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Movimientos sociales una forma de democracia.

Los movimientos sociales han sido fuente de estudio de diversos autores; en el presente
documento se realizará una aproximación para definir el concepto de movimiento social
desde el estadio político y las diferentes dinámicas que estructuran las dinámicas de un
concepto tan amplio de entender y como se expondrá posteriormente es la forma cada más
atractiva en la actualidad para la población que les permite ejercer su derecho a la
participación en estadios políticos. Comprender los movimientos sociales como un proceso
que descentraliza las manifestaciones de poder a nivel político, de manera no jerárquica,
cuya naturaleza de constitución es de responsabilidad civil, en aras a transformar “algo”
dentro del sistema político (en este caso específico), es sin duda, la definición que sustenta
el presente documento. Para analizar esta definición, es necesario traer a colación la
bibliografía realizada por los diferentes referentes a nivel mundial.

Por un lado, está la concepción estadounidense, que define los movimientos sociales como
un conjunto de actores activos a nivel social. Por otro lado, se encuentra la corriente
europea que describen el movimiento social desde un resultado del proceso de búsqueda de
identidad (Munk, 1995). Son estas corrientes, su análisis comparativo y la relación
transversal el punto de partida de la reflexión conceptual sociológica del fenómeno
propuesta en el presente documento. Entender las dinámicas de los movimientos sociales en
una arena política, suscita analizar una serie de cuestionamientos fundamentales; ¿Cómo
surgen estos movimientos?, ¿quiénes organizan los movimientos y cómo se garantiza la
participación activa de sus miembros?, ¿de qué manera trascienden estos movimientos en el
tiempo? y ¿cómo diseñan y abordan los objetivos planteados dentro del movimiento en aras
a transformar lo que se quiere transformar?, una forma de abordar estos interrogantes de
manera plena es el análisis de tres factores que son estudiados tanto por la corriente
estadounidense como por la corriente europea; “los problemas de la formación de actores,
la coordinación social y la estrategia política” (Munk, 1995, p. 18). El Génesis de los
movimientos sociales señala a Norteamérica de los años sesenta y comienzo de los setenta,
como el escenario que hizo resurgir en la post – industrialización este fenómeno. Los
movimientos sociales nacen, como una alternativa a los partidos políticos convencionales
que se encontraban impregnados por la oligarquía y la burocracia. De esta forma la
participación política de la población vivió una transición de un “algo” rígido, tradicional y
coartado a unas esferas movilizadoras dinámicas, flexibles, independiente y autónomas de
hacer política.

El funcionalismo estadounidense de la acción estratégica.

Los estadounidenses aportaron estudios bibliográficos sobre la naturaleza del movimiento


social el cual se ha denominado y explicado en el presente documento como el
“funcionalismo”. Para nadie es un secreto afirmar que los mayores defensores y
promulgadores del capitalismo es Norteamérica, de esa misma manera la forma como
abordan el estudio de los movimientos sociales están impregnadas de explicaciones basadas
en este sistema económico y político a su vez, dejando en evidencia la noción de cultura y
sociedad que busca imponer este sistema. Los estudios sociológicos realizados por los
autores estadounidenses, partió y concluyó en un análisis denominado el “movimiento de
los recursos”, este fue determinado por autores como Tarrow, (1994) Olson (1969) siendo
estos los más destacados y los que más contribuyeron en el estudio de los movimientos
sociales (citados en Munk, 1995), esta corriente analizó la co – creación y posterior
participación de la población en movimientos sociales, por al actuar estratégica de los
actores motivados por estímulos o incentivos; en palabras más resumidas la participación
activa del sujeto en colectivos era determinado por el análisis que genera la población de
manera análoga entre la relación costo beneficio (Munk, 1995).

La divergencia aparente de esta teoría radica en comprender el fenómeno de los


movimientos sociales en una atmósfera política desde las acciones de los sujetos de manera
individual, tal como lo indica Olson (citado en Munk, 1995). Por su parte Tarrow (citado en
Munk, 1995) amplía y define de manera asertiva las relaciones sociales y de poder en los
movimientos sociales, aduciendo que, es necesario comprender desde las estructuras micros
las estructuras macros del movimiento social; este estudio centra su reflexión en las
dinámica sociales de la participación de la acción colectiva no desde el individualismo sino
desde las condiciones grupales que obstaculizan la coordinación de la acción colectiva a
nivel social, ya la relación costo - beneficio, no se analiza por medio de actuaciones
individuales y los costos que esta actuación supedita, si no, en fijar un estudio objetivo de
los recursos que dispone los líderes de este tipo de movimientos para resolver el dilema de
la coordinación social, entendida esta como el trabajo interrumpido que realiza un colectivo
social en aras a cumplir un objetivo. En otras palabras: “el problema no es tanto el de
superar los costos individuales de participación en acciones colectivas, sino el de conseguir
que los individuos que ya forman diferentes grupos y organizaciones actúen de manera
interrumpida por un fin común” (Munk, 1995, p. 20).

En conclusión, la corriente estadounidense, se centran en estudiar las estructuras del


movimiento social desde los medios y la finalidad (funcionalismo), donde los medios son
los recursos externos necesarios para llegar a un fin, esta noción depende de la estrategia,
pero no abordan de manera holística el problema y la naturaleza de los movimientos
sociales. De igual manera, Tarrow, brinda da una mirada asertiva que constituye la
definición dada en el principio del documento para comprender los movimientos sociales

El estructuralismo europeo.

El análisis realizado por las corrientes europeas está orientado en entender las estructuras
de las relaciones sociales centradas en las clases sociales, totalmente diferente al
funcionalismo dictado por los teóricos estadounidenses. La raíz de esta corriente se
determina por conceptos como la identidad, en palabras de Tuoraine: “el análisis entero
empieza con las relaciones sociales, y no con los actores” de tal forma que: “la identidad
del actor no puede ser definida independientemente del conflicto real con el adversario ni el
reconocimiento de la meta de la lucha”. (Citado en Munk, 1995, p. 21).
Para esta corriente, la identidad del movimiento social es la base que determina este
fenómeno y se define al interior del conflicto en el que se encuentren los actores que
participan de este. Cabe aclarar, que esta visión no reduce el funcionalismo estadounidense,
por el contrario, amplía el espectro para entender los movimientos sociales desde una
acción colectiva formada por una identidad en búsqueda de un objetivo común y
concertado, al igual que su contraparte analizan de manera estructural los retos que asumen
los organizadores de los movimientos sociales de manera intrínseca. El estructuralismo
europeo en su naturaleza busca definir el rol del organizador y de la organización, de esta
manera no desliga la acción estratégica, si no, que brinda una mirada empírica del rol que
cumplen los miembros dentro de un sistema. Esto dota a los actores del movimiento de
autonomía al momento de diseñar estrategias que los identifiquen al interior de un
conflicto, ya que es allí donde se determina la estructura de los actores del movimiento
social. En palabras de Munk (1995, p. 23):

La vía más promisoria para considerar las dimensiones de identidad y estrategia de un


movimiento social conjuntamente se encuentra en los términos elaborados por lo europeos.
Porque la noción europea de identidad colectiva no sólo no excluye un análisis de actores
estratégicos, sino que provee los elementos necesarios para conceptualizar correctamente el
problema de las estrategias; esta constituye, en suma, la base desde la cual se puede
comenzar un verdadero debate transatlántico entre las dos principales escuelas de estudio
de los movimientos sociales.

La conceptualización teórica de los movimientos sociales descritas anteriormente, supone


entonces abordar tres ejes importante, ejes que centran de igual manera el fenómeno de los
movimientos sociales desde la formación de actores; ya que son ellos los que orientan y
lideran el movimiento social, la coordinación social que se centra en analizar las dinámicas
que constituye un movimiento social desde la descentralización del poder, reduciendo la
posibilidad de que se constituyan jerarquías y la estrategia política; que analiza las variables
que permiten la transformación del movimiento (Munk, 1995).
La definición dada al inicio del documento, trae consigo factores de análisis como lo son la
formación de actores: Al analizar las dos corrientes expuestas, es evidente afirmar, que el
núcleo de cualquier movimiento social recae en el organizador de este, ya que es la figura
que representa el interés del colectivo y descentraliza los métodos de participación de los
diferentes miembros. Por una parte la corriente funcionalista solo determina la forma como
procede el líder en pro de alcanzar un objetivo, esta postura carece en gran medida de la
capacidad de analizar el modo o la forma como estos actores se constituyen al interior de
esta misma estructura ya que se centran en determinar su modus operandi, o como lo señala
Munk (1995, p 25): “ Desde una perspectiva centrada en los actores, la bibliografía
estadounidense está incapacitada para conceptualizar y explicar la formación de los actores
en términos del actor mismo”. Los movimientos sociales han sido fuente de estudio de
diversos autores; en el presente documento se realizará una aproximación para definir el
concepto de movimiento social desde el estadio político y las diferentes dinámicas que
estructuran las dinámicas de un concepto tan amplio de entender y como se expondrá
posteriormente es la forma cada más atractiva en la actualidad para la población que les
permite ejercer su derecho a la participación en estadios políticos. Comprender los
movimientos sociales como un proceso que descentraliza las manifestaciones de poder a
nivel político, de manera no jerárquica, cuya naturaleza de constitución es de
responsabilidad civil, en aras a transformar “algo” dentro del sistema político (en este caso
específico), es sin duda, la definición que sustenta el presente documento. Para analizar esta
definición, es necesario traer a colación la bibliografía realizada por los diferentes
referentes a nivel mundial.

Por su parte, los europeos relacionan el organizador de un movimiento con sus respectivos
miembros desde las experiencias, estas permiten determinar una falla a nivel estructural de
las relaciones sociales a nivel político y su posterior organización para determinar las
acciones que se pueden ejecutar en pro de transformar las fallas identificadas. El proceso de
formación de actores presenta varias implicaciones, en un primer momento varía en la
forma como se concibe la identidad colectiva, ya que el organizador debe trabajar en pro de
preservar dicha identidad desde las experiencias de cada uno de sus miembros, razón que
mantiene al actor social de manera implícito a lograr los objetivos planteados (Offe, 1998).

El dilema de la coordinación social.

La bibliografía estadounidense, es la principal fuente de información que permite abordar el


dilema de la coordinación social ya que está determinado por factores funcionales del
organizador y al mismo tiempo por el movimiento social en sí. Las preguntas que pueden
orientar estas dinámicas son diseñadas al comprender la misión y visión que fundamentan
el actuar de los movimientos sociales, dentro de una estructura política: el ¿cómo orientar
los procesos que identifican a un actor social dentro de un movimiento?, ¿el que hacer para
orientar los procesos del movimiento social de forma descentralizada y no jerárquica?, son
las principales cuestiones que determinan el factor de la coordinación social. Tarrow citado
en Munk (1995), realiza un contraste en la forma como los organizadores del movimiento
afrontan la coordinación social y cómo utilizan herramientas para que el mismo colectivo
mantenga un orden desde la regulación a los miembros de dicho movimiento. Por su parte
(Offe, 1998) describe a groso modo que este tipo de regulaciones en los movimientos
sociales actuales son diseñadas bajo procesos comunicativos y culturales, que son en gran
medida el factor común del colectivo y así generar espacios de participación política para
lograr la transformación. De igual manera, el organizador del movimiento, debido a su rol
intrínseco asume ciertas implicaciones que en el trasegar del ejercicio de su rol se
consideran casi condiciones naturales: la constitución del movimiento social y la
orientación hacia el cambio.

El problema de la estrategia Política.


Una falencia evidente del funcionalismo de la corriente estadounidense, pone en evidencia
la forma como se ha definido la estructura de participación política desde la acción
estratégica, siendo esta la finalidad del movimiento social, más que un medio para lograr
cumplir un objetivo común. Por su parte, la corriente europea realiza un análisis más
profundo que provee de insumos que permite entender la relación que tiene el organizador
del movimiento social con la institucionalidad ya que normalmente es esta estructura la que
se piensa transformar, modificar o cambiar.

La bibliografía norteamericana ni europea, interpele en la forma como se fundamentan la


relación anteriormente descrita. Por un lado la corriente europea brinda un indicio
importante para comprender la relación entre el fundador del movimiento y el contexto, ese
miso que lo motivó a proponer un cambio estructural; en ese sentido, se puede afirmar que
la identidad del movimiento es un proceso de construcción social, basado en la inserción
que el actor social, muchas veces de manera arbitraria experimenta en el sistema político,
en ese orden, es la estructura social con fines institucionales la que determina el actuar del
movimiento (Offe, 1998).

En un principio el movimiento social como el fundador diseñan estrategias que dependan


directamente de las dinámicas sociales que se quieran transformar siendo autónomos de
cualquier ambiente o tendencia político – institucional, pero una vez más fortalecidos en el
cumplimiento de los objetivos propuestos para el cambio, se transforman en tendencias
políticas democráticas. “Los movimientos sociales, sólo pueden surgir dentro de un campo
donde las relaciones sociales que posee su propia dinámica, es decir una dinámica que es
autónoma de la arena político – institucional” Touraine (citado en Musk, 1995, p. 37), en
ese orden la formación de los movimientos sociales está constituido dentro de la sociedad
civil.
El segundo aspecto en que la bibliografía europea aporta para entender la estructura del
movimiento social, es en la forma como determina que los movimientos sociales se nutren
de la identidad colectiva y cómo esta identidad contribuye en el diseño y ejecución de
estrategias (Musk, 1995). La bibliografía europea desliga la identidad política del
movimiento, lo que coloca en emergencia el estudio de la naturaleza transformadora de los
actores sociales y el proceso que quiere llevar para dicha transformación ya que el factor
político e institucional de muchas maneras es el que determina lo procesos culturales y
sociales que muchos de los movimientos sociales aprueban o desaprueban (Offe, 1998).

Los Partidos Políticos el paradigma de la Democracia

En la actualidad la posición que tienen los actores sociales en cuanto a los partidos políticos
no solo desfavorece la imagen de estos, sino que debilita cada vez más los sistemas
políticos. La ambivalencia de pertenecer a un partido político, pero al mismo tiempo
sentirse inconforme con la manera de proceder de estos se ha convertido en el factor común
de la población. Es por ello que en este apartado describe el concepto de los partidos
políticos desde una visión democrática que permita comprender su naturaleza. Tanto en la
democracia parlamentaria como en la democracia presidencial, la percepción de los actores
sociales sobre los partidos políticos es desalentadora y en muchos casos controversial y
contradictoria. Entonces definir el partido político en la sociedad actual es precisar de sus
características y funciones.

Democracia presidencialista y parlamentario.

Tanto en la democracia presidencialista como en la parlamentaria el partido debe


representar los intereses de una comunidad identificada con la razón del partido. El primer
tipo de democracia describe una estructura de los partidos de manera condicional; ya que es
el presidente desde su función judicial el que diseña, determina y ejecuta las políticas
públicas; el partido político se ve reducido en producir y sostener los gobiernos (Linz,
2004). Cuando una democracia presidencialista se encuentra dividida, el actuar de los
partidos políticos que se encuentran organizados en el Congreso se limitan a favorecer u
oponerse sin afectar el mandato presidencial. La responsabilidad ética del legislador es
favorecer a la población en general con el diseño y aprobación de políticas públicas que no
solo beneficien a sus simpatizantes, si no, a la población en general: “el peligro es que las
políticas amplias de interés nacional puedan quedar comprometidas por una serie de
negociaciones, enmiendas y gastos que atienden los intereses de las bases electorales
particulares” (Linz, 2004, p. 189 – 190), esta condición debe ser tomada en cuenta para los
dos tipos de democracia.

Características de los partidos políticos.

Se trae a colación, las definiciones hechas por dos autores para definir a nivel general las
características los partido políticos, en ese orden, Linz (2004) y Sartori (1976), aportan al
presente documento las siguientes características:

- Cohesión, disciplina y compromiso programático o ideológico: En la actualidad


esta característica de los partidos políticos brillan por su ausencia. Hace referencia a
la coherencia que debe asumir los partidos políticos con respecto a sus
simpatizantes, muchos de los partidos han caído en dinámicas de buscar beneficios
particulares, colocándolos aún por encima de la finalidad misma del partido.
- “La función básica de los partidos políticos es velar por los intereses de segmentos
particulares de la sociedad en el conflicto institucionalizado” (Linz, 2004, p. 194);
unos de los factores constituidos en la actualidad para los partidos políticos es
determinado por la competencia; este factor ha llevado a que de manera “egoísta”,
primen estrategias que no estén concertadas para favorecer a los votantes, si no que
de forma legítima o ilegítima los permita llegar al poder.
- Los partidos políticos deben estar alentados por obtener votos; una visión errónea de
las sociedades actuales, está dada por creer que los partidos deben escuchar y
atender los problemas de sus miembros o simpatizantes de manera individual, la
finalidad del partido es diseñar políticas públicas que atiendan a nivel general las
diferentes necesidades de la población, en ese orden, más votos obtenidos
representan más simpatía por las propuestas elaboradas desde el partido.
Efectivamente, el interés de los partidos en atraer votos está vinculado a la esencia
misma de la democracia: los votos son necesarios para gobernar o participar en una
coalición de gobierno, y este es, y debería ser, el objetivo de los partidos en una
democracia. Leinz (2004, p. 199).
- Reducir la participación de los partidos políticos en relación con empresas privadas
u organizaciones que buscan un interés en particular, representa una de las formas
de evitar que se mantenga la imagen de los partidos como un actor social corrupto.
Prácticas como la democratización de los cargos públicos han construido la visión
de que los partidos políticos son corruptos, el favorecer con este tipo de cargos a la
bancada del partido, el poco acompañamiento y regulación que se tiene hacia esta
actividad, sumado de la difusión de información por parte de los medios de
comunicación, dejan en evidencia una total apatía de los diferentes actores sociales
a la noción que tienen de partidos políticos.
- Aunque son muchos los actores sociales detractores de esta posición, los miembros
de los partidos políticos deben profesionalizar su labor; en ese orden garantizar el
tiempo y habilidades necesarias para llevar a cabo la actividad política debe
garantizar que el ejercicio político sea cada vez más estable , desde la continuidad
de los procesos.
- La regulación de los recursos económicos por parte de entidades institucionalizadas,
debe garantizar la transparencia de los procesos de financiación de los partidos
políticos. “Sin tales controles, el dinero (más que los votos) se vuelve decisivo para
determinar el resultado de importantes debates de política pública” (Linz, 2004, p.
2008).
- La responsabilidad de los partido políticos en formular políticas públicas y dar
informes de sus procesos al gobierno y sus simpatizantes.
Corporativismo una tendencia democrática

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