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Universidad la Gran Colombia

Historia de Colombia siglo XX


Andrés Ricardo Rodríguez Pardo
El movimiento indígena y su trabajo exhaustivo en la consecución de la paz
El pastor Miguel Brun me contó que hace algunos años estuvo con los indios del Chaco
paraguayo. Él formaba parte de una misión evangelizadora. Los misioneros visitaron a un
cacique que tenía prestigio de muy sabio. El cacique, un gordo quieto y callado, escuchó sin
pestañear la propaganda religiosa que le leyeron en lengua de los indios. Cuando la lectura
terminó, los misioneros se quedaron esperando.
El cacique se tomó su tiempo. Después, opinó:
- Eso rasca. Y rasca mucho, y rasca muy bien.
Y sentenció:
- Pero rasca donde no pica.
La función del arte/2. Galeano, E. El libro de los Abrazos. Editorial Siglo XXI, México.
Los pueblos indígenas han sido siempre objeto de múltiples intereses desde el momento
mismo de emancipación del territorio Neogranadino. Sin embargo, el lugar que se les ha dado
siempre ha sido indigno y se ha pretendido ocultarlos como si de un error dentro de nuestra
construcción histórica se tratara. Durante siglos han tenido que permanecer bajo la sombra
de actores violentos que pretendieron (y pretenden) borrar la huella cultural de los que, antes
de que cualquier español pisara suelo americano, ya estaban aquí.
Para empezar formalmente esta breve reflexión acerca del movimiento indígena y su papel
fundamental dentro de la construcción de paz, ha sido propicio mencionar el relato corto de
Eduardo Galeano en donde nos invita a detenernos a pensar con respecto al lugar que hemos
dado a los pueblos nativos en un mundo occidentalizado. Hemos pretendido convertirlos en
algo que no son, llevarlos a nuestro lugar de comodidad y ejercer violencia contra ellos y sus
tradiciones. Dichas tradiciones y cosmogonías han sido vistas como intrascendentes e
inútiles, pero nadie ha pretendido, si quiera, intentar darles un lugar de privilegio con respecto
a la construcción de paz y el papel de victimas que durante más de dos siglos han tenido los
pueblos indígenas.
La pregunta que surge y que ha estado siempre flotante en el espectro político sin ser
contesta es: ¿Cuál es el lugar que pertenece a las comunidades indígenas en cuento a lo social,
político y cultural? En la constitución del ’91 se construyó epistemológicamente el espectro
pluriétnico del territorio Colombiano, dando un lugar de reconocimiento político,
acompañado además de la asignación de espacios de representación exclusiva dentro del
congreso de la república. Sin embargo, el primer obstáculo encontrado es el no cumplimiento
de lo que constitucionalmente fue establecido. Actualmente, los pueblos indígenas no tienen
un representante legítimo dentro del congreso pese a estar establecido en la carta magna, las
curules están siendo usadas por personas que no representan, ni velan por las necesidades e
intereses del movimiento indígena.
Habrá que empezar diciendo que desde la colonia los indígenas han sido víctimas de la
construcción de identidad del pueblo, en su momento, neogranadino. Los indígenas fueron
violentados en primera instancia a renunciar a uno de los factores más importante dentro de
su construcción cultural, La tierra. El territorio nativo se vio menguado por acciones políticas
de las élites neogranadinas que fue continuado posteriormente por los criollos que declararon
la independencia de la corona Española. Fue aquí donde los indígenas tuvieron un papel
importante en las luchas de independencia y reconquista. La corona española prometió
salvaguardar los territorios indígenas de la amenaza criolla que pretendía socavar los
cimientos culturales de estas comunidades (según el discurso español). Una vez se consigue
la libertad definitiva en 1819 y se redacta la constitución de Cúcuta en 1821 los pueblos
indígenas son solo reconocidos, como venían siéndolo, dentro de un discurso poético y
justificante de la campaña de emancipación, algo cercano al reconocimiento de un ancestro
indígena inexistente que fue mejorado por la sangre española que corría por las venas de los
criollos y que los hacía los más aptos para, no sólo romper el yugo español, sino también
gobernar aquellos que no serían capaces de hacerlo sobre si mismos (negros, comunidades
indígenas y minorías étnicas en general). Era invisibilizarlos dentro de los procesos de
separación, pero mantenerlos dentro de la jurisdicción tributaria.
Durante décadas fueron atacados simbólica y físicamente por uno de los actores más
importante dentro de la construcción de nación: El Estado. Fue solo hasta hace unos años que
la lucha indígena se intensificó y con ella, las víctimas. No quiere decir esto, que el
movimiento indígena nunca debió constituirse, por el contrario, ha sido pertinente su
aparición, pero las garantías ofrecidas por el Estado no han bastado para garantizar el
ejercicio de sus derechos que, como ciudadanos, les pertenece.
Los últimos años han sido de transformaciones gigantes con respecto al tema y el
reconocimiento de poblaciones, donde la más significativa de todas fue la constituyente de
1991, ya lo expresaba William villa (2005):
“En los últimos treinta años los pueblos indígenas en Colombia se constituyen en
sujetos importantes en el desarrollo políticos del país, afirmación que adquiere sentido
al analizar el ordenamiento territorial y al explorar en la Constitución Política el lugar
que se le asigna a pueblos y culturas en la estructura estatal. En este periodo grandes
cambios se han producido en el reconocimiento territorial a los pueblos indígenas, los
cuales en la actualidad disponen de áreas resguardadas en un área cercana al 27 % de
territorio nacional, en las que se ejerce relativa autonomía en el ejercicio de gobierno
indígena” (p. 14)
Si se afirma, entonces, que en la actualidad hay un reconocimiento por parte del Estado a
las comunidades indígenas, es prudente preguntarnos si ha habido un seguimiento y
acompañamiento a dichas comunidades con el fin de garantizar y preservar sus derechos
emanados en la constitución. La Violencia hacia el movimiento indígena ha ido en aumento
y cada vez son más los líderes desaparecidos por ejercer resistencia a un sistema que no hace
más que acabar con su huella cultural.
Así las cosas. La lógica de la guerra absorbió a todos los actores que aparecieron dentro
del espectro político del país (paramilitares, guerrillas de izquierda, comunidades indígenas,
minorías étnicas, entre otras) lo menciona Villa (2005) de la siguiente manera: “En el nuevo
contexto la lógica que mueve a los actores implica un cambio en el significado de los recursos
para la guerra: nada, ni recursos, ni personas, deben quedar exentos de ser un medio
para esta.” (p. 26). Así las cosas, cuando se está dentro del marco de guerra, todo empieza a
girar en torno a ella y lo que se presente como obstáculo dentro de la justificación de la misma
debe ser eliminado. Menciona de nuevo Villa (2005):
“En el caso de los pueblos indígenas, el ataque a sus gobiernos y territorios, adquiere
significado por ser obstáculo al logro de los intereses propios del sistema de guerra:
como el reclutamiento de jóvenes indígenas, el paso por los territorios, la
disponibilidad alimentaria, las rentas de protección. Todos los actores armados hacen
una lectura militar de las posiciones políticas indígenas siendo secundario para los
grupos armados proteger a las comunidades de apoyo y prioritario neutralizar y
destruir las posibles bases de los enemigos.” (p. 26).
Debido al carácter prioritario que adquirieron los indígenas con respecto al territorio a
partir de la constitución de 1991, los grupos armados ven como objetivos a estas comunidades
debido a los intereses que priman con respecto a la tenencia de la tierra. Esto es un fenómeno
que se perpetúa desde la década de los 80 del siglo XX cuando la violencia hacia los indígenas
era ejercida por parte de los terratenientes y grupos paramilitares de reciente aparición para
la época. Todo lo anterior sumado a la incapacidad (o desinterés) del Estado por ofrecer
garantías y protección a las comunidades indígenas ha permitido que los actores armados
ejerzan de manera ilegítima violencia coercitiva contra dichas comunidades.
A modo de conclusión se ha de decir que pese a la falta de garantías ya mencionadas
anteriormente y habiendo cada vez más desapariciones y asesinatos a líderes indígenas como
es el caso de Kimy Pernía (asesinado por el grupo paramilitar AUC), los indígenas han
decidido dar respaldo legítimo al proceso de paz llevado a cabo por el gobierno y las FARC
comprendiendo así que los más perjudicados por la guerra han sido (como lo fueron en el
proceso de independencia) y serán ellos. Ahora todo depende de que, no solo en un papel,
sino también social y culturalmente demos lugar al movimiento indígenas que reclama desde
hace más de dos siglos el lugar que siempre les correspondió.

Bibliografía
Eduardo, G. El libro de los Abrazos. Editorial Siglo XXI, México.
Villa, W; Houghton, J. Violencia Política contra los pueblos indígenas en Colombia 1974-
2004 (2005). CECOIN. OIA. IWGIA. Alto Vuelo Comunicaciones, Colombia.

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