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CASO NOELIA DE MINGO

Noelia de Mingo Nieto, de 31 años, era médico residente de la sección de Reumatología, en la


Fundación Jiménez Díaz de Madrid, España.

Era la mayor de tres hermanos. Noelia de Mingo llevaba varios meses sospechando que era
víctima de un experimento, oía voces que le susurraban que todos la engañaban y que el lugar
donde trabajaba, en realidad, estaba lleno de actores que querían controlarla y, tal vez, hacer
daño a su familia. Por eso, comenzó a acudir a la clínica sin trabajar, recetaba medicamentos
absurdos para las dolencia de los pacientes a los que pasaba consulta y muchas veces se a veía
frente a un ordenador apagado, mirando la pantalla como disimulando que trabajaba. Hasta
que un día compró un cuchillo y decidió usarlo.

Era el 3 de abril de 2003. Al mediodía, Noelia se encontraba en el cuarto de enfermeras de la


unidad 43, ubicada en la tercera planta de la clínica. El reloj marcaba las 14:25. De Mingo
volvió a empuñar dentro del bolsillo el cuchillo que llevaba consigo. Pero esta vez, lo sacó del
bolsillo. Se acercó por detrás a una compañera, Leila El Ouamaari, una médica residente
francesa de 27 años de edad, que en esos momentos se afanaba en algún cometido sobre un
mostrador de medicamentos. Sin explicación, sin motivo aparente, sin que hubiera
provocación, le asestó varias puñaladas por la espalda. Leila ingresó en quirófano en parada
cardiorrespiratoria. No pudieron salvarla.

Los compañeros de ambas intentaron ayudar a la víctima y frenar a la agresora, pero ésta se
defendió asestando puñaladas a diestro y siniestro. En el pasillo una mujer llamaba desde una
cabina de teléfonos que se encontraba junto a la habitación 4308. Vio pasar a Leila y trató de
ayudarla, pero Noelia se le echó encima, Jacinta Gómez de la Llave, de 77 años, murió de
cuatro puñaladas en el tórax mientras su hijo, que había estado escuchando al teléfono, no
podía hacer nada para evitarlo.

Luego Noelia había intentado salir de la clínica y se había visto acorralada en varias ocasiones.
Todo el que se interponía a su paso era amenazado, herido o muerto. Félix Vallés, de 77 años,
acababa de terminar de comer y subía a la habitación de su mujer, frente a la 4308. Se tropezó
de frente con Noelia de Mingo en cuanto traspasó la puerta de la unidad 43. Noelia le clavó el
cuchillo en el estómago alcanzándole el páncreas y la arteria aorta.

Una auxiliar de clínica de 51 años también sufrió heridas en el pulmón izquierdo y el


diafragma. La agresiva huida de Noelia terminó cuando un celador logró amedrentarla con
uno de los soportes metálicos para suero, con el que pudo, a la vez, alejar la amenaza del
cuchillo de Noelia. Poco a poco la hizo retirarse a una pared y otros miembros del personal la
rodearon. Noelia se vio acorralada y dejó caer el cuchillo, tranquilizándose de pronto. El
celador se la llevó a un cuarto de traumatología, donde se ponían las escayolas y la encerró
hasta que llegó la policía. Finalmente la policía informo que había 3 víctimas mortales y varios
heridos luego de la masacre.
Según todos sus compañeros y sus vecinos, Noelia era una persona pacífica y que nunca se
metía en líos. Sin embargo, los testigos y las cámaras de la Clínica no dejaron lugar a dudas
sobre el suceso. El caso saltó a todos los diarios.

Ahora bien ¿Noelia de Mingo es imputable, semiimputable o inimputable?

En el informe psicológico que se presentó en sala 16 de la Audiencia Provincial de Madrid por


las psicólogas María Paz Ruiz y Concepción de la Peña se indica que Noelia «presenta un
complejo sistema de delirios que describen una conspiración» contra ella. Tiene ideas
delirantes y persecutorias. No sólo oía voces, sino que en su mente se representaban escenas y
diálogos irreales que ella registraba como ciertos. La hacían trabajar allí para observarla. Y, si
aquello era cierto, eso significaba que sus colegas médicos no eran más que actores y, por tanto,
los enfermos tampoco eran enfermos reales. Diagnosticándole esquizofrenia paranoide. Los
forenses también determinaron que a pesar de los delirios conservaba su inteligencia y su
sentido de la lógica en otros temas, por lo que pasó desapercibido su trastorno para sus colegas.
Finalmente con el diagnostico establecido se consideró a Noelia de Mingo inimputable ya que
la sentencia se ampara en un dictamen anterior del Tribunal Supremo de 2000, que cita el
auto, según la cual el esquizofrénico ha de ser considerado “como un auténtico enajenado,
totalmente inimputable, por sufrir una enfermedad que se halla en el propio organismo del individuo, sin
influencias externas”. Por consiguiente el 7 de Junio del 2006 a Noelia se la condena a ser
internada en un centro psiquiátrico penal durante un máximo de 25 años.

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