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Cristo Rey universal “C”

2 S 5, 1-3; Col 1, 12-20; Lc 23, 35-43


1. De todo el orbe católico sube hoy a Jesucristo el insigne saludo: ¡Salve Rey! Es el mismo que
en son de burla le dirigieron en el pretorio de Jerusalén la noche del Jueves Santo. Pero, hoy,
Solemnidad de nuestro Señor Jesucristo, Rey universal, adquiere un tono bien distinto: es una
proclamación triunfal, gloriosa, brillante, heroica, que sale de las fibras más delicadas del alma
humana. Es la celebración del supremo dominio de Jesucristo, el Rey de los reyes y Señor de señores
(Ap 19,16).

2. Para prorrumpir en una exclamación aún más vigorosa y solemne vayamos a la Sagrada
Escritura, que nos presenta la majestad y perpetuidad de su Reinado. Jacob, en su lecho de muerte y
rodeado de sus hijos, declaró: El cetro no se apartará de Judá, ni el bastón de mando de entre sus
piernas, hasta que llegue aquel a quien le pertenece y a quien los pueblos deben obediencia (Gn 49,
10). De Él, dijo el profeta Daniel: El Dios del cielo suscitará un reino que nunca será destruido y
cuya realeza no pasará a otro pueblo; él pulverizará y aniquilará a todos los demás reinos, y él
mismo subsistirá para siempre (Dn 2, 44).

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Ya en tiempos de su inminente llegada, el Arcángel Gabriel confió a la Virgen María:
Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado
Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob
para siempre y su reino no tendrá fin (Lc 1, 31-32). Y el mismo Jesucristo, aun en medio de las
humillaciones de su Pasión, ante la insistencia de Poncio Pilatos, reconoció solemnemente: Tú lo
dices, yo soy Rey (Jn 18, 37).

3. En 1925, el Papa Pío XI instituyó la Festividad de Cristo Rey, en el último domingo del ciclo
litúrgico, a fin de homenajearlo con esta sublime dignidad, y para recordar a las potencias de la tierra
que deben rendir sumisión a la Persona de Jesucristo y obediencia a sus decretos y mandatos. El
objeto de la fiesta es la misma Persona de Jesucristo, que es Rey de todo el Universo, no sólo en
cuanto Dios, sino también en cuanto hombre. Como Verbo de Dios y consustancial al Padre, tiene
absoluto dominio sobre todas las cosas creadas. Pero aún como hombre, Jesucristo tiene el poder
de Rey, porque en Él se hallan todos los títulos que le dan derecho a reinar sobre toda la creación:

a) Él es el Redentor del género humano; nos ha comprado al precio de su Sangre. En


consecuencia, somos miembros suyos; sus súbditos, soldados de Cristo, rescatados tras su combate
en el madero de la Cruz.

b) Además, Jesús a lo largo de su vida terrenal, ¿no ha conquistado los corazones con el
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ejercicio de sus virtudes en grado heroico? Por eso, también su soberanía infinita alcanza a todos
los hombres. Tan es así que la historia enseña que bajo la Bandera de Cristo Rey se han agrupado
sucesivamente reyes y pueblos, sometiéndose a sus santas leyes, abrazando y practicando sus divinas
doctrinas.

4. La Solemnidad de Cristo Rey ha sido instituida contra los funestos males del laicismo, que
según el Papa es “la peste de nuestra época”. El laicismo es el rechazo de la Soberanía de
Jesucristo sobre los corazones y las sociedades. Es la declaración de independencia de las
sociedades respecto de la fe católica y la emancipación respecto del Magisterio de la Iglesia, única
depositaria de la enseñanza del Señor. Por el laicismo, Cristo Rey es arrojado de la familia, de la
escuela, de la profesión, de las leyes y de la cosa pública. Su grito es: ¡No queremos que Éste reine
sobre nosotros! 1.

Que el mundo se ha alejado de Cristo y de su Reinado, ¿quién podrá dudarlo? Existen


innumerables signos de ello en la cultura occidental actual, tales como: a) el hedonismo imperante,
que es la búsqueda desenfrenada por todo lo que cause goce, placer, confort; y rechazo a todo lo que
implique esfuerzo, sacrificio, cruz; b) Otro signo de esta lacra actual es el consumismo, que, por
ejemplo, ha erosionado el significado profundo del domingo o de las fiestas “de guardar”. La

1
Cfr. Informe MC, n° 19 (noviembre 1996).
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inobservancia del descanso dominical y del precepto de la Misa cada domingo toca una cuestión de
fondo: la descristianización de la sociedad. La pérdida de la conciencia del significado religioso del
domingo refleja el debilitamiento de la identidad de los cristianos en la sociedad de hoy. [Ya en
muchos ambientes se ha logrado hacer de la Navidad y de la Pascua acontecimientos comerciales y
muchos olvidaron su razón de ser. La transformación de la sociedad en una atmósfera donde todo
funciona las 24 horas del día y los 7 días de la semana es un paso más hacia el triunfo del
materialismo y del consumismo sobre los valores religiosos]2; c) El permisivismo que promociona y
aplaude las mayores inmoralidades, particularmente en la televisión. ¡No podemos quedarnos de
brazos cruzados si es que queremos que Cristo reine! d) Y por el fenómeno de la actual
masificación, la opinión pública es “canonizada” mientras que la palabra solemne del Sumo
Pontífice es relativizada y abiertamente rechazada. ¡Es el reino de los “nuevos dogmas”
“definidos” por los periodistas, los actores y los medios de comunicación!

5. Es imprescindible “reinstaurar todas las cosas en Cristo” (San PÍO X). Volver a colocarlo no
sólo en el centro de nuestro corazón sino también en la médula de la sociedad actual y en la
cúspide de todas las actividades humanas. ¡Tomemos muy en serio este compromiso! Trabajemos
para que Dios rija nuestras vidas: pensar como Cristo, obrar como Cristo; que mi familia, sea un

2
Cfr. AICA, Boletín de junio 1998, «Próximo documento papal sobre el domingo».
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hogar cristiano; que nuestro Señor esté presente en el trabajo, en el taller, en el club, en las
diversiones, en las leyes, en la ciencia, en la cultura...

Decía magníficamente Pío XII, “un cristiano convencido no puede encerrarse en un cómodo y
egoísta “aislacionismo” cuando es testigo de las necesidades y miserias de sus hermanos” 3. El
católico no puede recluirse, limitándose a cumplir individualmente.

Sólo dentro de los principios del cristianismo y de acuerdo a su espíritu se puede llevar a cabo
la urgente conversión, que debe realizar la sociedad. Los medios son los de siempre: intensa vida
espiritual, sólida formación doctrinal y abnegada acción apostólica. ¿Cuánto hicimos hasta hoy por el
Reinado de Cristo? ¿Qué haremos en adelante por Cristo Rey?

3
Radiomensaje de Navidad de 1948, cit. por Verbum vitæ, t. VIII, p. 1083
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