Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Desde los primeros días de la protesta agraria, una de las frases que más
se repiten en las pancartas y los discursos de los manifestantes es: ‘No a
los TLC’. Los voceros de los campesinos aseguran que “hoy no es rentable
ningún renglón del agro”, debido a la dramática caída de los precios de
venta y a la revaluación, que abarató las importaciones y encareció las
exportaciones. Y todos los dedos han apuntado a los tratados de libre
comercio (TLC), especialmente al que Colombia firmó en el 2006 con EE.
UU. y que entró en vigor el 15 de mayo del año pasado. El argumento
contra estos acuerdos es que están inundado al país de productos
foráneos que llegan sin aranceles o con aranceles reducidos, con el
agravante de que vienen de países desarrollados como EE. UU. o del
conjunto de la Unión Europea (UE), que subsidian a sus productores, lo
que les permite exportar a precios por debajo de sus costos de
producción: algo con lo que los campesinos colombianos no pueden
competir. (Lea también: Lo que tiene en jaque al agro colombiano) Pero
aunque es cierto que en virtud de los TLC se han eliminado algunos
aranceles para productos del agro, y que a mediano plazo habrá apertura
para otros; que muchos de estos productos llegan más baratos que los
locales, y que esos bajos precios tienen que ver con los subsidios (el
mundo desarrollado entrega ayudas a sus agricultores que superan los
1.000 millones de dólares diarios), con las cifras en la mano, sería un
error achacar a estos tratados comerciales la crisis actual de agro. “Con
los TLC se está haciendo más escándalo de los efectos que realmente
tienen en este momento”, asegura el presidente de la Sociedad de
Agricultores de Colombia (SAC), Rafael Mejía, quien afirma que el impacto
de estos acuerdos, hasta ahora, “es sobre todo psicológico”. (Lea
también: El campo parece otro país) Los números sustentan esta
afirmación. Según datos de Top Ten, publicación mensual de la SAC, las
importaciones totales de papa en el 2011, por ejemplo, sumaron 15.224
toneladas, que subieron a 19.128 en el 2012. En los dos casos, el mayor
proveedor fue Holanda; de Bélgica se trajeron 2.238 toneladas, 4,4 veces
más que un año atrás. Sin embargo, en ningún caso este incremento tuvo
que ver con el TLC firmado con la UE (a la que pertenecen los dos países),
ya que este comenzó a regir hace menos de 40 días. Las importaciones
de papa proveniente de EE. UU., país con el que llevamos un año y cuatro
meses de TLC, también aumentaron en 211 toneladas en el 2012
(llegaron a un total de 4.407), pero disminuyeron las compras del
tubérculo a países como Argentina. (Lea también: Importación y
producción local: equilibrio complejo / Análisis) En cuanto a la cebolla,
otro de los productos protagonistas en los paros, en el 2012 se importaron
110.432 toneladas, 18.000 menos que en el 2011 (entre enero y junio de
este año ingresaron 28.700 toneladas). Además, a los países a los que
más les compramos fueron Perú y Ecuador, vecinos con los que existe
libre comercio desde hace más de una década. Con respecto a la leche,
aunque es cierto que las importaciones provenientes de EE. UU. han
venido ganando terreno, la amenaza principal son los lecheros de Chile y
Argentina, según reconocen pequeños y medianos productores de la
región de Ubaté (Cundinamarca). (Lea también: Recetas para un sector
'enfermo') “Estamos anticipando el problema sin que haya llegado
realmente”, sostiene el presidente de la SAC, quien, no obstante, advierte
que en los próximos 20 años los TLC sí pueden poner en apuros a los
cultivadores, cuando comiencen a bajar los aranceles para sectores
sensibles ahora protegidos. Pero –a juicio de expertos– enfrentar esta
preocupación cerrando nuestras fronteras a la entrada de productos
extranjeros y, de paso, impidiéndoles a nuestros agricultores que
incursionen en mercados con mucho potencial, sería desconocer las
ventajas que los TLC tienen para el agro nacional y postergar una tarea
urgente: mejorar nuestra competitividad en el sector agropecuario.
“Colombia tiene ventajas competitivas para el acceso de todos los
productos de agricultura tropical a EE. UU., porque allí no se pueden
producir, sostiene el exministro de Comercio, Industria y Turismo Luis
Guillermo Plata, quien añade: “Achacarles a los TLC todos los problemas
del agro es el diagnóstico equivocado y nos llevará a medicinas
equivocada”. (Lea también: Potencia agrícola / Análisis) El Gobierno no
ha cedido a las peticiones de los promotores del paro respecto a los TLC.
El ministro de Comercio, Industria y Turismo, Sergio Díaz-Granados,
insistió esta semana en que no habrá ni derogatoria ni renegociación del
capítulo agropecuario de los acuerdos. Lo que sí se ha anunciado es la
aplicación de las salvaguardias, es decir, aranceles y sobre aranceles que
contemplan los acuerdos cuando las importaciones de ciertos productos
afectan gravemente la producción nacional. Estas salvaguardias cobijarán
–a petición de los campesinos– a la papa fresca y a la prefrita congelada,
cebolla de bulbo, fríjol, arveja, tomate, pera, leche en polvo, quesos
frescos y lactosueros, y principalmente frente a productos provenientes
de los países de la CAN y el Mercosur, y por el término de dos años. “¿Y
luego el problema no era con Estados Unidos y la Unión Europea?”, señala
irónicamente el presidente de Analdex.
¿Hay demasiados tratados sobre la mesa?