cuarenta y ocho horas semanales,
como máximo. En caso de jornadas acumulativas o atípicas, el promedio de horas trabajadas en el
período correspondiente no puede superar dicho máximo.
Los trabajadores tienen derecho a descanso semanal y anual remunerados. Su disfrute y su compensación
se regulan por ley o por convenio.
Artículo 26°.- En la relación laboral se respetan los siguientes principios: Igualdad de oportunidades sin
discriminación.
Carácter irrenunciable de los derechos reconocidos por la Constitución y la ley.

Interpretación favorable al trabajador en caso de duda insalvable sobre el sentido de una norma.
Artículo 27°.- La ley otorga al trabajador adecuada protección contra el despido arbitrario.
Artículo 28°.- El Estado reconoce los derechos de sindicación, negociación colectiva y huelga. Cautela
su ejercicio democrático: Garantiza la libertad sindical. Fomenta la negociación colectiva y promueve
formas de solución pacífica de los conflictos laborales. La convención colectiva tiene fuerza vinculante
en el ámbito de lo concertado. Regula el derecho de huelga para que se ejerza en armonía con el interés
social. Señala sus excepciones y limitaciones.
Artículo 29°.- El Estado reconoce el derecho de los trabajadores a participar en las utilidades de la
empresa y promueve otras formas de participación.
Neoliberalismo y su aplicación en el derecho laboral peruano
Desde 1987, el liberalismo económico fue retomando forma en el espectro de la lucha ideológica y
política nacional: desde el campo intelectual y político representó mejor esta tendencia liberal el escritor
Mario Vargas Llosa.
En el plano internacional el fracaso del paradigma keynesiano se expresará, tras sus tres décadas de
aplicación posguerra, en la crisis de 1970 (o “crisis del petróleo”), una crisis que será la esperada
justificación económica para el contraataque político y económico liberal. En EEUU, “los Chicago
Boys”, con Milton Friedman en la vanguardia, sustentaron teóricamente la necesidad mundial (para ser
más precisos, del gran capital mundial) de la implementación de un nuevo modelo de acumulación, el
modelo liberal o neoliberal. Años después, desde la cúspide política mundial, Inglaterra y EEUU con
Margaret Thatcher y Ronald Reagan como jefes de gobierno orquestan directamente su global extensión.
Tras el Consenso de Washington de 1990 se alinearían en la tendencia del libre mercado Argentina,
Brasil, Venezuela, etc. Antes, en Latinoamérica, será el gobierno golpista de Pinochet el primero en
aplicarla. En el Perú se materializa tras el autogolpe de estado ejecutado por Alberto Fujimori en 1992.
Los cambios económicos, por necesidad, determinan los cambios políticos, pues, el vórtice de la
tormenta política es la economía. La ley es un acto político, expresa una coyuntura de la correlación de
las principales fuerzas sociales en pugna; pugna que a su vez es expresión de una básica contradicción
existente a nivel de la matriz económica del sistema. En función a dicha correlación política el derecho
laboral virará, cual péndulo jurídico, entre una tendencia “pro trabajador” y otra tendencia “pro
empresa”, con sus matices. La década de los 60′, 70′ y 80′ del siglo XX son ejemplos de la primera
tendencia; la década del 90′ del mismo anterior siglo y la presente década, ejemplos de la segunda.
La problemática laboral, como hecho, es un problema económico con necesario correlato político. Es
decir, merece un específico trato estatal, jurídico, que estarán en función al grado de organización,
capacidad e intensidad de lucha de los gremios empresariales y laborales. No puede ser de otro modo.
La aplicación del neoliberalismo en el derecho peruano (y mundial) implicó una nueva correlación de
fuerzas sociales desfavorable al sector trabajador. Aquélla se expresó en la merma de la función estatal
de regular el desarrollo del vínculo, naturalmente contradictorio, empresario-trabajador. Desregulación
laboral traducida en un conjunto de dispositivos legales que, empezando por el establecimiento de una
nueva Constitución en 1993, disminuyeron los derechos del trabajador, eliminando, prácticamente, las
actuaciones inspectivas laborales del Estado. Esta flexibilización del derecho laboral a favor del
empresariado permitió disminuir sus costos de producción incrementando sus utilidades. En resumen,
tuvo el objeto de intensificar el modo de acumulación del capital.
El denominado PBI (producto bruto interno), expresión monetaria de la producción interna (o riqueza
interna), nos puede dar luces de la anterior problemática. Afirma el INEI [1] que en 1991 los trabajadores
dependientes percibían en salarios el 30.1% del PBI y el excedente de explotación (sumatoria de
utilidades, rentas, intereses, etc.) participaba en el PBI con un 52.7%. Al 2008, tras casi dos décadas de
aplicación de una política económica y laboral liberal, observamos que la participación salarial en el PBI
disminuyó a la expresión de 20.9 % y la del excedente de explotación incrementa al 63%. Si el PBI
expresa el valor monetario de la riqueza nacional las anteriores variaciones porcentuales determinan un
dramático cambio en la distribución de dicha riqueza nacional. En resumen: hoy, el sector empresarial
percibe en ingresos mucho más que en 1991 y el sector laboral mucho menos. Son datos brindados por
el propio Estado.
En razón a la ideología y lógica neoliberal se eliminó en el país el derecho a la estabilidad laboral. Opinan
que el factor productivo trabajo debería fluir libre y rápidamente (“ingresar” y “salir”, jurídicamente:
celebrar y extinguir los contratos de trabajo) de la empresa de manera tal que se permita al capital
disponer y adecuar fácilmente sus recursos laborales a sus concretas necesidades productivas ello con el
objeto de incrementar su eficiencia. En razón a esta necesidad del capital se facilita la extensión de la
celebración de los contratos de trabajo a tiempo determinado, es decir, el sector empresarial fija un plazo
determinado de duración del contrato laboral vencido el cual, automáticamente, se disuelve el vínculo
laboral. Cabe resaltar que este problema en la celebración de los contratos laborales a tiempo
determinado ha incidido negativamente en el grado de organización sindical y los derechos laborales en
el Perú. Pues, ¿quién se afiliaría a un sindicato, reclamaría sus derechos, si en tres meses, digamos, se
extinguirá la relación laboral quedando a exclusiva decisión empresarial la renovación o no del contrato?
Más aún, se incluye en la legislación laboral el denominado despido arbitrario. Según esta figura jurídica
para extinguir un contrato de trabajo basta la mera arbitraria decisión empresarial de resolverla (en
cualquier momento e incluso sin existir causa justa), teniendo el trabajador el único derecho de reclamar
una indemnización a razón de un sueldo y medio por cada año de trabajo. Se niega así el derecho a la
estabilidad laboral: indemnización por trabajo. Es más, en el caso que el empleador no cumpliese con
abonar la indemnización al trabajador, éste, no tendría mejor solución legal que acudir, dentro de los 30
días de producido el despido, sino perdería el monto indemnizatorio, a un proceso judicial a exigir su
pago con las fuertes cargas de un desempleado de asumir el costo y tiempo que ello implica situación
que desanima a muchos trabajadores reclamar dicho monto. En concreto: el despido arbitrario es otro
dispositivo laboral neoliberal que vulnera no solo el derecho al trabajo, sino que además y al igual que
los contratos de trabajo a tiempo determinado la posibilidad de reclamar sus demás derechos laborales.
La aplicación del neoliberalismo en el Perú y el mundo ha generado, también, un informalismo del sector
empresarial en la temática laboral. En el 2004 la OIT (Organización Internacional de Trabajo) publicó
su informe “Seguridad Económica Para un Mundo Mejor” en la que sostiene que el 73% de trabajadores
en el planeta experimenta una inseguridad económica. En el Perú, solo el 17% de la Población
Económicamente Activa (PEA) tiene acceso al derecho a la seguridad social de salud y pensiones.
Los anteriores datos, que en términos cualitativos implican un desmedro de la situación laboral peruana
e internacional deben llamarnos la atención como personas de espíritu democrático, preocupación que
nos lleve a no consentir en el plano intelectual, mucho menos en el práctico político, la aplicación de
recetas neoliberales que por sus efectos agudizan la mal distribución de la riqueza nacional.
¿Por qué el neoliberalismo provoca desigualdad?
Malos tiempos nos toca vivir, si no somos capaces de ser conscientes a dónde nos llevan estas elites
minoritarias irresponsables y que nos empiezan a recordar a los inicios del capitalismo salvaje del siglo
XIX.
El filosofo francés Rousseau sostiene, que la desigualdad social y política no es natural, que no deriva de
la voluntad divina y que tampoco es una consecuencia de la desigualdad natural entre los hombres. Su
origen es el resultado de la propiedad privada y de los abusos de aquellos que se apropian para sí de la
riqueza del mundo y de los beneficios privados que se deriva de esa apropiación.
El neoliberalismo no es tan sólo un conjunto de estrategias de carácter económico, sino que es una
doctrina que se conforma como una estrategia global frente a los
problemas sociales.
La solución del reparto a favor del gran capital que significa el
neoliberalismo, ha sido posible al combinar la política económica y la
cultural, la reconversión productiva y la reformulación de los grandes
principios en que se habían guiado las sociedades occidentales, basada
en los keynesianos desde 1945 a 1980.
¿Cuáles son los principios filosóficos del neoliberalismo?
La filosofía neoliberal se basa en tres grandes principios: a) el
individualismo posesivo. b) La desigualdad en la lucha competitiva del hombre por conseguir bienes. c)
La sociedad capitalista contemporánea es la sociedad democrática por excelencia.
El neoliberalismo delimita la grandeza del ser humano a la capacidad de generar ingresos monetarios,
exacerba el individualismo y la carrera por ganar y poseer. Desata la codicia, la corrupción y la violencia
y, al generalizarse en los grupos sociales destruye socialmente la comunidad. Se impone así un orden de
valores ,donde priva la libertad individual para acceder al consumo de satisfacciones y placeres.
¿Cuáles son sus principios económicos?
Hay que disminuir la extensión del Estado, para aumentar el protagonismo de la sociedad individual.
La historia ha llegado a su fin y por lo tanto no cabe plantearse la superación de la sociedad capitalista.
El neoliberalismo lleva a la democratización. La realidad es que ha traído una disminución de la
democracia.
El mercado resuelve todos los problemas de la sociedad.
La política económica neoliberal es la única posible.
El objetivo principal es subirse al carro de la
modernidad.
Hay que desregular para ganar en competencia y
eliminar trabas y restricciones a los intercambios
comerciales.
El sector privado es el eficiente, las privatizaciones son
la solución.
Hay que insertarse en el mundo y asumir que vivimos
en una sociedad globalizada.
El capitalismo se basa en la desigualdad social, pero este capitalismo social busca un equilibrio entre
riqueza y pobreza
Al terminar la II Guerra Mundial, el capitalismo se encontró con un modelo alternativo que cuestionaba
su hegemonía, el comunismo. Esto hizo que desarrollara el llamado capitalismo social, para así poder dar
réplica al modelo comunista. La duración de este periodo abarca desde finales de la II Guerra Mundial
hasta la década de los ochenta, donde se produce la crisis del modelo comunista y termina con la caída
del muro de Berlín.
Este modelo social se basaba en un equilibrio entre las elites dominantes y el mundo del trabajo, donde
el papel de los sindicatos era muy importante, como defensores de las clases trabajadoras. Como
sabemos, el capitalismo se basa en la desigualdad social, pero este capitalismo social busca un equilibrio
entre riqueza y pobreza.
Para mejorar esta desigualdad estaba el papel del Estado, con una función redistribuidora de la riqueza a
través de los impuestos, de esta forma se controlaba la desigualdad, y es ahí, donde nace el estado del
bienestar o también el llamado “salario social”. De esta manera, el Estado asegura a la población el derecho
universal a la educación, sanidad, pensiones… Es decir, el Estado a través de un sistema impositivo
progresivo redistribuía entre las capas desfavorecidas la riqueza que se creaba y se garantizaba a toda la
población un mínimo estado de bienestar.
Con la desaparición del modelo comunista y al no tener un enemigo que le modere, el capitalismo vuelve
a las andadas de sus inicios y empieza a ejercer todo su poder sin ninguna cortapisa como había tenido
anteriormente.
Como vemos la economía crece, pero la
situación de la mayoría social no ve mejorar
su situación en igual medida. Sin embargo,
bancos y empresarios cada vez ganan más
El primer paso consistió en domesticar a
los sindicatos con el objetivo de
empobrecer al mundo del trabajo y
quitarles el poder que antes habían
adquirido. Así se han permitido hacer
reformas laborales como las desarrolladas
tanto por PP/PSOE, que han significado
unas peores condiciones laborales, menos
derechos sociales, despido casi libre y
menores salarios.
Veamos algunos datos, en el año 2000, el mundo del trabajo representaba el 55% del PIB del país y el
mundo empresarial y financiero suponían el 45 %. En el año 2014, el mundo del trabajo está en el 45%
del PIB y el mundo empresarial y financiero en el 55% y con tendencia creciente.
El segundo aspecto sería el llamado “salario social” que era el que garantizaba el Estado. Prácticamente
está desapareciendo a gran velocidad con el argumento de que no hay dinero. El Estado no tiene dinero,
porque tiene una política fiscal favorecedora de las elites. Los impuestos han dejado de ser progresivos,
la defraudación fiscal no se combate, se estimula la economía sumergida. El mensaje que nos venden
continuamente es que “hay que bajar los impuestos”, pero esto significa menos Estado y menos estado de
bienestar y así vemos como las políticas fiscales del PP/PSOE van en esa línea, incluso algún socialista
como Zapatero dijo “que bajar los impuestos era ser progresista".
Como vemos, el neoliberalismo nos lleva al desastre económico y social, como ya lo estamos sufriendo
en la actualidad. Al no tener un contrapoder y considerarse un modelo único y perpetuo, se irá mostrando
cada vez más regresivo y represivo y donde la democracia será un adorno justificativo.
Como vemos la economía crece, pero la
situación de la mayoría social no ve
mejorar su situación en igual medida. Sin
embargo, bancos y empresarios cada vez
ganan más.
Malos tiempos nos toca vivir, si no
somos capaces de ser conscientes a
donde nos llevan estas elites minoritarias
irresponsables y que nos empiezan a
recordar a los inicios del capitalismo
salvaje del siglo XIX. Debemos
reaccionar y hacer frente a esta injusta
corriente del neoliberalismo pues
nuestro futuro no será halagüeño si estos
continúan en el poder.
Tomado de https://www.nuevatribuna.es/articulo/economia/neoliberalismo-provoca-
desigualdad/20150222122252112779.html

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