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(Capitulo 3, in Ariel Wilkis & Alexandre Roig (eds), El labirinto de la

moneda y las finanzas. La vida social de la economía, Editorial Biblos,


Buenos Aires, 2015, pp. 67-83)

El TRÍPODE DE LA MONEDA: DEUDA, SOBERANÍA Y


CONFIANZA1

BRUNO THÉRET2

Comenzaré por examinar el lugar paradójico de la moneda dentro de la ciencia


económica moderna. La ciencia económica actual desarrolla una teoría de la economía
sin moneda. Bajo esta concepción, la moneda es vista como un velo que lubrica los
intercambios de mercado y que no participa en la formación de las grandes variables
económicas como el ingreso y el capital. La moneda es neutra con respecto a la
formación de los precios relativos y la distribución de la riqueza. Ella es considerada un
simple numerario arbitrario. En aquellos casos en los que se observan desviaciones del
modelo (los economistas se refieren a ellas como “fricciones”), las mismas son
explicadas partiendo de la influencia irracional del Estado sobre la emisión monetaria,
la cual estaría perturbando la asignación óptima de los recursos que, a su vez, deberían
resultar del libre intercambio en los mercados. Según esta hipótesis, la sociedad sólo
puede estar en su estado óptimo si está despolitizada, lo que conduce a un intento por
neutralizar las dimensiones políticas de la moneda, desvinculándolas del análisis
económico.
El carácter erróneo de este postulado fundador de la ciencia económica “estándar”
queda en evidencia en las crisis monetarias, las cuales revelan las dimensiones

1
Este trabajo es una versión escrita de la conferencia presentada durante el Seminario internacional:
finanza, moneda y distribución de la riqueza, llevado a cabo en el Centro de Estudios Sociales de la
Economía (CESE), Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES), Universidad Nacional de San Martín,
los días 12 y 13 de diciembre de 2012 en la ciudad de Buenos Aires. Texto original en francés.
Traducción de Lic. Guadalupe Moreno.
2
Investigador del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS), Institut de Recherche
Interdisciplinaire en Sciences Sociales (IRISSO), Universidad Paris Dauphine.
1
intrínsecamente sociales, políticas y simbólicas de la moneda3. De hecho, las
consecuencias de estas crisis muestran que la moneda no es económicamente neutra y
esta afirmación es válida no sólo en el corto plazo sino también en el largo plazo. En las
crisis monetarias se vuelve evidente que lo social y lo simbólico son determinantes en la
fijación de las valores económicas (lo cual es particularmente evidente en el caso de los
mercados financieros). Porque, ¿cómo no ver, por ejemplo, que la crisis actual del euro
se confunde con una crisis de pertenencia a un grupo político (la Unión Europea) y con
otra de las representaciónes del euro que la gente tenian con anterioridad? ¿Acaso no se
cuestiona entonces la pretensión del euro de ser irreversible y se muestra su falta de
capacidad para dinamizar la economía europea? ¿Y no es cierto también que el impacto
social y distributivo del régimen actual de monedaje4 del euro revela claramente que
este régimen no es neutro, desde el momento mismo en que se ha privatizado totalmente
su proceso de emisión? ¿Acaso la crisis de valoración de los activos en los mercados
financieros no demuestra también la importancia de lo simbólico en la fijación de los
precios y de los márgenes de ganancia en los mercados?
Conviene por lo tanto revisar la concepción a-monetaria de la economía –que
prevalece en la mayoría de los trabajos expertos– y también la noción usual, puramente
instrumental y funcionalista de la moneda, que se encuentra en el corazón de esta
concepción. Es a este segundo aspecto al que me referiré en este trabajo, es decir, a
revisar nuestra concepción acerca del sentido común de la moneda.
Para poder construir un punto de vista económico que integre el análisis de los
hechos monetarios con sus dimensiones políticas y simbólicas, es necesario tomar en
cuenta los conocimientos acumulados sobre la moneda por el conjunto de las ciencias
humanas y sociales5. Esto supone cambiar el punto de vista que hoy se tiene sobre la
moneda y poner en movimiento los aportes de todas las ciencias sociales. A tal fin, haré
referencia a tres puntos que serán tratados a continuación: la relación entre moneda y
deuda, la relación entre moneda y soberanía y la relación entre moneda y confianza.

3
Cf. Bruno Théret (dir.), La monnaie dévoilée par ses crises, Paris, Editions de l’EHESS, 2 volumenes,
2007 . Traducida al español, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2013.
4
Al usar la expresión “monedaje” el autor se refiere al conjunto de reglas que rigen la emisión, la
circulación y la destrucción de la moneda (N. del T.).
5
Uno puede preguntarse también, si acaso la economía ortodoxa, en su estado actual, es aún una ciencia
humana y social, dado que ella misma se creé parte de las ciencias naturales y usa sus ropajes, a punto tal
de no ser más que una tecno-ciencia. Sobre este punto, véase, por ejemplo: Dominique Pestre, Science,
argent et politique, un essai d’interprétation, INRA ediciones, París, 2003; también Michel Armatte, La
science économique comme ingénierie·, Editions de l’Ecole des Mines, Paris, 2010.
2
Al hacer esto no estaré más que dando cuenta, de manera sucinta y a modo de un
breve resumen, de un enfoque interdisciplinario de la moneda que fue desarrollado en
Francia en los últimos 20 años, principalmente gracias a la iniciativa de Michel Aglietta
y André Orléan6. Este enfoque fue llevado adelante de manera colectiva, en conjunto
con economistas críticos, como Jean Cartelier, Jean-Michel Servet y yo mismo, y
gracias a la colaboración (e integrando los aportes) de diversos historiadores,
antropólogos, sociólogos, psicólogos y filósofos, como María Cuillerai, que también
está aquí presente en el Seminario. Además, una nueva generación de economistas
preocupados por integrar la economía al ámbito de las ciencias sociales, como Jérôme
Blanc, Jaime Marque-Pereira y Alexandre Roig (este último co-organizador del
Seminario), ha adherido a este enfoque socio-económico de la moneda y participa de su
desarrollo.
Este enfoque aspira a integrar o, al menos a unificarse en, una teoría de la moneda
que pueda ser aceptada por todas las ciencias sociales y humanas que hayan realizado
aportes o tengan algo para decir acerca de la moneda. En definitiva, se trata de construir
un punto de vista unívoco sobre la moneda. No obstante, este enfoque no se funda sobre
una lectura retrospectiva y anacrónica de nuestro pasado hecha a partir de nuestro
presente, sino que, a la inversa, intenta hacer una lectura genealógica del presente y del
futuro que él anticipa, a la luz de tiempos pasados y de otros espacios geográficos. Es
decir, que considera situaciones en las que las dimensiones no económicas de la moneda
no están disimuladas ni son reprimidas del discurso y la conciencia.
No me será posible, por falta de tiempo, entrar en detalle acerca de las
contribuciones de cada una de las ciencias sociales, por lo que me concentraré en los
elementos que considero más importantes para esclarecer la actualidad monetaria y
financiera, en especial la crisis del euro. ¿Cuáles son los aportes más importantes? En
primer lugar, la moneda es muy probablemente un hecho universal y puede ser
caracterizada a partir de dos propiedades genéricas asociadas respectivamente con sus
formas fenoménicas de moneda de cuenta y moneda de pago (medio de pago de
deudas). Es decir, si se acepta que la moneda ha existido en la mayoría de las sociedades
humanas desde sus orígenes, ella no puede ser definida estrictamente por las
“funciones” que tiene dentro de una economía “real” exterior a ella (como en la fórmula

6
Michel Aglietta et André Orléan (dir.), La monnaie souveraine, Paris, Odile Jacob, 1998.
3
de George Dalton, “la moneda es lo que la moneda hace”)7. Pero que el hecho
monetario sea universal no debe confundirse con la afirmación de que es posible que
exista una moneda universal, exclusiva, única, capaz de reinar sobre cualquier otra, es
decir una moneda que pueda imponerse en todas partes y a todas las escalas territoriales,
independientemente de los contextos sociales, las esferas de intercambio o los circuitos
de comercio que le fueran propios (para emplear la terminología de Viviana Zelizer).
La moneda no es el resultado de una racionalización del trueque, sino que, muy
probablemente, ella tiene un origen sacrificial que remite a la noción de deuda de vida.
Esta noción ilumina el vínculo estrecho que mantiene la moneda con la soberanía y sus
dimensiones políticas y simbólicas irreducibles. En la medida en que la deuda de vida es
esencialmente una creencia, una representación, la moneda es en definitiva una
expresión de la confianza o “fe social” –en términos de Marcel Mauss y François
Simiand–en su capacidad para pagar y honrar las deudas por parte de una sociedad.

DEUDA

La hipótesis sacrificial que postula que el origen de la moneda se encuentra en la


deuda de vida es una hipótesis heurística del “tipo big bang”, que no puede probarse
completamente. Ella es sólo empíricamente más plausible que otras hipótesis que
afirman que el origen de la moneda está en el trueque, o bien, que ella tiene un origen
estatal. Sin embargo, continúa siendo controvertida en el campo académico, tal como se
puede observar en el trabajo reciente de Graeber8. Según esta hipótesis, la moneda es un
hecho universal, una invariante antropológica, que encuentra su fundamento en el hecho

7
La llamada "función de reserva" del dinero no es ni una "función" universal ni exclusiva de la moneda,
sino que se refiere esencialmente al uso específico que se hace de ella en algunas sociedades. Una
posición anti-funcionalista (que se une con la nuestra) puede consultarse en: Anatol Murad, «The Nature
of Money», Southern Economic Journal, 9(3), 1943, pp. 217-233; Helen Codere, «Money-exchange
Systems and a Theory of Money», Man (NS), 3(4), 1968, pp. 557-577 ; Eric Pineault, «Pour une théorie
de l’institution monétaire: actualité du Treatise on Money», L’Actualité économique, 79(1-2), 2003, pp.
101-116 ; Geoffrey Ingham, «The Nature of Money», Cambridge, Polity Press, 2004 ; Celso Sanchez
Capdequi, «Las mascaras del dinero. El simbolismo social de la riqueza», Barcelona, Anthropos Editorial
- Mexico, UAM Iztapalapa, 2004; Eric Tymoigne, «An Inquiry into the Nature of Money: An Alternative
to the Functional Approach», Working Paper n° 481, The Levy Economics Institute, 2006.
8
David Graeber, Debt. The First 5000 Years, Melville House, Brooklyn, New York, 2011. Traducido al
español: En deuda. Una historia alternativa de la economía, Ariel, 2014.

4
de que todo ser humano se enfrenta a la muerte y, por consiguiente, que todo grupo
humano dotado de una permanencia transgeneracional debe estructurarse a partir de una
representación de lo que podemos denominar las deudas de vida.
La vida es un don: ella es dada, recibida y devuelta. Es el don primordial de un
capital de vida que crea deudas y créditos recíprocos. Las deudas de vida son deudas de
las cuales no es posible liberarse, son deudas de autoridad, deudas hacia autoridades
simbólicas y éticas superiores, autoridades soberanas que se consideran acreedoras de
esta deuda desde el momento en que son representadas como las fuentes últimas de la
vida. Son deudas tutelares no reembolsables en el curso de la propia vida y que deben
ser honradas mediante pagos regulares de los cuales no es posible liberarse en forma
definitiva, salvo por la muerte o el exilio (la muerte social) fuera del grupo estructurado
por esta deuda tutelar. Es con el fin de honrar esa deuda que la moneda es inventada:
ella actúa como sustituto no violento de las víctimas vivas (humanas o animales) que se
ofrecen a los acreedores eternos de la deuda de vida a modo de pagos sacrificiales.
A su vez (¿), la moneda permite medir las deudas, en los dos sentidos del término
(es decir, cuantificándolas y delimitándolas), y también liberarse por un momento de
ellas, honrándolas en forma recurrente mediante los pagos de compensación, en
ocasiones como nacimientos, bodas, secuestros, iniciaciones, asesinatos, enfermedades,
guerras, muertes naturales y conversiones de los antepasados en poderes sobrehumanos.
Es posible dar dos ejemplos de la presencia residual de las deudas de vida en el mundo
actual, que adoptan formas específicas de pago. Por un lado, las deudas verticales, es
decir aquellas entre seres humanos y autoridades inmortales sobrehumanas, como los
sacrificios ofrecidos a los dioses y los antepasados, los diezmos otorgados a la Iglesia,
los impuestos pagados al Estado-Nación y las deudas sociales mutuas (como las que
componen los sistemas de seguro social) que hacen solidaria la sociedad en las
democracias sociales. Por otro lado, las deudas horizontales, o sea deudas entre grupos
humanos, que se reproducen y se amplían mediante el intercambio de capital de vida,
como ocurre con la dote, la transmisión y la herencia, las sanciones por secuestro y
asesinato, y las donaciones9. Esos pagos de deuda sirven para asegurar que el capital de
vida del grupo en su totalidad se mantenga a lo largo del tiempo a pesar de la muerte de
sus miembros.

9
Cf. Bruno Théret, Monnaie et dettes de vie, L'Homme, 2009/2, n° 190, pp. 153-180.
5
SOBERANÍA

La moneda, vista como expresión primordial de la deuda de vida, aparece


entonces ligada a la soberanía de una manera compleja. Este nexo se relaciona con la
forma vertical de la deuda de vida, que liga a los miembros del grupo social con la
autoridad soberana (la cual se asume como dadora inicial de la vida y como
representante y garante de la eternidad del grupo) o con sus representantes en la tierra
(como los ancianos, la Iglesia, la burocracia estatal o los monarcas dinásticos). Por
ende, la moneda de pago de esta deuda vertical es una moneda que debe ser aceptada
por el soberano.
Las representaciones de la deuda de vida, de la moneda y de la soberanía cambian
según las sociedades y, en particular, según si la soberanía es trascendente (dioses,
ancestros) o inmanente (contrato o pacto social, pueblo)10. Además, no existe ninguna
moneda que pueda pretender tener alcance universal, ya que toda moneda está hecha a
partir de la naturaleza misma de la sociedad dentro de la cual circula como medio de
pago y de las formas predominantes de la deuda que ella debe regular.
Esto es válido incluso en el mundo moderno, en el que la idea de soberanía del
pueblo ha tenido diferentes significados en distintas épocas históricas (por ejemplo, en
Locke, Hobbes, Spinoza, Rousseau, Fichte, Hegel, etc.), los que han conducido a la
construcción de distintas formas de Estados, capitalismos y mercados11. En paralelo a la
diversidad de modos legítimos en los que se ha establecido la relación entre el Estado y
las economías de mercado en las sociedades contemporáneas, también han variado las
concepciones de la moneda y de los regímenes monetarios que se asocian con ella12.
En esta perspectiva, el uso de la moneda como capital dinerario, es decir como
medio para acumular una riqueza que puede ser transmitida por herencia, va de la mano

10
Una soberanía es trascendente cuando la gente tienen la creencia que los acreedores de la deuda de vida
son los dioses o ancestros, como por ejemplo ocurre en los Estados teocráticos. Por el contrario, una
soberanía es inmanente cuando el soberano es él mismo el producto de una creencia en un pacto o un
contrato social originarios, como sucede por ejemplo en las democracias modernas (N. del T.).
11
Cf. Bruno Théret, «La souveraineté : des référentiels philosophiques pluriels, des régimes historiques
hybrides», in O. Giraud et Ph. Warin (dir.), Politiques publiques et démocratie, Paris, Editions La
Découverte, 2008, pp. 381-406.
12
El autor quiere señalar que en la modernidad no hay una representación única de la moneda, sino que
hay una pluralidad de formas de Estados modernos que provocan que la deuda de vida cambie de sentido
en función de esas representaciones plurales. Las distintas configuraciones de la deuda de vida resultan
performativas en el proceso de formación de las distintas formas de estos Estados y de los mercados
capitalistas (N. del T.).
6
de la tendencia del individuo moderno a pensarse a sí mismo como soberano, como ser
inmortal acreedor de una deuda de vida. En efecto las convenciones monetarias que
anclan la moneda a un peso en metal precioso inalterable (Locke) o a una representación
fetichizada de un valor fundado por fuera del grupo y que se piensa a sí misma como
imperturbable (como sucedió en la época de la convertibilidad en Argentina con el dólar
estadounidense13), están intrínsecamente ligadas a la creencia de que para fortalecer el
vínculo político y volverlo perpetuo, la moneda debe ser puesta en un lugar de autoridad
soberana intocable, puramente ética, situada por fuera de la sociedad y independente de
todo poder político activo. Puede entonces hablarse de una soberanía de la moneda
propiamente dicha, ya que el gobierno político debe, en pos de su legitimación,
autosometerse a dicha autoridad. Del respecto de la convencion monetaria por parte del
estado resulta su credibilidad (credible commitment) y de ella depende, a su vez, el
desarrollo de la moneda de crédito, la cual complementa en el orden mercantil a la
moneda soberana y compensa su rigidez en el plan económico.
Pero este tipo de convención que pone la moneda en una posición de soberania no
es otra cosa que una representación social de la moneda entre otras, en particular,
aquella que es propia de la visión liberal y que tiene sus raíces en la filosofía política de
John Locke, ingeniero principal de la Gran Revolución política, monetaria y financiera
inglesa. El Estado y el capitalismo se construyeron en Europa continental sobre otros
modelos en los que el Estado o los pueblos (en tanto naciones) se erigieron como
autoridades soberanas y en los que la soberanía monetaria debe ser entendida no como
la soberanía de la moneda sino como la soberanía sobre la moneda.

CONFIANZA Y FE SOCIAL

Las ciencias sociales, en especial la antropología y la historia, han enseñado que la


moneda no es una creación exclusiva ni del Estado (“nomisma”) ni del mercado (fábula
del trueque). La moneda es una institución social, una convención, que se funda en
última instancia sobre una fe social, una creencia, una confianza que vuelve posible su
aceptación y respeto por parte de una comunidad, más allá de su carácter convencional

13
Cf. Alexandre Roig, La monnaie impossible : la convertibilité argentine de 1991, Thèse EHESS, 2007.
7
o arbitrario. De esta forma, es posible decir que la moneda es confianza14. Todas las
monedas, incluso las metálicas, son fiduciarias. Esta afirmación, sin embargo, necesita
de una noción de confianza cuyo alcance vaya más allá de la mera idea de credibilidad
que generalmente privilegian los economistas.
Para estudiar los modos en que la moneda puede ser aceptada y las características
de los regímenes monetarios, se debe partir de un análisis de la fe social en la moneda
que distinga entre tres formas de confianza: la confianza metódica, mimética y rutinaria,
racional en el corto plazo (confidence); la confianza jerárquica, que es de tipo político
(credibility); y la confianza ética, de carácter simbólico (trust).
La confianza metódica es aquella que permite que la moneda sea aceptada de
manera rutinaria en los pagos, simplemente porque todos los individuos confían en que
cualquier otro la aceptará por el mismo valor nominal. Hay confianza jerárquica cuando
la moneda es admitida gracias a que la credibilidad de sus emisores está garantizada por
un representante legítimo de la comunidad de cuenta (el poder soberano o uno de sus
representantes). Finalmente, hay confianza ética cuando la aceptación de la moneda es
el resultado de una adecuación entre el régimen de monedaje (emisión, distribución y
destrucción) con los valores y normas sobre los cuales descansa la comunidad en la cual
dicha moneda pretende ser valorada y reconocida como legítima. Una cuestión central,
en estrecha relación con la confianza ética, es la de los efectos redistributivos de un
sistema monetario y la congruencia entre éstos y los principios de justicia en los que se
fundan la sociedad política y el sentido de pertenencia a ella. Asimismo, la confianza
ética puede revelar la correspondencia del régimen de monetarización con una norma
tradicional, ancestral o mítica que se considera fundacional para el grupo (como ocurre
especialmente en los casos de anclajes metálicos de la moneda).

LA MONEDA COMO FUERZA SOCIAL Y MORAL

Por ser una institución convencional de cuenta objetivada en los medios de pago
de deudas, la moneda es desde un punto de vista sociológico un “medio simbólicamente

14
Cf. Michel Aglietta et André Orléan, La monnaie entre violence et confiance, Paris, Odile Jacob, 2002.
8
generalizado de comunicación” (en términos de Talcott Parsons y Niklas Luhmann15) y
de intercambio social, un lenguaje especial, un idioma de las cuentas. Este lenguaje
común para deudas y créditos es un operador de socialización, de totalización social.
Esto es, que una comunidad de cuenta y, por lo tanto, de pago de deudas, formada
alrededor de una moneda común, constituye una totalidad social, un grupo social que
puede reclamar su soberanía.
La moneda de cuenta (a veces denominada “imaginaria”) define como comunidad
a todos aquellos que la adoptan como unidad y sistema de cuenta16. Desde el momento
en que pueden ser emitidas en la misma unidad de cuenta y pueden ser convertidas de
forma rutinaria unas en otras, las monedas de pago (denominadas “reales”) refuerzan,
más allá de su multiplicidad, la comunidad de cuenta y forman una comunidad de pago.
Estas características sociopolíticas y simbólicas de la moneda están en el corazón de la
especificidad de la moneda moderna y de su propensión a ser considerada como única y
“all purpose money”.
Las sociedades modernas están diferenciadas en distintos órdenes o “provincias
de vida” (Simmel) autónomas entre sí. Ellas son el producto de un proceso de
diferenciación social que afectó a los grupos comunales, en los que las dimensiones
religiosas, políticas, económicas y domésticas de la vida social estaban hasta entonces
confundidas. Sin embargo, esta diferenciación de actividades económicas, políticas,
domésticas y simbólicas, amenaza permanentemente la unidad de las sociedades y su
inscripción en el tiempo. La moneda, como fundadora de una comunidad de cuenta y de
pago, se manifiesta claramente como una mediadora capaz de volver a unificar lo social
por encima de la diferenciación de las prácticas sociales en órdenes autónomos, que son
complementarios y que al mismo tiempo compiten entre sí.
Las sociedades modernas deben ser consideradas como un tejido de relaciones
sociales, de derechos y obligaciones, como redes de deudas y de créditos generados

15
Cf. Heiner Ganssmann, “Money: a symbolically generalized medium of communication? On the
concept of money in recent sociology”. Economy and Society, 17(3), 1988, pp. 285-316; Bruno Théret,
«L’effectivité de la politique économique: de l’autopoïèse des systèmes sociaux à la topologie du social»,
L’Année de la régulation, 3, 1999, pp. 127-167 («La efectividad de la política económica: de la
autopoiesis de los sistemas sociales a la topologia de lo social», En: Ruben Lo Vuolo (comp.), La
credibilidad social de la política económica en América Latina, Buenos Aires, Miño y Davila, 2006, pp.
247-308); Carl Wennerlind, “Money talks, but what is it saying? Semiotics of money and social control.”
Journal of Economic Issues, 35(3), pp. 557-574.
16
Véase por ejemplo Federico Neiburg, «Imaginary Moneys and the Popular Economy in Haiti», PPGAS,
Museu Nacional, UFRJ, manuscrito, 2012.
9
mediante transacciones heterogéneas de diferentes tipos. Como regla general, en ellas
pueden distinguirse tres tipos principales de transacciones económicas: las transacciones
de mercado (intercambio entre equivalentes), las transacciones tributarias entre los
individuos y un colectivo que centraliza y redistribuye los recursos económicos, y las
transacciones de reciprocidad (intercambio de regalos y reparto)17.
En el Occidente este proceso de diferenciación social comenzó a desarrollarse en
el momento en que los comerciantes-banqueros de la Baja Edad Media inventaron una
nueva forma de crédito y de deudas, la cual puede ser vista como el punto de partida de
la diferenciación entre economía y política como órdenes autónomos. Las deudas que
crearon estos comerciantes-banqueros fueron deudas contractuales, horizontales (entre
iguales), autorizadas (por la ley o la costumbre), negociables, canjeables o transferibles,
o sea deudas de las cuales era posible liberarse. Al mismo tiempo, fue concebida una
nueva forma de moneda, el crédito bancario, que se formó a partir de esta deuda de los
banqueros y se convirtió a su vez en un medio de pago. En paralelo a la separación de la
política y la religión que tuvo lugar en Occidente desde el siglo XVI como consecuencia
de las guerras de religión y de la emergencia de una forma territorial y unitaria de
Estado, la deuda de vida que se relacionaba con las autoridades soberanas perdió su
carácter trascendental y se transformó en una deuda fiscal secularizada y, más adelante,
en una deuda social. Es decir, se transformó en deudas que de aquí en adelante harán
referencia a la autoprotección social y política de la comunidad de cuenta y de pago y
que será puesta en el corazón de las nuevas sociedades políticas nacionales. Estas
evoluciónes y revoluciónes fueron de la mano del desarrollo de los discursos filosóficos
iluministas, fundadores del concepto de soberanía del pueblo y sus distintas acepciones,
que continúan vigentes y que van acompañadas de formas contradictorias de concebir el
lugar de la moneda en nuestras sociedades.
En el conjunto de deudas-créditos que estructuran las sociedades modernas y que
la moneda tiene el poder para pagar y honrar, se deben distinguir dos tipos principales:
las deudas de las cuales es posible liberarse (deudas contractuales de tipo mercantil) y
las deudas de las cuales no es posible liberarse (las deudas de vida, deudas tutelares
17
Acerca de la necesidad de introducir transacciones de reciprocidad dentro de la matriz social, en
particular en relación con la inalienabilidad de ciertos bienes (hecho que ha sido resaltado por Jean-Pierre
Warnier en «Alliance, filiation et inaliénabilité: le débat sur le don à la lumière de l’anthropologie de la
parenté», Revue du MAUSS permanente, 2 de noviembre 2009 [en línea]) y sin reducir la reciprocidad al
don véase Jean-Michel Servet, "Monnaie : quand la dette occulte le partage”, Revue française de socio-
économie, n° 12, 2013, pp. 125-147.
10
contraídas con los poderes soberanos y los grupos de pertenencia). Asimismo, existen
dos grandes formas de moneda, que compiten entre sí y al mismo tiempo se
complementan, y que cobran importancia en la constitución de un sistema monetario:
las monedas privadas del crédito bancario, vinculadas a mercancías cuyo valor se utiliza
para fijar la unidad de cuenta, y las monedas públicas, vinculadas a expectativas
impositivas.
Aunque son emitidas según las lógicas contradictorias de la reproducción de las
transacciones mercantiles, por un lado, y de las transacciones de redistribución
(centralización y redistribución), por el otro, estas monedas son complementarias al
mismo tiempo que compiten entre sí. De hecho, no puede existir una moneda fiscal que
no sea a la vez aceptada como medio de pago dentro de la economía de mercado. Y
tampoco puede haber “monedas internas” privadas de crédito bancario que nos permitan
liberarnos de las deudas contractuales, sin que exista una “moneda externa”, de origen
no contractual, a la que la moneda bancaria puede ser convertida en última instancia. De
lo contrario no podríamos liberarnos nunca de la moneda bancaria. Es decir, que si ya
no fuera una deuda contractual de la cual siempre es posible liberarse, la moneda
bancaria se transformaría en una deuda tutelar, que ligaría la vida de los individuos al
sistema bancario, poniendo a este último en una posición de poder soberano, un poder
que no podría nunca ser legítimo porque la actividad bancaria es una actividad mercantil
que no tiene como objetivo proteger la sociedad y la vida de los individuos, sino que
busca únicamente el enriquecimiento personal. La moneda bancaria pierde así cualquier
posibilidad de inspirar y beneficiarse de una confianza ética18.
Este teorema sobre la necesidad de que exista una moneda pública y fiscal, es
decir política, como base legítima de la moneda privada del mercado, es una primera
forma de manifestar la dimensión política irreductible de la moneda (i.e. de todo sistema
monetario territorializado constituyendo una comunidad de cuenta y de pago). Pero las
dimensiones políticas y simbólicas de la moneda, que la convierten en una fuerza social
y moral, son –para el enfoque institucionalista que aquí se privilegia– intrínsecas a la
definición misma de la moneda y de sus propiedades genéricas, tal como lo muestran
los sistemas monetarios “dualistas”, en los cuales la moneda (imaginaria) de cuenta no
tiene un soporte material en una moneda (real) de pago. El monedaje, esto es, la
18
Cf. Véronique Dutraive y Bruno Théret, «Souveraineté politique et souveraineté monétaire : une
interprétation à partir de l’œuvre de John R. Commons», manuscrit, IRISSO-Triangle, (en japones en
Keizai Ronso (The Economic Review, Kyoto University Economic Society), 187(1), 2013, pp. 83-110.
11
operación mediante la cual se establece una relación cuantitativa entre la moneda
imaginaria y las monedas reales que fijan el valor en la unidad de cuenta de los medios
de pago, es la expresión de la dimensión política de toda moneda. Esta definición que
establece el valor en moneda de cuenta de las monedas de pago es, de hecho, una
definición eminentemente política.

LAS PROPIEDADES GENÉRICAS DE LA MONEDA Y SUS ESTADOS:


UNA MATRIZ DE LA MONEDA COMO HECHO SOCIAL TOTAL

Para sacar el mejor provecho de esta dimensión institucional de la moneda es


necesario volver sobre sus propiedades genéricas universales. Hemos visto que la
moneda es, en primer lugar, un sistema de cuenta (de contabilidad) en el cual se definen
una o más unidades de cuenta y, al mismo tiempo, un modo de división y de agregación
de valores. Estamos aquí en un registro simbólico de la moneda, en el cual ella es un
“medio simbólicamente generalizado de comunicación”. Pero la moneda es también un
conjunto de medios de pago, de objetos-moneda, que circulan en las transacciones y que
pueden ser acumulados: esta es la forma propiamente económica de la moneda. Por
último, una moneda sólo puede existir si posee la propiedad de estar regida por un
conjunto de reglas de monedaje, gracias a las cuales es posible crear objetos-moneda de
pago, definirlos y asignarles un valor, en los términos de la moneda imaginaria de
cuenta. Este proceso de asignación de valor es de carácter político en la medida en que
acarrea inevitablemente cuestiones distributivas, como puede verse claramente durante
las devaluaciones de las monedas nacionales. Estas tres propiedades constitutivas de la
moneda –unidad de cuenta, unidad de pago y reglas de monedaje– muestran que la
moneda está presente en el mundo en tres estados diferentes: la cuenta que es mental, el
monedaje que es institucional y los instrumentos de pago que son materiales. La
moneda es incorporada en las psiquis individuales, institucionalizada en organizaciones
y normas, y objetivada en elementos materiales, todo de manera simultánea19.
Es en su estado incorporado cuando se establece la confianza en la moneda. Más
aun, la confianza metódica y la ética encuentran su fundamento primario en el momento
en que la moneda como lenguaje de cuentas se estabiliza y se integra en la psiquis de
19
Para mayor detalles véase Bruno Théret, “Os três estados da moeda. Abordagem interdisciplinar do
fato monetario”, Economia e Sociedade, Vol. 17, n° 1, 2008, pp. 1-28; o también «Les trois états de la
monnaie. Approche interdisciplinaire du fait monétaire», Revue économique, 59(4), 2008, pp. 813-841.
12
sus usuarios. Y como, tanto en las sociedades segmentadas como en las diferenciadas, la
unicidad de la unidad de cuenta está siempre amenazada por la pluralidad irreductible
de las transacciones y de los emisores de medios de pago, la confianza en el valor de la
unidad de cuenta de la moneda supone también la intervención de un poder y/o de una
autoridad colectiva reguladora que esté por encima de cualquier otra. Es entonces la
representación incorporada de la soberanía la que juega un papel crucial en la
legitimación de dicha intervención y en el establecimiento de una confianza jerárquica.
En su estado objetivado la moneda está formada por un conjunto de objetos-
instrumentos de pago que pueden tener diversas formas simbólicas, algunas
específicamente monetarias (como perlas, conchillas, billetes, monedas, tarjetas de
crédito, cheques, letras de cambio y transferencias electrónicas) y otras no
necesariamente monetarias (como el ganado, los granos, los metales). Estos objetos-
moneda son producidos dentro del conjunto de circuitos de transacciones en los cuales
se crean y se reproducen (mediante los pagos) diferentes tipos de deudas. Ellos deben
ser, además, dignos de confianza; en otras palabras, deben tener las cualidades
necesarias para inspirar una confianza metódica y ética en su valor nominal o
consuetudinario, incluso por fuera de los circuitos de transacciones en los cuales fueron
utilizados originariamente. Los objetos-moneda de pago, como cualquier objeto, pueden
ser aprehendidos en un espacio de tres dimensiones; así como en una moneda metálica,
es posible distinguir cara, cruz y espesor, estas tres dimensiones pueden ser vistas como
un reflejo de los aspectos económicos, políticos y simbólicos de la moneda y de la
deuda20.
En su estado institucionalizado la moneda es el resultado de una acción colectiva,
la expresión de una intencionalidad del grupo que presume que “x cuenta como (vale) y
en el contexto c”21. Ella es investida con el rol de representante de una comunidad
territorial unificada bajo una unidad de cuenta común y una convertibilidad general
entre los distintos medios de pago, se trate de medios públicos o privados, de pagos de
deudas contractuales o de deudas tutelares y/o fiscales. Entonces la moneda en su estado

20
Cf. Keith Hart, «Heads and tails? Two sides of the coin», Man (NS), 21, 1986, pp. 637-656 ; Eric
Pineault, «Sociétés, monnaie et politique: éléments pour une théorie de l’institution monétaire et une
typologie des formes historiques de sa régulation politique», Cahiers de recherche sociologique, 32,
1999, pp. 47-83; Tom Burn & Philippe De Villé, «The three faces of the coin: a socio-economic approach
of the institution of money », EJESS, 16(2), 2003, pp. 149-195.
21
Cf. John Searle, La Construction de la réalité sociale, Paris, Gallimard, 1998; Heiner Ganssmann, “La
monnaie comme fait social”, Sciences de la société, 52, février 2001, pp.137-157.
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institucionalizado, el poder de monedaje forma parte de los poderes soberanos, y por
eso puede, en circunstancias particulares, postularse a una posición de autoridad
soberana en el orden político, por encima de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial
del Estado.
Gracias a sus tres propiedades genéricas (o formas funcionales constitutivas) y a
su capacidad de manifestarse en tres estados, la moneda constituye un hecho social total
cuyo la tabla que se presenta a continuación busca delinear su estructura íntima,
recurriendo a una matriz de doble entrada entre sus formas genéricas y sus estados.
Me es imposible aquí adentrarme en los detalles de esta estructura compleja con
múltiples dimensiones económicas, políticas y simbólicas interdependientes entre sí. Me
limitaré entonces a enfatizar que, en el corazón de la matriz de la moneda, reside la
necesidad (que garantiza la estabilidad del sistema monetario) de mantener un pacto
político entre las distintas clases de usuarios por encima de sus intereses contradictorios.
Sin embargo, la moneda se manifiesta también de manera más amplia como un sistema
político en sí mismo, que se confronta, por un lado, con divisiones territoriales y
tensiones sociales que giran en torno a la unicidad de la unidad de cuenta, y, por otro,
con la competencia y la complementariedad existentes entre los emisores de medios de
pago (públicos y privados).
Esta inserción y forma de la moneda dentro del sistema político depienden por su
sostenabilidad social de su legitimidad del punto de vista de sus usuarios y asi de su
capacidad a generar confianza – con sus tres dimensiones - dentro de la psiquis de ellos.
Especialmente, en tanto sistema político, la moneda debe estar inserta en la estructura
global de la sociedad y respetar los valores y las normas que configuran su sistema
simbólico (su proyecto o porvenir22, y su inscripción en el tiempo historico), valores y
normas que son la base de la confianza ética y que deben también ser puestos en
práctica y representados en el plano material de los objetos-moneda que sont los medios
de pago.

22
En el sentido de John R. Commons en Institutional Economics, New Brunswick (NJ), Transaction
Publishers, 1990 (1934); es decir, el porvenir tal como puede ser previsto o anticipado en el presente, o
también aquello que Marcel Mauss describe como “esperar, dar por descontado el futuro, (…) una de las
formas del pensamiento colectivo” (en: «Débats sur les fonctions sociales de la monnaie» (1934),
Œuvres, tomo 2, Paris, Editions de Minuit, 1974, pp. 117), en el cual subraya la importancia y asocia su
punto de vista con el de François Simiand (F. Simand, «La monnaie, réalité sociale», Annales
sociologiques, serie D, fascículo 1,1934, reproducido en François Simiand, Critique sociologique de
l’économie (Textos presentados por Jean-Christophe Marcel y Philippe Steiner), Paris, PUF, 2006, pp.
215-259).
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FORMAS  GENÉRICAS  DE  LA  MONEDA  
   
Cuenta   Monedaje   Pago  
   
Confianza  
jerárquica  -­‐  
Confianza  
Confianza  ética   Legitimidad  del  
Sistema   Estado   metódica  -­‐  
-­‐  Valores  que   poder  
(simbólico)  de   incorporado  de  la   Estabilidad  del  
crean   monetario  
signos  bajo  el   moneda   valor  de  las  
autoridad   sobre  los  
principio  de  "fe   monedas  de  pago  
emisores  de  
social"   moneda  

Esquema  mental   Proyecto   Estrategia   Rutina  

Unificación  
Sistema   simbólica  de  lo   Pacto  político   Heterogeneidad  de  
Estado  
(político)  de   monetario   que  conforma   deudas  -­‐  
institucionalizado  
sujetos  que   sobre   e l   el   r égimen   Multiplicidad   de  
de  la  moneda  
actúan  en  el   sistema  de   monetario   medios  de  pago  
marco  de  una   cuenta  
soberanía   Largo  plazo   Corto  plazo  
Acción  colectiva   Mediano  plazo  
(estructural)   (eventual)  
Sistema   Cara:  emblema   Espesor:  
(económico)  de   Estado  objetivado   de  la  autoridad   garantía  de  la   Cruz:  valor  
objetos  que   soberana  de  la   calidad  del   nominal  como  
de  la  moneda  
permiten  la   comunidad  de   monedaje  -­‐   medio  de  pago  
circulación  y   cuenta   "Anclaje"  
renovación  de   Principio  de   Peso  en  metal  –  
Firma  -­‐  Sello   Principio  nominal  
las  deudas   valorización   Cambio  
Cuadro 1. Estructura íntima de la moneda

Entonces, el estado institucionalizado de la moneda, el régimen de monejade, esta


relacionado tambien con el sistema material (económico) de los medios de pago, y tiene
que ver con sus calidades, la stabilidad de sus poderes de compra, y sus distribuciones.
Las dimensiones propiamente económicas de la moneda (tercera fila y tercera columna
del cuadro) se conjugan en la práctica en el valor nominal (sus precios segun sus
diferentes usos: poder de compra, tasa de interes, tipo de cambio) de los objetos-moneda
y en las actividades rutinarias de pago. En las concepciones a-monetarias habituales de
la economía, estas dimensiones están generalmente aisladas de las dimensiones política
y simbólica, ya que las instituciones y creencias monetarias relativas al sistema de

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cuenta y de monedaje se presumen como dadas y estables y, en consecuencia, se
consideran neutrales. Pero esto significa ignorar el hecho de que:

“La moneda no es en absoluto un hecho material ni físico, sino que es


esencialmente un hecho social; su valor es aquel de su poder de compra y la medida de
la confianza que tenemos en ella. Y es el origen de una noción, de una institución, de
una fe, de la cual hablamos (...) Y la verdadera fe que alimentamos frente al oro y
frente a todos los valores que provienen de la admiración de éste ¿no deriva en gran
medida de la confianza que tenemos en su poder? La esencia de la fe en el valor del oro
¿no está en la creencia de que podemos obtener, gracias a él, las prestaciones de
nuestros contemporáneos -en naturaleza o en servicios- que el estado del mercado nos
permita exigir?”23

Reducir la moneda a su dimensión de instrumento económico que facilita el


intercambio de mercado, no es sostenible si lo que se intenta es observar las prácticas
monetarias para comprenderlas y explicarlas. Las crisis monetarias no dejan de ilustrar
constantemente los efectos potencialmente desastrosos de esta ignorancia y de la
negación de lo político y de lo simbólico en la moneda. En la práctica, para hacer
posible el trabajo científico en este terreno:

“Debemos desafiar para siempre todo esta sofística que pretende dar primacía a
un conjunto particular de los fenómenos sociales. Ni las cosas políticas, ni las morales,
ni las económicas poseen nada de dominantes en ninguna sociedad…y lo que las
distingue no es otra cosa que sus logomaquias. Una moneda, cosa económica, es
acuñada por una nación, cosa política, y si se tiene confianza, inspira fe y credibilidad,
cosas a la vez económicos y morales, e incluso mentales, habituales y tradicionales.
Cada sociedad es una, con su moral, sus modos, su economía, etc. Lo político, lo moral
y lo económico son simplemente elementos de un arte social, el arte de vivir en
común.”24

23
Marcel Mauss, «Les origines de la notion de monnaie» (1914), en Œuvres, 2 tomos, Paris, Editions de
Minuit, 1974, pp.106 et 111-112. La cita original es en francés.
24
Marcel Mauss, «Appréciation sociologique du bolchévisme», Revue de métaphysique et de morale, n°
31, 1924, citado por Camille Tarot, De Durkheim à Mauss, l'invention du symbolique, Paris, La
Découverte, 1999, p. 658. En el documento original la cita esta en francés.
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Cuando la moneda está en crisis, cuando la rutina de pagos se pone en duda y el
valor de la unidad de cuenta pierde su “poder de compra”, es la sociedad como un todo
la que se desintegra. Es allí cuando se manifiesta con toda claridad que la moneda forma
parte de esos “fenómenos generales” que Mauss “propuso llamar ‘totales’”25. Ella cobra
sentido sólo en la medida en que se la considera como un hecho social total, tal como
he tratado de hacer en este trabajo26. Para comprender y explicar la moneda (el sistema
monetario), no se puede evitar considerarla como un fenómeno simultáneamente
material-mental-social, individual-comunitario-social e imaginario-simbólico-real. La
moneda tiene su propia economía –la economía general de la producción y circulación
de medios de pago–, su propia política –los conflictos y pactos establecidos en torno al
poder para designar la unidad de cuenta, fijar el sistema de cuenta y regular jurídica o
éticamente la creación de medios de pago– y su propio simbolismo –el lenguaje
monetario y las representaciones de la comunidad y de la soberanía que legitima las
reglas del juego monetario–.

Buenos Aires, 12 de diciembre de 2012

25
En «Débats sur les fonctions sociales de la monnaie», op. cit., p.118.
26
Para Camille Tarot la noción de hecho social total nos conduce a “reconocer la dimensión simbólica de
todos los hechos en los que se ve involucrado el ser humano. Sin embargo, la percepción de estos hechos
no depende más que de un acomodamiento de la mirada. Podemos no ver en una empresa social más que
un hecho económico y analizarla desde ese único punto de vista. Pero en la medida en que este hecho
incluye muchos otros, también podemos negarnos a separar completamente los hechos económicos de la
organización social de la cual ellos forman parte y constatar que ellos remiten a hechos morales y
significativos, a hechos de poder que se expresan, alimentan, reproducen o imponen. ( ... ) El hecho social
total, este es el remedio para el exceso de abstracción que puede perjudicar la ciencia y el peligro de la
ideología, es la primacía del terreno concreto por sobre cualquier discurso posible, la voluntad de hundir
las palabras en las cosas una y otra vez, porque una ciencia que no es está sino al servicio de la realidad y
sin embargo no tenemos una ciencia de lo real. ( ... ) La noción de hecho social total es la consecuencia de
un análisis intensivo de un solo aspecto de la realidad social. Si llevamos el análisis lo más lejos posible,
la ciencia de lo social será capaz de reintroducir aquello que se había sentido obligada a excluir porque así
había sido impuesto (Op. cit . , P. 658-659 ).
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